POIESIS /8

Por Alejandra Boero

Laura García del Cataño es una poeta argentina, cordobesa. Una poeta que a los quince años escribió su primer libro y publicó ocho. Una poeta que trabaja en una funeraria, toca el piano y sueña con tener un vivero. 

Contemplar la vida, la muerte y sus misterios mediante lo que considera es la poesía: “un procedimiento musical, mitad concepto instrumental de la razón, mitad melodía artesanal del instinto”, es su destino. La poesía, su poesía “como la exteriorización de un proceso más antiguo, incluso a nosotros y que tiene como varias manifestaciones previas, como brotes a lo largo de una raíz horizontal” la lleva a conjurar experiencias extremas a través de potentes imágenes que alumbran la revelación y metáforas que abrevan en lo inconsciente.

El animal no domesticado (Pan comido, 2014), El sueño de Sara Singer (Llanto del mudo, 2014 y reeditada en Caleta Olivia, 2017), Los demonios del mar (Ed. del Dock, 2015) y Sangre del día (Añosluz editora, 2018) son registros de una poética depurada que conmueve e interpela.

Laura dice en una entrevista: “Amar donde valga la pena morir. Y escribir hasta que la muerte no valga la pena”. Así la intensidad de sus textos.

Sueños, amor, muerte, transmigración. Personajes que desdicen los estereotipos. Animales  heridos. La extrañeza, lo sublime, lo místico. Un mundo en el cual lo humano y lo animal pactan “la ficción de los eventos reales”. Un mundo en el que interactúan y proliferan los bordes y los centros,  las dimensiones del aquí y el más allá, lo máximo en lo mínimo, la música, el cine, lo familiar y lo ominoso en un diálogo que permite “el animal no domesticado” y a la poeta “Escribir como si se tuviera/ una piel de vidrio, un espejo al fondo/ pelo y sangre de la herida/sufrimiento animal (…) como si no se tuviera nada…”.

Paul Válery decía que “Hay que entrar en sí mismo armado hasta los dientes”. Así esta poética que muerde los costados más vulnerables y vulnerados de nuestro ser. 

Leer a Laura García del Castaño es adentrarse en un paisaje de sueños y sombras en donde el lenguaje es puesto a prueba en “el fuego de nuestras palabras”: los límites del propio mundo. Un mundo de iluminaciones perturbadoras. 

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De El animal no domesticado

Escribir como si se tuviera
una piel de vidrio, un espejo al fondo
pelo y sangre de la herida
sufrimiento animal
o escribir
como si no se tuviera nada
Lo que late y no para vivir
Así de estéril
como un párpado que acaricia un ojo que no ve
como si apenas hubiera
una mera puntería
para darle a cosas
que no caerán en este mundo

Los muertos están libres y están sueltos
                                                               como animales
Los muertos están despiertos
                                              y no son domesticados
Tienen la vitalidad del niño perfecto y asesino
Tienen la saliva dulce del que vio al otro lado
y se relame
del que ha padecido la plenitud del ausente
y ha vuelto
Tienen la juventud del anciano
que moja su cama con sangre infantil
El muerto de hace una hora
está muerto hace siglos para él
El tiempo de los muertos tiene densidad
de un puente subfluvial que nunca avanza
el silencio subterráneo del embarazo y del ahogo
Los muertos quieren volver
No están domesticados con la palabra vegetariano
Están despiertos y golpean las puertas
del que les prometió un paseo por el bosque
un poco de vino de la tierra amarga
en la copa más honda
Son inmunes y están locos
no es sueño ni ambición lo que los mueve
Están desordenados e insomnes
Tienen hambre y frío
Quieren vivir.

