PORTADA

Por Fernando Andacht

Quiero revisitar una exposición colectiva que fue grabada para ser vista por quien quiera en un canal de YouTube, pero que no pudo serlo. ¿Qué pasa con la mansa aceptación de la censura a una institución que se jacta de vivir y enseñar una posición crítica ante el mundo, una forma de pensar y actuar capaz de señalar lo injusto, lo equivocado, lo intolerable para el buen ejercicio del libre pensamiento y expresión? Eso fue lo que ocurrió con la presentación de la mesa “La crisis global del virus de la corona: Ensayos y Ciencia Crítica” en el Congreso Interdisciplinario Covid-19, Pandemia y Pospandemia, el 26 de julio de 2022, en modalidad virtual. En esa ocasión cinco miembros del equipo editorial de eXtramuros presentamos durante una hora y media nuestra experiencia como colaboradores de la revista, y nuestra reflexión sobre este tiempo pandémico que nos tocó vivir y que en modo alguno quedó atrás. Cuando quisimos saber por qué no aparecía el video grabado de esa sesión, a medida que pasaban las semanas, la respuesta recibida fue inquietante. Sobre lo que dijimos en aquel congreso y por qué ocurrió lo que ocurrió con esa mesa luego quiero escribir aquí. 

Érase una vez una Rambla llena de desenmascarados felices pero ignorantes

En un inspirado ensayo de título sugerente – “Por qué los porteños soñamos con Montevideo” – hace casi dos décadas, la investigadora del Conicet Graciela Silvestri (2004) describió con irrestricta admiración uno de los paisajes más inconfundiblemente montevideanos:

“La rambla es pública en el sentido más pleno de la palabra: en contraste con la costa de Buenos Aires, que coronó los esfuerzos de integración de ciudad y río con un virtual barrio cerrado (Puerto Madero), nada obtura el disfrute democrático de sus singulares bellezas. (…) La distribución social de la belleza es distinta en Buenos Aires, donde los lugares más desangelados se destinaron, como norma, a los sectores populares. La costa pública de Montevideo es algo más que un mito. Es una feliz coincidencia entre naturaleza y civilización, espacio y política, distribución equitativa y belleza. El ciudadano uruguayo tomando mate en el paseo público sugiere a los porteños, siempre en tensión con los acelerados tiempos que jamás alcanzan, un jardín como aquellos en los que los humanistas se retiraban a pensar. Montevideo es el jardín democrático-urbano, la arcadia civilizada: un oxímoron.”  

Dieciocho años después de la publicación de ese texto, mientras paseaba por el muy extenso abrazo costero montevideano repleto de gente ocupada en disfrutar del bienvenido tibio sol de setiembre, un generoso anticipo de la primavera, tuve un doble y encontrado sentimiento. Sentí orgullo por recordar ese cálido tributo hecho desde la otra orilla a un diseño urbano tan intensamente democrático y nuestro, pero también melancolía, porque las caras ahora casi totalmente desenmascaradas y sonrientes ignoraban con despreocupación que ya no estaban paseando en un mundo uruguayo  “públic(o) en el sentido más pleno de la palabra”. 

¿De qué me quejo, se preguntará el lector, si acabo de afirmar que la gran mayoría de despreocupados paseantes de esa propiedad de tiempo compartido sin exclusión de edad, raza, clase, religión o adhesión política ya no portaba la tela de la infamia plantada en medio del rostro? En efecto, la visión actual de la Rambla exhibe esa proclama democrática urbana a cielo abierto tan amada por los porteños con el aspecto de una zona liberada o reconquistada por un público que, por fin, parece haber recapacitado y dejado atrás esos tristes trapos tramposos y no obligatorios ni sensatos en ese lugar acariciado por el viento y el sol. Pero si pienso en la Rambla como la metáfora de un lugar utópico, como la figuración de la democracia plena en este país, algo que subyace a la apología que escribió la argentina Silvestri, no me parece que circulen nuestras ideas con la misma aérea libertad que nuestros cuerpos por ese lugar tan apreciado por todos, en todas las estaciones y ocasiones de amar la ciudad en que vivimos. 

