ENSAYO

Por Fernando De Lucca

La realidad es pródiga, opulenta, fecunda, fértil, plena. Nuestra interpretación de ella es exigua, precaria, reducida a nuestras características personales y a veces ridícula, especialmente cuando está atravesada por nuestras tendencias ideológicas que responden en general a intentar manejar los conflictos íntimos e históricos de nuestra propia vida. La realidad es un elefante y el análisis de esta es muchas veces como hacer que ese elefante pase por la cerradura de la puerta. Fritz Perls, el creador de la psicoterapia Gestalt de la cual muchos hablan y pocos saben de qué se trata, incluso psicólogos que se incluyen dentro de este abordaje, expresó simple y llanamente lo que es la Gestalt-terapia a través de la frase: “una rosa es una rosa, es una rosa, es una rosa…” y claramente su pretensión era la de jerarquizar el hecho en sí mismo por sobre las ideas –inteligentísimas- que vertemos indiscriminadamente los seres humanos al mundo. La falta de escrúpulos que nosotros, los seres humanos, creamos al tratar con la realidad es lo que lleva a la mejor de las mentiras: aquella en la cual simulamos creer y que por supuesto defendemos hasta la muerte sin la más mínima conexión con los hechos. Entonces muchos me interpelarían –con expresión angelical o con un enojo indisimulable- diciendo que por supuesto que el mundo de las ideas es muy importante en la comunidad global humana y que obviamente yo -equivocado y detenido en el tiempo por no ver lo que ha evolucionado la humanidad- soy un –como mínimo- extravagante. Tal vez yo insista tanto en que es importante “volver a las cosas mismas” porque estamos todos en un punto de inflexión como humanidad. O vemos lo que realmente es importante en la vida o perecemos en un océano desordenado de ideas locas acerca de las cosas. La pandemia –de la cual prácticamente no he hablado ni públicamente ni he escrito al respecto- es una demostración que rompe los ojos acerca de lo que estamos intentando colocar en este ensayo. Es interesante de ver la manera en que sociedades de todo color o tono socio cultural y político –algunas que consideramos como altamente desarrolladas en cuanto a tecnología y economía- se han extraviado al punto del despropósito en relación a cómo actuar frente a un virus que seguramente está causando daños importantes. Existe el covid-19 y también se han de tener cuidados al respecto de manera colectiva. 

¿y qué más?

Todo lo demás es la falta de confianza en el prójimo.

Existe una realidad y esta se interpreta de las formas más variadas según el grado de paranoia, obsesividad e histeria reinante en el seno de cada grupo social.

Muy bien, y entonces, ¿qué haremos al respecto?

La respuesta es: describir. Describir el mundo que nos rodea y de la misma forma a nosotros mismos.

Tal vez sea interesante en este momento poner un ejemplo. Nos duele el estómago y crece una necesidad de evacuar el intestino. Esto es lo único que sé. Si persiste, llamo a un médico y esté me recetará alguna medicina que pueda mejorar esta sintomatología presente.

El medico simplemente me pide que le describa lo que me ocurre, saca una conclusión y me receta una mezcla química -medicamento- que por investigaciones estadísticas y descriptivas produce mejoras en una población de personas con síntomas descritos de la misma manera que los míos. ¿Es necesario algo más?

Los seres humnos siempre necesitamos algo más. Siempre es necesario algo más. El síntoma nos remite a que, por ejemplo, estábamos injiriendo determinados alimentos preparados de forma que favorece la diarrea. O que estamos trabajando demasiado y tenemos altos índices de stress. O que no pudimos aún superar una pérdida. O que estamos muy temerosos por el último examen de nuestra carrera. Todos estos son pautas y obviamente podemos llamarlas interpretaciones del síntoma -que pudimos describir a través de la conciencia- y que no es otra cosa que buscar causas. ¿Podríamos no hacer esto? La intencionalidad ontológica inspirada en el filósofo Husserl, opone a toda conciencia inmanente una conciencia intencional, la cual tiene como característica esencial la de ser siempre conciencia de algo. Este algo es para Sartre, el mundo.  

Estamos comenzando a ver que la descripción del fenómeno necesita ingresar una intencionalidad consiente dirigida hacia el mundo y nuestra relación con él. También es cierto que todo aquello que es interpretado surge de nuestro ego. Recordemos que estoy hablando de un ego que es una creación individual defensivo-adaptativa en relación a la compensación de crisis, carencias y sobre todo traumas.  Entonces lo real es interferido irremediablemente por la subjetividad. Es así que debemos “mantener a raya” la tentación de vivir de “fuegos artificiales” todo el tiempo. Como ya conocerán algunos de mis anteriores ensayos: nuevamente apelo al autoconocimiento ya descrito anteriormente y a algo más: la conciencian expandida. Vemos con mayor claridad la realidad cuando expandimos nuestra conciencia a tal punto de recibir datos objetivos del exterior y del interior de nosotros mismos desde su descripción misma y desde la incidencia experiencial que tienen para nosotros. Experimentar algo nos ayuda a conocer de manera irrefutable así como no experimentar “dispara disparates” por entrar en el mundo de las ideas sin contacto. La exuberancia visible de la realidad nos remite al contacto experiencial de las cosas de este mundo así como de nuestra propia existencia interior. Percibo, contacto, experimento a través de la intención consciente de mantenernos describiendo lo que vemos, sentimos, pensamos, hacemos, etc.   

La realidad desde esta perspectiva estimula una experiencia de  esplendor, majestuosidad, grandeza. No se necesita de adicciones a estímulos adicionales, ni de inteligencias que oscurecen, ni de adhesiones a místicas de turno con sus atractivos rituales que afilian a los carenciados de siempre. La realidad junto a la responsabilidad en la dirección                                                                                                                                de nuestra conciencia, hacen que nuestra vida se nutra de la descripción de lo que ocurre y de la capacidad para no fantasear. 

Ya hace un tiempo que intento describir el estado de vacuidad que necesita nuestra conciencia para expandirse. Este vacío interno es alcanzable por tres caminos. Los que propongo son dos: la meditación y la intencionalidad de lograrlo por la vía de la recta conducta en relación al amor en todo acto.