MENSAJE DE ALERTA INTERNACIONAL DE PROFESIONALES DE LA SALUD A LOS GOBIERNOS Y LOS CIUDADANOS DEL MUNDO:
DETENER: el terror, la locura, la manipulación, la dictadura, las mentiras y la mayor estafa de salud del siglo XXI
CONTRARRELATO
26 de agosto de 2020
Nosotros, profesionales de la salud de varios países del mundo:
1. Decimos: DETENER todas las medidas desatinadas y desproporcionadas que se han tomado desde el principio para luchar contra el SARS-CoV-2 (encierros, bloqueo de la economía y educación, distanciamiento social, uso de máscaras para todos, etc.) porque son totalmente injustificadas, no se basan en ninguna prueba científica y violan los principios básicos de la medicina basada en la evidencia. Sin embargo, por supuesto apoyamos las medidas razonables como las recomendaciones de lavarse las manos, estornudar o toser en el codo, utilizando pañuelos desechables, etc.
No es la primera vez que la humanidad se enfrenta a un nuevo virus: experimentó el H2N2 en 1957, el H3N2 en 1968, el SARS-CoV en 2003, el H5N1 en 2004, el H1N1 en 2009, el MERS-CoV en 2012, y se enfrenta al virus de la gripe estacional cada año. Sin embargo, ninguna de las medidas tomadas por el SARS-CoV-2 se han tomado por estos virus. Se nos dice:
-“Pero, el SARS-CoV-2 es muy contagioso” y nosotros respondemos: ES ABSOLUTAMENTE FALSO. Esta afirmación es, además, rechazada por expertos de renombre internacional [1]. Una simple comparación con los otros virus muestra que el contagio del SARS-CoV-2 es moderado [2,3]. Son enfermedades como el sarampión las que pueden ser descritas como muy contagiosas. Por ejemplo, una persona con sarampión puede infectar hasta 20 personas, mientras que una persona infectada con este coronavirus sólo contamina 2 o 3, es decir: 10 veces menos que el sarampión.
-“Pero, es un nuevo virus” y respondemos: el H1N1 y los otros virus que se mencionaron también eran nuevos virus. Sin embargo: no pusimos a los países en aislamiento, no bloqueamos la economía mundial, no paralizamos el sistema educativo, no impusimos el distanciamiento social, y no le dijimos a la gente sana que usara máscaras. Además, algunos expertos dicen que es posible que este virus ya estuviera circulando antes pero no nos dimos cuenta [4].
-“Pero, no tenemos una vacuna” y respondemos: al comienzo del H1N1, tampoco teníamos, ni en el momento del SARS-CoV. Sin embargo: no pusimos a los países en aislamiento, no bloqueamos la economía mundial, no paralizamos el sistema educativo, no se distanció socialmente, y no le dijimos a la gente sana que usara máscaras.
– “Pero, este virus es mucho más mortal” y nosotros respondemos: ES ABSOLUTAMENTE FALSO. Porque, comparado con la gripe por ejemplo, y si tenemos en cuenta el período entre el 1 de noviembre y el 31 de marzo, hubo en todo el mundo -cuando fueron tomadas estas medidas-: 860.000 casos y 40.000 muertes, mientras que la gripe en el mismo período de 5 meses infecta, en promedio, a 420 millones de personas, y mata a 270.000. Además, la tasa de letalidad anunciada por la OMS (3,4%) fue groseramente sobreestimada, y fue rechazada desde el principio por eminentes expertos en epidemiología [5]. Pero incluso si tomamos la tasa de mortalidad de este caso, podemos ver que este coronavirus es tres veces menos letal que el de 2003 (10%) y diez veces menos letal que el de 2012 (35%).
– “Pero, la COVID-19 es una enfermedad grave” y nosotros respondemos: ES ABSOLUTAMENTE FALSO. El SARS-CoV-2 es un virus benigno para la población general, ya que da un 85% de formas benignas, el 99% de los infectados se recuperan, no constituye un peligro para mujeres embarazadas y niños (a diferencia de la gripe), se propaga menos rápido que la gripe [6] y el 90% de los que mueren son personas mayores (que deben, por supuesto, ser protegidos como otras poblaciones en riesgo). Por eso los expertos han llamado “delirio” a la afirmación de que es una enfermedad grave y han dicho, el 19 de agosto, que “no es peor que la gripe” [7].
-“Pero, hay gente asintomática” y respondemos: el 77% de las personas infectadas son asintomáticas en la gripe también, y también pueden transmitir el virus [8]. Sin embargo, no se le dice a la gente saludable que use máscaras cada año, y no se aplica ningún distanciamiento social a pesar de que la gripe infecta a 1.000 millones de personas y mata a 650.000.
-“Pero, este virus lleva a la saturación de los hospitales”, y nosotros respondemos: ES ABSOLUTAMENTE FALSO. La saturación afecta sólo a unos pocos hospitales, pero a la gente se le hace creer que todo el sistema hospitalario está saturado, o que la saturación es inminente, cuando hay miles de hospitales en ciertos países. ¿Es razonable y verdadero atribuir, por ejemplo, a 1.000 o 2.000 hospitales, una situación que sólo concierne a 4 o 5 hospitales? Además, no es sorprendente que algunos hospitales estuvieran saturados, porque estaban situados en zonas de gran aglomeración (como Lombardía en Italia, o Nueva York en EE.UU.). No hay que olvidar que los hospitales de muchos países han estado saturados (incluidas las unidades de cuidados intensivos) durante las anteriores epidemias de gripe [9] y en ese momento, incluso se habló de: “tsunami” de pacientes en los hospitales, “hospitales saturados”, tiendas de campaña erigidas fuera de los hospitales, “zonas de guerra”, “hospitales colapsados” y un “estado de emergencia”. Y aún así: no pusimos a los países bajo encierro, no bloqueamos la economía global, no paralizamos la educación, no distanciamos socialmente, y no le dijimos a la gente sana que se pusiera máscaras.
2. Decimos: DETENER estas medidas delirantes, también, por sus catastróficas consecuencias, que ya han empezado a aparecer: el suicidio de personas, como se ha notificado en China, el desarrollo de trastornos psiquiátricos, la parálisis de la carrera estudiantil de estudiantes a todo nivel, los impactos negativos y los peligros en animales, descuidando otras enfermedades (especialmente las crónicas) y un aumento de su mortalidad, violencia doméstica, pérdidas económicas, desempleo, gran crisis económica (pocas personas saben que la crisis económica de 2007-2008 ha causado el suicidio de al menos 13.000 personas en Europa y América del Norte), graves consecuencias en la agricultura, la desestabilización de los países y la paz social, el riesgo de guerras. Un editorial [5] publicado en el European Journal Of Clinical Investigation ha denunciado, desde el inicio, los daños de las medidas extremas no basadas en la evidencia, la información exagerada sobre el peligro real del virus, y las noticias falsas difundidas (incluso por los principales diarios). Algunos incluso han comparado esta pandemia con la de la gripe de 1918, lo que es una MENTIRA y una manipulación, ya que aquella mató a 50 millones de personas, lo que no tiene absolutamente nada que ver con el número de muertes de este coronavirus.
3. Rechazamos la obligación de las aplicaciones de rastreo de contactos, como se han propuesto en ciertos países, porque el SARS-CoV-2 es un virus benigno que no justifica tal medida. Además, de acuerdo con las recomendaciones internacionales, y cualquiera que sea la gravedad de una pandemia (moderada, alta, extraordinaria), el rastreo de contactos no es algo recomendado. Durante las epidemias de gripe, ¿hacemos un seguimiento de los contactos? Sin embargo, el virus de la gripe infecta a mucha más gente, y tiene más poblaciones de riesgo que este coronavirus.
4. Decimos: PARAR de censurar a los expertos y profesionales de la salud para evitar que digan la verdad [10] (especialmente en los países que dicen ser democráticos).
5. Compartimos la opinión de los expertos que denuncian la inclusión que se hace de los tests de detección en el recuento de los casos, incluso si los sujetos son sanos y asintomáticos. Esto ha resultado en una sobreestimación de los casos. Hay que recordar que la definición [11] de caso en la epidemiología es: “la ocurrencia con varios posibles resultados: enfermedades, complicaciones, secuelas, muertes. En la llamada vigilancia sindrómica, la ocurrencia de eventos no específicos como la agrupación de síntomas, o razones para buscar atención, hospitalizaciones, llamadas a los servicios de emergencia, todo ello se define como un caso”. Entonces, decimos: separar los tests, de los casos, y dejar de confundirlos.
6. Compartimos la opinión de los expertos que denuncian el hecho de que no se hace ninguna distinción entre las personas que murieron por el virus, y las que murieron con el virus (con comorbilidad), el hecho de que la causa de la muerte se atribuya al SARS-CoV-2 sin o autopsia, y que los médicos sean presionados para añadir COVID-19 a los certificados de defunción, incluso si el paciente murió por otras razones. Esto lleva a una sobreestimación del número de muertes y constituye una manipulación escandalosa de las cifras, porque durante las epidemias de gripe estacional, por ejemplo, no trabajamos de esta manera. Especialmente, debido a que el 20% de los pacientes con COVID están co-infectados con otros virus respiratorios [12]. Después de una reevaluación, sólo el 12% de los certificados de defunción en un país [13] han mostrado una causalidad directa del coronavirus. En otro país europeo, los profesores Yoon Loke y Carl Heneghan mostraron que un paciente que ha dado positivo, pero que ha sido tratado con éxito y dado de alta del hospital, seguirá contándose como una muerte por COVID, incluso si tuvo un ataque al corazón o fue atropellado por un autobús, tres meses después. El 31 de julio, el Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de un país de América del Norte, reconoció que es cierto que hay un perverso incentivo económico para que los hospitales inflen las muertes por coronavirus.
