ENSAYO
Por Rafael Bayce
Descuento que los lectores de Extramuros saben a qué hechos recientes concretos me refiero: a, la matanza que una chica transgénero de 28 años perpetró en su antigua escuela Presbiteriana en Nashville, Usa, (cristiana, pero no católica), con 3 niños de 9 y 3 docentes sesentones muertos, y la tiradora con arma de guerra eliminada por nutrido piquete policial; b, al día siguiente, en San Pablo, Brasil, un adolescente gay de 13 años, también en su ex escuela primaria, apuñala y mata a una docente de 71, y es finalmente reducido por una profesora de E. Física.
LAS CAUSALES MACRO DE MASACRES EN GENERAL
Estados Unidos es, muy por lejos, el país en que hay más masacres del mundo, definidas como incidentes armados con 4 o más víctimas fallecidas (el victimario no se cuenta, significativa negación de su humanidad). Le hemos dedicado artículos a muchos de ellos a través de más de 10 años.
En definitiva, para dar cuenta de esa enorme superioridad asesina del cotidiano norteamericano sobre el del resto del mundo, hay 2 tipos de factores causales que parecen abundar en los Usa, y no en otros lugares, y que se complementan, siendo factores tan necesarios ambos como insuficientes en sí mismos para producirlos (además de otros factores más situacionales que veremos luego). Uno, el vergonzante fracaso del ‘American Way of Life’ y del ‘American Dream’; y Dos, las muy bajas limitaciones (variables según lugares) para la compra, tenencia y uso de armas de fuego, en algunos casos armas bélicas o transformables en tales; factor encendedor de variadas mechas. Ninguno de esos dos factores explica sin el otro; son ambos necesarios, pero ninguno de ellos es suficiente, por sí solo, como causa eficiente de las masacres.
Los Estados Unidos, con su emergencia desarrollista, su enorme territorio y su impar abundancia de recursos, fue siempre, hasta desde su misma fundación, un país de inmigración y de conquista interna, y que caracteriza la integración de su variedad endógena y exógenamente construida por ser una ‘integración en guetos’ por oposición a, por ejemplo, las integraciones uruguaya y brasileña, con miscigenación mucho más abundante que la guetización. Esa guetización re-produce las disimilitudes originales (étnicas, raciales, nacionales, religiosas) y dificulta, tanto la persecución del ‘sueño americano’ como la adaptación al ‘modo americano de vida’. Y ambas dificultades reales, sumadas y nutridas por un imaginario utópico frustrante que se repite, serán responsables de las erupciones más radicales de los fracasos en igualdad y en reconocimiento que serán las masacres.
Desde muchísimos países del mundo hay una interminable fila de aspirantes a vivir en los Estados Unidos, tanto por expulsión desde sus lugares originales como por atracción utópica del ‘sueño’ y del ‘modo de vida’ americanos.
Es claro que esos aspirantes, si entran en los Usa, mejoran su condición material respecto de sus países nativos.
Pero ello no implica, ni adaptación al cotidiano discriminatorio del ‘modo de vida’ ni mucho menos satisfacción del ‘sueño’. Para ello debería ocurrir una mucho mayor igualdad material que la vivida, y un mucho mayor reconocimiento simbólico de la diversidad cultural asimilada.
Es cierto que quienes inmigran adquieren, de diversos modos, algunos mínimos que no tenían en sus orígenes, y que eso es un primer punto satisfactor y reproductor de la atracción migratoria para los inmigrantes. Pero otra cosa es lo que sienten los inmigrantes, y sobre todo las primeras generaciones nacidas en Usa, pero con ascendientes extranjeros; éstos sufren graves conflictos de dilemas entre fidelidad a la nueva cultura receptora y la fidelidad a la antigua cultura expulsada, lo que implica serios conflictos intergeneracionales y con los locales.
Aquí ya hay raíces para venganzas y exorcismos consecutivos a fracasos en las difíciles decisiones hechas.
También es una cosa la fuga de la indigencia y miseria extremas, que se consigue, y muy otra, cuando, ya conseguido eso, se buscan la igualdad material y el reconocimiento cultural, simbólico, esperados por prometidos como parte del sueño y del modo de vida, una vez obtenidos esos mínimos e integración. En vez de ello, guetos, desigualdad y discriminación, más o menos abiertas o sutiles, van erosionando autoestimas y prestigios, y produciendo frustraciones, envidias, resentimientos, que crecen al límite del odio en su radicalización cotidianamente alimentada.
