CONTRARRELATO / Asociación de Médicos por la Verdad
Ayer, 25 de julio de 2020, se presentó en Madrid por primera vez en sociedad y de forma oficial, la ‘Asociación de Médicos por la Verdad’. La componen más de 150 profesionales de la medicina y la salud, con los doctores Natalia Prego Cancelo y Angel Ruiz-Valdepeñas como cabezas más visibles de la misma. La presentación se realizó en una sala de eventos del Palacio de la Prensa de Madrid, a donde han asistido más de 400 personas, entre medios generalistas y alternativos, médicos, auxiliares, y curiosos. El evento comenzó con la intervención de Heiko Schöning, representante de la Comisión Extraparlamentaria del Estudio del Coronavirus alemana y finalizó con el repaso a los 4 puntos fundamentales de interpelación al Gobierno y autoridades españolas por parte de la ‘Asociación Medicos por la Verdad’.
En una de las intervenciones más importantes hechas ayer, la Dra. María José Martínez explicó detalles sobre cómo se ha confeccionado y cuáles son las limitaciones de los tests PCR que se están empleando para el coronavirus. Debido a estas limitaciones, los tests no sirven para el propósito para el que los están usando las autoridades sanitarias y la OMS, que es definir una pandemia -pues esta sólo puede definirse, y mantenerse, en la medida en que haya pruebas clínicas de personas infectadas graves, y muertos. Estos dos elementos faltan hoy en toda Europa, pese a lo cual se sigue insistiendo en los cierres y la destrucción de la economía. Como lo afirma un documento oficial leído por los mismos médicos: “la presencia de ARN vírico no equivale a la de un virus viable, es decir, capaz de reproducirse e infectar, y además, transmisible y capaz de constituir un inóculo suficiente para iniciar una infección invasora”. Esto quiere decir que una prueba de PCR que sólo detecta pequeños fragmentos de ARN no significa que la persona está enferma, no significa que sea contagiosa”. Por lo tanto, “no tienen por qué confinarse las personas que tienen un test positivo”.
Por Dra. María José Martínez Albarracín
Desde todos los estudios de medicina, una pandemia, una enfermedad, se basa principalmente en la clínica, es decir, en los síntomas que manifiesta la persona enferma. Y las pruebas diagnósticas sirven para corroborar el origen, la causa de esa posible enfermedad, o para hacer un diagnóstico diferencial. Pero nunca una epidemia sin clínica se puede catalogar así, o se puede publicitar, o se le puede dar esta expansión exagerada que se le está dando, sin clínica y basado solamente en una prueba diagnóstica.
Habéis oído también a mi compañero alemán decir que sobre esta pandemia hay muchas mentiras. Pues sí. Hay muchas mentiras. O por lo menos, lo que hay es falta de rigor científico. También hemos oído acusar mucho a las pseudoterapias, otras terapias médicas, porque según la opinión de determinados expertos, carecen de rigor científico.
Pero yo ahora voy a hacer un muy breve análisis, para que entendáis en qué se ha basado esta pandemia.
Del aislamiento -el supuesto aislamiento- del SARS-CoV-2 -que es el coronavirus en el que se basa la enfermedad conocida como COVID-19-, se publicó de un estudio que se hizo, en The New England Journal of Medicine en enero -el 24 de enero de 2020- sobre una posible neumonía de origen desconocido que había aparecido en China. Y después, se amplió esa información a primeros de febrero -creo que fue el 3 de febrero- en la revista Nature -dos revistas de prestigio en medicina.
Pero ¿qué se econtró ahí, y cómo se sabía que era un nuevo virus? Pues, lo que se hizo fue tomar unos exudados bronquiales, broncopulmonares, de los enfermos con esta nueva y grave neumonía, y a partir de allí se intentó aislar el material que había, el material genético.
Pero si se leen estos estudios con detalle y en profundidad, se ve que este aislamiento no se hizo con una purificación exhaustiva. Porque las células enfermas producen vesículas extracelulares, o exosomas, que muchas de ellas contienen proteínas, y ácido ribonucleico, que se puede confundir perfectamente con un virus, especialmente con un virus de ARN, o retrovirus.
Para separar esto hay que hacerlo, según los manuales de virología, mediante unas técnicas de centrifugación, en gradiente de densidad, muy delicadas. Y aun así, siempre va a quedar una cierta mezcla de viriones y de material celular. Después, en el artículo de Nature, esto se cultiva en células… -para que lo entendáis, son cultivos celulares de células cancerosas, es decir de células enfermas, que también expresan esos exosomas, o vesículas extracelulares.
Entonces, todo este material genético fragmentado, no es una cadena entera de ARN larga, perfecta y preciosa que podamos ver, sino fragmentos de esa cadena, que después mediante un programa de ordenador se recomponen. Y unas proteínas, como la famosa proteína spica y otras, que también mediante electroforesis se separan y se recomponen. Y con todo esto se hace una composición mediante ordenador, que después se clasifica en las bibliotecas genómicas. Entonces esta estructura ya recompuesta es a lo que teóricamente, basándose también en las bibliotecas genómicas existentes, se compara con coronavirus, y se ve que parece ser que es un coronavirus. Y que además es muy parecido, aproximadamente un 80% de su secuencia genética, coincide con el SARS-CoV-1, que fue el que ocasionó la epidemia de la gripe aviar.
