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Elon Musk compró Twitter el viernes 28 de octubre de 2022, y desató la furia de los censores vocacionales que controlan la cultura oficial contemporánea. En Uruguay, la Facultad de Información y Comunicación -UdelaR- fue criticada por uno de sus estudiantes, lo que terminó con la censura del medio donde se hicieron las críticas luego de “una denuncia anónima”, y el aplauso de figuritas del periodismo y la cultura woke local. Ahora no solamente está bien que se censure el contenido disidente: ahora gente de TV Ciudad, la FIC o la sección cultural de Brecha aplauden. Chifflet, Alfaro y demás se retuercen en sus tumbas: sus nombres y memorias están siendo usados para legitimarse por gente que se comporta exactamente igual -en autoritarismo y metodología- que los ‘milicos’ a quienes estas figuras de la izquierda cultural combatieron

Por Aldo Mazzucchelli

Hay épocas en las que es dado crear categorías y conceptos, y otras en las que la abrumadora situación de lo impuesto, generalizado y masivo, obliga al que quiera referirse a algo que pasa a hundirse en lo más conocido, repetido, poco interesante. ¿Qué es lo que hay de provocador, de difícil -y “solo lo difícil es estimulante“, dijo Lezama Lima- en el tipo de situación contemporánea con la comunicación? Todo es transparente, triste, y sencillito. Y lo es tanto, que hasta lo que pareciera que podría dar lugar a alguna reflexión “teórica” se agota enseguida en el retorno a las obviedades más conocidas. 

Elon Musk compró Twitter. Si lo que quiere es liberar la comunicación y crear como él lo ha dicho una especie de plaza pública global donde todo se pueda decir, bien por él. Es poco lo que merece decirse al respecto, puesto que la posibilidad de hablar en libertad ha estado consagrada desde hace más de doscientos años en miles de medios en todo Occidente, garantida justamente por la proliferación de lo impreso. Que twitter y demás redes han llevado potencialmente esa proliferación a otro nivel cualitativo es algo que se ha dicho hace mucho, pero no cambia lo sustancial, que atañe a la libertad de expresión, un concepto viejo.

Si lo que quiere Musk es “meter para adentro” de su red global hiperinclusiva a “todo el mundo” para luego explotar sus datos personales, tampoco es nuevo. Hace veinte años que Google lo hace, y si se quiere dar en las naciones ex “democráticas” un mayor poder coactivo a los gobiernos respecto de las, por ejemplo, cuentas bancarias o posibilidades de movilidad y compra de la ciudadanía, eso no es un problema técnico, sino político. Si una mayoría suficiente de gente está de acuerdo en vivir así, no habrá dificultades técnicas en implementarlo. Pero no es lo técnico lo que define esas medidas, sino la aquiescencia, el deseo de las personas de no hacerse cargo de sus propias decisiones, la reimposición de una ideología tutelar estilo antiguo régimen, o lo que sea. 

En ese panorama, los partidarios de la ideología de la censura, y de la cultura de la cancelación, es decir el cardumen de pececitos alcahuetes y sin espina dorsal que dominan hoy por hoy la “cultura corporativa” y la tecnología de comunicación y control, se horrorizan. 

Para ellos un mundo donde tengan que escuchar cosas que no quieren o con las que creen que no deben estar de acuerdo es, literalmente, un infierno. Lloran en parques y quads de los campus universitarios porque la realidad los ha desmentido. Pero, ¿hay algo que se pueda decir sobre sus lamentos y gemidos que sea nuevo, o al menos interesante? 

Voy a resumir un par de líneas de pensamiento que, si hubiera interlocutores para considerarlas, podrían ser interesantes. 

La primera es: la nueva situación comunicacional está, vertiginosamente, haciendo desaparecer la noción misma de libertad de expresión. 

Es decir, los que se oponen a la libertad de expresión no lo hacen como un gesto activo y crítico respecto de una libertad fundamental de los demás, sino que lo hacen como la conclusión obvia que surge de una fuente más radical. ¿Cuál es esa fuente? Lo avanzo, esperando ser desmentido: los que piensan distinto, para ellos, ya no son gente.
Es decir, la “humanidad” como concepto universal, esa fuente de donde salen tanto las reflexiones -exageradas- de Bartolomé de las Casas como los chistes de Voltaire y el humanismo de Sartre o de los liberales clásicos, está dejando de existir a todos los efectos.

El hecho de que ya tenemos una generación y pico de no-lectores (es decir, gente que no es capaz de organizar su mundo en función de discusiones circunstanciadas de ideas en conflicto, reconociendo la tradición y sustento histórico de esos conflictos y sus implicaciones para el sujeto y la sociedad, y por ende reconociendo que en el mundo existe la sagrada posibilidad de un desacuerdo real) ha dado en que esa generación organice su mundo, voluntaria o al menos automáticamente, por defecto, en una lógica de burbuja. 

La lógica de burbuja, que acompaña cambios sociológicos en el sentido de la segregación más aguda de las sociedades, organiza hace ya años la recepción de información. La generación no lectora, no abierta a la contradicción sustentada en series razonables diacrónicas, amplias, ramificadas y complejas, vive en un mundo sincrónico de informaciones parciales, reconfirmadas constantemente en su burbuja. 

La gula de información, que marca el presente -me refiero al deseo angustioso de abrir el teléfono cada cinco minutos para ver qué otra confirmación obtengo de lo que hace años que creo- no es más que la contracara de una desconfianza acelerada en la solidez de lo que creo. El mundo real se vuelve una ansiosa bomba de vacío que va quitando relevancia a todo “punto de vista”, al evaporar su contrario. Este tipo de dinámica interna solo puede conducir a la búsqueda de una saciedad sensorial tras otra, y luego al alivianamiento progresivo del material pensante, hasta llegar eventualmente, supongo, a la autodestrucción.  

Al fin de la modernidad, estamos como era previsible en las antípodas de Hegel cuando observaba que la reforma religiosa había surgido de una supuesta “capacidad para la meditación” y la “intimidad pura” de las naciones reformistas, a la que oponía la forma de ser de los “pueblos que se hallan a merced de intereses concretos y no poseen la infinitud del espíritu” (Lecciones de la Filosofía de la Historia), esto es, las naciones contrarreformistas, la vieja Europa latina del Mediterráneo. Estas observaciones del filósofo tienen una extraña resonancia en el presente. Son precisamente las naciones protestantes, en un giro dialéctico completo, las que ahora encabezan la ausencia de cualquier “intimidad pura” y dirigen a Occidente hacia su exteriorización y vaciamiento plenario. El mundo hipercomunicado e hiperexteriorizado que lideran los EEUU, Inglaterra o Alemania, es un mundo meramente representado, sin interioridad alguna. El espíritu de Occidente -nunca pudo el idealismo alemán dar cuenta de su pretensión de universalidad, pero sí que era una buena descripción del mundo europeo- ya parece haber terminado por salirse de sí mismo, hasta el punto que ya no se reconoce sujeto, ni mucho menos reconoce al otro como tal. En sus instituciones, en su prensa transformada en mentira propagandística comprada (BBC, DW, etc.), en su afán de bloquear las voces alternativas eliminando por ejemplo todos los medios y argumentos rusos, en su sumisión ahora casi ostentosa a lo peor de los Estados Unidos, la peripecia del “espíritu” se resume en un Narciso descerebrado marchando hipócritamente por la “diversidad”.

