POIESIS / 60

Por Mario Meléndez

Desde su primer libro, Esta rosa negra (1961), reconocemos en Oscar Hahn (Iquique, Chile, 1938), a un autor original y lúcido, cuya impronta se ha ido instalando de manera definitiva en el actual panorama de la poesía hispanoamericana. 

Su maestría radica en fusionar las formas clásicas con los nuevos lenguajes y metalenguajes, y llevarlos a su propio radio de acción. Se vale de todo un sistema de significados (derivaciones, palimpsestos, intertextualidades) que adquieren en su imaginario una fuerza centrífuga que arrastra al lector por aguas caudalosas e inesperadas. Nada le es ajeno. Todo le resulta funcional a la hora de abordar la página en blanco. Sus fuentes son diversas, y en ellas están resumidas todas las disciplinas del arte. Hahn entiende la importancia de cada palabra, la labor que exige el proceso creativo, la síntesis contenida allí. 

Replantea el tema del amor a través de un fantasma que se transfigura en los objetos domésticos para volver donde su amada. Adquiere la forma de una toalla, una sábana, una funda de almohada, una camisa sucia. El abandono y la memoria cobran vida en Mal de amor donde los resabios de un extraño erotismo se abre paso, como una sombra que deambula por los rincones con la esperanza de recuperar lo perdido.

La presencia de lo bélico como denuncia, es otra de sus características, desde su ya clásico “Visión de Hiroshima”, devastador testimonio de la Segunda Guerra Mundial y punto de partida, tal vez, de una serie de textos que se sucederán con frecuencia en libros posteriores. Una toma de conciencia reveladora donde al final todos los muertos pertenecen a un mismo bando.

La muerte siempre está rondando su escritura, ora lúdica, ora ritual. Incluso encontramos esa derivación que va de lo solemne a lo festivo (como se manifiesta principalmente en la cultura mexicana y toda su alegoría fúnebre). Una muerte que le habla al oído, que se sienta a los pies de su cama con una familiaridad que sobrecoge.

Sin duda es uno de los grandes poetas aparecidos en la segunda mitad del siglo XX, que sigue vigente entregándonos en estos últimos años libros tan notables como La primera oscuridad o Los espejos comunicantes.

Aquí el autor explora una variante pocas veces tratada en poesía: el tema de lo fantástico. Lo vemos en diversos textos donde las situaciones que describe caben en el terreno de lo insólito, lo maravilloso, lo desconocido. “Cosas que se escuchan”, “Sala de conciertos”, “Cajones”, “La memoria de los espejos”, “El pasajero de la lluvia”, “Teoría de la relatividad”, “Extracción de la piedra filosofal”, por nombrar sólo algunos. Esto se venía anunciando de manera más sucinta en otros libros anteriores. Poemas como “A la una mi fortuna a las dos tu reloj”, “Una noche en el café Berlioz”, “Los fantasmas de Lisboa” son un claro ejemplo. Aparecen sus inquietudes de siempre (el amor, la muerte, la guerra, la desolación, el pasado, la historia, la nostalgia, etc.), pero tratadas desde una perspectiva distinta, tan lejos de lo convencional, de lo predecible. Mención aparte merecen los llamados “prefantasmas”, que en palabras del autor, serían “entidades inmateriales anteriores a la gestación del ser, habitantes de esa especie de pre-vida que es la primera oscuridad y que vendrían a visitarnos como si fueran extraterrestres. Ellos también penan en nuestro mundo”.

Su escritura a ratos es muy visual, como si fueran pequeñas escenas en blanco y negro que desfilan ante nuestros ojos y nos sorprenden por su estructura y alcance. Las imágenes se suceden vertiginosas y a veces nos llevan de la mano por regiones remotas e imprevistas donde “el inconsciente es un árbol lleno de pájaros muertos/ que se echan a volar cuando uno menos lo espera”.

Resulta interesante su propuesta para las nuevas generaciones, por ser uno de los autores que mejor han sabido reactualizar las claves y derivaciones. El doble juego o lucha de contrarios sintetiza su obra a través del amor y la muerte. Eros y Thanatos se atraen, se repelen, se juntan, se reconocen y finalmente permiten, en los distintos estadios de su relación, la suma de un todo que deviene en herencia, en voluntad creadora.

Hahn se reinventa en cada libro con una percepción que asombra, juega con el lenguaje, le da sentido y plenitud, lo utiliza de una manera funcional, lo revitaliza y destila antes de ponerlo otra vez en circulación. Su poesía es una lección de rigor y lucidez. 

Al releerlo, se nos viene a la mente lo que sostenía Picasso sobre el proceso creativo: “Si el tema me pide cierto medio de expresión, adopto ese medio sin vacilar. Móviles diferentes exigen métodos diferentes. Ello no implica evolución ni progreso, sino un acuerdo entre la idea que quiero expresar y los medios de expresar esa idea”. 

La presente muestra de poemas ofrece al lector la posibilidad de conocer una obra conmovedora y singular, que seguramente permanecerá en la memoria colectiva como un testimonio vivo de su tiempo.


