POIESIS / 22

Por José Antonio Olmedo López-Amor

José Luis Morante (Ávila, 1956) es hoy por hoy uno de los referentes nacionales en poesía, crítica literaria y aforismo. Nacido en El Bohodón y de profesión, profesor de instituto, Morante vive hoy dedicado en cuerpo y alma a la escritura. De su pluma han surgido las mejores y últimas ediciones críticas sobre la poesía de García Montero, Sánchez Rosillo, Margarit o Iribarren. Desde que José Luis Morante debutó en la poesía con Rotonda con estatuas (1990) muchos han sido los reconocimientos a su trayectoria: premio Luis Cernuda, Hermanos Argensola, San Juan de la Cruz y Espadaña, al conjunto de su carrera, han sido algunos de ellos. 

El sello editorial La Garúa Ediciones, dirigido por el también poeta Joan de la Vega, ha editado Ahora que es tarde. Antología poética (1990-2020), la mejor y más completa antología de José Luis Morante, libro que compendia todas sus virtudes y saberes como poeta, prologado por Antonio Jiménez Millán. Esta edición de coleccionista ha sido concebida al cuidado del propio De la Vega, Agustín Calvo Galán y Adrián Bernal, directores de su colección de poesía. 

Ya en su primer libro, Rotonda con estatuas, y tal como apunta el prologuista, podemos reconocer un espacio urbano como escenografía pasiva, como contexto, pero también como actor dinámico y transformador. La ciudad, su estructura y mobiliario, representa una cotidianidad que afecta y actualiza las reflexiones existencialistas de un hablante lírico moderno. Asimismo, la ironía se descubre tanto como postura desde la que satirizar a cuanto se opone, como a desdramatizar aquello que se debe forzosamente asumir: «Pero dilapidó con claro exceso / y no fue necesaria ninguna auditoría / para ser declarado el insolvente, / absuelto de pagar con la misma moneda / odios futuros». Esto no evita que la transparencia se desborde en los poemas de amor, lances elegantes y comedidos que se sitúan lejos del sentimentalismo más gráfico: «Desde mi soledad / a ti camino, / con la certeza intacta / de que tú mientras tanto / inventas el anduve que ha de acogerme». 

El cuerpo es una coordenada espacial para el deseo, pero también es espacio, lugar, escenario y actor de la misma manera en que el entorno, pasivo y activo, enmarca una situación, influye sobre ella e interactúa: «Una tarde sin fecha / me coroné de ortigas y dispuse / este rincón recóndito». Por tanto, el ser, en todas sus dimensiones, nos da la medida de las cosas. 

Uno de los factores constantes en el discurso poético de José Luis Morante es el recurso a la otredad, algo que se da con mayor profusión en Enemigo leal (1992), su segundo libro. El desdoblamiento del sujeto lírico le sirve al autor para introducir la digresión en su decir, para desglosar también las máscaras de un yo que trata de amoldar su rostro a las exigencias del mundo. Este acceso a los posibles yoes del actor protagonista deriva en una polifonía que enriquece el conjunto y le dota de mayor realismo y diversidad argumental: «Dentro de mí conviven, abocados / a una inmensa rutina sedentaria, / el yo que pienso y otro, el que parezco».

A menudo, la interrogación existencial deviene en una hipótesis o aspiración metafísica, de ahí el puntual acorde metapoético que se adueña de algunos poemas. Lenguaje hablando sobre el lenguaje, poesía hablando sobre poesía. El carácter recursivo de los universales devela un engranaje cíclico que acompasa mundo interior y mundo exterior en un mismo ritmo. En su libro Causas y efectos (1997), Morante ejemplifica de forma manifiesta este aserto: «Ningún salario habrá que gratifique, / languideciendo el mes, tanto desvelo / por meter en cintura una sinécdoque, / domar un adjetivo, / subrayar el acento de una esdrújula».

Y qué decir del ritmo en los versos de Morante, una armonizada combinación polimétrica que alterna versos imparisílabos con predominio del endecasílabo, más estrófico en los últimos libros que en los primeros. Eneasílabo, heptasílabo y alejandrino, esperan su ocasión en el discurso para engarzarse en un decir poético cuya artesanía no descuida el fondo ni la forma. 