El poderoso medio llamado internet fue comparado con una autopista, con una carretera inmensa con muchísimas sendas por las cuales circular libremente, adonde quiera nos empuje la curiosidad, las ganas de saber más sobre cualquier tema. Tampoco es mala la imagen de la Rambla como analogía de la ideal libre circulación de ideas en las redes sociales, y en canales de YouTube. Sin embargo, todo indica que ese movimiento libérrimo no se parece a lo que actualmente ocurre en ese ámbito comunicacional; en verdad, dista mucho de asemejarse a la Rambla de Montevideo. La constante censura, el auto-asignado derecho de vetar, ocultar, prohibir la difusión de planteos bien fundados, de argumentos, en fin de ideas que se apartan del canon que aquí hemos llamado la ‘Ortodoxia Covid’ recuerda lo decretado por el Vaticano en el siglo 16, me refiero a la lista de libros prohibidos, el infame Index librorum prohibitorum. Hoy la Sagrada Congregación del Índice la conforman los invisibles fact checkers que, de modo arbitrario y autoritario nos dan de baja por períodos variables, y no cesan de suprimir nuestro pensamiento, cuando deciden que no encaja con ese dogma político-sanitario que es la Nueva Normalidad. De ese fenómeno, parecen ser por completo ajenos quienes disfrutan tan plenamente de esa zona costera francamente abierta a todo el que allí llegue para caminar, correr o sentarse. El oxímoron ciudadano admirado por la ensayista argentina – la conjunción de naturaleza virgen y confortable civilización – ha sido suplantado por otro oxímoron: la libertad vigilada. De esa situación disfórica quiero hablar a partir de la llamativa tolerancia de la censura que sufrió la difusión por el canal de YouTube de la intervención de un grupo de escritores de esta revista. Esa forma de represión explícita ocurrió ante la mirada impávida de la mayor institución universitaria del país. 

¿Pero qué fue lo que dijeron quienes participaron en la mesa de eXtramuros del 26 de julio de 2022?

Antes de juzgar si fue merecido o no el exilio de internet al que fue condenada la intervención eXtramurana en el  marco del Congreso Interdisciplinario Covid-19, Pandemia y Pospandemia citaré la respuesta que nos llegó desde el Espacio Interdisciplinario de Udelar, ante nuestras repetidas consultas sobre la no disponibilidad del video de esa mesa virtual, para compartirlo con quienes no pudieron ver la actividad ese día. Esta es la información que llegó finalmente el 5 de setiembre: 

“hemos subido el video en varias oportunidades y resulta censurado argumentando ‘desinformación médica’; Para evitar que ‘congelen’ el canal de YouTube del EI con todos los videos estamos buscando alternativas: 

1. Colocar la placa de inicio del video con la info necesaria y dirigir a los que quieran verlo al link del Drive asociado al congreso para que la gente pueda bajar el video

2. Subir el Video en la página del Congreso para que también se pueda bajar – explorando límite de tamaño de archivo que se puede asociar al resumen

3. Ustedes tienen otra alternativa?”

Y ese mismo día, se nos informó sobre la solución que la institución encontró como respuesta a esa clase de censura:

“Lo subimos varias veces, siempre pasó lo mismo. 

El video ya está disponible en este link: https://drive.google.com/file/d/1ksqb6WOZSlnpWKPxkZLuOlyLfm9UNWJS/view

De momento en el canal de YouTube está con la placa fija y el título. En ‘show more’ aparece el link. Ya pedimos que se haga una placa fija que indique ir al link de abajo.”

