ENSAYO

Por Fernando Andacht

Hubo una vez un habitante de la comarca periodística, esa región que cubre una muy espesa niebla desde hace más de 20 meses, que intentó despejar algo de esa cerrazón. Este ensayo busca develar el impacto pequeño pero perceptible de esa revelación amarga, virulenta, de quien confesó tener vergüenza por haber censurado a conciencia lo que la razón pide a gritos, a saber, el conocer sin restricciones todo lo posible sobre un régimen cada día más opresivo que luce el simpático nombre de Nueva Normalidad. En lo que sigue, me detengo a pensar en algunos de los discretos pero reales signos generados por el pequeño temblor de la columna de Gabriel Pereyra en Búsqueda (“Confesión de un periodista avergonzado”, 11.11.2021). Ignoro y no considero relevante saber si él lo hizo porque se avecina este nuevo y funesto ataque contra los niños, que son el más reciente blanco móvil del modo pandémico de temer a la vida. Sí importa tener en cuenta que todo esfuerzo de comunicación no sumisa resquebraja un poco la maciza embestida de medios masivos, política y poderes externos a nuestra soberanía. 

El día que se desbocó Desbocatti y cómo volvió y no al redil 

El género televisivo del reality show en todas sus variantes se basa en gran medida en que el espectador se formule una pregunta clave: “¿Son o se hacen?” De esa duda depende la adhesión a esta clase de programas televisivos, que pretenden ponernos en contacto con esquirlas fisiológicas de una situación humana representada sin libreto, que simplemente ocurre ante nuestra atenta mirada. Se busca producir la creencia de que quienes están siendo observados, a veces en aislamiento total, 24 horas al día, no podrían no mostrar su auténtica naturaleza en esas singulares condiciones… o tal vez ocurra todo lo contrario, y ellos no hagan más que simular la vida real. Algo no muy diferente sucede con lo que caracteriza el entretenimiento del personaje radiofónico Darwin Desbocatti. Su humor se instala en una línea histriónica afín a la del murguista. El comediante carnavalero también recurre a momentos diversos de la vida cotidiana en toda su promiscuidad para hacernos reír, pero tiene una diferencia notoria con el cómico radial: su canto y su llamativo disfraz no dejan duda alguna sobre la identidad del emisor de esa parodia o burla de lo real coyuntural. 

¿Qué ocurre con el personaje central de No Toquen Nada (FM del Sol), con las diarias columnas de Darwin Desbocatti sobre la vida y sus alrededores? Su arte produce un efecto semejante al juego al que nos invita el reality show: ¿ es él mismo – el actor Carlos Tanco – quien se expresa así, de modo tan contundente y ácido sobre los temas que trata – o se hace, y quien habla es “un viejo rancio” y muy guionado? Cuando discurre con gracia sobre los más diversos asuntos, ¿él finge persuasivamente como todo buen actor o nos habla desde su real incomodidad existencial? Si fuera lo segundo, Tanco estaría aprovechando micrófono y fiel audiencia, para darle rienda suelta a su rabia, angustia, incluso desesperación personal y no ficcional mediante signos darwinianos ante algo tan concreto y temible como la vacunación infantil contra la Covid-19. La interrogante surgió con fuerza inusitada el martes 23 de noviembre de 2021, en ocasión de una decisión pública e influyente a favor de vacunar a los niños de 5 a 11 años, en Uruguay. Vale la pena acompañar algunos de los trechos de la actuación y/o declaración del humorista del programa de FM No Toquen Nada en compañía de su habitual equipo serio de apoyo actoral. 

Todo comienza con un recurso típico de su tratamiento paródico de lo real: la decisión razonable de un grupo político sería en verdad, según Desbocatti, el síntoma de la decadencia acelerada de la democracia. Ese es su modo oblicuo y gracioso de elogiar el pedido de información del diputado Eduardo Lust y otros representantes de Cabildo Abierto a la Sociedad Uruguaya de Pediatría (SUP) sobre su dictamen, su apoyo a la vacunación infantil contra la Covid19. Si la alusión a estos políticos electos terminase ahí, hubiese sido un chiste rutinario del personaje Darwin Desbocatti (DD). Pero, tan pobre y raquítico es el contenido del comunicado de esta sociedad médica que, en notorio contraste, el reclamo de mayores explicaciones sobre su recomendación de vacunar a los niños hace brillar la prudencia y el anhelo de verdad de un grupo político novicio que es blanco frecuente de sus burlas, a causa de su torpeza parlamentaria:

DD: “Cabildantes le pidieron a la SÚ, a la Sopa Uruguaya de Pediatría, para que justifique públicamente la recomendación que hicieron para vacunar a los niños (…) queda demostrado que los cabildantes tienen más inquietudes legítimamente científicas que la SÚ! ¡Lust, que es el que lleva adelante esto, dice una cantidad de cosas sensatas que a mí me dejan los pelos de punta, por la sensatez!”

Pero se trata apenas del comienzo de una demolición insólita, durante la cual, de modo inquietante, la máscara del payaso DD se mueve y por momentos cae con estruendo y deja obscenamente visible el rostro real desencajado y furioso de quien anima esa ficción radial de lunes a viernes, de 9 a 10 de la mañana. Procede entonces DD a leer varios párrafos del comunicado de la SUP, para que no le quede duda alguna a los oyentes sobre lo falto de razón y de todo sustento científico que es un dictamen médico pediátrico cuyas consecuencias son enormes. De su lectura, extraigo una frase que constituye el principal blanco del ataque de DD: “basándose en los argumentos técnicos con un sólido respaldo científico”. Él comenta que los pediatras “no muestran nada, no muestran un número”. En ese momento, entran en acción – o sería mejor decir en ‘inacción’ – sus dos socios, los que hacen de periodistas serios y que están allí para darle destaque al humor del bufón. Ese día, cada intervención de Ricardo Leiva (RL) y del conductor del programa, Joel Rosenberg (JR) tiene el efecto de aumentar los decibeles de la furia desatada del cómico: “Es una declaración, uno supone que tienen un informe atrás” (RL) o “Bueno leyeron, tienen un resumen, el abstract, que es lo que yo puedo leer. Para mí es accesible el abstract, pero el de Pfizer se lo tuve que mandar a (JR menciona a un experto conocido)”. El tono grandilocuente de uno o la pose de tranquilo sensato profesional del otro partenaire producen el mismo resultado de amplificar la rabia de quien fluctúa visible o auditivamente entre el celebrado personaje del viejo gruñón y sarcástico capaz de observar minuciosamente la vida cotidiana para envolverla en un comentario irrisorio y el comportamiento de un ser humano poseído por una imparable y creciente indignación:

