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Las redes sociales son plataformas digitales que permiten a los usuarios integrar diferentes comunidades ya sea por amistad, intereses comunes o incluso trabajo. Cuando una persona se transforma en usuario, vive la sensación de integrarse a una gran red de información e interacciones. Con unos pocos contactos ya se empieza a abrir una nube de vínculos, videos, comentarios y opiniones asociados a los más diversos temas culturales, religiosos, políticos, deportivos, etc.

Por Valeria d’Andurain (*)

Así, las posibilidades que nos brindan las redes sociales empiezan desde compartir con nuestro círculo cercano, hasta ser capaces de vincularnos e interactuar en el mismo espacio con cientos, incluso miles de personas, como es caso de Twitter o Facebook, dándonos la sensación de compartir un amplio y diverso espacio. Desde esa vasta socialización con gente diversa, que en muchos casos no conocemos personalmente, se crea un imaginario en que mi red de Internet se asemeja bastante a la complejidad y variedad social que existe en la vida real. 

El problema es que esta idea es completamente falsa. Lo que sucede en realidad es que desde el momento en que un usuario agrega por primera vez su perfil en redes sociales, pasa a integrar el mundo virtual a partir de un algoritmo bien definido.

Un algoritmo es un conjunto de instrucciones o reglas que permite resolver un cálculo o un problema abstracto y su funcionamiento se basa en la existencia de datos cuantificados. Su articulación en las redes sociales es poco conocido, sin embargo, se sabe que al menos operan con un objetivo: y es que el usuario pase la mayor parte del tiempo compartiendo contenidos en la red. Para lograrlo, mostrará en el universo virtual de cada usuario los contenidos, imágenes, opiniones y videos, afines a sus preferencias. Este objetivo lo alcanza mediante un conocimiento previo del comportamiento acumulado de cada usuario especifico: nuestros comentarios, si pinchamos o no en tal o cual enlace, las interacciones que mantenemos o no con nuestros amigos y las páginas que seguimos, entre otros. Así empezamos a construir nuestra propia burbuja. 

Al parecer, es justamente lo anterior, ese efecto burbuja, lo que hace tan atractiva la participación en redes. En los capítulos siguientes intentaré explicar a la luz del pensamiento de M. Heidegger que, en el universo digital, se crea un espacio donde en forma inconsciente se ha aceptado una manera de coestar, alivianando nuestra cotidianeidad. Las consecuencias de este efecto son variadas, pero en este estudio se intentará explicar cómo se constituyen los usuarios de redes que son generadores y consumidores de contenido, y al mismo tiempo, están desprovistos de oposición y confrontación. La comunicación a través de las redes sociales está sentando nuevos paradigmas, la interacción digital nos estarían haciendo escapar constantemente de las experiencias que generan una irrupción de lo otro en virtud de su negatividad, no estamos viendo que la técnica amenaza constantemente con apoderarse de ámbitos humanos, desarraigándonos de nuestro pensar y de nuestro lenguaje que para M. Heidegger es precisamente, la casa del ser. 

1 El usuario de redes y el efecto burbuja

El dasein (ser) no se constituye a partir de una idea concreta de existencia ni tampoco a partir de propiedades específicas que lo determinen, sino que somos seres abiertos a la posibilidad. Esto quiere decir, que el carácter de sujeto del propio dasein y del dasein de los otros se determina en su convivir cotidiano. Así el dasein está sujeto al dominio de los otros, lo que el dasein ha aceptado sin darse cuenta, disponiendo de las posibilidades cotidianas de su propio ser. Uno mismo forma parte de los otros y refuerza su poder, los otros son los que existen en la convivencia cotidiana. Este es el concepto de dasman de Heidegger, que podemos encontrar muy vivamente en las redes sociales.

