POIESIS /5

Por Jorge Castro Vega

Este cubano ha ganado casi todos los premios de poesía que de cierto prestigio para arriba hay en la lengua esta; ha participado en todos los festivales del genero que se precien de ser tales

en todo el mundo; viaja de un lugar en el que está de visita hacia otro punto, el menos pensado del globo, invitado también; sus libros han sido prácticamente todos reeditados y más de una vez, se siguen reeditando en distintos países, y en unos cuantos idiomas. 

Sin embargo y pese a todo eso, Víctor Rodríguez Núñez consiguió sobrevivir y consolidarse como lo que es: uno de los más grandes poetas vivos en idioma español, de los que crecen infinitamente con la serena relectura; dicho esto sin desmedro del impacto inmediato de ese dispositivo verbal que provoca una detonación psiquica, en fin: una revelación.

Sacerdote del lenguaje, este poeta lo utiliza con las cautelas y veneraciones de tal, con el más íntimo respeto, con el juicioso cuidado de quien sabe perfectamente el peligro de lo que manipula, su maravilla, su poder expansivo, su capacidad transformadora de la realidad. (Predica desde el título de una antología suya la certeza de que el mundo cabe en un alejandrino). Y, sin contradicción, lo gobierna, lo pule, lo resignifica, lo inventa, lo tuerce, lo retuerce, lo tensa como una cuerda y, entonces, se abstiene de disparar, se retrae, se esfuma para que el texto se potencie y el lector empiece a crear, a crearse, a crear el mundo otra vez.

Creo que lo que estoy tratando de decir es que Víctor Rodríguez Núñez es un poeta excepcional, un verdadero maestro.

Esta muestra que presenta eXtramuros la ha preparado él mismo, incluyendo dos inéditos (el último par de textos). Callemos. Escuchen.


el cuaderno de la rata almizclera/ 1

por un cuello de abrigo sale el sol
la luna vuelve por la chimenea
hace el resto la lluvia
con su densa solución unitiva
la piña y el fenómeno
la esencia y el ciprés se corresponden
ante tu desnudez la luz se oculta 
la sombra se revela como piel
en la esquina celeste acorralados
perros que nada puede desunir

lunas por todas partes
con deseos de no perderse nada
no hay más que paja seca
aura de serranía
en la brasa el cabrito que arrastraba el arroyo
soles desempañados por el vino
por la ginebra turbios
el arpegio y la imagen se sacan a bailar
la memoria en jirones
del que no estuvo allí pero se acuerda


el cuaderno de la rata almizclera/ 2

para John Kinsella


estampan las nocturnas mariposas
su cifra en la pared
se posan en los ángulos
                                         las imprevisiones
donde acecha la araña
con las alas en v
                            marcan la elipsis
donde no se aventura la razón
en luz se vuelven fósiles
recuerdan lo que debes olvidar


los corderos manchados con asombro
rumian entre la niebla
                                       al reflejo oxidado
de un silo con cereal al vacío
es tierra resentida
por artes de una cruenta floración
no más escarcha cómplice
                                            realismo
toda la claridad
arrancada del iris por el viento 


el cuaderno de la rata almizclera/ 49

contra la roja paz
                              la fe de los contrarios
al vértigo mayor
el águila sobre el desfiladero
al vacío absoluto
                             la belleza vibrante
contra la desazón
el esférico tizne de la ciega
todo menos callar desarmonía
descruce de visiones


nada debe borrarse
                                cizañas crisantemos
los pasos de montaña
donde nunca se vuela por parejas
el jade y el rocío
                        el laúd y el incienso
el martín pescador
que anida en las tijeras de jardín
empezar por el fin
                              la nada original


el cuaderno de la rata almizclera/ 50

para Linda Metzler

araña encenizada
                              que te dejas caer
con hilos impacientes sobre un pecho
si el sueño diera vuelta
no serías memoria
                                oponente
mancha imperceptible sobre la sábana
es mejor escaparte en una elipsis
hacia la intrascendencia
                                        ese escondrijo


la araña que en la noche
urde la simetría de su tela
para enredar el día
                                y entrar viento en razón
la araña que se arriesga
entre los dos alambres 
                                      donde penden
las hambres del pardal
la araña que se oculta
segura de que algo no fue en vano


[¿cómo voy a bajar los ocho soles?]

para Yang Lian


sin la destreza del arquero Yi
¿cómo voy a bajar los ocho soles?
el bronce se suaviza con el vino 
la muerte es efímera 
                                     inestable la gloria 
¿por qué transpiro en estos caracteres? 
si cada noche me intimida el sueño
¿cómo voy a empuñar la espada de Gongsun?