Es libre el animal que no está domesticado
domesticado como la foto que se cree su engaño
como el bonsái que no espera dar sombra
Es libre el animal y es libre tu mano
que alza esa piedra y golpea
a quien no ha podido liquidar con palabras
Es libre todo lo que brilla por su ausencia
Es libre esa mujer del fin del mundo
Es débil la voluntad del hombre y está domesticada
para regar plantas, desatar nudos, envolver regalos
Con esa misma ración el poeta soñaría
                                               la mitad de su vida
desandaría la mitad de su muerte
Es danza lo que inventamos frente al espejo
Es doméstica la hospitalidad del mundo
Es realidad el aliento triste del sueño que te ignora
porque es libre de soñar donde no has vivido
y es libre de no despertar
Es dueño
Es duelo lo que tiene pulso y no sabe andar
lo que tiene llave y no olvida
Es poeta lo que el mundo ve
el resto de algo que se quema*
Es medio lo que monta al animal de toda maravilla
Es partitura lo que interpretas a escondidas
                                               de la música
Es real la niña espléndida que apagué con arena
Todo ha sido desandar
y no ser domesticada.

* Fragmento del poeta Roberto Juarroz (Argentina, 1925-1995)


De El sueno de Sara Singer

Yo fui Sara Singer

Fui el vaso con agua después del sueño terrorífico de una niña
Fui el pájaro preso en la iglesia de Lajas una misa de gallo
gato apático mujer huraña
la habitación 301 del Hotel Young
un paisaje de la biblia anunció mi muerte
Fui el invierno del 72 en Jordania
el café frío en el adiós de una pareja en Hungría
la flor carnívora exhibida en el botánico de Brooklyn
el minuto cuarenta en una obra de Hans Zimmer
Yo fui la muerte en un film de Woody Allen
una taza de porcelana
el infierno de mi padre
el torturador de mi madre
y ahora soy el engaño
de esa mujer que escribe
Por eso cada vez que su café se enfría
cada vez que toca la porcelana
o pausa en el minuto cuarenta
una obra de Hans Zimmer percibe algo parecido al engaño
ama como un pájaro preso en la iglesia de lajas
siente como el infarto de una flor carnívora
Vive como si fuese a despertar
de un sueño de Sara Singer.


La muerte en un film de Woody Allen

Temo a los poemas cerrados como hombres solos a
los mapas de ciudades hundidas o inexistentes
a los perros atados en las fábricas
a los manojos de llaves
a las mujeres que harán de mí su Atolón Bikini
Temo a la palabra huésped
al suspenso de una dicha que se tarda
al rastro del ciego
a los coleccionistas, a los testamentos
al vaivén de los santos en las procesiones
a las ancianas de pelo rojo
a Cécile de bonjour tristesse
a la canción que pusiste el día de nuestra muerte
pero sobre todas las cosas temo
al asesino
en el sueño recurrente de mi padre
a su víctima
y a esa parte que quedó
viva para contarlo.


oscura importancia

abrí los ojos y ví
el perro que solté a la propia carne
la fatalidad que me dominó con su látigo
la pólvora de los muertos cargada en el arma del vivir la
flacura del grito
la madre arrancada como un brazo

Me ví salivando a la rutina del asco
sacando las manos por la ventanilla de la rabia
Me ví fuerte para lo que no estrangula puntual
para lo que no sosiega
despierta para lo que no se levanta
la niña iba perdiendo la nitidez
cuando le acercaba la linternita de los hombres
Yo fui un rostro angelical, una lámpara de kerosene
volcada a la menor verdad
una blusa que perdió su flor, su escarapela


y soy incapaz de hacer planes


Qué parte estoy viviendo ahora del espejo
Qué brilla en el sudor de aquel espanto


Haber sido fruto de la casualidad o la ignorancia
Cómo era mi voz
Qué olvidé dentro de los hombres

abrí los ojos
encendí la maquinaria del animal doméstico

perdí todos los puntos de vista
abandoné mi oscura importancia

así como se mastica un autito de plástico
como se rompe la alcancía de los sueños
lleno de monedas falsas
como se arroja un mantel

así

en lo que tarda una semilla en brotar
en lo que tarda un dios en marcharse.


