FOLLETÍN > ENTREGA 6
Tragedy & Hope. A History of the World in Our Time. 1966. The MacMillan Company, New York; Collier MacMillan Limited, London. [Traducción de A. Mazzucchelli].
Carroll Quigley
Desarrollos de la economía en Europa
CAPITALISMO COMERCIAL
La civilización occidental es la organización social más rica y poderosa jamás creada por el hombre. Su organización económica ha sido una de las razones de este éxito. Ésta, como lo hemos visto, ha pasado por seis etapas sucesivas, de las cuales al menos cuatro son llamadas “capitalismo”. Hay tres rasgos notables en este desarrollo, considerado como un todo.
En primer lugar, cada etapa creó condiciones que tendieron a hacer que llegase la siguiente etapa; por tanto, podemos decir, en cierto sentido, que cada etapa cometió suicidio. La organización económica original de unidades agrarias autosuficientes (señoríos) existía en una sociedad organizada de modo tal que sus rangos más altos -los señores, laicos y eclesiásticos- encontraron tan bien cubiertos sus deseos de lo necesario, que buscaron cambiar sus excedentes de lo necesario por lujos de origen remoto. Esto dio lugar a un comercio de bienes lujosos extranjeros (especias, tejidos finos, metales preciosos) que fue la primera evidencia de la etapa de capitalismo comercial. En esta segunda etapa, las ganancias mercantiles y los mercados ampliados crearon demanda de tejidos y otros bienes, que sólo podía satisfacerse aplicando más energía a la producción. Esto dio lugar a la tercera etapa, el capitalismo industrial. La etapa del capitalismo industrial enseguida dio crecimiento a una demanda tan insaciable de capital pesado instalado, como vías férreas, acerías, astilleros, etc., que estas inversiones no podían ser financiadas a partir de las ganancias y fortunas privadas de propietarios individuales. Nacieron entonces a la vida nuevos instrumentos para financiar la industria, bajo la forma de corporaciones de responsabilidad limitada y bancos de inversión. Estos rápidamente estuvieron en situación de controlar las partes fundamentales del sistema industrial, puesto que le proveyeron el capital. Esto dio lugar al ascenso del capitalismo financiero. El control del capitalismo financiero fue usado para integrar el sistema industrial en unidades cada vez más grandes, con controles financieros entrelazados. Esto hizo posible que se redujese la competencia, con un aumento de las ganancias. Como resultado, el sistema industrial se dio cuenta enseguida de que otra vez era capaz de financiar su propia expansión a partir de sus propias ganancias, y, con este logro, los controles financieros se debilitaron, y llegó la etapa del capitalismo monopólico. En esta quinta etapa, las grandes unidades industriales, trabajando juntas sea directamente, sea a través de carteles y asociaciones comerciales, estaban en posición de explotar a la mayoría de la gente. El resultado fue una crisis económica enorme que evolucionó rápidamente a ser una lucha por el control del Estado -con la minoría esperando poder usar el poder político para defender su posición privilegiada, y la mayoría esperando poder usar el Estado para limitar el poder y privilegios de la minoría. Ambas tenían la esperanza de usar el poder del Estado para hallar alguna solución a los aspectos económicos de la crisis. Esta estrategia dualista se debilitó con el ascenso del pluralismo social y económico después de 1945.
El segundo rasgo notable de todo este desarrollo es que cada transición de una etapa a la siguiente estuvo asociada con un período de depresión, o baja actividad económica. Esto ocurrió porque cada etapa, luego de una fase progresista temprana, se volvía luego, en su fase final, una organización de intereses creados, más preocupada en proteger sus modos de acción ya establecidos que en continuar con cambios progresivos aplicando los recursos a métodos nuevos y mejores. Esto es inevitable en toda organización social, pero lo es peculiarmente en lo que respecta al capitalismo.
El tercer rasgo notable de todo este desarrollo está relacionado estrechamente a esta naturaleza especial del capitalismo. El capitalismo crea motivaciones muy poderosas para la actividad económica, porque asocia estrechamente las motivaciones económicas con el interés propio. Pero este mismo rasgo, que es una fuente de fuerza al dar motivación económica a través de la obtención de ganancias, es también una fuente de debilidad, debido al hecho de que una motivación tan auto-centrada contribuye muy rápidamente a una pérdida de la coordinación económica. Cada individuo, justo debido a que está motivado tan poderosamente por el interés propio, fácilmente pierde de vista el rol que sus actividades juegan dentro del sistema económico como un todo, y tiende a actuar como si sus actividades fuesen el todo, lastimando inevitablemente a la totalidad. Podríamos indicar esto apuntando que el capitalismo, debido a que la búsqueda de ganancias es su meta primaria, nunca está buscando primariamente lograr prosperidad, producción alta, consumo alto, poder político, mejoras patrióticas, o elevación de la moral. Cualquiera de esas cosas pueden lograrse bajo el capitalismo, y cualquiera (o todas) pueden sacrificarse y perderse bajo el capitalismo, dependiendo de la relación que tengan con la meta primaria de la actividad capitalista -la obtención de ganancias. Durante los novecientos años de historia del capitalismo, éste ha contribuido, en distintos momentos, tanto al logro como a la destrucción de esos otros bienes sociales.