El usuario de redes tiene una identidad a través de un perfil y trabaja incesantemente en él para optimizarlo. Su mundo inmediato y circundante son los otros usuarios de la red, que determinan su propia existencia. Byung-Chul Han en su libro En el Enjambre define el universo digital como un habitar de ventanas con puertas que, sin espacios ni instancias intermedias, comunican con otras ventanas, a través de las ventanas no miramos a un espacio público, sino a otras ventanas (Han, B-C. En el Enjambre, p 34). Esta forma de convivir disuelve completamente al dasein propio en el modo de ser de los otros, haciendo cada vez más lejanos e inaccesibles los puntos de vista diferentes, a esto se denomina el efecto burbuja. Para H. Arendt la previsibilidad de conductas generadas socialmente equivale a una forma de muerte de lo humano, aunque el cuerpo se mantenga vivo.

La burbuja, que no es nadie determinado y que son todos, prescribe el modo de ser de la cotidianeidad. Esta burbuja donde opera el dasman de Heidegger hace más difícil la confrontación, el individuo se crea sin oposición y la burbuja despliega una dictadura, con una unificación de la información y la repetición de lo igual, es decir, se regula a través de la medianía de lo que debe hacerse, de lo que se acepta o se rechaza, a lo que se niega o concede el éxito, alivianando al propio dasein de su cotidianeidad (Heidegger, M. Der y Tiempo, parágrafo 27. p.152). No sólo compartimos más lo que nos gusta, sino que somos menos críticos con los contenidos, basta que se asemeje a nuestra manera de pensar para validarlo, y rechazar aquello que nos contradice satisfaciendo los requerimientos del dasein, en un modo impropio del vivir. Esto nos ha llevado, paradójicamente a construir un espacio pequeño y acotado, dentro del inmenso universo de la red; donde solo se reafirman los propios juicios de valor y opiniones, muy diferente al imaginario que nos proporcionan las redes sociales: la representación de la complejidad que existe en la sociedad. Así, las redes sociales nos ilusionan con la existencia de confrontación de opiniones, cuando en realidad no las hay, más bien existe una especie de conjunto de dictaduras polarizadas y aisladas entre sí lo que hace aumentar el dominio del dasman en el propio dasein.

Los algoritmos usados en redes sociales son la técnica, el dasman se escabulle constantemente donde hay que tomar una decisión, eso se lo deja a la técnica, al algoritmo. Así la burbuja despoja al dasein de su propia responsabilidad en la toma las decisiones, no hay comprensión en ello, por tanto, esas decisiones se vuelven superfluas, ya que carecen del lenguaje intersubjetivo y sólo cuenta con las coherencias matemáticas provenientes de la manera en que ellas operan. 

Por este motivo, las decisiones del algoritmo en redes son totalitarias, deciden unilateralmente y cuidan el curso de la existencia del sistema, sin que esta decisión pueda ser contradicha. Naturalmente celebramos la Internet como un agente de libertad, pero encierra un potencial de vigilancia y control (Vatter, M y Nitschack, H. Hannah Arendt: Sobrevivir al totalitarismo. p.39). Los usuarios digitales crean una red y se comunican intensamente entre ellos, lo cual facilita el control. Cada clic queda almacenado, en cada acción dejamos huellas digitales. El exceso de información nos está haciendo prisioneros de las mismas redes sometiéndonos a una sociedad de vigilancia y control, cada uno observa y vigila al otro, las mismas cosas que usamos en la vida cotidiana almacenan digitalmente nuestro quehacer y preferencias, contribuyendo a la protocolización de nuestras vidas. Nos estamos acercando a obtener modelos de conducta de las masas a partir de la digitalización de la información que nosotros mismos proveemos. La burbuja alivia al dasein en su cotidianeidad y al verse cumplidos los requerimientos del propio dasein, la burbuja se refuerza en su dominio. 

El usuario de redes se siente portador de la verdad. Así la promesa de las redes sociales aparece como el instrumento que puede maximizar la libertad de expresión. Otra ilusión, porque la burbuja de cada usuario no permite que se exprese de manera libre la burbuja opuesta, no llega a conocerla, no se topan, no conviven, se desconocen la una a la otra. 

