Artigas. El Reglamento Provisorio para fomento de la campaña y seguridad de los hacendados. 15/9/1815.
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Cuarta de una serie de notas que discuten la historia, y algunos efectos ideológicos, del antiquísimo fenómeno humano de la propiedad de la tierra. En esta entrega, Artigas y su rol en relación a la tierra y el latifundio en la segunda década del siglo xviii
Por Luis Muxí
El tema del arreglo de los campos, tuvo en la época artiguista la impronta que le impuso el General y las circunstancias económicas y sociales que animaban el contexto de la sociedad del tiempo aquel. Siguiendo el camino trazado, vamos a ingresar en el análisis de las ideas y la realidad de la época, que permiten iluminar cómo se fue nutriendo, y en qué condiciones, el proceso de sanción del Reglamento. Al respecto hay antecedentes inmediatos relevantes del gobierno autonómico, cambios significativos de la política regional, expectativas de proyectada invasión de la Armada española de Morillo, riesgo inminente de ataque del portugués y como marco físico y social de referencia, la desolación de la campaña derivada de la guerra. Todo lo cual le imprime un carácter especial a la sanción del Reglamento y a su efímera aplicación temporal, bajo el mandato efectivo de Artigas. Lapso breve (9/2015 a 1/2017), pero de alta intensidad; tiempo en el cual el Jefe de los Orientales debe atender a la vez, con menguados recursos humanos y materiales las exigencias de la guerra, protagonizar la última discusión de importancia relativa al relacionamiento de la Banda Oriental con la Confederación (Misión Pico-Rivarola, Congreso del Arroyo de la China), crear reglas de Derecho generales ante la orfandad legal, dictar Justicia en amplísima y variada escala e incluso velar por la vigencia del Protectorado, pilar de su grandeza, base de su sustento para la guerra y concausa inevitable de su ruina. Al final la época artiguista tiene su momento de gloria en su capacidad ideológica expansiva fuera de la Provincia, que le dio presencia firme en el corazón del viejo virreinato, y en su marcada influencia directriz, que dan singularidad y protagonismo a todo el proceso. Y en ese complejo tránsito, debe encarar y resolver además, todas los problemas que provocan las pequeñas miserias humanas (que involucran incluso a amigos y parientes con sus consecuentes amarguras y desencuentros) y las expectativas de todos los grupos en conflicto, que anclan sus demandas en retribuciones pretendidas de tierras por su actuación en la guerra, codicia sin freno por ampliar dominio sobre las tierras, tensión institucional entre varios poderes del nuevo Estado aún difusos e indefinidos, lucha de los indefensos por su sobrevivencia, negocios de extranjeros por contrabando en controversia permanente y miles de procesos judiciales de incierta definición.
Tenía Artigas una visión del latifundio? El relato de los primeros historiadores
Revisada brevemente la amplia bibliografía sobre el tema, desde las épocas de De la Sota (Historia del Territorio Oriental del Uruguay, “Montevideo, Imprenta de la Caridad, 1841”) y de Isidoro de Maria (Vida del Brigadier General Jose G Artigas, Gualeguaychú, 1860)pasando por Maeso (El General Artigas y su época, Montevideo, Peña y Roustan, 1885) Setembrino Pereda (Artigas 1784/1850, T IV,Montevideo, 1930), Eduardo Acevedo (José Artigas T II, Montevideo 1950), Artigas (Estudios del Diario el País XII: El reglamento de 1815, E. Narancio, 1959), El Archivo General de la Nación, Tomo 12, y tantos otros, estos no reflejan opiniones, discusiones, ideas o creencias, vinculadas con críticas claras y manifiestas del General Artigas al Latifundio. Muy al contrario, los autores citados resaltan en general, una preocupación permanente de Artigas por otros temas, como repoblar el campo arrasado, replantear las estancias y prohibir la faena de vientres. Lo manifiesto es su voluntad de asegurar la paz y la tranquilidad, recuperar los territorios arruinados, aumentar la población, y apuntar a poblar de manera estable el territorio. Porque lo que Artigas observaba era la ruina que había seguido al año once, lo que califica, entre otros asuntos, como “el destrozo y exterminio de las haciendas” (Estudios de El País, op.cit pag, 123). Narancio en su estudio hace mención al respecto, de tres factores previos al Reglamento, que entiende son relevantes, como antecedente en materia de política y economía en la posición de Artigas, pero no refiere al tema de los campos ni a la situación del Latifundio. En primer lugar, cita al respecto los artículos 12, 13 y 14 de las Instrucciones. Los mismos suponían la habilitación y apertura de los puertos de Maldonado y de Colonia (con sabias referencias a informar y oficiar a Su Majestad Británica) eliminando además, todo tributo que grave a las provincias entre sí y eliminando regulaciones y derechos al ingreso a puertos y de barcos. En segundo lugar, evitar (art 15) “que se haga ley para esta Provincia, sobre los bienes de extranjeros que mueren intestados, y multas que se aplicaban antes al Rey”. (Narancio, op.cit. pag 124, que cita en su apoyo a Petit Muñoz). Y en tercer lugar, proceder a reconstruir internamente a la Provincia, mediante instalación de una autoridad que restablezca la economía. Inquietudes propias del gobernante, que resultan prioritarias respecto del tema de la tenencia y uso de la tierra. Es decir no hay registros ni referencias al latifundio, y la clave que determina las grandes actitudes y conducta de Artigas, pasan ciertamente por la estructura del poder, el ejercicio de los derechos en general, la libertad religiosa, el tema regional y la visión autonómica.
Siguen los estudios y se mantiene inalterada la versión original.