Esto se hace, desde luego, a continuación de haber desterrado toda perspectiva histórica. La nueva situación tecnológica ha abolido el tiempo, el “yo” hipertrofiado y hueco a la vez, hoy poco más que un nombre resonado o un “perfil” en redes, coexiste con todo lo demás en un presente amplio en el cual cada burbuja cabe. Pero cada burbuja va en paralelo, y sin contacto entre sí. Cuando las paralelas se ponen en contacto existe un cortocircuito, y debe desaparecer la que circunstancialmente no coincide con el grupo que controla el medio o los medios donde el conflicto ocurre. El paralelo de la incomunicación debe restablecerse automáticamente de continuo en un mundo aparentemente hipercomunicado.
Para que esto sea posible, en la conciencia de los circunstancialmente poderosos debe estar instalada una serie de nociones justificadoras. Ellas son considerar que cualquier cosa que disienta con ellos es (1) “discurso de odio”, o (2) “desinformación”, o (3) “incitación a la violencia”. Traduzco: (1) todo el que dice algo que no quiero escuchar, es odioso; (2) todo el que dice algo que contradice mi creencia, está mintiendo; (3) todo el que hace argumentos que no quiero aceptar, pone en peligro mi poder.

Mucha gente ha pasado a vivir creyendo que lo real es lo que su burbuja le devuelve; esa burbuja está compuesta por sus cuentas de redes sociales, los medios masivos de comunicación al servicio del monólogo del Occidente woke-corporativo-burocrático, y los espacios materiales de socialización -la facultad, el trabajo- cada vez menos relevantes y más meramente reproductores de ese mundo burbujeante. Es decir, la censura en lo virtual ya se expresa en lo espacial social.

En una lógica como esa, no seguir la ideología dominante vendida (literalmente, pues su promoción se sostiene a dinero) por los poderes hegemónicos del mundo occidental woke-corporativo-burocrático actual, no es “estar equivocado”. Esta gente de la burbuja ha dejado de pensar en términos de acierto/error como si fuesen dos posibilidades inevitables de cualquier sujeto libre. Solo concibe, en cambio, otra dicotomía: “ser parte de la burbuja” o “no ser persona”. En efecto, para ellos, dado que no existe la posibilidad de pensar en términos sociales y humanísticos, tampoco existe la posibilidad de equivocarse. 

Para ellos solo es posible ser aceptador de cada nueva inflexión y capricho de las ideologías de género, angustiarse por el “cambio climático” y firmar al pie de cualquier iniciativa con apariencia virtuosa -siempre que no cueste un peso-, y quejarse declarativamente de los abusos a que se somete a esta o aquella minoría, real o inventada. Sino, uno simplemente se ubica, no ya fuera del grupo, sino fuera de la humanidad. Sueñan con suplantar a esa gente incómoda que no afina con IA y robots -capacidad de la que están incalculablemente más lejos de lo que su propaganda quiere hacer creer.

El otro, el que no piensa y luce como ellos, ya no es humano, y merece ser cancelado, y hecho desaparecer. Forma parte del pasado, de una historia pasada que no tiene nada que aportar ya. Hablo no de una generación, sino de una subcultura por ahora hegemónica que, habiendo cortado lazos con la realidad dura de la producción, y viviendo de prestado del oxígeno y el dinero que sus dueños ideológicos le conceden a cambio de aquiescencia y aceptación, cree que cortó lazos con toda la humanidad pasada -humanidad sobre cuyos logros, sufrimientos, triunfos y hazañas, no le interesa saber nada. Se creen superiores, por el mero hecho de estar vivos, de todos los muertos anteriores.

Así, la tradición humanística de un espacio de debate, crítico y desconfiado de los “datos” y monologías que el poder hoy legitima -cambio climático, género, covid, ucrania-, no existe más. Lo único que existe para esta desagradable hegemonía de ignorantes titulados, ignorantes en varios idiomas, es el éxito retórico. “Influencer”, “marketing”, “control de la narrativa” son otras tantas fórmulas que conocen bien, y con las que saben operar. Dado que toda intimidad autoexaminante les es ajena, y viven poseídos por una versión exterior de sí mismos, su único objetivo pareciera ser acordar con lo exterior. Su debilidad está en que precisan de un grupo social de privilegio que de las coordenadas de esa exterioridad. Si no las recibiesen de afuera, ¿cómo las generarían? Se trataría de gps sin satélite alguno, condenados a vagar sin rumbo por la aterrorizante ausencia de confirmación.

Esas fórmulas, mencionadas recién, nos conectan con un segundo aspecto. Me refiero a que la situación tecnológico social ha eliminado el diálogo argumentado, y lo ha sustituido por la retórica profesionalizada: marketing, mejor dicho. Como consecuencia directa, la escena contemporánea ha reemplazado -en todo lo que es relevante y público- a las personas con sus sentimientos, puntos de vista o peculiaridades e imperfecciones maravillosas, por stakeholders: si uno no tiene algo que perder no existe en la descripción de una cuestión. Todo se plantea en términos de quienes tienen algo que ganar o que perder, y por tanto los argumentos elaborados en función de series de valores e ideas dejan de existir. Tienen que ser sustituidos por la retórica, cuyo objetivo es convencer -en el mejor de los casos- o engañar para vencer y mantener la ganancia, en la mayoría de los casos.

La FIC está preocupada por su imagen

Un ejemplo “institucional” de lo anterior sirve. Puesto que las personas hoy se parecen a microinstituciones, y que la gente va camino a convertirse en una “persona jurídica”, no está mal combinar lo colectivo y lo individual, pues todo lo individual se vuelve hoy colectivo y todo lo colectivo se personifica.

La Facultad de Información y Comunicación, UdelaR, ha distribuido una especie de manual para combatir la opinión pública crítica de la institución, bajo el título “Guía de abordaje ante situaciones de crisis en redes sociales“.

¿Cuál es el objetivo? lo dice en el primer párrafo: “generar acciones concretas que contribuyan a mantener una imagen adecuada“.

Una imagen adecuada. La universidad, una universidad cualquiera, tiene cualquier cometido social menos “mantener una imagen adecuada”. La universidad existe para estar abierta a la crítica, para ser el espacio de la crítica. Nunca para “ganarle a sus críticos”. Eso que lo dejen para la Coca Cola o el Bank of America. “Mantener una imagen adecuada” no puede ser un cometido universitario, porque es dar por sentado que, a priori, uno no debe darle la razón a sus críticos, y debe en cambio imponer, a fuerza de marketing, cháchara, plata y manipulación discursiva, la imagen. Esta universidad que se imagina cerrada a la crítica es lo contrario de una universidad -cuyo fin es autocorregirse constantemente para generar saber-, y es indiscernible de una empresa -cuyo fin es hacerse aceptable para vender más. 

Es decir, poner el contenido y la esencia de la universidad en el lugar del “mantenimiento de la imagen” es lo mismo que confesar que no hay más universidad, ni facultad, ni saber. Solo hay retórica, quedar bien parado, y postergar cualquier discusión sobre cuestiones conceptuales para nunca.