El tiempo, de alguna manera, se desacraliza en la poesía de José Luis Morante. Digamos, que no supone una transfiguración de la muerte ni un pretexto para conformar una elegía por advertir su cuenta atrás hacia ella. En su lugar, el poeta asume un continuo de actos sucesivos, vidas entrelazadas, en las que las causas son efectos y los efectos causas de un discurrir mundano y quizás intrascendente; «Causas y efectos pasan, se suceden. / Articulan el tiempo. Y eso es todo».

La poesía de José Luis Morante es una casa abierta a los lectores, únicamente exige honestidad y vocación lectora a quien la pretenda habitar, quizás, las mismas cualidades que intactas, por insobornables, mantiene el escritor avilés. El efecto de recordar conduce al poeta a una consciencia de la soledad que produce desasosiego. Soledad como silencio, vacío que invita a la introspección, a la contemplación. Y algo de la misma trascendencia que el japonés encuentra en el hallazgo de un haiku se encuentra en estos poemas, a pesar de que los haikus publicados por Morante no han sido incluidos en esta antología.

El aspecto dialógico no queda limitado entre autor y lector, el poeta intercambia con la tradición, representada por autores concretos. La intertextualidad, el diálogo con otros autores, como Machado, es algo habitual en este libro. El autor interpela al lector y también a otros actores del discurso, un tú como apóstrofe cuya velada respuesta queda desdibujada e intuida por su identidad.

Como hizo Carmen Canet con la poesía de Luis García Montero, de esta antología de Morante puede extraerse un interesante opúsculo aforístico: «Mi casa es un planeta a tu medida»; «La vida en la trinchera / necesita una causa»; «Nada es eterno, salvo un lunes»; «Si el mundo está bien hecho, habrá venganza»; «Tanta dulce mentira / advierte que soy otro». Ahora que es tarde es, sin duda, uno de los mejores libros de poesía del año.


HETERÓNOMOS
 
 Dentro de mí conviven, abocados
 a una inmensa rutina sedentaria,
 el yo que pienso y otro, el que parezco.
 Un pacto, que firmaran con los ojos,
 les conmina
 a respirarse en cierta tolerancia,
 y ambos han sido absueltos
 de mencionar, siquiera,
 cual fue la última causa
 que les diera la vida.
 
 Cada uno tiene ya su enclave exacto:
 el yo que pienso
 habita, día y noche,
 la intimidad de estas cuatro paredes.
 Es semejante a un niño que olvidara crecer,
 y  por lo mismo
 nada en el mar de una sabia ignorancia.
  “Acaso sea el invierno…
 es razón suficiente para explicar el cosmos“.
 Y balbucea. Ríe.
 Se pierde en los espejos. Gesticula.
 Colecciona recuerdos como si fueran conchas
 que  enterrara el olvido.
 
 A veces llora y viste el jersey gris
 de la melancolía;
 entonces toma un folio,
 donde inicia el galope un sentimiento
 y se hace reo de una tristeza áspera,
 hasta que traspapela la mirada
 y descubre, cansado,
 que fuera cae la lluvia
 y mojan su perfil
 unas livianas gotas de mi nube.
 
 El que parezco
 está en la calle de continuo.
 Todos le conocéis
 pues con todos comparte ese pan y esta sal
 que, bajo el brazo, trae la vida;
 las cotidianas dosis
 de angustia existencial, trabajo y ruido.
 Con él tropiezo,
 una tarde cualquiera
 al doblar una esquina,
 y tras justificarme torpemente:
 “hallé la puerta abierta
 y me aburría…”
 me despido gozoso y luego marcho
 -el paso lento, sepultadas las manos
 en los amplios bolsillos del vaquero-
 a ver sin más el mundo por mis ojos.
 
 
LOS HECHOS CONSUMADOS
 
 Gracias a mi torpeza,
 al cómplice silencio de los días lluviosos
 y a los buenos oficios de enemigos comunes,
 has conseguido un odio a la medida;
 apenas se vislumbra.
 Surgen imperceptibles
 las miradas oscuras, asesinas,
 en las cosas que amo;
 el sonido quebrado de una cuerda vocal
 ofertándome aliento;
 el brillo delator de tu pupila
 en mis desolaciones.
 
 Nada que objetar: eres libre y eliges.
 Sabes muy bien qué ganas o qué pierdes.
 