7. Compartimos la opinión de los expertos que advirtieron contra la casi sistemática intubación de ciertos pacientes, debido al insensato miedo al virus. Los protocolos deben ser cambiados, ya que han dado lugar a un alto número de muertes [14].
8. Decimos: es importante que se haga una revisión de los resultados analíticos y clínicos de las pruebas que se comercializan, incluyendo las pruebas virológicas. Hay muchos kits de prueba que se utilizan actualmente, cuando una parte importante de sus prestaciones (por ejemplo: la especificidad analítica, especialmente para los cuatro coronavirus estacionales) no han sido evaluadas, lo que constituye un grave problema porque, además de los casos de falsos negativos, la literatura informa de preocupantes falsos positivos, que pueden sobreestimar el número de casos y muertes. Según un profesor de microbiología [7] la tasa de falsos positivos puede llegar al 20%. Ciertos artículos científicos que informaron de estos casos de falsos positivos han sido censurados [15]. Por lo tanto, decimos: DETENER la obligación de pruebas de detección debido a esta falta de fiabilidad y a la falta de verificación de sus performances, y porque nada en este coronavirus (que es un virus benigno) y con una baja tasa de mortalidad) lo justifica. Como dijimos: La gripe infecta a 1.000 millones de personas cada año (30 veces más que el SARS-CoV-2) y aún así no se requiere ninguna prueba para viajar.
9. Le decimos a los ciudadanos: no teman, este virus es benigno a menos que sean parte de las poblaciones de riesgo. Si los canales de televisión hicieran lo mismo con la gripe, ¡las cifras serían mucho más altas que para el coronavirus! Los canales de televisión le informarían, cada día, en promedio, 3 millones de casos y 2.000 muertes por gripe. Y para la tuberculosis, los canales de televisión le informarían cada día, en promedio, 30.000 casos y 5.000 muertos. De hecho, el virus de la gripe infecta a mil millones de personas cada año, y mata a 650.000 y la tuberculosis infecta a 10,4 millones de personas cada año y mata a 1,8 millones de personas. Además, en la televisión se informa sobre “casos”, pero en realidad son tests, y no casos. Un artículo científico, “SARS-CoV-2: miedo contra datos”, publicado en el International Journal of Antimicrobial Agents, ha demostrado que el peligro del virus ha sido sobreestimado, y que el miedo podría ser más peligroso que el propio virus.
10. Le decimos a los ciudadanos: el lavado de manos es un reflejo que debemos tener durante todas nuestras vidas, haya o no un coronavirus, porque es la medida de higiene más efectiva. Pero usar una máscara cuando no estás enfermo, y practicar el distanciamiento social, no es parte de la higiene o la preservación de la salud pública, sino que es una locura. Llevar una máscara durante mucho tiempo tiene varios efectos indeseables para su salud [16] y se convierte en un nido de microbios. “El virus se puede acumular en la máscara y cuando te la quitas, el virus puede ser transferido a tus manos, y por lo tanto propagarse más”, ha afirmado el epidemiólogo del Estado Doctor Anders Tegnell. Preguntado si la gente se está poniendo más en riesgo por usando máscaras, la doctora Jenny Harries declaró: “Debido a estos problemas de comportamiento, las personas pueden ponerse más en peligro, en lugar de menos”. Incluso los dentistas advirtieron, recientemente, sobre los graves efectos en la salud oral, porque ven que el uso máscaras durante mucho tiempo conduce a enfermedades como la caries, enfermedades periodontales y mal aliento. “Estamos viendo a mucha gente con más inflamación, más caries y enfermedades de las encías… Estamos viendo inflamación en las encías de personas que siempre han sido saludables, y caries en personas que nunca las han tenido antes… Cerca del 50% de nuestros pacientes están siendo impactados por esto”, dice el Doctor Rob Ramondi, un dentista. “La gente tiende a respirar por la boca en vez de por la nariz cuando lleva una máscara… La respiración bucal está causando sequedad de boca, lo que lleva a una disminución de la saliva, y la saliva es lo que combate las bacterias y limpia tus dientes… Los pacientes vienen a nosotros diciendo, ‘mi aliento huele mal, necesito una limpieza”. [Pero] cuando hueles el mal aliento, o ya tienes enfermedad periodontal, o tienes un montón de bacterias acumuladas en tu lengua, debido a la sequedad de boca… La enfermedad de las encías -o enfermedad periodontal- llevará eventualmente a accidentes cerebrovasculares, y a un mayor riesgo de ataques cardíacos”, dice el doctor Marc Sclafani, otro dentista. Además, muchos de ustedes se quejan de estas máscaras, especialmente en este período de verano. Debes saber que la boca y la nariz no están hechas para ser obstruidas. Lo que llevas es una máscara, al parecer, pero en realidad es un bozal puesto a tu libertad. Especialmente porque la epidemia ha terminado en la mayoría de los países, como varios expertos, como por ejemplo el profesor Yoram Lass, lo han afirmado, y los que te dicen lo contrario son MENTIROSOS. Diciéndote que la epidemia no ha terminado, hablando de la amenaza de una segunda ola (que no se basa en ninguna evidencia), pidiéndote que uses una máscara y que hagas tus actividades con distanciamiento social, el objetivo es, de hecho, prolongar el miedo hasta que se fabrique una vacuna, de modo que ésta sea más fácilmente aceptada.
11. Le decimos a las compañías aéreas: varios estudios científicos han demostrado un vínculo entre el exceso de higiene y el desarrollo de enfermedades como la alergia, enfermedades autoinmunes, enfermedades inflamatorias, o ciertos cánceres. Esto es lo que llamamos en medicina la hipótesis del higienista. Entonces, detengan las operaciones de desinfección, y saquen las máscaras y los ridículos trajes protectores que hemos visto en los medios de comunicación en sus empleados [17]. Hacer esto es una locura. Los aeropuertos deben también dejar de tomar temperaturas, y exigir cuarentenas. El SARS-CoV-2 no es la Peste Negra. Ustedes también, como los ciudadanos, han sido manipuladas.
12. Le decimos a los gobiernos: levanten todas las restricciones y obligaciones de los ciudadanos (estado de emergencia, encierro, uso de una máscara, distanciamiento social, etc.) porque son estúpidas y puramente dictatoriales, y no tienen nada que ver con la medicina, o la higiene, o la preservación de la salud pública. No hay ninguna razón científica o médica para que los ciudadanos que no están enfermos usen una máscara [5]. El doctor Pascal Sacré, anestesiólogo y médico de cuidados intensivos, declaró: “Obligar a todo el mundo a usarlas todo el tiempo, cuando la epidemia va desapareciendo, es una aberración científica y médica”. El profesor Didier Raoult afirma: “La decisión de encerrar, como la decisión de usar máscaras… no se basa en datos científicos…”. La doctora Lisa Brosseau y la doctora Margaret Sietsema, expertas en protección respiratoria, declaran: “No recomendamos que se requiera al público en general que no tiene síntomas de una enfermedad similar a COVID-19 a que usen rutinariamente máscaras de tela o de cirugía, porque no hay evidencia científica de que sean efectivas en la reducción del riesgo de transmisión del SARS-CoV-2…”. El profesor Maël Lemoine precisó que el cambio en las recomendaciones sobre las máscaras es “político, no científico”. En algunos países asiáticos, la gente usa máscaras todo el año (para protegerse de contaminación, por ejemplo). ¿Este uso generalizado de la máscara, en estos países, impidió que tuvieran epidemias de coronavirus? ¿Esta extendida utilización de máscaras, en estos países, les impide tener cada año epidemias de gripe u otros virus respiratorios? La respuesta es, por supuesto, no. Por otro lado, con los 8 millones de toneladas de plástico que ya se vierten en los océanos cada año, las máscaras y los guantes añaden una nueva amenaza y constituyen una contaminación particularmente peligrosa para nuestra salud y para la fauna. En Italia, si sólo el 1% de las máscaras que se usan actualmente fueran deshechadas, 10 millones de máscaras terminarían en el océano cada mes [18]. Además, las máscaras quirúrgicas ¡tienen una vida útil de 450 años! Por lo tanto, decimos a los gobiernos: Detengan estas medidas ilegales y peligrosas de uso obligatorio de la máscara.
13. Le decimos a la policía: los ciudadanos le deben mucho, porque cada día son los garantes de su seguridad y del respeto de la ley y el orden. Pero esto no significa someterse ciegamente a órdenes injustas. Fue este error el que llevó a la segunda guerra mundial, y a la muerte de 50 millones de personas. Por lo tanto, les decimos: hagan cumplir la ley pero no la injusticia y la dictadura, niéguense a aplicar estas medidas, niéguense a reprender a sus compañeros ciudadanos (cuando no llevan una máscara, por ejemplo), no los golpeen, no los encarcelen. No sean los instrumentos de la dictadura. Pónganse del lado de los ciudadanos. Le aseguramos que estas medidas no tienen nada que ver con la medicina o la higiene o la preservación de la salud pública, es dictadura y es locura.
14. Decimos a los ciudadanos: debemos respetar la ley. Pero, esto no significa la sumisión ciega a la locura, la injusticia o la dictadura. Fue esta ciega sumisión de ciudadanos lo que llevó a la segunda guerra mundial, con la muerte de 50 millones de personas. Naciste libre y debes vivir libre, por lo tanto, no tengas miedo y si no estás enfermo, quítate las máscaras, deja tu casa cuando quieras, y sin distanciamiento social, pero hazlo pacíficamente y sin violencia. El profesor Carl Heneghan y Tom Jefferson, epidemiólogos con una gran experiencia en la investigación médica basada en la evidencia, dicen: “No hay evidencia científica que apoye la desastrosa regla de los dos metros. Se está utilizando investigación de baja calidad para justificar una política con enormes consecuencias para todos nosotros”.