Ahora sí estamos habilitados a compartir lo que presentamos ese día cinco de nosotros con la coordinación del biólogo Claudio Martínez Debat, quien tuvo esa feliz idea, y que además aportó información relevante ese día. Pero sólo lo podemos hacer al estilo de las revistas eróticas que en mi juventud aparecían en los kioscos de Montevideo completamente tapadas, cubiertas por un sobre opaco de plástico para no herir la sensibilidad del transeúnte. No pudimos acceder a la condición de circular como ponencias normales, lícitas, como, por ejemplo, la mesa de casos con lecciones para “Pandemias del futuro: los cuidados de «una sola salud»”, que goza de libre tránsito por el canal de YouTube del Espacio Interdisciplinario (https://udelar.edu.uy/portal/2022/07/ pandemias-del-futuro-los-cuidados-de-una-sola-salud/). 

Voy a revisitar rápidamente parte de lo que cada uno expuso ese día, para reflexionar sobre qué fue de lo dicho que mereció individual o colectivamente esa implacable censura que, lamentablemente, la mayor universidad del país no consideró digna de tematizar, ni mucho menos de resistir frontal y públicamente por tratarse de una mordaza indebida e inaudita. ¿Qué clase de pensamiento crítico puede tener autorización de transitar exclusivamente por las reflexiones y argumentos que cuentan con el sello de aprobación de la triple potencia sanitario-político-mediática vigente desde marzo de 2020 en todo el país? ¿Por qué la universidad pública no reaccionó con indignación pública ante esa violenta restricción del pensamiento académico y social? 

Cinco candidatos para la Sagrada Congregación del Índice

La primera intervención de esa mañana de julio fue la de Luis Anastasía. Teníamos sólo diez minutos, y creo que todos hicimos un uso razonable de ese acotado lapso para explicar qué hicimos y qué seguimos intentando hacer en y con ese espacio de escritura y reflexión rebelde que es eXtramuros. Digo ‘rebelde’, porque como uno de nosotros dijo, publicamos lo que publicamos de modo aislado, distante de lo que no se cansan de repetir todos los medios audiovisuales, radiales, de prensa, ya sea en internet o en formatos tradicionales. Con alguna rarísima excepción nada de lo que escribimos logra pasar la barrera de lo verosímil pandémico auspiciado desde el exterior poderoso. 

Luis Anastasía

Aunque puede sonar arrogante quiero utilizar la frase pronunciada por Michel Foucault cuando ingresó al Collège de France en 1970 para describir nuestra tarea intelectual: “Puede ocurrir que se diga la verdad en el espacio de una exterioridad salvaje; pero no se está en la verdad más que obedeciendo a las reglas de una ‘policía’ discursiva que se debe reactivar en cada uno de sus discursos.” (El Orden del Discurso, p. 22). Esto no significa en absoluto que haya un mayor número de proposiciones verdaderas en los textos propios o traducidos que publicamos en la revista. Sólo significa que nuestro abordaje del tema de la pandemia es absolutamente ignorado, y por eso se encuentra en una zona salvaje. Esa forma de ignorarnos vuelve nuestra contribución algo por completo ajeno al saber disciplinado de la triple alianza de Ciencia Oficial, Medios Sumisos y Políticos Obedientes. El significado foucauldiano de ‘decir la verdad’ es atreverse a pensar sin el auspicio ya no de una disciplina determinada, como en su ejemplo, sino de todo el aparato de poder fáctico de un país; y en este caso de muchísimos otros países, pues todos ellos enmarcados en los protocolos y mandatos de la OMS, y otras formas del poder supranacional, como la negociación llevada a cabo para recibir las vacunas.