Ana Ribeiro (Los tiempos de Artigas, Tomo 2 pag 81 y ss., Montevideo, 2009) al igual que los recién citados, tampoco refiere al Latifundio como un tema que resultara de interés medular para Artigas, y menos aún como un elemento eje para disparar en forma efectiva la sanción del Reglamento. La revolución, afirma la autora, se sostuvo en la ruina de la ganadería. Destacando que “hubo continuos abusos perpetrados por los comandantes y las tropas que guarnecían a los pueblos” (Ribeiro, op. cit. pág. 83). Circunstancias del mismo tenor que antes, con similar firmeza, había sostenido Setembrino Pereda (Artigas, op.cit.Tomo IV, pág. 514) bajo el título “Velando por el bienestar de la campaña”, en el cual afirma que la convocatoria del Cabildo a los hacendados a la cual referiremos derivaban de los “insoportables abusos cometidos por los comandantes militares y sus jefes, a pesar de las prevenciones del Jefe de los Orientales”, y aún de los propios vecinos establecidos. La mención abunda en referencias a los meses que siguen al mando efectivo de los patriotas en suelo oriental, que podemos ubicar después del triunfo de Rivera en Guayabos, y del ingreso a Montevideo en marzo de 1815, calificando y distinguiendo la actitud de los caudillos locales y sus jefes y subalternos, en la cual priva una posición de tipo mercantil (estuve en la guerra, y mi sacrificio me debe ser compensado para retribuir mi acción heroica), y la posición de Artigas, orientada a la preservación del orden institucional, alejada completamente de aspiraciones económicas personales.
Cita Ribeiro a su vez, resolución del Cabildo (origen que atribuye a Agustin Beraza) diciendo que le escribían a Artigas señalando que nadie emprenderá restablecer sus hogares hasta tanto “no se oponga un dique a la rapacidad de los forajidos que inundan nuestros campos”. Todo lo cual situaba el tema alrededor de la adopción de medidas para evitar abusos de los propios jefes militares, castigar a los forajidos, reprimir a los vagabundos, acabar con los crímenes y las arreadas de ganado hacia Brasil, y terminar con el destrozo del capital que constituían los vientres vacunos. La misma autora, conjuntamente con Gerardo Caetano, en calidad de coordinadores (Las instrucciones del año 13, 200 años después, Montevideo, 2013) repasando las circunstancias vividas, y haciendo referencia al Acta del Congreso de 5/4/1813 (incluidos los 8 puntos allí resueltos), a las instrucciones del 13/4/1813, así como a los planteos, particulares y especiales, de los Cabildos de Santa Fe, Santo Domingo Soriano, Maldonado, y hasta el Acta de Creación del Gobierno Económico de Canelones, del 20/4/1813, en la cual se reitera la misma e intensa preocupación por los mismos problemas. En ese sentido, señalan que “expuso el ciudadano Jose Artigas, los desórdenes, abusos y excesos [refiere a la campaña] con grave detrimento de la tranquilidad pública y la equidad social” (op. cit, Anexos, pág 581 a 600). En conclusión, toda vez que Artigas refirió a los temas de la campaña, el énfasis lo mantuvo siempre en la necesidad de trabajar, progresar, aquietar los espíritus, lograr la paz y evitar todos los excesos. Son nulas las alusiones del propio Artigas, y de sus comentaristas, que se encuentren vinculadas o relacionadas con la forma de tenencia de la tierra, y en especial con alguna discusión sobre el latifundio. Sin olvidar que durante años a lomo de caballo y en tareas diversas, Artigas conocía de sobra el tema, en cuyas recorridas además aprendió mucho sobre repartos y normativas en diversas regiones que visitó con Azara, por el cual también conocía las ideas de los reformistas españoles. En estos aspectos, huelga señalar que pensaban igual, y con mayor preocupación personalizada, los pobladores de las ciudades y los hacendados de todo tipo y capacidad económica, por razones diferentes seguramente a las de Artigas. Unas asentadas en su razonable interés personal, las otras fundadas en la búsqueda del equilibrio global nacional.
Nuevas visiones contemporáneas.
En igual sentido y orientación, el ánimo de Artigas de generar condiciones de seguridad y asentar a gauchos y trashumantes a la tierra destaca Lincoln Maizteguy (Los Orientales. Una historia política del Uruguay, T 1, pág. 137). Insistiendo en el enfrentamiento de las clases altas, que pretendían mantener sus privilegios, y la población rural que aspiraba a redistribuir la tierra. Por su parte, (Artigas y su derrota, Frustración o Desafio, Mario Cayota, Montevideo, 2004) siguiendo a Pivel y la línea de la discusión colonial sobre el arreglo de los campos, ya analizados, desde el memorial Pereyra hasta el plan de Pacheco de 1808, analiza de manera pormenorizada los mismos. Y al hacer la valoración del Reglamento, (op. cit. pág. 279) señala la crítica de Vázquez Franco, que desemboca, luego de sesudas remisiones al Derecho Español, en que su objeto fue la Protección de los hacendados -conclusión que Cayota no comparte, aproximándose más a la interpretación de la posición de De la Torre, etc., que luce en el capítulo que sigue.