15. Decimos que hay que hacer una reforma total de la OMS. Los éxitos de la OMS son indiscutibles: millones de vidas se han salvado gracias a la vacunación contra la viruela, y el consumo de tabaco se ha reducido en todo el mundo. Sin embargo, el principal problema de la OMS es que, desde hace varios años, está financiada en un 80% por empresas (especialmente, laboratorios farmacéuticos) y donantes privados (especialmente, una fundación muy conocida) y hay muchos escándalos: falsa alarma sobre la gripe H1N1 bajo la presión de los grupos de presión farmacéuticos, la complacencia perturbadora hacia el glifosato, que la OMS declaró seguro a pesar de las víctimas del herbicida, la ceguera ante las consecuencias de la contaminación debida a las compañías petroleras en África, la minimización del número de víctimas de los desastres nucleares, desde Chernobyl a Fukushima, y ante los desastres del uso de municiones de uranio empobrecido en el Iraq y los Balcanes, el no reconocimiento de la artemisia en el tratamiento del paludismo, para proteger intereses farmacéuticos, a pesar de que ya es una medicina basada en pruebas. La independencia de la organización está comprometida, tanto por la influencia de la industria de los grupos de presión -especialmente los farmacéuticos – y por los intereses de sus estados miembros, en particular: China. El presidente de un país dijo: “Creo que la Organización Mundial de la Salud debería avergonzarse de sí misma, porque es como una agencia de relaciones públicas de China”. La institución de Ginebra, que había subestimado la amenaza del ébola (más de once mil muertos) también es acusada de negligencia respecto de las enfermedades tropicales, en favor de mercados más jugosos. Una investigación realizada en 2016 (OMS en las garras de los grupos de presión) [19] mostró una ilustrativa radiografía de la OMS; una estructura debilitada, sujeta a múltiples conflictos de interés. Esta investigación ha demostrado cómo el interés privado domina la salud pública en la OMS. No es aceptable que el dinero que la financia provenga principalmente de una sola persona, y que esté infiltrado por lobbys. Recientemente, la OMS se desacreditó aún más al caer en la trampa de la Lancet Gate, donde un simple estudiante pudo descubrir que se trataba de un estudio fraudulento. En el momento de la gripe H1N1, el Doctor Wolfgang Wodarg, el presidente del Health Committee de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, criticó la influencia de la industria farmacéutica sobre los científicos y funcionarios de la OMS, diciendo que ha llevado a la situación en la que “innecesariamente millones de personas sanas han estado expuestas al riesgo de vacunas mal probadas”, y que lo estuvieron para una cepa de gripe que fue “mucho menos perjudicial” que todas las anteriores epidemias de gripe [20]. Tenía toda la razón porque, más tarde, esa vacuna dejó 1.500 víctimas de narcolepsia, incluyendo 80% de niños, como lo veremos. También criticó a la OMS por difundir el temor a una “falsa pandemia”, en lo que llamó “uno de los mayores escándalos de la medicina del siglo”; y también llamó a que se iniciase una investigación. De hecho, los criterios para declarar una pandemia (como por ejemplo su gravedad) han sido modificados por la OMS, bajo la influencia de los grupos de presión farmacéuticos, para que éstos pueden vender las vacunas a países de todo el mundo. De acuerdo con un informe [21] hecho por la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa sobre la forma en que la la pandemia de gripe H1N1 había sido gestionada, también por la OMS: “el desperdicio de grandes sumas de dinero público, y también sustos y temores injustificados sobre riesgos a la salud… Se han identificado graves deficiencias en cuanto a la transparencia de procesos de toma de decisiones relacionados con la pandemia, que han generado preocupaciones sobre la posible influencia de la industria farmacéutica en algunos de los principales decisiones relacionadas con la pandemia. Debe temerse que esta falta de transparencia y de rendición de cuentas dará lugar a una caída en picado de la confianza en el asesoramiento prestado por las principales instituciones de salud pública”.
La historia se repite hoy con exactamente los mismos actores y la misma campaña de miedo. El ex director del departamento de salud pública de la OMS reveló, en otra investigación, (TrustWHO) que en el momento del H1N1 nadie tenía miedo en la OMS, y que no conocía a nadie en la OMS que se hubiera vacunado, incluyendo a la ex Directora General: la china Margaret Chan [22]. Aunque él era funcionario destacado de la OMS, fue excluido, así como la mayoría de sus colegas, de una reunión entre el Director General y las empresas farmacéuticas fabricantes de la vacuna, y la razón dada fue: “es una reunión privada”…
16. Decimos que debe abrirse una investigación, y que ciertos funcionarios de la OMS deben ser cuestionados, en particular el que hizo la promoción internacional de los encierros, ya que es una herejía desde el punto de vista médico, y una estafa que ha engañado al mundo. En efecto, el 25 de febrero de 2020, el jefe de la misión conjunta OMS-China de COVID-19 elogió la respuesta de Beijing a la epidemia [23]. Dijo que China había triunfado con herramientas “antiguas”, subrayó que “el mundo debía aprender de China” y ser inspirado por ella. También dijo que “si tuviese COVID-19, quisiera ser tratado en China”. En otra ocasión, elogió a China [24] llamándola “muy abierta” y “muy transparente”. ¿Quién puede creer en estas afirmaciones? ¿Quién puede creer que si tuviera COVID-19, querría ser tratado en China? ¿Quién puede creer que el mundo debe ser inspirado por China y que el control de la epidemia debe hacerse con los “antiguos métodos”? Lo que es asombroso, es que hizo que el mundo entero creyera lo que dijo. Porque desafortunadamente, desde sus declaraciones y el informe supervisado por él (donde podemos leer que los métodos de China son “ágiles y ambiciosos”), los países del mundo han tomado medidas desproporcionadas, y han seguido ciegamente la recomendaciones de la OMS, confinando a sus poblaciones. Miedo y psicosis se han propagado, presentando el SARS-CoV-2 como un virus muy peligroso, o con mortalidad masiva, cuando no es en absoluto el caso. Afortunadamente, en una entrevista el funcionario mostró una parte importante de la verdad, y los conflictos de intereses de la OMS con China, cuando un periodista le preguntó sobre la situación de Taiwán (que está en conflicto con China) en la OMS y si la OMS reconsideraría la pertenencia de Taiwán: fingió no oír la pregunta, y cuando se le preguntó de nuevo, ¡terminó la video llamada! (El video alcanzó más de 8 millones de vistas) [25]. También fue él quien dijo a finales de febrero: “Sólo hay una droga en este momento que creemos que puede ser realmente eficaz, y es el remdesivir”. ¿Cómo puede decir esto incluso antes de que salgan los resultados ? ¿Y por qué lo dijo? Los miembros del Parlamento Candiense [26] incluso le han emitido una citación obligatoria, después de haber rechazado repetidas invitaciones para testificar en la Cámara de los Comunes. Incluso, el líder conservador canadiense ha planteado sus preocupaciones acerca de la la exactitud de los datos de la OMS sobre COVID-19. De hecho, decir que China ha reducido el número de casos o manejó bien la epidemia y ha aplanado la curva gracias al encierro es una pura mentira y no se basa en ninguna prueba, porque no se puede saber el número de casos o muertes en China si no se hubiera aplicado el bloqueo. Además, unos meses más tarde: el mundo descubrió que los números de los casos y las muertes no eran ni siquiera verdaderos.
Recientemente, tres países africanos expulsaron a los funcionarios de la OMS porque, según algunos estados, falsificaron los números de caso de COVID-19, inflándolos.
Respecto de la gente que está detrás de los encierros, de la psicosis global y el terror, cuando ven la prisa de la gente por ir a los supermercados, la gente que discute por la pasta de dientes o el papel higiénico, las distancias de 1 metro como si fuera la plaga, las personas confinadas como si fueran animales, las calles desinfectadas, la policía golpeando a los ciudadanos, los drons y los helicópteros que se movilizaron, la gente saliendo con certificados, el uso de máscaras a pesar del fin de la epidemia, y el hecho de que la gente no está enferma, no debe excluirse que incluso se rían por la facilidad con la que han manipulado países enteros, y es posible que incluso los llamen de ovejas. La locura ha llegado al punto en que en algunos países las playas han sido desinfectadas con lejía, se ha prohibido trabajar a bomberos bigotudos y barbudos, se han instalado barreras de plexiglás en todas partes (incluso en las aulas) como si fuera la peste, un tren se detuvo porque una persona no llevaba máscara, se privó a familias de ver a sus muertos (como si el virus fuera a saltar del cuerpo y morderlos), mujeres de setenta años fueron multadas después de salir a sacar la basura, e incluso las monedas y billetes que vienen del extranjero han sido “puestos en cuarentena” ¿Cómo es posible que los países acepten caer en este nivel de locura, estupidez y dictadura? Especialmente aquellos que se llaman a sí mismos países democráticos. Todo esto por un virus que en el 85% solo da formas leves, y para el cual el 99% de las personas infectadas se recuperan. La OMS ha instado al mundo a copiar la respuesta de China a COVID-19 y ha tenido éxito; cada país del mundo, siguiendo ciegamente a la OMS, se ha convertido en una copia certificada de China. Sólo unos pocos países se han negado a imitar a otros estúpidamente como Suecia o Bielorrusia, que pueden ser felicitados. El presidente de un país europeo tenía razón cuando dijo que: “es solo una psicosis, más peligrosa que el propio virus”. Expertos de renombre mundial han calificado la alerta global como “desproporcionada”. El profesor Jean-François Toussaint dijo: “Me parece que la OMS tiene una gran responsabilidad por no poder establecer prioridades, por haber incansablemente repetido que era una amenaza para la humanidad” (Journal International de Médecine, 13 de junio de 2020).
