FOLLETÍN > ENTREGA 9
Tragedy & Hope. A History of the World in Our Time. 1966. The MacMillan Company, New York; Collier MacMillan Limited, London. [Traducción de A. Mazzucchelli].
Carroll Quigley
Otra paradoja de la práctica bancaria surgió del hecho de que los banqueros, que amaban la deflación, a menudo actuaban de manera inflacionaria, en su afán de prestar dinero con intereses. Puesto que ganan dinero con los préstamos, están ansiosos por aumentar las cantidades de crédito bancario en préstamo. Pero esto es inflacionario. El conflicto entre las ideas deflacionarias y las prácticas inflacionarias de los banqueros tuvo profundas repercusiones en los negocios. Los banqueros hacían préstamos a las empresas, a fin de que el volumen de dinero aumentara más rápido que el incremento de los bienes. El resultado de ello fue inflación. Cuando esto se hizo claramente perceptible, los banqueros huyeron a los billetes o a la especie, restringiendo el crédito y aumentando las tasas de descuento. Esto fue beneficioso para los banqueros a corto plazo (ya que les permitía ejecutar las garantías de los préstamos), pero podía ser desastroso para ellos a largo plazo (al forzar el valor de la garantía por debajo de la cantidad de los préstamos que garantizaba). Pero la deflación de esos banqueros fue destructiva para el comercio y la industria tanto a corto como a largo plazo.
La fluctuación resultante en la oferta de dinero, principalmente depósitos, fue un aspecto destacado del “ciclo de negocios”. La cantidad de dinero podía modificarse cambiando los requisitos de reserva o las tasas de descuento (interés). En los Estados Unidos, por ejemplo, se ha fijado un límite superior para los depósitos, exigiendo a los bancos miembros de la Reserva Federal que mantengan un determinado porcentaje de sus depósitos como reservas en el Banco de la Reserva Federal local. El porcentaje (generalmente del 7 al 26%) varía según la localidad y las decisiones de la Junta de Gobernadores del Sistema de la Reserva Federal.
Los bancos centrales suelen variar la cantidad de dinero en circulación mediante “operaciones de mercado abierto” o influyendo en los tipos de descuento de los bancos menores. En las operaciones de mercado abierto, un banco central compra o vende bonos del Estado en el mercado abierto. Si compra, libera dinero en el sistema económico; si vende, reduce la cantidad de dinero en la comunidad. El cambio es mayor que el precio pagado por los valores. Por ejemplo, si el Banco de la Reserva Federal compra títulos del gobierno en el mercado abierto, los paga con un cheque que pronto se deposita en un banco. Así aumenta las reservas de este banco con el Banco de la Reserva Federal. Dado que los bancos están autorizados a emitir préstamos por varias veces el valor de sus reservas con el Banco de la Reserva Federal, tal transacción les permite emitir préstamos por una suma mucho mayor.
Los bancos centrales también pueden cambiar la cantidad de dinero influyendo en las políticas de crédito de otros bancos. Esto puede hacerse por diversos métodos, como modificar la tasa de redescuento o cambiar los requisitos de reserva. Por “cambiar la tasa de redescuento”, nos referimos a la tasa de interés que los bancos centrales cobran a los bancos menores por los préstamos, respaldados en papel comercial u otras garantías que estos bancos menores han tomado a cambio de los préstamos. Al elevar la tasa de redescuento, el banco central obliga al banco menor a aumentar su tasa de descuento para poder operar con ganancias; ese aumento de los tipos de interés tiende a reducir la demanda de crédito y, por tanto, la cantidad de depósitos (dinero). La reducción de la tasa de redescuento permite un resultado opuesto.
La modificación de los requisitos de reserva como método por el cual los bancos centrales pueden influir en las políticas crediticias de otros bancos sólo es posible en aquellos lugares (como Estados Unidos) en los que existe un límite estatutario de reservas. El aumento de los requisitos de reserva restringe la capacidad de los bancos de menor tamaño para conceder crédito, mientras que su disminución amplía esa capacidad.