¿Qué es una “crisis digital”, que la FIC propone curar con un manual? Lo aprendemos del manual. Ella “se genera cuando diferentes usuarios están hablando de manera negativa de una entidad o institución  por largo tiempo, y con lo que se puede poner en peligro nuestra imagen o reputación digital“. Es peor aun que esto. Es cuando “«la difusión de un mensaje privado que, dada la sensibilidad de su contenido contra una tercera parte, es capaz de alterar el equilibrio de relaciones que existía con la organización o individuo aludido. Y esa alteración se produce al masificarse». 

Frenemos un momento, maravillados ante el párrafo anteriormente citado. La FIC es una entidad, aparentemente, en un determinado tipo de “equilibrio”, no sabemos si con su medio ambiente o con quién… Pero no. Lo único que se entiende claramente de esa jerigonza organizada para ocultar, es que la FIC ocupa un lugar de poder que podría, si alguien la critica y tiene tanta razón que eso “se masifica“, “alterar el equilibrio” (de poder). Es decir, que la FIC pierda su falsa imagen virtuosa debido a que alguien le da un conveniente empujón público bajo la forma de una crítica.

Ese criticón de la sagrada e intocable imagen de la FIC puede ser una variada serie de conceptos básicamente codificados en el repulsivo mundo de la medialengua anglobal: 

– un troll (un tipo que te hace una crítica que da en el blanco y por eso te molesta, y encima es anónimo para que vos que tenés más poder no lo censures y lo hagas desaparecer); 

– un hater (nótese al pasar que en la FIC no saben escribir nada en castellano si queda más progre escribirlo en la lengua del ex imperio, hoy meca), o sea un tipo que te dice verdades que despiertan tu odio -que vos proyectás en él pensando que el que odia es él, cuando en realidad sos vos.

– O un hacker, es decir un tipo con el conocimiento y los huevos necesarios como para penetrar y destruir tu estructura digital de mentiras, revelando quizá información que para tu imagen sería mejor que mantuviese oculta. Ejemplo: el gran Julian Assange, hoy odiado por el poder de Occidente y, no tengo dudas, por los custodios de ese hegemón consciente o inconscientemente operativos hoy en la FIC.

Toda esta basura jerigonzaria está, faltaba más, apoyada por citas. Lo cual es un síntoma de la digamos profundísima situación de la “academia” contemporánea, hecha de funcionarios (no docentes y docentes) que saben repetir gestos, pero rara vez denotan entender cuál es el sentido de los mismos. Por ejemplo, el manual dice esto: “toda crisis organizacional es desencadenada por uno o una serie de eventos no esperados y poco rutinarios que generan altos niveles de incertidumbre (Ulmer y Sellnow, 2001)” Necesitan apoyar una trivialidad que cualquiera podría formular, pues no es más que una definición de sentido común, entreverándola con palabras que parecen científicas como “incertidumbre”, y sobre todo remitiéndola a un libro -el apellido de cuyo segundo autor, en uno de esos ubicuos chistes de Dios, significa “VENDER AHORA”.

Al fin, la Guía propone medios de acción. Describen medios declarativos, pero también se cuenta con la necesidad policíaca de que alguien buchonee lo que está ocurriendo a las autoridades de la institución, la que reaccionará “adecuadamente”.

Reaccionar adecuadamente… ¿que será? Por ejemplo… ¿hacer o propiciar que se haga una denuncia que termine en la censura de los “trolls” que se atreven a criticar a la FIC en público?

Así llegamos a un reciente episodio donde una revista digital, A Contrapelo, acaba de ser eliminada por su servicio de albergue digital -Wix, que por supuesto no dio razones de la bajada salvo la vaga y cobarde “no haber cumplido con las normas corporativas”-.

Mensaje de texto por el que un funcionario anónimo le comunica a Felipe Villamayor que su revista no existe más -debido a una “queja” anónima, y a un vago “conflicto con nuestras políticas” que a raíz de ella identificaron- y cuya naturaleza no se especifica. Y que además no pueden devolverle la plata, debido, naturalmente, a las “políticas de reembolso”.


La censura digital de la revista -y el subsiguiente robo de lo ya pago para ser dueño del dominio- ocurrió luego de que el albergue mismo admitiese que había obrado luego de una denuncia anónima o, más conmovedoramente, una “queja”.

Este episodio, que involucra a un estudiante de la Facultad de Información y Comunicación de la UdelaR, es manejado por esa institución bajo el más espeso silencio. Felipe Villamayor -el estudiante en cuestión-, publicó en A Contrapelo unas cuantas notas, ensayos, relatos. En algunos de ellos atacaba -con abundancia de ironía y no pocas conexiones culturales interesantes- a ciertas vacas sagradas de la cultura gremial y de la militancia woke ambiente, así como a algunos docentes. También dedicó algo de atención a una cantidad de periodistas que practican un periodismo que a Villamayor le parece criticable.

Como es notorio, y como ya lo he adelantado, a esta burbuja de privilegiados acunados por las instituciones culturales de “izquierda” y también de cosas que nunca fueron ni serán “izquierda” como las burocracias estatales del Uruguay (lo único que tienen de izquierda es su capacidad soviética de eliminación de los disidentes y preservación de su núcleo cerrado de privilegio, estilo secta) les parece que nadie debe decir nada que implique una crítica a su sagrada creencia, práctica, y persona. La generación que ha nacido y se ha criado en la práctica colectiva de ataques ad hominem todas las horas de todos los días en sus cuentas de redes sociales, considera que si bien ellos pueden criticar y cancelar, nadie puede criticarlos a ellos. Felipe Villamayor, como es notorio por su discurso, no tuvo la menor intención de cancelar a nadie, sino criticar. La respuesta que la crítica recibe, en el mundo monológico burbujero y marketinero, es la censura. 

Es peor: es censura que esconde la mano. Ana Laura Pérez -me dicen que es periodista de Tv Ciudad- celebró abiertamente la desaparición de la revista de Felipe Villamayor de la red, en un tuit. 

A los dos días publicó otro tuit en donde se alegra de ser periodista, nos confirma que no es “ni héroe, ni estrella, ni mejor que nadie” (ignoro quién solicitó esas confirmaciones), y se alegra de que su función sea “defender la libertad de expresión”. 

Eso después de aplaudir que hayan bajado del mundo comunicativo a uno que la criticó a ella. 

Otra celebratriz es Soledad Castro, que la última vez que miré figuraba como Editora Cultural de Brecha. Apoya a Ana Laura Pérez, y sobre la revista y su bajada de cartel tiene esto para decir:

Cool. 

O sea que Ana Laura Pérez y la editora cultural de Brecha piensan que está bueno que bajen de un sitio a una revista cultural porque dice algo que a ellas no les gusta. Esto es: la gente que ahora ocupa el periodismo cultural en Uruguay está de acuerdo con la censura de quienes piensen distinto.

Ya no funciona, pues, el argumento de que “los que censuran son empresas privadas que están fuera de Uruguay”. Porque ahora ustedes aplauden. Quería dejarlo escrito, simplemente, para que quede registro. 

Y algo más, sencillito también: las instituciones que albergan a esta gente no dicen una puta palabra. Están bien callados en Brecha y en la FIC y en TvCiudad. O son cómplices, o están distraídos. 

Entro en la página actual de Brecha. Esta es la información que leo. Arriba el Consejo de redacción actual. Touriño, Claramunt, Castro, etc. Abajo, el consejo fundador. Leo el consejo fundador:

Poner a Soledad Castro arriba y a ese Consejo Fundador abajo, es un insulto para los de abajo. Nunca, en ninguna hipótesis, Alfaro, Chifflet, o cualquiera de los otros, habría apoyado la censura de opiniones disidentes. Son parte de una generación donde los que hacían eso eran milicos autoritarios, y los que lo aplaudían hacían algo muy triste. Ahora son sus nietes y sobrines los que lo aplauden, y usan el nombre de aquella generación para legitimarse.