Las diferentes etapas del capitalismo han buscado crear ganancias a través de actividades económicas de diverso tipo. La etapa original, que hemos llamado capitalismo comercial, buscó ganancias moviendo bienes de un lado a otro. En este esfuerzo, los bienes fueron de lugares donde valían menos, a lugares donde valían más, mientras que el dinero, haciendo lo mismo, se movió en sentido contrario. Esta valuación, que determinó el movimiento tanto de bienes como de dinero y que los hizo mover en direcciones opuestas, fue medida por la relación entre esas dos cosas. Por tanto, el valor de los bienes se expresó en dinero, y el valor del dinero se expresó en bienes. Los bienes se movieron desde áreas de precios bajos a áreas de precios altos, y el dinero de áreas de precios altos a áreas de precios bajos, porque los bienes eran más valiosos allí donde los precios eran altos y el dinero era más valioso allí donde los precios eran bajos.
Por tanto, claramente, los bienes y el dinero no son la misma cosa, sino, por el contrario, son cosas exactamente opuestas. La mayoría de las confusiones en el pensamiento económico parten de no reconocer este hecho. Los bienes son riqueza que uno tiene, mientras que el dinero es un derecho a riqueza que uno no tiene. Por tanto, los bienes son una posesión; el dinero es una deuda. Si los bienes son riqueza, la moneda no es riqueza, sino riqueza negativa, o incluso anti-riqueza. Los miembros de este par siempre se comportan de modos opuestos, así como normalmente se mueven en direcciones opuestas. Si el valor de uno sube, el valor del otro baja, y en la misma proporción. El valor de los bienes, expresado en dinero, es llamado “precios”, mientras que el valor del dinero, expresado en bienes, es llamado “valor”.
El capitalismo comercial surgió cuando los mercaderes, cargando bienes de un área a otra, eran capaces de vender esos bienes en su destino por precios que cubrían el costo original, todos los costos de movimiento de los bienes, incluyendo los gastos del mercader, y una ganancia. Este desarrollo, que comenzó como movimiento de bienes de lujo, hizo crecer la riqueza porque llevó a la especialización tanto de las actividades en los oficios, como en la agricultura, lo cual aumentó las habilidades y la productividad, y también puso en el mercado nuevos bienes.
Eventualmente, esta etapa de capitalismo comercial se institucionalizó en un sistema restrictivo, llamado a veces “mercantilismo”, en el cual los mercaderes buscaron ganancias, no a partir del movimiento de bienes sino a partir de la restricción del movimiento de bienes. Así, la búsqueda de ganancias, que antes había llevado a un aumento de prosperidad a través del incremento del comercio y la producción, se transformó en una restricción tanto del comercio como de la producción, porque la ganancia se volvió un fin en sí misma en lugar de ser un mecanismo accesorio del sistema económico como un todo.
El modo en que el capitalismo comercial (una organización económica expansiva) se transformó dos veces en mercantilismo (una organización económica restrictiva) en nuestra historia pasada es muy revelador, no sólo de la naturaleza de los sistemas económicos, y del hombre mismo, sino también de la naturaleza de las crisis económicas, y que lo que se puede hacer respecto de ellas.
Bajo el capitalismo comercial, los mercaderes enseguida descubrieron que un flujo creciente de bienes, desde un área de precio bajo a una de precio alto, tendía a hacer subir los precios en la primera y a bajarlos en la segunda. Cada vez que un embarque de especias llegaba a Londres, el precio de las especias en esa ciudad comenzaba a bajar, mientras que la llegada de compradores y buques a Malaca daba a los precios un sacudón al alza. Esta tendencia hacia la igualación de niveles de precio entre dos áreas debido al doble, recíproco movimiento de bienes y dinero, amenazaba las ganancias de los mercaderes, por más que satisficiese a los productores y a los consumidores en cada extremo de la cadena. Hacía eso al reducir el diferencial de precios entre las dos áreas, reduciendo con ello el margen a partir del cual el mercader sacaba su ganancia. A los astutos mercaderes no les llevó mucho tiempo darse cuenta de que ellos podrían mantener ese diferencial de precios, y con ello sus ganancias, si podían restringir el flujo de bienes, de modo que un volumen igual de dinero fluyese para un número más reducido de bienes. De esta manera, los embarques se redujeron, los costos se redujeron, pero las ganancias se mantuvieron.
