ENSAYO
Queridos lectores, amigos, colegas, continuando con mis reflexiones sobre ancestros y genealogías, sigue la segunda parte de mi nueva obra teatral, parte de la trilogía de Los Muertos mal Enterrados.
Por Mauro Baptista Vedia
“Muero sin saber por qué: la historia del poeta Jorge Mariano Mitre y su muerte en Rio de Janeiro en 1870”
Drama histórico familiar.
PERSONAJES
Jorge Mariano Mitre, poeta, 18 años
Delfina de Vedia Pérez, madre de Jorge, traductora.
Bartolomé Mitre, padre de Jorge, en la época de la historia, ex presidente de la República Argentina (1862-1868), militar, historiador (Historia de Belgrano, Historia de San Martin), traductor de La Divina Comedia, poeta, periodista, fundador del diario La Nación.
Mauro Vedia, personaje alter ego del autor Mauro Baptista Vedia.
Lila Mitre (1878-1958), sobrina de Jorge Mariano, bisabuela de Mauro.
Ariel Baptista, porque fue un personaje y porque es el padre del autor.
Actor narrador
Actriz enciclopedia
“Es evidente que algunas personas llevan en sí mismas “criptas”, tumbas a las que han huído muertos mal enterrados, mal muertos, enterrados con secretos no decibles por sus descendientes, o muertos injustos (muertes prematuras, asesinatos, genocidios.) El comportamiento extraño, la enfermedad o el delirio, encanan con frecuencia a este fantasma y ponen en escena la agitación verbal o los movimientos de un secreto enterrado vivo en el inconsciente de los padres y de los abuelos.”
Anne Ancelin Schutzenberger, “Ay, mis ancestros!”
DEDICATORIA
A mis ancestros de la rama paterna: Baptista, Vedia, Pérez, Mitre, Pérez y Pérez Castellanos, Pereyra Souza y tantos otros de quienes supe de su existencia hace muy poco tiempo. Sin ellos, yo no estaría aquí. En 2012, estuve cerca de irme de este mundo. El universo y la medicina moderna, me dieron una segunda oportunidad, si bien ahora sin tiroides. Y empecé a escavar, a buscar, a investigar, a desenterrar… y por qué no, a galopar, parafraseando a Rafael Alberti
Al tío “Peter”, a quien imagino hoy en el más allá, haciendo lo que siempre hizo en los últimos años, dando clases a estudiantes de secundaria sobre La Divina Comedia y El Quijote.
A mi tío Alejandro Felipe, que en este año del 2020, está tan vivo como yo en este mundo imperfecto y ha sido siempre muy abierto y acogedor a mis investigaciones.
A Enrique Bordagorri y Alberto del Pino Menck, fundamentales en esta investigación.
A Jorge, Delfina, Lila y Bartolomé, personajes de esta obra. A ellos le dedico esta historia y les pido permiso para contarla.
A Rafael Noboa Aldecoa, por todo.
Advertencia
La siguiente historia es basada en hechos reales ocurridos en el siglo XIX. Todas las cartas, diarios y artículos periodísticos son documentos históricos de dominio público. Otras palabras y acciones de los personajes serán decisiones del autor, que todavía no sabe si es autor, si es personaje o si es autor y personaje. En este momento, el autor prefiere suponerse un mero escriba, un instrumento de fuerzas superiores.
Nota:
La obra se desarrolla en varios períodos históricos, desde 1870 hasta la actualidad, y en diferentes ciudades, lugares y países: Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires. Estos cambios de escenarios, tiempos y lugares deben ser ágiles. El vestuario debe ser minimalista, poco realista y transmitir las diferentes épocas a través de detalles y conceptos de vestuario que sinteticen estas diferencias.

(CONTINUACIÓN DE LA PUBLICACIÓN DEL NÚMERO 13)
UN TEATRO, GRANDE, IMPONENTE, MAGNÍFICO.
DELFINA
Bartolomé, esta vestimenta que usas es de una época algo posterior, cuando eras Presidente de la República. También me sorprende verte tan elegante.
