Rivera

ECONOMÍA

Decima nota de la serie que aborda el antiquísimo fenómeno humano de la propiedad de la tierra. En esta entrega se revisa el período inicial de nuestra vida independiente y la figura de Don Fructuoso Rivera.

Por Luis Muxí

Algunos antecedentes conceptuales.

La primera presidencia constitucional tuvo que enfrentar durante todo su periodo, la cuestión de resolver o simplemente intentar presentar alternativas, dirigidas a estabilizar y establecer políticas de largo aliento, que permitieran mitigar las escabrosas relaciones entre los hombres y la tierra. Las cuestiones que se debatieron al respecto durante el gobierno de Rivera fueron de verdad trascendentes, y las soluciones, a nuestro juicio, creativas y de inclinación popular. De forma diversa a la que la historia le ha atribuido, y de las cuales no han merecido, a nuestro juicio, un análisis profundo e imparcial.

Al final fueron tantas las dificultades a las cuales referiremos, que las acciones concretas del ejercicio del novel poder, se terminaron resumiendo en seguir poniendo media suela y taco (sin pausas y con prisas), al complejo entramado, que no permitía percibir y aplicar soluciones viables a la luz de la situación real, que no habían sido resueltas en etapas previas inmediatas ni la dominación portuguesa, ni el episodio provincial bajo el difícil y confuso tiempo argentino.

 Estas etapas próximas y anteriores a 1830 señaladas se acumulan sin solución de continuidad, a los orígenes más remotos del tema tierras de origen hispánico, a los cuales hemos referido.

El conjunto completo del proceso y lo que habrá de seguir, parte básicamente de una circunstancia singular que solo había contribuido a confundir, complejizar y esencialmente judicializar, la compleja y difícilmente accesible redención del conflicto entre propietarios viejos y nuevos, entre poseedores de variado tipo incluidos los legatarios artiguistas y de toda la suerte de aspirantes a estanciero, fuera en origen comerciante, especulador, prestamista, cabildante viejo, jefe de milicias, peón levantisco, cura o barbero. El antiguo legado de una disputa finisecular, que alumbra el proceso desde que la tierra y el ganado adquieren valor en el paisaje oriental, va a tener importancia y peso durante dilatado lapso en todas sus etapas cronológicas principales. Se exhibe, además, desordenado y fuera de madre, por la influencia negativa de la multitud de orígenes de propiedad de pretendidas legitimaciones que hemos ido señalando a través de esta serie de notas. Y que llegaban a 30.

La Jura de la Constitución. La situacion del pais.

Isidoro de Maria retrató para siempre los detalles de lo sucedido aquel 18 de julio en el Cabildo. Los Blanes (Juan Manuel y Pedro) cada uno, a su estilo y forma, le dieron dimensión, alegría y color a la circunstancia, resaltando la presencia prevalente de un pueblo gozoso en el marco de muchas banderas orientales, rodeadas a su vez por la inglesa, la argentina y la brasileña, o sea las que representaban, a gusto o disgusto, las fuerzas que habían intervenido e incidido en la definición final. Y que seguirían siendo, monumento o lápida, de los días venideros. Como dijo Zorrilla en la Rabida, (evocando a Colón) de la bandera oriental que hacen flamear los Blanes, era “por fin como luz entre la luz, como si su azul fuera un azul recién creado”. Un dia de fiesta pasajero en la tregua, lejos de desavenencias y consagrado a la ilusión y la fantasía, con tedeum en la Catedral y juramento de fidelidad que con unción formalizan desde el gobernador JA Lavalleja hasta los jefes militares y el Cura Vicario. La Revista Nacional (Sermón de la Jura de la Constitución, Año I, numero 7 pag 5 a 18) rescata el discurso completo del Presbistero José Benito Lamas, a quien le tocó presidir la augusta ceremonia en la Matriz, bajo la invocación de Dios y de la justicia “perpetua e inmortal”. Se había creado un estado unitario, republicano y confesional. Pero que llevaba en sus entrañas los frágiles síntomas que anticipaban todas las dificultades que el siglo XIX recogió en tormentas de pasión, confusión de identidades y enfrentamientos sangrientos.  

