“Todos somos asesinos y prostitutas, y no importa a qué cultura, sociedad, clase o nación pertenezcamos.”

Ronald Laing

“Pasábamos noches enteras charlando de manera pintoresca sobre el test de Rorschach. Hacíamos música concreta, grabábamos a los pájaros, y hacíamos lo que se llamó ‘la menthe à l’eau, que consistía en tomar objetos y hacer oraciones con ellos para crear una nueva sintaxis.”

Jean Oury (sobre sus noches experienciales con Félix Guattari)

ENSAYO

Por Andrés Irasuste

Te invito a un pequeño itinerario acerca de la locura de quienes presuntamente deberían sanarla, o al menos mitigarla; una locura que supera la de quienes son usualmente tildados como locos, porque se trata de locura transformada en filosofería academicista, si se me permite el neologismo, y, para colmo, expandida por buena parte del mundo y hasta publicada por editoriales de prestigio que invaden nuestras librerías y bibliotecas universitarias. 

Todas y todos hemos escuchado en los últimos años eso de que “el sujeto” es una “construcción social”, ¿verdad? Tal como si fuera un juego de lego armable y desarmable, un puzzle encastrable, múltiplemente re componible, una jenga, o quizás un anagrama basado en la ilusión cartesiana de “pienso, luego existo”, semejante absurdo (quizás una contradicción performativa del lenguaje), significa que para estos individuos la biología no existe. 4,5 millones de años de evolución del linaje homínido sobre la Tierra no existen. No existe el sexo (que antes que nada es cromosómico, XX o XY en cada célula de nuestro cuerpo; la anatomía genital es fenotípica), no existe el cerebro ni la sexuación cerebral fetal. Y, naturalmente, no existen las disciplinas que estudian estas áreas: no existe la etología comportamental, la psicología de la personalidad ni la abnormal Psychology, la genética con sus genes, ni el fenotipo biológico, (aunque curiosamente recurren a hormonas para ciertas transformaciones biológicas). Al menos descubriremos que los militantes de la antipsiquiatría eran más coherentes en ese sentido con su ideología: rechazaban los psicofármacos, cualquier cosa que incidiera en la biología. 

Deseo llevarte en una máquina del tiempo, como en el film de David Slade Bandersnatch. Deseo llevarte a los años 70s. 

No es la primera vez que se escucha esto de las construcciones sociales. Así como hoy ello enmarca todo el terreno de la sexualidad y de la “identidad”, hubo un tiempo en donde se postulaba que la locura, técnicamente las psicosis y otras afecciones mentales, eran también construcciones sociales y socioculturales. Hoy ya casi nadie se atreve a decir esto, excepto en regiones como el Río de la Plata, la cual nunca pareciera despertar de la embriaguez del Mayo del 68, eternamente adolescentes. Nuestra condición es como la triste condición de Sísifo: condenados -al parecer- a empujar la misma roca cuesta arriba en la montaña de la cultura para que esta vuelva a caer por el despeñadero, en un absurdo juego ístmico ad infinitum

Esto no es nuevo, responde a una ideología en común, una matriz de base, la cual tú sabrás identificar. Hagamos un breve itinerario por los 70s, puede ser divertido en principio. Eran tiempos donde aun resonaba el Mayo del 68, como el golpe de baqueta en un cuenco tibetano, endulzando los oídos de toda una generación, como un canto de sirena homérico. Como ha dicho en alguna entrevista el filósofo Roger Scruton, la marea del Mayo del 68 dejó en nuestras costas occidentales un montón de basura y roña de la que aun no nos hemos desprendido. No hemos limpiado nuestras playas. Esta ralea se resume en el de-constructivismo postmoderno y el neofeminismo en tanto praxis para una contra cultura. 