17. Decimos que debemos dejar de seguir ciegamente a la OMS porque no es una organización científica, y está lejos de ser independiente, como hemos visto. Al preguntarle sobre la razón de la decisión de hacer obligatorias 11 vacunas, un antiguo ministro de salud [27] de un país europeo respondió: “Es una decisión de salud pública, que de hecho responde a un objetivo global de la OMS, la que exige hoy en día de todos los países del mundo que se obtenga el 95% de los niños vacunados de ciertas vacunas”. También recomendamos a los gobiernos que elijan bien a los expertos que los asesoran, y que eviten a los que tienen vínculos con las empresas farmacéuticas; Un eminente profesor de infectología le hizo esta observación a ciertos expertos de un país europeo: “Un eminente miembro del Consejo Superior de la Comisión de Enfermedades Transmisibles recibió 90.741 euros de la industria farmacéutica, incluyendo 16.563 euros [del laboratorio farmacéutico que produce una molécula competidora de hidroxicloroquina]. Sin embargo, es este Consejo el que tomó la famosa decisión de prohibir la hidroxicloroquina, excepto para aquellos que morirán… no veo ningún rastro, en esta decisión, del respeto del procedimiento de gestionar los conflictos de intereses… Si un miembro presenta un conflicto de intereses importante, debe abandonar la reunión y no participar en los debates, o en la redacción de la resolución. Sin embargo, al final de esta resolución, no se mencionan los conflictos de interés, o el número de miembros calificados que participaron en la votación. Es una grave violación de las reglas”. Un antiguo editor del New England Journal of Medicine dijo: “La profesión médica está siendo comprada por la industria farmacéutica, no sólo en términos de la práctica de la medicina, sino también en términos de enseñanza e investigación. Las instituciones académicas de este país se permiten ser los agentes pagados de la la industria farmacéutica. Creo que es vergonzoso” [28]. Esto, por supuesto, no debería ser generalizado a todo el mundo.
18. Le decimos a los gobiernos: no sigan -en las epidemias- los modelos matemáticos, que son artefactos virtuales sin relación con la realidad, y que han malaconsejado al mundo en muchas ocasiones, siendo justificación para las locas políticas de encierro. De hecho, una universidad europea que tiene fuertes vínculos con la OMS dijo: 50.000 británicos morirán por la enfermedad de la vaca loca, cuando al final sólo 177 han muerto.
-La gripe aviar iba a matar a 200 millones de personas, cuando sólo 282 murieron.
-La gripe H1N1 iba a matar a 65.000 británicos, cuando sólo 457 murieron [29]. La tasa de mortalidad también ha sido exagerada, y la gripe H1N1 terminó siendo más leve de lo que originalmente se anticipó, motivando a algunos a denunciar el considerable dinero, tiempo y recursos consumido por la respuesta. En ese momento, la prensa descubrió que el rector de esta universidad [30], que asesoraba a la OMS y a los gobiernos, recibía un salario de 116.000 £ al año del fabricante de la vacuna contra la gripe porcina.
Hoy en día, es sobre la base del mismo modelo defectuoso desarrollado para la planificación de la pandemia de gripe que dan sus predicciones sobre la COVID-19; afirmaron que 500.000 personas morirán en el Reino Unido, 2,2 millones en los EE.UU., 70.000 en Suecia y entre 300.000 y 500.000 en Francia[31]. ¿Quién puede creer estos números demenciales?
Es por eso que el profesor Didier Raoult califica estos modelos como “la versión moderna de las adivinaciones”. El profesor John Ashton también denunció que estas predicciones, y el hecho de que tienen una especie de estatus religioso. Además, la prensa ha descubierto que la persona que, en esta universidad, instó a los gobiernos a hacer el cierre, no respeta ni siquiera él mismo lo que les recomendó [32]. Aquí, también, se debe hacer una investigación con ciertos funcionarios de esta universidad. El profesor Jean François Toussaint dijo sobre el cierre: “Debemos prevenir absolutamente que cualquier gobierno pueda tomar esta clase de decisión de nuevo. Especialmente desde que la instrumentalización de la pandemia, con bloqueos generalizados para la mitad de la humanidad, sólo ha dado como resultado el fortalecimiento de los regímenes autoritarios, y el cese de las campañas para prevenir las principales enfermedades mortales. En Francia, las simulaciones que estiman en 60.000 las vidas que se han salvado, son puras fantasías”. El famoso eslogan internacional: “Quédate en casa, para salvar vidas” no ha sido más que una mentira. Al contrario, el encierro ha matado a mucha gente.
19. RECHAZAMOS la vacunación obligatoria y RECHAZAMOS el certificado de vacunación obligatoria contra el coronavirus para viajar, por las siguientes razones:
-La vacuna no es esencial porque el 85% de sus formas son benignas, el 99% de las los sujetos infectados se recuperan, y los niños, así como las mujeres embarazadas, no están sujetos a riesgo. Además, una gran parte de la población ya está protegida contra SARS-CoV-2 por la inmunidad cruzada adquirida con los coronavirus estacionales [33]. Decir que no estamos seguros de esto es una MENTIRA y crear dudas sobre la duración o la eficacia de esta protección, es una manipulación destinada a proteger el plan de negocios de la vacuna.
-Es un virus de ARN, por lo tanto más propenso a las mutaciones y existe el riesgo de que la vacuna pueda ser ineficaz.
-Los ensayos de vacunas se llevan a cabo de forma precipitada [34], y algunos piden que se aceleren los procedimientos de prueba, y hacerlos sin los habituales ensayos con animales, lo cual es arriesgado. Probar vacunas sin tomarse el tiempo de comprender plenamente los riesgos de seguridad podría traer reveses injustificados, durante la pandemia y en el futuro.
-Los ensayos previos de vacunas contra los coronavirus son preocupantes [34]: en 2004, una de las vacunas desarrolladas contra el SARS causó hepatitis en los animales en los que se había probado. Otra vacuna en fase de prueba causó graves daños pulmonares a los animales de laboratorio, haciéndolos más susceptibles a infecciones futuras. Hace décadas, vacunas contra otro coronavirus, el virus de la peritonitis infecciosa felina, causaron un aumento del riesgo en los gatos de desarrollar la enfermedad causada por el virus. Fenómenos similares se han visto en estudios de animales para otros virus, incluido el coronavirus que causa el SARS.
-Algunas vacunas son probadas por compañías que no tienen experiencia en la fabricación y comercialización de vacunas, y que utilizan las nuevas tecnologías en medicina de las que no conocemos ni los beneficios ni los riesgos para la salud.
-La búsqueda de beneficios financieros de varias compañías farmacéuticas a expensas de la salud de la gente (sin generalizar, por supuesto).
El jefe de una empresa farmacéutica dijo a sus accionistas durante la gripe H1N1: “Esta vacuna será una oportunidad significativa en términos de ingresos. Es un buen impulso para nosotros, para el volumen de negocios y para el flujo de caja” [27].
El ex ministro de Sanidad de un país europeo declaró el 23 de mayo de 2020: “Cuando hay una epidemia como la de COVID, vemos la mortalidad, si somos médicos… o vemos el sufrimiento. Y hay gente que ve dólares… tienes grandes laboratorios que dicen: ahora es el momento de hacer miles de millones” [35].
El 16 de junio de 2020, el profesor Christian Perronne, especialista en enfermedades infecciosas, dijo a Sud Radio sobre la vacuna del coronavirus: “No la necesitamos en absoluto… Todo esto se trata de objetivos puramente comerciales”. La página web de la revista Nexus, publicada el 7 de agosto, muestra la opinión del Doctor Pierre Cave, que dijo: “En Francia, la epidemia está terminada… como médico, no dudo en anticiparme a las decisiones del gobierno: No sólo debemos rechazar estas vacunas [contra COVID-19], sino que también debemos denunciar y condenar el enfoque puramente mercantil y el cinismo abyecto que guiaron su producción”.
-Las escandalosas violaciones éticas en muchos ensayos clínicos:
Como los países occidentales no les permiten violar los principios éticos, muchas empresas farmacéuticas (sin generalizar) realizan sus ensayos clínicos de medicamentos y vacunas en los países en desarrollo o pobres, donde se realizan experimentos sobre personas sin informarles y sin su consentimiento. Un informe [36] escrito por Irene Schipper (documento informativo de SOMO sobre la ética en los ensayos clínicos) mostró impactantes y muy graves violaciones éticas; en un ensayo clínico, por ejemplo, las mujeres africanas se infectaron con el VIH, y luego enfermaron de SIDA. Este ensayo clínico fue financiado por la conocida fundación y laboratorio. En algunos países, estos escandalosos ensayos clínicos fueron realizadas con la complicidad de las autoridades locales, y con conflictos de intereses.
-Una compañía farmacéutica, AstraZeneca, ha recibido protección contra reclamaciones futuras de responsabilidad por productos relacionados con su vacuna COVID-19, en caso de efectos secundarios perjudiciales, para la mayoría de los países con los que ha concertado acuerdos de suministro. En otras palabras. son los estados, y no AstraZeneca, los que compensarán a las víctimas, es decir ¡con el dinero de sus propios ciudadanos! A este respecto, decimos a los ciudadanos: protesta MASIVAMENTE contra este escandaloso, vergonzoso y profundamente injusto acuerdo, hasta que sea borrado. Debes rechazar este uso IRRESPONSABLE de tu dinero. Incluso los expertos belgas se “sorprendieron” por este acuerdo.
