CONTRARRELATO
La droga se viene demostrando eficaz para combatir el Covid-19 desde estudios pioneros en China en febrero de 2020. En este reporte remitimos a un total de 281 estudios, de los cuales 209 con revisión de pares y 233 con grupos de control, que demostraron la eficacia de la hidroxicloroquina / zinc / azitromicina
Pese a ello, el New York Times y otros grandes medios montaron desde abril de 2020 una campaña para impedir su uso desde que, a partir de los estudios de Didier Raoult en Francia, se la promoviese en USA y otros países. Esa campaña politizó la droga y de hecho logró que se limitase su empleo, y que médicos y público aun piensen que está contraindicado su uso
Médicos uruguayos recibieron mensajes engañosos en foros internos de medicina intensiva, advirtiéndoles que no debía usarse la droga
¿Cuál fue la finalidad de esta campaña mediática contra un medicamento que podría haber salvado literalmente millones de vidas?
Por Salvador Gómez
En marzo del año pasado la droga hidroxicloroquina, que ya para entonces se venía administrando en conexión con un antibiótico para el tratamiento de Covid-19, recibió un gran estímulo. El lunes 16 de marzo de 2020 el Profesor francés Didier Raoult publicó un video que acumula más de un millón y medio de vistas en YouTube. En él, Raoult mencionaba su reciente experiencia con un pequeño grupo de 24 pacientes, de los cuales dos tercios se habían curado luego de un tratamiento experimental con la citada droga -hasta ese momento empleada como un poderoso fármaco contra la malaria, o contra condiciones como el lupus. Mencionaba además que estaba trabajando en un estudio con 80 pacientes de los cuales cuatro quintos mostraban “desempeño favorable” luego de recibir el mismo tratamiento.
La compañía francesa Sanofi puso entonces a disposición millones de dosis para el tratamiento de cientos de miles de pacientes. Un profesor de medicina de Stanford contactó por esos días con sus colegas franceses, y publicó un video en YouTube que se volvió viral y llegó a la Casa Blanca, donde Trump destacó las posibilidades de la HCQ en su twitter. Lo mismo hicieron otros líderes de países que en ese momento estaban buscando formas de tratar la enfermedad, en ausencia de cualquier tratamiento oficialmente aprobado. El mismo presidente Emannuel Macron visitó de modo muy público a Raoult, lo que de hecho funcionó como un aumento de promoción del tratamiento. En la India el Ministro de Salud recomendó oficialmente al personal de la salud tomar HCQ cada semana, como preventivo.
Entonces, se desató la reacción. Encabezada por el New York Times, que publicó una serie de artículos que, además de politizar la droga con un silogismo político y anticientífico (“si Trump la recomendó, tiene que ser mala”) introducían la idea de que la hidroxicloroquina era una droga “peligrosa”. La FDA se sumaba tímidamente al asunto pidiendo que al menos se limitase su uso a entornos de investigación controlados. Siempre, en todos los casos, la palabra “Hidroxicloroquina” se publicaba en las inmediaciones de la palabra “Trump”, como si no fuese posible evaluar la eficacia de la droga sin hacer política.

Sin embargo, la hidroxicloroquina no es peligrosa: es una droga barata, que se viene usando por el público en general en las zonas donde la malaria es endémica sin receta, y sin efectos secundarios negativos importantes conocidos. Se la usa de modo preventivo hace más de setenta años, y se la vende libremente en las farmacias.
La campaña de prensa tuvo un momento inicial importante cuando los diarios y la televisión dominantes inventaron la idea de que un señor en el Estado de Arizona había fallecido porque se había tomado un líquido para piscina que contenía fosfato de cloro, creyendo que eso le iba a ayudar a no agarrarse Covid. Las notas, repetidas luego y traducidas a todo el mundo por las agencias de noticias, asociaban siempre el nombre del medicamento como “la droga de Trump” o “la droga de Bolsonaro”, y lograban una transformación del discurso: los informes de médicos que promovían su descubrimiento como un evento positivo para el tratamiento temprano de la infección, eran así convertidos, por obra de la politización, en mensajes “peligrosos” y hasta “criminales”.