DD: “¡Pero no tiran un solo dato, ni siquiera terminología que podría engañar y hacer como que tienen datos basados en el contraste entre los potenciales beneficios y los potenciales daños, de todo eso nada! De eso no hablan nada, después hablan bien de si mismos, con la responsabilidad frente a sus socios y a la población en general. No es que no tenían espacio en el comunicado para dar alguna razón o motivo que se acerque mínimamente a lo científico, es que no quieren son brujos de una tribu. ¡En verdad, a un brujo de una tribu tehuelche le piden más estadísticas (le piden) decime algo más consistente, sólido acerca de los datos, porque así como lo estás expresando no tiene ningún sentido! ¡No vamos a tomar esa sopa que hiciste!”

Resulta difícil no coincidir con su evaluación crítica; en efecto, de su lectura se desprende que el lenguaje empleado por la SUP “parece la propaganda de una mutualista”. En ese preciso instante, sobreviene un movimiento inequívoco de quien tira por la borda parte de su ropaje ficcional: DD renuncia al uso equivocado del lenguaje: “Y además apela al argumento de autoridad, eso que tiene 100 años”. Es cierto, ese texto hace eso que DD dice, pero su decisión de utilizar una terminología correcta lo aleja de la orilla del humor, y lo ubica en la de un análisis serio del comunicado de la SUP. Ya no parece posible frenar a este desbocado Desbocatti: él nos asegura que la inmunidad natural de los niños es mucho más eficaz que las vacunas que se les quiere dar. Se vuelve palpable para cualquier oyente que no sólo la inmensa mayoría de legisladores se calló, sino también lo hizo la totalidad de los periodistas. Se trata de un hecho condenable que ahora forma parte del ataque feroz de la persona-personaje ante el micrófono ficcional: 

DD: “Algo que nos enteramos con esta pandemia es que (a los integrantes de la SUP) les chupa un huevo los niños, eso es evidente, lo sabemos, y no se esfuerzan mínimamente por justificar las cosas que dicen. ¡Pero (el comunicado) no tiene nada, ni una sola explicación, que es lo que están pidiendo los cabildantes! Los cabildantes son los que representan la Ciencia en este entuerto. Después en el Legislativo nadie abrió la boca.”

Aún si “la SUP sólo dice disparates”, esa institución, comenta DD, habría conseguido atemorizar a su socio principal, JR, quien en esta ocasión hace intervenciones no sólo serias, según lo exige su papel estable en el equipo cómico, sino que ellas resultan tan insípidas como un caldo de sanatorio. Con crueldad DD le recuerda su actitud sumisa ante esa sociedad médica, en el pasado: “Agachó la cabeza con la SUP. ¡Qué vergüenza, Gabriel Pereyra nunca lo hubiera hecho!” Vale la pena destacar la mención del nombre del periodista que salió del rebaño por un momento, lo suficiente como para generar esta estela de efectos discursivos interesantes, capaces de fisurar el silencio masivo y cómplice que mantiene robusto y poderoso al relato pandémico. No es algo cómico, sino puramente fáctico el que no hubo comentarios desde este programa radial en FM, ni desde ningún otro en televisión o radio de alcance masivo sobre aquel gesto periodístico-confesional de salirse de la ordenada fila de comunicadores uruguayos. Eso es lo que le vuelve a recordar DD a su socio solemne y notoriamente anémico ese martes 23 de noviembre: “¡Es un desastre la SUP, no ha parado de decir barbaridades! Lo corrió con el estetoscopio a Leonel, que se cagó.” Del juego hostil y habitual del bufón con su compañero serio de columna sólo permanece en pie el nombre no profesional con el que DD lo interpela. 

Cada nuevo intento de los dos escuderos de DD de apaciguar su torrente de denuncias y datos, que apuntan, por ejemplo, contra la confiabilidad de la empresa Pfizer – “¡Pero no me importa lo que diga la empresa, lo importante es saber por qué los niños requieren de esa inmunización, al final resultó que los trials eran truchados!” – resulta más insípido e ineficaz que el anterior. El impacto de las reiteradas y crecientes acusaciones de DD se parece al sonido enloquecedor del reloj imaginario en el cuento “El corazón delator” de E. A. Poe (1843). Como le ocurre al protagonista de ese relato de terror, el continuar hablando “no impedía que el sonido fuera en aumento”. La voz rabiosa del bufón-persona actúa como la conciencia culpable del periodismo, en un espacio radial que goza de licencia poética para hablar de lo que no se debe hablar en los medios mayores, porque sale amortiguado por el humor. Como ese horrible zumbido de la culpa criminal en el cuento de Poe, retorna una y otra vez el vehemente reclamo darwiniano-tancónico: “¡lo importante es saber por qué los niños requieren de esa inmunización!” Y en el clímax de ese vaivén entre la máscara y la persona que aquella oculta muy mal, tiene lugar lo siniestro para cualquier producción mediática: el silencio del no saber qué decir. 

