POIESIS / 32
Por Alberto Marrero
Leymen Pérez es un poeta prolifero, culto, de una gran sensibilidad para captar esencias, cuya obra enriquece la actual poesía cubana. Su distinción estriba en un cuidadoso trabajo con el lenguaje, la calidad intrínseca de sus textos caracterizados por una ferviente capacidad de asombro, la hondura, lucidez y autenticidad de sus propuestas.
La mejor vena El hombre piensa porque tiene manos. ANAXÁGORA ¿Cuál es tu mejor vena?, preguntó el enfermero. Los que creían curar me inoculaban el dolor del País mientras preguntaban: ¿por qué no vas a tu centro de salud más cercano? Tú no tienes dolor—pensaban porque en el lado izquierdo no hay nada que le duela al hombre. Lo que te duele es el País. Calla y traga, traga, trágate la manguera, los barbitúricos y las oscuras sustancias. ¿Cuál es tu mejor vena?, preguntó la reclusa que limpia, mientras la aguja entraba a un cuerpo que nada siente y con una espátula removían la sangre que soy. Tú no tienes cura—dijeron Lo que te duele es el País. PARQUE LENIN Quién pudiera ver a Lenin en el Parque Lenin dando vueltas sin parar en la estrella descortezando el cielo subiendo y bajando en el trencito mientras toma un café (rocío de gallo) dentro de la taza que se inclina hasta donde nadie imaginó el vómito en la garganta dando vueltas como el carrusel con caballos de madera muerta y animales disléxicos engendrando carritos (políticamente) locos. Quién pudiera ver a Lenin en el Parque Lenin deslizándose sobre rieles (caminos de hierro) que van hacia un campo de horror. Y en la montaña rusa quién pudiera verlo gritando: salvo el poder gritando: todo es ilusión gritando (como yo) sin que nadie lo escuche. LA BELLEZA QUE EL GOBIERNO DEL ROCÍO OCULTA Contemplando la belleza que el gobierno del rocío oculta, pensé en el cuerpo seco que cortaba la caña, mientras se abría en el poema un estremecimiento de la naturaleza y crecía un dolor que no se puede amputar. Contemplando la extraña belleza de los mendigos que llevan sus medallas en el pecho de una barbarie a otra, pensé en la palabra soledad mientras mi madre compraba un saco de arena con el limpio dinero del gobierno, que sabe cuál es el mejor camino para curar el alma que se extingue entre las baldosas, el alma mutilada demasiadas veces como la vida que nos rodea, como el tiempo que pisotea las sombras que dejamos. Cansados de esperar algo del gobierno del rocío como los mendigos que entregaron la pierna y el brazo izquierdo y ahora venden por la izquierda hasta su propia carne, contemplé la belleza de las sombras que mi madre cose hasta que el tejido cicatrice. LA VOZ DEL CUERPO Te dice: “No sabía que me iban a cortar la parte sana y la enferma”. Del lado opuesto a la callada pared la voz del cuerpo casi no tragaba. ¿El dolor importa? ¿Qué no podrían extirparnos adentro de la noche? Vaciados, llenados, vaciados, como las sustancias del silencio y lejos de los gobiernos con cáncer. Te dice: “El dolor importa cuando está cosida la lengua”. BIOPSIA Abre la boca. Saca la lengua. Y con una aguja inyectan y con una pinza cortan: es positivo es negativo es positivo. Y yo vi pasar el cáncer entre una puerta blanca y otra negra; el cáncer sentado frente a mí; a mi lado el cáncer, empujando la noche de la sangre, invadiéndolo todo. No cierres la boca. Aún estoy cortando, dice el doctor. En el secadero de almas El dolor, salva. José Martí Gotea gotea gotea gotea gotea gotea el suero citostático el rompe venas que va que brán do te lentamente l e n t a m e n t e mientras a tu lado alguien comenta del deterioro del tiempo de la crisis perpetua en que se encuentra la nación y detrás del nervioso cristal llueve pero el agua no limpia ni cura la expresión de vida o muerte en los rostros y unos jóvenes parecen felices bajo la llovizna sin pensar cuánto dolor hay a solo unos metros de ellos a solo unos metros ya nadie llora se han secado los ojos en el secadero de almas gotea gotea gotea el suero citostático hacia las extremidades que abandonan la horizontalidad que corroe a la carne y al espíritu gotea hacia el espíritu y el tronco de la sombra retoña como un jagüey madura sus raíces en la roja intemperie gotea hacia el cuello donde tu dolor y el mío están dibujados gotea gotea gotea y después no tienes más angustia no tienes más sustancias que recordar. Dos Mujeres huyendo de sí mismas Mujer que estás y no estás en todas partes huye huye quetehuye sin abandonar el gesto maternal para que el país no pierda la savia que baja hasta el silencio de los huesos de tus huesos y por las ramas hasta las semillas. Entiérralas. Entiérrate