BARTOLOMÉ
Gracias, Delfina. Te tomó tiempo elogiarme.
DELFINA
Siempre fuiste, además de inteligente y culto, un hombre hermoso.
BARTOLOMÉ
Gracias Delfina, yo no era nada em comparación contigo.
DELFINA
Recuerdo cuando nos conocimos en la casa de la familia Olazábal en Montevideo. Me maravillaste apenas entraste, si bien eras algo joven para mí.
BARTOLOMÉ
Era la época del gobierno de Defensa, cuando Montevideo fue llamada por Alexandre Dumas como La nueva Troya.
DELFINA
Me acuerdo perfectamente, fue en julio de 1839. Montevideo estaba sitiada por Oribe y Rosas.
BARTOLOMÉ
Juan Manuel de Rosas, siempre él. No puedo olvidarlo ni siquiera en la eternidad.
DELFINA
La ciudad llena de extranjeros de todas partes del mundo.
BARTOLOMÉ
Entre ellos, Garibaldi. Una persona fascinante: nos hicimos amigos, le impresionó mi escritura.
DELFINA
Qué tiempos tan difíciles pero interesantes. Yo hablaba francés todos los días.
BARTOLOMÉ
¡Montevideo parecía un pedazo de Europa!
DELFINA
No me gustó mucho la novela de Alexandre Dumas. Tengo mejores recuerdos de aquellos años que lo que retrata la novela.
BARTOLOMÉ
A mí me gustó. Hoy admito que es bastante mejor que mi novela Soledad.
DELFINA
Estabas ocupado con proyectos muy ambiciosos. ¿Como ibas a escribir buena ficción?
BARTOLOMÉ
No me acuerdo si nos conocimos en el salón de la familia Olazábal o en tu casa, que era vecina.
DELFINA
Fue en la casa de Olazábal.
BARTOLOMÉ
Rara vez he visto tanta coherencia entre la mente y el alma como tu Delfina.
DELFINA
Mi familia no quería que me casara contigo, un hijo de un simple funcionario público. Yo fui educada para ser la esposa de un gobernador, nuestro linaje en España se remonta al siglo XIII.
BARTOLOMÉ
Lo sé. Pero poco a poco impresioné a tu padre, a tu madre y a tu hermano mayor, Joaquín Felipe.
DELFINA
¿Dónde estará Joaquín Felipe? ¿Qué será de él en el más allá?
BARTOLOMÉ
Debe estar bien. Murió como un héroe, dejó la vida por sus ideales en la batalla de Arroyo Grande. Si en la retirada de nuestro ejército, hubiera abandonado aquel cañón un poco antes.
DELFINA
Joaquín era impulsivo, exagerado, demasiado valiente. ¿Recuerdas cómo se burlaba de ti y ponía a prueba tus conocimientos? ¿Cómo te preguntaba sobre la Biblia?
BARTOLOMÉ
Tu hermano era muy exigente. Creo que argumenté bien.
DELFINA
La divina comedia te salvó.
(Pausa)
Bartolomé, más allá de tu inteligencia y cultura, siempre fuiste muy seductor.
BARTOLOMÉ
Prefiero ser recordado por lo que hice por la humanidad. Un hombre no se define por lo que puede ser, sino por lo que logra ser. Un hombre se define por su obra.
DELFINA
Estoy de acuerdo, si por obra entendemos no solamente las conquistas materiales o intelectuales, sino también las religiosas y espirituales.
BARTOLOMÉ
Por supuesto. Por eso siempre me importó un bledo mi belleza física.
DELFINA
Eso no es lo que muestran tus retratos, mi querido Bartolomé.
BARTOLOMÉ
“Touché”.
(Silencio)
Querida Delfina, tu falleciste mucho antes que yo, casi no me viste envejecer.
DELFINA
Más de 20 años antes.
BARTOLOMÉ
El 6 de septiembre de 1882, a la una y media de la mañana. Lo recuerdo como si fuera hoy.
DELFINA
Por desgracia, querido Bartolomé, tú no tuviste tanta suerte y viste a tu esposa envejecer mucho.