Rescato una idea de ese inicio de la mesa a cargo de Anastasía: la razón de ser de la revista eXtramuros, él afirmó, es “discutir franca y directamente lo que fue, es y aparentemente seguirá siendo una línea de discurso único, un conocimiento único que descartaba cualquier posibilidad de duda.” Mediante diagramas que ilustraron la evolución del manejo oficial de la pandemia y la de nuestras publicaciones, explicó de modo muy claro la importancia de dilucidar los desafíos de un mundo nuevonormal, en el que ya no regía la razonabilidad, la opción de debatir sobre el mejor modo de encarar ese diagnóstico de un mal mundial, que justificaba todo lo que sobrevino como política sanitaria. Otra idea acertada, expresada con singular economía analítica fue ésta: “El test PCR se expandió por el mundo más rápido que el propio virus.” ¿Qué debe asombrarnos más, nos alerta este expositor, la difusión viral del monstruo tan temido y publicitado, o la rauda imposición planetaria de esa curiosa forma de diagnosticar la enfermedad que era usada de un modo sospechoso, para lo que su propio creador había dicho que no servía? 

 De la segunda intervención, a cargo de Aldo Mazzucchelli, extraigo una proposición que por si sola justifica la existencia de esta forma de activismo intelectual, la de una escritura no amparada por otro interés que no sea la interminable búsqueda de la verdad. Se trata del pedido de algunos colaboradores, en 2021, de que no apareciera más su firma o que en su lugar que figurase un seudónimo. Esa preocupación, afirmó, es una contundente evidencia de que impera un siniestro clima político de “autoritarismo.” Pocas cosas caracterizan mejor a una  democracia que el saludable ejercicio de discrepar públicamente sobre cualquier asunto de la república. Así lo expresó el director de eXtramuros: “La censura en redes sociales, la cultura de la cancelación, es una atrocidad. Y los supuestos liberales en Uruguay están mudos frente a ella”.

Como si él anticipara lo que habría de ocurrir con la difusión del registro audiovisual de esa mesa en el congreso del Espacio Interdisciplinario de Udelar, Mazzucchelli expuso el escándalo mayúsculo de políticos y académicos que permanecen en silencio ante la arbitraria y despótica censura que impera en internet y que suprime todo argumento o reflexión que no sea del agrado de los poderes que desde muy lejos urdieron los mandamientos para que se los utilice irreflexivamente en todo el mundo. Quien enmudece ante el gesto liberticida, otorga la supresión. Si algo ilustra el clima bizarro y anómalo de la Nueva Normalidad eso es el no repudio público y potente de toda censura. Y Mazzucchelli redondeó su intervención con la mención de algo clave en el ejercicio de esta renovada versión de la Sagrada Congregación del Índice, que tan celosamente vela por mantener ignorantes a los visitantes de internet de todo lo que pueda perturbar su creencia en las virtudes de la vida nuevonormal: “Lo más importante es que esa censura se ejerce de modo oculto.” Por eso era tan importante que a) nuestra sesión fuese publicada del mismo modo que las otras; b) en caso de ser prohibida por estos poderes sigilosos, que esa maniobra fuese denunciada con la mayor energía por la institución educativa en cuyo ámbito ocurrió; c) sin que importase en absoluto el estar de acuerdo o no con nuestras ideas sobre la pandemia, recibiéramos el mayor respaldo, simplemente por nuestra condición de participantes del congreso. Ejercer la censura con sigilo es doblemente vil: no permite que la sociedad adopte una posición, a favor o en contra de esas ideas prohibidas, y es un acto cobarde, ya que los responsables actúan con la protección del secreto. 

Fue Mariela Michel la tercera en intervenir en la sesión sobre ensayos y ciencia crítica en relación a la pandemia. Me cuesta aún más entender qué llevó a los miembros de esa infame y sacra Congregación del Índice a ejercer la censura de varios informes hechos por psicólogos y pediatras sobre los efectos letales en niños y adolescentes de las medidas tomadas para enfrentar la Covid-19. Con nombres y apellidos, más la filiación institucional, y la pertenencia al nada sospechoso Hospital Pereira Rossell (HPR), en su exposición fueron sucediéndose datos duros sobre el impacto del “estrés tóxico”. Elijo dos términos entre muchos posibles de la aterradora visión del futuro de la humanidad que Michel expuso: “la languidez pandémica y su impacto en adolescentes”, que consiste en “la normalización de diferentes estados de ánimo” y que se tradujo en un aumento del 45% en los intentos de suicido en adolescentes durante 2020. El otro concepto es igualmente removedor y proviene de la Clínica de Perinatología del HPR sobre el problema de la “Pansindemia en Perinatología”. Eso significa en pocas y simples palabras el impacto negativo de las medidas pandémicas en madres embarazadas, es decir, en los recién nacidos, en “la encarnación del futuro”, como bien lo expresó Michel. 