El escándalo Musk (el escándalo es, parece ser, que exista un millonario del que lxs woke no se consideran aliadxs)

Pasemos al final de esta historia por hoy, que es el coro de reacciones a la venta de Twitter.

A la progresista canceladora y berrinchera gente woke, cuyos salarios vienen casi siempre de una manera directa o indirecta de viejos megamillonarios y sus fundaciones, megamillonarios que son dueños no solo de todos los medios mainstream en Occidente, sino que además están detrás de cuanta ONG y programa financia el periodismo woke, sus generosas becas para estudiar “periodismo” (?), y todas las organizaciones de fact checkers en donde los woke trabajan ejerciendo la censura y la propaganda, les parece inaceptable que un megamillonario sea dueño de una red social.

Se trata, pues, de resistir el nuevo poder de Musk usando, ahora, el argumento que jamás se usa contra Soros, Gates o Bezos: ¿cómo le vamos a permitir a un megamillonario que controle la comunicación?

Luego de que Musk celebrase la compra diciendo “El pájaro está liberado”, el censor de turno, comisionado europeo llamado Thierry Breton se apresura y responde: “En Europa, el pájaro vuela según nuestras reglas“. Se refiere a la ley de censura vigente en la Unión Europea -donde un comité de burócratas ideologizados no electos se encarga de dictarle a los europeos lo que pueden y no pueden leer, de acuerdo a la Ley de Contenidos Digitales en vigencia (de la que informamos oportunamente). 

Reuters, por su parte, también se ha preocupado por la compra. En su reporte desliza una idea entreverada -aunque interesante de alguna forma: “Durante años, Twitter ha librado una “sofisticada batalla” con el gobierno para proteger la libertad de expresión en línea, y esta batalla estaría en riesgo con Musk al mando, dijo Jason Goldman, antiguo miembro de la junta directiva de Twitter.”

El supuesto puede tener algo de cierto: las plataformas tecnológicas fueron, al principio al menos, presionadas por los políticos para que los ayudasen a “controlar la narrativa” crítica del sistema. La amenaza de Washington era limitarlas y cortarles posibilidades de negocios si permitían que críticas inaceptables -a esta altura, cualquiera que ponga en duda los dogmas contemporáneos- fuesen emitidas. La idea de Goldman es que Twitter elaboró una compleja estrategia para permitir todo el contenido posible dentro de límites impuestos. 

El problema con ese enfoque y esa idea, es que si al principio las plataformas quizá hayan estado presionadas y obligadas, después les empezó a encantar.

Pero además, esa visión ignora que acaso la mejor estrategia contra un gobierno que amenaza regular la libertad de expresión y chantajea a una red privada tan poderosa como Twitter, sería la de Musk: decir abiertamente que estás por la libertad de expresión, de modo que el gobierno y los políticos tengan que cargar con el 100% de la responsabilidad por la más mínima censura. Esto pone a los políticos de cara a la Primera Enmienda.

Pero si hubo algún tipo de intento de razonar lo inconveniente de Musk en términos así de finos, la mayoría de lo que se vio es desilusionante. Básicamente, llantos y lamentos por la pérdida de poder y un pedido de volver a los viejos buenos tiempos de la censura.

Otro de los recientes voceros de esta nueva “izquierda cultural”, el periódico Washington Post, publica un artículo en donde titula: “Twits racistas emergen apenas Musk cierra la compra de Twitter“, agregando que “Cuentas anónimas en Twitter celebran que no se aplican más las reglas contra el abuso racista“.

Naturalmente, Twitter, que jamás promovió el racismo -bueno, salvo el racismo al revés de Black Lives Matter, o la cancelación de cualquiera que denunciase las atrocidades pandémicas, o la burla y el asesinato de reputación de cuanta celebridad se opusiese a la ideología hegemónica- es repentinamente ahora un sitio en riesgo de promover el racismo.

Sigamos. He aquí una parrafada reveladora, escurrida dentro de una de las varias nerviosas notas que dedicó al tema:

La visión de Elon Musk para Twitter es la de una plaza pública donde hay pocas restricciones sobre lo que la gente puede o no puede decir en Internet.
Pero el ideal utópico imaginado por el consejero delegado de Tesla dejó de existir hace mucho tiempo y no tiene en cuenta lo que ocurre en el mundo real, dicen los ejecutivos de tecnología, los empleados de Twitter y los conocedores de Silicon Valley.
Mientras Musk busca una oferta de adquisición hostil de 43.000 millones de dólares por Twitter, los críticos dicen que su ambición de lo que debería ser la plataforma -un espacio sin censura- es
ingenua, perjudicaría las perspectivas de crecimiento de la empresa y haría que la plataforma fuera insegura.
Twitter, Facebook y otras redes sociales han gastado miles de millones de dólares y han contratado a ejércitos de personas para crear y aplicar políticas que reduzcan el discurso de odio, la desinformación y otras comunicaciones tóxicas que degradan el discurso público. Al hacerlo, han provocado la ira no sólo de los políticos de la derecha, que afirman que estas acciones equivalen a la censura, sino también de personas de la izquierda, que dicen que la aplicación de las empresas tecnológicas es demasiado limitada y parcial.”

El pasaje es delicioso.

Primero, el Post, el periódico de Jeff Bezos -quien apoyó las restricciones pandémicas que generaron que miles de sus competidores locales más pequeños se fundiesen y cerrasen (Bezos es el dueño de Amazon), y se benefició de ello apropiándose de grandes porciones del mercado comercial global- nos dice hoy que hablar libremente es “un ideal utópico”. ¿Por qué lo sería? ¿Desde cuándo lo es? ¿Quién lo definió así? No se nos informa directamente, pero acto seguido el periodista insinúa que quizá no fuese bueno intentarlo, pues eso “no tiene en cuenta lo que ocurre en el mundo real“.

¿A qué se referirá? ¿A que en el mundo real los poderosos impusieron una cultura de censura y cancelación de todo aquel que no diga lo que a ellos les sirve que se diga? ¿A que se ha impuesto una cultura de burbuja cerrada que hace inconcebible para muchos que cualquier pensamiento desafiante o disidente sea aceptable? ¿A que el mundo corporativo no aceptará un Twitter libre y le hará la guerra, pues los pone en evidencia a ellos como agentes autoritarios y los pone inseguros respecto de la infinitamente gregaria “cultura corporativa” que han aceptado con tal de que los dejen jugar en la cancha grande?

Da la impresión, al fin, que otro argumento aparece: la plataforma sería “insegura” si el libre discurso se permitiera. Es claro que sí: sería insegura para Bezos o sus secuaces, o para la cultura corporativa globalista hoy impuesta a una generación, que tendría por primera vez que enfrentar argumentos contrarios a los propios, en lugar de simplemente hacerlos desaparecer.

Según el Post, las pretensiones de mantener las políticas restrictivas del discurso en redes sociales “han provocado la ira … de los políticos de la derecha, que afirman que estas acciones equivalen a la censura”.  