BARTOLOMÉ
No digas eso, querida.
DELFINA
Después de mis cincuenta años, después de … después de lo que pasó en Río de Janeiro, me convertí en otra mujer. Me fui apagando poco a poco.
BARTOLOMÉ
No digas eso, mi querida Delfina.
DELFINA
Te alejaste de mí, Bartolomé.
BARTOLOMÉ
Eso no es cierto. Todos sufrimos.
DELFINA
Todos en la familia sabíamos de tu vicio por los prostíbulos.
BARTOLOMÉ
Sólo cuando enviudé Delfina, no manches la memoria de nuestro casamiento.
DELFINA
¡Cómo recuerdo a nuestro hijo Jorge! ¡Como duele la memoria de nuestro hijo!
BARTOLOMÉ
¡Por favor, no lo recuerdes! ¡Por favor!
(Mitre se aleja de Delfina, enfadado).
¿Dónde estamos?
(mira hacia arriba y grita)
¿Por qué esto? ¿qué estamos haciendo aquí?
DELFINA
Recuerdo como si fuera hoy cuando escribía en mi diario: “Hablo contigo, hijo de mi alma, que estás en el cielo; hablo ante ese Dios que ve los corazones…”
BARTOLOMÉ
Basta! Ya es suficiente. ¡No quiero escuchar!
DELFINA
“Hablo con mi conciencia, cuando vengo a desahogar en este silencioso coloquio”
BARTOLOMÉ
(Se tapa los oídos con las manos. Histérico, canta el himno argentino)
“Oíd inmortales el grito sagrado,
¡Libertad, libertad, libertad!”
DELFINA
“la exuberancia de esos sentimientos que me oprimen”.
BARTOLOMÉ
¡Por favor, Delfina! ¡Basta! ¡Por favor!
DELFINA
Bartolomé. ¡Atención! Siento la presencia de nuestro hijo… está cerca.
BARTOLOMÉ
¿Estás segura?
DELFINA
¡Yo lo siento! ¡Jorge! ¿Estás ahí, querido hijo?
BARTOLOMÉ
¿Fuimos llamados, fuimos por acaso convocados? ¿Pero por quién? ¿Quién creó esta situación?
DELFINA
Fuimos llamados. Fuimos INVOCADOS, lo sé, lo intuyo, lo siento. ¡Confía en mis palabras Bartolomé!
BARTOLOMÉ
¿Es un ritual? Y si así fuese, ¿quién lo hace? ¿Es algún antiguo colega mío de la masonería? ¿Es una bruja originaria de una obra de Shakespeare?
DELFINA
Y yo, que ya había olvidado por completo esta encarnación, otra vez siento el dolor desgarrador de la pérdida de mi hijo Jorge.
BARTOLOMÉ
Hago mías sus palabras Delfina.
(Mira al cielo. Levanta la voz)
¿Quién está detrás de esta payasada? ¿Qué es este deplorable espectáculo?
DELFINA
Fuimos invocados con una fuerza singular, no tengo ninguna duda.
BARTOLOMÉ
¿Pero por quién? Para qué esta puesta en escena, este T E A T R O.
(Pausa)
Un teatro. Es eso. ¿Y si este lugar es un teatro, si esto fuera apenas una obra teatral?
DELFINA
¿Un teatro? ¿Pero para qué? ¿Qué sentido tiene? Hasta ahora sólo hemos expresado sufrimiento, dolor, angustia. Hasta ahora hemos sido personajes que no pueden olvidar el pasado. ¿Eso es arte?
BARTOLOMÉ
No lo creo. Yo también pregunto: ¿Dónde están las grandes preguntas de la humanidad? Esto sólo concierne a nuestra familia.
DELFINA
¿Qué hay del aprendizaje que el arte tiene que proporcionar?
BARTOLOMÉ
¿Quién nos convocó? ¿Dios?
DELFINA
¿Crees en Dios ahora?
BARTOLOMÉ
La masonería siempre creyó en una autoridad superior.
DELFINA
No siento que sea Dios.
BARTOLOMÉ
¿Quién, entonces?