Esa interrupción del flujo conversacional sobreviene tras una pregunta retórica de DD –“¿Saben quiénes contagian por más que sean asintomáticos? ¡Los vacunados!” – que consigue lo imposible: silenciar a sus dos interlocutores (va de 90’56” a 91’, medido en la duración completa del programa de esa fecha). Antes de ese silencio inusitado, el escudero serio RL había justificado la conveniencia del nuevo blanco de vacunación por la existencia de “un contexto de alta circulación” y porque los niños “contagian aunque sean asintomáticos”. Sí, lo sé, son apenas cuatro segundos sin oír una sola palabra, pero en mis oídos ese corte abrupto produce el impacto de un disparo. En el final del film The Truman Show (P. Weir, 1998), el productor Christof le grita exasperado a Truman Burbank, quien está a punto de abandonar para siempre el mundo ficcional de un reality show que lo tuvo como su estrella y prisionero involuntario desde su nacimiento: “¡Hablame! ¡Decime algo, maldito sea! ¡Estás en televisión!” Lo inaceptable en cualquier ficción mediática es la caída inesperada de los signos, porque revela que no hay más nada que decir ni hacer. La sinrazón del comunicado de la SUP cae ruidosamente por su propio peso, por el carácter inexplicable e insensato de su dictamen médico. El actor/personaje central de No Toquen Nada podría haber sido aún más hiriente, si en su pregunta retórica en lugar de “vacunados” hubiera dicho “inmunizados”, ya que sería como afirmar que quien se zambulle en el agua permanece perfectamente seco. 

La furia sostenida de DD ese día logró convertir a los dos periodistas en estudiantes que ya saben que perdieron el examen, pero que con amarga desesperación tratan de salvarse a como dé lugar. JR exclama: “Yo no tengo argumentos, ni médicos ni científicos, yo le comento (…) Yo no tengo solidez en esa materia para expresarme”. No se da cuenta de que él hizo el camino inverso al de quien se confesó como censor avergonzado, porque cada día de este año 2021, JR ha estado difundiendo una versión oficial y vacunicida de la pandemia. Mediante la pobre excusa del periodismo, que demoniza a todo aquel que se atreva a criticar las medidas pandémicas oficiales, JR se ha librado de darle lugar a esas voces para propiciar el esencial debate que no tuvo lugar. Sin embargo, algo de la insulsa sopa de sanatorio que aportaron sus dos compañeros radiales surtió el efecto amortiguador esperado en el humorista. En el cierre de su columna, DD vuelve a acomodarse la máscara. Para ese fin, retoma la broma, ahora extinta, ya sin gracia alguna, carente de sentido, tras su brutal exposición de los motivos por los cuales no es posible aceptar el comunicado de la SUP: “Yo voy a empezar a llevar a mi hijo hipotético a los cabildantes para que lo revisen. ¡Porque son mucho más sensatos que los de la SÚ!” Algo reanimado, JR se queja de tener a “todos los antivacunas prontos para pegarme”. Con visible desgano, como un puro reflejo, el viejo rancio DD comenta: “Ay, miren cómo se quiere salvar, Joel, poniéndose enfrente de los antivacunas! Es el último truco del desahuciado! ¿Saben quién usó ese truco? ¡La SUP!”

Seis días más tarde, el lunes 29 de noviembre, en la misma columna encontramos a un Desbocatti arrepentido de lo dicho el martes 23. Para desmontar lo expresado antes, él se vale de un término infantil, ‘empacarse’, y por las dudas, inventa otro, el adjetivo ‘empacón’. Con estos términos describe a aquellas personas que no asumen la sensata frustración adulta de aceptar las normas que les impone la vida en sociedad, así en pandemia como en la vida normal. Habla con cínico sarcasmo de la noticia que le llegó desde las redes de que ahora él se habría convertido en “referente” del grupo antivacunas. Luego, escarnece más ese supuesto rol, y afirma que él es “el líder de una secta”.  Busca con gran empeño diluir o desvanecer la demolición del credo pandémico que llevó a cabo cuando su máscara oscilaba con violencia. Su objetivo ese día, declara con convicción DD, es  “hablar a su nueva gente” para decepcionarlos. Para ese fin, les recomienda que “si quieren pueden hacer una murga y sacar un cuplé contra la Farmafia”. Incluso declara con tono anodino, como quien avisa que irá a cortarse el pelo, que él mismo hará lo opuesto a lo que criticó con ferocidad la semana previa: 

DD: “Yo que no estoy muy contento con la vacunación de los niños, voy a llevar a mi hijo hipotético a vacunarse, para que me vea perder, para que entienda lo que es el mundo adulto. Porque la lección humana que hay atrás de eso es mucho más importante que cualquier disfunción que pueda generar el líquido de la vacuna. La disfunción del infantilismo es mucho más perniciosa que cualquier cosa que le pueda ingresar a su organismo.” 

Ambas intervenciones pueden resumirse en un grito apacible: ¡Viva la desesperanza! Veamos primero el consejo que da DD a su “nueva gente” sobre cómo canalizar lo que era una razonable resistencia en la columna en la que se dedicó a  demoler el comunicado de la SUP y a cuestionar de modo inequívoco la supuesta necesidad de vacunar a los niños.  A las personas que objetan a la vacunación infantil les recomienda transformar su actitud de oposición y resistencia en un cuplé crítico de la inmensa industria farmacéutica mundial. Su sugerencia recuerda una brevísima parábola de Franz Kafka: “En el templo irrumpen leopardos y se beben el vino de los cálices; esto acontece repentinamente; al cabo se prevé que acontecerá y se incorpora a la liturgia del templo.” Crecer supone adaptarse, implica convertir la irrupción de lo inquietante en una parte de lo acostumbrado y previsible, como lo es un ritual religioso. La siniestra consigna-eslogan La Nueva Normalidad resume bien ese mandato de resignado conformismo universal. Si la vida nos da un limón tóxico, siempre es posible volverlo un alimonado cuplé de protesta. Lo mejor, dice este DD emisario de la amargura, sería enmarcar y acotar la angustia ante el violento ataque a todo lo que valorábamos como la buena vida en una forma aceptable y melodiosa de rebelión, para que pueda ser incluso disfrutable para toda la sociedad. Lo segundo digno de mención es la proclama de su deseo de acatar la recomendación de la SUP, la misma institución que pocos días antes él se encargó de desmenuzar y demoler. La razón que ofrece para ese cambio radical es que nada se gana con ser “empacón” –  el signo innovador e infantil que propone DD para descalificar al adulto inmaduro. ¿Para qué resistirse, si la mayoría ya obedeció, ya se vacunó, y está dispuesta a todo, para conjurar el miedo que le llega de continuo de los medios de comunicación, como el que usa el bufón para difundir su creación cotidiana?

