ECONOMÍA

Por Nick Giambruno

Hoy, con una deuda de más de 30 billones de dólares, es difícil creer que el gobierno de Estados Unidos haya estado alguna vez libre de deudas. Sin embargo, eso ocurrió una vez, en 1835, gracias al presidente Andrew Jackson. Fue el primer y único presidente que pagó la deuda nacional por completo.

Un biógrafo dice que el ex presidente veía la deuda como un “defecto moral”, una especie de “magia negra”.

Cuando llegó a la presidencia, Jackson estaba decidido a librar a Estados Unidos de su deuda nacional. Después de todo, la deuda lo esclaviza a uno a sus acreedores.

Jackson sabía que estar libre de deudas era esencial para la independencia. Este punto de vista era compartido por muchos estadounidenses de la época.

Con esto en mente, Jackson atacó a las instituciones y a los poderosos que promovían y permitían la deuda federal. Esto incluía a las élites bancarias y al Segundo Banco de los Estados Unidos, el banco central del país en aquella época y precursor del insidioso sistema de la Reserva Federal actual.

Mientras hacía campaña contra los males de la deuda nacional y la banca central, Jackson sobrevivió milagrosamente a un intento de asesinato cuando las dos pistolas de un asesino fallaron. Es casi seguro que detrás de este intento había intereses oscuros relacionados con el banco central.

Sin embargo, Jackson sobrevivió y continuó con el “Fin de la Fed” de sus días. Logró vencer al banco central -y a los poderosos intereses que lo respaldaban- y cerrar el Segundo Banco de los Estados Unidos.

También pagó la totalidad de la deuda federal, lo que no fue tarea fácil.

Jackson no pudo exprimir al pueblo estadounidense con un impuesto federal sobre la renta para pagar la deuda. No existía en ese momento, y habría sido inconstitucional.

Tampoco podía simplemente imprimir moneda para pagar la deuda. Perpetuar un fraude tan descabellado -que la Reserva Federal comete a gran escala hoy en día- probablemente nunca se le pasó por la cabeza.

En su lugar, Jackson tuvo que recurrir a los ingresos fiscales de otras fuentes, principalmente los aranceles de importación y los impuestos al consumo, para pagar la deuda. También recortó drásticamente el gasto federal y vetó con frecuencia los proyectos de ley de gasto.

La determinación de Jackson funcionó. En enero de 1835, Estados Unidos estaba libre de deudas por primera vez.

Por desgracia, no duró mucho más de un año. Después de eso, Estados Unidos no volvería a estar libre de deudas, ni cerca.

La venganza de los banqueros centrales

Después de que Jackson consiguiera acabar con el Segundo Banco de los Estados Unidos, cualquier cosa asociada a un banco central se hizo profundamente impopular entre el público estadounidense. Así que los defensores del banco central probaron una nueva estrategia de marca.

En lugar de llamar a su nuevo banco central “Tercer Banco de los Estados Unidos”, optaron por un nombre vago y aburrido. Lo llamaron “la Reserva Federal” y consiguieron ocultarlo a la vista del ciudadano medio. Como resultado, más de 100 años después de su fundación, la mayoría de los estadounidenses no tienen ni idea de lo que es la Reserva Federal ni de lo que realmente hace.

Irónicamente, la cara de Jackson ha estado en el “billete de la Reserva Federal” de 20 dólares desde 1928. Así que, en cierto sentido, este movimiento simbólico es un gesto de los defensores de la banca central para mostrarle el dedo mayor a uno de sus más firmes opositores.

Al fin y al cabo, la Fed es realmente el “Tercer Banco de los Estados Unidos”. Sin duda, a Jackson le habría molestado tener su cara en su dinero falso y de cotillón. 

En cualquier caso, la mayoría de los estadounidenses de hoy no tienen ni idea de quién es Jackson, ni de lo que hizo, ni de por qué lo hizo.

En la medida en que se le menciona alguna vez, los medios de comunicación, el mundo académico y el resto de la clase dirigente lo mancillan injustamente como -lo han adivinado- un “racista”.

Eso es exactamente lo que el Estado profundo -la burocracia permanentemente atrincherada- quiere. No quiere que el ciudadano medio entienda por qué Jackson cerró el banco central y liberó (temporalmente) a los estadounidenses de la esclavitud de la deuda nacional. Hacer lo mismo hoy sería una amenaza mortal para su poder.

