Noe era un conspiracionista hasta que cayó la primera gota. 

Vladimir Zelenko 

ENSAYO

Por Sergio Gutiérrez

La satírica película Don´t look up de elevada crítica social dialoga intensamente con este estado indefinido de pandemia. Con tono tragicómico deja al descubierto algunos aspectos figurados que nos mueven a la reflexión. A diferencia del microscópico virus que pone en riesgo la vida, el peligro es mayúsculo. Del tamaño del Everest, el cometa crece en el cielo en relación directa a la estupidez humana. Las redes sociales, así se desprende de la película, han instalado en la vida pública una moral en donde la imagen, sus códigos estéticos y su extendida  popularidad banalizan la percepción de la realidad subvirtiendo las funciones elementales de cada institución social y por supuesto de cada actor que la representa: políticos, militares, científicos y medios de prensa. Dichos actores ya no cumplen su rol de acuerdo a una ética profesional. Por el contrario, cada uno de ellos responde al poder mediático y a sus múltiples juegos de influencias a los cuales nadie escapa.

La presidenta (guiño al sistema político americano), ejemplar representante de la moral mediática, sigue un guion. Otros, también con lugares de poder, ministros de ese estilo de vida superfluo, persuadan a la población con engaños, miedo, distracciones y promesas para que no miren arriba. Esto recuerda la vieja alegoría de la caverna. En comparación con la pandemia, aquellos que no miran arriba representan a la gran mayoría de la población que sin detenerse a realizar algunas preguntas elementales como por ejemplo que se estaba sometiendo a todo el planeta a una terapia génica inédita (recalco, génica) en humanos, que se le llamó ampliamente “vacunas” cuando no lo eran en relación al concepto popular de las mismas, que se administraría indiscriminadamente sin tener en cuenta las condiciones médicas de cada persona, sin saber qué efectos secundarios o interacciones con otras drogas causaría, sin un debido consentimiento informado de que se está siendo parte de un experimento, que quién recibe la “vacuna” firma un deslinde de responsabilidad y no una garantía como es de lógico sentido común en algo tan sagrado como es la salud, que en plena pandemia se censuró a doctores y científicos (varias eminencias reconocidas internacionalmente) que discrepaban en el tratamiento de la enfermedad, que se negaron o se dio una batalla mediática encarnizada respecto al empleo  de otras sustancias efectivas en el tratamiento que no fueran las vacunas (dióxido de cloro, Ivermectina, hidroxicloroquina, etc.), que esas otras sustancias lograron ser asequibles, muy económicas y eficaces en el tratamiento (y según algunos estudios posteriores, sin efectos secundarios); que nunca se advirtió que podía morir gente o quedar con graves secuelas a causa de la vacuna como sucedió, que dichas muertes o efectos secundarios graves jamás fueron advertidos a la población; que los medios de prensa en vez de investigar e informar de todas estas interrogantes mencionadas, evacuando las dudas, se dedicaron sistemáticamente a aterrorizaron a la gente y a promocionar las supuestas vacunas y se insistió masivamente a que toda la población fuera parte de este experimento, incluso ahora se pretende inocular a los niños que no representan un riesgo en absoluto, que en excepcionales oportunidades se dejó expresar a médicos o científicos que tenían otra visión de la pandemia y su tratamiento; pese a que el inóculo no es obligatorio los medios de prensa en general fomentan la idea de que aquellos que haciendo uso de su libertad, razones médicas particulares e inteligencia son egoístas, ignorantes y deberían aislarse o por lo menos privarles los derechos por no querer vacunarse ad infinitm con un líquido que además de sospechoso, y a esta altura peligroso, no cumple la función por el que fue creado, inmunizar; y como si fuera poco puede producir daños irreparables a la salud.    

En este caso, la realidad supera a la ficción, presa del pánico generado por estos sectores, la población corrió a hacer cola para recibir la bendita y exclusiva salvación. Si la gente mirase arriba, sabría no solo la verdad sino que además ha vivido entretenida con el juego de sombras y todo se le caería encima. Por ese motivo, a medida que la verdad aterradora se divisa estos grupos poderosos redoblan el esfuerzo. La gente común está tan segura de las afirmaciones de las autoridades que el simple cuestionamiento le produce un gran desequilibro emocional. A fin de cuentas, les es menos doloroso entregarse al juego de las redes sociales y exorcizar sus malditos temores en aquellos que cuestionan el relato oficial porque han logrado salir de la caverna y están asombrados por la ceguera que esa moral imperante causó. De allí los memes a la incomprendida astrónoma. Ella y el profesor DiCaprio también están atemorizados. Por ello consumen drogas que aplacan el estrés que les causa cargar solos con el peso de una verdad negada. Cuando estos científicos cuestionan a la presidenta, los agentes del orden resuelven: “hay que sacarlos del mapa”. Encapuchados y esposados los llevan cual criminales.  