El pais habia vivido desde el lejano año 1811, muchas y negativas vicisitudes. El proceso lo habia devastado, afectado y empobrecido. No le había permitido levantar la cabeza ni para pensar ni discutir algo diferente a la guerra.  Las diversas situaciones antes vividas, asi como las diferencias manifiestas derivadas de las inclinaciones personales de los jefes orientales habian creado, en azaroso proceso, nuevas amistades, pero otros hechos y el crecimiento de las grietas interpersonales, habian sepultado muchas otras. Habían creado facciones producto de uniones que eran fruto de afinidades con origen en compatibilidades personales (sino ideológicas al menos con algunas toscas lineas  argumentales) que se definían en forma preferente, por cercanías o lejanías espirituales con nuestros vecinos, por adhesiones de mayor o menor grado a los tiempos lusitanos y porteños, a los caudillos nacionales o regionales reinantes, a los recuerdos que iban desdibujando suavemente la histórica vigencia del gral Artigas, y en general todas las circunstancias que promueven acuerdos, pactos, lineas políticas y actitudes propias de toda organización humana. No habia una estructura ni en la forma ni en la sustancia, que fuera significativa en el Estado para asegurar cierta estabilidad, y privaba un orden económico que nada saludable podía ofrecer.

No habia tampoco planes, ni programas ni objetivos. O al menos no se conocían y es seguro que no quedaron rastros visibles de formas de pensar o encarar el gobierno del país. Las confusiones aún respecto de la propia independencia era la máscara de la vulnerabilidad más ostensible.  No hay tampoco documentos aclaratorios de discusiones de fondo, ni oposiciones significativas, salvo las registradas en la Constituyente, y algún desacuerdo de los militares por normas que los afectaban, que se recogen en particular impreso de época (Representación a la H.A del Estado Oriental, por los gefes militares sobre modificaciones de un artículo constitucional con notas. “Montevideo Imprenta del Nacional 1830, 36 fojas y un apendice de 4”).  Eran autores y firmantes Rivera, Lavalleja, Garzón, Lenguas, Bernabé Rivera, Freire, Reyes, Brito del Pino, y otros completando 32 disgustados militares que habían sido principales jefes de las luchas de la Independencia. La preocupación principal centraba en la negativa del acceso a la función legislativa que fijaba para ellos el Art 25. El historiador Bauza reconoce al texto como un primer comentario sobre la Carta Magna, quien a su vez no comparte la norma. La queja fue objetada para su ingreso para ser considerada por la Constituyente, quien entendió no correspondía pronunciarse al respecto, según lo entendieron Barreiro, Masini, Urtubey, Gadea y Diago. Santiago Vazquez habría compartido la posición militar. Los generales, encarpetada que fue la moción, y desairados al no ser escuchados, la imprimieron para la posteridad. Así lo resume (Rememoraciones Centenarias, Gestación y Jura de la Constitución, “Vicente Caputti, pág. 112 y siguientes) señalando “y en resumen el art 25 recibió amplia sanción, pasando a ser un manantial de trastornos y odiosidades inextinguibles” (o. Cit pag 112). Es fácil deducir la diferente actitud doctoral y militar sobre este y otros temas, todo lo que determina que el interés principal de los constituyentes discurría sobre otros tópicos, más teóricos y mas visiblemente vinculados a posiciones filosóficas de carácter jurídico y de preferencia liberal.

Todas las reflexiones de la sociedad giraban entonces en torno a lo político y lo militar, con escaso o nulo interés en discutir criterios económicos, la creación de estructuras presupuestales útiles, fijar tipos y forma de tributos y pensar en organizar el país. Y debe destacarse, que la omisión fue grande y sonora respecto de las ideas artiguistas, en largo y meditado olvido, en cuanto no conciliaba en ningún sentido teórico con las soluciones logradas.

Todo se fue haciendo, como en los años anteriores (que anteceden desde el 26 al 29), durante la cual tuvo lugar alguna línea orientadora, pero al mero golpe del balde y alejada de cualquier intento de explicación o discusión de señalado interés. Pese a que los temas que seguían distanciando posiciones en lo interior y exterior, eran los mismos que no habían tenido ni tendrían por un tiempo soluciones viables. El país carecía de límites, los vínculos con Argentina y Brasil habían consagrado soluciones pactadas respecto de la seguridad y defensa del país, y la ratificación y posterior determinación normativa todavía lucia ausente. A lo que se agrega la falta de claridad plena para entender la independencia, cuando aún muchos seguían vinculados de forma estrecha con liderazgos, ideas y formas de vida de los vecinos, en especial del litoral argentino y de Río Grande.