Finalmente corresponde destacar (Tierras, Reglamento y Revolución,Reflexiones a 200 años del Reglamento Artiguista de 1815, VVAA, Caetano y Ribeiro, Coordinadores, Planeta 2015) la última reflexión colectiva sobre el tema. Destacando el ensayo introductorio de los coordinadores (op.cit. pág. 7 a 67), y en especial un análisis puntual (El Reglamento de Tierras de 1815, justicia revolucionaria y virtud republicana, Ana Frega, pag 487 a 533). Ambos ensayos relatan antecedentes, época, situaciones que entienden relacionadas con el mencionado Reglamento. Estudian y desarrollan la historiografía que existe, desde De María, que consideraba que no fueron buenos sus resultados, citan a Marquez (Bosquejo de la propiedad territorial, libro de especial interés en el tema y con muy buena información, 1898) que analiza la juridicidad de las donaciones de Artigas, asumiendo diversas hipótesis; citan a Barran y Nahum (Batlle, los estancieros y el Imperio Británico, T. II pág. 106/107). Tienen en cuenta la visión sociológica de Aldo Solari, y establecen el aporte de Agustin Beraza, que es de los primeros que apunta a su aplicación. Allí citan las donaciones derivadas del Reglamento a Manuel Benavides, Manuel Gallardo, María Leguizamon, Juan Meléndez, Manuel Pérez, a Tres criollos pobres, a Leon Pérez, al negro Quintana (libre) al capitán Aquino, a Lino Pérez (datos ampliatorios en op. cit. pág 56 y siguientes). Sus conclusiones acercan a los coordinadores al espacio regional más amplio que la Provincia, a la clave de la posición del Uruguay, a la interacción con los indios. Cita a Campal (ya aludido en estos artículos) en quien refieren la “imbricación profunda de los elementos geográficos y humanos, la verdad última de la revolución Artiguista en su agónico periplo”.
Por su parte, Frega en la obra citada, partiendo del principio de que el programa político de Artigas “con énfasis en la igualdad política y social” se fue “construyendo en la lucha desde los inicios de la revolución” (pág. 488), destaca la actitud (cita palabras de Mariano Vega Alcalde de Mercedes en 1812, de que los individuos que siguen a Artigas, se “sienten con derecho a los bienes y existencias de los europeos prófugos, incluido algún crimen y “degollaciones”). El consenso se asentaba, conforme lo establece, en apropiarse de los bienes del enemigo, repartir estancias y organizar justicia y policía. Su posición apunta a “que el Reglamento marcó un punto de equilibrio entre intereses divergentes y contrapuestos”. (O.cit pag 500). Y en lo que más hace a este trabajo, intenta una aproximación a las fuentes. La cual si bien no agota el tema tiene profundidad y bien planteada academia. En especial en relación a la justicia, los derechos de propiedad, las actitudes particulares (incluido Francisco Encarnación) las actitudes de los jefes militares y de los forajidos. Finalmente, interesa destacar que señala que “Artigas actuaba como puente entre grupos sociales y territoriales de gran heterogeneidad” por lo que “equilibrios frágiles y provisorios habían acompañado la elaboración del Reglamento”.
Sin perjuicio de todo lo cual y de los mayores esfuerzos en interpretar tendencias políticas y jurídicas, antecedentes doctrinarios, normas de referencia, y en general el pensamiento prevalente, no surgen de todos estos estudios pruebas irrefutables de que el latifundio fuera en algún momento el elemento básico desencadenante de la situación que lleva al Reglamento, ni menos aún, que el mismo se vincule en forma determinante con una exigencia firme de distribución de tierras. Las tendencias, tanto (a) aquellas no controvertidas de que Artigas tenía una clara y manifiesta conducta social, una actitud de acercamiento a los humildes y a los indios, que precisara actuar en un medio que existía (no el que quizás quisiera) que lo obligaran a actuar con prudencia y moderación frente a sus propias fuerzas, como (b) los elementos de juicio disponibles, en el marco de la época, costumbres, precios, y cultura imperantes, todos son indicativos de otras razones, más políticas y prácticas aquellas que alumbran el Reglamento.
El resto es literatura. Lo que gustaría, lo que nos va a tirios y troyanos, lo que indica mayor sensibilidad social, lo que permite a muchos recrear a partir de indicios una historia amigable a su posición actual, política e ideológica.
Una regresión temporal. La más definida orientación en otra lectura del tema artiguista.
El título del libro, ilustra y explica. Se llama LA REVOLUCIÓN AGRARIA ARTIGUISTA. De la cual son autores, en un conjunto de cuatro obras, Nelson de la Torre, Julio C Rodriguez, y Lucia Sala de Touron. (Montevideo 1969). Con prólogo, muy elogioso y ciertamente muy emotivo, del Prof Eugenio Petit Muñoz, que descubrió o confirmó hipótesis y convicciones. Desde ya, debe señalarse que ningún estudioso ha procedido a revisión tan profunda de antecedentes sobre el tema tierras en esta etapa histórica, y a tener el trabajo y la paciencia para ligar todos los relacionados (desde las cartas de Artigas, hasta los incidentes judiciales, las compras y cualquier otra circunstancia vinculada con el tema de las tierras) de tal forma de lograr un resultado renovador del interés académico que tiene el tema. Por lo que su análisis, en debida extensión y profundidad, requeriría un esfuerzo titánico para contrastar sus tesis con otras formas de encarar el estudio y visión de los referidos hechos. En especial porque la estrecha vinculación en el libro referido de datos documentales de diverso origen está muchas veces pautada, como hemos señalado, por diferencias ventiladas en los Juzgados, por compra-ventas de tierra simultáneas, donaciones, confiscaciones, composiciones amigables, arreglos y sucesiones, todas situaciones a las cuales hemos referido. Lo que en varias circunstancias, además de las repeticiones del texto que se vuelven reiterativas respecto de algunos personajes (que resultan finalmente acosados, por diferencias políticas o morales con los autores, a lo largo del recorrido) dificulta la posibilidad de establecer, con mayor rigor científico, la relación cierta entre lo que se resolvió en aquella época en razón del Reglamento, y todo lo que pudo o puede ser derivación real, estricta y verdadera del mencionado documento -o, en su defecto, otros hechos, que a pesar de su vinculación, derivan de circunstancias ajenas al mismo. La cuestión engorda o enflaquece según se sume o reste cantidad de elementos que refieren a hechos conexos, pero de diferente entidad.
