ENSAYO
Después de las dos últimas columnas de CarasyCaretas, contrarias a las creencias y decisiones tomadas respecto del Coronavirus, esta tercera se dedicará a dudar, fundamentada y argumentadamente, de que la prioridad sanitaria dada a la pandemia sea la adecuada –que la OMS decreta con mucha mayor facilidad que antes- y que la estrategia adoptada sea la mejor.
Por Rafael Bayce
Marzo 31, 2020
Como siempre, nos basaremos en cifras oficiales nacionales e internacionales, y en opiniones de personas del mejor nivel científico y experiencia específicas. También daremos los datos y nombres necesarios para que todo pueda ser verificado y hasta ampliado por lectores interesados y personas deseosas de escapar al acoso científico-mediático que los lobbies beneficiarios de la pandemia han instalado; y que ha convertido a la mayoría de la humanidad en poco más que una acrítica majada hegemonizada, dominada y manipulada. Usted, lector, hará su decisión, pero conociendo el otro e importante lado de la moneda, al que tan pocas veces accede y que en parte tendrá coleccionando estas tres columnas sucesivas de CarasyCaretas (20/3, 27/3, 3/4/2020). Y no es para dudar de la existencia del coronavirus ni de su letalidad y morbilidad, tan particulares en la historia moderna de las epidemias, sino para entender el pánico y para debatir prioridades y soluciones.
CORONAVIRUS COMO PRIORIDAD SANITARIA
Uno. La 1ª duda es sobre la letalidad relativa del coronavirus comparado a otras causas de muerte, en el mundo y más concretamente en el Uruguay. El coronavirus no figura entre las primeras 20 causas de muerte en el mundo y está muy lejos de las cifras de la causa número 20 del total de causas contagiosas y no contagiosas (por su orden: cardiopatías isquémicas, infecciones respiratorias bajas, accidentes cardiovasculares, prematuridad, diarreicas, vih/sida, perinatales, accidentes tránsito, pulmonares obstructivas, malaria, anomalías congénitas, sepsis y neonatales, autolesiones, cánceres respiratorios, diabetes, tuberculosis, cirrosis hepática, violencia interpersonal, meningitis, malnutrición proteinoenergética). Tampoco está dentro de las primeras 10 causas de muerte por enfermedades contagiosas (por su orden: respiratorias, vih/sida, diarreicas, tuberculosis, malaria, meningitis, hepatitis B, sarampión, encefalitis, que es más del doble que los casos actuales de coronavirus).
Todo esto no es para negar realidad ni importancia al coronavirus, sino para ponerlo en perspectiva dentro de la realidad relativa con otras enfermedades causantes de muerte. Porque si uno establece una prioridad para asignar recursos escasos en salud a diferentes objetivos alternativos, ¿cuánto le asignaría usted a una causa de muerte tan alejada en cifras de las principales causas de muerte, frente a lo que le asignaría a las que son las principales? Porque a usted lo asustan con las cifras del coronavirus, pero no le muestran las mucho más asustadoras de todas las otras causas de muerte tanto más importantes en el mundo y también en el Uruguay. Vayamos ahora directamente al Uruguay. Veamos cuáles son las principales causas de muerte entre nosotros y el número de víctimas de cada una. Por su orden: circulatorias, 8.430; tumores, 6.960; respiratorias, 3.180; violencia, 2.070; digestivas, 1.320; nerviosas, 1.110; metabólicas, 990; genitourinarias, 870; diabetes, 810; parasitarias, 690; mentales, 630; renales, 470; perinatales, osteomalformaciones congénitas y malnutriciones congénitas, 180; piel, 150; sangre, 120; desnutrición, 66. Hasta aquí las 20 más frecuentes causas de muerte. ¿Dónde quedarían, como prioridad sanitaria de mortalidad y morbilidad, los 300 infectados y el único muerto por coronavirus, en ese panorama relativo? ¿No estamos exagerando con la dedicación e inversión prioritarias en el coronavirus?
Es cierto que es una infección asintomática, ubicua y sin defensas naturales o fabricadas aún, que puede crecer a ritmos geométrica y hasta exponencialmente progresivos, ¿pero justifica la destrucción de la economía, del mercado laboral, la reducción de la educación a cursos a distancia, la amenaza a la vida familiar y su violencia interna, la psicosis de pánico y miedos que edifica hipocondría y paranoia que, sumadas a las relativas a la seguridad, transforma al miedo paralizante, aislante y deseoso de supermanes autoritarios redentores en el cemento perverso de la sociedad y sociabilidad política crispadas, ¿dónde quedan los sentimientos y emociones en grupos? No se puede tocar, abrazar, besar, estar cerca; ¿se puede, se debe, vivir así? En uno de los últimos New York Times, el premio Nobel de Economía 2018 Romer, y Garber, un médico y economista de alto rango en Harvard, concluyen que la economía matará a la población más que el coronavirus si se mantiene la estrategia actual de combate y las prioridades de gasto público en ella; proponen prioridades alternativas que tienen en cuenta la necesidad de combatir el coronavirus, pero desde otras decisiones alternativas de inversión y gasto.
