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El título de este artículo está bien, no es un error de edición. El pasado 27 de setiembre se cerró el extenso y atípico ciclo electoral 2019/2020 en nuestro país, con la celebración de las elecciones Departamentales y Municipales. El marco de las mismas fue especial por dos razones principales.

Por Leonardo Martín

Las razones de que hayan sido especiales estas elecciones se han esbozado a lo largo de estos días posteriores: en primer lugar el atraso en el calendario y las medidas sanitarias que implicaron restricción de los movimientos en militancia y votantes provocados por la pandemia de Covid-19; en segundo lugar, y más importante a los efectos políticos y de este análisis, bajo el marco de un cambio de signo en el Gobierno nacional acontecido entre octubre y noviembre del pasado año.

Esta segunda razón es la más importante decía, ya que inevitablemente en esta instancia, todos: partidos, candidatos, ciudadanos, analistas, etc., miraríamos, además de los resultados concretos, una suerte de ruptura versus continuidad con los resultados a nivel nacional. ¿El desempeño electoral en octubre – noviembre de la coalición gobernante sería ratificado, con los matices que implica y que veremos más adelante? ¿La oposición lograría recuperar terreno político luego de su derrota tras quince años de gobierno ejercido con mayorías parlamentarias? Esas preguntas sobrevolaron la jornada del 27 de setiembre, además por supuesto, de los resultados concretos y de la realidad cotidiana de cada pago chico del país.

En ese sentido, los resultados contestaron con contundencia algunas de estas preguntas y dejaron algunos cuestionamientos sobre otros temas. Los análisis han sido abundantes y variados y han interpretado la realidad desde varios cristales, según quien realice la mirada. No obstante, aporto dos consideraciones generales al respecto que me servirán más para el tema central de este análisis, que pretende innovar en algo más allá de los números que arrojó la elección.

Primero. La coalición multicolor, en términos generales y con las particularidades de cada departamento, ratificó su representación, que al igual que en octubre de 2019, es de alrededor del 50% del electorado. Por el contrario, el Frente Amplio consolida su 40% obtenido en las mencionadas elecciones nacionales. Este era uno de los partidos que se jugaba el 27S y su resultado fue claro y contundente. Sobre sus consecuencias hablaré enseguida.

Segundo. El Partido Nacional se consolidó como el gran protagonista de la coalición y su dominio territorial en el interior del país se afianza de manera importante. Basado en un arraigo ancestral y con el peso específico de caudillos locales que representan en la actualidad una mezcla entre el legado de Aparicio y la modernidad de nuestros tiempos, convierten a los pagos de tierra adentro un bastión casi inexpugnable para los partidos urbanos. Ejemplos sobran, pero solo para reseñar los más notorios mencionemos a Vidalín en Durazno, Antía en Maldonado y Moreira en Colonia, entre otros. También sobre las consecuencias de esta confirmación me referiré enseguida.

Ahora bien. Como ya dije, mi análisis hoy no pretende centrarse en los resultados electorales de la elección Departamental, sino alargar la mirada hacia lo que aventuro como un período político histórico que terminará en el ciclo electoral de 2024/2025 y para el cual, y este es mi punto, el mismo domingo a la noche empezó a transitarse de manera explícita como nunca en, probablemente, los últimos 30 años. Vamos por partes.

Terminado el ciclo electoral y con la ratificación de los resultados de octubre, la coalición multicolor tiene por delante un enorme desafío político que es consolidarse y volverse una opción permanente de gobierno en los ciclos electorales sucesivos, en particular y como primer objetivo, en el próximo. 

Esta coalición viene probando suerte desde más o menos las elecciones de 1994. 

Allí, las “familias ideológicas” de Julio María Sanguinetti entraron en escena como un primer esquema de esta asociación entre los partidos históricos tratando de encontrar una fórmula que articulara la competencia con la cooperación de forma virtuosa luego de dos siglos de enfrentamientos intestinos entre ambas divisas. 

Luego, la reforma de 1996, con los cambios en el sistema electoral junto con el avance electoral del Frente Amplio que se consolidaba ya en 1999 como el 40% del electorado, hizo más urgentes y evidentes esta necesidad de reformular el sistema político en algún sentido. El apoyo explícito, con la firma de un acuerdo previo de Lacalle Herrera con Jorge Batlle fue un nuevo capítulo en este largo camino de transformación. 