Una cosa es el Reglamento y su aplicación efectiva en tiempos de Artigas, y otra diversa el universo complejo y sutil que se va formando de la acumulación de prueba documental que tiene muchos y diversos orígenes, y que admite distintas interpretaciones, y diferentes formas de darle plena inteligencia temporal y sustancial.
Digamos desde ahora, que el Reglamento, que no mereció trato relevante de los autores nacionales históricos más prestigiosos, que apenas lo referían y nada del mismo comentaban, y mayor de los más recientes conforme se estableció, tiene en este caso, una manifiesta actitud de investigar y de conocer todos y cada uno de los movimientos, cambios, solicitudes de suertes de estancia, disputas entre latifundistas y ocupantes, y el mejor y más acabado de los análisis de cada vez en que hubo pedido, controversia, y obtención o pérdida de tierra. Con un objeto claro e inequívoco, determinado en forma previa o siendo parte de la conclusión de los estudios: demostrar que el Reglamento tuvo más importancia que aquella que le fue atribuida antes de 1969 para ser más precisos por los estudiosos, y que abarcó asimismo una superficie de tierra y una cantidad de personas apreciable, distinta y mayor a la que se le ha atribuido en general.
Sobre este punto, o sea de la importancia mayor a la que registran los anteriores estudios, y de la superficie amplia abarcada, compartimos lo señalado por los autores, sin perjuicio de que también es cierto que la escenografía que se monta en la narración revela una auténtica, respetable y no simulada posición ideológica de los autores, que fluye con fuerza arrebatadora y que incluye, al calor de esa emoción caldeada, multitud de adjetivos despectivos, y juicios de valor sobre hechos y personas, que a fuerza de repetirlos, en cada capítulo, son capaces de convencer al más despistado. “Crueles, codiciosos, falsos, traidores”, y otros de similar naturaleza, alientan y dan forma sostenidamente al relato, aludiendo a personas que pensaban o actuaban en diverso sentido al que habría sido amigable al pensamiento de De la Torre, Rodriguez y Sala. Para decirlo con palabras de hoy respecto de los objeto de agravio, los afectados eran una suerte de neoliberales del 800. A quienes nada positivo se reconoce, sea en relación a la reforma agraria, sea al referir a temas diversos conexos. La acumulación de improperios del texto causa una sensación de que al final todos los contrarios son falsos y traidores, o sea simplemente enemigos.
Los aspectos políticos e ideológicos.
En cualquier caso, tampoco abundan los autores en el tema relativo de la posición de Artigas respecto del Reglamento. Dicho con mucho respeto, los autores, con la matizada posición política que señalamos, hacen hablar y decir cosas, a sus comentados protagonistas. El convencimiento, aún sincero y fruto de convicciones profundas, es mal consejero a la hora de juzgar y ejecutar, en lugar de analizar y abrir nuevas perspectivas.
La lectura del texto, y de sus tres libros antecedentes, revela a nuestro juicio la ausencia de un aspecto principal no abordado, y que no contiene referencia a pruebas que permitan acreditar el basamento general de la tesis. Seguimos sin conocer, y seguramente nunca conoceremos, que pensaba realmente Artigas del latifundio. Y hasta donde y cuánto le preocupaba, y como lo había asumido en su vida cotidiana, siendo como era, hombre rústico de la campaña. Y hasta es posible que en su caso el latifundio fuera como parte de sí mismo, de su propia condición, historia y percepción, incluido el interés funcional a su propia política. Arerunguá fue el centro de sus recursos, suele afirmar Maggi, refiriendo a expresiones del General. La zona de resguardo de sus indios fieles, el lugar de las rinconadas útiles, el refugio de los encuentros y la seguridad de su salvaguardia. En definitiva sólo encontraremos, entre las comas y puntos de la documentación, en los amarillos recuerdos de las hojas, retazos de posibles actitudes de Artigas, indicios que permiten seguir líneas de pensamiento aún desparejas y brumosas, que los historiadores citados tampoco enfocan ni analizan en su profundidad exigida.
Después, en razón de la propia inteligencia particular de cada quien, es razonable plantear hipótesis. La del libro, y la de la ideología que lo sustenta no es ni la verdad universal revelada, ni la única fuente de inspiración. Es una más, que tiene sus bases, su metodología y sus conclusiones. Trabajo arduo y respetable, que además se respeta. Pero no se obedece.
En cualquier caso, y más allá de toda subjetividad, la de los autores y la mía (salvando las distancias del conocimiento y del trabajo a favor de los primeros) hay aspectos que en el marco de un análisis serio y desprovisto de toda intencionalidad no es posible soslayar. Se puede discrepar, se puede discutir, pero se debe respetar, y sobre todo no se puede mentir.
Hay también otros aspectos, lo decimos en carácter de adelanto, que despistan al más avisado. Me refiero en especial a la cantidad de tierra que Artigas determinó como superficie para la suerte de estancia de su Reglamento, y también a la escasa participación que el Jefe de los Orientales tuvo en la operación practica del tema tierras, como iremos viendo.