Además de lo igual, de la falta de confrontación en la información que fluye libremente a través de las redes, se puede visualizar otro conflicto: el anonimato en la opinión, en la generación y traspaso de información. La comunicación anónima que es fomentada por el espacio digital destruye masivamente el respeto. Al nombre va unida la responsabilidad, el hacerse cargo de la palabra dicha. Uno de los grandes beneficios que generan las redes sociales es, que la comunicación digital deshace las distancias tanto temporal como espacial. El beneficio es evidente, podemos comunicarnos donde y cuando queramos, pero el entendimiento y el respeto requieren de una mirada distanciada y la comunicación digital deshace, en general, las distancias. La destrucción de las distancias espaciales va de la mano con la erosión de las distancias mentales (Han, B. C, En el Enjambre. p. 14) 

Podríamos citar innumerables ejemplos de intercambios de opinión en redes de los más diversos temas que producto de la comunicación anónima afecta de diferentes maneras a la comunidad. Internet se ha llegado a transformar incluso en una verdadera “corte digital”, donde los miles de usuarios son los jueces virtuales, portadores anónimos de una verdad absoluta, que quieren expresar su opinión activamente, otorgan un veredicto y una sentencia con la rapidez y convicción que sólo puede dar la falta de reflexión y el anonimato. La comunicación en redes es inmediata y nos es capaz de desafectar el contenido que se quiere comunicar, sale rápido, sin reflexión, sin responsabilidad por el daño que se causa a la comunidad. Este es sólo un ejemplo de cómo poco a poco el mundo digital es capaz de convertimos en líderes de opinión, sin querer comprender que somos líderes nuestra propia ventana. En declaraciones recogidas por un prestigioso diario italiano, Umberto Eco dijo: “Las redes sociales le dan el derecho a hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio nobel” (Diario la Stampa, 17 de junio 2015).

2 Desarraigo

Las redes sociales han generado que el hombre moderno esté sufriendo al menos dos tipos de desarraigo. El primero y quizá más evidente es la constante huida del pensar y el segundo es el desarraigo del lenguaje como forma de expresión únicamente humana y que en la comunicación digital ha perdido su sentido. 

La huida del pensar

El mundo digital nos ofrece todo dado, ya no hay reflexión en la palabra escrita, las redes sociales han minado la capacidad de escribir, sólo son aceptados un número determinado de caracteres para expresar una opinión o para dar una información, lo que hace imposible compartir una verdadera reflexión. Heidegger anticipó en Serenidad la problemática de la falta de arraigo en cuanto a la huida del pensar: hoy se trata de tomar noticia de todo por el camino más rápido y económico, y se olvida en el mismo instante y con la misma rapidez (Heidegger, M. Serenidad. p. 17). La temporalidad de los medios digitales es el presente inmediato, se produce, se envía y se recibe contenido sin intermediarios. La mediación y la representación son vistas como ineficiencia, congestión de tiempo y de información, pero, la economía del tiempo hace imposible pensar. El mundo de las redes sociales genera gran cantidad de información, que es acumulativa, pero pobre en reflexión.

Para que exista arraigo debe existir experiencia de lo otro, parte del pensamiento se construye en base a la resistencia, a la diferencia, a que exista controversia. En este sentido se hace alusión al dialogo socrático, aquel que utiliza la metáfora del aguijón, como algo que constantemente nos está haciendo reflexionar. “Todas las reflexiones críticas tienen que pasar por una fase de negar- por lo menos hipotéticamente- opiniones aceptadas y valores, descubriendo sus implicaciones y supuestos tácitos, y en ese sentido el nihilismo puede ser un peligro permanente e inherente del pensamiento. Ese peligro no surge de la convicción de Sócrates de que una vida no reflexionada no vale la pena vivirla, sino, por el contrario, a partir del deseo de encontrar resultados que de una vez por todas harían innecesario seguir pensando” (Arendt, H. Thinking and Moral Considerations, p. 177-178).

