ENSAYO
“Yo pienso que nosotros tenemos una gran deuda de gratitud con la ciencia. La ciencia de muchas maneras ha contribuido a aliviar el sufrimiento de esta pandemia, que fue más que probablemente causada por la ciencia” (Jon Stewart, en el programa de televisión The Late show with Stephen Colbert, 15 de junio 2021)
Por Fernando Andacht
¿Cómo entender la desmesurada y masiva ansia o anhelo vacunil? Hablo del impulso irresistible a participar en un experimento masivo a una escala nunca antes conocida. Puede deberse, claro, a nuestra naturaleza gregaria. No sólo habría una inmunidad natural de rebaño (tranquila OMS, ya volverás a enmendar esa enmienda, y van…), sino también de un ánimo o espíritu de rebaño que funciona como universal ansiolítico. Hablo del temor a no perder el tibio abrigo del rebaño ideológico. Todo ocurre como si resonase una banda sonora mundial a todo volumen y durante todo el día en todas partes cuya letra dice así: “¡Vamos todos juntos, en masa apretada al vacunatorio para bien o para mal! Lo hacemos todos sin dilación ni vacilación, cerramos los ojos y la mente y ponemos juntos el brazo”. El factor rebaño sin duda pesa, nos pesa pensar en qué pensarán los otros de nosotros, si audazmente nos alejamos de la manada, que está en movimiento constante, agitada por la irradiación incesante de los medios masivos de (des)información, desde el 13 de marzo DP, después de la pandemia. Sin embargo, en lo que sigue, voy a aventurar otra idea, y no hay nada mejor para elaborar signos distantes del pensamiento automático, que deja de ser tal para convertirse en pura reiteración de lo oído y visto, que acudir a la literatura, como lo recomendó en 1907 Freud:
Ahora bien, los poetas son unos aliados valiosísimos y su testimonio ha de estimarse en mucho, pues suelen saber de una multitud de cosas entre cielo y tierra con cuya existencia ni sueña nuestra sabiduría académica. Y en la ciencia del alma se han adelantado grandemente a nosotros, hombres vulgares, pues se nutren de fuentes que todavía no hemos abierto para la ciencia. (Freud, 1992 [1907], p.8)
De lo que habla en ese texto el fundador del psicoanálisis es de “la novela breve Gradiva, de Wilhelm Jensen, que su propio autor describe como una «fantasía pompeyana”. En mi caso, voy a recurrir a una fantasía dickensiana, a la saga del muy joven hechicero Harry Potter, escrita con brío contagioso, en un estilo que evoca el del autor inglés de Oliver Twist. Voy a emplear algunos de los neologismos acuñados por la escritora inglesa J. K. Rowling a lo largo de las siete entregas noveladas durante una década (1997-2007). Antes cabe una advertencia: ignoro, pero dudo mucho que la autora de esta muy popular narrativa comparta el uso que haré ahora de los signos con que ella entretuvo a millones de niños, adolescentes, y también a sus padres, que como yo leían con sus hijos las aventuras en la tierra mágica y misteriosa de Hogwarts.
Revisitar Pandemia desde la comarca mágica de Harry Potter
Mi conjetura es que apelar al universo paralelo de hechicería imaginado por Rowling nos permitiría avanzar un poco en la comprensión de qué es lo que infunde tal convicción blindada a la población que no le importa que si se vacunan, todos deberán continuar usando máscara, distanciándose, viviendo en burbujas, quedándose inmovilizados con temor en sus casas. ¿Por qué la comarca nuevonormal acepta con apacible resignación inmovilizarse en sus casas? Hay una circulación de altas dosis de pánico cotidiano cuyo origen, propongo, se encuentra asociado a unos seres cuya magia oscura y poderosa proviene de su sólida alianza con la mayor fábrica de signos en el mundo, los medios de comunicación. ¿Qué pasaría si en lugar de hablar de científicos del GACH, de los periodistas, de los encarnizados seguidores de la prédica de ambos, de gente en general, y de los críticos del tratamiento de la pandemia hablásemos de Dementores, de Mortífagos, de Muggles y de los Sangre Impura? Se impone entonces un breve repaso del significado de estos signos literarios y fantásticos que clasifican a los principales personajes que rodean al protagonista Harry Potter. Y por economía textual, cuando los defina, también presentaré a aquellos que ocupan ese rol narrativo en nuestro tiempo sanitario.