De lo cual, habremos de matizar y reflexionar, entre otros, sobre los siguientes aspectos, a) si se trataba en rigor de una reforma agraria, en el sentido histórico de época; b) que tipo de Reglamento era, desde una percepción legal, y cuál su objetivo u objetivos, rangos y preeminencias; c) la certidumbre o no de la prevalencia de la preocupación social como súper objetivo, que marcaría una suerte de reforma singular, única, y no repetida en America Latina,(tema relevante para De la Torre, Rodriguez y Sala); d) o si encubría o mitigaba objetivos diferentes, e) si fue solo obra de Artigas o de quien más;
f) si en definitiva resultó una transacción entre los intereses y valores de Artigas y la codicia de los latifundistas afectados, que también participaron como veremos o la defensa de los derechos adquiridos de muchos. Fueran estos legítimos por titulación o legítimos por ocupación, que no lo fueron todos. Los mapas que agregan los autores, a fojas 47 y 65, serán objeto de análisis específico, para determinar la debida valoración de los mismos, y descartar o verificar hipótesis.
Las preguntas que en principio hacemos, no serán contestadas en ese orden, por la sencilla razón de que alteraría el objeto y metodología elegida para este trabajo. Pero allí estarán.
Lo cierto en definitiva, y sea dicho más allá de cualquier disenso con los autores, es que después de 160 años de mirar el Reglamento de costado, como una inquietud meramente económica y social de Artigas y sin mayor trascendencia, los autores citados lo han convertido en un tema de largo aliento ahora y en el futuro. Además, comprobando y ratificando en este trabajo de manera clara, que el Reglamento, como hemos afirmado, tuvo más importancia real de aquella que se le ha dado, es a nuestro juicio cierto también, que tuvo una importancia menor a la atribuida por los autores. In media veritas.
Este estudio, circulará por otras vías. Que aportarán un nuevo enfoque, más accesible después del trabajo monumental del Archivo Artigas que debemos al esfuerzo de Pivel Devoto, que le dedica la parte correspondiente del Tomo 21 al 28, años 1814/1816, básicamente, haciendo acopio de larga e interesante documentación sobre el periodo. Otra cuestión es la visión personal de los autores, objeto del encendido homenaje de Petit Muñoz, que en los hechos trasciende la importancia de los hechos investigados y discutidos, para irse a alojar en el confortable reparo que pretendidos dueños de la historia, desde aquellos lejanos 70 hasta hoy, se han ido creado en vista a concretar y afirmar una cultura homogénea, repetida en forma machacona, de valores específicos y de pertenencia parcial de la sociedad uruguaya. No se lo atribuimos a los autores en especial, sino a esa larga, permanente, sistemática y ratificada voluntad de hacer un altar propicio, para una determinada interpretación revisionista de la historia, y para el rezo y la admiración de todas las gentes de todos los tiempos. Objetivo que se apropia en forma indebida de verdades por repetición, postulando una nueva revelación, alejada de quienes piensan o analizan los hechos desde otra óptica. La única verdad es la búsqueda de la misma. Y no es patrimonio de ninguna versión parcial e ideológica. Causa perplejidad la debilidad, facilismo y frivolidad de quienes pudieron discutir esas verdades apropiadas y generalizadas. Seguramente se quedaron en el recinto de la comodidad y de la baja propensión a la defensa de los valores que supuestamente proclamaban. Culpa de los que no defendieron su marca. Si el revisionismo ideológico, diferente en tiempo y espacio al revisionismo nacionalista (que también trabajó para ello) ganó espacio, fue porque los que debían enfrentarlo dejaron libre el camino, lo que facilitó la universalización de verdades inexistentes, apoyadas en meras reiteraciones, y en falta absoluta de contradictores.
Pero esa es otra historia, más vasta, compleja y desarticulada, que merece atención especial.
La etapa previa inmediata. Otorgués. Los repartos de tierras antes del Reglamento.
No es objeto de esta nota relatar todo lo sucedido entre los años 13 y 16. Se trata de analizar el Latifundio, y de observar sus conexiones con aspectos relevantes de otras áreas. Y de las vicisitudes sufridas por las dificultades de relación de Artigas con Otorgués, y de las resoluciones que éste adoptó, en perjuicio de ciudadanos europeos o americanos.
Por estos pagos, como hemos visto desde el principio de estas notas, se hicieron con manifiesto desorden repartos de solares, chacras y estancias, de cualquier superficie y en cualquier lugar, desde la suerte de las normas Indianas a las arrebatadas leguas cuadradas donadas sin ton ni son. O sea el tema no fue nunca novedad, sino constante. Que se repetirá después, en épocas posteriores a Artigas. Por ello, es de interés reseñar con la mayor prudencia y resumen los documentos significativos que obran en el Archivo Artigas. Y que refieren concretamente a la época previa al dictado del Reglamento, de forma de entender como empiezan a desarrollarse los hechos, y como se van armando las soluciones posibles, antes de recibir la consagración escrita. Asumiendo su utilidad para probar lo afirmado, y también su aridez que hace más pesada lectura y comprensión. En ese sentido, corresponde destacar:
a. Jose Esperati, Director de Correos de Soriano, pide un solar a Artigas, aduciendo que pertenecía a un europeo llamado Lorenzo Real. Lo pide el 10/2/1815, y Artigas lo decide en Paraná el 3/4/1815. La razón la justifica Leonardo Britos por ser fiel servidor de la patria. (Archivo Artigas , T. 26, pág. 2) En adelante AA.
b. Otorgués comunica al Cabildo de Maldonado, y le ordena comunicar que por orden de Artigas procederán a repartirse terrenos y ganados de Europeos a familias pobres. Y convoca a su cuartel, el 19/7/15. (AA, 5). Diez días después, considerando los buenos servicios de Manuel Núñez, le otorga 1 Legua cuadrada, en la barra de José Ignacio y Garzón (Idem).
c. En este nuevo caso, Otorgués convoca a través del Cabildo de Montevideo a hombres laboriosos, para cultivar terrenos por orden de Artigas. Llama a trasladarse a Fraile Muerto, el 31/5/1815.