Hay dos cosas notables en esta situación mercantilista. Primero, el mercader, debido a sus prácticas restrictivas, estaba en esencia incrementando su propia satisfacción reduciendo la del productor de un lado, y la del consumidor del otro; era capaz de hacer esto porque él estaba en el medio. En segundo lugar, en la medida en que el mercader, en su puerto de residencia, estaba preocupado por los bienes, estaba ansioso de que los precios de los bienes estuvieran, y se mantuvieran, altos.
Con el tiempo, sin embargo, algunos mercaderes comenzaron a cambiar su foco de atención, pasando del aspecto de bienes del intercambio comercial, al otro lado del intercambio, que era el lado monetario. Empezaron a acumular las ganancias de estas transacciones, y a estar cada vez más preocupados, no con los embarques y el intercambio de bienes, sino con el embarque e intercambio de dinero. A su tiempo, se preocuparían con el préstamo de dinero a los mercaderes para financiar sus barcos y actividades, dando avances de dinero a ambos, a tasas de interés altas, aseguradas por los derechos sobre barcos o bienes como forma colateral de repago.
En este proceso, las actitudes e intereses de estos nuevos banqueros se volvieron totalmente opuestas a las de los mercaderes (aunque pocos de ellos reconocieron la situación). Ahí donde el mercader había estado deseoso de ver subir los precios y había estado cada vez más interesado en obtener tasas de interés más bajas, el banquero estaba deseoso de que el dinero tuviese un valor alto (es decir, precios bajos) y tasas de interés altas. Cada uno de ellos estaba interesado en mantener o hacer crecer el valor de aquella mitad de la transacción (bienes por dinero) en la que estaba directamente involucrado, ignorando relativamente la transacción misma (la que era, por supuesto, de interés de los productores y los consumidores).
Al final, la especialización de las actividades económicas, al romper el proceso de la economía, había hecho posible que la gente se concentrase en una parte del proceso y, maximizando esa parte, pusiese en riesgo al resto. No sólo el proceso se partió entre productores, intermediarios y consumidores, sino que también aparecieron dos tipos de intermediarios (uno interesado en los bienes, el otro en el dinero), con metas de corto plazo casi antitéticas. Los problemas que inevitablemente surgieron sólo podrían ser resueltos, y el sistema reformado, haciendo referencia al sistema mismo como un todo. Lamentablemente, sin embargo, las tres partes del sistema que estaban vinculadas a la producción, la intermediación y el consumo de bienes, eran visibles clara y concretamente, de modo que casi cualquiera podía entenderlas sólo observándolas, mientras que las operaciones de la banca y las finanzas eran algo oculto, disperso, y tan abstracto que parecían a la mayoría algo complicado. Además de ello, los banqueros mismos hicieron todo lo posible para convertir sus actividades en algo más secreto y esotérico. Registraban sus actividades con misteriosas marcas en libros contables que jamás eran abiertos a los curiosos de afuera.
Con el tiempo, el hecho central del desarrollo de los sistemas económicos, es decir la relación entre dinero y bienes, se volvió claro, por lo menos, para los banqueros. Esta relación, el sistema de precios, dependía de cinco cosas: oferta y demanda de bienes, oferta y demanda de dinero, y velocidad del intercambio entre dinero y bienes. Un incremento en tres de éstos (demanda de bienes, oferta de dinero, velocidad de circulación) haría subir los precios de los bienes y bajar el del dinero. Esta inflación era algo objetable para los banqueros, aunque era deseable para los productores y los mercaderes. Al contrario, un descenso en los mismos tres ítems sería deflacionario, y sería bueno para los banqueros, preocuparía a los productores y mercaderes, y haría las delicias de los consumidores (quienes obtendrían más bienes por menos dinero). Los otros factores trabajaban en sentido opuesto, de modo que un incremento de ellos (oferta de bienes, demanda de dinero, y lentitud en la circulación o el intercambio) serían deflacionarios.