Así como hoy abarca al “género”, antes se lo quiso aplicar a la patología mental. Para David Cooper (un psiquiatra fuera de sus cabales), la esquizofrenia era identificable como una “crisis micro social”, en donde sujetos mejor posicionados investían a otro sujeto (el enfermo, que para Cooper es el sano) con un etiquetamiento, para de ese modo conservar las relaciones de dominación del sistema capitalista, condenando y marginando al sujeto incapaz de producir. Si el sujeto fabrica “ideaciones imaginarias” (el delirio), es para tapar el influjo de negación y opresión que se aplicaría sobre su ser, intentando transformarlo en una mera normalidad estadística y en una convencionalidad socioculturalmente estandarizada, confinándolo al calabozo de la despersonalización y el extrañamiento existencial, lo que Marx denominaba Entfremdung

David Cooper

Como no podía ser de otra forma, la familia sería aquella organización, el dispositivo de una ideología dominante que reproduciría las “condiciones alienantes de la cultura”; desmantelemos esa horrible construcción burguesa y cristiana para sanar nuestros males… ¡Otra vez la familia occidental y cristiana como causa de todos los males, lo escuchamos desde Engels! ¿Es que no se les ocurre otra hipótesis más original a estos fautores del pensamiento? ¿Es que acaso no entienden que la familia que cuida de la prole es el resultado de millones de años de evolución desde los primates superiores, y que no va a desaparecer con el chasquido de dedos de los libros que vemos en los estantes de las librerías postmodernas, aquellas que nos invitan a leer páginas de Darío Sztajnszrajber y cine alternativo de Woody Allen y Lynch?

Pero no sólo eso, sino que para Cooper el hospital psiquiátrico mismo reproduciría estas “peculiaridades enloquecedoras” de la familia y la cultura. No es la “ilogicidad” del enfermo la que está fallida, sino que la lógica de los sanos es la verdaderamente enferma, pues estos son los auténticos enfermos, y aquel el individuo sano. El psicótico, con su acting out psicótico, intenta efectuar una praxis liberadora de su verdadera prisión: la sociedad capitalista y burguesa. Un esquizofrénico es “un poeta estrangulado” -nos dice-, sometido a la perversión mecanicista de la cura médica, según Cooper. El enfermo (el sano) es quien debe realmente llegar de la Eknoia (alienación) a la Anoia (liberación) mediante la Metanoia (el cambio, una rebelión interior mediante un movimiento “noico”). Cuánta confusión dialéctica. 

Encontrar nuestro potencial perdido significará auto hallarnos todos como artistas y potenciales revolucionarios mediante este “proceso noico”. Esto explica por qué muchos activistas de la Antipsiquiatría pasean a los esquizofrénicos por lugares públicos (incluso facultades estatales) cantando y tocando la guitarra, apropiándose de dichos espacios, algarabía que se presta para la ingesta de alcohol, drogas y evacuaciones fisiológicas de micción o defecación a la carta. 

Cooper también publicó una obra denominada La muerte de la familia. Así, las construcciones delirantes y paranoicas del sujeto acusado de loco son en realidad metáforas poéticas de liberación según este profesional de la salud mental. Citamos literalmente una frase:

“Pese a su canibalismo, el cerdo es el animal más invitante del mundo desde el punto de vista anal-genital. Empina el agujero de su culo, dotado de un protuberante labio inferior anal, ofreciéndole al primero que aparece.”. (1972, p. 94)

Sepan disculpar semejante cita desaseada, pero no tengo más remedio que citar la fuente. ¿Y quién es este cerdo, para este psiquiatra, de quien no sabemos si escribía bajo el efecto de sustancias psicoactivas, alcoholizado, o quizás su cerebro segregaba mega dosis de dopamina, tratándose él mismo de un psicótico? Cooper le llama a la pareja y al matrimonio burgueses el “súper cerdo ambisexual”, “masiva factoría de tocino” y mierda capitalista. (p. 93) Más aun, la guerra de Vietnam se explicaría por una “voracidad de evacuación; compleja necesidad de cagar y ventosear” (sic) sobre los pueblos oprimidos del tercer mundo con bombas y fusiles por parte del sistema capitalista imperial (Cooper nació en Sudáfrica). (p. 97) Creo que a Cooper le hubiera encantado conocer a Pigcasso, el cerdito que pinta cuadros surrealistas con su tierno hocico. Además, estamos frente a un gran analista geopolítico, sin dudas. 

A la familia tipo, Cooper la consideraba un “pacto suicida secreto”, que exige sus ofrendas y sacrificios en el altar del capitalismo industrial. No alcanza -nos dice- con la muerte de Dios y del Hombre hasta que logremos coronar este proceso con la muerte de la familia. 

Estas son las serias explicaciones científicas de Cooper, así como su sana axiología y su bioética profesional. De subversivo profesional. 