En cualquier caso, estaban muy próximas en tiempo y espacio las desavenencias personales, los pequeños y grandes odios, todas ellas diferencias insalvables y obviamente el legitimo sentimiento de lograr la cuota de poder a la cual se pretendía llegar.  Los tiempos previos, incluida la actitud dictatorial de Lavalleja en el 27, la persecución de Rivera y la conquista de Misiones en el 28, las luchas sobre la dirección de las fuerzas armadas, y en especial el retiro de las tropas desde tierra brasileña, iban a seguir marcando agendas con muchos sinsabores. A lo cual se suma la Convención Preliminar de Paz, y las angustias con la cual esta marca los primeros gobiernos. Aparte de la falta de límites y la discusión de la vigencia de la normativa de la Convención sobrevivían los mismos problemas de la tierra, fuera en la búsqueda incesante de paz para la campaña como en la debida organización de la tierra. Unas y otras seguían tan vivas y palpitantes como en épocas de Artigas, para quien habían sido preocupacion principal.

El día 1/2/1830, pocos meses antes de la votación y designación de Rivera por amplio margen, que acreditaba la popularidad del Caudillo, ejerciendo el Ministerio de Hacienda provisional don Lucas José Obes, el Contador general del Estado Don Francisco Magariños, asistido por Manuel Reissig, presentaba los gastos del año 1829, vale decir ponían a consideración algo similar a lo que sería la última Rendición de Cuentas de la vieja Provincia Oriental, previo al periodo constitucional. (Estado General comprobado del Producto de las rentas y su inversión. “Montevideo, Imprenta del Universal 1830, sin folios numerados. Original).

El resumen del erario general del país que llamaba el texto: “Oriental del Uruguay” arroja un gasto del orden de $ 938809, con ingresos registrados inferiores, lo que arroja un valor de $ 784948. O sea, un déficit de $ 153861. Que equivale a un porcentaje sobre gastos corrientes del orden de 17%. Digamos de paso, inferior al deficit medido en valores corrientes al Presupuesto aprobado para el periodo que empieza en 2021.

En aquella época no se conocía ni usaba en nuestro país el criterio del PBI en la forma en la cual hoy se mide y analiza, razón por la cual la cuestión era que al gobierno entrante le faltaban $ 17 de cada $ 100 que requería, amén de la deuda que no se reflejaba, salvo el costo de los intereses que se debían servir. Hoy al país le faltan con un deficit del orden del 6% del PBI unos $ 24 cada cien aproximadamente.  En aquel momento la solución práctica fue que no se pagaron ciertas deudas a sus vencimientos por falta de fondos, incluyendo además en su cuantía, el valor de lo que corrrespondia a los documentos no vencidos a esa fecha.

La mitad del gasto público corresponde al Ministerio de la Guerra por valor de $ 492.157. A lo que se suman $ 101345, de créditos a vencer por motivos también que tienen origen militar. Total $ 593.502. Es decir, el 64% del gasto publico lo llevaba la Guerra y el mantenimiento de la seguridad. Porque vendrá al caso mas adelante, nos referimos especialmente al numeral 3º que refiere a la Cuenta Corriente de Premios de Letras y Monedas. Hay allí ingresos por valor de $ 2494,4 resultado de deudas del estado por pagares emitidos por Colecturia, y debidamente aceptados por comerciantes. El contra valor del pago correspondiente, son salidas por igual monto, y resulta del pago de intereses por préstamos recibidos de particulares, entre los que destaca especialmente la casa Bertran Le Bretón y Cia, sociedad extranjera, acreedora por valor de $ 15600, quien recibía por intereses $ 423. Que a su vez representa el 38% de los intereses pagados y a grandes rasgos igual porcentaje de la deuda. Todo lo cual viene a cuento con relación a la existencia de una corriente de interpretación histórica que plantea el negocio injusto y ruinoso que los gobiernos, en especial el de Rivera, habrían urdido a juicio de esa corriente de pensamiento, un conjunto de prestamistas del Estado que habrían estado íntimamente vinculados a los personeros del poder. Esa teoría del uso indebido del poder, funcional a interpretaciones de corte marxistas, no luce comprobado en las cifras oficiales disponibles. Volveremos sobre ellos, para comprobar o no los asertos de las imputaciones que diremos, que insinuaban una clara relación entre los modos de adquirir tierras y los préstamos al gobierno, incluidos en el análisis los documentos derivados de la auditoría de la gestión del gobierno de Rivera que insumio tiempo y fatiga en el trabajo de las Cámaras durante el periodo de gobierno de Oribe, para desacreditar al general Rivera. Pretensión que a la larga exageró el capítulo para que como papagayos lo repitiesen a todo tiempo historiadores de mayor o menor nivel de conocimiento y estudio.

En especial porque esa tendencia histórica marxista crea, con inéditos argumentos y clara intencionalidad, una suerte de relación de insoportable tensión intelectual, entre los fenómenos de la tierra durante la Presidencia Rivera y las soluciones planteadas a su respecto, con los movimientos asociados de la eventual especulación financiera.

