ENSAYO

Por Mariela Michel

En esta escena del film La Familia (1987) dirigida por Ettore Scola sufrimos intensamente, junto a Paolino, el niño que la protagoniza y que, repentinamente, se vuelve un ícono de la tremenda angustia que produce la pérdida del reflejo que nuestra existencia produce en las personas con las que convivimos cotidianamente. Al inicio de la escena, su tío lo había invitado a un divertido juego infantil. Paolino se había entusiasmado. Apenas comenzado el juego vemos a su tío Nicola, aún más entusiasmado, que busca al niño con progresivo ahínco, mientras involucra a otros familiares presentes en el living familiar: “a ver si me ayudas a encontrar a Paolino”, “oye, ¿no has visto a Paolino por aquí? A pesar de que solo transcurren unos minutos, el tiempo subjetivo para quien mira la escena se prolonga excesivamente, y resulta casi insoportable escuchar la desesperación creciente del niño: “estoy aquí, tío, estoy aquí”. A pesar de sus gritos atenuados por su vocecita infantil, él solo logra darse una y otra vez de bruces con la espalda de su tío que finge buscarlo afanosamente por todos los rincones, por detrás de la cortina, debajo de los muebles, mientras simula no verlo, ni escucharlo, ni sentir los tirones en su ropa. Cuando sus padres escuchan el llanto desgarrador, el tío Nicola se justifica y se disculpa, en el sentido literal de deslindar su culpa o responsabilidad, mientras dice que estaban jugando.  Lo que más impacta de la escena es la disolución de la frontera entre una simple actividad social, familiar, divertida, y un acto hostil que produce la muerte social de una persona. Se ve claramente que, si un grupo deja de reconocer la presencia, la voz y la expresión de una persona, esa persona y su discurso dejan de existir socialmente. De modo más elocuente que cualquier tratado de psicología o sociología, en el film ‘vemos’ desplegarse un argumento (visual) convincente que muestra que nuestra existencia es profundamente social y que vivimos siempre inmersos, incrustados, en una red de relaciones de las cuales nuestra identidad emerge (J.L. Moreno; V. Colapietro). Los psicólogos sabemos que el reflejo que produce el espejo (J. Lacan) que son los otros es la única forma de tener una identidad propia. Agrego la palabra ‘propia’, a pesar de que puede parecer redundante.  La identidad, eso que es más nuestro, nos es accesible a través de los signos que surgen en los continuos intercambios con el entorno social. Y de pronto, Paolino sintió en su cuerpo el enorme vacío de no ser nadie, y por eso se desplomó llorando sobre el piso en medio de una muy poblada reunión familiar, hasta que sus padres salieron de su distracción, para devolverle una mirada que lo trajo nuevamente a la vida.

El sociólogo Orlando Patterson propuso en 1982 el concepto de ‘muerte social’ asociado a la esclavitud. Recientemente, en un artículo del año 2021 (Social death in patients: Concept analysis with an evolutionary approach), el concepto fue estudiado en el campo de la medicina, y se describieron posibles asociaciones con enfermedades crónicas como el cáncer.  El buen cine ha logrado proporcionarnos ejemplos que le dan razón al proverbio “una imagen puede más que mil palabras”, pero también es cierto que son necesarias “mil palabras” para desmenuzar y extraer la sustancia a las imágenes potentes y sucintas. También son esenciales las palabras para intentar entender aspectos complejos muy difíciles de analizar en épocas tan complejas como las que estamos viviendo actualmente. 