Uno se queda atónito. ¿A quién se le podría ocurrir que impedirle a alguien decir sus opiniones, bloqueándolas cuando intenta expresarlas en un espacio público, podría ser considerado censura?

Que esa basura ya se pueda escribir y publicar en el WP confirma que está completa la tarea de des-educar a medio mundo haciéndole creer que no puede pensar por si mismo, exponerse a ideas raras. Incluso, a ideas de “derecha” extrema, como la libertad de pensamiento irrestricta, por ejemplo. 

***

Musk, por su lado, dice cosas inauditas.

Según el mismo WP, dijo durante una entrevista TED: “Creo que es muy importante que haya un ámbito inclusivo para la libertad de expresión“.

La sorpresa que debe sentir gran parte de la población mundial ante una afirmación tan extravagante fue acompañada por otra audacia: “Twitter se ha convertido en una especie de plaza de la ciudad de facto, así que es realmente importante que la gente tenga la, tanto la realidad como la percepción de que son capaces de hablar libremente dentro de los límites de la ley“.

¿Hablar libremente, dentro de los límites de la ley? Obviamente eso es discurso peligroso, de odio, y una concepción totalmente de derecha.

Sin embargo Musk -sigue el Post– “que ya se ha definido a sí mismo como un maximalista de la libertad de expresión, también dijo que esperaba poner a disposición del público el algoritmo de la empresa, para ayudar a la gente a entender cómo aparece el contenido en la plataforma.

Se trata, como el lector percibirá, de niveles de transparencia totalmente incompatibles con una democracia liberal occidental. Solo regímenes cuasi fascistas como el de Corea del Norte podrían aspirar a brindar a los usuarios el algoritmo que les permita entender el manejo contenidista de la plataforma.

También dijo Musk que las plataformas deberían vigilar la expresión de acuerdo con las leyes de Estados Unidos, un comentario que fue ampliamente interpretado en el sentido de que estaba abogando por una moderación limitada de los contenidos, ya que la expresión en Estados Unidos que no sea un llamamiento directo a la violencia está ampliamente protegida por la Primera Enmienda“.

Hasta ahora Twitter ha permitido libremente cualquier contenido de odio, insultos, descalificaciones, bloqueos o burlas a cualquiera que no repita la liturgia pública de “la izquierda”. Por “izquierda” nos referimos, naturalmente, a los capitalistas monopólicos más poderosos del mundo como Jeff Bezos.

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Desde luego, para Reuters un mundo sin censores es un mundo apocalíptico. “Se espera que los miembros del equipo de confianza y seguridad de Twitter, que incluye a los moderadores de contenidos, estén entre los recortes de empleo más importantes de Musk, según temen los empleados. “Imagínese un mundo en el que toda esa gente haya desaparecido”, dijo un empleado. “Va a ser un paisaje infernal

Cierto. Para quien se ha acostumbrado a vivir sin que lo desafíen aun en sus más increíbles creencias, un mundo sin la barrera de los censores, tutores mercenarios que eliminen a los que piensan cosas raras, es un infierno.

Otra muestra de la ideología Reuters: chantajear en base a cuestiones políticas. Musk declaró el día antes de la compra que “Twitter aspira a ser la plataforma publicitaria más respetada del mundo que fortalezca su marca y haga crecer su empresa“. Pero, argumenta Reuters, “Los anunciantes no se lo creen.” Y agrega que “señalan el plan de Musk de restablecer la cuenta de Trump como un gran impedimento para gastar dinero en Twitter. Twitter suspendió permanentemente a Trump por el riesgo de que siguiera incitando a la violencia tras el atentado del 6 de enero de 2021 en el Capitolio de Estados Unidos. [bullshit: twitter suspendió a Trump porque precisaba amparar su narrativa falsa de que las elecciones 2020 y todas las anomalías de ese año horrible habían sido legales, y por tanto lo borró de las redes para disminuir su llegada pública y censurarlo]. Acoger de nuevo a Trump podría alejar a los usuarios moderados y de tendencia liberal y, en consecuencia, alejar a las grandes marcas domésticas que pretenden comercializar productos y atraer a personas de todo el espectro político, dijo Mark DiMassimo, fundador de la agencia publicitaria DiMassimo Goldstein. En una presentación para anunciantes en mayo, algunas agencias de publicidad y marcas ya se mostraron escépticas y preocupadas por el futuro de Twitter“.

En fin, aparte de estos chantajes de los megamillonarios a la libertad de expresión, lo que más se ve es un constante lamento por la desaparición de la censura (al menos en Twitter).

Los empleados actuales y antiguos que hablaron con Reuters dijeron que los planes de Musk de bajar las barreras de seguridad que soncomunes en todas las plataformas de medios sociales conducirían a una avalancha de contenido odioso, dañino y potencialmente ilegal en Twitter. Ya ha tenido problemas para identificar y eliminar la pornografía infantil.”

Reuters quiere hacerle creer a usted que es lo mismo la pornografía infantil que un defensor de la libre expresión, un pedófilo que un crítico de la política guerrerista neoconservadora de Washington en Ucrania, un violador que un votante de la derecha política. La reunión de todas esas cosas bajo una sola categoría es el tipo de “pensamiento” que la ideología de Reuters promueve. Hay un punto ideológico que han logrado meter en mucha gente, que hace que esa gente sienta que si no actúan avalando esa ideología su trabajo y futuro peligran. 

Eso es lo que denunciamos desde hace años y durante todo el tiempo de existencia de eXtramuros: la imposición de una normalidad ideológica hecha de propaganda falsa y de chantajes morales. Chantaje moral, porque detrás del aparente buenismo de las políticas que el poder promueve, está la amenaza de la no pertenencia y, con ella, la pérdida de estabilidad social y trabajo. Lo que está ocurriendo en Twitter con la compra por Musk podría ser -si Musk aplicase realmente lo que ha venido proclamando, cosa que quién sabe si hará- un terremoto que apunta exactamente a eso: a empezar a vivir en un mundo en el que, de nuevo, todo se puede decir en público -al menos en Twitter-, y sea la gente común -y no sus tutores ideológicos megamillonarios- la que tenga que tomarse el difícil trabajo de empezar a decidir por sí lo que quiere, y lo que piensa.


Vista de parte del edificio de la Facultad de Información y Comunicación, UdelaR

Quizá luego de leer lo anterior, usted se haya quedado con curiosidad de ver algo de lo que escribe Felipe Villamayor. Aquí van algunos fragmentos selectos, como parte de una solidaridad particular que considero necesaria y básica con cualquier escritor o artista censurado por cualquier régimen. Todas las opiniones y juicios corren, como es natural, por cuenta de quien los firma

Varias entradas del diario íntimo del joven salvaje Juan-María Funado (parte uno):

Por Felipe Villamayor

(uno).

Juan-María Funado (Montevideo, 17 de julio de 2001-Ib., 17 de julio de 2053) fue un político y escritor uruguayo, fundador y líder del partido neo-hegeliano ortodoxo “El Otro Uruguay”. 

Ejerció como presidente constitucional durante el periodo 2043-2048; luego, por demanda popular, disolvió el parlamento y durante el siguiente lustro se desempeñó como carismático dictador. 
Al momento de su llegada al poder, Uruguay sufría una profunda crisis social e institucional (corrupción, natalidad negativa, 60% de desocupación, caos inflacionario, colapso de los sistemas de seguridad social y salud pública; además de cortes sindicales prácticamente todos los días), la cual terminó por ubicar al pequeño país junto con Argentina en la lista de las naciones más pobres del mundo.

