UCRANIA

Por qué Rusia ya ha conseguido buena parte de sus objetivos, pero no puede terminar la guerra


Por Salvador Gómez

Los factores fundamentales para entender la situación en Ucrania, ya mencionados en análisis anteriores en esta misma revista, son dos: se trata de una guerra de desgaste, por un lado. Y por otro -coordinadamente con lo anterior- Rusia no puede ocupar grandes espacios de territorio en Ucrania sin hacer un gasto de tropas, y económico, sin un final en el horizonte. 

1. Rusia no puede “ocupar toda Ucrania”

Empecemos por lo segundo ¿Cuál sería el territorio que Rusia puede estabilizar? Razonablemente, solo el que ya tiene en su poder, más quizá el área de Odessa y la de Jarkov. Más allá de esas áreas donde predomina población rusa o favorable a Rusia, el resto del territorio es y será siempre hostil a Rusia, incluyendo por supuesto a Kiev. Incluso la región de Zhaparozia, donde Rusia controla la planta nuclear Energodar, es un territorio parcialmente hostil y muy difícil de estabilizar a largo plazo. Por tanto, mover su ejército decisivamente hacia el oeste de la actual línea de contacto implicaría, para Rusia, un esfuerzo posterior de mantenimiento que no tiene sentido ni militar ni económico. Esto hace que la perspectiva de una ofensiva rusa masiva sea contraria a la estrategia elegida, o a la que Rusia se ha visto forzada por la estrategia norteamericana.

Como consecuencia, la opción de Rusia desde el comienzo ha sido desmilitarizar y “desnazificar” Ucrania, que es lo que proclamaron como objetivos de la OME, junto al objetivo de una Ucrania “neutral” respecto de OTAN. 

2. Rusia ya impuso su superioridad militar. Pero…

En los hechos, lo que Rusia intentó se ha traducido en ganar abrumadoramente una guerra basada en la artillería, donde Moscú tiene un poder de fuego superior al de toda la OTAN junta, como este año y pico ha demostrado. 

Dejando de lado la propaganda, la realidad es que Rusia ha causado aproximadamente 8 a 10 veces más bajas en el lado ucraniano de las que ella sufre. Y ha inflingido grandes pérdidas en base a ataques con misiles de largo alcance, incluyendo el uso aislado de misiles hipersónicos, con los cuales entre otras cosas destruyó un bunker 120 metros bajo tierra, matando a cientos de asesores occidentales cerca de Kiev.

Hay múltiples pruebas de esta superioridad rusa para quien quiera observarlas, pese a que evidentemente la propaganda de guerra intenta ocultarlo. Rusia simplemente ha hecho uso de su muy superior poder de fuego a distancia, y dado que se ha demostrado capaz  de lanzar una cantidad muy superior de munición por día que su rival, sus soldados no tienen la necesidad de ir al enfrentamiento físico. Solo el Grupo Wagner, cuya especialidad es el enfrentamiento urbano, ha estado en ese tipo de tareas, primero en Mariupol, y ahora culminando su trabajo en Bajmut.

La incapacidad de OTAN-USA de empatar el poder de producción militar rusa es un hecho probado ya. Debido a esa superioridad rusa en materia de poder de fuego, Ucrania ha perdido probablemente bastante más de 150.000 tropas en el conflicto. A su vez, la ayuda en armamento, logística y personal que la OTAN ha ido entregando ha disminuido, y ahora la presión sobre el régimen de Zelensky para que lance de una vez una “gran contraofensiva” se ha hecho pública. Ucrania está preparándola, y probablemente la intentará en las próximas dos o tres semanas, teniendo -también probablemente- como foco la planta de Zaparozia y la zona circundante. Confirmando esto, los rusos han ordenado evacuar a la población que vive en las zonas más expuestas hacia el oeste de esa región. Nadie sabe si los rusos van a pelear allí, o decidirán -como ya lo han hecho otras dos veces- priorizar una vez más la seguridad de su personal y retroceder a alguna línea defensiva de las que han ido construyendo en este año que pasó, optando una vez más -como hicieron en Jersón y Jarkov- por dejar atrás territorio a cambio de seguir inflingiendo grandes pérdidas a las tropas ucranianas que se lancen a esa ofensiva.