Tales cambios en los precios, fuesen inflacionarios o deflacionarios, han sido fuerzas mayores en la historia, por lo menos en los últimos seis siglos. Durante ese largo período, su poder de modificar las vidas de los hombres y la historia se ha incrementado. Esto se ha visto reflejado en dos cosas. Por un lado, los ascensos de precios generalmente generaron un aumento de la actividad económica, especialmente la de producción de bienes, mientras que, por otro lado, el cambio de los precios ha servido para redistribuir la riqueza dentro del sistema económico. La inflación, especialmente un crecimiento lento y sostenido de los precios, da ánimo a los productores, porque significa que pueden comprometerse a tener costos de producción en un cierto nivel de precios y, más tarde, ofrecer el producto terminado a la venta a un precio un poco mayor. Esta situación vitaliza la producción porque da confianza de que habrá al menos un cierto margen de ganancia. Por otro lado, la producción se ve desanimada en un período de caída de precios, salvo que el productor esté en la muy inusual situación de que sus costos estén cayendo más rápidamente que los precios de su producto.
La redistribución de la riqueza cambiando los precios es igualmente importante, pero atrae mucha menos atención. Los precios en alza benefician a los deudores y perjudican a los acreedores, mientras que los precios a la baja hacen lo opuesto. Un deudor a quien se hace pagar una deuda cuando los precios están más altos que cuando contrajo la deuda, debe ceder menos bienes y servicios que los obtenidos en una fecha anterior, a un precio menor, cuando tomó prestado ese dinero. Un acreedor, por ejemplo un banco, que ha prestado dinero —equivalente a cierta cantidad de bienes y servicios- a un nivel de precios, recibe la misma cantidad de dinero —pero una cantidad menor de bienes y servicios— cuando llega el pago a un nivel de precios mayor, puesto que el dinero del pago vale menos. Es por esto que los banqueros, como acreedores en términos de dinero, han estado obsesionados con mantener el valor del dinero, aunque la razón que tradicionalmente han dado para esta obsesión -que un “dinero fuerte” mantiene “la confianza en los negocios”- ha sido algo más propagandístico que exacto.
Hace cientos de años, los banqueros comenzaron a especializarse, con los más ricos e influyentes asociándose cada vez más al comercio exterior y el cambio con el extranjero. Puesto que éstos eran los más ricos y cosmopolitas, y se interesaron cada vez más con temas de importancia política -tales como la estabilidad o la falta de respaldo de las distintas monedas, la guerra y la paz, los matrimonios dinásticos, y los monopolios globales de comercio-, se convirtieron en los financistas y consejeros de los gobiernos. Más aun, puesto que sus relaciones con los gobiernos siempre estaban formuladas en términos monetarios y no reales, y dado que siempre estaban obsesionados con la estabilidad de los intercambios monetarios entre la moneda de un país y la de otro, usaron su poder e influencia para dos cosas: (1) para hacer que todo el dinero y las deudas se expresasen en los términos de un commodity estrictamente limitado —en última instancia, el oro; y (2) para sacar todos los asuntos monetarios fuera del control de los gobiernos y la autoridad política, sobre la base de que éstos serían mejor manejados por los intereses de los banqueros privados, en términos de un bien tan estable como el oro.
Estos esfuerzos fracasaron al pasarse de capitalismo comercial a mercantilismo, y con la destrucción de todo el patrón de organización social basado en la monarquía dinástica, los ejércitos profesionales de mercenarios, y el mercantilismo, en la serie de guerras que golpeó a Europa desde mediados del siglo diecisiete hasta 1815. El capitalismo comercial pasó a través de dos períodos de expansión, cada uno de los cuales se deterioró en una fase subsiguiente de guerra, lucha de clases, y retroceso. El primer período, asociado al mar Mediterráneo, fue dominado por los italianos del norte y los catalanes, pero terminó en una fase de crisis después del 1300, que no terminó hasta 1558. El segundo período de capitalismo comercial, que se asoció con el océano Atlántico, fue dominado por los españoles del oeste, los holandeses, y los ingleses. Había empezado a expandirse en 1440, estaba en su apogeo en 1600, pero para fines del siglo diecisiete se había enredado en las luchas restrictivas del mercantilismo estatal, y en la serie de guerras que asolaron Europa de 1667 a 1815.
El capitalismo comercial del período 1440-1815 estuvo marcado por la supremacía de las compañías de contratación, tales como la Hudson’s Bay, la Dutch y la British East Indian, la Virginia Company, y la Association of Merchant Adventurers (Muscovy Company). Los mayores rivales de Inglaterra en estas actividades fueron derrotados por el mayor poder inglés, y, sobre todo, por su mayor seguridad defensiva, derivada de su posición insular.
[Continuará]