¡Hola! Sea quien sea, exijo que aparezca ya.
Hola. Sea esto una casa, un palacio o una iglesia, hazte presente, seas tú quien
Seas, hazte presente.
Bartolomé y Delfina miran a los lados, al techo.
BARTOLOMÉ
Basta. Es suficiente. No me gusta esta situación. Voy a salir ya. Fue un gusto volver a verte, mi querida Delfina.
DELFINA
¿Me abandonas?
Bartolomé camina unos pasos hacia el público, pero una fuerza invisible lo detiene en el palco.
BARTOLOMÉ
Pero, ¿qué está pasando? No puedo salir, estamos atrapados, ¡Delfina!
BARTOLOMÉ
¡Hola! A quien nos convocó, le digo que espero sea por una razón muy poderosa. Yo y mi difunta esposa… lo siento, querida, pero es la realidad, estás muerta “Yo y mi difunta, si bien aquí presente esposa Delfina de Vedia.”
DELFINA
No hay problema Bartolomé, también eres mi difunto esposo. Moriste en 1906, todo el mundo lo sabe.
BARTOLOMÉ
Mi esposa Delfina y yo queremos salir de este lugar, dejar este “teatro”, por así llamarlo… ¿Ahora, entendió?
(GRITA)
¡Ahora!
DELFINA
No te enfades, Bartolomé. No es tu estilo.
BARTOLOMÉ
No es ira. Es indignación.
DELFINA
Tengo que volver a mi encarnación actual, a mi “persona”, tenía muchas cosas para hacer.
BARTOLOMÉ
Tal vez pueda ayudar.
DELFINA
Por supuesto que no. Como deberías saber, ahora estoy en otro cuerpo, en otra situación, en otra familia, sin ningún recuerdo de Delfina de Vedia.
BARTOLOMÉ
Yo tampoco recordaba a Bartolomé Mitre. Supongo que por eso grité un poco, impuse algo de autoridad. Echo de menos al Bartolomé Mitre de antaño, extraño mis discursos a la población la terraza de la casa de la calle San Martín.
DELFINA
¡Oye! ¡Alguien viene! Oigo pasos.
BARTOLOMÉ
Tienes razón. Esta frase se la dedico a William Shakespeare.
(Proyecta la voz)
“¿Quién está ahí?”
Una figura masculina se acerca, el tronco curvado hacia adelante. Lleva un sombrero que cubre la mayor parte de su rostro. La iluminación lo deja en la penumbra. El hombre camina como un sonámbulo.
DELFINA
Tal será quien nos invocó.
BARTOLOMÉ
No lo creo. No tendría el coraje. ¿Quién está ahí?
La figura humana llega cerca de Bartolomé y Delfina.
BARTOLOMÉ
No puedo creerlo.
DELFINA
¿Quién eres? Habla, por favor.
(Observa al hombre)
Oh, lo sabía, lo sentía, lo sabía.
BARTOLOMÉ
¿Es él, Delfina? ¿Es ese nuestro hijo?
DELFINA
Sí, Bartolomé. Es Jorge.
BARTOLOMÉ
No puedo mirar esa cara. Ya sufrí bastante. ¡Quiero salir de aquí! ¡Quiero desaparecer!
Bartolomé le da la espalda a Delfina y al hombre. Delfina le coge el brazo.
DELFINA
Bartolomé, por favor! ¡Sé fuerte!
Bartolomé se aleja de Delfina.
BARTOLOMÉ
Esta payasada sólo puede ser una obra de teatro. ¡Una pésima obra!! ¿Quién es el autor de estas escenas? ¿Quién es el autor?
El hombre se acerca a Delfina. Está avergonzado, triste.
DELFINA
Jorge, ¿eres mi querido hijo? ¿Son por ventura las palabras que te escribí en mi diario las que finalmente te trajeron?
“Habla conmigo, hijo del alma, que estás en el cielo, habla ante Dios que ve los corazones, yo, tu madre, hablo con mi conciencia, cuando vengo a desahogar en este silencioso coloquio, la exuberancia de los sentimientos que me oprimen”.