La vida entre Dementores, Mortífagos, Muggles y Sangre Impura
En una reciente jornada dedicada a pensar la comunicación en tiempo pandémico, la figura más visible del Grupo Científico Asesor Honorario (GACH), el Dr. Rafael Radi, hablaba así sobre lo que debe saberse y cómo debe producirse ese saber público:
Y, luego que tenemos la información, esa información, eventualmente, se puede transformar en conocimiento, pero entre información y conocimiento hay un gran salto y hay un conjunto de etapas que cursar. Y ahí es donde la comunicación también tiene que decidir qué es lo que está comunicando ¿está comunicando datos? ¿Está comunicando información? ¿Está comunicando conocimiento? (Jornada Aportes de la información y la comunicación para pensar la pandemia, 04.06.2021).
En el fragmento que cité arriba, Radi no usa las metáforas habituales, porque se dirige a la comunidad académica, concretamente, a los que estudian comunicación, y les advierte con la máxima seriedad sobre qué se debe y qué no se debe informar y/o comunicar a la población. No puedo dejar de leer entre líneas que no todo lo que circula en las redes, por ejemplo, es lícito, y por ende difundirlo no debería describirse como informar conocimiento. Pero tampoco lo que circula en medios alternativos, como esta misma revista eXtramuros tampoco merecería la distinción de ser considerada información/comunicación válida, si nos atenemos al pesado manto de silencio que cae sobre su producción. Ocurre que muy obedientes, los medios dominantes – televisión abierta, radios, prensa escrita y portales en internet – sólo han invitado a quienes comulgan con esa visión tan restrictiva del conocimiento. Propongo describir al elenco estable de especialistas, como Radi y sus asociados, como Dementores, a los periodistas que atesoran y transmiten su palabra, como Mortífagos, a la población general, que recibe la interacción de estos dos como Muggles, y a los críticos o disidentes de esa versión/visión pandémica, los que brillan por su ausencia de ese ámbito comunicacional e informativo como los Sangre Impura. Vale la pena recordar que una parte no menor de los méritos desplegados por este coordinador del GACH para ganarse su alto prestigio como Dementor Mayor, se lo debe a algunas de sus metáforas más recordadas e incesantemente citadas con alegría y máxima admiración por los periodistas: el riesgo mortal de competir en un lugar donde es muy difícil respirar (la selección de fútbol en La Paz); la orden de detener la vida social durante todo un mes (“blindar abril”), y el acto de paralizar todo lo no imprescindible para subsistir (“bajar la térmica”). Por la vía de estas tres imágenes verbales, Radi consiguió producir un altísimo monto de miedo en la población: asfixiarse mientras se juega un partido clave para todo el país; aislar el tiempo para que nada entre ni salga de ese flujo en el que vivimos; habitar un apagón gigantesco, frío inhumano y sin claros límites. Tres modos de temer de forma unánime, tres estímulos para salir corriendo hacia esa luz al final del túnel que es la vacuna prometida. También propongo clasificar como Mortífagos asociados a aquella parte de la sociedad que adhiere con enorme vigor y celo policial a la doctrina de los Dementores. Así, cuando surge la noticia de la muerte de alguien ya totalmente vacunado, estos Mortífagos dirigen su furia hacia quienes dudan sobre su eficacia.