para que nazca otra vez el majá el caimán el animal deforme que se devora a sí mismo devorándonos a todos y trepanando nuestros pies para que no quede aguja ni huella en el paisaje. Entiérrate bajo el negro sol nacional huyendo de ti misma en el subsuelo del quirófano en el espacio donde todo parece real como el silencio que siente tu dolor mientras el bisturí entra en tu ser y sale por la carne de otra mujer que a tu lado ve cómo van amputando amputando amputando el pecho que alimentó a sus hijos los ovarios el útero y todo lo que llaman el interior. En otro interior alguien se despide como un cielo anestesiado que ya no sufre como el país que perdió su savia su lenguaje antes de abrirse como esas dos mujeres bajo tierra. ¿Y dónde está Nietzsche? El Superhombre es el sentido de la tierra. Friedrich Nietzsche Nosotros los Superhombres cultivados en estrictas leyes de civilidad revolucionarias, inhalábamos en Medellín y en Ibagué, el humo que salía de la semilla de la hierba, de la tierra, de la lluvia, del cielo físico que contiene todas las cosas y ninguna. Inhalábamos el humo del cielo mental achicado o agrandado, según la cantidad de arroz sucio que había que escoger. Con las manos llegándonos al cuello y el cuello a la guillotina bajo la cual malvivimos hablando mal del gobierno de las hormigas, que trafican con otros hormigueros, mejor dotados políticamente. Inhalábamos los disparos que se escuchaban a solo unos metros: la angustia y la felicidad. Inhalábamos, mientras morían de hambre cada seis segundos, cientos de niños que no tuvieron tiempo de mirarle el rostro a su madre. Nosotros los Superhombres, en el borde, sin centro de gravedad, y sin vivos o encarnados, que nos guíen hacia el lugar, en que Dios recoge las hojas secas del cuerpo. AISLAMIENTOS INVISIBLES Más que salir de la casa salgo de una escena como si estuviera en una película de Pier Paolo Pasolini. Siempre hay una habitación transformándose en cárcel. Una cárcel con cara de hombre. Una mujer con cara de cárcel. Un niño sin cara, mirando. En la escena mi madre recoge con sus manos el vago verde del polvo para acomodarlo en su estación más breve. El vago verde desciende de la pared y como un lebrel se come las esquirlas de la luna, los huesos del niño que quedó tendido sobre el escombro cuando cayó una bomba en Bagdad. Cuando cayó la bomba yo caminaba por 21 y H y la mujer con cara de cárcel estaba vendiendo su cuerpo hecho en menudos pedazos. Más que salir de la casa entro en una escena. Siempre hay pedazos de eternidad transformándose en algo breve. POEMA-DINAMITA Y como no podíamos gritar, nuestras manos tenían sus propias cuerdas vocales. Y como no podíamos tragar, nuestras manos se alimentaban palpando el suelo. Unas veces, hombres libres; otras, hombres ventrílocuos dentro y fuera del juego. Encerrado en mí, pienso en el poema-dinamita, que tienen en la boca los que perdieron las manos.
Leymen Pérez (Matanzas, Cuba, 1976) Profesor-Asistente de la Universidad de Matanzas y editor de poesía en la Editorial Letras Cubanas. Ha publicado, entre otros, los libros: Transiciones (Ediciones Loynaz, 2006. Premio Nacional Hermanos Loynaz, 2005 y Beca de Creación Prometeo de La Gaceta de Cuba, 2006); Corrientes coloniales (Casa Editora Abril, 2007; Ediciones Aldabón, 2016. Premio Calendario 2006 y Premio José Jacinto Milanés 2006); Los altos reinos (Ediciones Matanzas, 2014. Mención del Premio de Poesía de La Gaceta de Cuba, 2013 y Beca de Creación Juan Francisco Manzano, 2013), El libro de Heráclito (Ediciones UNIÓN, 2014. Beca de Creación Juan Francisco Manzano, 2010, Primera Mención del Premio José Jacinto Milanés, 2011, Beca de Creación Prometeo de La Gaceta de Cuba, 2009; Fatigas del trópico (Letras Cubanas, 2015. XVII Premio de Poesía de La Gaceta de Cuba, 2012), la plaquette La muerte de los objetos (Ediciones Vigía, 2015. Premio Anual América Bobia, 2014); En el secadero de almas (Ediciones Matanzas, 2016. Premio Debate José Jacinto Milanés, 2016), Subsuelos (Selección, Ediciones Vigía, 2017. Premio de la Crítica Orlando García Lorenzo, 2018); Fracturas de la belleza (Ediciones Matanzas, 2017). Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas, 2017. Premio de la Crítica Orlando García Lorenzo) y Tela zurcida (Ediciones Vigía, 2021)Otros de sus premios nacionales son Regino Pedroso, 2004, Cauce 2004 y 2006, Farraluque, 2016, Beca de Creación Dador, 2019. Obtuvo mención en el Premio Julián del Casal de la Uneac, 2018 y Primera mención del Premio Nicolás Guillén, 2018. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