Ese fue el comienzo, una especie de “estrategia de control de daños” ¿Fue un hecho inocente y espontáneo? ¿Habrá sido, acaso, promovido por intereses farmacéuticos comprometidas con la idea futura de una vacuna, que precisaban evitar que el uso eficaz y precoz de esa droga les estropease el negocio? No tenemos pruebas de nada de ello. Lo que sí está a la vista es la realidad de que se montó una campaña de prensa y “ciencia” (falsa y corrupta) intentando frenar a toda costa el uso de este tratamiento.
La campaña se hace presente también ante los intensivistas uruguayos
Porque, en efecto, la campaña de propaganda antihidroxicloroquina tomó cuerpo en el nivel médico. En Estados Unidos se denunció que a los médicos que la venían recetando con buenos resultados de los persiguió, y se les exigió que dejasen de usarla. Todo ello, desde luego, politizando el asunto y acusando de delitos ideológicos a los que defendían el tratamiento con HCQ basados en su propia experiencia clínica. Se comenzó además, por ejemplo, a enviar mensajes a los médicos intensivistas, para que dejasen de usarla. En Uruguay consta que la hidroxicloroquina se empleó, al menos al principio -el Senador Bordaberry, por ejemplo, comenta que la tomó. Pero la campaña también llegó a los médicos de este país. En efecto, un foro de intensivistas uruguayos recibió el siguiente mensaje:

El mensaje de titulaba “Hidroxiclorquina: el fin del trayecto”, y afirmaba -como veremos, de modo falso- que presentaba “el primer estudio clínico de envergadura” que demostraría que no solo la HCQ no curaba, sino que podía matar a los pacientes. Además de citar entre otros un estudio falso y retirado por la misma revista que lo publicó -al cual luego nos referiremos-, el mensaje termina pretendiendo dar la última palabra y cerrar el asunto (algo absolutamente contrario a la ciencia), con una especie de afirmación final de que la HCQ “se cae definitivamente”, a lo que agrega una alusión emocional al muy real estrés y trabajo de los intensivistas. Como se verá, existen unos doscientos trabajos posteriores que contradicen la noción de que nada estuviese demostrado contra la HCQ.
Investigado el medico firmante, Ferran Roche Campo, éste sólo figura con un perfil vacío en Linkedin. El hospital al que se lo remite no registra su existencia.
Este presunto Dr. remite principalmente, desde su propio editorial publicado en REMI (un periódico online de medicina intensiva) a un estudio (el de Cavalcanti et. al.), como si fuese el “patrón oro” y todo lo que hay que saber, sin aclarar a los intensivistas que para ese momento ya existían unos 4o estudios sobre HCQ vinculada a Covid19, desde los pioneros de Wang et al., Cell Res. 30, 269–271, doi:L10.1038/s41422-020-0282-0 publicado el 4 de febrero de 2020 y otro muy pequeño: Xia et al., ChiCTR2000029741 (Preprint) del día 11, hasta estudios mucho mayores y muy positivos como el de 636 pacientes de Esper et. al. en Sao Paulo, que concluyó un riesgo de hospitalización 79% menor de los pacientes tratados con HCQ, cuando se la usaba antes de los 7 días de síntomas. Pero este estudio no era totalmente randomizado, por lo que podría dudarse del resultado. Es más difícil hacerlo con el estudio de Sánchez-Álvarez et al., Nefrología, doi:10.1016/j.nefroe.2020.04.002 (Peer Reviewed). Este importante estudio, estudia 868 pacientes COVID-19 en diálisis de reemplazo renal, demostrando un riesgo de muerte disminuido en un 45.9%, RR 0.54, p = 0.005, tratamiento 322, control 53, OR convertido a RR
Otros estudios, algunos de revisión, habían seguido a los estudios pioneros en China- El 17 de marzo ya se había publicado un primer estudio importante, Gautret et al., Int. J. of Antimicrobial Agents, doi:10.1016/j.ijantimicag.2020.105949 (preprint 3/17) (Peer Reviewed) cuyos resultados indicaban “La HCQ se asoció significativamente con la reducción/eliminación de la carga viral, que se vio reforzada con AZ“. Se trataba aun de un estudio modesto, de pocos casos, y que dio lugar posteriormente a correcciones metodológicas a partir de los comentarios recibidos, pero se trata de un mojón en un camino que sería largo. El 5 de mayo, mientras tanto, un estudio Mitchell et al., SSRN, doi:10.2139/ssrn.3586954 (Preprint), mostraba del examen de 2.400 millones de personas que habitaban en países donde la malaria es endémica y por tanto la HCQ es consumida de modo habitual por la población, un riesgo de morir por Covid de 99% menos. Este era, sin embargo, un estudio especulativo y no podía aun tomárselo en cuenta como prueba científica de la eficacia potencial de la droga.