 Pudieron existir. Y pudo haber influencias indebidas y parciales del poder. Desgraciadamente es normal ver la influencia del poder y de sus apoderados. Pero no para juzgar en este caso con sobresaliente, el álbum de figuritas de la tradicional tesis-antítesis marxista, en el nivel mínimo de decoro que es dable exigir.  Más bien el ataque va simplemente hacia la destruccion de gestiones, conductas y actitudes políticas de destacadas figuras de la administración Rivera. Asociación de ideas que también arrasaba con las relaciones de varios miembros durante la época lusitana.

Por supuesto con olvido triste e inexcusable de la base inevitable a la cual deberían ocurrir: no se percibe donde asoma el axioma de la contradicción de clases, ni tampoco la forma de desarrollo que debía asumir la dialéctica, ni quienes eran esas clases, ni que disputaban ni para donde querían llevar la sociedad. Al final va a resultar solamente una intentona poco sutil para exterminar ideas y soluciones, empañando de manera desgraciada ideas de verdad significativas, y en especial soluciones que en rigor sostuvieron o intentaron sostener la armonía del conjunto de la sociedad. Y digamos de paso que fue el instrumento del logro de la paz social. Hecho que ha pasado debidamente inadvertido para muchos historiadores con honrosas excepciones. Y todo pese a los inconvenientes que debió soportar Rivera, de los cuales tampoco se hace mayor referencia. Para ir minando paso a paso en el tiempo aquella figura consular, bastaban dos o tres grandes prejuicios, como el tema de los charruas y el desorden administrativo. Ambas cosas sucedieron, salvo que se deben ubicar en razonable contexto.

Sea dicho todo esto sin perjuicio de reconocer que el primer presidente, si bien tenía un concepto amplio de la delegación de atribuciones, tenía a la vez una clara inclinación a la acción militar y de paso a la vida de campaña. Al aire libre, con sus paisanos, con sus amores, con la sierra lejana y con todos sus riesgos. Por eso fue, como diremos, una Presidencia inestable, atacada desde todos los ángulos y a quien nadie le dio posibilidad alguna de hacer lo que había pretendido. Aún en la humildad de los objetivos trazados.  Pese a lo cual le preocupó muy especialmente el tema límites (que aparece en las misiones diplomáticas, y muy especialmente en la misión de FJ Muñoz a Bolivia) el tema recurrente de la presión argentina por tierras (que recibió una memorable contestación de Lucas Obes que enaltece el honor nacional)  y el combate a los charruas, hoy visualizado como la actitud manifiesta de destrozar a la raza, y entonces como veremos, clara y expresa necesidad y clamor de todos los partidos, de todos los hacendados y gentes afectadas por la acción de los mismos (veremos también quien estaba de cada lado ). Y digamos al final, el esfuerzo que realiza en materia de tierras. Con una política clara que ya había cumplido en los acuerdos con Lecor y que seguía manteniendo ahora en la defensa de los poseedores y en contra de los viejos propietarios.  Esta posición que solo es de Rivera destacable en esas etapas es la que mantiene el orden y la armonía de la campaña. Dicho sin mengua de carecer de la seguridad jurídica propiamente dicha. El trabajo no fue completo, ni cuando el pacto en la época de los portugueses como incluso en su propio gobierno. Pese a que las soluciones del gobierno se encontraron con otras dificultades en simultanea. Especialmente el estado desastroso de la situación económica, y las continuas revueltas que soportó el gobierno.

El deficit del cual hoy hablamos, de $ 153861 se desarrolla en el numeral 8º del texto, destacando todos los pagos no realizados en fecha, sea por rescate de esclavos para ir a la guerra (47 casos), los pendientes de pago a diputados, militares, civiles, abastecedores y prestamistas. A estos últimos que constituían un grupo de acreedores por vituallas al ejercito se les debía $38729.  

Finalmente corresponde destacar respecto del objeto de este trabajo, que no registra el Presupuesto elemento alguno referido al tema tierras, ni a formas de composición, rentas, ni por ningun otro concepto. No había sido un gasto de interés ni de relevancia en la época anterior a la Constitucion. Como iremos desarrollando en la nota, la política de tierras tenía antecedentes en la época provincial y tenia en especial un orientador de probado talento en don Lucas J Obes (como Fiscal) que se había entonces expedido en una multicitada vista, que desentierra y aplica después en la época del gobierno de Rivera. Personaje atacado con saña por la historiografia marxista, y a quien sin pruebas claras se atribuye exclusivamente todas las responsabilidades. Esa no fue la historia de las cosas. Mucho se podrá discutir salvo que Obes fue un político de talento, de ideas, y de probada modernidad intelectual. Es una lástima que los opositores, miembros radicales de tribus convencidas no hayan tenido el mínimo decoro intelectual de analizar las cosas para ponerlas en su justo y debido término.