Cabe señalar que el control del banco central sobre las políticas crediticias de los bancos locales es permisivo en una dirección y compulsivo en la otra. Pueden obligar a esos bancos locales a restringir el crédito, pero sólo pueden permitirles aumentarlo. Esto significa que tienen poderes de control contra la inflación y no contra la deflación, lo que refleja la vieja idea bancaria de que la inflación era mala y la deflación era buena.
Los poderes de los gobiernos sobre la cantidad de dinero son de varios tipos, e incluyen: a) el control sobre un banco central, b) el control sobre los impuestos públicos, y c) el control sobre el gasto público. El control de los gobiernos sobre los bancos centrales varía enormemente de un país a otro, pero en general ha ido en aumento. Dado que la mayoría de los bancos centrales han sido instituciones (técnicamente) privadas, este control se basa con frecuencia en la costumbre y no en la ley. En cualquier caso, el control sobre el suministro de dinero que los gobiernos tienen a través de los bancos centrales se ejerce mediante los procedimientos bancarios regulares que hemos discutido. Los poderes del gobierno sobre la cantidad de dinero en la comunidad, ejercidos a través de los impuestos y el gasto público, son en gran medida independientes del control bancario. Los impuestos tienden a reducir la cantidad de dinero en una comunidad y son usualmente una fuerza deflacionaria; el gasto público tiende a aumentar la cantidad de dinero en una comunidad y es usualmente una fuerza inflacionaria. Los efectos totales de la política de un gobierno dependerán de qué item es mayor. Un presupuesto desequilibrado será inflacionario; un presupuesto con superávit será deflacionario.
Un gobierno también puede cambiar la cantidad de dinero en una comunidad por otros métodos más drásticos. Cambiando el contenido de oro de la unidad monetaria, puede cambiar la cantidad de dinero en la comunidad por una cantidad mucho mayor. Si, por ejemplo, el contenido de oro del dólar se reduce a la mitad, la cantidad de certificados de oro podrá duplicarse, y la cantidad de billetes y los depósitos generados sobre esta base se incrementarán muchas veces, dependiendo de las costumbres de la comunidad con respecto a los requisitos de reserva. Además, si un gobierno se sale completamente del patrón oro -es decir, se niega a intercambiar certificados y billetes por especie- la cantidad de billetes y depósitos puede aumentarse indefinidamente, puesto que ya no están limitados por cantidades limitadas de reservas de oro.
Gobiernos, banqueros e industriales no siempre han estado de acuerdo respecto de las diversas acciones que aumentan o disminuyen la oferta de dinero. En general, en el período hasta 1931, los banqueros, especialmente el poder del dinero controlado por los banqueros de inversión internacional, fueron capaces de dominar tanto los negocios como al gobierno. Pudieron dominar los negocios, especialmente en actividades y en áreas donde la industria no podía financiar sus propias necesidades de capital, porque los banqueros de inversión tenían la capacidad de suministrar, o negarse a suministrar, ese capital. Así, los intereses de los Rothschild llegaron a dominar muchos de los ferrocarriles de Europa, mientras que Morgan dominaba por lo menos 26.000 millas de ferrocarriles americanos. Tales banqueros fueron más lejos que esto. A cambio de la flotación de valores de la industria, tomaron asientos en los consejos de administración de las empresas industriales, como ya lo habían hecho en los bancos comerciales, cajas de ahorro, compañías de seguros y compañías financieras. Desde estas instituciones menores canalizaban el capital hacia empresas que cedían el control, y lo alejaban de las que se resistían. Estas empresas eran controladas a través de directorios entrelazados, sociedades holding y bancos menores. Crearon fusiones y en general redujeron la competencia, hasta que a principios del siglo XX muchas actividades estaban tan monopolizadas que podían elevar sus precios no competitivos por encima de los costos, a fin de obtener beneficios suficientes para autofinanciarse y así poder eliminar el control de los banqueros. Pero antes de que se alcanzara esa etapa, un número relativamente pequeño de banqueros ya ocupaba posiciones de inmensa influencia en la vida económica europea y americana. Ya en 1909, Walter Rathenau, que estaba en condiciones de saberlo (ya que había heredado de su padre el control de la Compañía General Alemana de Electricidad y poseía él mismo decenas de cargos directivos), dijo: “Trescientos hombres, que se conocen entre sí, dirigen el destino económico de Europa y eligen a sus sucesores de entre ellos”.