Propongo aquí que la escena descrita arriba resulta especialmente útil para poder discriminar o para volver a delinear el límite que hoy aparece difuso entre mensajes mediáticos realizados de modo amable, dentro del clima de una distendida reunión familiar, y un violento decreto de muerte social que afecta a todo un sector de la población. Se trata de una población que está decidida a seguir gritando a través de parlantes asordinados, personas ya maduras que deben contemplar las espaldas de los adultos ‘referentes’ que, en este caso, son quienes desde elevadas plataformas mediáticas aparecen ante la sociedad como los portadores de la única realidad existente. Se trata de una forma de censura que se presenta casi como un juego de escondidas, en el cual un sector de la población nunca es encontrado por los medios de comunicación. Sin embargo, no se trata de censura explícita, no hay agresión, ni hay enemigos declarados. Esta práctica es peor que lo que actualmente se considera discriminación, porque quienes son considerados “personas discriminadas” por los medios de comunicación, encuentran en éstos un amplio espacio para su expresión libre y reivindicativa. Se trata de un golpe fatal que decreta la muerte social de algunos integrantes de la sociedad, de personas que, en muchos casos, ocupan posiciones sociales que deberían ser el salvoconducto para acceder a las plataformas mediáticas en beneficio de toda la comunidad, y para ser escuchadas con atención en función de su experiencia profesional concreta. También se decretó la muerte social de muchas personas comunes, que deberíamos tener un lugar en los medios siempre accesible para representar al ciudadano, por el solo hecho de serlo.  Voy a presentar aquí un ejemplo, que considero elocuente sobre una práctica mediática que bien podríamos llamar ‘la censura del tío Nicola’. 

Inicio de la escena: El ingenuo Paolino se para en el centro del espacio social

¿Quién es Paolino en el ejemplo que propongo aquí? Este caso es solo un ejemplo, hay muchos otros que podrían haber sido elegidos e incluso muchos que desconozco, por el hecho mismo de haber sufrido el tipo de censura asordinada. De todos modos, por mi sesgo profesional, me correspondió seguir de cerca las observaciones de pediatras, psiquiatras infantiles, psicólogos, y otros profesionales relacionados con niños y adolescentes durante estos dos últimos años. 

Desde el inicio de la emergencia sanitaria, un grupo de pediatras y psiquiatras infantiles que trabajan en el Centro Hospitalario Pereira Rossell (CHPR) se encargaron de transmitir lo que Paolino estaba intentando decir.  A los 90 días de declarada la emergencia sanitaria, ellos publicaron en Archivos de Psiquiatría del Uruguay el resultado de sus observaciones en el contexto hospitalario que los llevó a describir el fenómeno que llamaron una “parapandemia en pediatría”. Destaco la siguiente afirmación, que resume un argumento central que destaca la desproporción entre las medidas sanitarias y el nivel de riesgo que buscaban evitar: 

“Las medidas de salud pública han generado daños colaterales. Este fenómeno, denominado “parapandemia”, ha perjudicado especialmente a nuestros niños, limitando sus controles en salud, derechos educativos, vulnerando necesidades básicas para su desarrollo, como la socialización y el aprendizaje, contemplados en la Convención de los Derechos del Niño. Algunos autores han expresado: ‘Los niños sufren perversamente en beneficio de los adultos’.”

Luego de esta publicación de la observación de una parapandemia, que en realidad fue la única pandemia, ya que los niños nunca fueron seriamente afectados por esa enfermedad, podemos asegurar que las cifras que recientemente se dieron a conocer sobre el aumento de suicidios en poblaciones jóvenes fueron la punta del iceberg de un sufrimiento de incalculables dimensiones que puede bien ser descrito como la crónica de una tragedia largamente anunciada. 

La desproporción entre las medidas que han afectado seriamente a niños y adolescentes fue señalada por algunos profesionales especializados en niños y adolescentes durante el período de la pandemia, y sus declaraciones se dieron y se siguen chocando reiteradamente con las espaldas del tío Nicola.  