Luego de una lluvia ácida de saludable escepticismo, nos llega esta garúa amarga rebosante de derrotismo conformista, cuyo cometido es propiciar el buen comportamiento de su apacible audiencia radiofónica. No sé si al padre del hijo imaginario o hipotético de DD “lo quebraron” o lo “doblaron”, pero es claro que el oscilante movimiento entre persona y personaje tan perceptible el 23 de noviembre fue detenido. No obstante, nada es tan simple, cuando se trata de convertir lo real en una comedia oscura y grotesca. No es una llovizna dulce y anestésica la que nos encontramos cinco días más tarde en ese espacio radial. No nos permite olvidar DD que la transgresión no es sólo suya, ya que todos los adultos rompimos colectivamente varias reglas fundamentales durante el tiempo pandémico: 

“¡La obligación a comportarse como adulto se abolió, es evidente! La de hacer ante los niños que está todo bien, no transmitirle miedo a los niños, y la otra era pensar en los niños antes que en el resto de la sociedad y como especie había que proteger en la edad adulta era lo que debíamos entender. Ni los protegimos de nuestros propios temores, de trasladarles nuestros propios miedos, que fue todo lo contrario en estos dos años. Ni los protegimos cotidianamente de las cosas que sucedían por delante de cualquier necesidad que tuviéramos. ¡No hicimos ninguna de esas dos cosas, básicamente los usamos como población de ajuste!”

Después, el personaje reingresa a la atmósfera de humor familiar, tranquilo, que no genera angustia ni silencios incómodos en su equipo. Hace chistes sobre haberse dado una vacuna de segunda o tercera clase, “la chuminvac”, que apenas lo habilitaría para ver una obra teatral en su país, pero no viajar. Somos todos adultos, después de todo. Con “un mensaje muy claro”, según opina RL, instalado nuevamente en su cómodo rol de colaborador serio, se despide de “su gente”, este líder que se auto-disolvió ante nosotros, por el bien mayor de la comunidad. Estamos ante una bizarra modalidad de la objetividad comunicacional en la era Covid-19: el periodista serio no opina, pero el payaso con quien interactúa opina demasiado. Acto seguido, DD parece poseído por una nueva cepa de objetividad periodística y se arrepiente de lo criticado, pero no se avergüenza. Con cinismo equilibrado, el humorista quiere mostrarse equidistante del designio pandémico mundial y de la aborrecible secta de antivacunas, esa que aparentemente creyó encontrar en su personaje/persona un fugaz pero real portavoz de su causa. Por eso, él quiere poner las cosas en su sitio. Los desilusiona, aunque no sin manifestar su propia amarga desilusión, porque el-mundo-fue-y-será-una-porquería, un lugar donde sabemos que los signos sin duda son humillantes. A pesar de esa condición o a causa de ella, los mandatos, protocolos, nuevas reglas deben siempre contar con la anuencia incondicional de un público sumiso, cautivo y dispuesto a portarse bien, oiga lo que oiga, y entienda lo que entienda. Ese es el payaso triste y quebrado Darwin Desbocatti, pero ya no colérico, que nos habla cinco días después de haberse desbocado por ese micrófono. 

Este desbocado no es mío: disparen sobre el curioso impertinente 

El mismo día en que el bufón Desbocatti se desbocaba de mañana, un sobrio y didáctico diputado surcaba las aguas enemigas de un programa de la tarde para desbocarse frente a panelistas fijos cuyo rol aparente y oficial es el debate. Si nos atenemos al resultado de la presencia del político invitado a ese ámbito televisual de Canal 12 el martes 23 de noviembre, resulta difícil no concluir que lo suyo no es la polémica, sino la unánime y hostil ofensiva contra la interrogante que llevó hasta allí en esa ocasión un representante nacional cuya inquietud fue juzgada negativamente, como la de un curioso impertinente. La imagen inaugural de Esta boca es mía (Canal 12, lunes-viernes, 14.30) es la de su conductora, Victoria Rodríguez (VR), a quien vemos ocupar toda la pantalla, de pie  detrás de su podio. Abajo, hay un visible zócalo escrito con letra mayúscula que anuncia: “VACUNACIÓN A NIÑOS CONTRA EL COVID PREOCUPA A DIPUTADOS DE CABILDO ABIERTO”.

Para el lector apurado, voy a resumir lo principal que ocurrió en esa casi hora de enfrentamiento – 5 a 1 –  entre los cuatro panelistas más la presentadora VR – y el invitado Eduardo Lust, diputado de Cabildo Abierto. No es frecuente que un planteo tan directo, claro, justo y necesario como el que llevó con estilo didáctico y sin prepotencia alguna ese representante nacional fuera tan mal recibido, vapuleado, tan puesto en tela de juicio, y tan sospechado de mil maniobras indignas de su investidura. También fue manoseada la investidura genérica, según la visión consensual del panel, ya que lo único auténtico del ser político sería, según ellos, la politiquería, el hablar exclusivamente en defensa de mezquinos intereses sectoriales/partidarios, y nada más que eso, todo el tiempo. Hecha esta síntesis, puedo pasar al análisis del sinuoso sendero que debió recorrer una y otra vez el portador de una pregunta más que razonable que muchos nos hacemos hoy más que nunca: ¿por qué motivo vacunar a los niños de 5 a 11 años contra la Covid19?