d. El 18/8/2015, Artigas comunica al Cabildo de Montevideo que Otorgués tiene facultad para el fomento de las estancias, para establecer seguros, de manera provisoria.“hasta el arreglo general de la Provincia”. Pero es de vital importancia la limitación que el Jefe le fija a Otorgués, en cuanto a que para proceder al reparto de terrenos deberá tener conformidad del Cabildo. Acota así sus facultades. (AA, T. 21, pág. 72). Bando que dicta para repoblar, que el propio Cabildo promociona a los hacendados el 26/8/1815.
e. Artigas recibe pedido de parte de Juan J Guimera, quien solicita en 1814 “por su notoria bondad” le entregue una estancia que el albacea de su padre retiene. Artigas no resuelve, y lo pasa al Comandante del Partido. (AA, T. 22 pág. 167). Igual criterio desarrolla frente a pedido de Juan Velasco, contra su padre que le habría usurpado los derechos de su madre, pidiendo el reparto. Artigas lo pasa al Cabildo, no sin antes reflejar su posición, y señalando a su juicio cuál sería el derecho del padre (los gananciales del primer matrimonio). Fija criterio, entiende que debe repartir, pero lo deriva a otra autoridad. (AA T. 22, pág. 168).
Como se puede apreciar, la actividad de Artigas luce menor, y a su vez restringida en cuanto a emitir opinión y resolver. Actúa a través de Otorgués. Y no otorga suertes o superficies de campo destacables. No adopta la calidad de Juez, pero igualmente fija criterios. Los que se presentan resaltan sus problemas personales, apelan a la bondad de Artigas, pero no parecen pertenecer a núcleos de desposeídos. En cualquier caso, es claro que las potestades originales de Otorgues se van diluyendo con el tiempo, como iremos analizando.
Los repartos anteriores al Reglamento según De la Torre, Rodriguez y Salas
En marzo de 1815, la campaña empezaba a consolidar lentamente el dominio por parte de Artigas, sin experiencia gubernativa, sin certezas claras relativas a la estructura del poder futura y sin elementos económicos solventes para organizar el poder, a lo que es preciso agregar las salvedades de la morosidad de los cabildantes, de los arrebatos de los militares, de las asonadas de gente como el caudillo Encarnación, de las esperanzas de apropiarse de tierras de los pequeños caudillos, de los planteos de los argentinos respecto de sus derechos sobre la tierra derivados del Virreinato, y de los desarreglos de los brasileños, que nunca aceptaron la frontera a efectos de ganados y contrabando. Vale decir una cuestión poblada por muchos problemas de difícil solución, en especial en medio de la pobreza total y de la ruina de la ganadería. Todo lo cual resuena todo el tiempo en los documentos del Archivo citados y que citaremos en apoyo de la realidad que entonces se vivía. Los autores citados presentan una hipótesis diferente o complementaria, según cómo se enfoque, relativa a decisiones que habrían sido tomadas por autoridades locales o por Jefes militares, en el sentido de nombrar capataces de grandes predios resultantes de persecuciones, abandonos o fallecimientos, fueran en origen estos latifundios del Estado, o habiendo sido estos abandonados por los europeos como señalamos. Habrían sido los comisionados de Partidos los más visibles en la tarea. En el libro, La revolución Agraria Artiguista, sus autores señalan que “no habiendo documentación expresa”, F. Maciel cumplió funciones en Minas (bienes de la sucesión Zamora), F. Gari en los bienes de Fernando Martínez, Vélez en lo de Albín, posición que tomara en enero de 1815, y que al final terminará preso por decisión de Lavalleja, entonces a cargo de Colonia.
Los autores señalan, (De la Torre, Rodriguez y Sala, La revolución Agraria Artiguista, pág. 52, Montevideo, 1969) que a la ocupación de los campos se lanzaban “hombres que no eran en ningún sentido pobres” sobre los campos abandonados, y faenaban con premura. Los capataces o no podían con los invasores, o ellos mismos terminaban haciendo el negocio, derivado de la apreciación de los valores del cuero.
Otorgués, en el lugar donde mantenía el campamento de vanguardia (De la Torre etc. op. cit., pág. 53) en forma conjunta con el jefe militar Ramón Marquez, resolvió que ambos disfrutarán de los animales de marcas de emigrados. Melián Lafinur (Semblazas del pasado, Montevideo) citado por los autores, hace suyas las palabras del colegio de Guadalupe: “los pueblos ven que los ganados fueron saqueados por los jefes principales“. Es decir, la primera palabra la dan los que tienen el poder de las armas, que coinciden obviamente con las tropas de Artigas, a quien se le crea la certeza del abismo que separa su objeto del de aquellos que, entendiendo principal su trabajo por la patria, lo enajenan en valores de tierra.
En mayo de 1815 un rico latifundista, Juan de Uriarte, solicitó y obtuvo de Otorgués facultades para despojar, mediante arrendamiento, a ocupantes de tierras que entendía propias, en los amplios campos de las rinconadas del Cebollati e India Muerta. Otorgués ya había sido separado del mando en Montevideo, y desobedece las órdenes de Artigas. Otros permisos de Otorgués, citados por De la Torre (caso de Diego Martínez) en junio de 1815, fueron desaprobados por Artigas, quien impidió el desalojo. Citan los autores (op.cit., pág. 70) que en Colonia, el negro liberto Lorenzo Ruiz Días, logra de Lavalleja, el rincón del arroyo Miguelete, y San Juan, ubicado en el latifundio de la Congregaxion de las Niñas Herfanas de Bs As.
No se conoce fechas de las donaciones de Otorgues de las tierras de Piraraja, de don Francisco Martínez, las que fueron posteriormente controvertidas.