De los mejores insumos teóricos para entender buena parte de las masacres en este contexto (aunque falten detalles situacionales, que veremos luego) proviene del gran debate criminológico de fines del siglo XIX entre Gabriel Tarde (La criminalité comparée, 1886; Les lois de l’imitation, 1890) y Émile Durkheim (La division social du travail, 1894; Le suicide, 1897). En medio de una discusión muy rica, el meollo de lo que nos interesa para efectos de la explicación de las masacres es que Tarde afirmaba que la imitación de los considerados superiores y de lo anteriormente exitoso explicaba las estadísticas criminales crecientes; Durkheim, por el contrario, decía que la causalidad y la motivación criminal no eran imitadas; que lo que sí podía imitarse era algún modus operandi que vehiculizaba esas motivaciones y causas, no ellas mismas; de modo que la cifras criminales no surgirían de imitaciones de modus operandi sino de la acumulación de motivos y causas, solo aparentemente mostrados por los modos de satisfacer motivos y causas, que son los móviles reales y no las conductas imitadas; sin motivos y causas, las prácticas operadas no se adoptarían.
El debate fue muy rico, con grandes contendores y diversos seguidores, aunque Durkheim a la larga impuso su visión. Aunque algunos detalles de los victimarios en las masacres, y no solo de las americanas sino también de las brasileñas, mantienen la vigencia posible de la imitación: en ambas masacres escolares, y en muchas más, en los celulares y computadoras revisadas, había imágenes de la masacre ya legendaria e icónica de Columbine, Usa, que explícitamente algunos victimarios declararon aspirar a repetir (lo que no descarta a Durkheim, pero….)
Siguiendo los aportes insuperables de su teoría criminológica de la anomia, Durkheim dice que sociedades que aumentan sus expectativas de vida sin aumentar conmensurablemente los medios para satisfacerlas, y en contextos de decadencia moral por menor incidencia de las éticas religiosas de la secularización, se producen insatisfacción, fracaso y frustración estructurales; y que cuando los sujetos le atribuyen la culpa de todo eso a la incapacidad o inhabilidad propias, endo-culpabilidad, el resultado es deterioro psíquico de prestigio y autoestima, en el límite suicidios, cuando no hay tejido societal de sostén; por el contrario, cuando le atribuyen a otros esos fracasos, exo-culpabilidad, el resultado son delitos contra la persona y/o el patrimonio.
Entonces, si los inmigrantes o sus hijos, escapados de la miseria e indigencia, frustran sus expectativas de igualdad material y/o de reconocimiento cultural, simbólico, pueden reaccionar, o bien endopunitivamente, con deterioro psíquico variable, o bien exopunitivamente, con aumento de la criminalidad. Sin perjuicio de que el endo-deterioro pueda llevar también al exo-delito. Los americanos aceptan la causalidad del deterioro psíquico en las masacres, porque así no queda cuestionado ni su sueño ni su modo
de vida como patógenas; porque eso sería una crítica intolerable a su civilización y cultura; pero nosotros, Durkheim en mano, lo señalamos, porque es un foco de luz en el asunto.
No abundamos en el debate sobre la compra, tenencia y uso de armas (y de cuáles) porque se encierra en argumentos conocidos; en nuestra visión, aunque nada de eso tenga influencia causal eficiente suficiente, para conseguir tantas masacres más que las ocurrentes en todo el resto del mundo, sí es casi necesario ese toque de encendedor que activa mechas construidas desde otras causalidades constitutivas, tales como las referidas antes. Tampoco estamos en épocas de defensa civil contra incursiones militares, ni con las armas de esa época, cuando se originaron normativas permisivas que podrían reputarse de inadecuadas hoy.
CAUSAS MÁS SITUACIONALES DE LAS MASACRES: IDENTIDAD SEXUAL, BULLYING, CAMBIO LEGAL-CULTURAL
Aunque dichas causas situacionales puedan ser otras en otras matanzas, en el caso de las focales para esta nota, la de la joven transgénero de Nashville y la del adolescente gay paulista ofrecen otras circunstancias culturales y legales para complementar las causas arriba mencionadas.
Aunque a las militantes transgénero es lógico que no les agrade, y que tengan cierta razón en que no hay que reducir la causalidad de la masacre a la sola condición transgénero de la victimaria, en cualquier hipótesis explicativa que se aventure del hecho, como también en el paulista, la condición de transgénero (u homosexualidad en el caso paulista) es muy probable que haya influido, no tanto en la condición ‘asesina’ de la victimaria, sino en 2 condiciones que deben haber ayudado al desenlace: a, motivos posibles de bullying escolar, que pueden haber generado odios y deseos de venganza ya dejada la condición de estudiante; b, el cambio en la apreciación general de la diversidad sexual, que llevó a que una condición vergonzante, estigmatizante, y que movía a esconderse o disimularse, se vuelva ahora motivo de cierto orgullo identitario que mueva a castigar materialmente a quienes los mortificaron en momentos de otras prioridades socioculturales y de otras normatividades vigentes.
