“En la arena gruesa de la 24 es un escándalo tu ausencia”.
“Uno siempre está solo y el heroísmo / es una cuenta / que otros sacan”.
POIESIS / 35
Por Luis Pereira Severo
Poeta, narrador, profesor, contador de historias, historiador sin título de charlas sin frontera, minuano. Para la ficha tres libros de poesía, dos de relatos, y una trayectoria de vida en las calles de Playa Hermosa, Maldonado y el paisaje de serranía de su Minas de nacimiento.
Todos sus oficios los ejerció lejos de cualquier clase de solemnidad. Nunca se planteó una carrera literaria. Poblaba de su poesía su conversación, sus clases, sus arengas. Milonguero sin guitarra, Di Leone “es bueno”, decíamos con Gonzalo. Bueno de bondad, de buena gente, Di Leone.
(Cuando uno llega a una ciudad a la que no ha pertenecido, de la que no conoce sus texturas y aromas, en la que hay un entramado del que uno es ajeno, hay una suerte de temblor a tiempo completo, de incerteza, en el acto de llegar, cruzar la calle Rincón, Román Guerra, Barrio Norte, el edificio Rafael).
Gabriel es, en términos de periodización literaria un poeta tardío. Nacido en 1951 su primer libro es 27 de Möebius y la Capitana, en 1994, cuando ya otros de su generación estaban en la cancha. Su primer Universidad, le gustaba decirlo, fue en materia de lecturas el Penal de Libertad, donde estuvo recluido por la dictadura militar entre 1976 y 1982.
¿Cuál fue la primera charla, la primera noticia de Di Leone? Quizás una noche en el apartamento de Alicia, 1991, y esa sensación de estar navegando sobre aguas embravecidas. La noche del asado bajo lluvia. El Museo Mazzoni e ir a cenar luego en la parrilla de Avenida Artigas. El poeta Benavides una noche de invierno. La calle Santana y leer a Gambarotta. En vos alta leer a Gambarotta.
Di Leone contaba de su estadía en el “hotel”, como él le llamaba al Penal de Libertad, con humor. Con humor que por poco confundía a quienes lo escuchábamos, contando en inquietante tiempo presente las anécdotas de marrocos y barracas.
Militante, todo el tiempo, una mezcla personal de aquellos que todavía sobreviven, formateados por el mundo como era antes de 1989, y este mundo – nuestro- , de derrumbes y desaires.
¿Que memoria elegir de la memoria? Gonzalo y Di Leone en el Arapey, Gonzalo y Di Leone viendo al ruso Pérez en lo de Pirulo. Gonzalo y Di Leone en el París, tomando ron.
Y optimista, históricamente optimista quizás como aquellos que fueron sus maestros, y a los que volvía siempre, Godofredo Fernández, las barras de los boliches minuanos, la intelectualidad de fines de los sesenta en los pueblos chicos del interior.
Di Leone no era profesor de Historia. Pero te podía atrapar sin concesiones en una explicación suya acerca de Ventura Alegre, el coronel Ventura Alegre, combatiente artiguista y de decenas de batallas por la Independencia, emboscado por los portugos en el Cuartel de Dragones de Maldonado.
Falta uno, ahora. Hay un sitio aguardando por él. La ciudad está huérfana. La Gorriti lo está. Y el ombú de la pastora, redivivo, recuerda a uno que en vida le cantó.
Di Leone es muchos di leones.
Di Leone el albañil, el que homenajea a Gelós Bonilla con la cuchara en la mano. Di Leone el empleado de la barraca de Avenida de los Gauchos. El que le hizo el parrillero a Nani, el que daba una mano en las planchadas, el amigo del Cabeza o del Potrillo, el seguidor de Curtidores, quizás el Sasha Pankratov de la novela de Ribakov, entre tantas versiones posibles.
El Maldonado de los vernissages del 2 de enero – la inauguración de la temporada de Galería Sur en la península -, las películas de Raimondi en el Cantegril, las lentejas literarias de Harotium en la 23, el viejo Olmedo, Marcelo, la colección completa del Diario de Poesía.
“Se visten para ello / mi Lady”, escribió un poeta local por allá por fines del siglo pasado. El verso, mal verso, es fruto de alguna noche de bromas acerca de la paquetez de las señoras y señores en las noches de Raimondi en el Cine Club.