-Los escándalos de vacunas peligrosas e incluso mortales desarrolladas durante epidemias. Mencionaremos dos ejemplos (no somos, por supuesto, anti-vacunas, ya que así se llama a los que cuestionan los descubrimientos de Edward Jenner):
El escándalo de la vacuna contra el H1N1: se probó solo en un pequeño número de personas, y sin embargo se comercializó como segura en 2009. Pero un año después se plantearon preocupaciones en Finlandia y Suecia, sobre una posible asociación entre la narcolepsia y la vacuna. Un estudio de cohorte, posterior, en Finlandia, informó de un aumento en el riesgo de narcolepsia de 13 veces después de la vacunación, en niños y jóvenes de 4 a 19 años de edad, la mayoría de las cuales se inició dentro de los tres meses después de la vacunación, y casi todas dentro de los seis meses. En 2013, un estudio publicado en el British Medical Journal confirmó estos resultados también para Inglaterra [37]. En total, esta peligrosa vacuna ha dado como resultado 1.500 casos de narcolepsia sólo en Europa, y el 80% de las víctimas son niños. Parte del personal médico del Servicio Nacional de Salud, vacunado también, se vio afectado por la narcolepsia. La narcolepsia es una enfermedad neurológica crónica e incurable, en la que los pacientes se duermen incontrolablemente, sufren de ataques de sueño que duran minutos y ocurren en cualquier lugar y en cualquier momento del día (somnolencia diurna), y también son víctimas de impresionantes ataques de cataplejia (debilidad muscular temporal y repentina o pérdida de control muscular), causada por una fuerte emoción, como una risa, enojo o sorpresa. Esto puede causar debilidad en las rodillas, incapacidad para articularse, o a veces incluso una caída durante unos segundos. Esta enfermedad daña la función mental y la memoria, y puede conducir a alucinaciones y enfermedad mental. Peter Todd, un abogado que representó a muchos de los demandantes, dijo al Sunday Times: “Nunca ha habido un caso como este antes. Las víctimas de esto tienen una condición incurable y de por vida, y requerirán extensa medicación”. Entre las víctimas de la vacuna: Josh Hadfield (ocho años) que está en antidrogas para la narcolepsia, las que cuestan 15.000 libras al año, para ayudarle a mantenerse despierto durante la escuela. “Si lo haces reír, se derrumba. Su memoria se dispara. No hay cura. Él dice que desearía no haber nacido. Me siento increíblemente culpable por dejarle recibir la vacuna” dijo su madre [38]. Las familias sufrieron un calvario que duró 7 años para ganar su caso en el tribunal. Y en lugar de que los laboratorios farmacéuticos compensen ellos, los estados [38,39] lo hicieron, es decir, con el dinero de los ciudadanos.
El escándalo de la vacuna mortal del dengue en un país asiático [40], en 2018: Según la oficina de la fiscal Persida Acosta, 500 niños murieron como resultado de esta vacuna, y varios miles están enfermos. Algunos niños necesitan operaciones para absorber la sangre después de sangrados severos. La mayoría de las familias no pueden pagar esas operaciones.
Según la fiscal, las responsabilidades se comparten entre el laboratorio que vendió “una vacuna peligrosa”, y el gobierno, que estableció una “masiva campaña de vacunación indiscriminada”, en condiciones deplorables. El doctor Erwin Erfe, que trabajaba para la oficina del fiscal, realizó dos o tres autopsias de niños por semana, siempre con los mismos resultados: “Hemorragias internas, especialmente en el cerebro y pulmones… y órganos hinchados”. Esta vacuna, sin embargo, prometía ser un éxito planetario; en 2015, el laboratorio confirmó con gran fanfarria la comercialización de una revolucionaria vacuna contra el dengue. Fue una primicia mundial, producto de veinte años de investigación y 1.500 millones de euros de inversión. Sin embargo, desde el principio, se alzaron voces en la comunidad científica: el Doctor Antonio Dans trató de advertir sobre los resultados no concluyentes de los primeros ensayos clínicos. En los Estados Unidos, el profesor Scott Halstead, un especialista de renombre mundial en la enfermedad, incluso envió un video, emitido en el Senado del país, para instar a suspender el programa de vacunación. El ex ministro de salud del país ha sido acusado en este escándalo. “Es el señuelo de la ganancia lo que mató a estos niños”, dijo la fiscal Persida Acosta.
20. Decimos: PARAR con todas estas medidas locas y dictatoriales, y ciertamente no sanitarias, por las cuales ocurren tragedias todos los días: una adolescente cometió suicidio en Gran Bretaña porque, para ella, el encierro duró 300 años [41], una embarazada sufrió durante el parto en Francia [42], un adolescente en los EE.UU. sufrió un desplazamiento de la mandíbula y requerirá cirugía después de que fue asaltado por una pareja que le exigió llevar máscara, una enfermera también fue agredida en Francia, y un conductor de autobús incluso murió debido a estas medidas ilegales de máscaras obligatorias; 60.000 pacientes de cáncer podrían morir en el Reino Unido debido a la falta de tratamiento o diagnóstico; según el profesor Karol Sikora, 12.000 personas podrían morir por día hacia finales de año como resultado del hambre vinculada a las medidas de COVID-19 (según Oxfam), el número de paros cardíacos se duplicó en algunos países [43] …las empresas quiebran, 305 millones de trabajos de tiempo completo se han perdido, afectando especialmente a las mujeres y los jóvenes.
21. Le decimos a los gobiernos..: TODO debe volver inmediatamente a la normalidad (incluyendo la reapertura de los servicios hospitalarios, el transporte aéreo, la economía, las escuelas y universidades) y esta toma de rehenes a nivel mundial debe cesar porque ustedes lo ven aquí, con pruebas de apoyo, que ustedes como ciudadanos han sido las víctimas de la mayor estafa de la salud del siglo XXI. El profesor Carl Heneghan dijo el 23 de agosto que el temor público que impide que el país vuelva a la normalidad es infundado, según L’Express. Los profesores Karina Reiss y Sucharit Bhakdi publicaron en junio un libro llamado: “Corona: ¿falsa alarma?” [45]. El alcalde de una ciudad de Europa declaró: “La atmósfera propagada sobre [el tema del coronavirus] es particularmente pesada, y se vuelve sospechosa”. El doctor Olivier Chailley ha escrito un libro llamado..: El virus del miedo, cómo el mundo entero se volvió loco. El profesor Sucharit Bhakdi (quien envió, también, una carta a Angela Merkel) describió las medidas adoptadas, incluyendo el bloqueo, como algo “grotesco, absurdo y muy peligroso… un horrible impacto en la economía mundial… autodestrucción y suicidio colectivo…”. Debe abrirse una investigación independiente internacional, y los responsables deben ser juzgados.
22. Le decimos a los ciudadanos: para mantenerlos en el “rebaño”, es posible que algunos intenten desacreditarnos por todos los medios, por ejemplo acusándonos de conspiración, etc. No los escuche, son MENTIROSOS, porque la información que se te ha ofrecido aquí es: médica, científica y documentada.
23. Les decimos a los ciudadanos: esta carta no debe llevarlos a la violencia hacia nadie. Reacciona pacíficamente. Y si un profesional de la salud que firma esta carta es atacado o calumniado o amenazado o perseguido, por favor apoyarlo MASIVAMENTE.
Queridos ciudadanos: muchos científicos, eminentes profesores de medicina y salud, profesionales de todo el mundo, denunciaron lo que está pasando, y es hora de que despiertes. Si no hablas, se impondrán nuevas medidas dictatoriales “made in China”. Debes rechazar esto. Te aseguramos que estas medidas no tienen nada que ver con la medicina, o la higiene o la preservación de la salud pública, es dictadura y locura. El doctor Anders Tegnell dijo: “El mundo se volvió loco” con los bloqueos por coronavirus, que “se ríen en la cara de todo lo que se conoce sobre el manejo de pandemias por virus”.
24. Invitamos a los profesionales de la salud de todo el mundo a ser fuertes y valientes, y cumplir con su deber de decir la verdad, para unirse a nosotros MASIVAMENTE en el colectivo United Health Professionals, y firmar esta carta enviando cuatro informaciones: nombre, apellido, profesión y país al que pertenece:
join.unitedhealthprofessionals@gmail.com
La lista de firmantes se actualizará periódicamente.
Albert Einstein dijo: “el mundo no será destruido por los que hacen el mal, sino por los que los miran sin hacer nada”.
