FOLLETÍN > ENTREGA 4
Tragedy & Hope. A History of the World in Our Time. 1966. The MacMillan Company, New York; Collier MacMillan Limited, London. [Traducción de A. Mazzucchelli].
Carroll Quigley
Ya hemos prestado alguna atención al modo en que una serie de innovaciones del oeste europeo, tales como el industrialismo y la explosión demográfica, se difundieron hacia el mundo periférico no europeo, a velocidades tan diferentes entre sí que llegaron a Asia en un orden muy distinto de aquel en el que habían partido de Europa occidental. El mismo fenómeno puede verse, dentro de la sociedad occidental, respecto de las características de Europa en el siglo diecinueve que hemos enumerado. Por ejemplo, el nacionalismo ya era algo evidente en Inglaterra en tiempos de la derrota de la Armada Española, en 1588; corrió como un incendio por Francia en el período posterior a 1789; solo alcanzó Alemania e Italia después de 1815, se volvió una fuerza poderosa en Rusia y los Balcanes hacia fines del siglo diecinueve, y fue perceptible en China, India, Indonesia, y aun en la África de mayoría negra, recién en el siglo veinte. Patrones de algún modo similares de difusión pueden verse respecto de la democracia, del gobierno parlamentario, del liberalismo, del secularismo. La regla, sin embargo, no es tan general o tan simple como parece a primera vista. Las excepciones y las complicaciones son más numerosas a medida que nos acercamos al siglo veinte. Aun antes de ello, era evidente que la llegada del Estado soberano no siguió este patrón, habiendo aparecido el despotismo ilustrado y el crecimiento de la autoridad pública suprema antes en Alemania, y aun en Italia, de lo que apareció en Francia. La educación universal libre apareció también en Europa central antes de que lo hiciese en un país occidental como Inglaterra. El socialismo es, también, un producto de Europa central más que de Europa occidental, y se movió de la primera a la segunda recién en la quinta década del siglo veinte. Estas excepciones a la regla general, acerca del movimiento general hacia el oriente de los desarrollos históricos modernos, tienen varias explicaciones. Algunas de ellas son obvias, pero otras son muy complicadas. Como ejemplo de tal complicación podemos mencionar que en Europa occidental el nacionalismo, el liberalismo, y la democracia, se alcanzaron generalmente en ese orden. Pero en Alemania aparecieron todos más o menos a la vez. Para los alemanes pareció que podría lograrse el nacionalismo y la industrialización (y ambas cosas se deseaban) más rápido y más exitosamente, si se sacrificaba el liberalismo y la democracia. Es así que en Alemania el nacionalismo se alcanzó de modo no democrático, a “hierro y sangre” como lo expresó Bismarck, mientras que la industrialización se alcanzó bajo el auspicio estatal más que a través del liberalismo. Esta selección de elementos y el juego resultante de unos contra otros fue posible en las áreas más periféricas sólo debido a que tales áreas contaban con la experiencia previa de Europa occidental para estudiarla, copiarla, evitarla o modificarla. A veces debieron modificar estos rasgos a medida que se iban desarrollando. Esto puede verse a partir de las siguientes consideraciones. Cuando la Revolución Industrial comenzó en Inglaterra y Francia, estos países fueron capaces de juntar el capital necesario para las nuevas fábricas debido a que ya habían hecho la Revolución Agrícola, y debido a que, siendo los primeros productores de bienes industriales, obtuvieron ganancias en exceso que pudieron usarse para crear capital. Pero en Alemania y Rusia, el capital era mucho más difícil de encontrar, porque éstas naciones alcanzaron la Revolución Industrial más tarde, cuando tuvieron que competir con Inglaterra y Francia, y no pudieron obtener ganancias tan grandes, y también porque no habían establecido ya una Revolución Agrícola sobre la cual edificar su Revolución Industrial. De acuerdo con ello, mientras que Europa occidental, con capital de sobra y armas de fuego baratas y al alcance de todos, pudo financiar su industrialización con liberalismo y democracia, Europa central y oriental tuvieron dificultades para financiar su industrialización, y allí el proceso se retrasó hasta llegado un período en que las armas de fuego simples y democráticas fueran reemplazadas por armas de fuego caras y complicadas. Esto significó que el capital para vías férreas y fábricas tuvo que juntarse con asistencia del gobierno; el liberalismo se debilitó; el nacionalismo rampante dio combustible a esta tendencia; y la naturaleza antidemocrática de las armas dejó claro que tanto el liberalismo como la democracia vivían una existencia de lo más precaria.
