ENSAYO
Por Fernando De Lucca
Hace dos millones de años, el género Homo ya existía desde por lo menos cuatrocientos mil años antes en África. Debido a los períodos glaciares sucesivos fue como nómade recorriendo el continente asiático y el americano llegando incluso a Australia. A su paso –y groseramente hablando- fue depredando todo lo que le rodeaba sin tener otra preocupación que su propia supervivencia y “algo más”. ¿Pero, todos los Homo Sapiens son iguales? ¿Qué es ese algo más?
Cuando conseguimos pensar que en los últimos diez mil años donde se “conoce” algo de historia y se deduce la “otra parte”, lo que vemos que queda como “esplendor” de cada civilización radicó en el colosal e irrefrenable ego de aquel que llegaba a tener poder por sobre los demás pares que eran considerados insignificantes, nos preguntamos por ese “algo más”.
El más conocido de los libros sagrados de la historia de la humanidad es el antiguo testamento y en sus comienzos tiene dos grandes momentos.
El primer momento es cuando dos seres primordiales, Adán “hombre” y su principio masculino y Eva “madre de los vivientes” como el femenino, que parecían ser descritos a través de su pura integración con las condiciones naturales del ambiente, se les ocurre comer –tentación- del conocimiento –el árbol de la ciencia y del bien y del mal- y es allí donde ocurre “algo más”.
Lo segundo es su descendencia, la historia de sus tres hijos, Caín, Abel y Set. Caín -“trabajador”- mata a Abel -“el que esta con Dios”- porque Abel obtiene una cercanía con Dios al ofrecerle, siendo pastor, sus ovejas más gordas. Caín agricultor le ofrece a Dios sus frutos y verduras en mal estado. No queda muy claro –y recordemos que lo que no queda claro es en general un precioso alimento para la imaginería interpretativa-, si Dios estimula por su enojo a Caín a matar a Abel o simplemente lo hace él mismo en un arrebato de celos demostrando la importancia –loca- de Caín por la aprobación y el amor de Dios. Caín con un estigma visible –y con la protección de Dios que no permite que se le haga daño pues aquel que lo hagan “sería vengado siete veces”, edifica la cuidad de Enoc al oriente de Edén, se casa y tiene descendencia. Muere arrepentido aunque Dios le dice: ¿Que has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra. Ahora pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano. Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza; errante y vagabundo serás en la tierra. (Génesis 4:10-12)
Adán a sus 130 años tuvo a Set que vivió 912 años. Set significa “establecer” o “colocar” como forma de poder sustituir a Abel.
También Set tuvo un hijo, al que llamó Enós. Desde entonces se comenzó a invocar el nombre del Señor, (Génesis 4:26)
¿Qué hay aquí respecto al “algo más”?
Bueno, comencemos con el comentario de la génesis psicológica de la humanidad desde lo simbólico, lo mítico y también desde la realidad histórica de su deambular sobre la tierra.
Tenemos entonces la historia que se revela a través de variadas maneras, a saber: las metáforas pseudo interpretativas acerca de la historia que habremos de develar, las consideraciones místicas de la historia con su fuerza sobre el alma humana y la ciencia que revela los errores egoicos sobre los hechos históricos que las conveniencias de turno imponen.
¿Y el algo más?
La historia está presente en el presente y entonces podríamos decir que fenomenológicamente hablando, los humanos seríamos una especie que por algún motivo se logra separar de aquello que le es dado de forma natural. La naturaleza que es nuestro entorno es lo que nos provee de todo lo necesario para la vida y es antes que esto lo que nos da la vida. Algo tan trascendente, que habría de ser honrado y respetado pasa a un segundo plano y así reina el ego que no es otra cosa que nuestra importancia personal colocada por delante y por encima de Nuestra Creación. No es demasiado nuevo que el “Ser Humano ha matado a Dios”. “Dios ha muerto” plantea Nietzsche considerando al Dios cristiano ya no siendo fuente de los principios morales y la misma frase va para Hegel e incluso Dostoievski usándolo para dar a entender el colapso de las ciudades estado y su orden autónomo. Hemos matado a Dios Todopoderoso y así hemos ido considerando que todo lo que está fuera de nosotros mismo está únicamente para satisfacer indiscriminadamente nuestros fines. Está tergiversación de la realidad, este error cognitivo junto al apoyo emocional que justifica sus acciones es el Homo que comienza creyendo que sabe algo -que en realidad solo Dios sabe. Cree que conoce y cree que comprende y cree que todo está allí para ser manipulado según sus necesidades biológicas y psicológicas. Cree que puede esconderse de ese ojo divino porque simplemente no fue descubierto en sus acciones por otros pares que podrían hacer justicia de sus actos. Y también cree que puede esconderlo de su conciencia. Tan ignorante es su constitución más fina -por supuesto solapada por capacidades creativas maravillosamente sofisticadas- que asombraría a cualquier ser de elevada conciencia ética. Por tanto el “algo” es el USO de su conciencia. Ya he compartido el significado de la conciencia en otros ensayos anteriores. No deseo ser repetitivo pues pretendo que estos ensayos tengan un ordenamiento evolutivo en cuanto a su contenido y la forma en que pueden abarcar conciencia intrínseca.
Desde el comienzo de los tiempos hay un principio masculino que direcciona y fecunda a un principio femenino receptor y creativo que hacen juntos que surja algo a partir de estos dos. Eso que surge está ligado irremediablemente a los dos principios que le dieron origen. De allí la importancia del origen. Estos principios están representados en lo concreto por seres que biológicamente pueden hacer realidad estos principios. Toda metáfora se correlaciona con lo material y viceversa. Luego de que el hijo o hija nace de sus padres y por lo tanto toma esto como su origen, se dispone a vivir su vida. La historia divina considera que por encima de todo esto está Dios que pretendo tomarlo aquí como la creación en sí misma.
Ese Dios premia y castiga según la interpretación de la mente/conciencia humana que fue corrompida por el fruto del “árbol de la ciencia del bien y del mal”. O sea que el creer que sabemos algo se convierte en la génesis de nuestros males y los hijos de este gran mal se destruyen a sí mismos y al prójimo y así son condenados a deambular por la tierra que no va a darle sus frutos por castigo eterno de sus pecados infames. Viviremos arrepentidos no solo durante nuestra existencia sino para siempre. Si alguien cree que estoy siendo decadente y pesimista por favor absténgase un momento. Si estoy hablando de esto es porque siempre me llamó la idea de encontrar una salida. Ese es el cometido de la segunda parte de este trabajo. Por ahora vayamos reflexionando y tal vez hasta investigando sobre todo esto.