Mariela Michel

Ese último devastador informe clínico me recordó un poderoso film peruano, La Teta Asustada (Claudia Llosa, 2009). La protagonista había recibido junto con la leche materna el pánico sufrido por su madre a merced de la violencia desatada por Sendero Luminoso y por el ejército, y la joven vivía en un estado de constante temor. De modo semejante, pienso en estos niños que han recibido ese estrés tóxico durante el amamantamiento con la leche de su madre. La psicóloga recordó varias veces en su presentación que de manera inexplicable se dejó de lado la evidencia médica de que “los niños se infectan y transmiten menos” el virus. ¿Entonces por qué y para qué someterlos a tal atropello mediático y sanitario, por qué asestarles un golpe psicológico que los atormentará como una helada sombra de por vida? 

De las tres líneas que me tocó presentar – Fernando Andacht –  en la cuarta intervención en esa mesa del congreso, elijo mencionar la relacionada con el análisis mediático de los programas informativos, en particular su edición central vespertina. Mostré imágenes tomadas de la televisión para ilustrar lo que denominé “la estética cotidiana del horror covidiano”. Un rasgo llamativo y revelador del real propósito mediático de aterrorizar sin pausa a un público literalmente cautivo en esos primeros meses de 2020 fue el notable contraste entre las imágenes monstruosas y móviles del Sars-Cov-2 que diseñaron y la apacible leyenda al pie de la imagen donde se leía, por ejemplo, “Uruguay logró una tasa de prevalencia baja”. El texto escrito debería tranquilizar a la población, pero la inquietante imagen se imponía a la atención, pues ocupaba un mucho mayor espacio y obviamente estaba destinada a crear el sentimiento de muerte inexorable, sin escapatoria. O tenía la finalidad de preparar al público para la llegada de la vacuna como la salvación de ese fin inminente dramatizado como si fuera un film catástrofe. Contemplar el efecto de un ataque viral a cargo de un monstruo que está a punto de atacar a un entrevistado en el estudio de televisión es algo difícil de olvidar o de aceptar. Se pasó así de lo que la teoría describió como el establecimiento de la agenda por los medios – no nos dicen qué pensar sino sobre qué pensar – a algo mucho más siniestro, a saber, al constante mensaje de que todos éramos posibles víctimas mortales de un mal imparable. Y no importaba qué informativo mirase el espectador, todos estos programas cultivaron la unanimidad estética y política de exaltar lo mortífero del virus. 

Fernando Andacht

La quinta y última presentación estuvo a cargo de Rafael Bayce. De ésta tomo una proposición que también se detiene en la relación entre medios de comunicación y la pandemia. Bayce sostuvo que  

“El Covid es la única enfermedad que genera minutos de silencio en la historia de la Humanidad. Parece que no se hubiera muerto nadie de ninguna cosa importante. El cáncer no cuenta, las enfermedades respiratorias no cuentan, no importan, sólo importan los muertos por Covid.”