El poder de los banqueros de inversión sobre los gobiernos descansa en una serie de factores, de los cuales el más significativo, tal vez, es la necesidad de los gobiernos de emitir letras del tesoro a corto plazo, así como bonos del gobierno a largo plazo. De la misma manera que los empresarios acuden a los bancos comerciales para obtener anticipos de capital corriente a fin de allanar las discrepancias entre sus ingresos irregulares e intermitentes y sus gastos periódicos y persistentes (como alquileres mensuales, pagos anuales de hipotecas y salarios semanales), el gobierno tiene que acudir a los banqueros comerciales (o a las instituciones controladas por ellos) para sortear los lugares poco profundos causados por los ingresos fiscales irregulares. En tanto expertos en bonos del Estado, los banqueros internacionales no sólo manejaban los adelantos necesarios, sino que también asesoraban a los funcionarios gubernamentales y, en muchas ocasiones, colocaban a sus propios miembros en puestos oficiales durante diversos períodos, para tratar problemas especiales. Esto es tan ampliamente aceptado incluso hoy en día, que en 1961 un banquero de inversiones republicano se convirtió en Secretario del Tesoro de una administración demócrata en Washington, sin que se hiciera ningún comentario significativo en ninguna dirección. Naturalmente, la influencia de los banqueros sobre los gobiernos durante la era del capitalismo financiero (aproximadamente 1850-1931) no era algo de lo que se hablara libremente, pero ha sido admitida con bastante frecuencia por los de adentro, especialmente en Inglaterra. En 1852 Gladstone, canciller del Tesoro, declaró: “La bisagra de toda la situación era ésta: el gobierno en sí mismo no debía ser un poder sustantivo en asuntos de Finanzas, sino que debía dejar al poder del dinero en un lugar supremo e incuestionable”. El 26 de septiembre de 1921, The Financial Times escribió, “Media docena de hombres en la cima de los Cinco Grandes Bancos podrían alterar todo el tejido de las finanzas del gobierno, solo con abstenerse de renovar las Letras del Tesoro”. En 1924 Sir Drummond Fraser, vicepresidente del Instituto de Banqueros, declaró: “El Gobernador del Banco de Inglaterra debe ser el autócrata que dicte los términos bajo los que el gobierno puede obtener dinero prestado”.
Además del poder que tenían sobre el gobierno, basado en la financiación del mismo y la influencia personal, los banqueros podían dirigir a los gobiernos hacia la dirección en que ellos deseaban que fueran en base a otras presiones. Puesto que la mayoría de los funcionarios del gobierno se sentían ignorantes respecto de las finanzas, buscaban el consejo de los banqueros que consideraban expertos en la materia. La historia del siglo pasado muestra, como veremos más adelante, que el asesoramiento que los banqueros daban a los gobiernos, al igual que el que daban a los industriales, era siempre bueno para los banqueros, pero a menudo era desastroso para los gobiernos, los empresarios y el pueblo en general. Ese asesoramiento podía aplicarse, si era necesario, mediante la manipulación de las bolsas, los flujos de oro, las tasas de descuento, e incluso los niveles de actividad comercial. Así pues, Morgan dominó la segunda administración de Cleveland con retiros de oro, y en 1936-1938 los manipuladores de divisas franceses paralizaron a los gobiernos del Frente Popular. Como veremos, los poderes de estos banqueros internacionales alcanzaron su punto álgido en la última década de su supremacía, 1919-1931, cuando Montagu Norman y J. P. Morgan dominaban, no sólo el mundo financiero, sino también las relaciones internacionales y otros asuntos. El 11 de noviembre de 1927, el Wall Street Journal llamó al señor Norman “el dictador monetario de Europa”. Esto fue admitido por el propio Norman ante el Tribunal del Banco el 21 de marzo de 1930, y ante el Comité Macmillan de la Cámara de los Comunes cinco días después. En una ocasión, justo antes de que el capitalismo financiero internacional se diera a toda velocidad contra las rocas que lo hundieron, se dice que el Sr. Norman dijo: “Tengo la hegemonía del mundo”. En ese momento, algunos ingleses hablaron de “la segunda conquista normanda de Inglaterra” en referencia al hecho de que el hermano de Norman era el jefe de la British Broadcasting Corporation. Podría añadirse que el gobernador Norman raramente actuaba en los grandes problemas mundiales sin consultar con los representantes de J. P. Morgan, y como consecuencia era uno de los hombres más viajados de su época.