En comunicación, decimos que el mensaje inicial que se encarga de encuadrar todo lo que le sigue es el metamensaje, porque éste nos avisa y prepara para saber qué esperar y cómo interpretar los mensajes que vendrán luego. Así culmina el metamensaje de la conductora que, como verán, nos llega provisto de una cuota de saber científico digerido para el consumo popular: “Han mutado las cepas y el

reservorio del virus terminan siendo los más chiquitos, razón por la cual se está analizando profundamente la posibilidad de vacunarlos”. Como en una misa acelerada, creo que ya podríamos retirarnos, luego del primer minuto del programa: la congregación puede irse en paz, ite missa est. Tal vez, VR siente que ese primer saludo no fue suficiente como metamensaje, y por eso agrega otro más explícito aún. Le cuenta a la audiencia de Esta Boca es Mía que algunos diputados del partido de Lust y el del Peri, “elevaron una carta que no pretende tener ninguna connotación partidaria”. El signo más importante del metamensaje que fue lanzado oficialmente es “pretende”. Un aura de algo equívoco, no transparente rodea este verbo: lo que buscan estos (pocos) políticos podría no ser más que una pretensión suya. Ya desde el inicio, sobrevuela una oscura nube de suspicacia encima del diputado, como si detrás de lo dicho por la conductora, oyéramos además esto: nosotros sabemos bien qué es lo que siempre pretenden estos personajes, y nos consta que no es nada bueno. Esa convicción se desarrolla amplia y profusamente, durante todas las intervenciones críticas que serán dirigidas a Lust y a su interrogante sobre el dictamen de la SUP. Y para dejar todo aún más claro, VR remata su presentación con un gesto de desconfianza radical hacia el desbocado político Lust: “Muchos podríamos decir si lo recomendó la Sociedad de Pediatría, ¡ya está! Confío, confío en la medicina de mi país, y voy adelante, si tengo hijos en esa franja, y los vacuno.”

Desde el inicio al fin, el planteo que hace Lust es un modelo de claridad, moderación y calma, algo envidiable, si tenemos en cuenta el ataque unánime que recibe de los nada debatidores y muy proclives a la  unanimidad panelistas. Impertérrito, el representante mantiene y desarrolla una y otra vez la incómoda duda que lo llevó hasta ese estudio de televisión. Esta es una de las primeras explicaciones que, se me ocurre, en otro ámbito hubiera sido suficiente para terminar con la discusión que seguirá: 

Lust: “El tema es que los destinatarios ahora de la vacuna son seres humanos que no pueden resolver por si mismos, que son niños. La decisión queda en manos de un tercero que son los padres. Pero ésta es una vacuna especial, por lo que le voy a decir ahora.” 

Con aire didáctico, él les explica que hay tres ramas del saber: a) lo dogmático (la religión); b) la superstición (“una creencia sin fundamento racional”), y c) la ciencia, “que busca explicar las diferentes situaciones de la vida, del mundo, del planeta, abarca todo, y tiene respaldo”. Luego, el diputado afirma que la SUP recomienda vacunar “respaldada en conocimientos científicos aparentemente indiscutibles”. Y  tras explicitar lo obvio, a saber, que ni él ni sus correligionarios podrían discutir mano a mano con estos pediatras, Lust considera que a esta sociedad médica “le faltó decir cuáles eran los fundamentos científicos o técnicos, porque eso (que no pusieron) va a ayudar a quienes tengan que resolver (los enumera) a tener información y no quedar como una posición dogmática”. Lo que más sorprende no es que diga casi exactamente lo mismo que el bufón DD dijo a su manera paródica y grotesca en su columna radial esa misma mañana, sino que los periodistas no lo hagan, que ellos brillen colectivamente por su ausencia sin aviso. ¿Dónde están estos buscadores de la verdad compartible cotidianamente cuando más los necesitamos? 

Mientras habla Lust, una gran pantalla detrás suyo exhibe escenas de vacunación infantil y adolescente en forma continua. Como si el deseo de la producción del canal fuese mostrar y demostrar que no duele nada, que es un pinchacito y ya está. Lust ofrece datos concretos sobre el número de casos y la no mortalidad infantil a causa de la pandemia, y llega naturalmente al origen de su duda: un componente importante de la SUP. Se trata de la subcomisión encargada de estudiar todo lo relativo a la farmacología para la población infantil, sus miembros no recomendaron la vacunación a niños. Y Lust agrega algo más grave aún: él trae a ese espacio al convidado de piedra: “se identificaron reacciones adversas”. Cuenta que él recibió muchas consultas, y que en su condición de representante nacional está en una situación ideal para solicitar información que aún no fue suministrada por la SUP sobre las razones que tuvo esa institución para recomendar algo de eficacia no sólo dudosa, sino que incluso podría ser peligrosa para los niños que la recibirán. Él está obrando como lo que es  de modo literal y también espectacular, por aparecer en la tele, es decir, como un representante, como alguien cuyos actos están en lugar de los de muchos ciudadanos que lo eligieron con ese fin, para que ejerza su voluntad colectiva gracias al monto de poder que tiene como parlamentario nacional. Como respuesta a esa demanda por más información, les dice a los panelistas que se preguntaron algunos legisladores de su bancada cómo podrían hacerlo amigablemente, y así surgió su carta: “Con todo respeto le pedimos si nos podían recibir, para informarnos de lo que ellos saben, y nosotros no sabemos. E invitarlos a que lo difundan”. Lust elabora su explicación en clave de sensatez: quien acuda a vacunar a su niño lo hará desde una postura ni supersticiosa ni dogmática, sino científica. Elige concluir  su presentación de un modo “irénico”, que es del todo apropiado para la mesocracia local (Real de Azúa, 1964). Él afirma que si la SUP no aceptara su pedido de información, eso sería algo normal, que no produciría nada negativo. Y manifiesta que él le deja la última y definitiva palabra o dictamen al ministro de Salud pública, quien proviene de su partido. 