Mencionemos brevemente a otros protagonistas de época. El psiquiatra Franco Basaglia era aun más radical. La sociedad libre, con sus hospitales, es sociedad de violencia que merece ser aniquilada revolucionariamente. No hay ciencia de la salud mental: se trata de una ideología que sirve de mero soporte a la ideología dominante del Estado burgués, promotora de la división de clases. El médico frente al paciente meramente reproduce las relaciones de dominación de la sociedad capitalista entre patrón y proletario. Frente a esta presunta esclavitud, la rebelión de los locos, de los paranoides, de los psicóticos, de los antisociales, serán los agentes revolucionarios de cambio que nos llevarían a una panacea sociológica. 

Franco Basaglia

Para el psiquiatra liberal Thomas Szasz, quien escribió libros como El mito de la enfermedad mental o La fabricación de la locura, lo que sostiene nuestra creencia en la locura es el lenguaje. Jamás entendí esto; no sabemos si estaba inspirado en Wittgenstein o en las drogas, a las cuales este escritor de origen judeo-húngaro tanto defendía en su obra Nuestro derecho a las drogas. Siendo la patología psíquica una ficción, la psiquiatría sería una profesión inmoral comparable a la hoguera -dice-, una forma de “criminología extralegal” en sus inicios modernos. Afirma que las enfermedades mentales son en verdad problemas morales, económicos y políticos. Esto nos recuerda al Mayo francés, aquello de que “lo personal es político”. De este modo, la psiquiatría no tendría como finalidad el estudio de la conducta sino su control; no la escucha del individuo, sino encorsetarlo con fármacos en un chaleco químico, no servirle, sino servir al Estado. Esto es un disparate, pues solo en países socialistas el psiquiatra se desempeña únicamente en la órbita del Estado (y en teoría él era un profesional liberal que vivía en los Estados Unidos), además de que sólo escuchar y hablar no es suficiente en ciertas afecciones como la esquizofrenia. Se requiere la compensación de la persona con psicofármacos para poder trabajar mínimamente con ella. 

Con el dispositivo de la reclusión, una parte de la sociedad se aseguraría una ventaja a expensas de la otra, asegura Szasz. En lo personal, el problema es más sencillo: existen muy malos psiquiatras, y los hay muy buenos. Tan solo eso. Todo buen psiquiatra sabe establecer un buen rapport con el paciente. 

Thomas Szasz

Para el cientista social Robert Castel, la psiquiatría es una “práctica de sustitución”, que denotaría el desplazamiento de una “contradicción sociopolítica”, a una falsa solución técnico-científica, dado que los asilos clásicos son “albergues de pobres” producidos por las “sociedades liberales”, donde se ejerce una tutela paternalista de control disciplinario. (pp. 95-98) Siendo esto así, la sociedad moderna aspira a eliminar de su campo de la visibilidad la locura, haciendo caer su aparato represivo sobre estos infortunados que habrían perdido la ventura de la razón humana. 

Robert Castel

En el caso del psiquiatra Ronald Laing, en verdad sus argumentos son muy similares a los anteriores, el mismo argumento de base, el mismo marxismo como matriz ideológica, pero resulta especial apreciar en sus “viñetas” clínicas el nivel de ideologización del tema; historias que por demás son muy poco creíbles:

“Un verdadero nazi ario seria considerado psicótico si se declarase judío. Los padres judíos de una paciente mía esquizofrénica abandonaron Alemania y se establecieron en el oeste de los Estados Unidos, donde se hicieron pasar por buenos luteranos alemanes. Mi paciente fue diagnosticada como esquizofrénica cuando empezó a imaginar que era judía.” (1987, p. 18).

Ronald Laing

En esta viñeta tenemos todo, finalmente apareció lo que tenía que aparecer: los malvados alemanes (no podían faltar en esta narrativa), los pérfidos y mediocres médicos del Tío Sam, con su sistema sanitario capitalista y feroz -Michael Moore olvidó incluir esta cita para su documental Sicko, ¡habría quedado fantástica!- (la justicia social distributiva orquestando de fondo), un tipo de individuo particular incomprendido, perseguido y oprimido donde sea y por quien sea a causa de una genealogía concreta desde tiempos egipcios, así como el cristianismo, esa identidad funcional a Occidente y sus tendencias protervas. 