La mayoría de las personas no quieren o no pueden mirar arriba. Están profundamente condicionadas a obedecer al líder y a la manda. Entienden que profesionales y expertos en las diferentes áreas son los encargados de responder a los múltiples problemas humanos. El ciudadano común fue poco a poco sofocando su propia observación y curiosidad para ocupar su energía en tareas más triviales. ¿Indagar, intentar responder a ciertas incoherencias, buscar más allá de lo dado, dejar que latan con fuerza ciertas corazonadas para llegar a ver con claridad es tarea de expertos, de gente estudiosa? Los seres humanos hemos delegado completamente a terceros ciertos asuntos fundamentales que son de nuestra incumbencia, asuntos que a esta altura somos completamente incompetentes y preferimos los resuelvan los profesionales. Líderes políticos, científicos y periodistas son algunos de los actores calificados que realizan una mediación interpretativa, en general sesgada, entre los fenómenos y el sujeto. 

“No miren arriba” es justamente el mandato del poder político en alianza con las demás instituciones y corporaciones preocupadas en otros fines que nada tienen que ver con la verdad y el bienestar de la población; no mires arriba es la afirmación y justificación de esa intermediación con el objetivo de no perder el control, no sea cosa que se debilite el estado de hipnosis colectiva y la gente comience a ver todos los engaños a los que fue conducida por un embudo: el consumismo desaforado, el degradante entretenimiento que banaliza los problemas más acuciantes, el deterioro del medio ambiente, de la salud, de la educación, la flaca justicia que los líderes, dependientes de los poderes de turno, no ejercen en beneficio de la población; así como otros dilemas que afectan la vida y no son para nada generadores de audiencia y popularidad.  

Un marginal profesor de astronomía y su estudiante avanzada, ambos científicos alejados del círculo mediático y por lo tanto sin conflictos de intereses, confirman una evidencia irrefutable: el impacto inminente de un gran cometa contra la tierra. La comunidad científica se mantienen en silencio. Sin embargo, los

astrónomos, en colaboración con el doctor Oglethorpe (jefe de una división marginal que se ocupa de la defensa planetaria) se dirigen a la Casa Blanca a informar a la presidenta en persona del evento de “extinción planetaria”. 

El encuentro urgente con la mandataria, postergado una y otra vez por futilidades, fracasa. La presidenta no toma cartas en el asunto. Está más preocupada en las consecuencias electorales y en los índices de popularidad que en los seis meses de vida que le queda. Los astrónomos tienen la posibilidad de decirle a la población la verdad en el programa televisivo “El recorte diario”. La astrónoma, ante la evidente gravedad de la información, desbordada por la falta de seriedad de los entrevistadores Jack y Brie, levanta la voz y se retira de cámara. Jack y Brie, entre sonrisas, se excusan diciendo: “alivianamos las malas noticias para hacerlas más digeribles”. La información debe ser amena, positiva e inspiradora. Esto deja a la verdad en una muy mala posición. Ese circo mediático que horada como a queso gruyer las mentes de sus seguidores logra exitosamente su cometido: que a la gente no le interese mirar arriba. Es imperioso negociar con la verdad, corromperla de alguna forma para que se adapte a la lógica mediática. Pero, como queda demostrado al final, eso tiene devastadoras consecuencias. 

Los astrónomos, protagonistas de un mundo que cambió de repente mientras buscaban respuestas en el cosmos, obstinados en ciertos valores que ya nadie parece compartir ni menos respetar, intentan por todos los medios transmitirles a la gente lo que ocurrirá si no hacemos algo. Ante el desafío de lograrlo a tiempo son los paranoicos, los exagerados, los desencajados; en definitiva, los alteradores del orden y la seguridad pública. “¿Cómo puede ser delito decirle a la gente la verdad?”, reflexiona en voz alta el profesor (DiCaprio) cuando en el canal le ofrecen abogados para que los protejan. Juntos con el doctor Oglethorpe se transforman a la fuerza en rebeldes activistas. 

