POIESIS /2
Sobre la obra de teatro “O Retorno do jaguaretê”, de Mauro Baptista Vedia
Por Massimo Tenuta *
Conocí a Mauro a través de un amigo en común, Juan Lucas Pezzino, que vive hace mucho en Israel. Mi amigo Lucas me contó que Mauro era un uruguayo radicado en San Pablo hace años y que, siendo primero periodista y después cineasta, venía haciendo teatro hacía bastante tiempo. Investigué en internet y vi que recién había dirigido una obra de teatro inglesa llamada Cena (Dinner), de una autora llamada Moira Buffini. Al ver fotos de la puesta en escena, me pareció que Mauro tenía una visión muy contemporánea del teatro, donde parecía haber una desafiadora mezcla de géneros y bastante humor. Humor donde yo como actor no sólo me siento muy confortable, sino que también es un territorio que quiero explorar más. Siendo yo integrante de El Galpón hace años, me pareció interesante conocer a Mauro, saber más de su trabajo e intercambiar ideas sobre un realidad teatral diferente del Uruguay.
Antes de empezar a comentar su obra El retorno del Jaguareté, quiero aclarar que lejos estoy de ser y del hacer de un crítico teatral; quiero decir que apenas soy un actor del montón que quiere expresar su visión sobre el texto. Décadas de oficio teatral, años de lectura de obras teatrales de todo tipo, analizando, desmenuzando, desestructurando; años de artesanía teatral, lecturas y ensayos en que dividimos los textos en categorías como presentación de personajes, desarrollo, conflicto y desenlace, deben ayudarme en estas modestas y sinceras líneas.
El retorno del Jaguareté me planteó de entrada el interrogante de su título y se lo planteé al autor via “guasap”. En una obra urbana, que recorre barrios de Montevideo, me pareció que el título es tal vez una alusión a su protagonista, Ariel, el emigrante uruguayo que, después de más de tres décadas fuera del país, vuelve a su país y a su primera y original morada en la calle Millán, en el barrio de La Aguada. Otra interrogante que la obra me planteó, posiblemente la principal interrogante, es cuanto de la obra es verdad y cuanto ficción. Porque el protagonista de la obra es Mauro Vedia, alter ego del autor, director de teatro uruguayo que vive en Sao Paulo que, cuando su padre lo llama de madrugada, recién cerró un trabajo que es una conferencia sobre el cine de Orson Welles. Y en una llamada telefónica que le hago al autor, Mauro me dice que sí, que su padre se llamaba Ariel y que sí, era muy bohemio y un gran jugador de póquer, y que sí, un gran cinéfilo, y que sí, tuvo un negocio llamado Macondo, y que sí, jugó al basquetbol en Welcome, y que sí, se crió en la Aguada en la calle Millán… y que el resto es ficción y que toda obra teatral y/o literaria es autobiográfica, sea asumida o no.
En el texto, Ariel, sesentón, retorna de Barcelona porque, como le dice a su hijo por teléfono, “en Barcelona, ya no puedo más“; su mujer lo echó de su casa y está sin laburo. Ariel vuelve su primer hogar, a la Galeria Carulla, una construcción de 1925 hoy declarada patrimonio histórico, en Millán y Vilardebó. Como un felino envejecido y moribundo, Ariel se instala en la Galería, un conjunto de apartamentos, lugar de su infancia, con la esperanza de vivir con unos pocos euros. Posteriormente, el personaje Mauro recibe una llamada de Uruguay y tiene que tomar un avión con urgencia para enterrar al padre, muerto aparentemente en una explosión de gas en la Galería Carulla. Ya el prólogo de la obra había mostrado al personaje que caminaba y caía, caminaba y caía, caminaba y caía. Cuando Mauro se entera de la muerte de su padre, su pierna izquierda falla y cae al piso, fulminado por el dolor. Pienso que esto indique tal vez lo que ha sido la vida del personaje, llena de obstáculos difíciles de superar, de fuertes golpes y de caídas, donde aún así, el personaje, imperfecto, maltrecho, se levanta y sigue, se levanta y sigue. Ligia su mujer y compañera, sicóloga brasileña, fuerte y flexible, es una pieza fundamental para que el personaje Mauro logre volver a Uruguay a enfrentar su pasado. En el aeropuerto internacional de Guarulhos, Sao Paulo, Lígia embarca Mauro en una silla de ruedas. Si yo, Massimo fuese interpretar el personaje de Mauro, pienso que esta pierna izquierda, dolorida, oscilante, titubeante, seria posiblemente el punto de partida, sería mi ancla, para comenzar a construir el personaje, de una forma orgánica y corporal.