Créanme: ni siquiera en los peores casos de médicos psiquiatras que he visto, bastaría con enunciar una nacionalidad equis para que lo diagnostiquen a Ud. como psicótico, a no ser que Ud. afirme ser un Ummita o algo por el estilo. Debe haber signos observables, conductas, síntomas positivos y negativos, alucinaciones, etc. Lo que nos dice Laing es verdaderamente un chiste. Ni un estudiante de grado cometería semejante sandez. El nivel de ideologización de la cuestión llega a sus límites vomitivos con Laing y Cooper. 

Es que claro, de sociedades como la norcoreana, Sudán, el Zimbabue del ex dirigente marxista Robert Mugabe o la propia sociedad cubana, esto no puede ser dicho, dado que esos países son por entero un albergue de pobres, además de que sus tiranos han practicado genocidios, matanzas y limpiezas étnicas con la población. Ejemplos así nunca son citados por estos paladines de la salud, la justicia, el bienestar y la libertad, a pesar de que son los países que han logrado la fantasía oculta de estos fautores: el igualitarismo absoluto. Allí son todos pobres y desventurados por igual (excepto los dirigentes), y por tanto todos tienen el mismo problema moral, político y económico. Como estos aspectos han sido uniformizados, entonces, en la lógica de estas mentes extrañas, el problema desaparece, pues ya no hay desproporción ni asimetrías particulares. Todas las losetas de la acera son grises, y el obsesionado con el igualitarismo ya no debe preocuparse en pisar sólo las del mismo color para sentirse tranquilo evitando las del otro color caminando por las calles de las ideologías. O como decía Laing, somos todos asesinos y prostitutas en acto o en potencia, lo mismo da. Y Ud., estimado lector, ¿qué opina?

Finalmente, tenemos a Deleuze y a Guattari operando desde el campo de la filosofía. Debo confesar que Deleuze me cae bien (aunque escribía algunos disparates bajo el efecto del alcohol según confesiones propias), pues su obra es diversa y muy interesante en algunos aspectos. No puedo decir lo mismo de Guattari, a quien considero un individuo altamente delirante. Citemos una muestra de su famosa obra conjunta El Anti Edipo:

“Mientras nos contentemos con colocar paralelamente, por una parte, el dinero, el oro, el capital y el triángulo capitalista, y por otra parte, la libido, el ano, el falo y el triángulo familiar, nos entregaremos a un agradable pasatiempo; sin embargo, los mecanismos del dinero permanecen por completo indiferentes a las proyecciones anales de quienes lo manejan.” (Kindle Locations 512-514)

Un discurso antifamiliarista muy duro, mezclado con delirios meta-psicoanalíticos. Veamos solo una muestra del pensamiento de Guattari, militante comunista, anti-familia e intelectual inspirado:

“La orquídea se desterritorializa al formar una imagen, un calco de avispa; pero la avispa se reterritorializa en esta imagen. No obstante, también la avispa se desterritorializa, deviene una pieza del aparato de reproducción de la orquídea; pero reterritorializa la orquídea al transportar el polen… captura de código, plusvalía de código, aumento de valencia, verdadero devenir, devenir avispa de la orquídea, devenir orquídea de la avispa.” (Dosse, 2009, p. 30)

¿Son las palabras de un poeta, de un individuo drogado, de un esquizofrénico con pensamiento desorganizado, de todo esto junto, de un gran malabarista deliberado del lenguaje al servicio de la corrupción de Occidente, de un militante perroflautas? Difícil responder. Lo que está claro es que, como mínimo, Guattari no era demasiado ético: además de sus controvertidos experimentos comunales y sexuales con enfermos mentales, ni siquiera estaba recibido de terapeuta clínico. No tenía siquiera una licencia terapéutica, pues nunca terminó ningún estudio formal de cosa alguna. Era un “inspirado” en cambiar el mundo y en la fusión entre los cuerpos, al mismo tiempo que trataba individuos con afecciones muy graves como las psicosis. Guattari era un Rizoma de cogniciones delirantes. 