La voz de alerta emitida tempranamente desde el principal hospital pediátrico del país se escuchó en entrevistas puntuales en algunos medios de comunicación, sin que haya despertado repercusiones importantes durante estos dos años, y aún sigue sofocada hasta el día de hoy. En una entrevista en el programa Arriba Gente del 24 de agosto del 2020 uno de los autores del texto mencionado arriba, el Dr. Gustavo Giachetto, en su calidad de Profesor Grado 5 de la Clínica Pediátrica de Facultad de Medicina, amplió la información cuando se refirió a un estudio realizado con base en las consultas e internaciones en el Centro Hospitalario Pereira Rossell (CHPR), que fue llevado a cabo “para aportar evidencias para la construcción de políticas públicas”.  En la misma, Giachetto reafirmó las observaciones que sustentan la denominación de una “parapandemia”: el aumento de las consultas relacionadas con “trastornos psicosociales” que incluyen desde el punto de vista psicológico aumento de la ansiedad, depresión, alteración del patrón de sueño, conductas auto-lesivas, e internaciones por intentos de autoeliminación. Desde el punto de vista social, se registró una intensificación de la conflictiva intra-familiar, que se vio reflejada en un aumento de internaciones asociadas. Desde el punto de vista de la salud física, el sedentarismo, el incremento de horas de pantalla, las alteraciones en la alimentación se asocian a un aumento de la obesidad. Por otra parte, el retraso de los controles pediátricos y la disminución de las consultas y de la atención médica tuvo como efecto el agravamiento de muchas patologías físicas no-Covid. 

Es necesario mencionar que, en mayo de 2021, en otro programa de Arriba Gente, el Dr. Giachetto concurrió en representación de la Sociedad Uruguaya de Pediatría, para solicitar el retorno a la presencialidad en la educación. En este caso, el reclamo de los pediatras tuvo una repercusión en la decisión de la SUP para solicitar una modificación de las políticas públicas. Sin embargo, las medidas de distanciamiento, el uso del tapabocas, mantuvieron a la población infantil y adolescente afectada por el mensaje de que ellos eran potenciales transmisores de enfermedad, algo que nunca fue confirmado por las evidencias obtenidas en nuestro país.  

La falta de justificación científica de las medidas aplicadas a la población infantil fue reiterada, publicada e ignorada sistemáticamente. La advertencia sobre la desproporción entre el riesgo al que estaban expuestos y las medidas implementadas para evitarlo siguió manifestándose a través de las consultas registradas en el CHPR. 

Por un lado, desde el punto de vista de la salud mental, la tendencia que se manifestó al inicio de la “parapandemia” lamentablemente se mantuvo. En una entrevista en LaRed21, del 8 de julio, 2021, la Dra. Gabriela Garrido, directora de la Clínica de Psiquiatría Pediátrica de Facultad de Medicina, se refirió al elevado nivel de estrés que generado y al impacto que esto tuvo principalmente en grupos de niños y adolescentes que ya tenía problemáticas previas. Uno de los aspectos más preocupantes es el aumento de “todas las conductas del espectro suicida: ideación suicida” También es preocupante el grado en el que fueron afectados los adolescentes: 

“desde la experticia, desde lo profesional, les podemos decir que estamos viendo en la población adolescente las mayores afectaciones (…) los adolescentes que ya eran los que tenían las tasas de hospitalizaciones más altas, están teniendo hoy mayores hospitalizaciones por salud mental (…) los cuadros que llegan son más graves”.

La respuesta ausente del tío que no censura, pero tampoco ve

El costo en la salud mental, e incluso en la vida de los grupos que están bajo la responsabilidad de los adultos, ¿se justifica de alguna manera? Si hubiéramos escuchado esa pregunta en los medios de comunicación, probablemente también hubiéramos escuchado la respuesta que se desprende de los datos, pero que el tío Nicola no dio. La respuesta es un no rotundo. La respuesta surge de la evidencia. No se trata de la opinión de nadie, se trata de lo que lo que la evidencia muestra y los números claman. Esa sería la respuesta que hubiera reconocido la existencia de todos esos niños y adolescentes que, como Paolino, estaban gritando en el CHPR, y que siguen ignorados hasta hoy por una sociedad que les da la espalda.  

Varios estudios científicos han rebatido la afirmación inicial de que los niños serían posibles vectores de la enfermedad, y han reiterado que los niños y adolescentes son afectados de modo leve por la misma. Con respecto a los datos en nuestro país, recientemente, en el número 1 del año 2022, la Revista Chilena de Infectología fue publicado un estudio

realizado por un equipo integrado por Giachetto, Mauvezin, Pardo, Barrios, Dabezies,  Martinez y Mogdasy  que concluyó que: 

“La prevalencia e incidencia de la infección por SARS- CoV-2 en niños acompañan a la de adultos, y la mayoría cursó formas leves o asintomáticas, sin complicaciones. En esta serie, el valor de CT no fue diferente en niños sintomáticos y asintomáticos. El contacto estrecho intradomiciliario fue la principal fuente de infección.”