COSAS QUE SE ESCUCHAN

Qué extraño es sentir el sonido de la lluvia
cuando no está lloviendo
mirar por la ventana las calles secas
y sentir el sonido incesante de la lluvia 
Ahora escucho el crujido de una silla mecedora
Alguien teje alguien se para
alguien entra con unas tazas de té
alguien hace ruido con la vajilla
Qué extraño es sentir el quejido
de una silla mecedora
cuando nadie se está meciendo
el tintinear de la vajilla
cuando nadie está poniendo la mesa
la algarabía de los invitados
cuando las sillas están vacías
y el sonido de la lluvia
el persistente sonido de la lluvia
cuando no está lloviendo

SALA DE CONCIERTOS

Tocaban música
sin voces ni instrumentos

Tocaban música

Música de violines
sin violines
de oboes sin oboes
clavicordios
sin teclas y sin cuerdas

Tocaban música

No tenían 
ni oídos para oír
ni dedos para tocar
ni ojos para ver
las partituras

Sin embargo
con extremado 
virtuosismo
tocaban música

¿Quiénes tocaban?
¿Quiénes escuchaban?

No lo sabemos
No nacen todavía

CAJONES

Se abrieron todos los cajones
de los muebles que había en la casa
Saltaron por el aire
las cosas que estaban adentro
como si una caterva 
de demonios enloquecidos
buscaran algo en su interior
Yacían las cosas desparramadas por el suelo
crujían los cajones vacíos
Ave María Purísima exclamé persignándome
Y una voz surgida de no sé dónde dijo:
sin pecado concebida
Y de nuevo saltaron las cosas por el aire
y regresaron al lugar de donde habían salido 
Todo volvió a la normalidad
Excepto ese cajón que aún permanece abierto
y que parece una boca de lobo

LA MEMORIA DE LOS ESPEJOS

En este espejo que cuelga
en el baño de mi dormitorio
ella se peinó una noche
y después se fue para siempre

Ahora me pregunto si su imagen
no habrá quedado presa en el espejo
como la joven que se peina
en el cuadro de Renoir

Día a día la busco
por los rincones del azogue
pero lo único que encuentro
es el reflejo de la cama vacía

De esa noche sólo me quedan
dos cabellos suyos 
enredados en mi cepillo
y la triste certeza
de que los espejos no tienen memoria

EL INTRUSO

Alguien va a entrar
una noche en tu habitación
Alguien va a entrar
sin llamar a la puerta
Y por más 
que le pongas llave por dentro 
por más 
que asegures la ventana
con clavos
aquello que tanto temes
va a entrar en tu habitación
Y lo escucharás avanzar
paso a paso hacia ti
y sentirás su aliento
cada vez más frío
cada vez más cerca
y será el jadeo
de tu propia respiración

INQUISIDORES

Lo sagrado y lo profano 
son las dos caras
de una misma cabeza

Eso dijo el hombre
frente al tribunal de la Inquisición

Los jueces lo declararon
sacrílego y blasfemo
y lo condenaron a la hoguera

En ese mismo instante
una gran llamarada 
quemó el rostro de los inquisidores

Salió el hombre del Tribunal
con sus dos caras intactas:
la sagrada y la profana

y se alejó en direcciones opuestas

EL PASAJERO DE LA LLUVIA

Llovía
en un solo lugar de la ciudad
Llovía
sobre una sola persona
Y cada vez que el hombre
buscaba huir de la lluvia
ella lo seguía 
por todas partes 
El hombre
caminaba de pueblo en pueblo
con su lluvia a cuestas
Comía y dormía a la intemperie
protegido tan solo
por su gorro de lana
Una tarde mientras yacía
en un banco de la plaza
la lluvia dejó de caer
Ahora el hombre 
vaga por el mundo
desnudo de su lluvia 
Y no hay rayo de sol 
ni cielo azul
que puedan reemplazarla

MOVIMIENTO SÍSMICO

Tuve una vez un gran amor
que derribó mi casa
agrietó mis puentes
y me hizo perder el equilibrio
Después vinieron las réplicas:
amoríos de baja intensidad
que ni siquiera 
me hicieron temblar
En cuanto al gran amor
ay mísero de mí 
todavía respira
debajo de las ruinas

(De “Primera oscuridad”, 2011)

Óscar Hahn (Chile, 1938). Poeta, ensayista, crítico literario. Es Doctor en Filosofía por la Universidad de Maryland. Entre 1971 y 1972 fue miembro del Taller de Escritores de la Universidad de Iowa. Después fue docente de esa misma universidad por más de tres décadas. Actualmente es Profesor Emérito. Entre sus poemarios figuran: Esta rosa negra, Arte de morir, Mal de amor, Versos robados, Apariciones profanas, En un abrir y cerrar de ojos, Pena de vida, La primera oscuridad, Los espejos comunicantes y Reencarnación de los carniceros. De los múltiples reconocimientos a su obra destacan: Premio Casa de América (España, 2006), Premio José Lezama Lima (Cuba, 2008), Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda (Chile, 2011), Premio Nacional de Literatura (Chile, 2012) y Premio Loewe de Poesía (España, 2014). Diversas ediciones de sus libros están traducidas al inglés, griego, alemán, italiano, francés y rumano. Es considerado una de las voces más importantes de la poesía Hispanoamericana.