El Cabildo. Encuentros y desencuentros
El órgano de referencia tuvo que tolerar ciertas incomodidades en este periodo. Tenía que sobrevivir a su relación con Artigas, con quien silenciosamente discrepaba, sin perjuicio de tener que enaltecerlo para asegurarle, aunque fuera verdad a medias, que era él quien gobernaba, pese a no compartir muchas veces sus resoluciones, razón por la cual dilataba las del Caudillo en cuanto podía, y en general se tomaba sus tiempos, largos y espesos. Todo lo cual tenía relación, a nuestro juicio, con el origen de los cabildantes, sus intereses económicos y políticos, su posición social, sus aspiraciones, grandezas y mezquindades. Por eso vira de la obsecuencia manifiesta al cuestionamiento indirecto, de la susceptibilidad sutil a la certeza demorada. O sea, fue en general un obstáculo, manejando tiempos, decisiones y situaciones con razonable gallardía. Exponemos a continuación algunas cuestiones en las cuales expresó voluntad o marco sus fueros. No seguiremos un orden cronológico estricto.
a. El Cabildo de Montevideo al de Colonia, 17/7/1815, le expresa su objeto de extirpar la “ociosidad madre de crímenes y excesos”. Le ordena no haya “individuos vagantes”, y le concede potestad para intimar por tres días a que aquellos para que justifiquen ejercicio conocido, y “presentaren una papeleta firmada por su patrón”. Califica de iniquidad, por su parte, la conducta de los patrones que den la papeleta a algún ocioso. (Archivo Artigas, Tomo 26, pág. 4). A su vez, desde Colla el 31/7/1815, Tomás Echenique contesta que “tomará las medidas para que no subsista un solo vago en todo lo que alcance mi jurisdicción”. (AA, Tomo 27, pág. 110).
b. El 10/5/1815, el Cabildo Gobernador señala que Otorgués resigna el mando militar de Montevideo, por orden de Artigas, pese a que el Cabildo solicita su mantenimiento. El 11/5/1815, el Cabildo da cuenta de la orden de Artigas, recibida por oficio. En el mencionado oficio, agrega además su posición negativa a requerir fondos a los particulares para apoyo de la Revolución. “La sola contribución me hace temblar”, en palabras de Artigas. Pese a lo cual, igualmente indica que se haga el referido aporte siempre que no sea irreconciliable con su planteo, que era moderado. Detalla los males de la guerra en igual dirección, señalando pueblos sin comercio, haciendas destruidas, todo arruinado”. (Archivo Artigas, T 23, pág. 66 y ss). En su día, Artigas remite documentos a Otorgués, aludiendo a sus “desgreñes” pasados, y pidiendo reconocimiento del error. (AA, T 22, p. 208).
c. El 24/5/1815, Artigas, desde Paysandú, en una actitud peculiar, escribe a la Junta Electoral de Montevideo, frente a la falta de respuesta a sus reclamos, afirmando que si sus providencias no son respetadas, ni dignas de confianza, el pueblo es libre de adoptar las convenientes. Y se exonera de sus obligaciones. (AA, T. 23, pág. 89). O sea llega a punto límite. Guste o disguste.
d. Juan M. Perez se dirige al Cabildo informando de confirmación del fallecimiento del español Miguel Zamora, y previene que, al no haber herederos, los bienes pertenecen a la Provincia. Pide decisión. (AA, T 23, pág. 283).
e. Sesion del Cabildo de Montevideo, de 15/4/1815, para tratar discrepancias respecto de las contribuciones. Otorgués señala tener órdenes del General. Se resuelve consultar al propio Artigas, quien responde conforme antes se establece. En la misma reunión se resuelve, con cierta moderación a la relación a ingresos necesarios, crear una Comisión para entender en destino de las propiedades de personas que viven en el ultramar enemigo, o no tienen herederos, o las posean en forma indebida. (AA, T. 23 pág. 289).
f. El Cabildo de Montevideo resuelve vender, para pagar obligaciones, bienes del finado Zamora.
g. Carta de Artigas al Cabildo de Montevideo de 13/6/1815. Refiere a la misión recibida de Dámaso Larrañaga y Antolín Reyna, quejándose de que no se cumplen sus órdenes, exigiendo cierre del puerto, aclarando que las familias que quieran buenamente hacerlo, pueden salir, pero con dirección única a las campaña de esa o de Entre Ríos. Exige la devolución de la contribución solicitada, terminando con un encargo “el orden más rígido en todo”. (AA, T 21, pág. 26).
h. El Cabildo formula artículos para el arreglo de la campaña. A ese efecto propende a conservar las haciendas, poblar, evitar las matanzas, todo hasta el arreglo general de los campos. Designa tres puertos habilitados. (AA, T21).
Los extranjeros. Persecución y sanciones.
a. Otorgues, el 23/3/1815, ordena al Comandante de Maldonado, que remita a la brevedad y bajo custodia, a los Sres Manuel Coston, Manuel Diez Cordera y Miguel Algarate. No explica razones de clase alguna. (AA, T 23, pág. 283). A su vez, el 17/4/1815, la polacra española afirma que la existencia de una orden para desterrar a los españoles que no sigan su sistema. (AA, T 28, pág. 158).
b. Otorgues, a la Comisión de Propiedades Extrañas (CPE en adelante) remite todos los expedientes de estafa del español y finado Antonio Cabañas. (AA T. 23 pág. 289).
c. Otorgues, al Cabildo de Buenos Aires, confirmando la eventual expedición española, comunica la voluntad de “confinar a todos los europeos españoles que se hallaron en el último sitio de la plaza”. (AA, T 23 pág. 384).