No obstante, este desbalance entre la levedad de la afectación y la gravedad de las consecuencias de las medidas para evitarla fue ignorado por los medios de comunicación, por los integrantes del GACH y por la Sociedad Uruguaya de Pediatría.  Desde el inicio de la pandemia que, al menos para los niños y adolescentes, solamente fue una pandemia de “trastornos psicosociales”, los dados estaban echados. Los psiquiatras y médicos pediatras, los psicólogos que trabajamos con niños y adolescentes, no podíamos no ver a Paolino angustiarse de tal modo que lo único que podía suceder era que terminara desplomado, llorando en el piso, en el mejor de los casos.  

También fue ignorada por la Sociedad Uruguaya de Pediatría (SUP) la recomendación del Comité de Farmacología que puede leerse en una nota de la sección salud de El País del día 24 de noviembre de 2021.  

“Actualmente Uruguay presenta una situación exitosa en el control de la misma, caracterizada por alta cobertura vacunal, baja circulación viral, con aparición de variantes virales que hay que monitorizar adecuadamente y sin sobrecarga del sistema de salud por esta enfermedad. Por tanto, no se considera oportuno ofrecer una vacuna aprobada para uso de emergencia de forma universal en menores de 12 años.” (9 de noviembre de 2021). 

En la misma nota, se informa que en este caso quien tomó parte en el juego del tío fue la comisión directiva de la SUP: “Como no hubo un pedido específico para que lo hicieran, la comisión directiva ‘simplemente ignoró’ lo que dijeron los expertos en farmacología”.

También fue desconocido un texto publicado en el Boletín Farmacológico   de julio, 2021, por el Comité de Farmacología y Terapéutica de la Sociedad Uruguaya de Pediatría, en el cual se advierte sobre el riesgo de miocarditis asociado a la vacunación.

El 26 de noviembre de 2021, el Dr. Giachetto, integrante del Comité de Farmacología y Terapéutica de la SUP, fue entrevistado nuevamente en el programa Arriba Gente, para conversar sobra vacunación infantil en su calidad de integrante de la Comisión Asesora de Vacunación. La entrevistadora señala que el Dr. Moratorio había mencionado anteriormente que el 40% de los casos son en niños. La respuesta del pediatra objetó que no se estaban teniendo en cuenta las cifras detalladas que fueron presentadas en la comisión: “¡Qué lástima que estos números no son los que están circulando!” Los datos mencionados en esta entrevista incluyeron los casos de síndrome inflamatorio multisistémico. Con respecto a este trastorno, Giachetto hizo referencia a un estudio representativo de la situación del país en el que se registraron 40 casos. Se trataba de una cifra baja de casos de los cuales “la mayoría tuvo una evolución satisfactoria”. Estamos aquí ante un dato empírico importante que también pasó desapercibido.   

El manejo parcial de la información, en el que se ignoran algunos datos fundamentales, que aquí llamo ‘la estrategia del tío Nicola, ocurrió nuevamente, cuando el entrevistado intentó referirse a las “consecuencias del manejo de la pandemia en niños y adolescentes”. Apenas había comenzado a enumerar las alarmantes consecuencias observadas desde junio de 2020, él fue interrumpido por la entrevistadora quien asumió de modo explícito el papel del tío Nicola: “Doctor, yo quiero hablar de esas consecuencias, pero antes, para ir atando cabos con el tema de la vacuna…” De más está decir que la discusión sobre los efectos de las medidas sanitarias tomadas quedó ese día en el tintero. 