Este conflicto de intereses entre banqueros e industriales ha resultado, en la mayoría de los países europeos, en la subordinación de los primeros a los segundos, o al gobierno (después de 1931). Esta subordinación se logró mediante la adopción de “políticas financieras no ortodoxas”, es decir, políticas financieras no acordes con los intereses a corto plazo de los banqueros. Este cambio por el que se subordinó a los banqueros reflejó un acontecimiento fundamental en la historia económica moderna, que puede describirse como el paso del capitalismo financiero al capitalismo monopolista. Esto tuvo lugar en Alemania antes que en ningún otro país, y ya estaba en marcha en 1926. Llegó a Gran Bretaña sólo después de 1931 y a Italia sólo en 1934. En Francia no se produjo en absoluto en una medida comparable, lo que explica en gran medida la debilidad económica de Francia en 1938-1940.
Prácticas financieras internacionales
Los principios financieros que se aplican a las relaciones entre los diferentes países son una expansión de los que se aplican dentro de un solo país. Cuando se intercambian mercancías entre países, deben ser pagadas con productos básicos o con oro. No pueden pagarse con los billetes, certificados y cheques del país del comprador, ya que éstos sólo tienen valor en el país de emisión. Para evitar el envío de oro con cada compra, se utilizan letras de cambio. Se trata de reclamaciones contra una persona de otro país que se venden a una persona del mismo país. Este último comprará tal reclamación si quiere satisfacer una reclamación contra él que tenga una persona en el otro país. Puede satisfacer esa reclamación enviando a su acreedor en el otro país la reclamación que ha comprado contra otra persona en ese otro país, y dejar que su acreedor utilice esa reclamación para satisfacer su propia reclamación. Así pues, en lugar de que los importadores de un país envíen dinero a los exportadores de otro país, los importadores de un país pagan sus deudas a los exportadores de su propio país, y sus acreedores en el otro país reciben el pago de las mercancías que han exportado de los importadores de su propio país. Así pues, el pago de las mercancías en el comercio internacional se realiza mediante la fusión de transacciones únicas en las que participan dos personas en transacciones dobles que involucran a cuatro personas. En muchos casos, el pago se realiza mediante una multitud de transacciones, con frecuencia en varios países diferentes. Estas transacciones se realizaron en el llamado mercado de divisas. Un exportador de mercancías vendía letras de cambio en ese mercado y, por lo tanto, sacaba dinero de él en las unidades de su propio país. Un importador compraba esas letras de cambio para enviarlas a su acreedor, y así ponía en el mercado las unidades monetarias de su propio país. Como las letras disponibles en cualquier mercado se giraban en las unidades monetarias de muchos países extranjeros diferentes, surgían relaciones de intercambio entre las cantidades de dinero disponibles en las unidades del propio país (puestas allí por los importadores) y la variedad de letras giradas en dinero extranjero y puestas en el mercado por los exportadores. La oferta y la demanda de billetes (o dinero) de cualquier país, en términos de la oferta y la demanda de dinero propio disponible en el mercado de divisas, determinaba el valor del dinero de otros países en relación con el dinero nacional. Estos valores podrían fluctuar ampliamente para los países que no estaban en el patrón oro, pero sólo de manera limitada (como veremos) para los que estaban en el oro.