Como consecuencia de situaciones como esta, algunos de los rasgos que emergieron en Europa occidental en el siglo diecinueve se movieron hacia áreas más periféricas de Europa y Asia con gran dificultad, y sólo por un período breve. Entre esos rasgos menos resistentes del gran siglo de Europa occidental cabe mencionar el liberalismo, la democracia, el sistema parlamentario, el optimismo, y la creencia en un progreso inevitable. Estas fueron, podríamos decir, flores de naturaleza tan delicada que no pudieron sobrevivir ningún período extenso de clima tormentoso. Y que el siglo veinte las sometió a largos períodos de clima realmente tormentoso es algo muy claro cuando consideramos que trajo una depresión económica mundial en sandwich entre dos guerras mundiales.
II LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL HASTA 1914
El esquema del cambio
Desarrollos económicos europeos
CAPITALISMO COMERCIAL
CAPITALISMO INDUSTRIAL, 1770-1850
CAPITALISMO FINANCIERO, 1850-1931
Prácticas financieras locales
Prácticas financieras internacionales
LA SITUACIÓN ANTES DE 1914
Los Estados Unidos hasta 1917
A fines de obtener perspectiva, a menudo dividimos la cultura de una sociedad, de un modo algo arbitrario, en varios aspectos diferentes. Por ejemplo, podemos dividir una sociedad en seis aspectos: militar, político, económico, social, religioso, intelectual. Naturalmente, existen conexiones muy estrechas entre todos estos aspectos; y en cada aspecto hay conexiones muy estrechas entre lo que existe hoy y lo que existió en un tiempo anterior. Por ejemplo, podemos querer hablar de democracia como un hecho en el nivel (o aspecto) político. Para poder hablar de ello de modo inteligente, no sólo tendríamos que conocer lo que ella es hoy, sino que también tendríamos que ver qué relación tiene con hechos anteriores a nivel político, así como sus relaciones a varios hechos en cada uno de los otros cinco niveles de la sociedad. Naturalmente, no podemos hablar de modo inteligente salvo que tengamos una idea bastante clara de lo que queremos decir con las palabras que empleamos. Por tal razón, frecuentemente deberemos definir los términos que empleamos al discutir este tema.
El nivel militar está vinculado con la organización de la fuerza, el político con la organización del poder, y el nivel económico con la organización de la riqueza. Por “organización del poder” en una sociedad queremos referirnos a los modos en los cuales se obtienen obediencia y consentimiento (o sumisión). Las estrechas relaciones entre niveles pueden verse del hecho de que hay tres formas básicas de lograr la obediencia: por la fuerza, comprando el consentimiento con riqueza, o por persuasión. Y cada uno de los tres nos lleva a otro nivel (militar, económico, o intelectual), fuera del nivel político. Al mismo tiempo, la organización del poder hoy (es decir, de los métodos de obtener obediencia en la sociedad) es un desarrollo a partir de los métodos empleados para obtener obediencia en la sociedad en un período anterior.
Estas relaciones son importantes, porque en el siglo veinte, en la civilización occidental, los seis niveles están cambiando a una velocidad sorprendente, y las relaciones entre niveles también están cambiando a gran velocidad. Cuando agregamos, a este cuadro confuso de la civilización occidental, el hecho de que otras sociedades la están influyendo o están siendo influidas por ella, daría la impresión de que el mundo en el siglo veinte casi es algo demasiado complicado como para poderlo entender. Esto es cierto, sin duda, y tendremos que simplificar (acaso, simplificar en exceso) estas complejidades, para poder alcanzar un nivel bajo de comprensión. Cuando hayamos alcanzado ese nivel bajo, quizá seamos capaces de subir el nivel de nuestra comprensión trayendo a nuestras mentes, poco a poco, algunas de las complejidades que existen en el mundo mismo.