¿Eres tú? ¿Responde, por favor!
El hombre se queda quieto.
Delfina camina por el escenario dominaba por el dolor y la desesperación.
DELFINA
“Espíritu dulcísimo de mi hijo, que tal vez vuelas aquí. Entristecido e identificado con mi alma, recibe este recuerdo de tu inconsolable madre, y vigila a los tuyos que están en la lejanía del hogar”.
JORGE
(Se quita el sombrero, levanta la cara)
Soy yo, mamita. Soy yo.
DELFINA
¡Jorge!
Delfina y Jorge se abrazan.
JORGE
Perdóname, mamita, perdóname.
BARTOLOMÉ
(voz alta)
¿Quién es el autor de este teatro? ¿Quién está detrás de esta broma morbosa? ¡Preséntese ahora! ¡Quiero salir de este sainete de quinta categoría! ¡Quiero salir ya! ¡Soy el General Bartolomé Mitre! Yo fui el primer presidente de la República Argentina, escribí Historia de San Martin e Historia de Belgrano, peleé en mil batallas, traduje La Divina Comedia, fui periodista y poeta, fundé el diario La Nación. Yo derroté a Rosas, a Urquiza, a Solano López. Fui, durante décadas, repito, DÉCADAS, protagonista de la construcción de la Argentina. Soy Mitre, “EL PATRICIO”, y me niego a participar en esta payasada.
Largo silencio.
VOZ DEL AUTOR
Hola. Hola… Bartolomé. ¿Me oye?
BARTOLOMÉ
Sí. Te escucho. ¿Quién está ahí?
VOZ DEL AUTOR
Soy… soy… el escritor de la obra. Soy el que lo llamó aquí, soy el responsable de todo esto.
BARTOLOMÉ
Ah, lo sabía, lo sabía. ¿Su nombre?
VOZ DEL AUTOR
Hummm…Mauro.
BARTOLOMÉ
Mauro… el nombre es una variante de Mauricio. ¿Para qué todo esto? ¿Por qué Delfina, yo y ahora Jorge, en este palco?
VOZ DEL AUTOR
Quiero evocar, quiero recrear, pensar lo que pasó en Río de Janeiro, Bartolomé.
BARTOLOMÉ
¿Quién le dio permiso para llamarme Bartolomé? Sólo mi familia me llama así.
VOZ DEL AUTOR
Es sólo que… Tiene razón, General.
BARTOLOMÉ
Mejor. Mauro, no sé si entiendo su pregunta, ¿qué pasó en Río de Janeiro?
VOZ DEL AUTOR
Usted sabe de lo que hablo. Me refiero a lo que ocurrió en Río de Janeiro en 1870, más precisamente el 17 de octubre de ese año, en el Hotel de los Extranjeros.
BARTOLOMÉ
Así es sobre eso que está escribiendo.
MAURO
Si.
BARTOLOMÉ
Yo he sufrido todo lo que tenía que sufrir con esa historia. ¿Hay alguna manera de volver atrás y corregir lo que ocurrió? Puedes retroceder en el tiempo e impedir esta… ¿Mauricio?
VOZ DEL AUTOR
No, por supuesto que no.
BARTOLOMÉ
Lo sabía. No eres Dios, ni siquiera un humilde y mero representante, sólo eres un tipo que escribe teatro.
VOZ DEL AUTOR
Usted, más que nadie, no debería despreciar el poder de la escritura.
BARTOLOMÉ
Cierto. Pero es que hay ciertas tragedias como esta que no dejan nada bueno. Sólo dolor.
VOZ DEL AUTOR
General. Seré honesto y sincero. No sé para qué contar esta historia. Pero sé que merece ser contada. Tal vez contarla permita reflexionar sobre lo que pasó, aliviar el dolor, disminuir el trauma.
BARTOLOMÉ
Tengo mis serias dudas.
VOZ DEL AUTOR
General. Quédese con nosotros. Es sólo una hora y media.