Di Leone no era antropólogo o arqueólogo, pero se entusiasmaba con la historia de los túneles de Maldonado, con las defensas de la Gorriti o de la Parada 26: esa noción de la cultura y del arte amplia y con lugar para todos – y todas -, que no precisa de discursos y monografías o tesinas. De sus múltiples charlas – enseñanzas recuerdo una: “nos pasa que no sabemos entender cuando tenemos la participación ahí delante nuestro y la estamos inventando donde no hay”, decía.
Mil novecientos noventa y uno. Di Leone es el padre de Analía y Sebastián. Vamos a la noche a comer pizza a su casa en el Barrio Kennedy de Maldonado.
Di Leone cocina en casa de Lelia mejillones a la provenzal. Di Leone en Playa Hermosa. Di Leone “acontece” que es minuano.
Durante los diez años que compartimos en el equipo de la dirección de cultura de Maldonado Di Leone fue el cable a tierra entre la locura, la ansiedad, la autocrítica y el dialogo con el pasado, las trayectorias de una izquierda que viene de lejos. Y que muchas, demasiadas veces, no sabemos dónde va.
¿Qué se recuerda cuando se recuerda?, se preguntan Marie Claire y Nicolás. Recuerdan de su amor titiritero. Siempre pedagogo, por su conversa sucedían Policho Sosa, Tato y Raquel, la Muestra de Títeres, los retablos para las escuelas.
Beatriz recuerda los mates con cáscara de naranja, que convidaba en la oficina de Patrimonio. “O que te traía de regalo batatas de gladiolos para plantar”.
Como otros, pocos, poetas uruguayos, supo aunar el trabajo paciente, de orfebre, con el lenguaje, con un desapego hasta el extremo por las pasarelas literarias. Hacer que su obra participara de un concurso era un ejercicio para avanzados en las técnicas del convencimiento, y en general llevábamos las de perder, y cuando accedía era más por resignación o para darnos el gusto a los amigos que por expectativa alguna en ser laureado.
No confía en las cocardas de la lírica.
A quienes lo conocimos nos consta su peculiar manera de relacionarse con su obra, de dejarla respirar. Desaprensión hacia la literatura como pasarela, que se expresaba incluso en el modo en que el poeta organizaba sus escritos (Gonzalo sabe de qué hablo), y al mismo tiempo cuidado de artesano en la escritura concebida como laborioso material de orfebrería.
Lila postea en una red social la foto de Di Leone bailando con su niña en la Escuela de Danza. Docente a tiempo completo, fue el de nosotros quién mejor entendió la oportunidad que significaba – ¿significa? – contar en Maldonado con educación artística pública y gratuita al alcance de todo quién quisiera aprender a bailar, actuar, cantar, pintar, escribir.1
En Maldonado, donde se instala luego del “hotel”, ya recuperada la democracia asiste al taller que orientaba en aquellos años la escritora Helena Corbellini. Ya ha sido escrito: buena parte de la trayectoria posterior de los autores fernandinos tiene explicación en aquel primer magisterio. Sus primeros textos, de hecho, fueron publicados en Asterisco, una fugaz pero significativa publicación de Maldonado generada precisamente en ese taller.
Su primer libro, 27 de Möebius y la Capitana, en 1994, ya no era el clásico primer libro de un autor en busca de un universo literario. Por el contrario, todos los elementos que luego ha desarrollado el poeta ya estaban allí.
Di Leone el padre de Gabo y de Mercedes. El amigo de Adela y de Vallejo. El de la boina eterna. El bolchevique irredento. Como Alfredo, amigo de anarquistas y mencheviques.
La poesía de Di Leone no renuncia a la vocación comunicante. Su obra toma distancia de toda opacidad o elogio a la dificultad y construye un canal de proximidad con el lector.
La inclusión del paisaje en bruto, sin afeites, eludiendo el exceso de juegos verbales endogámicos, aliviada la mochila de decálogos y catecismos. Las referencias culturales son adoptadas en la mesa del bar del centro. El desenfado asiste acompañado del conocimiento y de la atenta lectura del pasado literario.
La escritura de Di Leone busca y cuenta con la complicidad del lector.
Poética distante de los protocolos y con permiso para el humor, lejos del acartonamiento: el autor se permite tratar incluso temas “serios”, asuntos de entidad ciudadana superlativa, sin caer en los automatismos esperables.