d. El Cabildo de Montevideo, el 8/5/1815, reunido para tratar la resolución contenida en la letra c que antecede, designa a Reyna y P. Perez, para interceder frente al Gobernador, supliquen su suspensión, y formación de una junta de guerra. El día siguiente el Cabildo lo pide formalmente. (AA, T 23 pág. 388).
e. Otorgues, dicta un Bando, por el cual, entre otros resuelve: 1) dar plazo a europeos solteros a presentarse en 2 días, y a los casados en 3, para dar datos personales; 2) exige a los españoles adhesión a la causa. A cuyo efecto deberá contar con papeleta del Tribunal. 3) quien no cumpla lo anterior o se oculta, pierde todos sus bienes, más penas corporales; 4) toda casa sospechosa de ocultar persona o bienes de infractores, queda sujeta a los debidos reconocimientos; 5) todo buen patriota debe delatar ocultamiento o fuga, siendo el omiso reo de crimen de lesa patria. (AA, Tomo 23, pág. 403).
f. Otorgues al Cabildo de Maldonado, el 19/5/1815, ordena agregar a fondos a remitir, bienes de europeos emigrados, en depósito. (AA, T 23, pág. 405).
g. El Cabildo de Montevideo, por decisión del 23/5/1815, resuelve que todo europeo que debiera dejar la ciudad por grado o fuerza, teniendo mujer e hijos, le dejen la tercera parte de sus bienes para alimentarse, dejando por el saldo un pagaré. Sujeto a confirmación de Artigas. (AA, T 23 pág. 414). Por su parte, el 24/6/1815, el Cabildo Gobernador cita a extranjeros y americanos a presentarse en la plaza el día 25 por la mañana. (AA, T .24, pág. 12)
h. Carta de Artigas al Cabildo de Montevideo de 8/7/1815. Aparte de reflexiones de variado tema y tono, vinculadas con operaciones de retiro de europeos que vivían en Mdeo. a Bs As protegidos por el propio Cabildo a quien hace responsable, reitera el cierre debido del puerto. Interesa destacar que pide se publique un Bando con dos artículos: 1) todo extranjero que después de la toma de la plaza hubiera salido de ella, si en el término perentorio de un mes no regrese a poseer los intereses, que tenga dentro o fuera, todos serán decomisados y aplicados a fondos públicos. 2) aplica igual normativa a los americanos, salvo el plazo que es de dos meses. (AA, T. 21, pág. 42-43).
i. A Rivera le escribe días después, y con estilo especial le indica “procure que los europeos que salgan sean los Godos y los que han sido más asérrimos”. (AA, T. 21, pág. 45).
j. El Cabildo de Maldonado, con fecha 7/7/1815, en la parte esencial determina algunos principios de correcta aplicación, en el sentido de no distinguir españoles y americanos, y prohibiendo la justicia por mano propia. (AA, T. 23 pág. 457).
k. Una curiosidad: El Cabildo Gobernador, a la CPE le ordena vender 259 pieles de lobo, de propietarios extranjeros. 28/8/2015. (AA, T 23 pág. 479)
l. El Cabildo de Montevideo desaloja de la vivienda a la “farsanta Trinidad Guevara, entregando la misma al Encargado del Resguardo”. Se trataba de una casa pública, según la nota. (AA, T 23 pág. 481).
m. Artigas al Cabildo de Montevideo con fecha 4/8/1815, “es de necesidad salgan de esa plaza, y sus Extramuros, todos aquellos europeos que en tiempos de nuestros afanes, manifestaron dentro de ella, su obstinada resistencia”. Y pide los dirijan a su cuartel. Materia relevante de este estudio es la preocupación que plantea sobre la campaña. Pide un Bando general para que los hacendados poblasen y ordenasen sus estancias, por sí o por capataces, reedificando sus posesiones, sujetando sus haciendas a rodeos, marcando y poniendo todo en orden. Fija plazo de dos meses y advierte sobre él incumpliendo que las tierras irán a brazos útiles. Vale decir anuncia la confiscación.
n. El 14/8/1815, en carta de Francisco Juanicó a José Batlle, afirma que Artigas “se declaró que serían confiscados todos los bienes de los vecinos que subsistieren ausentes, hasta el último día del mes de diciembre de 1814. Sea con o sin licencia. (AA, T 28 pág. 172).
o. En agosto de 1815, sin fecha, el Cabildo comenta el extrañamiento de 32 europeos, fijado para el 17 del mes. (AA T 21 pág. 86).
p. En el mes de octubre, el día 30, Artigas escribe a Gabriel A Pereyra, señalando que ha dado órdenes a quienes se ocupan de la testamentaria de Zamora, para determinar si está entre los bienes de extranjería.
De todo lo expuesto surgen algunas conclusiones que es menester analizar. La actitud de Artigas, en época próxima al Reglamento, es siempre moderada. Calma al Cabildo, trata de manejar la conducta de Otorgués, intenta apurar el tranco. Es difícil hacer todo a la vez, gobernar, proyectar, juzgar, sofrenar impulsos. Resulta claro que Otorgués actúa al margen de principios elementales de protección de los derechos humanos. Actúa por impulso de brutal ferocidad, en medio de repartos de tierras, que hace a algún pobre pero privilegiando a ricos de entidad. ¿Sería pura actitud ingenua? Y Artigas no lo trata con dureza. Lo cambia de posición, y él se plantea nuevas inquietudes.
En ese contexto llegan los días de la preparación del Reglamento. Su origen es derivado de dos reuniones ,una del Cabildo, la otra de la Junta de Hacendados. Vamos a verlas. Y a partir de ellas a llegar al texto en cuestión.
[continuará]