INFORME ESPECIAL / Antecedentes
Por Arnold J. Toynbee
“…Encontramos aquí, como en todas partes, el hecho de que la vitalidad de la sociedad ha tenido que concentrarse sucesivamente en una marca [entendida como frontera, nota de T.] tras otra, a medida que han variado en intensidad las fuerzas relativas de las diversas presiones externas sobre las diferentes marcas. La región rusa donde primero echó raíces la Civilización Cristiana Ortodoxa en la época de su trasplante originario a través del Mar Negro y a través de la Estepa eurasiática desde Constantinopla fue la cuenca superior del Dnieper. Desde aquí fue transportada, en el siglo XII, a la Cuenca superior del Volga por los hombres fronterizos que estaban ampliando sus límites en esta dirección a expensas de los primitivos fineses paganos de los bosques nororientales. Poco después, sin embargo, la sede de la vitalidad se retiró al curso inferior del Dnieper para hallar una presión aplastante de los nómadas de la estepa euroasiática. Esta presión, impuesta repentinamente a los rusos como resultado de la campaña del mogol Batu Kan en 1327, fue extrema y prolongada; y es interesante observar que, en este ejemplo como en otros, una incitación de dureza insólita provocó una respuesta notablemente original y creadora.
Esta respuesta fue nada menos que la evolución de un nuevo modo de vida y una nueva organización social que puso en condiciones a una sociedad sedentaria, por primera vez en la historia, no sólo de aguantar a pie firme frente a las nómadas euroasiáticos, no solo de castigarlos mediante transitorias expediciones punitivas, sino de hacer realmente una conquista duradera del suelo nómada y cambiar la faz del paisaje, transformando los campos de pastoreo de los nómadas en campos de cultivo y sustituyendo sus campamentos móviles por aldeas permanentes. Los cosacos que realizaron esta hazaña sin precedentes eran hombres fronterizos de la Cristiandad Ortodoxa Rusa, los cuales fueron templados en la fragua y forjados en el yunque de la guerra de frontera con los nómadas eurasiáticos (la “Horda Dorada” de Batu Kan) en los dos siglos siguientes. Deben el nombre que los ha hecho legendarios -cosacos- a sus enemigos; pues él es simplemente la palabra turca qazaq, que significa un bandolero que se niega a reconocer la autoridad de su señor nómada “legítimo”. Las ampliamente dispersas comunidades cosacas -que en el momento de su aniquilación en la revolución comunista rusa de 1917- estaban escalonadas a través de Asia desde el Don al Ussuri, se derivaban todas de una sola comunidad materna, los cosacos del Dnieper.
Estos cosacos originarios constituían una hermandad militar semi-monástica con puntos de parecido con la hermandad helénica de los espartanos y con las órdenes de caballería de los cruzados. En sus métodos de conducir una guerra sin tregua contra los nómadas comprendieron que si una civilización ha de pelear con éxito con los bárbaros tiene que luchar con otras armas y recursos que los de ellos. Así como los constructores de imperios modernos han dominado sus adversarios primitivos aplicando contra ellos los recursos superiores del industrialismo, los cosacos vencieron a los nómadas empleando los recursos superiores de la agricultura. Y así como el arte bélico occidental moderno ha reducido los nómadas a la impotencia militar en su propio terreno superando su movilidad con medios tales como los ferrocarriles, los automóviles, y los aeroplanos, los cosacos redujeron a los nómadas a la impotencia militar, en su propio modo, asentándose en los ríos, el único recurso natural de la Estepa que no estaba bajo el control de las nómadas, y que se puso en contra de ellos en vez de ponerse a su favor. Para los jinetes nómadas, los ríos eran algo formidable como obstáculos e inútiles para el transporte, mientras que el campesino y el leñador ruso eran expertos en su navegación. Consiguientemente, los cosacos, al aprender a competir con sus adversarios nómadas en el arte de cabalgar, no olvidaron su papel de barqueros, y así fue como ganaron eventualmente por barco, y no a caballo, su camino para el dominio de Eurasia. Pasaron del Dnieper al Don y del Don al Volga. Desde aquí, en 1586 cruzaron la vertiente entre el Volga y el Obi, y en 1638 su exploración de los ríos siberianos los había llevado a las costas del Pacífico en el mar de Okhotsk.
En el mismo siglo en que los cosacos demostraron así su reacción victoriosa a la presión nómada en el sudeste, otra frontera llegó a ser la receptora principal de una presión exterior y el principal foco de la vitalidad rusa. En el siglo XVII de la era cristiana, Rusia experimentó por primera vez en su historia una presión formidable por parte del mundo occidental. Un Ejército polaco ocupó Moscú durante dos años (1610-1612), y poco después los suecos de Gustavo Adolfo separaron Rusia del Báltico haciéndose dueños de toda la línea de costa oriental desde Finlandia a la frontera septentrional de Polonia, que aquel tiempo corría a unas pocas millas de Riga. Pero apenas se había cerrado el siglo, cuando Pedro el Grande respondió a esta presión occidental fundando a San Petersburgo en 1703, en el territorio reconquistado a los suecos, y desplegando la bandera de una armada rusa al estilo occidental en las aguas del Báltico.
¿Cuál sería el papel de Rusia en nuestra Historia Occidental?
¿Podemos percibir otra vez en la historia contemporánea de la Gran Sociedad en que se ha expandido nuestra cristiandad occidental los síntomas de aquella tendencia de una época a adentrarse en la próxima, y de una sección de toda una sociedad a resolver aisladamente el problema del futuro mientras el resto está aún elaborando las implicaciones del pasado, lo que significa que aún continúa el proceso de crecimiento? (…) ¿Podemos seguir adelante y decir que Rusia, hallándose ahora incorporada a la Gran Sociedad, ha estado practicando al mismo tiempo un retiro de su vida común con el fin de desempeñar el papel de minoría creadora que se esforzara en preparar alguna solución a los problemas corrientes de la Gran Sociedad?…”