Naturalmente, una vez más, no podía faltar en toda esta historia una película de malvados alemanes, luteranos, nazis y proletarios luchadores de la humanidad universal:

“Hitler aniquila al padre y desencadena en sí mismo las fuerzas de la mala-madre, Lutero interioriza al padre y establece un compromiso con el súper-yo. En el otro lado tenemos a la multitud, definida también edípicamente, por imágenes parentales de segundo orden, colectivas; el encuentro, por tanto, puede realizarse, Lutero y los cristianos del siglo XVI, Hitler y el pueblo alemán, en correspondencias que no implican necesariamente la identidad (Hitler desempeña el papel del padre por «transfusión homosexual» y con respecto a la multitud femenina; Lutero desempeña el papel de la mujer con respecto al Dios de los cristianos).” (Kindle Locations 1871-1875)

Felix Guattari

Y, para rematar esta narrativa, ¡qué mejor que una historia de malvados banqueros, banderas nacionales y burócratas capitalistas que, en el proceso de reproducción y multiplicación del Capital, son todos fascistas porque algo anda mal con su sexualidad!… ¡es que el deseo también debe ser considerado parte de la infraestura de Marx!:

“En verdad, la sexualidad está en todas partes: en el modo como un burócrata acaricia sus dossiers, como un juez hace justicia, como un hombre de negocios hace correr el dinero, como la burguesía da por el culo al proletariado, etc. No hay necesidad de pasar por metáforas, no más que la libido de pasar por metamorfosis. Hitler ponía en tensión a los fascistas. Las banderas, las naciones, los ejércitos, los bancos ponen en tensión a mucha gente.” (Ibídem)

Asombroso; en teoría esta gente deseaba superar el psicoanálisis, pero terminan psicoanalizando al marxismo y marxistizando al psicoanálisis. El leitmotiv en todas estas figuras siempre es la crítica a los hospitales mentales, que únicamente sirve de vector discursivo para introducir toda la caterva de marxistadas y locuras que hemos visto. Pero, una vez más, es mucho más simple que eso en mi opinión, meramente hay buenos y malos sistemas sanitarios (y los hay mediocres). Para escarnio de rojos, el mejor sistema de salud actual es… no, no es lo que piensas que diré, no es el de USA, es el de Singapur, casi 100% privado.

Todos los anti-psiquiatras eran psiquiatras, excepto Castel (sociólogo), Deleuze (filósofo), y Guattari, libre escritor y practicante clínico sin título habilitado para ejercer. Un sujeto “inspirado” (por las drogas, el Mayo del 68 y el desaseo del perroflautas faccioso y revolucionario). 

El resultado de estos experimentos:

En el campus del hospital francés de La Borde, Guattari llevó a cabo experimentos comunitarios con los esquizofrénicos y otros desdichados individuos, a quienes instigaba al poliamor y la fluidez erótica entre los cuerpos, así como una fuerte militancia contra la familia. Jean Oury denominaba a Guattari y sus acólitos “kamikazes eróticos”, y consideraba que eran un crimen ético estas practicas con esquizofrénicos, en donde se daban situaciones de alta promiscuidad y conductas de riesgo. (Dosse, 2009, pp. 90-94) Desde los años 40s en adelante, todos los directores de estos hospicios fueron de filiación marxista leninista, quienes favorecían este tipo de prácticas. (Dosse, 2009, p. 60)

El resultado de esto no solo fue bochornoso, fue realmente desastroso. Guattari y su camarilla formaron un “espacio de trabajo” denominado “Coral”, y llaman a una extraña figura para coordinar dicho espacio, un tal Claude Sigala. Esta comunidad estaba pensada como una red de contención de adultos y niños con problemas graves, como ser las psicosis, discapacidades y el autismo.  Como no podía faltar en la idiosincrasia del militante social, además todos con la misma ideología respecto a quienes dirigen los aparatos del Estado en este país jacobino (Francia), esta comunidad logró engancharse al Seguro Social francés. Pero esto no es nada. 

Pronto se descubrió que Sigala promovía “relaciones corporales” entre los educadores de la comunidad y los niños. Resulta que comenzaron a existir hechos de pederastia entre muchos educadores y niños, acomodados laboralmente por Sigala, viviendo todos del dinero público de los contribuyentes franceses. 

Un niño denuncia una violación. La Justicia francesa estudia el caso, y Sigala es enviado a prisión. Hasta se descubre que Coral formaba parte de una red internacional de pornografía infantil que distribuía materiales, aunque naturalmente Sigala negó absolutamente todo. Pero la Justicia decidió que permaneciera en prisión. (Dosse, 2009, pp. 439-440)

¿A que no te habían contado esto en la Universidad…? Esa -y otras- era la camarilla de activistas sociales como Guattari: todos sujetos de dudosa condición mental, drogodependientes, marxistas, perversos, prebendarios del Estado, nihilistas destructivos, pederastas, locos. ¿Y la ética profesional, y los “derechos humanos” …? 