BARTOLOMÉ
Quiero salir. Me niego a participar. Esta historia duele demasiado. Después de lo que ocurrió, a fui a Río de Janeiro en una misión oficial, visité la tumba de mi hijo, llevé una corona de flores de Delfina. Después de muchos trámites, más de dos años después, logramos repatriar los restos y enterrar a nuestro hijo en el cementerio. Quiero salir y voy a salir.
Bartolomé se encamina a dejar el lugar. Delfina viene hasta Bartolomé. Jorge está en la penumbra, como un fantasma.
DELFINA
¡Bartolomé! ¡Quédate!
BARTOLOMÉ
Hasta luego.
Delfina lo toma por el brazo
DELFINA
¡No te atrevas! Quédate aquí por Jorge, quédate por mí. ¡Es lo menos que podemos hacer! Ambos sabemos que cometimos errores con nuestro hijo.
BARTOLOMÉ
Delfina, ¿no ves que lo que este Mauro está tratando de hacer? Un espectáculo vil, un circo.
DELFINA
Tenemos que confiar en el autor. Nos equivocamos. Nunca debí dejar que enviaras a Jorge a Río de Janeiro.
BARTOLOMÉ
Delfina, fue la decisión correcta. Lo hice con nuestro primogénito Bartolomé cuando lo envié a Estados Unidos con Sarmiento. Y fue un éxito. ¿Por qué no repetiría la estrategia con Jorge?
DELFINA
Jorge era diferente, era demasiado sensible.
¡Cometimos un error!
BARTOLOMÉ
¡Puede que yo haya cometido un error! ¿Pero tú, Delfina? Siempre hiciste todo por Jorge, tu vivías para él.
DELFINA
Yo debería haber evitado ese viaje. Debí fingir que me volvía loca.
BARTOLOMÉ
Ridículo. Con permiso, me voy.
DELFINA
¡No lo harás! ¡Esta vez la última palabra es mía! Y esta vez el que tiene la pluma es el autor y no tú.
BARTOLOMÉ
Hasta luego.
DELFINA
(mira hacia arriba)
Mauro, no lo deje ir, haga algo.
Bartolomé camina. De repente se paraliza y siente dolor.
BARTOLOMÉ
¡No! Esa herida no, por favor.
VOZ DEL AUTOR
Hecho.
DELFINA
Puede parar.
Bartolomé se recupera.
BARTOLOMÉ
Volví a sentir el dolor de cuando me quitaron los trozos de proyectil de la cabeza, sin anestesia. Este autor me recuerda mis peores enemigos.
DELFINA
Lo siento Bartolomé, no podía dejarte ir. ¿Nos quedamos? Te necesito.
BARTOLOMÉ
Todavía no veo el punto. ¿Autor, no tiene más argumentos que la tortura y el poder para hacer que me quede? ¿Es ese su único talento? Porque, insisto, si esta obra es apenas para regocijarse con el dolor y el sufrimiento de lo que ocurrió en Rio de Janeiro, si es para exponer a nuestra familia, si es para mostrar nuestras intimidades y errores, yo me opongo terminantemente. Y si me presta una pluma, tinta y papel, lo argumentaré por escrito. Y en ese caso, querido autor, cuídese.
Escuchamos una voz.
JORGE
Padre, madre.
Bartolomé y Delfina miran a Jorge..
DELFINA
¿Que, mi querido Jorge?
JORGE
Traje una carta.
DELFINA
¿Una carta? ¿Cuál carta?
JORGE
Una carta que les escribí a ustedes dos esa noche.
BARTOLOMÉ
¿Qué carta? No existe tal carta.
DELFINA
¡Jorge! No dejaste ninguna carta para tu padre. Y para mí, tus cartas fueron muy breves y sin terminar.
BARTOLOMÉ
Es un hecho histórico,
JORGE
Traje una carta, dirigida a ustedes dos, que nadie conoce.
Delfina cae a piso. Bartolomé la ayuda.
BARTOLOMÉ
Mira lo que le hiciste a tu madre. Otra vez.
Jorge saca una carta de su ropa.
JORGE
Mauro… Autor… ¿Puedo leer?
Silencio
VOZ DEL AUTOR
Todavía no, Jorge, todavía no.