Sea como sea, es muy poco probable que cualquier cosa que Ucrania pueda armar ahora -con su carencia de armamento y aun de personal con experiencia de combate- cambie en algo la situación de ocupación rusa de la gran mayoría del Donbass.

Rusia también esta, ahora si, a punto de liquidar su toma de Bajmut, y la defensa fracasada ahora de esa ciudad ha significado un inmenso costo en tropas para Ucrania. 

3. ¿Por qué Rusia no avanza hacia el Oeste, entonces?

Siendo ese el panorama, ¿no sería obvio concluir que Rusia podría ahora avanzar hacia el oeste, “tomar Kiev”, u “ocupar todo el territorio hasta el Dnieper”, etc.?

Este es el problema: no. Porque tomar esa opción, podría tener un costo estratégico inmenso para Rusia. Por lo dicho al principio, y haciendo un cálculo de más largo plazo, es muy poco probable que Rusia lance una “gran ofensiva decisiva hacia el oeste”. Y aun si lo intentase, no es muy probable que consiga otra cosa que un éxito momentáneo, sin resolver el conflicto, y -como lo adelantábamos en nuestro último análisis- sin obtener la victoria decisiva y propagandística que la gente en Rusia y sus aliados parecen esperar.

¿Por qué? Porque una cosa es derrotar militarmente al enemigo, y otra cosa es controlar y estabilizar un territorio hostil. Lo primero, es posible argumentar que Rusia ya lo hizo en buena medida. Lo que queda del ejército ucraniano está en su mayoría compuesto por conscriptos a la fuerza, tomados de las regiones menos “pro Kiev” (el este, y la zona de Odessa, además de reclutar a gente de la minoría húngara en el oeste, que ha denunciado y se ha quejado del asunto sin éxito alguno). Pero aun con un ejército muy menguado, en la medida en que Kiev siga apoyado por la OTAN y Occidente entero, aun una “victoria rusa” sería momentánea. El ejército ucraniano puede reconstruirse una y otra vez. Y una situación de largo plazo con zonas de Ucrania fuera del control ruso, significará una continuación de la desestabilización, el terrorismo, y representará en los hechos la imposibilidad de estabilizar y permitir la vida normal en las zonas ex-ucranianas “liberadas” por Rusia. Y esto, en un horizonte muy largo.

4. ¿Qué significa “ganar una guerra”?

Véase lo que pasó en Siria. Luego de años de desestabilización del territorio por parte de EEUU, creando y financiando incluso a grupos de mercenarios autoidentificados como “Estado Islámico”, finalmente Rusia se decidió a intervenir en defensa de su aliado Assad y sus intereses en el país -usando sobre todo su fuerza aérea-, y en poco tiempo liquidó todas esas amenazas, impidió que Isis entrase en Damasco, y “ganó la guerra”. Pero, ¿la ganó? Hoy un contingente militar de Estados Unidos está sentado en el este de Siria -donde está la mayor riqueza petrolera- y sigue allí, impidiendo que Siria se normalice. Al norte, Turquía controla una franja de territorio y no muestra -pese a su reciente acercamiento a Rusia y aun a Damasco- ninguna señal de que vaya a entregar ese control. De modo que Rusia “ganó la guerra” en Siria, pero Siria sigue sin poder controlar más que un 70% de su territorio, sigue sin poder relanzar decisivamente su economía, y sin poder retomar una vida normal.

En Ucrania podríamos estar yendo a un escenario similar, o más difícil aun para un intento ruso de “terminar la guerra”. Rusia ha terminado a esta altura, de hecho, con más de una reencarnación del ejército ucraniano. Ha destruido o inutilizado increíble cantidad de material mandado por occidente -promoviendo su renovación, y con ello inmensas ganancias del complejo militar industrial-, además de liquidar de hecho casi todo el poder aéreo y -últimamente- antiaéreo de Ucrania. Ha inflingido muy serios daños a la infraestructura energética de Ucrania. Y ha liquidado o aprisionado al grueso de las brigadas neonazis integradas al ejército ucraniano y que habían sido las responsables por las atrocidades y la violencia étnica en el Donbass y Odessa desde 2014.