En todos estos casos, Paolino representa las evidencias recogidas en estudios en el CHPR que han sido presentadas en los medios de comunicación de modo reiterado por Giachetto. Los datos fueron actualizados el día 4 de febrero de 2022, en el programa televisivo de Canal 5, El Living, y allí confirmó que en su mayoría fueron casos leves. Sin embargo, las cifras reales siguen siendo ignoradas, porque los números se presentan sin que se mencionen las precisiones correspondientes. En el caso de las cifras de hospitalizaciones, las cifras están “teñidas”. Aquí la entrevistadora pregunta: “¿de otras patologías?”:

“Claro, en el sentido de que a todos los pacientes que ingresan se les hace screening, hay pacientes que ingresan por enfermedad Covid y hay otros que no, pero se obtiene un test positivo en el curso de otra enfermedad. Hay estudios que indican que las cifras de internaciones están magnificadas, teñidas, sesgadas por el screening masivo”

A continuación, él menciona indicadores de severidad de la enfermedad, una variable medida en tasa de hospitalizaciones, ingreso a CTI y muerte. La palabra “leve” aparece nuevamente para menores de 18 años, aun cuando se incluye la variante Omicron, que según pediatras como el Dr. Galeana afectó a un mayor número de niños. 

La nuevonormalización del juego del tío 

Alguien podría preguntarse, ¿qué importancia tiene hoy el referirse a las consecuencias de medidas que ya no están aplicándose? Si todo ha quedado atrás, ¿no sería mejor mirar hacia el futuro? Por supuesto que entusiasma el pensar que ya todo ha quedado atrás, y que ahora solo resta ocuparse de las secuelas. Sin embargo, como en toda situación traumática, es imposible reparar sin reconocer antes el haber sufrido un trauma, sin conocer la naturaleza de la agresión, y sin que se identifique al agresor. Siempre es necesario recordar, repetir y reelaborar. Nuevamente, nos encontramos con el tío Nicola. Con respecto a los niños y a los adolescentes, es necesario que les digamos que los hemos agredido, que los hemos herido, que los hemos dañado y que estábamos equivocados. Que no son ellos los seres dañinos, que no son ellos la amenaza. Pero el tío Nicola no ve nada; el tío insiste en que deben ser vacunados una y otra vez. Luego de este período, toda vacuna les recordará que llevan el mal consigo y que deben combatirlo. 

En una entrevista en el programa radial No Toquen Nada, el pediatra Gabriel Peluffo, director de la Unidad de Inmunizaciones del MSP, juega de modo magistral el papel del tío, cuando es entrevistado sobre el tema “las vacunas después de la pandemia”.  Dos veces, Peluffo incurre en el acto de invisibilizar y desconocer planteos que implican legítimas dudas de todo aquel que debe tomar una difícil decisión, antes de vacunar a sus niños. El presentador introdujo el registro de una entrevista anterior con la finalidad de incluir los datos mencionados de modo reiterado por el Dr. Giachetto en otra edición de ese mismo programa, a la que concurrió también la Dra. María Moreno. Para ejemplificar la “diferencia de criterios”, se menciona que Giachetto había hecho hincapié en la levedad de los casos registrados: “esta no es una enfermedad grave de niños, y eso es así lo miremos con los números que lo miremos, lo miremos desde el Uruguay o desde el extranjero, yo creo que hay que ser bien claros, nosotros hemos hecho el seguimiento de los chicos hospitalizados”. Los datos empíricos fueron desconocidos de nuevo a través de respuestas poco claras, evasivas, que no incluían cifras contextualizadas obtenidas en estudios concretos. 

Más llamativa aún fue la respuesta o mejor dicho la no respuesta de Peluffo, cuando los locutores del programa intentaron preguntarle sobre la seguridad de las vacunas que se estaban promoviendo contra la gripe, en ese momento. Considero importante escuchar esta sección de la entrevista (a partir del minuto 11:15), porque es muy extraño el modo en que el entrevistado evade las reiteradas preguntas de los entrevistadores sobre la seguridad y eficacia de las vacunas contra la gripe. ¿Cuál es el perfil de seguridad? ¿Qué estudios de eficacia tienen atrás estas vacunas? ¿Y se actualizan los datos de eficacia de alguna manera? ¿Y la efectividad, se ha medido en algún año, por ejemplo, la vacuna contra la gripe para ver cómo funciona, no sé … en Uruguay? ¿La efectividad se ha medido? ¿Hay estudios con respecto a eso, qué pasa con la vacuna de la gripe?