En junio ya comenzaban a publicarse un conjunto de estudios, cada uno de centenares de pacientes, y alguno más grande hasta llegar casi a los 1000, que mostraban la alta eficacia del tratamiento cuando se lo aplicaba en estadios tempranos (antes de los 7 días de la instalación de síntomas, en general). Así existen trabajos como los de Carlucci et al., J. Med. Microbiol., Sep 15, 2020, doi: 10.1099/jmm.0.001250 (preprint 5/8) (Peer Reviewed) con 932 pacientes que estudia Zinc agregado a HCQ más Azitromicina, como reductor importante de la mortalidad (Reduction in mortality or transfer to hospice adjusted odds ratio OR 0.56, p = 0.002; increase in being discharged home, adjusted OR 1.53, p = 0.008.); el de Alberici et al., Kidney Int., 98:1, 20-26, July 1, 2020, doi:10.1016/j.kint.2020.04.030 (preprint 5/10) (Peer Reviewed); el de Yu et al., Science China Life Sciences, 2020 May 15, 1-7, doi:10.1007/s11427-020-1732-2 (Peer Reviewed) (550 pacientes, retrospectivo); el de Chatterjee et al., Indian J. Med. Res., June 20, 2020, doi:10.4103/ijmr.IJMR_2234_20 (Peer Reviewed); el de Guérin et al., Asian J. Medicine and Health, July 15, 2020, doi:10.9734/ajmah/2020/v18i730224 (preprint 5/31) (Peer Reviewed); el de Bhattacharya et al., medRxix, doi:10.1101/2020.06.09.20116806 (Preprint) que muestra que se reduce el riesgo de contraer Covid a empleados de la salud si se les administra HCQ.
En resumen, todos los estudios citados anteriormente, y otros, fueron publicados antes del 31 de mayo de 2020. Y salvo una excepción relevante que hemos encontrado (Kuderer et al., Lancet, June 20, 2020, doi:10.1016/S0140-6736(20)31187-9 (preprint 5/28) (Peer Reviewed)), todos los demás estudios, grandes, chicos y medianos resultan en un claro beneficio de administrar la mezcla de HCQ, zinc y azitromicina en estadios tempranos de la infección.
Pese a ello, el New York Times, el Washington Post, CNN y otros medios seguían con una nítida campaña de politización de la droga, ignorando completamente toda la ciencia que no confirmase sus designios.
El mismo trabajo de Cavalcanti que se “vendió” en julio y agosto a los intensivistas como un estudio casi único, y definitivo, luego recibió agudas críticas: “Pacientes tardíos [es decir, no se administró el tratamiento sino después de que la condición de los pacientes ya era casi desesperantemente grave y en CTI, luego de dos semanas de infección grave] de 667 pacientes hospitalizados con hasta 14 días de síntomas en el momento de la inscripción y que recibieron hasta 4 litros por minuto de oxígeno suplementario, sin encontrar un efecto significativo después de 15 días.
Los autores señalan: “el ensayo no puede descartar definitivamente ni un beneficio sustancial de los fármacos del ensayo ni un daño sustancial“, el tamaño de las muestras es demasiado pequeño.
El documento utiliza los términos leve y moderado, sin embargo, todos los pacientes tenían una enfermedad lo suficientemente grave como para ser hospitalizados, y el 14% fueron realmente asignados al azar en el CTI.“.