Ante la intolerable verdad (la extravagante presidenta, su hijo y los periodistas Jack y Brie) la evaden con chistes o ironías; otros (astrónomos y gente de a pie) se descomponen: dolores físicos, falta de aire, irritabilidad, inestabilidad emocional, pánico y violencia. Los tres activistas se reúnen en un bar. Cuestionan que el gobierno ha detenido la misión que haría explotar al cometa. La gente los reconoce y presionándolos les pide respuestas. La astrónoma ante otra nueva oportunidad para decir la verdad lanza al aire los arriesgados planes de detonación del cometa y su posterior extracción de metales raros que el gobierno va a llevar a cabo para el beneficio de unos pocos. La gente engañada pierde el control y destruye todo. 

Ya sea mintiendo o siendo honestos nadie está preparado para afrontar la verdad con mesura. También queda claro que ningún líder o experto quiere confrontar la verdad para echar luz sobre la incertidumbre generalizada. Los astrónomos son censurados y presionados para no seguir hablando. Estas reacciones irracionales revelan una actitud visceral de la gente común y una actitud inescrupulosa de líderes políticos y medios de prensa que intentan sacar incluso rédito político y económico de la misma muerte. Asimismo, tales actitudes ponen de relieve la incapacidad para lidiar con aquello que no es blanco ni negro, bueno ni malo, de derecha ni de izquierda, categorías simplistas que en la pandemia se promocionan en los medios de prensa produciendo radicalismos peligrosos que enfrentan a la población. 

Uno de los personajes más paradigmáticos es Peter. El oráculo de la mandataria es un magnate informático que bajo una apariencia inofensiva debido a evidentes rasgos de desadaptación social es el personaje más peligroso. Cuando el profesor (DiCaprio), le pregunta si es empresario, se enfurece. Con el consentimiento exclusivo de la presidenta de los EE.UU, Peter tiene la misión divina de salvar al mundo. En base a enormes cantidades de datos los algoritmos proporcionados por los programas informáticos muestran una realidad virtual, teórica, que supera la evidencia observacional y por lo tanto la investigación in situ de los fenómenos.  

Peter no respeta los códigos científicos, lo legitima el poder y el sentido de la oportunidad. Cuando se le ocurre desmenuzar al comenta y extraer los raros minerales para el desarrollo de dispositivos electrónicos, los científicos que opinan que es muy arriesgado son apartados del proyecto. Sin embargo, como todo es política, promocionan dicha idea como una oportunidad para generar fuentes de trabajo y riqueza que le vienen bien al país. En un exabrupto de humanismo, Peter muestra su veta filantrópica. Declara que erradicará la pobreza del mundo. Sin la aprobación de las mayorías, este alter ego de Bill Gates (también de Mark Zuckerman o Elon Musk) toma decisiones que afectarán a gran escala el destino humano para el beneficio de unos pocos. 

Su programa informático “Let there by liie” es tan poderoso que capta e interpreta los estados de ánimo y las emociones sin que el usuario se percate. Asimismo, interviene para generar estados placenteros, ese parece ser el fundamento. Este es otro guiño a la tecnología 5G en confabulación con la inteligencia artificial tan controversial y de la que poco se sabe y nadie explica nada. Lo preocupante es que los estados negativos y perturbadores como la tristeza, el miedo y el sentirse amenazado o solo serán neutralizados en el acto para generar imágenes alegres y tiernas que inducirán a la risa y a la diversión. Otra subversión, “vivir sin el estrés de vivir” promociona Peter en la presentación de su plataforma tecnológica. 

Cuando la misión divina falla, la presidenta, Peter y un selecto grupo de elegidos tienen un plan B: abandonar el barco y fundar una nueva y elitista Arcadia en otro planeta. El hijo de la presidenta era el único, dentro de su supina estupidez, que creía en ella, pero ella ¿se olvida de él? 

El sentido figurado del comenta apocalíptico no tiene relación con el virus, de insignificante mortalidad, causante de la pandemia actual. Me parece que el virus encarna otra pandemia, ya endémica desde hace un tiempo a la fecha, y que es la tierra fértil para la llegada del cometa: el haber integrado a nuestro cuerpo y hábitos a las pantallas, ya que estas nos afectan tremendamente a la hora de identificar por nosotros mismos qué es lo que está pasando en nosotros y a nuestro alrededor. Sin embargo, hay algo que aún no sabemos y que como una estela comienza a rayar el cielo a la distancia. Me refiero a qué efectos a mediano y largo plazo tendrán las varias dosis de vacunas de terapia génica nunca antes inoculadas en la población. Cuando uno lee a ciertas eminencias en el tema, que no tienen lugar en los medios oficiales, da escalofríos lo que predicen. ¿No será que cuando la presencia del cometa pese en nuestras cabezas y levantemos incrédulos el rostro para contemplar la verdad, del tamaño del Everest, ya sea demasiado tarde y realmente merezcamos, de una vez y para siempre, volar por los aires?.