¿Qué hay para decir de los experimentos psicosociales de Cooper en el Reino Unido? Entre 1962 Y 1966, Cooper lleva a cabo un experimento llamado Villa 21 en Hertfordshire, Inglaterra, donde se implementaba el amor libre, el uso de drogas para hacer emerger el inconsciente, y la vida comunitaria, así como la “terapia comunitaria”, al igual que en el Kingsley Hall liderado por Ronald Laing en Londres entre 1965 y 1970.  Una peculiaridad de Villa 21 es que solo admitían varones entre sus 15 y menos de 30 años, a pesar de que un tercio (al menos) de sus participantes, jamás habían sido diagnosticados como esquizofrénicos. Cada quien saque sus conclusiones. Acorde al propio testimonio de ex pacientes, al llegar a Villa 21 no había reglas, ni nada para hacer, cada cual hacía cualquier cosa que se le antojara. Un lugar que olía a orina y detergente, y que de a poco se fue transformando en un basurero de residuos y suciedad por doquier. Más aun, con el objetivo de extraer al individuo de sus alienaciones, había trabajadores sociales que proferían muy malos tratos a los pacientes, personal que era elegido por sus convicciones políticas, no por competencia profesional. (Wall, 2013)

Tanto Villa 21 como el Kingsley Hall de Laing fracasaron por líos y disputas internos de índole ideológica entre sus miembros, riñas sobre un trasfondo de “marxismo existencial”. 

En el Río de la Plata aun continúa esto, aunque ahora bajo un nuevo nombre: “desmanicomialización”. Es algo así como el canto criollo de A desalambrar, pero aplicado a los hospitales psiquiátricos. Esto se presenta con una mascarada benevolente, y objetivamente, es cierto que muchos hospitales estatales poseen pésimas condiciones de atención. Pero la pregunta es, ¿sólo se trata de buenas intenciones? ¿Qué significa “atender mejor”, “integrar y no encerrar? ¿Estaremos frente a una nueva romantización de la locura?

Villa 21 (Cooper)

Me produce tristeza que muchos colegas se inspiren en toda la doctrina que hemos visto, así como la impudicia de ciertos docentes universitarios que utilizan el dinero de la sociedad para derrumbar la sociedad misma. 

¿Dónde estamos hoy?

Fíjense qué similar suena esto a ciertos discursos y estéticas del hoy. Para Cooper, la psiquiatría representaba los intereses de los sanos, del mismo modo en que para las neo feministas de hoy el varón representa los intereses del “patriarcado”. Ha cambiado la dimensión performativa de la estética discursiva, pero el basamento es el mismo, la misma ciénaga epistemológica e ideológica, y la misma filosofería llevada a otro terreno. 

Te cuento algo: en las maestrías serias en ciencias, los docentes se ríen tímidamente de estos discursos dentro de salones que recuerdan a la Unión Soviética en su estilo y decoración, en húmedos aposentos financiados con dinero público de un Estado deficitario que ya no recuerda qué se supone que era eso de la Suiza de América. Pero como no son tontos ni suicidas, saben que afuera no se debería decir tal cosa.

Como la Anti-Psiquiatría fracasó estrepitosamente, los hijos y nietos de estos Baby Boomers tuvieron que buscar otra esfera, otro terreno social de aplicación. Y como este de hoy también fracasará (la ideología de género), pues las palabras no pueden contra 4,5 millones de años de evolución de los homínidos superiores y sus cosas (la Naturaleza siempre triunfa sin piedad, es tirana por antonomasia, por eso la niegan ontológicamente), vaya uno a saber qué otra aplicación se hallará a futuro para hablarnos de “construcciones sociales” a la luz de los intelectuales hegemónicos de turno en dicho momento, con sus quince minutos de fama. Eso si primero el mundo no vuela en mil pedazos mientras algún general aprieta el botón rojo de la operación Sansón, o el del maletín presidencial del football. La energía atómica tampoco es una construcción social; si quieren hagan la prueba. Con ver la serie Chernóbil quizás sea suficiente. 