En condiciones normales, un mercado de divisas servía para pagar los bienes y servicios de los extranjeros sin ningún envío internacional de dinero (oro). También actuaba como regulador del comercio internacional. Si las importaciones de un país superaban constantemente a las exportaciones a otro país, había más importadores en el mercado que ofrecían dinero nacional por letras de cambio giradas en el dinero de su acreedor extranjero. Así pues, habría una mayor oferta de dinero nacional y una mayor demanda de ese dinero extranjero. Como resultado, los importadores tendrían que ofrecer más de su dinero para esas letras extranjeras, y el valor del dinero nacional disminuiría, mientras que el valor del dinero extranjero aumentaría en el mercado de divisas. Esta subida (o bajada) en una relación con el oro se mediría en términos de “la par” (el equivalente exacto del contenido de oro de las dos monedas).
A medida que el valor de la moneda nacional se desplome por debajo de la par en relación con el de alguna moneda extranjera, los exportadores nacionales a ese país extranjero aumentarán sus actividades, puesto que cuando reciben el pago en forma de letra de cambio, pueden venderla por más de su propia moneda de lo que normalmente esperarían, y pueden así aumentar sus ganancias. Un superávit de importaciones, al reducir el valor en divisas del dinero del país importador, conducirá finalmente a un aumento de las exportaciones que, al proporcionar más letras de cambio, tenderá a restablecer la relación de los dineros hacia la par. Ese restablecimiento de la paridad en las divisas reflejará un restablecimiento del equilibrio en las obligaciones internacionales, y esto a su vez reflejará un restablecimiento del equilibrio en el intercambio de bienes y servicios entre los dos países. Esto significa, en condiciones normales, que un desequilibrio comercial creará condiciones comerciales que tenderán a restaurar el equilibrio comercial.
Cuando los países no se encuentran en el patrón oro, este desequilibrio de las divisas (es decir, la disminución del valor de una unidad monetaria en relación con la otra unidad) puede llegar a fluctuaciones muy amplias, de hecho, en el grado necesario para restablecer el equilibrio comercial alentando a los importadores a comprar en el otro país, porque su dinero tiene un valor tan bajo que los precios de las mercancías en ese país son irresistibles para los importadores del otro país. Pero cuando los países están en el patrón oro, el resultado es bastante diferente. En este caso el valor del dinero de un país nunca será inferior a la cantidad equivalente al coste de envío del oro entre los dos países. Un importador que desea pagar a su socio comercial en el otro país no ofrecerá más y más dinero de su propio país para pagar las letras de cambio, sino que subirá el precio de dichas letras sólo hasta el punto de que le resulte más barato comprar oro de un banco y pagar los gastos de envío y el seguro del oro que va a su acreedor extranjero. Así pues, en el patrón oro, las cotizaciones de las divisas no fluctúan mucho, sino que se mueven sólo entre los dos puntos del oro que están sólo ligeramente por encima (punto de exportación de oro) y ligeramente por debajo (punto de importación de oro) de la paridad (la relación legal del oro de las dos monedas).
Dado que el costo del embalaje, el envío y el seguro del oro solía ser alrededor del 1/2 por ciento de su valor, los puntos de exportación e importación de oro eran aproximadamente esta cantidad por encima y por debajo del punto de paridad. En el caso de la relación dólar-libra, cuando la paridad estaba en £ 1 = $4.866, el punto de exportación de oro era de alrededor de $4.885 y el punto de importación de oro era de alrededor de $4.845.
Por lo tanto:
Punto de exportación de oro (exceso de demanda de billetes por parte de los importadores)———————4.885 dólares
Paridad——————————-4.866 dólares
Punto de importación de oro (exceso de oferta de billetes por parte de los exportadores)———————4.845
La situación que hemos descrito está demasiado simplificada. En la práctica, la situación se complica por varios factores. Entre ellos están los siguientes: 1) los intermediarios compran y venden divisas para su entrega presente o futura como actividad especulativa; 2) la oferta total de divisas disponibles en el mercado depende de mucho más que el intercambio internacional de productos básicos. Depende de la suma total de todos los pagos internacionales, como por ejemplo los intereses, el pago de servicios, el gasto turístico, los préstamos, la venta de valores, las remesas de los inmigrantes, etc.; 3) el saldo total de divisas depende del total de las relaciones de todos los países, no sólo entre dos.