Sin embargo, por una cantidad de factores de largo y mediano plazo y cuya manifestación más explosiva y desgarradora fue la crisis del 2002, el Frente Amplio se consolida en 2004 como la fuerza política mayoritaria alcanzando superar por sí sola el 50% del electorado para desplazar del poder, por primera vez en la historia a los viejos partidos blanco y colorado. 

Nuevamente se vuelve a la necesidad, ahora con más urgencia (ya no se tenía el poder) y con el derrumbe estrepitoso del Partido Colorado que lo ponía al borde del abismo, de encontrar los caminos para articular esa dicotomía cooperación – competencia.

También por factores multi causales, y abreviando la historia, esa articulación se logra con éxito en 2019 con la coalición multicolor hoy en el gobierno. La solución finalmente no fue la sociedad de los dos partidos fundacionales que, sobretodo luego del triunfo del Frente Amplio en 2004, planteaba el problema de ser una restauración fácilmente criticable y ciertamente improbable en términos históricos, sino una coalición más amplia, que incluyera otras sensibilidades, aunque minoritarias, y la aparición de un nuevo actor de relativo peso como Cabildo Abierto.

Esta nueva fórmula política hizo su debut en un año cuyas particularidades quedarán en la historia por mucho tiempo. Así y todo logró, como dije, ratificar su mayoría relativa en las urnas casi un año después (que pareció un siglo en el marco de la crisis sanitaria). Esto representa una enorme oportunidad pero a la vez está rodeada de enormes desafíos.

Menciono tres de ellos. El primero encontrar el relevo adecuado del presidente Lacalle Pou. Aquí vuelvo al título. Es imposible no pensar en el discurso de Laura Raffo como una largada para algo que vendrá, que como una llegada luego de un desafío importante. La candidata de la coalición en Montevideo dio y da toda la sensación de estar arrancando una larga carrera (mucho más larga de la que venía de correr) para la que las elecciones del 27S fueron solo una de las etapas. En ella y seguramente en otros dirigentes de peso (¿Álvaro Delgado? ¿Beatriz Argimón?), empezaron a quedar puestas las miradas a partir del mismo lunes 28.

El segundo. También vinculado a lo que decía más arriba, ¿cómo hacer para mantener vigorosa una coalición en donde el Partido Nacional se vuelve o tiende a volverse hegemónico? Una cosa es una coalición como la actual (un partido fuerte, dos partidos con un peso relativo importante y otros dos o más con un peso testimonial) y otra muy distinta es con un partido dominante y 4 partidos más o menos testimoniales. En ese esquema, a los electores se les hará más difícil encontrar las sensibilidades y matices que los lleven a apoyarla. Vaya problema.

Por último y vinculado a lo anterior, hay que ver con atención, por un lado, la situación del Partido Colorado que queda luego de este ciclo electoral con un muy bajo caudal electoral (poco más de su menor registro histórico de 2004),  habiéndose pulverizado como una estrella fugaz el liderazgo de Ernesto Talvi y quedando arrinconado territorialmente en Rivera, y por otro lado el derrotero que seguirá Cabildo Abierto (a cuyos desafíos me referí en una nota anterior) con un liderazgo de Manini que es a la vez unipersonal y monotemático y que viene de pagar un enorme costo político por el affaire del desafuero y por el malísimo desempeño en las elecciones departamentales que ya mostraron importantes fisuras internas. 

La fortaleza de la coalición radica en que los partidos que la integran o por lo menos algunos de ellos se muestren con posibilidades de alternancia dentro de la propia coalición, que se muestre que hay competencia en la cooperación y que eso, por tanto, implica un resultado relativamente incierto. De lo contrario se corre el riesgo de que el votante “sienta” que en realidad está votando al Partido Nacional y, me parece, que esta situación no es suficiente para triunfar.

Cambio ahora el ángulo del análisis. El Frente Amplio, como dije más arriba, consolidó en este ciclo electoral que dejó de ser la mayoría pero que mantiene el 40% de los apoyos ciudadanos aunque confinado territorialmente en el mundo urbano con la única excepción de Salto que, cómo bien se ha señalado es más bien una desinteligencia de la coalición que un triunfo del reelecto intendente Andrés Lima. Esto es una fortaleza y una debilidad. De lo que haga esa fuerza política en esta carrera dependerá si se impone una o la otra. 