La historia contada en diversas versiones. La importancia dada al tema de la tierra.

De las primeras versiones recogemos la de (Apuntes para la historia de la Republica Oriental del Uruguay desde 1810 hasta 1859, “Antonio Diodoro de Pascual Paris 1864 2 tomos) quien destaca la situación de enfrentamiento entre Rivera y Lavalleja, y entre otros, da cuenta de la decisión radicalmente subversiva del General Garzón el 11 de julio de 1832 cuando resolvió ante sí nada más y nada menos que el cese de la autoridad del Vicepresidente de la Rca, (que actuaba en ausencia de Rivera)  asumió la dirección de la administración en forma personal, y declaró que mediante bando se establecería que JA Lavalleja era la única autoridad militar  que reconocía la fuerza armada.  En pocas palabras un golpista apoyado por Lavalleja. (O cit pag 98. T II). A su vez, Lavalleja en un bando de 16/7/32 se auto asume como Restaurador para reinvindicar y acabar con “la sombra de un poder aborrecido”.

Lavalleja es el primer y principal distorsionador del equilibrio interno. Por tres veces provoca revoluciones, relacionadas con argentinos (Olazabal) y tropas brasileñas que lo apoyan. Lo que sucede en los años 1832, 1833 y 1834. La primera la empieza con apoyo de Río Grande. Antes en el 31/32 había dedicado su actividad a sofocar a los charruas. (Mi historia uruguaya El Observador pag 89). En todas ellas Rivera se impuso con las armas. Pero el tiempo fue escaso para crear. La actitud de a Lavalleja era imposible de calmar. En especial porque debe mencionarse, además, que Rivera tuvo actitudes muy duras para quien se levantaba contra la autoridad constituida, en especial en temas de embargos y afectaciones de bienes.

Pivel Devoto, en su (Historia de la ROU) si bien señala la política de tierras sin profundizar en las mismas, reconoce las virtudes de Obes; y condena la actitud de Oribe en relación con el plan Muñoz, que veremos más adelante (o.cit pag 72 y sets) sin embargo no otorga ni da mayor énfasis a las revueltas de Lavalleja. Carlos Machado (Historia de los Orientales) nada dice sobre el particular. Pero es claro que no tiene preferencia alguna ni respeto por Rivera. Si hay quien pone el acento justo en la temática en análisis es Eduardo Acevedo (Anales Históricos del Uruguay pag 381 y siguientes T i).

Lavalleja tuvo al país en jaque las dos terceras partes del gobierno, dice Acevedo, aduciendo cáusales que se repetían de revuelta en revuelta. Es decir, la lucha era solo por el poder. Lo demás carecía de relevancia. En la primera destaca Acevedo, Rivera anda entre otros menesteres, planeando la solución a los grandes problemas que dejaba la Convención de Paz y dedicando su esfuerzo a la lucha con los indios. Después Lavalleja hizo gala de gran preocupación de las confiscaciones de tierras, de la sangre derramada, y del derroche financiero. Señala “fue Lavalleja quien provocó a mano armada el cambio de rumbos y con ella el fracaso de la primera presidencia”. Destacando que, a pesar de sus vicios, tenia presagios de grandes éxitos. El autor considera inexcusables las revoluciones de Lavalleja, que detuvo un movimiento de desarrollo, el cual incluía la construcción del puerto de Montevideo, el saneamiento de la moneda, arrendamiento de bienes públicos en una inmensa zona, difusión de la enseñanza primaria, fomento de la inmigración y defensa de la integridad territorial. En especial cuando los vecinos vivan en zozobra permanente, en lugar de apoyar el desarrollo de un modelo útil a la identidad nacional, la enfrasco en luchas innecesarias motivadas por cuestiones personales.

Todo lo cual dice Acevedo, “echaron sobre el país montañas de deudas y cargas tributarias aplastantes, que sacrificaron la tierra pública, y que convirtieron al país en ciego instrumento de los gobiernos vecinos. Todo lo cual afectó sensiblemente el periodo que trae después las actitudes de Rosas y del Brasil.

En la próxima nota ingresamos en el análisis de la política de tierras. Y en sus consecuencias.