Por otra parte, ¿hay que temerle tanto al coronavirus, a la cantidad de infecciones graves y letales que pueden resultar de la pandemia? Veamos.
PROBABILIDADES DE INFECCIÓN, ENFERMEDAD Y MUERTE
La creación de miedos inducidos se basa en tres mecanismos, descubiertos en 1900 por Le Bon, aplicados pioneramente por Goebbels y Mussolini, seguidos por la publicidad comercial y luego por la política y corporaciones en todo el mundo hoy: uno, la magnificación cuantitativa de los números y la minimización de las cifras alternativas; dos, la dramatización cualitativa de los casos, con el objetivo comunicacional del melodrama y la expectativa morbosa por la evolución; tres, la importancia de imágenes icónicas impresionantes, agudizadas por mediaciones comunicacionales mediáticas y de especialistas cooptados por los lobbies beneficiarios del pánico y miedos. Un objetivo estratégico es que usted crea que tiene una probabilidad subjetivamente sentida de ser víctima mucho mayor que la probabilidad objetivamente existente de serlo. Pues bien, con las pandemias (aunque también con la psicosis de la seguridad) se deben magnificar y dramatizar diferentes cosas, con ayuda de mediadores comunicacionales, íconos y reiteración abrumadora –acoso científico-mediático-). Probablemente usted ya es víctima de este proceso inexorable de envenenamiento psicosocial, con la importancia relativa del coronavirus frente a otras causas de muerte en el mundo y en el Uruguay, y al interior del subconjunto de causas contagiosas, que vimos someramente más arriba. Pero usted probablemente cree, también desmesuradamente: uno, en la probabilidad de contagiar y ser contagiado; dos, en la de enfermarse sintomáticamente con el contagio; tres, en la de requerir internación; cuatro, en la de requerirla con gravedad intensiva; cuatro, en la probabilidad alternativa de recuperarse o morir en este proceso. Usted sabía que, pese a la ubicuidad del contacto por cercanía y por superficies infectadas, gruesamente, usted tiene solamente 1 probabilidad en 10 mil de contraer el virus?; solo 1 chance en 50 mil de enfermarse sintomáticamente pero levemente?; solo 1 en 100 mil de precisar internación; solo de 1 en 500 mil de internación que de morir en casos de internación grave, de 1 en un millón de morir? Entonces, no es que si toco sin guantes, respiro sin mascarilla o estoy cerca ya me contagio, me enfermo, me internan y me muero; relea las probabilidades que tiene en el mundo, aunque las transnacionales farmacéuticas y la corporación médica le hagan creer otra cosa para sus bolsillos y los de la prensa que los ayuda en el envenenamiento pandémico de corazones y mentes. En el Uruguay, de nuevo gruesamente y cambiando todo el tiempo, hay 1 en 10 mil chances de contagiarse, 1 en 100 mil de precisar internación y 1 en 3 millones de fallecer de coronavirus, y mucho más riesgo de todo ello con muchas otras causas de muerte, contagiosas o no, que deberían asustarlo mucho más y mover a decisiones e inversión pública mayores. Estamos en una nueva edad media en muchos sentidos, pero los miedos ya no son los religiosos porque ahora la prensa y las corporaciones beneficiarias lideran el miedo colectivo; y usufructúan tanto o más que los religiosos de entonces, pasando también como abnegados y altruistas luchadores contra el mal, lo que en parte hacen, claro, mucho más los religiosos de entonces.
El virólogo colombiano Elkin Patarroyo se queja de la desproporción y lo contraproducente de las creencias y decisiones, mostrando cómo se ocultan otras epidemias y pandemias mayores. El virólogo alemán Wodarg, junto a la Universidad de Hamburgo, muestran la relativa importancia del coronavirus frente a otras causas de muerte, contagiosas o no, durante este año 2020. Wodarg, integrante del Bundestag, promovió una investigación del Consejo Europeo sobre la desmesura de las pandemias de 2003 y de 2009, acusando intereses de los lobbies quimicofamarmacéuticos y de virólogos buscando lucro y fama. El Consejo se expidió favorablemente a la denuncia de Wodarg, pero a los voraces periodistas no les sirve lo que no asusta y desvenda la trama conspiratoria que comanda psicosocialmente al mundo en esto siglo 21. Y no lo divulgan, hay que buscarlo mucho.
Hay que informarse mejor y pensar más antes de destruir la economía, la vida en sociedad, la intimidad familiar y amistosa, y dedicarle sumas enormes a una prioridad sanitaria dudosa, a miedos magnificados y dramatizados inducidos que solo favorecen a macrocorporaciones, elites económicas que lucran con las crisis, y a la prensa carroñera. En fin, veamos la otra cara de la moneda, porque una de ellas nos la imponen 24 horas, todos los días, desde hace algunas semanas, y no parecen cejar en el empeño. La otra, hay que sudar para conocerla. Pero vale la pena. O no?
*Las cifras son de fines de marzo de 2020; pueden y deben haber variado desde ese entonces hasta que el artículo llegó a sus manos.