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Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña, que no parecen interesarle…; pero fuerte y seco como de piedra.
Por Santiago Tavella
Pandemio es pequeño, microscópico, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que como todos los demás microorganismos no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ácidos ribonucleicos son duros cual dos proteínas de cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al hospital, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolos apenas, a los pacientes con comorbilidades, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: “¿Pandemio?”, y viene á mí con un trotecillo alegre que parece que contagia la risa, en no sé qué cascabeleo ideal que si hiciera un video y lo subiera a instagram se viaralizaría rápidamente… Come cuanta cifra inflada le doy, sobre todo los números altos, los porcentajes de muertos por cantidad de habitantes parecen no interesarle tanto, como todos los asnos le da más importancia a lo cuantitativo sobre lo cualitativo. Le gustan las personas pertenecientes a la tercera edad, los diabéticos, los hipertensos y todos los que están más cerca del cajón que de las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel…
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña, que no parecen interesarle…; pero fuerte y seco como de piedra. Cuando paso, sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo temerosos: —Tiene acero… Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo. El acero mata a cero muere, pero lo usa cada vez menos, parece que lo está aburriendo, la plata de luna en general es una metáfora asintomática aunque a veces te da un poco de fiebre y tos.