El flujo de oro de un país a otro, resultante de un comercio desequilibrado, tiende a crear una situación que contrarresta el flujo. Si un país exporta más de lo que importa, de modo que el oro fluye para cubrir la diferencia, este oro se convertirá en la base de una mayor cantidad de dinero, y esto provocará un aumento de los precios dentro del país suficiente para reducir las exportaciones y aumentar las importaciones. Al mismo tiempo, el oro al fluir de algún otro país reducirá la cantidad de dinero allí y causará una caída de los precios dentro de ese país. Estos cambios en los precios causarán cambios en el flujo de bienes debido al hecho evidente de que los bienes tienden a fluir hacia zonas de precios más altos y dejan de fluir hacia zonas de precios más bajos. Estos cambios en el flujo de bienes contrarrestarán el desequilibrio original en el comercio que causó el flujo de oro. Como resultado, el flujo de oro cesará y se producirá un comercio internacional equilibrado a niveles de precios ligeramente diferentes. Todo el proceso ilustra la subordinación de la estabilidad de los precios internos a la estabilidad de los intercambios. Fue esta subordinación la que fue rechazada por la mayoría de los países después de 1931. Este rechazo se tradujo en: a) el abandono del patrón oro, al menos en parte, b) los esfuerzos por controlar los precios internos, y c) los esfuerzos por controlar los intercambios. Todo ello se hizo por el deseo de liberar al sistema económico de la influencia restrictiva de un sistema financiero dominado por el oro.
Este maravilloso mecanismo automático de pagos internacionales representa uno de los mayores instrumentos sociales jamás concebidos por el hombre. Requiere, sin embargo, un grupo muy especial de condiciones para su funcionamiento efectivo y, como veremos, estas condiciones ya estaban desapareciendo para 1900, y fueron borradas en gran parte como resultado de los cambios económicos provocados por la Primera Guerra Mundial. Debido a estos cambios se hizo imposible restaurar el sistema financiero que había existido antes de 1914. Los esfuerzos para restaurarlo se hicieron con gran determinación, pero para 1933 obviamente habían fracasado, y todos los países importantes se habían visto obligados a abandonar el patrón oro y los intercambios automáticos.
Cuando se abandona el patrón oro, el oro fluye entre los países como cualquier otro producto básico, y el valor de las divisas (que ya no están vinculadas al oro) puede fluctuar mucho más ampliamente. En teoría, un desequilibrio de los pagos internacionales puede rectificarse, ya sea mediante un cambio en los tipos de cambio, o mediante un cambio en los niveles de precios internos. En el patrón oro esta rectificación se hace mediante cambios en los tipos de cambio sólo entre los puntos de oro. Cuando el desequilibrio es tan grande que los intercambios se verían forzados más allá de los puntos de oro, la rectificación se hace mediante cambios en los precios internos causados por el hecho de que el oro fluye en los puntos de oro, en lugar de que los intercambios pasen más allá de los puntos de oro. Por otra parte, cuando una moneda está fuera del patrón oro, la fluctuación de los intercambios no está confinada entre dos puntos cualquiera, sino que puede ir indefinidamente en cualquier dirección. En tal caso, el desequilibrio de los pagos internacionales se resuelve en gran medida por un cambio en los tipos de cambio y sólo remotamente por los cambios en los precios internos. En el período de 1929-1936, los países del mundo se deshicieron del oro porque prefirieron llevar sus balanzas internacionales hacia el equilibrio por medio de intercambios fluctuantes en lugar de por medio de niveles de precios fluctuantes. Temían esto último porque los cambios (especialmente la caída) de los precios provocaban disminuciones en la actividad comercial y cambios en la utilización de los recursos económicos (como la mano de obra, la tierra y el capital) de una actividad a otra.