Tal vez la técnica usada en redes sociales, el algoritmo que nos conduce a la burbuja, es precisamente la satisfacción del deseo de encontrar el resultado para que sea innecesario seguir pensando. Para Heidegger, elegir vivir en la burbuja sería un modo impropio de vivir, ya que estaríamos gobernados por el dasman. El modo propio de ser se disuelve en este dasman, “nos divertimos y gozamos como se goza, leemos lo que se lee y también nos apartamos del montón como se debe.” (Heidegger, M. Ser y Tiempo, parágrafo 27. p.151). Excluyéndonos constantemente de la negatividad en las experiencias al confrontarnos con la otredad.

Falta de arraigo en el lenguaje dentro de la comunicación digital

El lenguaje es concebido con tres rasgos fundamentales: como una actividad del hombre (el hombre habla); como una actividad que consiste en exteriorizar una interioridad (representaciones, estados de ánimo); y como una actividad que es en sí misma una construcción/representación simbólica o conceptual de lo que exterioriza. Aquí, la significación se produce en el lenguaje como sistema articulado de representaciones y, por tanto, se da como un producto del hombre.

La gran amenaza del hombre moderno surge del olvido del ser, es una amenaza a la esencia del hombre y en parte está dada por la decadencia del lenguaje. Para Heidegger el hombre tiene el lenguaje, porque el lenguaje se origina en la palabra, pero la palabra, como el Decir del Ser, tiene al hombre, es decir, lo afiata en su destinación.

La comunicación escrita es muy importante para Heidegger, la mano es el medio para el ser. Su esencia, que se manifiesta en el manuscrito, designa la fuente originaria del sentido y la verdad. De esta manera, la mano que escribe se comunica con el ser. Los aparatos digitales constituirían para Heidegger una atrofia mayor de la mano; que incluye una atrofia del pensamiento mismo.  

Para José Luis Pardo “…la palabra tiene dos caras que son mutuamente irreductibles ya que se apoyan la una en la otra y sólo su juntura, que no deja de ser tensión y diferencia, confiere al lenguaje realidad humana” (Pardo, J. Un Secreto a Voces. p. 97). La cara exterior, que es el significado lingüístico, (es siempre arbitrario) y una cara interior, la intimidad de la palabra, que corresponde al contenido no informativo del lenguaje, que complejiza la comunicación, hace que todo significado vaya acompañado de sentido. Esta intimidad se compone del tono de la voz, de los silencios y de la expresión corporal, que va enriqueciendo el dialogo y el entendimiento otorgándole sentido a la palabra dicha. Para Pardo, cada palabra tiene siempre una cantidad inagotable o una multiplicidad de sentido, siempre quiere decir más de lo que dice y nunca puede decir todo lo que quería. Cuando el lenguaje está provisto de estas dos caras, requiere del interlocutor una mayor atención para la comprensión del mensaje, requiere que ocupemos nuestra capacidad de pensar, de intuir. En estrecha relación con el lenguaje oral se encuentra la imagen. En una comunicación presencial percibimos nuestro enfrente, prestando más atención a eso que me mira a través de la cual se anuncia el otro, que tengo en frente, que tiene su propia autonomía y que me graba desde ahí en frente, me aprehende y esto sin duda tiene más resistencia o más contra de lo que experimentamos hoy en la comunicación digital. La belleza del encuentro, la de ver a alguien, es siempre equivalente a ser visto, el medio digital nos aleja del otro. Las imágenes digitales, aquellas que podemos manipular con nuestros dedos, la tocamos, la agrandamos, disponemos de aquella imagen, la consecuencia de estas acciones es que elimina aquella distancia que constituye al otro en su alteridad (Han, B-C, En el Enjambre. p 45). 