EL ARTE DE VIVIR LOS LUNES
 
 El arte de vivir los lunes
 requiere cierta práctica y algo de teoría,
 saber de estratagemas y confabulaciones
 y adjetivar la prosa cotidiana
 con una terca voluntad de estilo.
 Incontables acechan
 los peligros desde el primer café,
 crecen cuando un olor
 anuncia escuetamente la leche derramada,
 se reproducen con duración de días laborables
 y en guardia se mantienen,
 tal seguros precintos,
 entre los pasajeros del tren crepuscular
 que nos devuelve a casa,
 al reclamo del lecho hospitalario.
 El arte de vivir los lunes
 sobrevive y se esconde
 en vacuas reflexiones como esta:
 nada es eterno, salvo un lunes.
 
UNA CALLE VACÍA
 
 Hoy recorren mis pasos esa calle
 que no esconde ningún itinerario.
 Todas las calles fluyen dócilmente
 al mar de cualquier sitio,
 cierran con parsimonia una distancia;
 pero ésta alarga al infinito su trazado,
 pretendiendo ignorar dónde concluye.
 Amo el cuello sumiso de sus verdes farolas,
 los reflejos chillones de sus autos a plazos,
 la cal que habitan líquenes y musgos;
 y amo sus papeleras –cielos para despojos-,
 singulares regazos donde nada perturba
 el aliento feliz de lo caduco.
 
EL OTRO
 
 Le conozco muy bien, sé lo que piensa
 -por más que la certeza suene a pedantería-. 
 Ama cuanto yo amo y a menudo acostumbra
 a confundir rutina y existencia;
 como yo justifica el razonable precio
 por encima del cual se vendería,
 como yo gesticula, como yo decepciona;
 si aparezco vencido él no oculta sus síntomas
 de claro agotamiento y he de anotar
 con cuánta diligencia
 acude a mi llamada silenciosa.
 Hablaría del amigo perfecto para el viaje.
 
 Lo impide su manía de guardar la distancia.
 Siempre está al otro lado del espejo.
 
AUTOBIOGRAFÍA
 
 También soy yo
 por la fidelidad a mis contradicciones,
 por permitir gozoso,
 cuando las plazoletas solitarias
 reivindican el silencio y la sombra,
 que un recuerdo me asalte en el espejo
 como un rastro de luz
 e inicie una liturgia
 de nombres, fechas, gestos
 y túmulos de sueños
 nadando el mar oscuro
 de una cronología sospechosa.
 
 Tanta dulce mentira
 advierte que soy otro.
 
TEORÍA DEL SUEÑO
 
 Todo sueño cumplido es prematuro.
 Su tácita presencia pone en duda
 que hasta ayer mismo fuera
 objeto de un afán cuyo rescoldo
 no se apagara nunca.
 La posesión no acalla
 esa voz inquietante
 que aspirara a lograrlo
 ni da paso a la tregua que permite el sosiego.
 Intangible y fugaz
 como el surco del ángel,
 los perfiles del sueño no conocen
 la hondura hospitalaria del espejo
 ni el peso de la luz.
 
JUAN DE YEPES
 
 Las purgas arbitrarias del Calzado
 me sumergen aquí, cárcel extraña,
 áspero techo bajo de zaguán,
 cisterna que sepulta mi alegría,
 asedio de tapiales toledanos.
 

 Vierte la madrugada su misterio
  y abruma una vigilia de ojos grises.
 A tientas me visitan los recuerdos;
 tornan desperdigadas, vulnerables,
 imágenes de infancia y juventud:
 la planicie otoñal de Fontiveros
 en el sofoco de las rastrojeras;
 el cardo, mancillando los majuelos;
 el silbo del pastor en la vaguada...
 Cobertizos de adobes y bardales
 forman los arrabales de Medina;
 en su insignificancia sobreviven.
 
 Hubo lluvias y panes de cebada,
 amanecidas de tenaz ayuno 
 y polvaredas sobre el pedregal.
 No olvidaré tampoco a los maestros;
 enseñanzas a la luz del candil
 de Cicerón, Virgilio y Tito Livio
 bajo la docta voz de Bonifacio.
 Vagué escindido en la ciudad del hombre,
 al margen de conflictos y disputas.
 Acíbar en las aulas salmantinas,
 ternura en Sebastián y Garcilaso,
 y en el magno Cantar de los Cantares. 
 