FIRMAS :
Profesor Martin Haditsh, microbiología, enfermedades infecciosas y especialista en medicina tropical, Austria
Ghislaine Gigot, médico generalista, Francia
François Pesty, farmacéutico, Francia
Catherine Raulin, médico general, Francia
Laurent Hervieux, médico general, Francia
Geneviève Magnan, enfermera, Francia
Jean-Pierre Eudier, cirujano dental, Luxemburgo
Andrée Van Den Borre, cirujana dental, Bélgica
Mauricio Castillo, anestesiólogo y médico de cuidados intensivos, Chile
Marie-Claude Luley-Leroide, médico generalista, Francia
Daniele Joulin, médico general, Francia
Mohamed Zelmat, biólogo clínico, Francia
Nadine Blondel, enfermera, Francia
Hélène Banoun, bióloga clínica, Francia
Estelle Ammar, logopeda, Francia
Caroline Durieu, médico general, Bélgica
Doris Stucki, psiquiatra, Suiza
Jessica Leddy, acupuntora licenciada, Estados Unidos de América
Fabien Quedeville, médico generalista, Francia
Michel Angles, médico general, Francia
Dominique Carpentier, médico generalista, Francia
Christophe Cornil, cirujano plástico, Francia
Pierre Brihaye, otorrinolaringólogo, Bélgica
Elizabeth Luttrell, asistente de enfermería certificada, Estados Unidos de América
Tasha Clyde, enfermera, Estados Unidos de América
Walter Weber, especialista en medicina interna y oncología, Alemania
Profesor Pierre-Francois Laterre, anestesiólogo y médico de cuidados intensivos,
Bélgica
Sylvie Lathoud, psicóloga clínica, Francia
Karim Boudjedir, hematólogo, Francia
Caroline Heisch, osteópata, Francia
Eric Blin, fisioterapeuta, Francia
Vincent Schmutz, cirujano dental, Francia
Zieciak WB, cirujano de oídos, nariz y garganta, Sudáfrica
Virginie Merlin, enfermera, Bélgica
Gabriel Brieuc, anestesiólogo, Bélgica
Marie-José Eck, médico generalista, Francia
Patricia Grasteau, personal de asistencia de enfermería, Francia
Christine Villeneuve, psicoterapeuta, Francia
Philippe Voche, cirujano plástico, Francia
Gérard Bossu, osteópata, Francia
Elaine Walker, médico de medicina de emergencia, Estados Unidos de América
Richard Amerling, nefrólogo, Estados Unidos de América
Phil Thomas, médico general, Sudáfrica
Manfred Horst, alergólogo e inmunólogo, Francia
Sybille Burtin, médico de salud pública, Francia
Chantal Berge, enfermera, Francia
Denis Agret, médico de urgencias y médico de salud pública, Francia
Mélanie Dechamps, médico de cuidados intensivos, Bélgica
Pascal Sacré, médico de cuidados intensivos, Bélgica
Prosper Aimé Seme Ntomba, cirujano dental, Camerún
Sandrine Lejong, farmacéutica, Bélgica
Profesor Jan Zaloudik, oncología quirúrgica, República Checa
Cerise Gaugain, comadrona, Francia
Delphine Balique, comadrona, Francia
Marion Campo, comadrona, Francia
Olivier Chailley, cardiólogo, Francia
Johan Sérot, fisioterapeuta, Francia
Tasha Clyde, enfermera, Estados Unidos de América
Walter Weber, especialista en medicina interna y oncología, Alemania
Profesor Pierre-Francois Laterre, anestesiólogo y médico de cuidados intensivos, Bélgica
Sylvie Lathoud, psicóloga clínica, Francia
Karim Boudjedir, hematólogo, Francia
Caroline Heisch, osteópata, Francia
Eric Blin, fisioterapeuta, Francia
Vincent Schmutz, cirujano dental, Francia
Zieciak WB, cirujano de oídos, nariz y garganta, Sudáfrica
Virginie Merlin, enfermera, Bélgica
Gabriel Brieuc, anestesiólogo, Bélgica
Marie-José Eck, médico generalista, Francia
Patricia Grasteau, personal de asistencia de enfermería, Francia
Christine Villeneuve, psicoterapeuta, Francia
Philippe Voche, cirujano plástico, Francia
Gérard Bossu, osteópata, Francia
Elaine Walker, médico de medicina de emergencia, Estados Unidos de América Richard Amerling, nefrólogo, Estados Unidos de América
Phil Thomas, médico general, Sudáfrica
Manfred Horst, alergólogo e inmunólogo, Francia
Sybille Burtin, médico de salud pública, Francia
Chantal Berge, enfermera, Francia
Denis Agret, médico de urgencias y médico de salud pública, Francia
Mélanie Dechamps, médico de cuidados intensivos, Bélgica
Pascal Sacré, médico de cuidados intensivos, Bélgica
Prosper Aimé Seme Ntomba, cirujano dental, Camerún
Sandrine Lejong, farmacéutica, Bélgica
Profesor Jan Zaloudik, oncología quirúrgica, República Checa
Cerise Gaugain, comadrona, Francia
Delphine Balique, comadrona, Francia
Marion Campo, comadrona, Francia
Olivier Chailley, cardiólogo, Francia
Johan Sérot, fisioterapeuta, Francia
Arlette Fauvelle, farmacéutica, Bélgica
Farooq Salman, otorrinolaringólogo, Irak
Olga Goodman, reumatóloga, Estados Unidos de América
Pascal Leblond, enfermero, Francia
Sybille Morel, enfermera, Francia
Marie-Thérèse Nizier, fisioterapeuta, Francia
Graziella Mercy, enfermera, Francia
Pierre Maugeais, médico generalista, Francia
Carrie Madej, especialista en medicina interna, Estados Unidos de América
Víctor Gómez Saviñón, cirujano cardíaco, México
Martin Boucher, enfermero, Canadá
Evelyne Nicolle, farmacéutica, Francia
Agnès Dupond, médico generalista, Francia
Azad Mitha, médico generalista, Francia
Ines Heller, fisioterapeuta, Francia
Marie Laravine, enfermera, Francia
Khaleel Kareem, anestesiólogo y médico de cuidados intensivos, Irak
Tonya Davis, asistente de enfermería certificada, Estados Unidos de América
Mary Baty, higienista dental, Estados Unidos de América
Jean-Pierre Letourneur, hepatogastroenterólogo, Francia
Luis Angel Ponce Torres, cirujano de trauma y ortopedia, Perú
Profesor Christophe de Brouwer, médico de salud pública, Bélgica Corinne Dodelin-Bricout, pediatra, Francia
Jana Schwiek, farmacéutica, Alemania
Thierry Gourvénec, médico psiquiatra, Francia
Stefan Landshamer, farmacéutico, Alemania
Christine Schirmann, fisioterapeuta, Francia
Jean Pierre Garcia, médico generalista, Francia
Thomas Haase, farmacéutico, Alemania
Louis Fouché, anestesiólogo y médico de cuidados intensivos, Francia Profesor Paul Touboul, cardiólogo, Francia
Michael Knoch, médico, Alemania
Claire Charton Promeyrat, enfermera, Francia
Kerstin Schön, especialista en neurología, psiquiatría y psicoterapia, Alemania
Paul-Conrad Delaëre, fisioterapeuta, Francia
Manon Dannenmuller, fisioterapeuta, Francia
Catherine Solignac-Fernström, inmunoalergólogo, Francia
Cécile Andri, médico, Bélgica
Perrine Terrasse, fisioterapeuta y nutricionista, Francia
María Ojeda, fisioterapeuta, Francia
Cornelia Schielein, farmacéutica, Alemania
Felix Schielein, farmacéutico, Alemania
Christine Dubois, enfermera, Francia
Angelique Huet, personal de asistencia de enfermería, Francia
Noémie Marguet, médico generalista, Francia
Michel Charluet, fisioterapeuta y osteópata, Francia
Hind Mahmoudi, enfermera, Suiza
Isabelle Riou, enfermera, Francia
Jean-François Bertholon, fisiólogo, Francia
Clotilde Branly, comadrona, Francia
Isabelle Ducros, enfermera, Francia
Caroline Viane, alergólogo, Francia
Edouard Descat, radiólogo, Francia
Matthias Pietzner, farmacéutico, Alemania
Catherine Salvi-Defrasne, médico general, Suiza
Brigitte Debourg, enfermera, Francia
Amandine Thomasset, psiquiatra, Francia
Nathalie Garcia-Bonnet, médico generalista, Francia
Christiane Conte Guiraud, endocrinólogo, Francia
Martine Matthey, enfermera, Francia
Daniela Engel, médico general, Francia
Florent Collonge, fisioterapeuta, Francia
Hélène Feuvrier-Romand, médico generalista, Francia
Olivier Catry, fisioterapeuta, Luxemburgo
Elena Andrei, médico general, Rumania
Dorothée Bordier, farmacéutica, Suiza
Sophie Biénabe, médico de urgencias, Francia
Francesco Martini, cirujano digestivo, Francia
Bruno Valois, médico generalista, Francia
Florence Jonville, enfermera, Francia
Céline Deladreue, farmacéutica, Francia
Laura Meyer, fisioterapeuta, Bélgica
François-Xavier Clément, anestesiólogo, Suiza
Leandro Patterson Silva, médico generalista, Cuba
Pierre Gautron, enfermero, Francia
Corinne Daurat, enfermera, Francia
Emmanuel Agyemang, enfermero, Francia
Jean-Philippe Wispelaere, enfermero, Francia
Marc Keucker, especialista en medicina legal, Francia
Marta Barreda González, médico general y especialista en salud pública, España Carmela Scuncio, personal de asistencia de enfermería, Suiza
Didier Mariéthoz, nutricionista, Suiza
Murielle François, pediatra y endocrinóloga, Francia
Alain Roguet, cirujano dental, Francia