Tras haber recurrido a múltiples formas de preguntar, y luego de que las interrogantes hubieran sido eludidas una y otra vez, la tenacidad de los locutores es premiada con la siguiente no respuesta: 

“Bueno, tendríamos que ver a ver si hay estudios, sobre todo en…en… Sí, hay estudios en… sí, estoy seguro de que hay estudios cuando tuvimos la epidemia de H1N1 que… ahí sí, de esos años sí hay estudios, pero no sabría decirte si esto es sistemáticamente hay estudios, pero bueno, lo podemos buscar, podemos tratar de….”

Sin embargo, el reclamo de estudios de parte de los entrevistadores fue ignorado. No podemos negar que ha sido decretado el cese de la emergencia sanitaria. Entramos así en la pospandemia, y nos queda observar cuáles fueron los elementos que han sido introducidos como parte de la tan anunciada Nueva Normalidad. Por ese motivo, en este momento, es fundamental reflexionar sobre el verdadero significado de la Nueva Normalidad, el que se irá asentando en nuestra vida cotidiana y afectándola. Vemos tapabocas que persisten en rostros infantiles y adolescentes, esos mismos adminículos que hasta hace muy poco tiempo ellos rechazaban con toda su vitalidad. Se ha instalado en la psiquis juvenil nuestro mensaje sobre el mal que llevan consigo, y que deben dejar encerrado en su interior, para que sólo los dañe a ellos. 

También observamos que los adultos ya no reclamamos por nuestros niños, ya nos resignamos a que nuestros reclamos cayeran en el más absoluto vacío. Así como Paolino se cansó de gritar “aquí estoy”, las ansiedades, las depresiones, las autolesiones, las muertes por suicidio se cansaron de pedir auxilio. Todos esos datos no fueron censurados de modo explícito. Esa información fue sistemáticamente ignorada durante cada día de los dos largos años de declarada pandemia. Por eso hoy, cuando escuchamos a un pediatra a cargo de la unidad de inmunizaciones hacer oídos sordos y la vista obesa ante esas completamente naturales preguntas sobre las vacunas a las que hoy se convoca a la población infantil, ya no reclamamos. Ahora, los adultos preocupados por el bienestar físico, mental y emocional de los niños estamos como Paolino tendidos sobre el piso, porque nos invade la resignación. 

Quizás nos ha vencido la falta de respuesta de los integrantes del GACH, de la Sociedad Uruguaya de Pediatría, del director de la Unidad de Inmunizaciones. Los mismos medios que obsequiaron canilla libre de micrófonos, cámaras a todos aquellos profesionales dispuestos a amplificar los mensajes atemorizantes relacionados con el Sars-cov2, juegan, es decir, hacen como si no vieran los datos que hablan de su salud y de su fortaleza.  La escena protagonizada por el pequeño Paolino, su tío Nicola, y el distraído entorno social y familiar se ha reiterado innumerables veces en los medios de comunicación. Quien ocupa siempre el rol de Paolino es todo aquel que intenta referirse a las inminentes graves consecuencias que las innecesarias medidas aplicadas causan en niños y adolescentes que no son afectados gravemente por esta enfermedad viral.  Esto es de enorme importancia aún hoy, porque si bien se ha dejado sin efecto el decreto de emergencia sanitaria, estamos entrando en el período de la ‘pospandemia’ con un tema que la sociedad sigue tratando como si fuera un secreto familiar. Lo que sucedió con los niños y adolescentes durante estos dos años no puede de ninguna manera pasar desapercibido y volverse una costumbre (nuevo) normal. Ya es hora de levantarse, ya es hora de romper el silencio, de decir que no estamos muertos socialmente, que no vamos a esperar que otros hagan esa tarea por nosotros. Porque corresponde a quienes nos preocupamos por los niños y adolescentes decirles que nacieron sin pecado, que no traen consigo ningún mal, y que todo lo que brota de sus emociones es producto del amor, desde que inspiraron su primera bocanada de aire, para abrazar la vida y a todos aquellos que los rodeaban.