La reflexión de Bayce me recordó un afiche pacifista de los años 60 del siglo 20: “¿Qué ocurriría si declarasen una guerra y nadie viniese?” Sin la tremenda inflación publicitaria de los medios masivos sobre la letalidad constante y creciente atribuída a la Covid-19, no es probable que las personas hubieran aceptado vivir en las anómalas condiciones de la Nueva Normalidad. El mostrar un elenco reducido y reiterado hasta la náusea de personajes sanitarios – “los políticos de túnica” al decir de Mazzucchelli – acompañado de un discurso macabro que obsesivamente anunciaba como si tratase del pronóstico meteorológico el número de muertos Covid. Esto último fue algo que en su ponencia Bayce cuestionó con vigor argumentativo, ya que esos datos estaban basados exclusivamente en los discutibles resultados del test PCR, sin que hubiera una autopsia para corroborar ese diagnóstico. En su exposición, él destacó la cantidad de errores cometidos en nombre de una ciencia infalible. Esos errores fueron silenciados por el terror que fabricaban sin cesar los medios, y dijo lo hacían “a partir de dos cosas: la intención de hacerlo y de hacerlo aunque no lo intenten.” 

Rafael Bayce

El teórico alemán Niklas Luhmann (2000) postuló hace más de dos décadas que la realidad primaria de todo medio de comunicación es su propio funcionamiento interno, el modo como organiza o construye su menú informativo, por ejemplo, con cierto estilo, ritmo, tono, ideología, etc. Y la realidad secundaria llega al medio a través de los tópicos, esa es la única manera mediante la cual ingresa el mundo exterior a la programación. Ese es el metabolismo del ecosistema de todo medio de comunicación, por eso subrayó Bayce que no era necesario siquiera que hubiese la intención de producir ese intenso y trágico melodrama en torno a una emergencia sanitaria distorsionada más allá de cualquier otra amenaza biológica en este siglo. 

Claudio Martínez Debat aprovechó el momento de cierre de la mesa que coordinó para exponer el concepto de ‘interdisciplina’, una noción fundamental en la convocatoria de ese congreso de Udelar en torno a Covid-19, pandemia y pospandemia. Él demostró con algunas gráficas el funcionamiento concreto de esa práctica en eXtramuros. También  introdujo el concepto de “invasiones epistémicas” de Ballantyne (2018), según el cual “incluso los ingenieros de aviación tienen su paper sobre Covid”. Tal estado de cosas demuestra con fuerza la necesidad de un abordaje interdisciplinario sobre la pandemia. Y extraigo una frase suya que, de nuevo, remite de modo inequívoco a la razón de ser de la revista que se presentó en ese evento. Martínez Debat habló “de un debate urgente, necesario e inexistente”. Los tres adjetivos son muy difíciles de negar u objetar: la urgencia  de debatir se justifica por todo lo que fue expuesto en esa sesión, lo mismo vale para su necesidad social y no sólo académica o científica, y lo más preocupante de todo, por supuesto, es que desde la declaración de la emergencia sanitaria en 2020 no existió ese debate ,en el ámbito amplificador donde se instaló la vocinglera y aterradora publicidad del peligro pandémico. 

Claudio Martínez Debat

¿Qué puede haber encontrado la Sagrada Congregación del Índice en la sesión de eXtramuros?

Luego de este rápido y muy parcial recorrido por la sesión en que cinco miembros del comité editorial de la revista, incluyendo su editor, participaron del modo en que espero haber representado adecuadamente, cabe preguntarse: ¿qué hicieron para incurrir en la ira censuradora de esta neocongregación del índice? 

a) Ofrecieron datos de circulación y lectura de este medio y cómo éste acompañó muy de cerca el desarrollo de la información pandémica que ofrecían los medios y los científicos; 

b) Explicaron el impacto extremadamente dañino de la censura para la libre circulación de ideas en democracia; 

c) Expusieron lo medular de varios informes científicos locales que explican el daño cometido por las políticas sanitarias contra el futuro de este país, es decir, contra sus bebés, sus niños y sus adolescentes; 

d) Observaron y analizaron las estrategias mediáticas que en vez de tranquilizar a la población con un discurso equilibrado y racional, se dedicaron con ahínco a construir un ominoso relato de terror y melodrama para mantener a los espectadores aterrados y pendientes de las pantallas televisivas. Y ese relato fue único, no tuvo rival alguno en el ecosistema mediático local

e) Señalaron el despropósito de exacerbar por los medios hegemónicos la condición extraordinaria de morir por o con Covid-19, un fenómeno absolutamente inédito en la historia de la Humanidad. 