“El ensayo tuvo desviaciones significativas del protocolo y una adherencia a la medicación inusualmente baja. La aleatorización dio lugar a un 64,3% de pacientes varones (HCQ) frente al 54,2% (control), lo que puede afectar significativamente a los resultados debido al riesgo mucho mayor de los pacientes varones.“
Y aun así, el resultado de ese estudio arrojaba un riesgo de muerte, 16,0% menor, RR 0,84, p = 0,77, tratamiento 8 de 331 (2,4%), control 5 de 173 (2,9%), HCQ+HCQ/AZ. riesgo de hospitalización, 28,0% mayor, RR 1,28, p = 0,30, tratamiento 331, control 173, HCQ+HCQ/AZ.”
Todo esto quedó excluido del resumen presentado por el enigmático doctor Ferran Roche Campo.
Sin embargo, como si estuviesen trabajando los dos para un mismo patrón, sus argumentos son los mismos que el New York Times publicaba también un mes antes, indicando que “el primer estudio cuidadosamente controlado” demostraba que la droga no tenía efectos positivos, y desaconsejaba su uso, acusando además a los seguidores de Trump de haber sido quienes politizaron la cuestión.
No solo el título de la “nota científica” del Times es groseramente politizador (“La droga antimalaria promovida por Trump no previno las infecciones de Covid, según estudio”), sino que la bajada es directamente una falsedad. En ella leemos: “El primer estudio cuidadosamente controlado de hidroxicloroquina administrado a gente expuesta a Covid-19 no mostró ningún beneficio”.

Al leer la nota, nos enteramos que el NYT se refiere a un estudio de Boulware que sería muy comentado. El estudio en sí, a diferencia de lo que intenta hacerle concluir el Times, reporta una reducción en el riesgo de casos: Dice que se trata de: “Un ensayo aleatorio de la hidroxicloroquina como profilaxis de postexposición para el Covid-19. Los casos de COVID-19 se reducen en un [49%, 29%, 16%] respectivamente cuando se toma dentro de ~[70, 94, 118] horas de la exposición (incluyendo el retraso del envío). La relación entre el retraso del tratamiento y la respuesta es significativa a p=0,002. ECA de tratamiento retardado de PEP.
Para un análisis más detallado, véase [1].
6 análisis independientes de los datos de este estudio confirman la eficacia: [2, 3, 4, 5, 6, 7, 8].”
El estudio era complicado debido a que se había tomado un conjunto de pacientes expuestos a covid, y un grupo de control, y se les había enviado por correo tests y medicación, y placebos al grupo de control, sin posibilidad de controlar los tiempos exactos de exposición y administración de tratamiento. Hay un estudio posterior de Watanabe que reexamina los casos y somete a crítica las conclusiones. Dice en lo sustancial: “La eficacia encontrada es especialmente notable teniendo en cuenta las limitaciones del estudio. El tratamiento fue relativamente tardío, con una inscripción hasta 4 días después de la exposición, y un retraso en el envío no especificado. Aunque el documento no proporciona detalles sobre el envío, el protocolo del estudio da algunos detalles que nos permiten estimar el retraso del tratamiento como ~70 a 140 horas después de la exposición en promedio para los 1-4 días desde la inscripción especificados en el documento (actualizaremos esto cuando los autores respondan a nuestra solicitud de detalles). La adherencia a la medicación fue sólo del 75%, incluyendo un 16% que no tomó la medicación en absoluto. El estudio se basa en encuestas por Internet.
Se han planteado algunos problemas con este análisis. Pruebas de 1 cola vs. 2 colas – esto es discutible, se puede argumentar para ambos casos. Sin embargo, no afecta a la conclusión en cuanto a que la relación retraso-respuesta muestra una eficacia estadísticamente significativa. En segundo lugar, el artículo proyecta los resultados del día “1-4” a un resultado del día “0” (en realidad unas 46 horas más tarde en todos los casos), aunque la tendencia puede continuar, no lo sabemos. Sin embargo, esto no cambia el resultado de que los resultados de 1-4 días muestran una relación retraso-respuesta estadísticamente significativa.“
En suma, el NY Times concluía en su artículo de modo más sutil de lo que lo hacía en su titulación, y convertía en ella un estudio dudoso en el mejor de los casos, con resultados tenuemente positivos, en un estudio que prácticamente demostraba lo que sea que el Times quería que demostrase.