Bajo el liderazgo de Funado, sin embargo, durante los dos quinquenios siguientes Uruguay se convirtió en la economía más próspera de América Latina.
Enormemente popular, falleció en el último año de su gobierno, víctima de un complot de los servicios de inteligencia norteamericanos. 
Hace apenas unos meses, varios documentos desclasificados de la CIA revelaron que, horas antes de su muerte, se le ofreció un salvoconducto en jet privado a la ciudad de Panamá, oferta que rechazó para en su lugar poder brindar un último discurso al pueblo uruguayo en la Plaza Independencia, al pie del monumento a Artigas, soflama que además fue emitida simultáneamente a todo el país a través de la emisora “DelSol FM”, llegando a convertirse años después —según la revista TIME—, en uno de los mejores discursos JAMÁS pronunciados en la historia de la humanidad. 
Lamentablemente, apenas iniciada dicha alocución, recibió desde un helicóptero veintinueve impactos de bala en el pecho, piernas, frente, ojos, brazos, cintura, nalgas y testículos, además de ser blanco de una granada (artefacto que por suerte atrapó en medio del aire, y el cual con un rápido movimiento de brazo lanzó de nuevo hacia el helicóptero, provocando en el acto la muerte de seis agentes de la CIA y uno del Mossad). 
Pese a estar hecho mierda, con la cara toda deforme y un montón de sangre chorreándole por entre los botones del saco y el pantalón, Funado pidió a uno de sus guardaespaldas que le cebara un mate, y luego habló y gesticuló vehementemente durante casi ciento ochenta minutos, conmoviendo a la totalidad del pueblo Uruguayo y a varios argentinos y brasileros allí convocados:
¡La concha de su madre, gringos de mierda, la re putísima madre que los re mil parió!… ¡Viva la Patria, carajo! ¡Viva el Uruguay!— remató, momentos antes de desplomarse en el suelo. 
Carismático orador y dueño de una de las bibliotecas personales más grandes del mundo, en paralelo a su carrera política Funado hizo gala de una intensa vocación literaria, la cual le valió ser calificado por la crítica numerosas veces como «el más iconoclasta y escandaloso de todos los escritores uruguayos; además de uno de los más removedores e importantes novelistas latinoamericanos del siglo XXI».

[…]

En esta primer entrega, nuestros lectores podrán encontrarse a un joven rebelde dando sus primeros pasos en su carrera como escritor y agitador político. 
A simple vista puede parecer una lectura burda, superficial y frívola; llena de insultos y de expresiones soeces; eso que algunos podrían llamar –quizás no tan desacertadamente– “el insufrible berrinche de un adolescente que se niega a madurar”. 
Sin embargo, tenemos fe en que nuestros lectores sabrán hallar detrás de este hermético velo de palabras malsonantes, el dolor, el desconcierto y la desesperanza de una generación de gurises jóvenes que, una vez hecho todo lo que les dijeron que tenían que hacer, se encontraron con un mundo en el que ya no había lugar para ellos.

1. Primer diario (2022-2023):

Era rencoroso con toda clase de autoridad, lo que, sumado a su pereza y desinterés por el trabajo, exasperaba a sus profesores. Fue perdiendo el humor y empezó a verse a sí mismo como un paria; vagaba hosco por los rincones y se dedicaba a leer entre clases. Con miedo a quedarse solo, se hizo unos cuantos amigos, que, como no estaban entre los más populares, los usaba como espejos de sí mismo, para adoptar ante ellos –lo cual era esencial para él– las mismas posturas de siempre.
· “Este lado del paraíso” de Francis Scott Fitzgerald (1919).

“si sos un hombre y blanco y te va mal en la vida, suicidate. Si no pudiste surfear una sociedad que fue diseñada para vos, sos un inútil”
· Twitter de Malena Pichot (02, jul 14.).

[…]

4 de setiembre

Escribo esto en la calle Rivera y Luis Alberto de Herrera, tirado en el pasto, cerca del Montevideo Shopping. 
Hoy de mañana fui a clases. Me aburrí. Para peor, como llegué medio sobre la hora, el aula estaba repleta y tuve que sentarme al fondo del salón y entonces me costó mucho poder seguirle el hilo a la clase.

Lo único que saqué en limpio fue que la profesora quiere que le propongamos para no sé qué fecha un trabajo de investigación para luego presentar como tesis de grado. 

El único requisito de dicho trabajo, nos dijo, es que tenga “carácter social”. Nada más aclarar esto varios de mis compañeros levantaron al unísono las manos y repitieron cual zombis ideológicos consignas del estilo “Racismo en Uruguay”, “La persecución a la población trans en nuestro país durante la dictadura”, “Las violaciones a las presas políticas por partes de militares”, “La homofobia en las fuerzas armadas”, etc., etc.
No es joda. Absolutamente TODAS las propuestas que escuché iban por ese lado. A veces, por la forma en la que estaban expresadas incluso, con un tono de indignación extorsiva, propio más bien de una terapia de grupo de enfermos mentales que de un centro de estudios serio.
A la profesora, sin embargo, poco menos que se le cayeron las lágrimas del orgullo al oír esto.
Yo, en cambio, bostecé. 
Parece que para poder sacar la carrera adelante voy a tener que pensar alguna propuesta media naba que hable de milicos y feminismo. 
En fin… 
Frustrado, cuando se terminó la clase aproveché para bajar corriendo lo más rápido que pude a la biblioteca y abrir Drive en una de las computadoras y empezar a redactar medio en joda medio en serio un artículo para mi revista online: “6 cosas que tenés que saber antes de ir a la FIC”.
Luego de dejarlo por la mitad, rondé un rato por los alrededores de la facultad y el Parque Rodó y mientras caminaba se me dio por fantasear con una de las milipilis más codiciadas de mi generación. 
En medio de dicha ensoñación, de tan distraído que iba (miraba el Instagram de la minita en cuestión), casi me atropella un ómnibus. 
Y ahora estoy acá, terminando el artículo en mi cuaderno de apuntes. 
Mañana si no me da paja lo subo a la revista.

9 de setiembre

Termino enfrascado en una fuerte discusión con uno de los representantes del centro de estudiantes. 
Me invitan a retirarme. 
Hasta llaman a vigilancia y todo. 
En definitiva, me echan de clases. 
La adscripta, una cincuentona soltera y acabada, me acompaña muy amablemente hasta fuera de la facultad, junto a otros dos custodios.
Por lo demás, debo aclarar que el trato fue muy cordial y correcto; sin violencia física de por medio.

                                                                 * * *

Ahora mismo escribo esto en la calle San Salvador y Jackson, sentado en uno de los escaloncitos de la facultad. A mi alrededor está lleno de estudiantes empatotados colgando pancartas en la fachada con los eslóganes políticos de moda. 

Son las catorce y treintaisiete minutos de la tarde.
La cosa empezó de forma bastante boba, en realidad. Durante una clase de la materia “Comunicación y género”. El profesor, Denis Hollande, un viejo pancho que se ata el pelo con colita y va a dar clases de chupín y con una remera que dice “Ni una menos”, nos explicaba de forma bastante rebuscada por qué luego de siglos y siglos de opresión heteropatriarcal ha llegado el momento de que ante la ley los varones pasemos a ser ciudadanos de segunda.