Christine Albanel, cirujana dental, Francia
Delphine Rive, médico generalista, Francia
Jérôme Le Bihan, médico generalista, Francia
Bruno Staquet, médico generalista, Suiza
Robert Béliveau, médico general, Canadá
Claire-Hélène Henesse, enfermera, Suiza
Arlette Flori Le Fur, reumatóloga, Francia
Hélène De Cristoforo, médico generalista, Francia
Sylvie Huitorel, enfermera, Francia
Jean-Marie Lupart, psiquiatra, Francia
Annick Zabulon, enfermera, Francia
Frédérique Giacomoni, psiquiatra, Suiza
Olivier Gérin, médico generalista, Suiza
Chantal Leveille, enfermera, Francia
Cécilia Plaisant, farmacéutica, Francia
Xavier Larvor, médico laboral, Francia
Michelle Camelin, médico general, Francia
Florence Jacquelin, médico general y médico de cuidados paliativos, Francia
Andreas Stein, médico general, Alemania
Bettina Weisheit, farmacéutica, Alemania
Susanne Weisheit, psiquiatra, Alemania
Sabine Paliard Franco, médico generalista, Francia
Brigitte Delporte, médico generalista y acupuntor, Francia
Patricia Combier, médico general, Francia
Marie-Bénédicte Hibon, médico generalista, Francia
Maxime Carron, farmacéutico, Francia
Soraya Abbassen, cirujana dental, Argelia
Amale Belemlih, osteópata, Marruecos
Carmela Baur, farmacéutica, Alemania
Marianne Klein, médico, Suiza
Karine Hadida, psicóloga clínica, Francia
Christine Dautheribes, anestesióloga, Francia
Jean-François Enault, anestesiólogo, Francia
Nathalie Fournier, dermatóloga, Francia
Aude Meesemaecker, enfermera, Francia
Milana Lenzlinger, acupuntora, Suiza
Sandra Mannstadt, psicóloga y psicoterapeuta infantil, Suiza Philip Siegenthaler, médico general, Suiza
Anne Andre De L’arc, enfermera, Francia
Marijo Ferrier, enfermera, Francia
Claire Renou, enfermera, Francia
Karim Zaher, fisioterapeuta, Francia
Stéphanie Delhaye, enfermera, Francia
René Studer, microbiólogo clínico, Suiza
Jean-Claude Fajeau, médico, Suiza
Mignon Hugues, médico generalista, Bélgica
Alessandro Salsi, logopeda, Italia
Bernadette Petithomme, psiquiatra, Francia
Nadia Banaszynski, enfermera, Francia
Nicole Colomas, enfermera, Francia
Martine Goueze, partera, Francia
Émilie Taine, comadrona, Francia
Rita Köppel, farmacéutica, Alemania
Daniel Favre, fisioterapeuta y osteópata, Suiza
Paul Wüthrich, enfermero, Suiza
Yann Burmann, enfermero, Suiza
Olivier Collet, osteópata, Francia
Laurent Lalliot, fisioterapeuta, Francia
Jean-François Pascal, geriatra, Francia
Michèle Michet, anestesióloga, Francia
Jeanne-Marie Bernard, enfermera, Francia
Maria Niero, enfermera, Argentina
Marie-Ève Parenteau, acupuntor, México
Aisatou Guaye, enfermera anestesista, Suiza
Marique Sean, fisioterapeuta, Bélgica
Chloé Raynal, enfermera, Francia
Solenne Lapalus-Erhard, psicólogo clínico, Francia
Isabelle Brunat, psicóloga clínica, Francia
Robert Luy, médico generalista, Francia
Françoise Hossenlopp, médico generalista, Francia
Ahmad Harfoosh, cardiólogo, Egipto
Cathy Duquaine, enfermera, Bélgica
Zohra Alami Merouni, bióloga clínica, Marruecos
Alexandra Meert, psicóloga clínica, Bélgica
Jens Münch, neurólogo, Francia
Jean-François Comet, médico generalista, Francia
Yves Gaignoux, médico generalista, Francia
Julie Lam, médico general, Francia
Michel Arteil, cirujano dental, Francia
Jean Marie Radiguet, médico general, Nueva Caledonia
Fatima Azizi, médico general, Marruecos
Vincent Pissoat, dentista, Alemania
Carmen Marti Amiguet, radióloga, España
Nassime Touillon, médico generalista, Francia
Noella Szerzyna Gay, cirujana, Francia
Cecilia López, cardióloga, Francia
Maud Lenglet, enfermera, Francia
Lucy Warren, enfermera, Francia
Chris Ramiro, especialista en salud pública y comunitaria,
Javier Cabeza Marinelli, neurólogo, Argentina
Ricardo Falcón Lambán, médico general, España
Gaelle Wery, fisioterapeuta, Nueva Caledonia
Mary Maliet, enfermera, Francia
Eric Neuman, psiquiatra, Francia
Mélanie Gourmelon, logopeda, Francia
Lise Nathanson, psicóloga clínica, Francia
Florence Tisserant, farmacéutica, Francia
Virginie Reding, dermatóloga, Bélgica
Pablo Liendo, psicólogo, Argentina
Matelda Josefina Lisdero, médico, Argentina
Marie Sevenants, médico generalista, Bélgica
Nathalie Maulun, enfermera, Francia
Rémi Saudax, farmacéutico, Francia
Caroline Jouannelle-Sulpicy, patóloga, Francia
Emmanuelle Béra, psicóloga clínica, Francia
Nathalie Cor, oftalmóloga, Francia
Salim Kheloufi, tecnólogo médico, Argelia
Ángeles Rodríguez Cejas, médico general, España
José Rafael Talefe, osteópata, Portugal
Marie Louise Allen, médico general, Bélgica
Carmen Soler Arnedo, médico general, España
Françoise Zitte, enfermera, Francia
Florence Lair, radióloga, Francia
Arnaud Marty, médico de medicina física y rehabilitación, Francia François Payet, enfermero, Francia
Tulio Sarron, médico generalista, Francia
Anne-Dominique Festeraerts, médico generalista, Bélgica
Yelitza Romero Mesia, cirujana, Venezuela
Christine Saahs, pediatra, Austria
Jovana Stojkovic, psiquiatra, Serbia
Karine Baude, nutricionista, Francia
Odile Peltret, enfermera, Francia
Patricia Duteil, médico generalista, Francia
Horst Bongard, obstetra y ginecólogo, Francia
Claude Motuel, médico generalista, Francia
Catherine Laureys, dentista, Bélgica
Susanna Petit, médico generalista, Suiza
Juan Carbonell Torregrosa, acupuntor, España
Bruno Ferroni, médico generalista, Suiza
Mariha Leblond, oftalmóloga, Francia
Jean Gouézo, médico generalista, Francia
Claire Delval, médico general, Francia
Marlène Mellinger, cirujana dental, Francia
Hélène Sévry, enfermera, Francia
Dijo Belkadi, médico de salud pública, Marruecos
Christiane Devenoges, fisioterapeuta, Suiza
Martínez Infante Ana, médico, Argentina
Ana Marí Davérède, médico, Argentina
Martine Juppin, enfermera, Francia
Christine Pomer, personal de asistencia de enfermería, Francia
Emilie Negro, enfermera, Francia
Pascale Mottay, comadrona, Francia
Lydia Bianconi, fisioterapeuta, Francia
Joseba Arrieta, osteópata, País Vasco
Marta Jiménez Lozano, fisioterapeuta, España
Sylvianne Honorez, enfermera, Bélgica
Miguel Angel Soler, neurólogo, Argentina
Julien Quéré, fisioterapeuta, Francia
Béatrice Petit, médico, Francia
Bernard Schmitt, osteópata, Francia
Serge Roess, cirujano dental, Francia
Nathalie George, epidemióloga, Francia
María Fuentes Caballero, médico general, España
Emma Parkinson, fisioterapeuta, Reino Unido
Nelson F Samaniego Idrovo, cirujano general y digestivo, Ecuador
Carmen Dorita Sarmiento Barba, cirujana, Ecuador
Florence Mignard, psicoterapeuta, Francia
Jean Francois Brechot, biólogo clínico, Francia
Adeline Vanhuysse, enfermera, Francia
Vincent Reliquet , médico generalista, Francia
Marie Simonnot-Mathon, médico general, Francia
Glareimy Ruiz, obstetra y ginecólogo, Venezuela
Brigitte Dohmen, psicóloga clínica, Bélgica
Silvano Baztán Guindo, médico, España
Leonardo Rafael González Bayona, médico general, Argentina
Serge Rader, farmacéutico, Francia
Ally Dulymamode, anestesiólogo, Francia
Carl Scaillet, médico general, Francia
Fanny Ecochard, psicóloga clínica, Francia
Jean-Paul Zemb, pediatra, Francia
Léticia Schinz, enfermera, Suiza
Emilio Morales Prado, médico, España
Severine Essex, médico y acupuntor, Finlandia
Emilienne Simillion, Osteópata, Bélgica
Claire Janvier, médico y osteópata, Francia
Frédéric Vallée, farmacéutico, Francia
Angélique Vallée, técnica farmacéutica, Francia
Pierre Clos, médico generalista, Francia
Virginie Amalric Baquerre, psicólogo clínico, Francia
Maria J Van Den Berg, médico general, Reino Unido
José Cienfuegos Campini, obstetra y ginecólogo, España
Majid Bel Hadj Soulami, médico general, Marruecos
Vincenzo Fuca, enfermero, Bélgica
Pauline de Vaux, psiquiatra, Francia
Séhomi Azonaha, enfermera de salud pública, Francia
Pascal Cosentino, fisioterapeuta, Francia
Jocelyne Lazare, enfermera, Francia
Martine Gineyts, enfermera, Francia
Juan Alonso, quiropráctico, España
Pilar Rodríguez Vidal, personal de asistencia de enfermería, España
Fabio Borghesi, médico general, España
Maria Castro Romero, psicóloga clínica, Reino Unido
Michel Froissard, anestesista y médico de cuidados intensivos, Francia
Judith Dalmais, médico generalista, Francia