Como ya dije, la obra mezcla todo el tiempo los territorios de la ficción y de la realidad, de forma que el lector no sabe donde empieza una y donde termina la otra. En Montevideo, el personaje Mauro decide investigar la muerte misteriosa de su padre y se enreda en una trama policial que alude al film El tercer hombre (Carol Reed, 1948). La figura de Ariel es un fantasma que sobre vuela sobre la pareja Mauro y Ligia y paulatinamente se confunde primero con el fantasma de Orson Welles en El tercer hombre y posteriormente el Welles de Verdades y Mentiras.
En esta estrategia deliberada de auto ficción, la obra se presenta inicialmente como un drama clásico, sigue como un film noir detectivesco para después tornarse cada vez más auto referencial, abundante de metalenguaje, frecuentemente en clave irónica y humorística. Es difícil saber si los acontecimientos ocurren de forma objetiva o si son proyecciones del Mauro personaje. Y si a eso sumamos que el protagonista es alter ego del autor, el desarrollo de la historia plantea un rompecabezas que se hace en la lectura cada vez más delirante y divertido.
Pienso que El retorno del Jaguareté arriesga una fusión entre el Mauro autor de teatro y el Mauro cineasta; es un encuentro fuerte entre el lenguaje del cine y el lenguaje del teatro. Hace años solía discutir con un gran amigo, (cuando era joven yo era mucho más discutidor que ahora) el gordo Pablo Santamaría, que afirmaba, contra mi opinión, que el teatro y el cine eran dos lenguajes totalmente distintos. Si el gordo todavía estuviese en este mundo, yo le diría: te acordás cuando te decía que se podía hacer teatro utilizando un lenguaje cinematográfico? En la época, el gordo tenía bastante razón, pero hoy, esta historia, con su recorrido por varios barrios de Montevideo, la velocidad de las escenas y la narración, la forma como el cine interacciona con la historia, nos demuestran que ambas artes se entrelazan cada vez más.
En esta obra el cine siempre está presente, con referencias a películas y a actores y directores como Welles, Clint Eastwood y Morgan Freeman. Un monólogo en el cementerio del protagonista, une un balance duro y triste de la dictadura militar y un pasado doloroso, la referencia a Wilson Ferreira Aldunate y el western Unforgiven de Eastwood. En otra escena, las imágenes grises de Montevideo y la música de Leo Masliah nos hablan de otra ciudad, poética, suspendida en el tiempo, donde las personas tienen tiempo para expresar y curtir el arte. El detective de policía Washington Perez acentúa la duda al respecto de como murió Ariel. El hijo no cree posible que el padre haya fallecido de forma accidental, con la explosión de una estufa de gas. El personaje de Ligia, sicóloga brasileña, cuenta a su madre, en mensajes largos de tono epistolar, su punto de vista de Montevideo, menos cargado de emotividad que el de su compañero Mauro. Destaco que, en más de una escena, el protagonista Mauro conversa con su padre en diálogos emotivos y fuertes, y dice cosas que quizás el autor hubiera querido tener la oportunidad de decir en la vida real. Digo esto porque la lectura de la obra me hizo sentir que somos bastante parecidos con Mauro: cuando vivía, yo quise siempre hablar con mi padre a calzon quitado, pero fue imposible.
Es interesante como el personaje de Washington, el policía, pasa de ser un rival a ser un aliado del protagonista. En escenas con mucho humor, donde el policía muestra una gran cultura literaria, Mauro manifiesta sus dudas sobre la causa real de la muerte de su padre. Una noche, una corazonada y/o el padre que todos llevamos dentro, hace ir a Mauro al casino. Allí, en una escena delirante, Mauro ve una figura misteriosa apostando unas fichas y lo persigue. Es su padre? Es Orson Welles? Es un delirio de Mauro? El texto deja interrogantes y es de propósito ambiguo y anárquico. Cuando Mauro y Ligia resuelven volver a Sao Paulo, suena el teléfono, en pleno cementerio del buceo, y es Ariel… seria Eastwood, o Welles, pidiendo ayuda.
Un final delirante, de meta teatro, donde se mezclan referencias a Godard, Borges, Bergman y a los espíritas brasileños, reúne a todos los personajes de la obra y culmina en una revelación fuerte, de carácter documental, que sin embargo, no se presenta como la única verdad. De una progresión dramática clásica inicial, El Retorno de Jaguareté va evolucionando a un lenguaje muy contemporáneo, donde los personajes son personajes en el sentido estricto y son también vehículos de la imaginación del autor, que mezcla y confunde, con total consciencia, cine y teatro, ficción y hechos históricos, imaginación y anécdotas familiares, personaje y autor, padre e hijo, Montevideo y Sao Paulo, Brasil y Uruguay, con libertad y con voluntad creadora anárquica.