(En fin, ya saben…, la misma boludez de siempre.)

Después, contestando a una de las intervenciones de una guacha que la verdad está DIVINA, nos aclaró que el derecho y la teoría jurídica actuales son todo un invento del heteropatriarcado, y que lo más justo a partir de ahora es que las penas se dicten siempre sin pruebas y en función de la “subjetividad” de las victimas (es decir, de las mujeres).
Nada más decir esto, gran parte de la platea femenina asiente admirada. 
No es de extrañar. 
Ya de arranque la mayoría de ellas rinde pleitesía mansa a este pedazo de imbécil. Y la verdá, no las culpo por ello. Es una decisión inteligente. 
Después de todo, es la única forma que tienen de sacar la carrera adelante.
Mientras tanto, yo, como ya se me está haciendo costumbre, bostezaba y trataba de hacer de cuenta que lo que estaba oyendo me iba a servir de algo en el futuro.
A continuación, aparece en la puerta Enzo Rosencoff, un botija forrado en guita y que dedica todo su tiempo libre a militar en el centro de estudiantes. 
Denis enseguida interrumpe la clase e invita al pibe a entrar y a exponer frente al aula los motivos de su visita. 
Lo hace empleando un tono engañosamente remilgado, casi reverente, como es común en él y en todos los seres de su calaña.
Con todo, debo subrayar que a mí aún no deja de parecerme raro. 
Y es que siempre creí que los profesores debían ser referentes, figuras de autoridad, modelos a seguir, tipos a las que vos mires y digas “quiero ser así”; y no ineptos carentes de autoridad que enseguida se dejan pisar por el primer imberbe que les levante la voz.
Sin decirle nada, Enzo se para ante la clase y se pone a hablar y arengar y dice que hace unos minutos el gremio ha resuelto de forma unánime durante los próximos días cortar la calle y ocupar la facultad. 
Aclara que tomar esta medida no fue fácil, pero que luego de largas y largas deliberaciones, la asamblea decidió que es lo único que puede hacerse para «enfrentar de manera cabal este inaceptable escenario de pérdida presupuestal».
El resto de mis compañeros aplaude y festeja acríticamente.
Yo, sólo por pijear nomás, levanto la mano y empiezo a tomarle el pelo. 
Le comento algo así como que «es bastante tonto pedir recursos y no dar nada a cambio». Porque, después de todo, «¿qué le ha aportado la FIC a la sociedad uruguaya?», le pregunto, y enseguida me contesto: «Nada, Enzo. Básicamente nada. 
En todo caso, antes de pedir más y más tortas de guita, deberíamos rendir cuentas ante nuestros compatriotas. Qué sé yo. Demostrarles efectivamente que estamos haciendo las cosas bien. Debatir, persuadir a la opinión pública, transigir en algún que otro punto. Porque, lo otro, ponerte prepotente y cortar una calle u ocupar la facultad, nunca tiene ningún resultado».

De pronto se hace un silencio bárbaro.
Enzo se queda con la boca abierta. 
Tan abierta que fácil le podían haber entrado dos o tres pijas.
El loco no sabe dónde meterse. 
Es de esas personas que no están acostumbradas a que les discutan o les lleven la contra. Mucho menos en público, frente a toda aquella gente a la que supuestamente representa.
Enseguida, se gira hacia el pajero de Denis, como pidiéndole ayuda.
Después, ya lanzado y medio en joda medio en serio le encajo que: 
De hecho, así como viene la mano, sería mucho más conveniente asignar la partida presupuestal de instituciones como la FHUCE, la FIC o, qué sé yo, psicología, a la producción de bienes útiles –entiéndase por esto cigarros, cerveza, encendedores, etc., etc.– de esa forma podríamos generar más trabajo y más consumo.
Este último comentario desata algún que otro conato de risa, y a su vez un creciente murmullo de protesta entre mis compañeros. 

Como era de esperar, oigo a uno de ellos tacharme de fascista.

Denis aprovecha aquel desorden para pedir silencio y tomar la palabra:
Ehhh…, este… Quiero recordarles a todes la importancia de siempre usar el tapabocas adentro del salón de clases. Así que le pido por favor al compañero del medio, el que acaba de levantar la mano y expresarse, que se lo ponga, si no, voy a tener que pedirle amablemente que se retire de clases.
Como no me doy por aludido, Denis da unos pasos hacia mí y me señala con el dedo, luego se pone el tapabocas y vuelve a pedirme que «por favor haga lo mismo»:
Pero si casi nadie usa tapabocas ahora —le contesto.
Puede que no, pero es una resolución del órgano competente de la facultad, de nuestro decanato. Son las condiciones, y al no cumplirlas ponemos en riesgo la salud de todes. Por favor, le pido al resto de les compañeres que hagan lo mismo
La mayoría obedece y busca adentro de sus mochilas el desechable bozal.
Pero yo no uso tapabocas, profe.
Entonces voy a tener que pedirte que te retires. Por favor, Enzo, llamá a vigilancia.
Y enseguida me vienen a buscar. Cuando estoy a punto de irme, Enzo aprovecha para acercarse a la puerta y decirme en voz baja que soy un
«facho de mierda»

Yo, para hacerlo enojar, le retruco de forma algo atropellada que cierre el orto, que él no es quien para hablar, que él tiene que dejar de bombardear Palestina y de paso no ser tan tacaño y chupapija.
Algo así le digo.
El loco queda rojo de rabia. Se da vuelta y mira en dirección al profesor, que como es medio anti-sionista no dice nada. 
Después, mientras bajo en el ascensor, uno de los custodios que me acompaña hasta la salida me comenta que mi idea de asignar parte de la partida presupuestaria de la FIC a la producción de cigarros no le parece mala, y que podría generar una baja en los costos de las cajillas.
Yo le digo que la verdá ni idea, que mandé fruta, que fue lo primero que se me ocurrió contestarle a aquel pancho. 
Y es cierto.

13 de setiembre

Día agitado. Día infame. Me suspenden la calidad de estudiante. La decana se entera del artículo que escribí sobre la FIC y decide tomar sanciones al respecto.
De mañana, mientras voy en el ómnibus, uno de sus esbirros me llama al celular para citarme a las once horas en el despacho de la «Dra. Gladys Conchetta».
—¡¡¿¿Quién??!! —poco menos que grito, dando tumbos en el asiento del bondi; fuera de joda es la primera vez que oigo su nombre.
—La señora decana de la FIC, joven —me aclara enseguida el secretario.La reunión, según él, es para dialogar sobre el «incidente ocurrido el pasado diez de setiembre»
—Ahhh…, sí. Ya mismo voy en camino —le contesto.
Apenas piso la facultad me doy cuenta que me estoy por meter en un lío. 

El despacho de la decana queda en el segundo piso, dentro de una oficina vidriosa y rectangular, la cual, por su diseño, parece más bien una pecera que un despacho propiamente dicho. 
Entro allí y enseguida veo a Denis Hollande y a Enzo Rosencoff sentados junto a la vieja. El primero, me imagino, en representación del claustro docente; el segundo, me aclara él enseguida, luego de presentarse como si nunca nos hubiésemos visto, en representación de “les estudiantes de la FIC”.

