ENSAYO

Por Andrea Grillo

Interpretamos la realidad tanto mediante la percepción sensorial directa como por la elaboración de conceptos. Ambos procesos están inevitablemente ligados: en el mismo acto de percibir automáticamente le adjudicamos al objeto determinadas cualidades (color, forma, tamaño) siempre en relación con quien percibe (lejos/cerca, grande/chico), cualidades que además nos preceden desde el lenguaje que heredamos. Esta vinculación del observador con lo observado, si bien abre paso a la necesaria consideración de la subjetividad inherente a la percepción, no la habilita a tomar dimensiones que escapen de ciertos límites. Potencialmente, para cada objeto de referencia existen tantas representaciones como observadores, pero en última instancia, todos estamos de acuerdo con que “eso” es una “mesa”.

Bellamente expresado por Heráclito, todos entendemos intuitivamente que:

Para los despiertos hay un mundo único y común, 
mientras que cada uno de los que duermen 
se vuelve hacia el suyo propio.

Sin embargo, hoy, no solo se exige la validación de cualquier tipo de percepción que otrora se hubiera considerado insana, sino que se permite la pérdida de sentido en cualquier narrativa, naturalizando que una cosa sea posible y su contraria, también. Y no nos referimos a figuras poéticas o a la filosofía paradójica oriental, sino a una alteración en nuestra estructura de pensamiento occidental, nuestra propia matriz psicológica. 

A modo ilustrativo, traigamos a cosideración algunos hechos tomados de dos temáticas estrella de la agenda global: la enfermedad del coronavirus y la imposición de la ideología de género en la infancia.

One, two, three o’shot, four o’shot, shot!

Para comenzar a preguntarnos qué tan expertos nos estamos volviendo en desvirtuar la realidad, es muy fácil – espero que se me perdone la “holgazanería” – tomar como ejemplo cualquier declaración oficial relativa a la enfermedad del coronavirus, que desde principios del 2020 a la fecha no ha hecho sino coleccionar una cantidad absurda de contradicciones. 

En mayo de este año, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, (CDC) presentaban un dato alarmante para la población vacunada: aquellos que tenían dosis de refuerzo estaban contrayendo covid y siendo hospitalizados en doble proporción respecto de quienes estaban vacunados sin dosis de refuerzo. Los medios de comunicación rápidamente tomaron la noticia y contactaron a sus expertos para explicar la anomalía. La respuesta que recibieron fue que las personas vacunadas con dosis de refuerzo desarrollaban un falso sentido de seguridad. Sí, leyó bien. 

Una de las dinámicas aquí es que las personas sienten que después de la vacunación y el refuerzo están más protegidas de lo que realmente están, por lo que aumentan sus riesgos. Se sienten como…‘bueno, estoy vacunado y reforzado, ya no me voy a contagiar, así que voy a ir a un bar lleno de gente o a un concierto o me mezclo con personas en grandes grupos en el interior’ … eso aumenta sus riesgos y terminan teniendo estas infecciones“. (John Moore, PhD, Profesor de Microbiología e Inmunología del Weill Cornell Medical College, entrevistado por CBS, 1° de junio de 2022). (1)

La celebridad académica en cuestión no solo no aporta ningún elemento que explique la mayor tendencia a enfermarse de quienes recibieron dosis de refuerzo (además de evadir la estadística de la hospitalización), sino que con total naturalidad transfiere la ineficacia de la dosis de refuerzo al comportamiento de la persona vacunada – que claramente se vacunó para poder comportarse como habitualmente lo hacía, sin enfermarse. El colmo del disparate en cualquier tema es saltarse las proposiciones que hacen al problema y ponerse a hablar de otra cosa. Es lo que hacen los lunáticos. Pero lo más sorprendente no es la manifiesta falta de pudor de quien contesta lunáticamente cuando su obligación, desde el título que ostenta, es clarificar la situación, sino que esas incoherencias son aceptadas y repetidas sin mayor cuestionamiento por la población en general. 

La consecuencia inevitable de acatar esta “línea” de pensamiento es que la persona seguirá vacunándose con algo que no la protege de la enfermedad ni de la hospitalización y que además, si alguna desgracia le acontece, la responsabilidad será enteramente suya, por haber creído que vacunándose estaba protegida, siguiendo precisamente el mensaje inicial que recibió de las autoridades sanitarias. En este loop de inconsistencias, alguien se juega la salud.