La maestra de ceremonias y metamensajes interviene y enuncia la palabra mágica, la que orientará buena parte de la discusión que sigue: “nadie es completamente inocente para no pensar que hay una jugada…” Ella parece limitarse a preguntar lo obvio, quiere saber el motivo de no haber comenzado por hablar con el ministro y correligionario, el Dr. Daniel Salinas. Observamos que cambiaron el zócalo, que ahora reza: “DEBATE SOBRE VACUNACION DE MENORES CONTRA EL COVID-19”. Y la conductora remata su tarea de orientación al decirle a Lust que una carta circulando en la calle con ese cuestionamiento “puede generar un montón de dudas, tal vez innecesarias”. Veremos cómo eso es considerado de modo consensual por los otros cuatro locatarios del programa como un riesgo mucho mayor que el que presenta el Sars-Cov-2. Hay aquí una analogía con el peor peligro avizorado por el DD amargo del lunes 29.11.21, para quien lo fundamental a comunicar ese día era la lección de aceptar la derrota y no ofrecer resistencia alguna. En el caso de este programa televisivo, lo que se representa como la amenaza máxima es la “confusión” que, según ellos, provocaría en la gente el recibir un exceso de información, o algo todavía peor, el presenciar un debate sobre la conveniencia o no de vacunar a los niños. Me limitaré a citar ahora algunas intervenciones que considero emblemáticas del ataque consensual que recibió Lust, del inicio al fin de esa entrevista. Los invito a ver y oír la grabación completa del programa en el enlace que aparece citado en las Referencias, para comprobar la veracidad de este análisis. Sin perder afabilidad, el invitado responderá a cada una de las varias objeciones con que es asediado de modo ininterrumpido, y que pueden resumirse así:

a. El que un político pretenda ser sincero es algo irreal, implausible, y esa equivocada creencia debe desalentarse como una medida sanitaria. No nos venga con cuentos, sabemos todos por ser muy cínicos cuál es la real función y/o cometido de un representante. Son todos culpables de la excluyente y mezquina preocupación conocida como el ‘perfilismo’, una inquietud no les deja nada de tiempo ni de energía para preocuparse por representar a los votantes y ocuparse de sus problemas, por angustiantes que estos sean. 

b. Todo lo que hace un político es política. Siempre y cuando se entienda esa actividad como una variante de lo descrito en a). Aún si se lo plantea en forma benévola, no podríamos no describir ese comportamiento como el aborrecible y auto-centrado ‘perfilismo’. Su principal ocupación es el hacer de las suyas, siempre para su mayor gloria, es decir, para mantener y aumentar su porción del poder.

c. Por nada en el mundo se debe crear confusión en la gente mediante la búsqueda de otra información que no sea aquella que nos baja de la Ciencia oficial, y que como todos sabemos es monocorde, unívoca, y no admite debate jamás. Algo tan o más peligroso que el virus biológico es el letal virus de la confusión irrestricta que sembraría el obtener fuentes alternativas y diversas de información pandémica. De lo que debemos cuidarnos en este mundo de la vida es de la existencia de mensajes cruzados. Eso nos conduciría fatalmente a sopesar, a tener que evaluar en base a ese conocimiento ampliado, cuál camino nos parece más seguro para nosotros mismos, para nuestra familia, para la vida. 

d. No olvidar jamás el sabio proverbio: zapatero a tus zapatos, político a tus politiquerías. Por eso, no hay que tratar siquiera de conocer la justificación en base a la cual la asociación de  quienes se ocupan profesionalmente de la salud de los niños determinó que esa población debía ser vacunada. El político está obligado a reconocerse como negado para todo lo que no sea hacer cosas políticas. Esta conclusión la apoya el Inst. de Ciencia Política de la Univ. de la República, como nos lo recuerda ampulosa e inútilmente uno de los panelistas. Y por fin, aunque posee una cuota de poder, el representante deberá evitar por todos los medios imaginables el impulsar un debate sobre la mejor manera de enfrentar la pandemia. 

Lust reitera una vez más cuál es la real y única intención de su carta: “Nosotros no cuestionamos a la SUP, de ninguna manera. Nosotros lo que hacemos es preguntar, no estamos juzgando a nadie”. Llegan entonces las convergentes objeciones que pondrán en tela de juicio hasta el final esa simple y directa voluntad de saber más sobre algo tan vital. Con respecto al tema sobre el que el representante desea informarse – la seguridad de las vacunas para los niños – nada en absoluto tienen que aportar los cinco integrantes estables del programa. La panelista que dispara primero contra el portador de la duda razonable ya está bien encaminada hacia el primer punto del ataque coral y unánime. Ella se preocupa por saber si la SUP accediera a reunirse con estos representantes nacionales, “¿al final no será un lugar donde todo el mundo va a exponer lo que cree (énfasis) sobre la vacunación?” Como se vuelve evidente, el mayor peligro es que los invitados a informar, según remata ella su intervención, se encuentren en “un ámbito de debate”. Lust le responde que eso sería transgredir la regla de juego, a saber, se los convoca para un pedido de información, y no para una discusión que, de todos modos, ellos no estarían en condiciones de mantener, por su completa falta de competencia profesional. Llega entonces el momento más alto de cinismo sarcástico del panel: 

Alfredo García: “El día de los inocentes es el 28 de diciembre, en política inocentes, Lust, no existen. La carta es una forma más de marcar perfil político suyo y de su partido Cabildo Abierto, de un grupito de delirantes que el otro día estuvo manifestando en la Rambla, me comí una hora de cola, porque estaban haciendo un piquete los señores, o sea que la LUC mucho no funciona, porque los dejaron.” 

Su tono es definitivo y ejemplifica las intervenciones convergentes de la mayoría de acusaciones lanzadas contra la ilícita duda que formuló el desbocado Lust sobre la vacunación infantil recomendada por la SUP. Está tan seguro de la verdad que lo asiste, que este panelista se permite teatralizar y ridiculizar la falsedad de la preocupación y la fingida curiosidad de este impertinente, que no estaría en la base de la carta que busca más información de la sociedad pediátrica nacional. Él argumenta que nadie se vacunó obligado, se señala a si mismo, y remata su sarcasmo con una recomendación: Lust debe buscar a un pediatra y pronto.  Repite la sospecha/acusación de que todo lo demás “es una jugada política, para perfilarse como grupo político”. Y para colmo de males, agrega, el pedido de información de estos representantes sólo conseguiría alentar el delirio de los antivacunas. Curiosamente la conductora no permite que Lust responda en seguida al fuerte cuestionamiento del panelista. Ella se dirige a los otros dos, y les pregunta “si coinciden con Alfredo que esto es una jugada política”. 

