SANTIAGO CARDOZO / Hubo un tiempo en que la palabra “interpretación” gozaba de alta consideración. La idea de penetrar en un texto y poder leer lo que se decía y lo que se decía más allá o más acá de lo que se decía, lo que se callaba, lo que hablaba a través y/o a pesar de lo que se decía, las diversas formas en que la historia y la ideología tallaban (en) cada enunciado, cada engarce textual (aunque, ciertamente, sin agotar el sentido de lo dicho) era –y sigue siendo– el objetivo más añorado del aprendizaje de la lectura y la escritura+