Esta búsqueda de soñar la quimera de la tabula rasa del sujeto responde a una falta ideológica: suplir la dialéctica de la lucha de clases que en el siglo XIX y parte del XX sonaba razonable para mucha gente. Hoy, con asalariados que viajan a cumplir sus seis, incluso cuatro horas laborales en coche propio y tienen tiempo para consumir Netflix y viajar a Indochina en paquetes turísticos baratos, la lucha de clases no le interesa a nadie; a tal punto que muchos ni siquiera han oído sobre eso en toda su vida (¡son afortunados!). El sexo y la sexualidad cautivaban más a la gente en torno al año 2 mil, pero incluso eso ya denota cierto aburrimiento, cierto sopor temático. El ser humano se aburre incluso de lo placentero cuando sus canales sensoriales se saturan de perceptos y sensaciones reiteradas. Se acostumbra y ya no cautiva. La híper sexualidad cada año nos cautiva un poco menos. Instagram ya no nos impresiona tanto. 

Cada una o dos generaciones hay que cambiar de discurso y los aspectos performativos de la estética. Lo único que cautiva eternamente al ser humano, si es que está dispuesto a eso, si es lo suficientemente fuerte para soportarlo, es el abismo de la verdad. Tal como decía Nietzsche, la verdad es abismo, es vértigo. Es lo insondable misterioso. Aquel individuo que logre soportar la sensación de este abismo será el supra-hombre, el Übermensch capaz de ejercer la voluntad de poder y el auto dominio de sí. 

Ya es hora de despertar hacia el vértigo de la verdad, y dejar atrás este horrible nihilismo del siglo XX que tanto daño nos ha provocado. La salud mental no se negocia. Es hora de limpiar nuestras costas y playas. Que nos hablen de derechos humanos, pues. Que sean un millón de persas contra un puñado de espartanos, no importa. Esparta triunfa eternamente. 


Fuentes:

  • Basaglia, Franco. (1981) Los crímenes de la paz. Investigación sobre los intelectuales y los técnicos como servidores de la opresión. México: Siglo XXI. 
  • Castel, Robert. (2009) El orden Psiquiátrico. La edad de oro del alienismo. Buenos Aires: Nueva Visión. 
  • Cooper, David. (1971) The Death of the Family. Allen Lane: Amazon. 
  • Cooper, David. (1972) La muerte de la familia. Buenos Aires: Paidós. 
  • Cooper, David. (1974) Psiquiatría y Antipsiquiatría. Buenos Aires: Paidós. 
  • Cooper, David. (2013) Psychiatry and Anti-Psychiatry. Routledge: Amazon. 
  • Deleuze, Gilles & Guattari, Félix. (2009) The Anti-Oedipus. Capitalism and Schizophrenia. Penguin Classics: Amazon. 
  • Deleuze, Gilles & Guattari, Félix. El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia. Edición digital EspaEbook. 
  • Dosse, François. (2009) Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada. Buenos Aires: FCE. 
  • Dosse, François. (2011) Gilles Deleuze and Félix Guattari: Intersecting Lives (European Perspectives: A Series in Social Thought and Cultural Criticism). Columbian University Press: Amazon
  • Laing, Ronald. (1978) La política de la experiencia. Barcelona: Critica. 
  • Laing, Ronald. (1987) Razón, demencia y locura. La formación de un psiquiatra. 
  • Singapur: ¿el mejor sistema sanitario del mundo? Visualpolitik. Link: https://www.youtube.com/watch?v=g7y1B_XpdGc
  • Szasz, Thomas. (1970) Ideología y enfermedad mental. Buenos Aires: Amorrortu. 
  • Szasz, Thomas. (1991) Ideology and Insanity: Essays on the Psychiatric Dehumanization of Man. Texas Tech University: Amazon.
  • Szasz, Thomas. (1994) El mito de la enfermedad mental. Buenos Aires: Amorrortu. 
  • Szasz, Thomas. (2010) The Myth of mental Illness: Foundations of a Theory of Personal Conduct. Harper Perennial: Amazon. 
  • The Keys to private Health Care in Singapore. Visualpolitik. Link: https://www.youtube.com/watch?v=axQAVCKkFoU
  • Wall, Orsin. (2013) The birth and death of Villa 21. SAGE. DOI: 10.1177/0957154X13483049