De Los demonios del mar

a la altura de tu corazón

que no estuve a la altura de tu corazón
que soy un alma oscura marchitándose
que mi nombre es largo y pretencioso
que tus labios no venían cansados ni sedientos
apenas si fui tu primera constelación
el segundo pecho que has bebido, un oscuro marcapaso
que no pudimos concebirnos, fecundarnos
que este amor ha sido armado, intencional
el nudo en tu pelo rojo
lo desnucado, lo torcido
que desteñí tu camisa
rayé el disco del adagio
que no te mostré el mar
con la rama de espantar los perros
que todo lo que escribo
es animal, salvaje y velocísimo
y que vos te lo has montado
en mi cara 
para huir


alguien llama y enciende en tu corazón otra bengala

después de mucho pensar no arriesgas la respuesta
y resuelves que eso es vivir
luchas por descifrar una fórmula
y sufres a cada paso el desdoblamiento de tu máscara
descubres que toda palabra es humo
de un bosque que no arde
la fe es un brote¨
que si prospera estrangula
la certeza desata la perra de su cobardía
sacas del fondo la rosa oliva
porque alguien dijo que era tóxica
guardas el mismo traje azul
para la felicidad y el velorio
compras regalos del peso de tus flaquezas
pasajes a lugares remotos
cuya distancia es el largo de tu pena
buscas amoblar tus espacios vacíos
envías tarjetas con bares bohemios
donde un mozo sirve un último Tom Collins
imaginas que tu obligación
se extingue en ese trago
y que el error va a limpiarse
en esa pequeña mesa
compras mascotas para que habiten tu casa
por todo el tiempo que no habitas en ella
tienes espejos cada vez más pequeños y redondos
la soledad duerme en dos plazas
y el mejor amante se estropea en las fotos
despliegas el arte de convertir
la música en huésped
la sonrisa en comodidad
la bañadera es una balsa
el jabón una brasa
el vino alucinación
las diferencias se dirimen con silencios
tienes herramientas para abrir o torcer
accesorios para no quedar a oscuras
tu espera se evapora
al ritmo del agua que pones para un té
y has puesto tanto empeño en despertar
que el agua se tarda
y en ese instante alguien llama
y enciende en tu corazón otra bengala.


De Sangre del día

Cada día es un punto
vamos uniendo un recorrido
pautado hasta el final
hasta develar
la historia de una flecha
el círculo que pudo ser
la colmena un disparo

Una mujer revienta un neumático
sale del camino
Años atrás fumaba en el balcón
pensando el título de un poema
también buscó una llave
tuvo las manos heladas
el corazón en blanco
se puso al resguardo del granizo
dejó el pan a la intemperie
derramó la sal
contuvo el odio
abrió una cama ofreciendo
la liebre tibia de su herida

Mientras une los acontecimientos
se sale del camino
ha llegado al punto inicial
ha dado sin pensar
con la forma


Traje a casa un cuchillo de mango extraño
lo traje de la feria
No compres cuchillos usados -reclamaste
no sabes lo que han hecho con él
quizás cometieron un crimen
o se lo desligaron de un robo

A mí, en cambio, 
me dio placer el primer almuerzo con él
el filo remarcado
la punta partida
la tibieza del mango
dispuesto a nacer

Te da escalofríos verlo
en el trajín de las noches
entre los silencios

El cuchillo presionaba nuestra piel
corta en dos mitades el veneno
deshuesa para las bestias lo trivial

Y su metálico sonido repercute
como si viniese cayendo
de una altísima equivocación
a lo hondo, a lo vacío,
a lo final.


Para un jardinero avezado
entregado al frenesí de la poda
todo desborde es un error 
merece su corte
No es esta la actitud del amor
ni es la poda toda la virtud
del jardinero
hay una perversión mayor
Consiste en perdonar el error
aguardar lo irrefrenable
sólo por regodearse en la visión:
el ahogo nace siendo un detalle
que nadie advierte
y este sí
es para el amor
un deleite.


Laura García del Castaño

Laura García del Castaño nació en 1979 en Córdoba, Argentina.

Publicó los libros de poesía: El grito (ed. de autor, 2004), La vida en que sueñas (Recovecos, 2012), El animal no domesticado (Pan comido, 2014), El sueño de Sara Singer (Llanto del mudo, 2014 y reeditada en Caleta Olivia, 2017), Los demonios del mar (Ed. del Dock, 2015) y Sangre del día (Añosluz editora, 2018).

Participó en la antología Quince (Tinta de negros, 2011) y en las plaquetas Desgraciadas (2010), Ultrafinas y Las tramontinas del dolor (2012-2013).

Fue parte del Café Literario La Bandada.

Tiene un blog lapalabrasembrada.blogspot.com.ar (http://bit.ly/2jnRVqU).