ENSAYO

Por Fernando De Lucca

Y digo con toda claridad: NO SÉ

Una niña o un niño simple y sencillamente admiten que no saben lo que no saben.

Y es así como surge algo que conozco desde siempre, algo que me ha acompañado desde que fui consciente de que podía pensar.

La espontaneidad, prima hermana de la creatividad y sobrina del arte, son la mayor expresión del NO SÉ.

Para que alguien sea espontáneo tienen que ocurrir muchas cosas. Una de ellas es alinear y equilibrar tres aspectos de la unidad que somos; el pensar, el sentir y el actuar. Pensamientos, sentimientos y acción se han de dar en una armonía que solo se logra si uno está presente en su ser en el aquí y el ahora.

Alcanza con este complejo logro humano que necesita dedicación y disciplina. Pues, claramente no. Aún no alcanza para lograr la armonía necesaria para la espontaneidad. 

Se ha de considerar también lo que en mi libro “la estructura de la transformación” coloco como ética de lo humano y es: cada acto humano ha de tener una especie de concierto entre lo que es importante para mí, para el otro y para el colectivo. Una idea es que el prójimo, la sociedad que me rodea y yo mismo seamos también una unidad. Así, no puede ser distinguido o jerarquizado un aspecto por encima de otro en relación a mis actos presentes y esto sería considerado como ético. Sepan disculpar si es algo complejo lo que vengo diciendo, pero es sencillamente para desglosar lo que un acto de espontaneidad posee. Y lo más difícil es preguntarse si esto es algo que tengo que saber para ser espontáneo. ¡Claramente no! Un acto es ESPONTANEAMENTE SANO cuando se da de esta forma sin que quien lo produce lo sepa. No tenemos la menor idea de que ocurre esto dentro de nosotros mismos.

Pero entonces, ¿cómo ocurre algo así sin saber hacerlo? Porque estamos diseñados de esta manera.

La segunda pregunta es: ¿por qué entonces es tan difícil vivir esto con salud, y especialmente la mental?

Y la única respuesta que yo puedo ofrecerles es que estamos en una profunda falta de contacto con nosotros mismos.

Entonces, ¿si estamos en contacto con nosotros mismos esto no ocurriría?

Pues, no. Ahora, ¿qué es estar en contacto con uno mismo?

La respuesta es: estar abiertos al no saber en cada momento. Estar en lo imprevisible.

La creación espontanea seguramente tuvo algo que la originó, que la provocó. Y ese es un acto presente. Implica responder a ese acto desde el aquí y el ahora siempre que estemos en contacto con nosotros mismos. Entonces, no saber, se convierte en estar en contacto con la unidad que somos.

Cualquiera que estuviese en este estado de contacto-unidad, sabía que Forlán le haría un gol al equipo de Ghana en el Mundial de Sudáfrica 2010. ¿Por qué? Porque así es como funciona el complejo sistema interno humano del cual no se sabe nada y solo se intenta explicar pecando de sabios.

Los niños y las niñas por supuesto no saben nada sobre esto así como los adultos tampoco; solo es estar en contacto con la unidad que somos en el presente sin más.

Y eso, ¿se aprende? ¡Sí!

No es que haya algún maestro que lo sepa enseñar sino dejar que la vida nos enseñe sin maestro alguno.

Es abstenerse de enseñar o ser enseñado en lo que no se sabe.

Dejemos a los niños en paz. Dejemos a los niños preguntar sin entretenerlos con divertimentos repetitivos. Dejemos a los niños contemplar lo que les viene en gana el tiempo que necesiten sin apuros de la vida adulta y sin preocuparnos de que estén ocupados en algo.

Dejémonos impresionar como niños y adultos por aquellas cosas que nos llaman la atención y que no significan más que eso, o sea que no tienen ningún aspecto más allá de que estén y sean algo que está allí.

Indudablemente, lo que estoy proponiendo no es un cambio ideológico, estoy claramente proponiendo volver a ser humanos interesados en la vida y en hacerse preguntas que no nos hemos hecho antes. Ver el mundo que nos rodea y a nosotros mismos con ojos de no saber y de intentar vivir. De experimentar la vida y no de intentar comprender.

Hace unos dos años atrás estaba en Sao Pablo, ciudad en la que paso (“pasaba”, antes de la pandemia) un buen tiempo con colegas y amigos. En  esos momentos y caminando con una vieja amiga comenzamos a hablar de un tema que por ese entonces “volvía” a ser moda, a saber: el “sentido de la vida”.  Mi amiga tímidamente me confesó que había pensado sobre esto y que creía que la vida tenía sentido en sí misma y que no debía tener ninguna interpretación más allá de esto. Me miró como si esperase una desaprobación mía y lo único que vio fue una cara de satisfacción.

Espero poder llegar a compartir mi parecer con vosotros, lectores. Lo único que pretendo es que volvamos a asombrarnos por el hecho de estar vivos. A-sombrarnos parece ser el acto de estar sin sombras. Y las sombras son nada más que la fragmentación de nuestro ser en jerarquías donde prevalece la dictadura de una parte por sobre la otra. Podemos decir que el pensamiento reprime y produce un toque de queda por sobre el sentimiento o que los sentimientos torturan cada acción a través de por ejemplo: la culpa o el conocido perfeccionismo. Podemos también decir que la culpa genera un control sobre cada acto y que la irresponsabilidad produce una insania que en general llamamos maldad. Toda esta fragmentación interior está basada en el creer que se sabe y en realidad lleva a tomar una “parte por el todo”; una parte por encima de la unidad.

El cambio de paradigma es reconocer y hasta disfrutar de no saber. Ser adultos que no sabemos en vez de creernos niños “expertos” que viven dando explicaciones a todo y que podemos dominar el futuro cuando a veces no logramos ni controlar nuestros esfínteres.

Decir: no sé, es un desafío diario para estar en contacto con lo nuevo y con el ansiado “vacío fértil”.

Un concepto que luego desarrollaré y que complementa lo expuesto hasta aquí.