ENSAYO

Por Fernando De Lucca

He estado escribiendo ensayos desde que ha comenzado esta revista virtual. He intentado compartir el valor del “no saber” y hasta he pecado en considerar la idea de proponer una “psicología del no saber anticipado”. Esto me ha llevado naturalmente a considerar como nunca antes, la idea de que podríamos ser “un poco más niños” en nuestras acciones, pensamientos y sentimientos. Sin embargo al ser adultos no poseemos la ingenuidad y la inocencia de los niños. Por este motivo no pretendo ni ser cándido ni que la humanidad se convierta en una tribu de seres llenos de pureza. Lo que sí creo que podemos intentar colectivamente, es volver a considerar como usar nuestra inteligencia. Es muy difícil vivir como sociedad en una globalidad que impone reglas por encima de las reglas aceptadas por los grupos que tienen una historia en común. Para estos grupos o mejor diré naciones, lo importante tiene historia y esa historia nos hace pertenecer a algo que viene “desde siempre” a pesar de que en algunos casos sepamos que apenas estamos hablando de dos o a lo sumo tres generaciones. De todas formas, esto lleva a pensar y sentir que tenemos origen. Esto es lo que pretendo dejar en la memoria de quien lee estos ensayos: memoria del origen. El origen es algo así como el pecho materno que calma todas las necesidades, es algo así como ser levantado por los brazos de un padre que nos hace sentir la sensación de inquebrantable protección. Es una armonía que lleva a la bondad por haber sido tratados con cariño. Aunque hay más. Y hay más por el hecho de saber que tenemos un origen humano que conoce las necesidades reales que siempre nacen del amor y estimulan el amor. Este origen nos remite a una unidad interna y una unidad con el mundo que nos rodea. Es una forma de usar al mismo tiempo y en un mismo espacio nuestros sentimientos, inteligencia y cuerpo. 

Desde siempre la historia humana nos ha hecho confundir los sentimientos con las emociones y la inteligencia con la razón. Esta es desde mi punto de vista la causa de nuestra fragmentación dentro de nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Si la vida que llevamos favorece la fragmentación intra e interpersonal, la conciencia de ser y estar, se encamina a aceptar, justificar y crear estrategias adaptativas y defensivas en relación a este error conceptual. La conciencia, como aspecto intrínseco, sencillamente nos ofrece la mejor posibilidad dentro de lo posible. Y la mejor posibilidad es la vida que llevamos hasta ahora. La costumbre y el hábito generan la idea de que esta es la única realidad y nos impedimos considerar que sea una de entre muchas. En África y Sudamérica hay tribus que aún viven en comunidades donde todos tienen una casa similar que forman un círculo alrededor de un espacio común. Pero, saben algo, es muy difícil considerar esto a la luz de una “realidad natural” y poder vencer la tentación de imponer una ideología que corrompe la idea original como por ejemplo la de que a partir de ahora todos debemos vivir de esta manera. La vida no puede ideologizarse de manera unilateral e impuesta, ha de vivirse dialogando constantemente consigo mismo y con los demás. La razón, usada como manifestación preponderante, abusiva y pasional en nuestras vidas, nos fragmenta. Y lo hace por el simple hecho de subrogarse la idea de ser más importante que el resto de nuestros aspectos que determinan nuestra unidad. Si usamos la “hermana adicta” de la inteligencia llamada razón, nos fragmentaremos y crearemos un ego excesivo. El ego excesivo es el origen de todos los males.

Lo intelectual-racional, cuando usado en exceso no solo es restrictivo, limitante sino peligroso en su devoción de todo aquello que produce adicción. El poder, que para muchos es una palabra casi prohibida, es necesario para ser-y-estar-en-el-mundo parafraseando a Martin Heidegger. Sin duda que el empoderamiento de sí y de la vida que llevamos es fundamental para conquistar una cierta armonía siempre que sepamos que vivimos en comunidad y a su vez en una natural manifestación de ser diferente al resto de mis pares. Ser distinto es estimular el asombro y la comprensión y por sobre todo esto; la curiosidad. ¿Podremos vivir sin necesitar vendernos y vender ideas acerca de las cosas que simplemente están ahí? ¿Podremos ser éticos? Para serlo habremos de considerar en cada acto de nuestra vida, la bondad. La bondad como medio ante todo. Lo que es bueno para mí habrá de serlo para otro y también habrá de serlo para todos. La única forma de ser ético es esta. Por lo tanto, la ética no sería la capacidad de ocultar lo que hace doler a otros y a mí mismo con harta habilidad. Fernando Sabater, considera la ética como el arte de vivir, el saber vivir, por lo tanto es arte de discernir lo que nos conviene (lo bueno) de lo que no nos conviene (lo malo). Sin embargo esto merece una crítica no tan sutil. ¡Los otros importan! Y Sabater por lo pronto no toma esto con la suficiente fuerza. Lo propio está en relación con los otros. Es en esta relación donde se dirime la alegría y la bondad. Es aquí que se tornan sinónimos. Entonces, ¿Qué podemos hacer? Lo que podemos hacer que sea posible y relativamente accesible a todos es integrarnos. Esto es, que recordemos que en cada acto podremos pensar y sentir al unísono. Podemos pensar y sentir al prójimo como si fuera yo. Una vez que nos habituemos a ser así –cosa que seguramente nos hará sentirnos bien- la conducta será bondadosa y si no, no alcanzará para  sentirnos una unidad en el presente y estaremos fatigados y  confusos. 

¿Es una utopía? Sí, lo es. ¿Es posible? Realmente creo que sí. Sin embargo hay algo más. El ser humano necesita excitación. 

La vida calma e integrada no puede proponerse en términos de ecuanimidad psicológica. Precisamos sentirnos vivos y para ello quebrar algo para repararlo después. ¿Quién nos quita lo bailado? Entonces la propuesta se ve complementada por una intensa fuerza que nos hace sentir vivos. Como humanos podemos sentir amor por nosotros mismos y por nuestros pares de manera consciente. ¿Se pueden unir estas dos posibilidades con esa fuerza vital? Sí.

¿Por qué? Porque crearemos una asociación para satisfacer lo emocionalmente intenso. El sentido del todo se mantiene aunque deseemos lo que nos hará sentir energéticamente vitales. La bondad estaría fragmentada si no nos sentimos dentro de un instinto libre que se complementa con sentimientos e inteligencia. 

Somos adultos, somos inteligentes, somos libres, somos seres sintientes, somos activos, somos incoherentes y fundamentalmente contradictorios. Si estamos integrados en todo esto, los males serán menores y la bondad reflotará pues es lo que está siempre allí. La esencia humana es incorruptible e inalcanzable e por el dolor o incluso la alegría. La esencia humana está rodeada por un ego lleno de ideas locas que tendremos como género que revisar. El legado de los adultos a nuestra descendencia es simplemente dejarla ser con calma, ser responsables de dejar ser. Pues cada vez que no lo hemos hecho así, sufrimos.