En el nivel militar, en la civilización occidental del siglo veinte el desarrollo principal ha sido un crecimiento constante en la complejidad y el costo de las armas. Cuando las armas eran baratas de conseguir, y tan fáciles de usar que casi cualquiera podía usarlas luego de un corto período de entrenamiento, los ejércitos estaban en general compuestos por grandes masas de soldados amateur. A tales armas les llamamos “armas amateur”, y a tales ejércitos podríamos llamarles “ejércitos masivos de ciudadanos-soldados”. La era de Pericles, en la Grecia clásica, y el siglo diecinueve en la civilización occidental, fueron períodos de armas amateur y ciudadanos-soldados. Pero al siglo diecinueve lo precedió (igual que a la era de Pericles) un período en el que las armas eran caras y requerían un largo entrenamiento para su uso. A tales armas le llamamos armas “de especialista”. Los períodos de armas de especialista son generalmente períodos de ejércitos pequeños de soldados profesionales (normalmente, mercenarios). En un período de armas de especialista la minoría que posee tales armas puede, normalmente, forzar a la mayoría que no las posee a obedecerla; es así que un período de armas de especialista tiende a dar nacimiento a un período donde rige una minoría y hay un gobierno autoritario. Pero un período de armas amateur es un período en el cual todos los hombres son, grosso modo, iguales en su poder militar, una mayoría puede forzar a una minoría a ceder posiciones, y tiende a predominar la regencia de la mayoría, e incluso gobiernos democráticos. El período medieval en el cual la mejor arma era, en general, un caballero montado a caballo (claramente, un arma de especialista), fue un período de regencia de minorías y gobiernos autoritarios. Incluso cuando el caballero medieval fue hecho obsoleto (junto a su castillo de piedra) debido a la invención de la pólvora y la aparición de las armas de fuego, estas armas nuevas eran tan caras y tan difíciles de usar (hasta 1800) que la regencia de minorías y el gobierno autoritario continuó, aun si tal gobierno buscó hacer cumplir sus órdenes cambiando los caballeros montados por lanceros y mosqueteros profesionales. Pero después de 1800, las armas de fuego se volvieron más baratas y fáciles de usar. Para 1840 un revólver Colt se vendía por 27 dólares, y un mosquete Springfield por no mucho más dinero, y esas eran básicamente las mejores armas que cualquiera podía tener en aquel tiempo. Por tanto, masas de ciudadanos armados, equipados con estas armas baratas y fáciles de usar comenzaron a reemplazar a los ejércitos de soldados profesionales, empezando alrededor de 1800 en Europa, y aun antes en América. Al mismo tiempo, gobiernos democráticos comenzaron a suplantar a los gobiernos autoritarios (pero sobre todo en aquellas áreas en las que las nuevas armas baratas estaban disponibles, y los estándares de vida locales eran lo suficientemente altos como para permitirle a la gente comprarlas).
La llegada de los ejércitos de masas de ciudadanos-soldados en el siglo diecinueve creó un difícil problema de control, puesto que las técnicas de transporte y comunicaciones aun no habían alcanzado un nivel lo suficientemente alto como para permitir ninguna flexibilidad en el control de un ejército de masas. Tal ejército podía transportarse sobre sus propios pies, o en tren; el gobierno podía comunicarse con las diferentes unidades por carta o por telegrama. El problema de manejar un ejército de masas con tales técnicas fue solucionado, parcialmente, en la Guerra Civil norteamericana de 1861-1865, y completamente por parte de Helmuth von Moltke para el Reino de Prusia en la guerra Austro-Prusiana de 1866. La solución fue rígida: un plan de campaña se preparaba de antemano contra un oponente específico, con un cronograma de fechas y horas prestablecidas, e instrucciones detalladas para cada unidad militar; las comunicaciones eran preparadas e incluso emitidas de antemano, de modo de usarlas de acuerdo al cronograma. Este plan era tan inflexible que la señal de movilización era en los hechos una señal de ataque a un país vecino determinado, puesto que el plan, una vez echado a andar, no podía ser cambiado, y difícilmente pudiese incluso enlentecerse. Con este método, Prusia creó el Imperio Alemán aplastando a Austria en 1866 y a Francia en 1871. Para 1900, todos los estados de Europa habían adoptado el mismo método, y tenían planes fijos en los que la señal de movilización constituía un ataque a algún vecino -un vecino, en algunos casos (como en el de la invasión de Bélgica por parte de Alemania) con el cual el atacante no tenía ninguna disputa en realidad. Así fue que, cuando en 1914 fue dada la señal de movilización, los estados de Europa se lanzaron unos contra otros.
[Continuará]