El restablecimiento de la balanza de pagos internacionales cuando una moneda está fuera del oro puede verse en un ejemplo. Si el valor de la libra esterlina cae a 4 ó 3 dólares, los americanos comprarán en Inglaterra cada vez más porque los precios ingleses son baratos para ellos, pero los ingleses comprarán en América sólo con reticencia, porque tienen que pagar mucho por el dinero americano. Esto servirá para rectificar el exceso original de exportaciones a Inglaterra, que dio el gran suministro de libras esterlinas necesario para bajar su valor a 3 dólares. Tal depreciación del valor de cambio de una moneda causará un aumento de los precios dentro del país como resultado del incremento de la demanda de los bienes de ese país.
LA SITUACIÓN ANTES DE 1914
La clave de la situación mundial en el período anterior a 1914 se encuentra en la posición dominante de Gran Bretaña. Esta posición era más real que aparente. En muchos campos (como el naval o el financiero) la supremacía de Gran Bretaña era tan completa que casi nunca tenía que ser declarada por ella, o admitida por otros. Era asumida tácitamente por ambos. Como regente indiscutible en estos campos, Gran Bretaña podía permitirse ser un gobernante benevolente. Segura de sí misma y de su posición, podía estar satisfecha con la sustancia más que con las formas. Si los demás aceptaban su dominio de hecho, ella estaba dispuesta a dejarles su independencia y autonomía legal.
Esta supremacía de Gran Bretaña no fue un logro sólo del siglo XIX. Sus orígenes se remontan al siglo XVI, al período en que el descubrimiento de América hizo que el Atlántico fuera más importante que el Mediterráneo como ruta de comercio y camino hacia la riqueza. En el Atlántico, la posición de Gran Bretaña era única, no sólo por su posición más occidental, sino mucho más porque era una isla. Este último hecho le permitió observar a Europa enredarse en sus disputas internas, mientras ella conservaba la libertad de explotar los nuevos mundos a través de los mares. Sobre esta base, Gran Bretaña había construido una supremacía naval que la convirtió en gobernante de los mares hacia 1900. Junto con esto, su preeminencia en la marina mercante le dio el control de las vías de transporte mundial, y la propiedad del 39% de los buques oceánicos del mundo (tres veces el número de su rival más cercano). A su supremacía en estas esferas, ganada en el período anterior a 1815, Gran Bretaña añadió nuevas esferas de dominio en el período posterior a 1815. Éstas surgieron de sus primeros logros de la Revolución Industrial. Esto se aplicó al transporte y las comunicaciones así como a la producción industrial. En la primera dio al mundo el ferrocarril y el barco de vapor; en la segunda el telégrafo, el cable y el teléfono; en la tercera el sistema de fábricas.
La Revolución Industrial había existido en Gran Bretaña durante casi dos generaciones, antes de que se extendiera a otros lugares. Dio un gran aumento en la producción de bienes manufacturados y una gran demanda de materias primas y alimentos; también dio un gran aumento en la riqueza y los ahorros. Como resultado de las dos primeras, y de los mejores métodos de transporte, Gran Bretaña desarrolló un comercio mundial del que fue el centro, y que consistía principalmente en la exportación de bienes manufacturados y la importación de materias primas y alimentos. Al mismo tiempo, los ahorros de Gran Bretaña tendían a fluir hacia América del Norte, América del Sur y Asia, buscando aumentar la producción de materias primas y alimentos en estas áreas. Para 1914, estas exportaciones de capital habían alcanzado tal cantidad, que eran mayores que las inversiones extranjeras de todos los demás países juntos. En 1914 las inversiones británicas en el extranjero ascendían a unos 20.000 millones de dólares (o aproximadamente una cuarta parte de la riqueza nacional de Gran Bretaña, lo que representaba una décima parte del ingreso nacional total). Las inversiones francesas en el extranjero en esa misma época eran de unos 9.000 millones de dólares (o una sexta parte de la riqueza nacional francesa, lo que representaba el 6% del ingreso nacional), mientras que Alemania tenía unos 5.000 millones de dólares invertidos en el extranjero (una decimoquinta parte de la riqueza nacional, lo que representaba el 3% del ingreso nacional). Los Estados Unidos en ese momento eran un gran deudor.