La negatividad del lenguaje es justamente su intimidad, negatividad entendido como algo que tengo que aprehender para poder entender, que opone resistencia, debo hacerme cargo de la intimidad de la palabra del otro para poder comprender el sentido de lo que se me está comunicando. Esta negatividad es lo oculto, lo que debe intuirse, debe pensarse y buscar en la otredad. Obliga a la participación de otros sentidos, no es sólo visual. La eficiencia y comodidad de la comunicación a través del medio digital despoja la comunicación de su carácter táctil y corporal. 

Al eliminar la negatividad de la experiencia de la palabra, la comunicación se transforma en una mera forma de transmisión de información. Para Han, es además un transporte inmediato del afecto. No da tiempo de evaporar la excitación inmediata de lo que se quiere decir, comunicando muchas veces un mensaje con escasa reflexión. Todo esto nos hace olvidar pensar de una manera compleja y deja que se atrofien formas de conducta que requieren una mayor amplitud temporal, favoreciendo la mirada de corto plazo, resistiéndose a la mirada de larga duración y a lo lento. El me gusta sin lagunas engendra un espacio de positividad. La positividad, que es inherente a lo digital, reduce la posibilidad de tal experiencia. La positividad continua lo igual, el medio digital en general, debilita la capacidad de comportarse con la negatividad.

3 Conclusión

Sin ninguna duda, las redes sociales han llegado como técnica y tecnología para quedarse en nuestro mundo moderno y por lo tanto seria necio, según el mismo Heidegger, arremeter ciegamente contra el mundo técnico. El espacio digital abre una dimensión nueva en la era de las comunicaciones, pero como seres humanos debemos prepararnos y ocuparnos de esta transformación, para detener la relación de servidumbre que hoy tenemos con los medios digitales. Arendt en La Banalidad del Mal, presenta al prototipo del hombre moderno como desarraigado, que busca estabilidad y orientación en la subordinación incondicional a las órdenes del sistema. Hoy ese sistema son las redes sociales, que, si no nos hacemos cargo, en lugar de redes tendremos que conformarnos con trincheras de pensamientos polarizados. Pensamientos y juicios de valor dados y protocolizados que nos permiten alivianar nuestro vivir cotidiano, pero no nos permite encontrarnos a nosotros mismos. 

El pensamiento en sí mismo, no garantiza resultados, no se puede generar de antemano, no nos sirve para dar respuestas, pero si para hacer las preguntas correctas, y es eso lo que cada dasein necesita para lograr llevar una vida de modo propio, apartar el velo de la burbuja, dejar de depender de ella para tomar las propias decisiones, con responsabilidad en la palabra dicha y lograr que el dasein se abra a lo diferente, a lo opuesto. Aprehender la confrontación, constituirse con ella, de este modo podremos tener una relación de serenidad para con la tecnología, quizá podríamos dejar de insistir en alivianar nuestra vida cotidiana y dejar de descansar en la positividad o la falta de negatividad de las experiencias que se generan a partir del uso de las redes sociales y ser más humanos y reflexivos. Comprender significa hacerse cargo del mundo en que uno vive y hacer de él una morada, un lugar “donde pueda aparecer la libertad”. Hallarse uno referido al mundo y concernido por sus asuntos, es propio de la condición humana.

(*) Magister en Artes Liberales – Universidad Adolfo Ibáñez. Chile.


Bibliografía

Han, B.-C. (2014). En el enjambre. Barcelona: Herder

Heidegger, Martin, Ser y Tiempo, traducción de Jorge Eduardo Rivera, Editorial Universitaria

Heidegger, Martin, Serenidad, Ediciones Serbal, Traducción de Yves Zimmermann.

Pardo, José Luis. “Un secreto a voces: Ensayo sobre la lengua de la intimidad”. Revista de la Universidad de México, N 552-3, 1997.

Vatter, M y Nitschack, H. Hannah Arendt: Sobrevivir al totalitarismo, Santiago, LOM Ediciones, 2008.

Arendt, H. “Thinking and Moral Considerations. For W. H. Auden. En: Arendt, Hannah (2003): Responsibility and Judgement. New York: Schocken Books.