La polémica comenzaba a involucrar a zonas de la comunidad médica que se molestaban con la representación falsa de los resultados y con la evidente tendencia a prohibir u obstaculizar el uso de la HCQ. Una carta abierta firmada por 38 profesores y médicos en relación con la interpretación errónea de las estadísticas en los ECA de HCQ, dice:
“Los autores señalan [1] que los datos de los ECA para el tratamiento temprano en pacientes ambulatorios hasta la fecha muestran realmente efectos favorables, especialmente en pacientes de alto riesgo como los ancianos, donde la eficacia fue hasta tres veces mayor que en los jóvenes. Debido a que la mayoría de las muestras estaban compuestas por jóvenes sin comorbilidades, los estudios no han sido estadísticamente concluyentes con las muestras completas. Los autores señalan que, en lugar de informar de ello, los trabajos afirman incorrectamente que el tratamiento no tuvo ningún efecto en comparación con el placebo. “Esta interpretación errónea en las pruebas estadísticas es bien conocida y se explica en la mayoría de los libros de pregrado en la materia”, dice Watanabe. “Un artículo publicado en Nature el año pasado afirma que alrededor del 51% de los trabajos sobre ensayos clínicos con este tipo de resultados tienen conclusiones incorrectas“.
The Lancet y el bochorno inolvidable. El ‘estudio final’ y ‘revisado por pares’ que ‘demuestra irrefutablemente los perjuicios de la HCQ’, retirado por usar datos inventados
Se llega entonces al caso estrella de esta campaña de desinformación criminal, dirigida conscientemente a eliminar del terreno de la lucha contra el Covid a una droga que daba resultado. Se trata del estudio de Mehra et al., The Lancet, May 22, 2020, doi: 10.1016/S0140-6736(20)31180-6 (Peer Reviewed).
El estudio fue publicado por una de las revistas científicas más prestigiosas de la tierra, diciendo que era un trabajo “peer reviewed”, es decir, que había pasado la revisión de pares.
Pero una ola de denuncias surgió apenas los científicos de verdad comenzaron a leer el paper. Se trataba obviamente de un invento sin fundamentos. Registraba una tasa de muertes, ventilación y número de casos estudiados (“671 hospitales en seis continentes” y casi 100.000 pacientes) implausible a primera vista. El estudio, cuyo principal autor es un profesor de Harvard, Mandeep Mehra, decía haber usado una base de datos perteneciente a la empresa Surgisphere, de Chicago. Según el estudio, un 25% de los casos y un 40% de las muertes que había estudiado correspondían a África, en donde el lector debía aceptar que esas muertes habían ocurrido en hospitales con sofisticados sistemas de registro asociados electrónicamente a Surgisphere. En el caso de Australia, los autores cometieron otro pequeño descuido y reportaron más muertos en su estudio que todos los que habían fallecido en el país durante el período del estudio. Por unas semanas los autores y el dueño de Surgisphere, Dr. Sapan Desai, defendieron a capa y espada su hoax.
El estudio, desde luego, concluía lo que la campaña oficial de propaganda contra la HCQ deseaba: “No hemos logrado confirmar beneficios de la hidroxicloroquina, o cloroquina, usada sola o con un macrólido, en resultados hospitalarios para la COVID-19. Cada uno de esos regímenes de la droga estuvo asociado con una caída en la supervivencia en el hospital, y una mayor frecuencia de arritmias ventriculares cuando se la usó para el tratamiento de la COVID-19“.

Pero, ante el escándalo (el propio New York Times se vio obligado, igual que The Guardian, a deslindarse un poco del estudio y publicar una nota donde reporta los problemas), y luego de intentar defenderlo tibiamente un par de semanas, finalmente el Lancet tuvo que retirar el trabajo y pedir disculpas.