Esta es una de las razones por las que el establishment intentará en los próximos años sustituir a Jackson en el billete de 20 dólares por la políticamente más correcta Harriet Tubman… empujando a Jackson más abajo en el agujero de la memoria.

Billones y trillones

A menudo se oye a los medios de comunicación, a los políticos y a los analistas financieros lanzar casualmente la palabra “trillón” (*) sin apreciar lo que significa.

Un billón  es una cifra enorme, casi insondable.

El cerebro humano tiene problemas para entender algo tan grande. Así que permítanme tratar de ponerlo en perspectiva.

Si ganaras 1 dólar por segundo, tardarías 11 días en ganar un millón de dólares.

Si ganaras 1 dólar por segundo, tardarías 31 años y medio en ganar mil millones de dólares.

Y si ganaras 1 dólar por segundo, tardarías 31.688 años en ganar un trillón (millón de millones) de dólares.

Así de enorme es un trillón.

Cuando los políticos gastan e imprimen despreocupadamente dinero que se mide en trillones, se está en un territorio peligroso.

Y eso es precisamente lo que la Reserva Federal y el sistema bancario central han permitido hacer al gobierno estadounidense.

Se necesitaron 146 años después de que Jackson pagara totalmente la deuda en 1835 -o hasta 1981- para que el gobierno estadounidense acumulara su primer trillón de deuda. El segundo trillón sólo tardó cuatro años. Después, los siguientes trillones llegaron en intervalos cada vez más cortos.

Hoy, el Congreso ha normalizado los déficits de gasto federal de varios billones de dólares.

La deuda federal de Estados Unidos se ha vuelto parabólica y supera los 30 trillones de dólares.

Si se ganara 1 dólar por segundo, se necesitarían más de 950.640 AÑOS para pagar la actual deuda federal de EEUU.

Y eso con la suposición poco realista de que dejaría de crecer.

El gobierno federal estadounidense tiene la mayor deuda de la historia del mundo. Y sigue creciendo a un ritmo rápido e imparable.

La deuda seguirá acumulándose a medida que el gobierno de EE.UU. siga pagando promesas políticas. Es prácticamente inevitable.

La deuda federal también representa un crimen escandaloso infligido a la próxima generación. Ellos son los que tendrán que cargar con esta enorme factura impagada por el gasto actual, y esto los convertirá en siervos contratados.

Es dudoso que el Congreso considere esto siquiera por un segundo. Siempre están ansiosos por enviar decenas de miles de millones a tierras extranjeras lejanas, o al último despilfarro.

Por supuesto, esto no es una revelación innovadora. Personas como Ron Paul han advertido a los estadounidenses sobre los peligros de la deuda federal durante mucho tiempo.

Sólo que nadie ha hecho caso a estas advertencias. Y nadie ha tomado medidas políticas serias para abordar el problema. Ni es probable que nadie lo haga.

En resumen, el gobierno estadounidense se está acercando al final del juego financiero, y ya no puede disimular su bancarrota. La Reserva Federal no puede detener su extrema impresión de dinero, ni puede subir los tipos de interés de forma significativa.

Si damos un paso atrás y nos alejamos, el panorama está claro.

Es probable que estemos en la cúspide de un cambio histórico… y lo que viene podría cambiarlo todo.

Cuando llegue la próxima crisis -y creo que podría ser inminente-, el gobierno estadounidense no tendrá más remedio que arrastrar a todo el mundo con él mientras se apodera desesperadamente de la riqueza.

Es probable que veamos una increíble volatilidad en los mercados financieros mientras miles de empresas quiebran y la inflación se descontrola.

Podría diezmar los ahorros de toda la vida, los 401(k), las cuentas individuales, las pensiones y la Seguridad Social.

Pero no estoy hablando sólo de una caída de la bolsa o de un colapso de la moneda…

Es algo mucho más grande… con el potencial de alterar el tejido de la sociedad para siempre.

(*) O sea “trillion” en inglés; en inglés “billion” equivale a mil millones, y “trillion” equivale a un millón de millones; en español se solía usar “billón” para lo que en inglés es “trillón”. Dejaremos aquí el anglicismo trillón porque es la palabra que se está adoptando en general en castellano.