Seguro que Di Leone sonreiría – ¿”sonrisa pícara y triste”? -, ante esto de intentar apresar su literatura, pasar raya, intentar el ejercicio de mover de sitio el canon imperante. Nada más aburrido que la palabra canon, para Di Leone.
En Cierta narrativa panfletaria, texto de su último libro La edad de la indecencia, aporta una mirada nada complaciente, que interpela e incomoda, distante de los relatos de épica, respecto a las circunstancias históricas, aún a aquellas de las que fue protagonista: “Uno siempre está solo y el heroísmo/ es una cuenta/ que otros sacan”, escribe, contundente; “desconfiemos un poco de los/ guías y absolutamente/ de los jueces”.
La poesía de Di Leone se escribió casi en su totalidad desde el Maldonado formateado por un imaginario de portero o funcionario de casino que espera la temporada para hacer el mango y cruzar el invierno.
Como no traer a la memoria al gran José Emilio Pacheco: “Ningún sitio más privilegiado para la contemplación de la ruina”, quizás al lado de las “ruinas palpables del último terremoto y la estafa”.
“Tu piel en el amor arriesgadísima montaña rusa”. Recupero la voz de Di Leone en la de Juan Ángel Italiano que en Facebook homenajea al pájaro. “Plano para verso contínuo”.
El paisaje de Di Leone es eso: una recorrida en bus turístico por el Punta del Este de la fama rápida, de lo efímero, pero sostenido por la vida y muerte de seres humanos ordinarios, aun vulgares, que en sus vidas y amores proletarios sostienen el espectáculo. O en palabras de un viejo amigo que supo poblar estas arenas: lo que Raúl Forlán Lamarque llamaba la “carnavalización” mediática, donde las cadenas televisivas nos cuentan cómo es de verdad el mundo y sus guerras de baja intensidad, donde conviven indiferenciados en los escaparates los Rolling Stones y Ricardo Arjona. Poesía cívica en tiempos de cosa inane, asoman en la poesía de Di Leone memorias de la generación: Gelós Bonilla, Conti, Lerena, en pugna con la desmemoria de tiempos que todo lo olvidan.
El pájaro voló un día de fiesta patria, obvio. Seguro lo planificó. Entre bosta de caballo de los desfiles de sus agrupaciones gauchescas, que como nadie entendió debían ser parte de eso que se llama política cultural. Al estilo de un buen mediocampista sabía correr en toda la cancha, en la de los literatos y con los payadores, con titiriteros y con antropólogos. “Una larga conversación”, eso, de la cultura.
El poeta es precisamente cronista de esa ruina, establece como residencia el instante del derrumbe. Lo que no es tan simple como veremos. Nadie puede ser cronista en términos literarios si de alguna manera no se atraganta con el objeto de crónica, si no establece una relación emocional, que oscile entre el desprecio y la gloria. Si el tema de la poesía sigue siendo la maravilla, la operación de Di Leone es ir en busca de ella a los sitios menos privilegiados: la resignificación como estrategia para tornar habitable el paisaje, para hacerlo respirable.
2020, ¿o 2021? Estamos en Sumo, probablemente tomando una cerveza. “Tengo derecho a tomarme una en mi celda con un amigo al que conocí después”, eso me dice.
Pastor: nos quedó pendiente que vinieras a Villa Española, a leer poesía para los del centro cultural. Nos quedó pendiente un Jodido Jueves en Kalima y una noche en lo de Pirulo, donde antes era lo de Felipe. Nos quedó pendiente ir a comer a lo del Rulo. Y nos quedó pendiente ir a la cancha del bolso a ver ese cuadrito tuyo.