La posición dominante de Gran Bretaña en el mundo de 1913 era, como he dicho, más real que aparente. En todas partes del mundo la gente dormía más segura, trabajaba más productivamente y vivía más plenamente porque Gran Bretaña existía. Los buques de guerra británicos en el Océano Índico y en el Lejano Oriente suprimían a los esclavistas, piratas y cazadores de cabezas. Pequeñas naciones como Portugal, los Países Bajos o Bélgica conservaron sus posesiones de ultramar bajo la protección de la flota británica. Incluso los Estados Unidos, sin darse cuenta, permanecieron seguros y mantuvieron la Doctrina Monroe detrás del escudo de la Armada Británica. Las naciones pequeñas pudieron preservar su independencia en las brechas entre las Grandes Potencias, mantenidas en precario equilibrio por las tácticas de balance de poder bastante difidente del Ministerio de Relaciones Exteriores. La mayoría de los grandes mercados comerciales del mundo, incluso de productos como el algodón, el caucho y el estaño, que no producía en cantidades propias, estaban en Inglaterra, donde el precio mundial se fijaba a partir de las pujas de la subasta de comerciantes especializados cualificados. Si un hombre en el Perú deseaba enviar dinero a un hombre en el Afganistán, el pago final, tanto si se trataba de una transacción contable como si no, se realizaba mediante una transacción contable en Londres. El sistema parlamentario inglés y algunos aspectos del sistema judicial inglés, como el imperio de la ley, se estaban copiando, de la mejor manera posible, en todas las partes del mundo.
La rentabilidad del capital fuera de Gran Bretaña, un hecho que causó la gran exportación de capital, fue a la par de la rentabilidad de la mano de obra. Como resultado, el flujo de capital de Gran Bretaña y Europa se apareó con un flujo de personas. Ambos sirvieron para construir áreas no europeas bajo un patrón europeo modificado. Tanto en la exportación de hombres como en la exportación de capital, Gran Bretaña fue fácilmente la primera (más de 20 millones de personas emigraron del Reino Unido en el período 1815-1938). Como resultado de ambos, Gran Bretaña se convirtió en el centro de las finanzas mundiales, así como en el centro del comercio mundial. El sistema de relaciones financieras internacionales, que hemos descrito anteriormente, se basaba en el sistema de relaciones industriales, comerciales y crediticias que acabamos de describir. El primero requería para su existencia un grupo muy especial de circunstancias, un grupo que no se podía esperar que continuara para siempre. Además, requería un grupo de características secundarias que también estaban lejos de ser permanentes. Entre ellas estaban las siguientes: 1) todos los países interesados deben estar en pleno en el patrón oro; 2) debe haber libertad de interferencia pública o privada en la economía interna de cualquier país; es decir, los precios deben poder subir y bajar libremente de acuerdo con la oferta y la demanda tanto de bienes como de dinero; 3) debe haber también libre flujo de comercio internacional, de manera que tanto los bienes como el dinero puedan ir sin obstáculos a las áreas donde cada uno es más valioso; 4) la economía financiera internacional debe organizarse alrededor de un centro con numerosos centros subordinados, de modo que sea posible cancelar las reclamaciones internacionales entre sí en algún centro de compensación, y reducir así al mínimo el flujo de oro; 5) el flujo de bienes y fondos en asuntos internacionales debe estar controlado por factores económicos y no estar sujeto a influencias políticas, psicológicas o ideológicas.
Estas condiciones, que hicieron que el sistema financiero y comercial internacional funcionara tan maravillosamente antes de 1914, habían empezado a cambiar en 1890. Las condiciones económicas y comerciales fundamentales cambiaron primero, y se modificaron notablemente para 1910; el grupo de características secundarias del sistema se modificó por los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial. Como resultado, el sistema del primer capitalismo financiero internacional es hoy sólo un vago recuerdo. Imaginen un período sin pasaportes o visas, y casi sin restricciones de inmigración o aduanas. Ciertamente el sistema tenía muchos inconvenientes incidentales, pero eran incidentales. Socializado si no social, civilizado si no culto, el sistema permitió a los individuos respirar libremente y desarrollar sus talentos individuales de una manera desconocida antes, y en peligro desde entonces.
[Continuará]