Empecemos entonces con la descripción de las temibles y oscuras criaturas que acechan a hechiceros e incluso a meros mortales, y que equivocadamente el Ministerio de Magia envió en una ocasión a vigilar el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. No carece de interés, en nuestro tiempo, saber que la misión de los Dementores en el relato de Rowling la ejercen a través de su respiración: “su aliento parece que estuviese intentando absorber algo más que el aire de su entorno”. Ellos se dedican es a devorar la felicidad humana, a extraer toda la esperanza y la felicidad de aquellos que encuentran en su camino. A causa
de su forma de actuar, en el universo harrypotteriano se los ha designado como los guardias de la prisión de Azkaban para magos. Allí, su presencia impide que haya fugas, porque ellos bloquean – aunque ‘blindan’ parece más apropiado – el deseo de escaparse de los prisioneros. El acto culminante y fatal de estas horribles criaturas es el beso del Dementor: éste extrae el alma humana por la boca y deja atrás tan solo la cáscara de un cuerpo vivo, pero sin espíritu. La novela explica que ese proceso es irreversible. Cuando uno de estos seres pandémicos hace su ya ritual aparición en un estudio de televisión o radio, el acto de oír a un Dementor hablar o simplemente de verlo aparecer en cámara, exige no sólo prestarle atención, sino abandonar toda esperanza de que de habrá otra forma de terapia, otra vía de salvación que no sea la que estos personajes proponen, a saber, la vacuna y, por supuesto, el aislamiento. Para que ese enorme miedo funcione, debe extirparse todo buen recuerdo de la vida anterior, toda forma de circular por el mundo que no esté prescrita en un protocolo, ya sea creado por el Dementor, o recibido por éste de la máxima autoridad, la OMS.
Quien los recibe con irrestricta alegría y orgullo en su ámbito comunicacional, como por ejemplo, el periodista del informativo Telemundo, el 30 de marzo de 2021, cuando Radi lanzó su segunda exitosa metáfora al mundo, “debemos blindar abril”, le preguntó con evidente falsa curiosidad: “¿Por dónde viene la esperanza? ¿Por la vacuna?” Estamos ante un ejemplo paradigmático del comportamiento de un Mortífago, que en el inglés original de la novela es aún más potente: “death eater”, devorador de muerte. Presentadores de todos los medios se convirtieron en engullidores de muerte, desde el inicio de la emergencia sanitaria a través de su ferviente admiración de los Dementores. Y por contagio afectivo, algo similar le ocurrió a los más enardecidos muggles que adhirieron a esa pasión. A los Dementores los vemos aparecer en vivo, o en las simpáticas ventanitas de las aplicaciones virtuales, con el objetivo de atemorizar de modo bien coordinado a la población, y para exhibir una y otra vez el larguísimo y solitario túnel que conduce a la luz radiante de las vacunas experimentales. Esa es la única fuente de esperanza permitida por la férrea alianza entre Mortífagos y Dementores. Una frase inolvidable de Radi que llegó ya cerca del final de esa entrevista del 30 de marzo de 2021 fue su dictamen sobre el inmenso peligro creado para nosotros por nuestro vecino norteño: “Brasil hoy es el biorreactor de generación de cepas más grande del planeta tierra”. No imagino un latigazo verbal más intimidante, para absorber todo rastro de un feliz recuerdo o toda visión futura de acercarnos nuevamente a la tierra brasileña. Se esfuma así hasta el menor rastro del samba, de esa alegría sonora y danzante que tropicaliza nuestra alma rioplatense y tanguera.
Quienes son contagiados de un intenso y permanente temor, los Muggles, pueden dividirse en dos clases, una es la de los dóciles ciudadanos que sólo quieren anotarse y vacunarse el número de veces que la Ciencia suprema lo estime necesario. También ese ser ajeno o no conocedor de los misteriosos senderos del alto saber, no dudará en seguir vistiendo y viviendo el kit pandémico completo – tapabocas, alcohol, distancia social, en fin las restricciones habituales. Hay otra clase de muggles, sin embargo, que son díscolos, los vemos a veces capturados por las autoridades por incurrir en delitos nuevonormales como el aglomerarse, el festejar con otros, en fin, entregarse a buscar la felicidad gregaria hoy prohibida. Los medios no cesan de denunciarlos, de vituperarlos y de pedir mayor severidad en su castigo; esa actitud define la tarea profesional del mortífago o entusiasta seguidor del ideario del Dementor. Sólo hay alguien aún más dañino, peligroso y despreciable que el pobre muggle indócil. Hablo del Sangre Impura – mudblood en el original inglés es también más gráfico: los que tienen la sangre sucia o embarrada. Así se describe en la saga de Harry Potter a aquellos que nacen de un hechicero de pura cepa y de un/a muggle. La tarea del mortífago es perseguirlos, no darles tregua un instante para castigar esa impureza inaceptable. Y en el tiempo pandémico, los Mortífagos lo hacen cuando pronuncian con repugnancia y un énfasis melodramático: ¡Yo no invitaría nunca a mi programa a un negacionista/antivacuna/conspiranoico!