Siempre pensé en las liebres Mi padre y dos de mis tíos les disparaban al atardecer junto a algunos amigos :aire de estampidos, exclamaciones, humo; desde la loma yo miraba (no te acerques hasta el final, dijo mi padre). Tío Manuel había plantado la avena e hizo la cerca de podas de espinacruz; las liebres iban descubriendo pequeños huecos a medida que crecía el avenal y los hombres elegían cuál hueco debía ser cerrado y cuál no para que llegado el momento frente a cada uno hubiera un tirador: la luna, el viento, no recuerdo qué marcaba el día de venir, reunirse disparar de espaldas a la loma veinte pasos uno de otro a contraluz a contraverde :las liebres corrían a morir saltaban a causa de los impactos. Luego volvíamos caminando a la casa bordeando los pozos de la vieja mina (no te acerques) las escopetas dobladas bajo el brazo colgando las tibias ensangrentadas presas por las patas las orejas o metidas en una bolsa de arpillera. Los hombres fumaban y hablaban más alto y llegados a la casa se demoraban a beber sentados en el patio un vaso de vineta; las armas en ángulo junto a la pared de piedra (el viento del atardecer en el pelaje de las quietas haciendo suaves hoyos) el interior de los cañones era como las galerías de la mina abandonada sólo negro silencio :me preguntaba si para las liebres sería ahora también así. Otro epitafio para el gordo Montiel Uno no piensa en el orgasmo mientras tiene un infarto :uno se ocupa en procurar oxígeno :está diseñado así como aparato de vida de modo que casi no puedo decirte que ojalá hayas caído enfocando el mejor pubis entre los médanos de Chihuahua que te lleves su foto hiperrealista clavada en el roto corazón :deja que otros digan que el alma es otra cosa. Cayó Lerena En el río de cerveza que pasa por el Carlitos el arroyo de ron del boliche marginal, polvo y sobre resina el descuido de las cosas, en la marea de caras distraídas, caminar de intensas muchachas por Sarandí, mujeres, muslos solares: exclamaciones en el boliche polvoriento, admiración en pleno posillo de café :sonrisa al ángulo marrón de su saco, no está falta sin aviso no está (en el atardecer minucioso de las cosas a la orilla del río de ron en las mesas desaprensivas de Campanario cayó a veces su sonrisa la gracia imperceptible con que anduvo triste mínimo sonriente torpe) en la marea de las cosas su minuciosa ausencia acumula polvo sobre la simplicidad conque fueron cantadas :último bolero en Maldonado en el pucho del siglo -cinco quilómetros al norte de la calle 30- así que no está usó de cierta malignidad para dejarnos a envejecer masticar aceptaciones :no somos ya no somos jóvenes aquiles :no se nos invita a escoger entre el heroísmo y el olvido :aquí los bulldozers se encargan de la nostalgia :no está y no está simplemente somos menos al atardecer cuando el río de ron fluye manso por venas recónditas :último bolero: Maldonado mata y olvida. Y qué fue del realismo socialista a Gonzalo Fonseca hacia Aiguá en la noche rauda la camioneta municipal con los hombres del gobierno progresista la camioneta municipal inventa para nos con sus focos una imagen de ruta señalizada fosforescente no logra con ello librarnos del flanqueo cerril sólido espinas y rocas geografía traducida en serpiente de asfalto sabiendo que allá en su vallezón Aiguá nocturna espera hablamos y reímos apoyando los gestos en el mate Pereira dice que hame visto por Román Guerra hablando con Neruda (está loco/confunde :era Nicanor Parra :quizá el acento sea la explicación) reímos :festéjase acercarnos a una ciudad / en su sitio / centrada (se está en sí y los rumbos no la amenazan) festéjase tal vez -sin formulación alejarse inversa proporcional mente de ciudad tanta des ubicada de su plaza caída menstruando barrios como hijos no paridos rumbo a Aiguá por el túnel del tiempo (“mire usté: allí la noche es noche pa´ alivio y descanso”) Gonzalo pasa frente a la granja donde jornaleó cosechas de frambuesas (memoria de pinchazos en la yema de sus dedos desterrados de la guitarra) estamos en camino sí señor y llegaremos y los vecinos de la comisión de cultura alertas en cortés asedio esperándonos -listo su centenario tablero de ajedrez diciéndose que ésta podría ser de verdad una partida nueva qué te parece / díceme Pereira / y yo no sé si pide que adelante opinión o sigue hablando “del verso de Parra que robó en Román Guerra” no sé contesto porque no sé un armonioso caos hacia Aiguá hermosa la