POIESIS / 59
“William Johnston, el enciclopedista más lúcido y exigente, insaciable consumidor y hacedor de poesía”
Olga Orozco
El tiempo transcurre como si estuviese dibujado en un plato de azul porcelana los céfiros juegan con la metamorfosis de una nube a la medida de otros reinos. Estos días terrestres y sus tercas obligaciones. (El viento detrás del bosque, 2003) hacia la noche/ No podré esconderme entre los espejos. Tu imagen me inunda desde adentro de los huesos, es un mar que acaba siempre en el borde abierto de una fotografía; envenena la sangre hasta escupir por los ojos la idea que aún estás allí esperando bajo la parra el abrazo, la carta, la palabra donde comparo tu vida con el aleteo de aquellas luciérnagas que sólo deletreaban la alucinación hacia la noche. Esa noche que tanto se parece a esta habitación llena de nubes. Esa noche cuando solíamos adentrarnos en el bosque para cazar constelaciones. Ya no podré esconderme en los rincones del espejo: la palabra luciérnaga se incendia, se corrompe, se convierte en otra cosa: un zumbido memorable tal vez de un perdido grillo que rima con la siesta; en una habitación llena de nubes ahora se anuncia tormenta; entonces, abro un libro cualquier libro ese libro de selva y leo: ha pasado la verde fragancia de los años pero mi infancia duerme/ aún en tu mano. La mano de mi abuela en tu mano, la mano que sostiene la caligrafía; el papel entre presagios, el escalofrío en este último verso donde comenzaré a pensar en tu muerte. ha pasado la verde fragancia de los años pero mi infancia duerme aún en tu mano. Selva Casal. (Diálogo final, 2008) cementerio británico/ En el centro del cementerio hay una araucaria que arroja luz hacia los Fernández: María Ana, Amalio, la abuela Gabina, los tíos Enriqueta y Jorge y otros que no he conocido. Ellos han estado siempre al final de la intemperie como los mil botones de nácar en la lata de galletas danesas. Ellos han escrito en la corteza de la araucaria sus nombres; pero ahora danzan alrededor mío, danzan alrededor de un hombre apático, insociable, egocéntrico a veces cuando la lluvia como la sombra de la araucaria, cae; y me susurran al oído frases acerca de la infancia, navidades, adolescencia, juventud y los amores olvidados en mitad del verano. Recuerdo entonces quién soy: acaso uno de ellos, -el más joven, tal vez- mientras danzamos contándonos los huesos como música de marimba cosiéndonos los ojos como botones de nácar hacia el final de la intemperie preguntándonos por qué la vida por qué el regreso para qué esta poesía. (Alaska, 2014) trama/ Al despertar veo una taza azul, un libro marcado en página precisa, un espejo. Y la realidad contiene un nombre para cada cosa. Y cada cosa es distinta realidad. La poesía es el arte sutil de bordar la taza, el libro, el espejo mediante correspondencias que procuren lo posible de lo imposible: anudar el pensamiento, el latido y la memoria a este paisaje como si fuera un abierto tapiz medioeval. No existe una descripción exacta: el poeta, al anudar; distorsiona. el poeta al distorsionar; agrega otros órdenes, mismas costumbres, variables pretextos: la taza tiene forma de un cielo buscado desde niño. el espejo es inflamable ante tanta claridad. el libro es oleaje continuo a las siete de la mañana. (Alaska, 2014) me matarás/ con una caligrafía de enredadera enredadísima/ con un golpe así/ -sin sangre-curvo / como el vuelo a la deriva de una estrella/ entonces me acostarás a la mesa de la resurrección/y lentamente/ con el cuchillo sin filo de la costumbre/ abrirás de un tajo mi cuerpo/ para buscar la entraña hechizada de la soledad/la tinta que crece como musgo en el papel/ el último verso/ mi poema/ pero te advierto/ sólo encontrarás el corazón en su jaula de aire/ los latidos decapitados por la memoria/ una naturaleza interior de enredadera enredadísima/ caligrafía emboscada de venas y nervios/ y con tus dedos de mantis religiosa/ anudarás cada una de mis venas a tus sueños/ separarás tus huesos de mi carne/ y así,/ sólo así/ comprenderás cada uno de mis poemas de amor. (El trigal del sueño, 2018) francis bacon/ dos figuras/ 1953 Por aquel tiempo, la muerte de mi madre oscurecía los objetos a mi alrededor y cada uno de ellos se convertía en dibujos para nubes. No recuerdo bien dónde nos conocimos. Seguramente, en uno de esos días en que la casualidad era una de las ecuaciones benévolas del universo. Hicimos el amor hasta que el deseo fue asunto de entrañas y luego contaste anécdotas, sueños persistentes, mientras pensaba por qué la vida tenía esa levedad como si el mundo fuera una liebre a punto de ser alcanzada por un disparo. (Visita Guiada, 2020) et in arcadia ego/ Nicolás Poussin/ 1638 El calor bebía el aire de a grandes sorbos. Las mujeres de la casa conversaban animosamente sobre los amores de los hombres. Preparaban el almuerzo. El tintineo de la vajilla se sumaba a los olores ancestrales de la cocina; mientras los hombres, en el jardín, sentados bajo la sombra de grandes eucaliptos, bebían cerveza y discutían el último clásico –la misma escenografía se repite desde niño–. Sólo por un detalle: alguien dispuso sobre un plato de loza y en el centro de la mesa, un puñado de higos. Y me recuerda aquella escena: el calor bebía la noche de a grandes sorbos a la salida del cine, entre amigos y la restinga del río que precede toda tormenta cuando la luna era un puñado de higos en un plato de loza. Nosotros discutiendo el gol de Artime contra Estudiantes –Un clásico en la punta de la lengua–. Uno, de los amigos, acaso el más sabio dijo que estábamos envejeciendo porque la vejez es el tiempo para encontrar detalles que antes no percibíamos. Todos callamos. Comprendimos que ese detalle equivale a la vida entera; como ahora el rayo de luz sobre estos higos en un plato de loza. (Visita Guiada, 2020)
William Johnston (Montevideo, Uruguay, 1967) es con toda evidencia un nombre inglés, pero quien lo lleva es un montevideano nacido en 1967.
Entre sus libros, se encuentran: El viento detrás del bosque (México, 2003); Leve Sombra (Montevideo, 2006), Diálogo Final (México, 2010), Alaska (Buenos Aires, Colectivo Semilla, 2014), El trigal del sueño (Montevideo, 2019), Visita Guiada (Montevideo, 2020).
Ha recibido en varias ocasiones – el último en categoría inédita 2022- el premio nacional de poesía de su país.