El modus operandi del Sangre Impura en Pandemia está descrito de forma implícita por Radi, en la presentación antes citada que él hizo para estudiosos de la comunicación a inicios de junio de este año:
Y, cuando se llega a la etapa de la toma de decisiones, es fundamental que la comunicación y la transferencia de conocimiento e información sea suficientemente clara. Es tan importante saber lo que se sabe como saber lo que no se sabe, y eso implica para los seres humanos, y para la especie homo sapiens sapiens, un baño de humildad en forma permanente. Entonces, no todos los abordajes son igualmente fértiles para entender qué es una pandemia.
Personas que se dedican a pensar y – peor aún – a publicar por escrito o a difundir oralmente, en algún muy raro medio no mortífago, sus dudas, críticas o reparos con respecto al manejo de la actual pandemia no serían claros, y sobre todo no propondrían, a priori y sin discusión alguna “abordajes fértiles para entender qué es una pandemia”. Como ya lo escribió Orwell en Animal Farm (1945), “todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”. Algo llamativo en el discurso de Radi sobre el quehacer científico es que al mismo tiempo que él invocó la modestia máxima – “un baño de humildad en forma permanente” – también descartó muchos otros abordajes. Por ejemplo, los de todos aquellos cuya ausencia nunca le llama la atención al elenco estable de Dementores. Se trata de los Sangre Impura, quienes no son bienvenidos en los medios que les abren a los Dementores las puertas de par en par. Encuentro en la tesitura de Radi un rechazo tácito a los Sangre Impura, a esos intelectuales de diverso origen que, sin pertenecer necesariamente a las ciencias prevalentes en el GACH y asociados, se dedican a informarse con seriedad en fuentes confiables, para luego producir un conocimiento que es despreciado de forma masiva por los Mortífagos con la total anuencia de los Dementores. Sólo así se explica la unánime, unidireccional y dogmática versión científica que llega a la población sin cesar. También podemos entender que la actividad de estos personajes alimenta un temor sólido, uniformemente distribuido entre los muggles que sólo puede desembocar en la estampida vacunatoria. Del pensamiento de rebaño a la inoculación en rebaño media ese miedo tangible que surge al paso del Dementor, y de su fiel y sumiso escudero y admirador, el Mortífago. Poco es el margen que queda para los marginados de esta organización: los muggles dubitativos y los Sangre Impura reflexivos deben mantenerse afuera de la bien iluminada y amplificada comarca del miedo ilimitado y condimentado con protocolos científicos y ajenos al debate. Por los siglos de los siglos, amen.
Epílogo casi esperanzador
No todo está perdido cuando nos enfrentamos a un Dementor y a su destrucción de nuestra alegría y esperanza. Gradualmente, el héroe de la saga, crece, y aprende un conjuro para vencer esa desesperanza y naufragio en una vida sin luz que es lo que la exposición a esa criatura tenebrosa causa. Harry Potter consigue usar finalmente un hechizo llamado – en latín como todos los otros en la saga – Expecto Patronum. Una traducción posible en esta emergencia sanitaria sería: espero a un protector no sanitario. Y esa protección sólo puede venir, a mi entender, de preguntarse, de pensar, de razonar, y de inquietarse ante la existencia de este elenco estable de seres atemorizantes que sólo ofrecen una salida para la decretada emergencia. Cuando el héroe mágico lanza su hechizo defensor, surge un ciervo plateado que lo protege del Dementor. Cuando quienes ejercemos la duda justa y bien fundada lo hacemos, surgirá el signo de un pensamiento propio que no teme salirse del rebaño.
Referencias
Freud, S. (1992/1907). El delirio y los sueños en la “Gradiva” de W. Tensen. Obras Completas S. Freud. Volumen 9. Buenos Aires: Amorrortu.