Es una fortaleza porque a pesar de perder el gobierno luego de 15 años de ejercerlo, logra mantener su condición de minoría mayor dentro del sistema político. Condición que ni siquiera el Partido Nacional, liderando el gobierno y con un gran dominio territorial está cerca de conseguir. Esta fortaleza (y vuelvo al título) intentó mostrarse de manera contundente, sobretodo en el caso del reelecto intendente de Canelones, Yamandú Orsi quien también hizo un discurso que se asemeja en el contenido y en lo simbólico (la bandera uruguaya de fondo) al comienzo de algo y no al final de una etapa. Orsi se puso el mismo domingo en la posición de Tabaré Vázquez en 1989 cuando sabía que desde la Intendencia de Montevideo, lograda por primera vez en ese año, debería, en aquel caso transitar el camino a la obtención del poder, en este caso transitarlo para su recuperación. El intendente de Canelones sabe que es difícil, pero también intuye que tiene una gran oportunidad de construir un liderazgo a partir de su moderación y su capacidad de diálogo. Y parado en un 40% de apoyo ciudadano, que no es poca cosa.

En Montevideo, también la intendente electa se pone en un lugar de liderazgo nacional (visita a Vázquez como su primer acto pos elección, se reúne con el presidente Lacalle rápidamente, hace un discurso de triunfo hablando de temas generales que ofenden a ADEOM que no se siente parte del mismo, etc). En su caso tiene un problema que Orsi no: fue apoyada por dos sectores a los que no pertenece y que se encuentran demasiado a la izquierda del electorado y su imagen combativa no la ayuda en este sentido.

No obstante en esta dupla de intendentes, que representan los bastiones inexpugnables del Frente Amplio radicará, creo yo, la responsabilidad de llevar adelante al Frente Amplio en el próximo quinquenio y conscientes de ello, el mismo domingo, largaron…

Una debilidad porque el Frente Amplio se enfrenta ahora a un triple problema político que debe intentar resolver con la mayor inteligencia posible. 

Por un lado, los liderazgos históricos que lo llevaron a los triunfos electorales anteriores han quedado definitivamente fuera de juego. En efecto, ni Vázquez, ni Mujica, ni Astori estarán como protagonistas en el próximo ciclo electoral. Sin embargo siguen estando en el día a día, lo que representa un problema para la consolidación de nuevos liderazgos. Me animo a decir que quien pretenda liderar el Frente Amplio de cara al 2024/2025 para llegar con posibilidades y no sufrir el “síndrome Martínez” deberá cometer uno o varios parricidios políticos y, seguramente, más temprano que tarde. Pero nada de eso es fácil, ni nadie asegura el éxito de tales acciones.

Por otro lado, deberá reconstruir el tejido territorial que con tanta artesanía supo construir José Mujica. Entre su pasado nacionalista y sus formas de comunicación tan particulares supo llegar al corazón y a la fibra de los ciudadanos del interior lo suficiente para asegurar importantes aunque débiles, a la luz de los hechos, avances territoriales que lograron abrochar definitivamente la serie de triunfos electorales del Frente Amplio. 

Orsi parece calificar para este reto, aunque también debe consolidarse en la capital donde no es del todo conocido y ya se sabe que es difícil estar in dos lados al mismo tiempo. 

Por último, el Frente Amplio fue mayoría cuando finalmente (ayudado por varias circunstancias como ya mencioné más arriba) logró una fórmula que trascendió o que de manera simbólica pareció ampliar su base al incorporar a un actor con un peso específico importante como Rodolfo Nin Novoa y la construcción del Encuentro Progresista. 

Hoy el Frente Amplio está obligado a lograr el mismo tipo de construcción simbólica que logre ampliar su base política e ideológica. Que con un desequilibrio de fuerzas internas escorado a la izquierda aparece como una tarea, por lo menos, desafiante.

En fin, como en el turf, esta elección del 27 de setiembre terminó colocando a varios pingos en las gateras de cara a una carrera larga y llena de obstáculos. Histórica en muchos sentidos. Y como nadie quiere perder tiempo, la misma noche de lo que parecía la llegada, muchos de ellos, largaron.