Pese a ello, la perspectiva de “una nueva Ucrania” que no sea una amenaza constante para la estabilidad de Rusia, ¿cómo conseguirla? No parece posible en el futuro próximo. ¿Cuándo podría Rusia garantizar que el régimen actual, o el que lo suceda, en Kiev, va a aceptar un nuevo status quo con una porción significativa de territorio perdido? ¿Cuándo o cómo va a impedir Rusia que desde Ucrania se lancen ataques terroristas, sabotajes, etc., aun en Moscú -como ya ha ocurrido- que generen éxitos propagandísticos o “morales” para Ucrania y sus aliados occidentales? 

Y además, evidentemente la OTAN seguirá insistiendo en intentar que Ucrania sea ingresada en la alianza atlántica. Esto, contrariamente a lo que se ha dicho muchas veces, no significaría un cambio de hecho en la lógica de la guerra: la OTAN ya está interviniendo en la guerra de Ucrania, y si quisiera enviar más tropas -en la eventualidad de un avance ruso más profundo- las enviará -incluso bajo la forma de peace-keepers polacos, británicos, rumanos, etc.- sin necesitar ninguna legalidad adicional. Al nivel actual de polarización y de falta de legitimidad de los “organismos internacionales” -todos ellos al servicio de lo que se le antoje a Estados Unidos- eso puede hacerse. Los costos políticos están pagos hace tiempo. 

Por tanto, Rusia puede ganar militarmente la guerra en el sentido de destruir a una mayoría significativa del poder militar ucraniano -y ya lo ha hecho, prácticamente-. Pero no hay un escenario claro en el cual Rusia pueda estabilizar Ucrania y olvidarse del tema, y seguir con su vida en paz.

No es, en realidad, que “no pueda” hacerlo. Es que hacerlo implicaría embarcarse en un nivel de movilización de unos 500.000 soldados más, compromiso y violencia en el conflicto muy superiores a los que ha tolerado hasta el momento, e implicaría algún tipo de escenario en el que no solamente destruya físicamente Kiev y Lvov, sino toda posibilidad de que la región oeste de Ucrania siga funcionando. Es decir, solo con una política de tierra arrasada, a un altísimo costo, podría Rusia convertir a Ucrania en un “buffer state” que realmente no le signifique un dolor de cabeza constante durante décadas en el futuro.

Rusia tiene la capacidad militar de hacerlo, aun sin recurrir a armas nucleares. Tenía a su disposición 2.000.000 de conscriptos entrenados a los que podía echar mano al embarcarse en la guerra, y por el momento solo ha usado 300.000. Si movilizase ahora unos 500.000 más, podría cumplir con todo eso y ocupar -a punta de bayoneta- todo el territorio ucraniano que precise para convertir a la zona controlada por Kiev en un estado fallido sin salida al mar.

Y aun así, no podría impedir que durante años el conflicto siguiera, quizá con treguas parciales, negociaciones, y dando tiempo a Occidente a reponer su actualmente escasa capacidad de producción militar para volver a rearmar a Ucrania, una y otra vez. 

Esa opción de “ir con todo”, además -dado que representaría una derrota absoluta para EEUU y la OTAN- significa un serio riesgo de ir a un conflicto nuclear.

5. Si Rusia no puede “ganar espectacularmente”, ¿puede Ucrania ganar, entonces?

¿Es posible, entonces, una victoria ucraniana, o que se hagan realidad las teorías de máxima hasta ahora mantenidas por Occidente de “hacer retroceder a Rusia a las fronteras de enero de 2022”? Tampoco parece posible. Ni siquiera Zelensky debe creer en ello a esta altura.

La única opción que queda es, pues: este conflicto se prolongará indefinidamente. Rusia seguirá con su vida como hasta ahora -en Moscú y en Rusia en general, “no hay guerra”, no existe ni uno solo de las supuestos grandes perjuicios que iban a ocasionar las sanciones, y encima la elite pro occidental que representaba la mayor fuerza de oposición, se fue del país voluntariamente en su mayoría, en el último año. 