Dos responsables principales de este escándalo parecen haber sido Sapan Desai y Amit Patel, dos de los coautores, médicos de turbias carreras previas. Desai, quien ya enfrentaba múltiples juicios por mala praxis en el Estado de Illinois y estuvo acusado de “cocinar” las reseñas positivas de Amazon a su propia compañía en 2008, solicitó ahora que se rescindiese su licencia médica en ese Estado, y ha obtenido otra, en Ohío. Su socio y coautor en este negocio del artículo del Lancet ha sido Patel, quien dirige una compañía que ha venido proponiendo soluciones de cirugía cardíaca en base a células madre obtenidas de cordones umbilicales, y es quien presentó entre sí a Mehra y Desai. También fue la compañía de Patel la que compensó a Mehra. Entre otros, The Scientist ha seguido y contado los entretelones de esta historia, aquí, y aquí. Hasta la revista Science debió prestar atención al escándalo, en una nota donde se pregunta de quién fue la culpa.
Que esta basura pseudocientífica que pretende, sobre supuestos noventa y seis mil casos en “seis continentes”, presentar una conclusión que reproduce exactamente la letra fiel de lo que los fabricantes de vacunas deseaban (como para que pudiese ser cortado y pegado en los periódicos), haya llegado a ser publicada en The Lancet sería inexplicable, salvo que uno comprenda que el conflicto de intereses se ha convertido desde hace mucho en parte integrante de la empresa científica. El problema es antiguo, y el mismo Richard Horton, Editor de The Lancet, se quejaba ya por el 2001, junto a los colegas de otros prestigiosos medios científicos, en una protesta conjunta, de que “algunas empresas farmacéuticas utilizan su poder de financiación para proteger sus beneficios, distorsionando y suprimiendo los resultados de los ensayos de medicamentos, a veces con resultados trágicos para los pacientes“. ¿Algo ha mejorado?
La campaña siguió tan campante
The Lancet podrá haber retirado este artículo en medio de ignominia para sus autores y la revista, pero la campaña contra la HCQ fue exitosa. En base al estudio del Lancet la OMS detuvo estudios que se estaban haciendo para evaluar la viabilidad del tratamiento basado en la droga (que luego en menor escala se retomaron), hasta hoy millones de personas en el mundo están convencidas de que la HCQ es una droga peligrosa y no debe emplearse para tratar el Covid-19; otros tantos usan argumentos que mezclan la ideología con la ciencia, repitiendo automáticamente como un mantra las asociaciones del tratamiento de HCQ con “Trump y Bolsonaro”, sin comprender acaso que el camino que se ha adoptado de no tratar a los pacientes en los estadios tempranos de la infección por Covid-19 podría ser responsable por millones de muertes evitables. Cuando finalmente los sistemas de salud aceptan a los pacientes que se han agravado, ya es a menudo demasiado tarde, incluso para la hidroxicloroquina.
Pese a todo, la guerra contra la HCQ no tiene cuartel. Todo el tiempo se repite la prevención -basada en su mayoría en aquel estudio falso de Mehra et. al., y se insiste en que “no existe ningún tratamiento contra la Covid”, y se censura a cualquiera que observe que las vacunas son tratamientos experimentales aun mucho menos estudiados y conocidos que la HCQ. Pese a que se lo haya retractado, hay quien sigue referenciando aquel estudio, como por ejemplo lo hacía todavía en agosto, dos meses después de la retractación, el artículo enviado a los médicos intensivistas uruguayos.
El Dr. Raoult ha debido enfrentar un juicio en Francia por haber promovido el tratamiento y no desdecirse de lo que su práctica clínica y sus estudios científicos le indican. Ya en agosto de 2020 (en junio 25 la versión online) había publicado el más grande estudio clínico sobre el tema hasta la fecha, donde se reporta el resultado positivo en un grupo de 3737 pacientes tratados con HCQ y azitromicina.
Lo bueno es que este tratamiento, al igual que el que tiene como base la ivermectina, ha sido usado de todos modos en muchos casos. Existen al día de hoy más de doscientos cincuenta estudios que han demostrado la eficacia de la HCQ + zinc/azitromicina en diversos contextos.