algo que no es esperma no es pabilo
alimenta la vela cara al sur
el deseo no olvida
que ni la cruz del esternón alumbra
nadie sabe tu nombre
perfecto e indistinto
                                    callado e impasible
eres como un adverbio


alzas la voz y vuelves al resguardo
con la lengua arañada
no te alejas de todo
                                   creces a ras de cielo
pierdes la fe ganas sinceridad
no compites con nadie ni contigo
y retas la armonía
la vergüenza de los cuatro contrarios


pretendes ser el rústico viejo de Shaoling
pero los pinceles no te obedecen
los trazos se evaporan
tu gorro no es de plumas de faisán
sino de lana simple
                                    no hay dragón que vencer
sino la indiferencia de las ranas
chapoteando también en la afonía


con tu cucharita raspas el caldero
aunque no quede nada que llevarse a la boca
solo sacarle brillo buscar una salida
en la otra cara donde pegó el fuego
la torre se erige de una simiente 
la postura de una fe triangular
el ocio es el caudal que dilapidas
hace mucho debieras ser mendigo


y no desprecies a la borgiana luna
sus rayos en cascada
su aroma que ya no da para menos
el tanino ovalado
                              confusa claridad
es un eco que se debe añejar
no desprecies siquiera al enemigo
en una copa te tiende otra celada

 
blandes un sable que no tiene filo
y enfundas en la herida
cimbra como un relámpago
sin tempestad en el pecho nocturno
como la luna eres un reflejo
corteza que se muda
en la ceniza se borran los pasos
se cava el destino


no tengo claridad pero me apoyo
en lo insignificante
el báculo de la transmutación
aunque me turbe el hielo
me serenen las vides desgreñadas
vigoroso por la debilidad 
esta es mi voluntad no hay otra cosa
el abismo se despeña en el mulo


[de ti saldré filoso como estoque]

las pequeñas derrotas
                                        que traen las crecidas
se acumulan al borde de la dulce corriente
forman playazos donde los caimanes
al rumor de los lotos
                                       se prendan de la luna
y la arena se agita
con el sabor profundo de tus ganas


como no tengo forma te penetro
serás mi basta funda
de ti saldré filoso como estoque
tu templanza vence mi poca fe
desanudas la angustia del reloj
eres la eternidad
que al cabo me revela
                                       el alivio de ser


soñaste con mi muerte
me confiesas sin culpa en el café
desde el extremo opuesto de la luz
te despertaste para poner fin
al abierto final
y todo se congrega proletario
como un arcoíris 
en el rotundo haz de la mañana


máquina de parir
                                eficiente y robusta
dan ganas de tornar
no al vientre de la madre sino al tuyo
calabaza embrujada a mediodía
dichoso quien te erice
se alimente de tu sal asimétrica
navegue por tus sueños


se busca desprenderse evaporarse
de este relumbre inhóspito
amor estructurado 
con sereno fervor con buenas mañas
la nata y el incienso
                                     las siestas a deshoras
el orinar sobre los heliotropos
no hay tregua en esta paz


como en tus asaltos de amanecida
me sumo a lo invisible
con un arresto que envidia la sombra
punto flexible y dócil
como el dorso cuando te vuelves runa
idea reencarnada
el vino transparenta la memoria
el norte libra el cielo de impaciencia


ya no escondes tu cuerpo
en hombrunos pantalones de pana
sus inviernos raídos
                                     y cuando te despojas
entre el olor a brea y el lago congelado
puedo palparte el ánima 
con tu desnudez se visten mis días
todas las noches hay claro de luna


si volviera a ser pez
que fuera en ti laguna de Oregón
circulada por vientos resinosos
calizas transparentes
y nadar en un escalofrío a la ribera
de arenas iniciales
como nieve que se niega a sí misma
donde se invierte el mundo


aberystwyth

una torre sitiada por asfódelos
y tres dragones que vuelan en círculo
las dos mitades del guerrero observan
la sutil variación


el viento al fin carga visceralmente
aunque el mar intimista se retracte
la luna se desdoble
en la cara invisible de la tierra


se cede la atalaya el tragaluz
mas los dragones siguen siendo verdes
y el guerrero daltónico da el no


con el único cuerno del estar
la melancolía se cubre de hongos
mella la inspiración de las espadas


unter den linden

para Jan Wagner

aún se hace sentir el río metafísico
con las aguas bruñidas
por un sol en esencia negligente
todo sedimentario sin dudar


leyendas y canales
cumplen las algebraicas instrucciones
el ser es un sótano anegado que drenar
el socialismo una atracción turística


siembra vientos cosecha medialunas
posible ser impar en esta vida de otro
poner azúcar prieta en el café


y derramar la culpa en sábanas raídas
solo la poesía reconoce
que en cada gota anida una creciente


Víctor Rodríguez Núñez (La Habana, Cuba, 1955) ha publicado dieciséis libros de poesía, casi todos premiados y reeditados, siendo los más recientes despegue (Premio Loewe, Madrid: Visor, 2016), el cuaderno de la rata almizclera (Buenos Aires Poetry, 2017) y enseguida [o la gota de sangre en el nivel] (RIL-Ærea, 2018). Han aparecido antologías de su obra en diez países de lengua española, y en traducción al alemán, árabe, chino, francés, hebreo, inglés, italiano, macedonio, serbio, sueco y vietnamita. Es además periodista, crítico, traductor y profesor de literatura hispanoamericana en Kenyon College, Estados Unidos.

Las fotos que ilustran fueron tomadas por Katherine M. Hedeen