Por tanto, los cambios en Rusia ya se han producido, y son mayormente positivos para el régimen. Por ende, en la perspectiva de una “guerra interminable”, Moscú seguirá dedicando relativamente poco de su fuerza al conflicto. Estrictamente la que le alcance para mantener la sangría del ejército ucraniano y de lo que OTAN y EEUU y sus aliados envíen. 

Además de ello, seguirá con su estrategia de pivoteo hacia China, Oriente, y el “Sur global”, mejorando su posición internacional en “el resto del mundo”, y definitivamente de espaldas a Europa y USA. No es un horizonte demasiado malo para Rusia, la que al contrario ha venido obteniendo y realizando toda clase de perspectivas y posibilidades a partir del inicio del conflicto.

Europa seguirá sufriendo su crisis energética pues, en un horizonte de años, esta no tiene solución. Es muy difícil que esto no se convierta en una crisis social aun peor que la que ya se está viendo. El futuro de Europa sigue siendo oscuro.

Estados Unidos seguirá ganando dinero con sus ventas de armas, petróleo, y gas líquido a precios de ópera. El ala neocon y guerrerista conseguirá seguir diciendo “Ucrania no ha sido derrotada, el conflicto sigue, Rusia no puede con Ucrania”, y seguirá construyendo su narrativa y su propaganda. Ha consolidado a Finlandia como parte de su área de influencia, y ha perdido definitivamente sus aspiraciones de apropiarse de Bielorrusia -porque Rusia también ha comprendido que cualquier estado cercano será, o bien controlado por ella, o bien controlado por EEUU. No me extrañaría que, en esa nueva lógica “de bloques” a la que Rusia era contraria, ahora Rusia intervenga decisiva y abiertamente en Georgia y liquide las facciones pro occidentales allí, jugando el mismo juego al que hasta ahora se venía negando. Bielorrusia es un ejemplo de que ya no está dispuesta a arriesgar otra “Ucrania” en su zona de influencia.

6. ¿Hay alguna otra posibilidad?

Queda un solo factor: la opinión pública en Rusia. Todas las encuestas y reportes que llegan desde el comienzo de la guerra confirman dos cosas. Por un lado, que Putin y su gobierno tienen una aprobación altísima, que ha llegado al 80% últimamente. Por otro, que el pueblo ruso, masivamente, quisiera que el Kremlin “vaya con todo” en Ucrania y termine con Zelensky, con Kiev, y con la guerra. Que es justamente a lo que el Kremlin se viene negando desde el principio. 

Esa interna rusa podría desarrollarse en distintas direcciones. Si Putin muriese -por causas biológicas o fuese asesinado por algún ataque terrorista o algún dron occidental exitoso, por ejemplo- la situación podría ser mucho peor para la OTAN. Pues en ese caso una lucha interna por la sucesión -y, piénsese, en el contexto de un magnicidio y con el pueblo atrás clamando venganza- daría grandes posibilidades a fuerzas más radicales que quieran tomar el toro por los cuernos, usar armas nucleares tácticas, y terminar con el asunto Ucrania rápido y al viejo estilo. Esto no impediría que lo que quede de Ucrania siga siendo usado por Occidente como una cabecera de puente para -como lo escribía la RAND Corp. hace tiempo- “ejercer presión sobre Rusia”. 

Hasta ahora lo que los líderes de ambos bandos han hecho es dejar fuera de la mesa el factor nuclear. En un hipotético futuro sin Putin, que ha sido claramente una fuerza de moderación -para algunos rusos, excesiva- el futuro podría acercarse horriblemente a la resolución nuclear final de este complicadísimo escenario geopolítico. China es el próximo en el menú, en la perspectiva megalomaníaca del poder neoconservador. Pero todo lo que han provocado tiene algo de desesperado, algo de imperio cuya legitimidad global se cae a pedazos. Pero no se va sin dar la pelea. 

En resumen, salvo que haya un cambio decisivo en el conflicto, provocado por una decisión de los rusos, todos los caminos conducen, en la corta, a una negociación. A la larga y en un horizonte de unos 5 a 7 años, a un enfrentamiento mayor.

Comments are closed, but trackbacks and pingbacks are open.