La ivermectina está incluida en protocolos oficiales de tratamiento de naciones como Guatemala, cuyo índice de muertes por millón es significativamente inferior hoy al de Uruguay.

Este sitio web reúne el total de estudios realizados hasta hoy y sus resultados, que son muy claramente favorables al tratamiento, adjuntando en cada caso un breve comentario. El resumen de la publicación dice:
“Base de datos de todos los estudios de HCQ COVID-19. 283 estudios, 211 revisados por pares, 235 que comparan grupos de tratamiento y control… El tratamiento temprano muestra sistemáticamente efectos positivos. Las evaluaciones negativas suelen ignorar el tiempo de tratamiento, centrándose a menudo en un subconjunto de estudios de fase tardía…“
El sitio advierte también que la HCQ “no es eficaz cuando se la aplica demasiado tarde y en dosis muy altas durante mucho tiempo”. Según los médicos que la recomiendan, la clave es, pues, el tratamiento temprano de los primeros síntomas.
¿Cómo funciona la hidroxicloroquina?
La cloroquina (CQ) y sus derivados (ej. HCQ), son bases débiles que aumentan el pH de las vesículas ácidas (las alcalinizan o desacidifican). En ensayos in vitro, cuando se añade extracelularmente, entra en la célula, se protoniza y se concentra en los orgánulos ácidos de bajo pH (ácidos), tales como los endosomas, las vesículas de Golgi y los lisosomas, aumentando su volumen y permeabilidad. Bloquea la entrada, transporte y salida del virus en su pasaje a través de los lisosomas (ahora desacidificados) y la exocitosis (Vincent et al., 2005; Rakedzon et al., 2021; Firestone et al., 2021), mecanismos de salida de la célula del virus. Además, inhibiría la glicosilación (añadido de grupos de azúcar) de las (proteínas de la cápside de las) partículas virales (Savarino et al., 2004; 2006), impidiendo su maduración. A nivel celular, inhibe la produccion y liberación de TNF α “ (factor de necrosis tumoral alfa) e IL-6 (interleukina 6), ambas moléculas pro-inflamatorias, por lo que se disminuyen las complicaciones inflamatorias de la fase aguda de la virosis (Savarino et al., 2004; 2006; Rakedzon et al., 2021).
Referencias consultadas
Savarino A, Lucia MB, Rastrelli E, Rutella S, Golotta C, Morra E, Tamburrini E, Perno CF, Boelaert JR, Sperber K, Cauda R. “Anti-HIV effects of chloroquine: inhibition of viral particle glycosylation and synergism with protease inhibitors”. J Acquir Immune Defic Syndr. 2004 Mar 1;35(3):223-32. doi: 10.1097/00126334-200403010-00002. PMID: 15076236.
Vincent MJ, Bergeron E, Benjannet S, Erickson BR, Rollin PE, Ksiazek TG, Seidah NG, Nichol ST. Chloroquine is a potent inhibitor of SARS coronavirus infection and spread. Virol J. 2005 Aug 22;2:69. doi: 10.1186/1743-422X-2-69. PMID: 16115318; PMCID: PMC1232869.
Savarino A, Di Trani L, Donatelli I, Cauda R, Cassone A. New insights into the antiviral effects of chloroquine. Lancet Infect Dis. 2006 Feb;6(2):67-9. doi: 10.1016/S1473-3099(06)70361-9. PMID: 16439323; PMCID: PMC7129107.
Firestone TM, Oyewole OO, Reid SP, Ng CL. Repurposing Quinoline and Artemisinin Antimalarials as Therapeutics for SARS-CoV-2: Rationale and Implications. ACS Pharmacol Transl Sci. 2021 Mar 22;4(2):613-623. doi: 10.1021/acsptsci.0c00222. PMID: 33855275; PMCID: PMC8009099.
Rakedzon S, Neuberger A, Domb AJ, Petersiel N, Schwartz E. From hydroxychloroquine to ivermectin: what are the anti-viral properties of anti-parasitic drugs to combat SARS-CoV-2? J Travel Med. 2021 Feb 23;28(2):taab005. doi: 10.1093/jtm/taab005. PMID: 33480414; PMCID: PMC7928734.