 Otra vez en Medina. Grato encuentro,
 Teresa de Cepeda, mujer libre,
 rapto de fortaleza, compromiso
 de fe, curtido temple reformista
 que desplegó las alas del Carmelo.
 Teresa de Jesús, ¡vasta memoria!
 ¡qué plenitud de dones imborrables!
 
 Morosa nieve matutina
 abrazando los yermos de Duruelo,
 austera reclusión originaria
 que generó los frutos de Mancera...
 
 Porque bajo el techado más sombrío
 el pensamiento se conforma libre,
 siento el mínimo roce de unos versos.
 Cada noche se afirman sin desmayo,
 como si los forjara la impaciencia.
 En su maduración hallo consuelo:
 
 Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
 Aunque es de noche.
 
 Aquella eterna fonte está escondida,
 Qué bien sé yo do tiene su manida,
 Aunque es de noche...
 
 La soledad multiplica mis rostros,
 las indelebles huellas del pasado.
 Pongo término a más ensoñaciones
 que sugieren gravosa vanidad.
 Se congrega el azul en la aspillera.
 El nuevo día me dará quietud.
 Si no encuentra sosiego mi cansancio
 que desoiga mi sed la llamada del limo,
 que la oración me ciña transparencia
 y tome posesión de los sentidos.
 
    (de la antología “Ahora que es tarde”,La Garúa, 2020)
 
ABRIR LAS ALAS
 Aforismos
 
 Solo habla consigo cuando hay un intérprete disponible.
 
 La impaciencia aconseja hornear semillas.
 
 El toldo del tragaluz es un oxímoron.
 
 Entre los misterios de la inteligencia, el empeño de ocultarse a diario.
 
 Quien no sabe dónde ir  mantiene siempre un inquebrantable compromiso con el traspiés.
 
 La humildad cumple con mérito la función de ser nota a pie de página.
 
 Rareza: una amistad sin ánimo de lucro.
 
 Cuando aletea cerca, el optimismo recuerda la mínima vibración de una libélula.
 
 Esas voces que visten a diario papel de lija y ganan altura cuando callan.
 
 Acabé identificando su belleza con el vacío; en ella, todo es nada.
 
 Es acaparador y avaro; cuando respira guarda el oxígeno y el anhídrido carbónico.
 
 Qué triste la lectura volátil, la que no tiene huellas dactilares.
 
(Fotografías: Javier CabañeroValencia)

José Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956). Profesor de C. Sociales. Su labor poética integra una decena de libros, desde  Rotonda con estatuas (1990) hasta A punto de ver (2018), con reconocimientos como  el Premio Luis Cernuda, el Internacional de Poesía San Juan de la Cruz, o el Premio Hermanos Argensola. Una amplia selección poética se recoge en las antologías Mapa de ruta (2010), Pulsaciones (2017) y Ahora que es tarde (2020). Entre sus entregas en prosa están el diario Reencuentros, el libro de entrevistas Palabras adentro y Protagonistas y secundarios, selección de artículos y reseñas. Ha preparado las ediciones Arquitecturas de la memoria, de Joan Margarit, Ropa de calle, de Luis García Montero,e Hilo de oro, de Eloy Sánchez Rosillo; también prologó libros de Luis Felipe Comendador, Herme  G. Donis, Javier Sánchez Menéndez y Karmelo C. Iribarren. Ha publicado los volúmenes de aforismos Mejores días (2009) y Motivos personales (2015), y la edición de Aforismos e ideas líricas (2018)de Juan Ramón Jiménez. En 2016 puso voz a la primera generación poética española del siglo XXI en la antología Re-generación, y en 2020 seleccionó y prologó la antología 11 Aforistas a contrapié. Colabora como crítico en la revista Turia y en el suplemento digital de Infolibre. Ha participado en lecturas y congresos internacionales de crítica y poesía, y algunos de sus textos se han traducido al francés, inglés, italiano y griego. 

La Universidad Autónoma Nacional de México, Ciudad Universitaria, Delegación de Coyoacán publicó en febrero de 2021 una antología de sus aforismos, Migas de voz, inaugurando la colección Esquirlas, destinada al lector universitario.  

Es responsable del blog “Puentes de Papel”: http://puentesdepapel56.blogspot.com.