Después de saludarme de forma muy fría y protocolar, la decana se pone a leer en voz alta de unos folios que tiene encima del escritorio:

“Sobre por qué la FIC es un tacho de basura social”, por Juan María Funado:

«Existe un tipo de educación que es improductiva; que no te prepara para salir y enfrentar el mundo real; que no te provee de las herramientas ni de las destrezas necesarias como para desempeñarte en absolutamente nada; hablo de materias y planes de estudio cuya utilidad es escasa, con contenidos por de más desactualizados y carentes de relación alguna con el mundo allí fuera. 
Un tipo de educación que en definitiva te ESTROPEA y tarde o temprano te termina hundiendo en la inanición.
Ahora, mi pregunta es: ¿Por qué?
En mi caso particular, no soy cheto, no vivo en el centro de Montevideo, no tengo padres forrados en guita; no estoy para pavadas. Si me vas a enseñar, enseñame cosas de utilidad, no boludeces tipo “Comunicación y género”, “Pensamiento social”, o únicamente teorías marxistas tiradas de los pelos onda la escuela de Frankfurt. 
(¿Manejo intermedio o avanzado de herramientas de diseño, SEO y SEM? Nooo, pero para qué querés eso… Tomá, acá tenés: Adorno y Horkheimer. No sabés TODO lo que te va a servir…).
Un día, estos viejos putos se van a dar de frente con el futuro que están ayudando a crear, y créanme, no les va a gustar nada: cada vez más hay un excedente de jóvenes educados de manera improductiva, ESTROPEADOS, incapaces de desempeñarse en ningún trabajo más o menos rentable y que les permita emanciparse.
Y parte de la culpa la tienen ellos».

Luego de llegar al punto, hace una pausa y a continuación, adoptando un tono de voz muy serio, me pregunta:

¿Qué es esto que acabo de leer?
Un artículo de mi revista, señora decana —le contesto, acomodándome en la silla y sacando el celular para mirar la hora—… Y con seguridad uno de los artículos más entretenidos, osados e insolentes que leyó en su vida.
Dígame una cosa, usted —y desde el otro lado del escritorio me señala con su tembloroso índice—… ¿No tiene otra forma de decir las cosas, por qué tiene que expresarse así?… De una manera tan ordinaria… faltándonos el respeto a todos… 
¡Pero Dra., por favor, si eso no es nada! ¡Lea la siguiente hoja que imprimí! Vea lo violentas, misóginas y homofóbicas que son las cosas que escribe este enfermo —tercia de inmediato Enzo, indignado—. Nosotres, ayer en asamblea, no podíamos creer lo que estábamos leyendo. Estuvimos discutiéndolo toda la tarde… ¡Esto es lisa y llanamente discurso de odio! Fíjese bien, Dra., ¡Es gravísimo!

La decana, de por sí ya bastante nerviosa, vuelve a acomodarse los lentes y a retomar la lectura de mi artículo en voz alta:

«Vivimos un periodo de debacle social inédito en nuestra historia; una época en la que las tecnologías promueven el aislamiento y los vínculos efímeros; una era en la que las modas culturales idealizan el pobrismo, la enfermedad mental y la violencia moralista; una época proto-totalitaria en la que la casta política hace hasta lo imposible por impedir que nos relacionemos de verdad los unos con los otros.
Ante este panorama no queda otra que prender la tele y ver a Camila Cibils o al narigón de Telemundo en horario central y pensar: “Si estos dos giles pueden, ¿Por qué yo no?”
Y eso es un craso error, amigo mío. Un craso error. Para empezar, ninguno de ellos dos fue a la FIC: fueron a privadas, lo cual por supuesto deja en evidencia que ser PUTO o HISTÉRICA no es tan malo cuando se tiene plata…
Y más te vale que estés sacando nota, hermano, porque eso que acabo de señalarte es lo más importante en la vida: la plata; plata y vinculaciones. 
Teniendo plata y vinculaciones hasta la reina de las minitas nabas puede agarrar laburo en un canal de señal abierta y hablar lo más pancha de temas que no sabe UN CARAJO. 
¿Tenés plata y vinculaciones?
Si tu respuesta es no, vas a tener que, por lo menos por un tiempo, poner el hombro y levantar cajones.
Así es la vida, macho».

[…]

El resto de la tarde lo dediqué a una lectura exhaustiva de “El último magnate” de Scott Fitzgerald. 
Gran libro, teniendo en cuenta las condiciones en las que fue escrito.

17 de setiembre

Me pongo a requechar frases de escritores famosos contra la universidad.

Termino dándome cuenta que la mayoría de la gente que vale la pena no pisó nunca una facultad, o si lo hizo, la dejó por el camino, frustrados ante lo que sólo puede describirse como un ámbito excesivamente conformista y obsecuente.
Acá transcribo algunas de mis preferidas:


“Decidí que el campus era sólo un lugar donde esconderse. Existían adictos al campus que se quedaban allí para siempre. El ambiente de toda la universidad era de blanditos. Nunca te avisaban qué es lo que ibas a encontrar en la vida real. Te hacían tragar un montón de teoría y no te contaban lo dura que era la calle. La educación universitaria podía destrozar para siempre a un individuo. Los libros podían amariconarte. Cuando los apartabas hacia un lado y realmente salías afuera, entonces necesitabas saber lo que jamás te enseñaron.”

· “La senda del perdedor” (1982) de Charles Bukowski.


Empecé a entender que los intelectuales de las capitales del mundo se habían divorciado de la gente de su tierra y no eran más que unos estúpidos desarraigados, aunque la de ellos fuera una estupidez permitida, unos estúpidos que, de hecho, no sabían vivir. Empecé a verme de un modo nuevo, como una sombra más auténtica, capaz de ignorar toda esa desbordante pelotudez mental del existencialismo y la modernidad y la decadencia burguesa o cualquiera de los nombres que se les quiera dar.

“La vanidad de los Duluoz” (1968) de Jack Kerouac.


Ahora el campus no es un circo de las ideas, sino una guardería donde la madurez se puede posponer indefinidamente.”

“Vamps & Tramps” (2001) de Camille Paglia.


“Pero lo que más odiaba y finalmente me hizo salir huyendo una noche a final de año, sin decir adiós y sin siquiera entregar los trabajos, era que, a excepción de Selma, aquella gente no tenía ningún misterio, ni los hombres ni las mujeres. Todos eran muy hábiles en el arte de explicar, desarrollar y diseccionar, e intentaron conseguir que me quedara por esos medios. Sólo lograron desesperarme.

(…). 

Déjenme que les diga que los profesores son todos unos chantas del primero al último y de la peor calaña encima, pues pretenden una vida imposible, una eterna y ociosa juventud existencial.

(…).

En mi opinión, todos los profesores tendrían que dejar de dar clases a los treinta y dos años y no se les debería permitir volver a ejercer hasta que tuvieran sesenta y cinco, para así poder VIVIR sus vidas en lugar de enseñarlas; vivir vidas llenas de ambigüedad, provisionalidad, remordimiento y asombro. No deberían explicar nada públicamente hasta que estuvieran tan cerca del final que ya no pudieran hacer otra cosa. Intentar explicar las cosas es la fuente de nuestros problemas.”

“El periodista deportivo” (1986) de Richard Ford.


Con todo, sé que hay un par de profesores en la FIC que sí imparten sus clases con altura y profesionalismo. En su caso se trata de un trabajo mucho más que digno, pues ellos poseen el criterio de autoridad suficiente como para hacer lo que hacen y además son buena gente. 

[…]