Realidad ¿? infantil 

El Boston Children’s Hospital, (Hospital de Boston de NIÑOS) publicó en el 2021 una serie de videos agrupados bajo el nombre: “Entendiendo el género”. Abordan el tránsito de género desde los bloqueadores hormonales, la vaginoplastia, la mastectomía y la histerectomía, entre otros. En uno de estos videos, la Dra. Jeremy Carswell. Directora del Servicio de Multiespecialidades de Género, responde a la pregunta: “¿Cuándo sabe un niño que es transgénero?”:

“Un niño a menudo sabrá que es transgénero desde el momento en que tiene la capacidad de expresarse y los padres nos lo dicen a menudo. Tenemos padres que nos dicen que sus hijos lo saben desde el momento en que nacieron, prácticamente”. (2)

Esta otra celebridad académica en cuestión ignora o pretende ignorar todo lo que se sabe a la fecha del desarrollo biológico y cognitivo de los seres humanos, por lo que ya podemos olvidarnos de toda la psicología evolutiva y abrazar la nueva revelación: el niño o la niña o el niñe, desde que se puede “expresar”, elige su destino de género y por tanto, con absoluta dedicación hipócrita-crática, se le ofrecerá un sinnúmero de tratamientos y procedimientos que lo/la/le conviertan en lo que quiera, por módicas sumas y además seguramente subsidiados por el gobierno. 

No estamos tan lejos de USA en estas cuestiones como podemos pensar.  El 5 de abril, Argentina incorporó la inscripción “no binaria” en sus partidas de nacimiento, (3) para que el ser humane que nazca elija su identidad de género a los tres, cuatro o cinco años… o nunca. Porque obviamente les niñes de esa edad tienen todas las facultades que les habilitan a tomar ese tipo de decisiones, ¿no? 

Agreguemos una temática que no refiere a la ideología de género pero sí a nuestra concepción de la naturaleza infantil. En Uruguay, a raíz del proyecto de ley de eutanasia, una pediatra que se desempeña actualmente como legisladora declaraba en un programa radial: “No podemos abordar la ley de eutanasia sin discutir la situación de niños, adolescentes y personas con afectación de salud mental.” (4) Dice el Art. 1° del proyecto de ley: “Está exento de responsabilidad el médico que, actuando de conformidad con las disposiciones de la presente ley y a solicitud expresa de una persona mayor de edad, psíquicamente apta, enferma de una patología terminal, irreversible e incurable o afligida por sufrimientos insoportables, le da muerte o la ayuda a darse muerte.” (5)

A partir de la percepción de la persona en desarrollo, incluso considerando las enormes diferencias entre culturas, era aceptable pensar que los seres humanos van adquiriendo naturalmente facultades a lo largo de la vida, que los posibilitan encarar determinadas responsabilidades, acordes con su momento vital y y no antes. Ya no. Al igual que en el ejemplo covidiano de las interminable dosis de refuerzo, se habilita y se alienta a un otro a tomar determinaciones relativas a su salud que, a posteriori, pueden acarrearle consecuencias tremendamente nefastas. Con el agravante imperdonable de que en este caso son seres humanos en un estadio de desarrollo en el que aún no están en condiciones para afrontarlas. ¿Cuándo se volvió aceptable considerar siquiera que someterse a un procedimiento médico para cambiar de sexo o hacer solicitud expresa de finalizar la propia vida se corresponde con las capacidades de un niño?

Ortodoxias sin sentido

Podemos elegir pensar que las situaciones descritas son cuestiones aisladas y evitar pensar en cuántas otras áreas de nuestra vida – tal vez no tan graves – estamos atravesados por discursos que no hacen sentido. Evitar pensar, de hecho, siempre es más fácil. Pero inevitablemente tenemos esa sensación de que algo no cuadra. Y esto tiene el costo del desconcierto, la inseguridad y el gasto enorme de energía que exige sostener realidades de mentira. Vivimos en un tiempo – aunque seguramente no todos, respetando las distintas subjetividades – en el que se puede sentir lo que Hans-Ulrich Gumbrecht define como “latencia”: algo que está allí, que no logramos identificar y que puede que no identifiquemos nunca, pero que tiene la capacidad de generar un cierto tipo de atmósfera, de estado de ánimo general. (6) No es de descartar que esta insistencia en deformar hasta la más básica de las realidades esté generando un malestar prácticamente imperceptible, pero persistente por lo bajo. 

Si es así, ¿cuál es el grado de distorsión que seremos capaces de aceptar antes de que esta latencia nos termine transformando en una especie de humanimaloides básicos, simplotes receptores de estímulos, creyentes de cualquier disparate, sojuzgados por cualquier poder político con control mediático, mascotas actuantes a control remoto? 


Referencias

(1) https://www.youtube.com/watch?v=GVnQ5cZ-JyM

(2)https://www.youtube.com/watch?v=rn-T6MA473o&list=PLNdnrJ0WHYVaziwFvcHuqgIupMhNa7fKE&index=21

(3) https://www.argentina.gob.ar/noticias/se-incorporo-la-opcion-de-identidad-no-binaria-x-en-mi-argentina

(4) https://www.youtube.com/watch?v=HFUEqO173dE

(5) https://www.smu.org.uy/wpsmu/wp-content/uploads/2020/05/EUTANASIAPROYECTODELEY.pdf

(6) https://www.youtube.com/watch?v=OGMKnG2yEc8&list=RDLVOGMKnG2yEc8&index=2