Agnès Vieljeux, enfermera, Francia
Helena Romo, enfermera, Francia
Patrick Klein, cirujano dental, Francia
Cathalina Caro Olave, enfermera, Chile
Darío Alcayaga, cirujano dental, Chile
Alain Sartenaer, médico generalista, Bélgica
Pilar Lobato Astorga, comadrona, España
Gwennola Nouet Berthelot, médico generalista, Francia
Laure Cosentino, psicóloga clínica, Francia
Pascale Rondot, cirujana dental, Francia
Evelyne Devin, enfermera, Francia
Eric Dudoit, psicólogo clínico, Francia
José Luis Ruiz Gurbindo, médico de cuidados intensivos, España
Ángel Núñez, psicólogo clínico, Perú
Olga Martínez de Lagran, psicóloga clínica, España
Nathalie Scheidegger, enfermera, Suiza
Colette Dufresne, enfermera, Francia
Isabelle Steinmetz Parrot, médico generalista, Francia
Eric Le Guen, nefrólogo, Francia
Marc Arer, médico generalista, Francia
Hélène Lieutaud, endocrinólogo, Francia
José Martínez Albarracín, médico general, España
Lurdes Cerol, cardióloga, Portugal
María Del Montecarmelo Alvarez Zarzuelo, enfermera, España
Amaia Yudego Azkue, enfermera, España
Florent Poirier, fisioterapeuta, Francia
Delphine Cahoreau, médico generalista, Francia
Jean-François Wai Choon, cirujano dental, Francia
Frédéric Mouysset, médico, Francia
Frédéric Vinyes, cirujano, España
Maria Cristina Blanco Rodriguez, médico, España
Manuel Gutiérrez Ontiveros, médico, España
Juan José, cirujano general y digestivo, España
Eric Saint-Jevin, enfermero, Francia
Pascale Gerbaud, farmacéutica, Francia
Marie Rabier, Osteópata, Francia
Marie-Dominique Beschet, enfermera, Francia
Corinne Ayello, enfermera, Francia
Belén Ángel Arias, dentista, España
Nicole Pasteur, enfermera, Suiza
Hilario Robledo, cirujano, España
Francisco Dorado García, médico general, España
Adeline Vanhuysse, enfermera, Francia
Marie Dominique Chemin, médico generalista, Francia
Philippe Bonnet, médico generalista, Francia
Alain Joseph, médico general, Francia
Anne Anthonissen, médico generalista, Francia
María Pilar de la Cueva Barrao, obstetra y ginecóloga, España
Cristina Pinho, gastroenteróloga, Portugal
Jean Claude Ngabo, médico de salud pública, República Democrática del Congo José Jesús Ruiz Joyanes, médico, España
Louis-Adrien Ollu, osteópata, Francia
Jean-Francois Rheinart, radiólogo, Francia
Édouard Collot, psiquiatra, Francia
Ariane Bilheran, psicóloga clínica, Francia
Shanti Rouvier, psicólogo clínico, Francia
Céline Delrez, enfermera, Bélgica
Raquel Contreras Fariñas, enfermera, España
Philippe Wyckmans, psicoterapeuta, Bélgica
Ana Echeveste, quiropráctico, España
Pascal Lescure, médico generalista, Francia
Marie Roseline, médico general, Francia
Martine Mérour, neumóloga, Francia
Soumïâa Sayah, enfermera, Francia
Carine Baudry, enfermera, Francia
Sonia Ivonne Acevedo Sepúlveda, cirujana y enfermera dental, Chile Anunciada Gasset, médico general, España
Nathalie Calame, médico, Suiza
Renaud Fiévet, anestesiólogo, Bélgica
Martin Gerard, enfermero, Francia
Marie-Odile Fredouelle, médico general, Francia
Aurelie Moreau, enfermera, Francia
Muriel Combemale, enfermera, Francia
Patrick Camus, médico generalista, Francia
Joaquim Fontanals, oftalmólogo, España
Douglas Pedroza, especialista en cirugía general y salud pública, Venezuela Nora Zeiguer, ginecóloga, Argentina
Juan Ramón Pérez Sánchez, médico general, España
Catherine Gervaise, comadrona, Francia
Nicole Delépine, oncóloga pediátrica, Francia
Céline Vinuesa, fisioterapeuta, Francia
Anne-marie Begue Simon, médico, Francia
Béatrice Varlet, enfermera, Francia
Marie Ernst, enfermera, Bélgica
Julio Hakanovitz, médico, Argentina
Luis Ricardo Borriquero, biólogo clínico, España
Félix Di Lernia, médico, Argentina
Isabelle Rile, médico de medicina de emergencia, Francia
Corinne Bitoun, médico laboral, Francia
Salam aziz, enfermera anestesista, Francia
Paul Bousquet, médico, Francia
René Bergeot, médico generalista, Francia
Salvador Vivallo Dumubef, médico generalista, Chile
Natalie de Bruyn, farmacéutica, Alemania
Nassima Gasmi, médico, Argelia
Lisa Shimizu, farmacéutica, Portugal
Frédéric Préaux, radiólogo, Francia
Eric Menat, médico general, Francia
Michel Souid, médico general y geriatra, Francia
Patrick Salvia, médico generalista, Francia
Aurore Simard, osteópata, Francia
Éric Potier, enfermero, Suiza
Montecarmelo Alvarez Zarzuelo, enfermera, España
Maria Castro, psicóloga clínica, Reino Unido
Peter Himken, farmacéutico, Alemania
Isabelle Silvestre, fisioterapeuta, Francia
Sophie Cohen, psicóloga clínica, Francia
Thomas Bianchi, fisioterapeuta, Francia
Marie-José Colibeau, osteópata, Francia
Jean-Michel Bodron, médico de urgencias, Francia
Elsie Merisma, médico general, Haití
Francisco Patrício, médico general y médico ocupacional, Portugal Marianne Rist, terapeuta nutricional, Reino Unido
Juan Carlos Camargo Cuéllar, médico, Colombia
Monique Marillier, enfermera, Francia
Patrice Albert, enfermera, Francia
Gérard Delepine, cirujano, Francia
Gérald Schléwitz, psicólogo clínico, Francia
Nathalie Campredon, enfermera, Francia
Yuri Carvajal Bañados, médico de salud pública, Chile
Thomas Dimitriou, tecnólogo médico, Grecia
Maria Helena de Lima Teixeira, cirujana plástica, Portugal
Juan Cruz, médico, Ecuador
Aude Hariche, médico general, Francia
Maryline Nicolas, enfermera, Francia
Françoise Corbin, médico general, Francia
Eloi Lecavelier, fisioterapeuta, Francia
Laurence Ducol, logopeda, Francia
Fernando Ramos Orihuela, fisioterapeuta, España
Elisenda Fernandez, enfermera, España
Florence Lissitzky, médico general, Francia
Ophélie Simard, osteópata, Francia
Muriel Burban, enfermera, Francia
Jean-Loup Mouysset, oncólogo, Francia
Evelyne Favarel, enfermera, Francia
Marie Decreuse, médico generalista, Francia
Marie-Victoria Josson Lasseuguetee, médico general, Francia Francia Benso, farmacéutico, Francia
Micheline Banguio, personal de asistencia de enfermería, Francia
Nathalie Costanza, personal de asistencia de enfermería, Francia
Céline Mula, enfermera, Francia
Bénédicte Dassonville, médico general, Francia
Hélène Bordei, anestesióloga, Francia
Guy Van Hoonacker, anestesiólogo, Francia
Marie Kenderessy, médico general, Francia
Catherine Mazuc Wiberg, médico general, Francia
Denis N ‘Guessan, fisioterapeuta, Francia
Hubert Sroussi, médico general, Francia
Sylvie Gauthier, psicóloga clínica, Francia
Eve Hajek, enfermera, Francia
Isabelle Guntzburger, enfermera, Francia
Jean-Claude Ravalard, médico generalista, Francia
Aurore Fournier, médico generalista, Francia
Laure Boujac, personal de asistencia de enfermería, Francia
Antoine Claverie, médico general, Francia
Bernadette Defawe, médico laboral, Francia
Jean-Claude Ravalard, médico generalista, Francia
Florence Corboz, personal de asistencia de enfermería, Francia
Giovanni Bianchi, anestesiólogo, Francia
Yannick Thomas, terapeuta psicomotriz, Francia
Françoise Hamel, psicoterapeuta, Francia
Isabelle Collins-Parchard, fisioterapeuta, Francia
Sabine Cruvellier, enfermera, Francia
Clotilde Faugeron, enfermera, Francia
Dominique Bourdin, médico, Francia
Stéphane Houlbrèque, fisioterapeuta, Francia
Serge Houël, fisioterapeuta, Francia
Véronique Chavin, logopeda, Francia
Laurence Prunel, logopeda, Francia
Fausto Lanzeroti, fisioterapeuta y osteópata, Francia
Anne-Claire Monfroy, fisioterapeuta, Francia
Rémy Chaillou, fisioterapeuta, Francia
Hélène Chollet, médico generalista, Francia
Jean-Jacques Bartelloni, acupuntor y osteópata, Francia
Pascal Sarreo, enfermero, Francia
Cuenca Cristel, enfermera, Francia
Jorene Bokel, enfermera, Francia
Didier Moulinier, oncólogo, Francia
Vincent Dalmonego, cirujano plástico, Francia
Dominique Bienfait, anestesiólogo y médico de cuidados intensivos, Francia Catherine Dumuids, partera y osteópata, Francia
Jean Pierre Richard, osteópata y psicoterapeuta, Francia
Alice Frutoso, enfermera anestesista, Francia
Yves-Marie Mattheyses, enfermera anestesista, Francia
Thierry Jeannin, farmacéutico, Francia
Stéphanie Tanguy, farmacéutica, Francia
Amina El Ali, farmacéutica, Francia
Béatrice Perrot, osteópata, Francia
Pascale López, partera, Francia
Victoire Davaine Chevaux, enfermera, Francia
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