Algo sobre esto. Más que la condición de transgénero o gay de ambos victimarios, detrás de su radicalidad asesina planificada, hay víctimas de bullying por sus diversidades sexuales minoritarias, vistas en ese entonces como patológicas, social o moralmente. En el caso de la transgénero, su condición la debe haber sufrido particularmente en una escuela cristiana, particularmente adversa a las minorías diversas sexualmente; sabemos que la transgénero no quería asistir a esa escuela, preferida por su religiosa madre; podemos imaginar el bullying que puede haber sufrido, ahora que celulares y medios digitales profundizan la ubicuidad, inescapabilidad y crueldad de críticas y burlas que siempre hubo, pero nunca con tantos recursos para arruinarle la vida a sus víctimas (i.e. memes, persecución a distancia, desde diversos puntos, multimedia).
El ‘bullying tecnológico’ actual favorece la intensidad del bullying, con lo que aumenta la probabilidad de ofensas profundas y de odios vengativos; una sociedad con esa capacidad creciente de bullying, si además tiene esa facilidad de acceso a armas bélicas, no es extraño que produzca estos efectos; bullying tecnológico + armas pesadas accesibles = masacres más probables. Más bien debemos esperar más, que sean menos excepcionales; y más aún si Tarde tenía más razón con la probabilidad de imitación y moda desde la multiplicación de la circulación de imágenes espectaculares y de atractivas malas noticias para la morbosa gente.
Un apunte más: la normatividad socialmente vigente respecto de la diversidad sexual ha cambiado; lo que no significa que esa vigencia impuesta por determinadas minorías culturales sea aceptada en profundidad por toda la gente; es justamente en algunos enclaves culturales (religiosos, sociales) en los que la novedosa aceptación ‘derechohumanista’ de la diversidad sexual bien puede perder fuerza contra esa nueva invención derechohumanista; en el mismo sentido, determinadas instituciones pueden permitirle lugar a discriminaciones que ya no pueden ejercitarse abiertamente (i.e. la escuela presbiteriana de Nashville). Además, una niña que sufrió bullying en una escuela cristiana en tiempos pre-diversidad, y que probablemente escondiera o disimulara entonces su condición, ahora siente legitimada su condición, y, ya salida del closet, debe haber experimentado un odio violento y vengativo sobre quienes tenían antes hegemonía cultural para discriminarla; matando docentes y alumnos hoy está haciéndoles sufrir como inocentes lo que ella tuvo que sufrir, como inocente que tenía que ocultarse entonces. Laberinto psíquico tan perverso como posible, y que puede repetirse.
Sabemos que ese pasado victimizado también fue sufrido por el paulista. Por lo tanto, más que la identidad sexual, lo que produjo rispideces indelebles es el bullying, sea el que fuere en cada caso; en otros casos de masacre, el bullying invocado por los victimarios o descubierto por investigaciones posteriores no tiene por qué ser respecto de alguna diversidad sexual cuestionable; defectos de apariencia, obesidad, pueden originar bullying que luego derive en venganzas post-escolares a sufrir por chivos expiatorios, por lo que hicieron otros perpetradores anteriores del bullying.
Más que la variabilidad de las condiciones sexuales y de las instituciones que cobijen orientaciones opuestas, los grandes problemas son el bullying y las armas; sin ellas nada se volvería grave, aun las discriminaciones y burlas más crueles; porque aunque sea aconsejable una formación no discriminatoria, no todo el mundo concuerda con ella y la reproduce; lo peor, entonces, es discriminación ofensiva + bullying tecnológico + armas casi libres; esos son los 3 bloques de factores a tocar para disminuir masacres; el fracaso hipócrita del sueño americano y del modo de vida norteamericano forman parte del primer bloque causal, que puede tener muchos otros componentes, que hay que estudiar, por ejemplo en el caso paulista.
En el caso del transgénero de Nashville, es sumamente significativo que no se haya liberado al público el ‘manifiesto’ que la chica dijo haber dejado. ¿Por qué se demora tanto en hacerlo? Hipoteticemos: uno, las autoridades le creen mucho a Tarde y piensan que cualquier buena o atractiva justificación o explicación de la masacre podría aumentar los casos si hubiera más gente con proclividad similar, por asunción de moda imitativa; dos, todo el derechohumanismo (a veces llamado ‘woke’) teme que la liberación de un documento explicativo o justificativo individual tenga un efecto hiperbólico sobre ‘todos los transgénero’, que podrían ‘volverse’ ahora asesinos sofisticados a erradicar; y darle alas a conservadores fundamentalistas que siempre se opusieron al fin de la discriminación, y a la aceptación sociocultural y legal reciente de la diversidad sexual. Pero no creo que puedan demorar más su publicación, tan deseada por diversamente motivados individuos. ¿Qué dirá? ¿Qué efecto agregado tendrá? Seguramente será apasionante, porque esos dos miedos mencionados a su publicación no creo que sean suficientes frente a la voracidad comercial de la prensa ni a la morbosidad popular, que se potenciarán mutuamente; sin hablar de las razones más científicas de los que quieren entender más de las motivaciones humanos y de sus manifestaciones públicas y masivas, que también presionarán en el mismo sentido.