f) Destacaron que si de emprendimientos interdisciplinarios se trata, la publicación eXtramuros estaba muy bien situada al respecto, no por un complaciente  gesto de auto-elogio, sino por la evidencia de contribuciones hechas desde varias ciencias para desentrañar la vasta complejidad de lo que ha sido descrito como una ‘sindemia’ más que una pandemia. 

Si esta enumeración es correcta – y lo pueden verificar los lectores en los enlaces que coloqué al final de mi texto – entonces cómo se puede explicar o menos aún justificar que ese registro en video sufriese tanta represión. ¿Por qué motivo la pesada y sigilosa mano de la censura se abatió sobre lo que presentamos el 26 de julio de 2022, en ese ámbito académico? Pero surge además, de nuevo, la otra pregunta igualmente urgente y esencial: ¿por qué la institución organizadora de este encuentro universitario no se opuso con vigor y de manera pública a esa injusta y autoritaria censura? Si un jerarca del gobierno habla de mal modo a un periodista que le hace una pregunta, eso merece toda la reprobación del sistema mediático. Pero si son censuradas las intervenciones de cinco integrantes del comité editorial de una publicación cuyo único interés es alimentar o provocar un debate informado e inexistente desde el 13 de marzo de 2020 sobre algo que afecta la vida de toda la población de este país, eso no suscita siquiera una tibia queja pública. La flagrante ausencia de indignación ante una maniobra no demasiado diferente de las que sufrimos durante la dictadura militar (1973-1985) es difícil de entender, y más aún de aceptar. 

Aún si los argumentos expuestos en esa mesa de eXtramuros hubieran sido más polémicos y provocadores, no se justifica que sean silenciados con sigilo por los poderes que rigen en internet. Que lo hagan con impunidad es lo inaceptable, y que una institución cuyo cometido es la educación no sólo en ciencia, sino en ciudadanía lo acepte es en extremo preocupante. Quizás la lección más positiva que extraigo de este incidente en apariencia menor – alguien pensará que al fin y al cabo se puede ver el registro en video, sólo que en una modalidad de marginación del resto de ponencias – es que la existencia de eXtramuros recibe así una justificación o validación importante. Sin una publicación que se atreve a “decir la verdad sin importarle estar en la verdad”, para citar una vez más a Foucault, todos los habitantes, aún aquellos que ni sospechan de su existencia, serían mucho más pobres y vulnerables a los excesos tiránicos del poder sanitario, político y mediático. 

Referencias

Luhmann, N. 2000. The reality of the mass media. Stanford, CA: Stanford University Press.

Silvestri, G. (2004/2014). Por qué los porteños soñamos con Montevideo. Republicado por Red Filosófica del Uruguay Un espacio para la reflexión: https://redfilosoficadeluruguay.wordpress.com/2014/06/01/por-que-los-portenos-sonamos-con-montevideo-por-graciela-silvestri/  (Publicación original: TODAVÍA No. 9, 2004)

Material audiovisual y/o de internet sobre el Congreso Interdisciplinario Covid-19, Pandemia y Pospandemia

– La crisis global del virus de la corona: Ensayos y Ciencia Crítica (VIDEO COMPLETO en materiales_al pie de página): https://www.eventos.ei.udelar.edu.uy/event/13/ contributions/756/

– Video de la sesión de eXtramuros fuera del canal de YouTube del Espacio Interdisciplinario de Udelar:

https://drive.google.com/file/d/1ksqb6WOZSlnpWKPxkZLuOlyLfm9UNWJS/view