El próximo integrante en tomar la palabra le aconseja a Lust dirigirse y someterse al único organismo que realmente importa, el que decide en este asunto, la Comisión de Vacunas del Ministerio de Salud Pública. Toda acción política de su parte sería una irrelevante interferencia con el poder sanitario de los que saben de verdad y que van a tomar la decisión final. Con firmeza, este otro panelista descalifica de modo absoluto su carácter de representar a una porción de la población nacional. Por su parte, el cuarto panelista intenta ser benévolo, y por eso anuncia que él no hablará de perfilismo – aunque de ese modo ya lo hizo – sino de la naturaleza misma de todo acto político: eso sería algo inevitable y no secreto. De todos modos, la intención de Lust es descartada por inútil, ya que no aportaría nada que la Ciencia no pueda hacer, sin sufrir esta clase de molestia inútil. 

Y por fin llegó la hora de las respuestas ante esta lluvia de sospechas, descalificaciones y diversas formas de declarar la completa irrelevancia del pedido de información del diputado presente en el estudio. Su contestación es simple: “Yo creo que podemos conseguir una información sin agredir y compartir esa información”, y suscita una intervención interesante, porque revela un elemento central de la ideología unánime de todos los panelistas: 

Fernando Marguery:Ir a buscar información a un organismo que no tiene poder de decisión puede generar todavía más confusión en la gente. Como parte del gobierno, del que Ud. forma parte, le preguntamos al Grupo de Vacunas, eventualmente qué justificación científica, en vez de estar levantando polvareda que a la opinión pública probablemente la confunda mucho más de lo que le aclare.”

Con tristeza debo concluir que la anti-tarea periodística de tantos meses ya consiguió un resultado potente y nefasto: las personas comunes deben ser protegidas de la confrontación con informaciones divergentes, porque eso sólo les produciría “confusión”, al decir de este miembro estable de Esta Boca es Mía, quien refleja el sentimiento colectivo de ese día. En vez de creer que para poder tomar una decisión vital como el darle o no darle a sus niños un medicamento de efectos inciertos a mediano y a largo plazo es fundamental disponer de la mejor información disponible, lo recomendado por este grupo de discutidores convergentes sería acatar ciegamente la monolítica voz oficial del Estado vacunicida, un fiel reflejo de muchos otros Estados en modalidad sanitario-autoritaria. 

Abandono este programa anti-debatidor y atento sólo a consignas que llegan desde muy alto, con una analogía que propuso el mismo panelista aterrado por el fantasma babélico de la confusión que ocasionaría la información abundante. Él describe una reunión familiar en la que cada uno de sus miembros ofrece su parecer sobre qué se debe hacer al respecto de la enfermedad grave que sufre uno de ellos. Ese barullo cognitivo dura “hasta que llega el médico clínico especialista y dice: ‘Lo que vamos a hacer es esto y esto’, y se acaba todo”. Para apreciar este momento climático de la supuesta derrota del curioso impertinente, del diputado Lust, recomiendo oír el tono imperioso y observar los gestos rígidos y severos, se parecen, imagino, a  lo que haría el Papa cuando habla ex cathedra, para zanjar un asunto teológico espinoso, ante los fieles, de una vez para siempre. Qué bueno es, nos asegura este visible portador de la ideología de esa producción televisiva, el no tener que debatir sobre la pandemia, y el entregarse con total sumisión al dictamen del máximo poder, tanto político como sanitario. ¡Qué importan las consecuencias para la salud de los niños y los jóvenes! Lo único que vale la pena es obedecer. Lo recomiendan el payaso Darwin D. y el grupo de los cinco no-debatientes de un programa que, se supone, fue diseñado para debatir y esclarecer asuntos complejos de la vida en sociedad. 

Casi al final del incesante tiroteo contra este desbocado curioso impertinente, la máscara de la conductora Victoria Rodríguez parece moverse contra su voluntad;  emerge algo inesperado de la persona que está detrás. Luego de escuchar por cuarta vez que la “opinión con consecuencias” que afirma buscar Lust traerá el caos al mundo, ella sale un instante de su sopor unanimista e interrumpe a su panelista oficial: “A todos nos va a servir la información, no?” Y cuando éste señala con desdén la profunda grieta entre los participantes habituales del programa y aquellos que van en pos de lo inservible, la máscara de la mujer se cae, y le sale lo reprimido hasta entonces: “¿Pero no nos va a servir a todos?” Lástima que esa intervención sea demasiado tarde y demasiado poco.  

Sin ironía pienso que debemos estar agradecidos al anti-debatidor programa Esta Boca es Mía por ofrecernos no solo una lúcida expresión de la irritación de la duda sobre algo tan vital como vacunar a quienes no necesitan ser vacunados en esta pandemia, que no necesita de más medidas draconianas, sino volver ya mismo a la querida normalidad. También le agradezco haber revelado de modo impactante y muy a pesar suyo la violenta reacción de los poderes mediáticos que son encarnados por esta triste congregación de pensamiento unánime, frente al deseo de saber más sobre algo que a todos nos debería preocupar. Los francotiradores unánimes apuntan su repudio a quien osó preguntar, como aquel niño de la fábula que exclama que el rey va desnudo, para vergüenza de los sumisos que lo miraban pasar embelesados con su ropaje inexistente. Lust llegó hasta ahí con una duda inadmisible, y fue atacado ferozmente por una manada de dudacidas, de exterminadores de la curiosidad razonable y justa. Por eso, lo sometieron a una ordalía de sospechas, de incredulidad, y le impartieron al visitante la dura enseñanza sobre cómo dudar en regla, para que nada cambie. Ellos le dicen una y otra vez: usted, político de su clan, no puede por su propia naturaleza representar nada noble, ni bueno, ni necesario en la sociedad. No le creemos cuando nos dice que trae la real preocupación de quienes lo votaron e incluso de quienes no lo hicieron. Eso lo sabemos no sólo por ser cínicos, sino por ser unánimes y fervientes creyentes en la Ortodoxia Covid que estás en el Cielo Pfizeriano. 