Bueno, pues entonces, con este aislamiento más que dudoso, lo que se empieza a realizar rápidamente son pruebas diagnósticas que se van a basar en este virus, pero no en el virus completo. Porque el virus completo proporcionado por las bibliotecas genómicas tiene 29.903 nucleótidos. Casi 30.000. Y las pruebas PCR que se hacen, apenas detectan unos doscientos nucleótidos. Fijaros, de doscientos a treinta mil, es un fragmento pequeñísimo.
Para colmo, es una retro PCR. Como el virus es de ARN, primero tiene que transcribirse a ADN, y luego amplificarse. Por lo tanto, en esta retrotranscripción, en este paso de ARN a ADN, como las cantidades que se toman -por ejemplo, por un hisopado nasal- son muchos fragmentos celulares, ahí pueden aparecer ARNs de otro tipo. Y como el fragmento no es en absoluto específico, porque es un fragmento muy pequeño, podría perfectamente amplificarse otro material.
Pero además, para realizar una PCR necesitamos una cosa que se llaman cebadores. Es decir unos pequeños fragmentos de nucleótido que de unirán a la cadena de ADN retrotranscripta para que se pueda amplificar mediante una enzima llamada polimerasa. Claro, según el diseño de estos cebadores, vamos a amplificar unos fragmentos u otros —porque los cebadores se podrían unir entre sí y amplificarse también.
Pero, para colmo, nos dicen que el SARS-CoV-2 es, en un 80%, similar al SARS-CoV-1. Entonces, si tomamos un fragmento tan pequeñito como doscientos nucleótidos, ¿qué estamos amplificando? ¿El SARS-CoV-1, el SARS-CoV-2, el coronavirus fulano, el coronavirus mengano?
¿Qué está pasando con los rebrotes?
Cada día la televisión nos machaca diciendo “nosecuántos mil casos”, pero ni siquiera son test de anticuerpos. Son PCRs, es decir, tests que pueden dar positivo a cualquier fragmento de ARN de un coronavirus, o incluso de otras cosas. Pero digamos que es de un coronavirus…
Bueno, quizá para terminar ya, decir que hay un problema con los coronavirus, y es que los coronavirus producen un fenómeno que se llama “mejora inmunológica dependiente de anticuerpos” [antibody dependent immune enhancement, ADIE]. Esto se ha estudiado perfectamente -quizás en otro momento lo pueda desarrollar más, ahora no tenemos tiempo- en el dengue epidémico, que en un segundo contagio produce el dengue hemorrágico. Cuidado señores: también se produce en la gripe, especialmente en la gripe A.
La vacuna de la gripe este año tenía el H1N1. Entonces, hay estudios estadísticos que correlacionan con bastante probabilidad la vacuna de la gripe con el Covid-19 grave. No estamos negando la enfermedad Covid-19. Ha habido una alta mortalidad por esta enfermedad. Del hecho de que incluso no podamos afirmar -ni negar, pero tampoco afirmar- que se ha aislado un nuevo coronavirus, no somos negacionistas. No decimos que no ha habido enfermedad. Claro que la ha habido. Pero es que esta enfermedad es indistinguible de un síndrome de ADIE -por sus siglas en inglés- De una mejora inmunológica dependiente de anticuerpos.
Es decir, si nosotros hemos producido un montón de anticuerpos no neutralizantes con una vacuna de gripe H1N1 más una serie de coadyuvantes como el polisorbato 80 y el trioleato, que son detergentes y que favorecen que todo eso entre en las células… Es que, señores, no es lo mismo un macrófago reciba fragmentos de un virus mediante un fenómeno que se llama presentación de antígeno, a que ese virus se le meta dentro de la célula directamente. Porque entonces va a provocar una tormenta de citoquinas, va a provocar un fenómeno muy grave como la Covid-19.
Pues aquí lo que estamos diciendo es por qué no se investiga esto. Porque además una segunda vacuna podría proporcionar una enfermedad muchísimo más grave -y entonces luego decirnos que es una “segunda ola”, un “rebrote”, o yo que sé qué.
Por último terminar, porque como no tenemos mucho tiempo, decir que hay tratamiento para la Covid-19, ya lo creo que lo hay, ¡pero no es el remdesivir! El remdesivir, los estudios que hay son basura, y perdonádme que utilice esta expresión. Para nada, para nada ayudan en la enfermedad grave.
Lo que se ha visto es que la Covid-19 empieza primero con un síndrome leve, que a lo largo de una semana, en algunas personas, puede agravarse mucho. Entonces, cuando el síndrome es leve, se puede tratar muy bien con hidroxicloroquina. Sí, con hidroxicloroquina más zinc. Ha habido mucha controversia, pero es que la hidroxicloroquina es útil en el síndrome leve. No ya en el grave. En el síndrome grave -la tormenta de citoquinas- lo que hace falta es soporte vital.
Pero como la OMS desaconsejó hacer autopisas, hasta que unos médicos italianos valientes no empezaron a hacer autopsias y vieron que lo que había era un síndrome de coagulación intravascular diseminada, y que había que dar anticoagulantes y antiinflamatorios, no se empezaron a salvar vidas. Porque los respiradores tampoco valían. Con un pulmón que está absolutamente con todos sus vasos… los endotelios vasculares destrozados, el respirador no sirve para nada.
Entonces, ¿qué tratamientos hay? Pues los tratamientos preventivos extraordinarios son los tratamientos oxidativos, que destruyen cualquier virus. Y estos son: el ozono, el dióxido de cloro, y el peróxido de hidrógeno. Comprobado.