noche ineclipsable por vértigo de focos de iodo :en misión oficial los poetas permítense elogiar la incertidumbre Tristeza de esta banda Dulce farito del Cabo de Santa María, obelisco suplente, ¡cuántas historias alumbrarás todavía cuando yo sólo persista en esta líneas! Haroldo Conti y aunque la línea está cortada señalando el fin yo sólo digo adiós hasta que nos veamos de nuevo Bob Dylan repara viejo Dylan mira otra vez no es, Bob, un sudaca viajando en Greyhound :es Conti en ONDA por la Banda Oriental muy al sur de tu viento de respuestas embalado en una tu balada y en ONDA el Conti siempre venía a visitar nuestro costado hermanaba amigaba el Conti tanto de amor mirando hermanaba que manaba el paisaje de su adentro poblado de nosotros nunca dijo adiós :no le gustaba decir adiós decía algo como hasta luego dijo hasta luego pero no ha aparecido cántate una, Bob, de galgos y buses plateados nocturnas navajas en gargantas de ciudades soñolientas una que diga como el Conti hasta luego repite por favor aquello de vernos de nuevo Cierta narrativa panfletaria (endecapanfleto del 11/11/11) A Horacio Verzi, que nos ha endilgado El infinito es sólo una forma de hablar ves el áde la cubierta de hormigón del campus sobre la pared de ladrillo visto suspendido exento ves el cielo entre uno y otro el ladrillo terrestre milenario babilónico el hormigón proclama modernidad modelado esgrimiendo el desvelo de algún arquitecto sepultado en silencio puesto que las grandes letras de acero cromo gritan Domingo Burgueño Miguel :el nombre de un hombre que destelló su vida de espaldas a sutilezas tales el ángulo del campus visto desde el salón de clase vacío ahora con el caos de los bancos cuando se van los muchachos un ventanal cubierto por pesadas cortinas (una medio caída te permite ver el ángulo del campus y algunas ramas de la cryptomeria septuagenaria que dialoga con él pero arrimada al liceo también septuagenario) silencio con traqueteos de limpiadoras por los pasillos sucesor del silencio donde has dicho hace unos momentos es bueno reflexionar sobre la libertad y la justicia por ejemplo hablando de antígona o de jesús antígona e ismena y la libertad y la justicia o el hijo pródigo y su hermano mayor y la libertad y la justicia ¿pueden relacionarse de algún modo? ¿para qué puede servir relacionarlos? no lo sabes ni el ángulo del campus con su hormigón volado ni la criptomeria sumando horizontes durante siete décadas ni este silencio residual pero de algún modo todo contiene y de algún modo todo consiste en la importancia la gran importancia de que los muchachos lo piensen independientemente de los nombres en acero cromo que vayan quedando sobre las edificaciones Gesta de cantar (Uno siempre está solo y el heroísmo es una cuenta que otros sacan) pero mi ritmo es la milonga dice el tipo y eso que bailoteó años de bitles y rolins y sicstinvarios la diferencia entre atado y suelto dice el tipo es infinita te lo digo yo que estuve atado con alambres más dice suelto suelto nunca anduve a no ser cuando era niño pero muy niño (la milonga es un cielo accesible : busca una simple escalera de octosílabos) dice el tipo de vez en cuando el diablo deja el mundo en manos de dios entonces ocurren las revoluciones (cosas así y dale con la milonga le compadezco: pienso “con el cantar se consuela”)

El 25 de agosto de 2021 falleció Gabriel Di Leone. Poeta, narrador y profesor de Literatura, había nacido en Minas, Lavalleja, en 1951. Residió en Maldonado desde 1982.
Su obra poética comprende La edad de la indecencia (civiles iletrados, 2018), Incendio Intencional (Mención de Honor poesía inédita IMM 1996, civiles iletrados, 1997) y 27 de Möebius y la Capitana (Mención de Honor poesía édita MEC 1995, Eladio Linacero Editor, 1994).
En 2014 publicó El Rescate de la Bataraza, “relato infantil galponero para mayores”, y en 2015 Pa’ Voltear al Gigante, relato breve, en ambos casos para la editorial Trópico Sur Editor. Participó como antologador y antologado en La Ballena de Papel – Antología de Poesía de Maldonado 1985-2017 (civiles iletrados, 2017).
Fue prisionero político de la dictadura uruguaya entre 1976 y 1982. La experiencia está recogida en los volúmenes colectivos Escritos de la Cárcel (1985) y Trincheras de papel: dictadura y literatura carcelaria en Uruguay (de Alfredo Alzugarat , 2007).
Entre 2005 y 2015 fue Director de Patrimonio de la Intendencia de Maldonado.
Foto de portada: Martín Carlos Pagola