El malestar del periodismo frente a la embestida pandémica

Mi pregunta final es ¿dónde estás periodismo serio, objetivo, veraz y valiente cuando más te necesitamos? Por qué nos vemos obligados a caminar con un payaso radial que va y viene por la cuerda floja de la verdad informativa? ¿Por qué tenemos que mirar la puesta en escena de un debate domesticado que tiene anticuerpos contra la duda genuina y productiva? ¿Por qué luego de una revelación tan contundente de un miembro de la profesión periodística sobre la auto-censura implacable ejercida por él mismo no estalla un debate sin restricciones sobre las insólitas restricciones de la profesión que debería encargarse de investigar y no de cercenar la palabra que no encaja en el relato oficial pandémico? 

Dos semanas después de los dichos de Gabriel Pereyra apareció una repercusión escrita, una columna  publicada en el mismo medio de prensa (Sicardi, Búsqueda, 25.11.21). Leerla produce el efecto de una bocanada de aire refrescante.  En “Vacunas, miedo y dinero”, su autor se planta una serie de preguntas que no sólo invocan el acto confesional de Pereyra allí mismo, sino que desde la orilla segura y apacible de no identificarse con el negacionista o con el  conspiranoico, Sicardi cae en la cuenta de que hay muchos cuentos y pocas nueces sobre la pandemia. Se limita a observar y comentar con simpleza todas las incongruentes recomendaciones, protocolos, idas y venidas para cuidarnos mejor, porque ellas son hechas con evidente y preocupante ausencia de sentido común. 

Esa es la triste y desoladora situación en la que llegamos a una campaña que busca afectar la vida de quienes ni sufren ni contagian Covidp19 en forma significativa, pero que se ha decidido globalmente son los proveedores de los próximos brazos necesarios para que esta maquinaria no pare y para que acelere su imparable avance. Esta nueva etapa ocurre con el beneplácito de política, medios de comunicación y, por supuesto, de los beneficiarios más directos y evidentes, que son quienes fabrican ese nuevo bien de consumo irresistible y muy poco confiable. 

Vuelvo a escuchar las dos columnas del personaje cómico Darwin Desbocatti y me parece que el actor-personaje sabe que lleva sobre sus hombros el impulso vigoroso, todo lo que calló el periodismo en estos tantísimos días de encierro informativo – como lo escupió Gabriel Pereyra en su confesión avergonzada del 11 de noviembre de 2021. Pero también el humorista carga sobre su frágil presencia mediática el freno tan uruguayo y mesocrático que describió con maestría Real de Azúa (1964). Y por eso, Darwin D. mastica la bronca y regresa al escenario donde él hizo una encendida denuncia para amortiguarla, para refrenar las posibles incómodas adhesiones o ubicaciones de su discurso en una zona demasiado jugada, demasiado comprometida con la búsqueda de la verdad, la tradicional y honorable función del periodismo serio y necesario. El bufón necesita volver a ponerse su máscara aparatosamente y desdecirse, un poco al menos; él lo hace sin dejar de manifestar su cínica resignación al engaño, al relato falseador de los medios, del mismo sistema en el que él gana su vida.  

El programa de debate doméstico Esta Boca es Mía conducido por Victoria Rodríguez cinco días por semana parece más domesticado que nunca cuando entra a su sistema algo intragable, indigerible: un político que pretende hacer eso para lo cual existe la política. Todos los allí presentes se ufanan en denunciar al ignominioso representante que acarrea hasta allí una duda por demás razonable y saludable. Todos se esfuerzan por exponer y denunciar su mezquina y miserable voluntad de lucimiento – el odioso “perfilismo” que rima con divismo y con narcisismo. Sin darse cuenta, al tiempo que lo hacen,  esos panelistas se exponen como anti-debatidores, y dejan en evidencia el genuino deseo de ese diputado de conocer más y mejor lo que condujo a la sociedad de pediatras del Uruguay a darle su apoyo a la vacuna infantil contra la Covid-19. La voluntad de saber de un representante nacional, cualquiera sea su partido o ideología, la presencia de una preocupación ética, es suficiente para derrumbar el género de un programa televisivo que aparenta discutir, debatir, cuando en verdad sólo se acude allí a a simular ese acto político por excelencia. Basta con una duda genuina plantada en medio de ese entorno impermeable a la razonabilidad, para que los obedientes integrantes estables de esa escena queden paralizados y se muestren unánimes en su condena del que llegó hasta ahí a dudar de lo que según ellos es indudable. ¡Viva la vacuna infantil! gritan todos al unísono.  Su grito de guerra es:¡al diablo con la discusión razonada y razonable! Lo fundamental es cerrar filas contra quien se atreve a ejercer la impertinente curiosidad sobre algo tan ajeno, remoto e imposible de conocer salvo por el cerrado elenco de la Ciencia. El resto es confusión, silencio y muerte. 


Referencias

Columna de Darwin Desbocatti en No Toquen Nada (Martes 23.11.2021, 2ª. parte; y Lunes 29.11.2021, 2ª parte)  https://delsol.uy/notoquennada/programas 

Esta boca es mía (23.11.2021) https://www.teledoce.com/?p=550622& fbclid=IwAR0kr0brVALcdEdGwcO0Z5luIISyIFNrSH-xgu8P1J5l6sIXeuNadEs26WM

Real de Azúa, C. (1964). El impulso y su freno. Tres décadas de batllismo. Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. 

Sicardi, G. (2021).  “Vacunas miedo y dinero” Semanario Búsqueda  (jueves 25 de noviembre de 2021) https://www.busqueda.com.uy/Secciones/Vacunas-miedo-y-dinero-uc50294