ENSAYO

Por Aldo Mazzucchelli

¿Cuál es el gran problema, la gran debilidad, el gran Cero oculto de tan exhibido, que perjudica estratégicamente las mejores reflexiones de lo que, si uno prefiriese la haraganería al pensar, llamaría “la izquierda” (hag0 excepción aquí de las fulgurantes y valiosas reflexiones de Sandino Núñez, Alma Bolón; y creo que de pocos más hoy en Uruguay)? Se me ocurre que es cierta inflación que ha sufrido el concepto de “capitalismo”. El capitalismo ha venido a ser, en el imaginario de la izquierda local el gran Joker, que explica todo, el que permite salir al menos con un empate de todas las manos de baraja. Pero el Capitalismo (o el neoliberalismo, que es en este caso, a cualquier efecto concebible, lo mismo) se vuelve un problema cuando acumula tantos significados, de modo de hincharse de opacidad. 

La gente advertida nota (como lo formula Sandino), que “No solamente hemos naturalizado al capitalismo postulándolo como eterno y definitivo, sino que somos también arrastrados por algo que no es capitalismo en tanto modo de producción, sino por algo mucho más profundo, monstruoso y pulsional: el capital.” 

Pero “capital”, igual que “capitalismo”, sufre también el mentado problema de inflación. La inflación conceptual a la que me refiero hace que ambas cosas (el “modo de producción” y la acumulación de esa producción reificada en metafísica positividad) empiecen a fraguarse como una gigantesca masa de espuma, o grasa, que empieza a circular incluso por las venas, o a llenar el espacio interneuronal del que pretende pensar. La lógica de pensamiento exclusivamente negativo tiene eso: necesita hacer crecer aquello que considere ocupa el espacio de la positividad, hasta que, a medida que la crítica se hace mejor, a medida que diseca con más agudeza cada rulo y cada firulete de lo que es, se va quedando enfrentada progresivamente a la crítica de la experiencia vital entera. El “capitalismo” comienza ya a ser, aun en el mejor pensamiento de la izquierda, no ya el capitalismo, sino la experiencia vivida completa. Todo aquello que se puede experimentar, vivir, hacer, está contaminado de ese Otro Capitalneoliberalismo, el monstruo que todo lo traga, porque el pensar negativo es una aspiradora de energía que se cree infinita, y de astucia hecha de su propia capacidad elemental: dividir, y tragar. 

Pero es una aspiradora fallida, porque todo lo que traga sale inmediatamente de ella, completamente ileso. Feliz y campante, y despreocupado, ya va eliminando la capacidad de pensar y escribir. Dado que el juego ha sido jugado, y el pensamiento negativo ha ganado, la gente se dio cuenta y entendió que era un juego donde nadie iba a poder vivir luego. Nadie iba a ganar nada. Porque ganar comprensión, es ganar comprensión sobre algo que, después de todo, existe. Ahora, si el juego (y digo con dolor: el juego de pensar, el juego de la escritura, el juego de las oposiciones que pelean dialécticamente por algo mejor, es decir, al menos por calmar el malestar bien nacido) resulta en la transformación irrelevante de todo lo que es en un contrario que no existe ni puede existir nunca, el juego se carga la escritura y se carga el malestar. El malestar con lo que está mal deviene en hastío porque nada, nunca, puede estar bien. La gente huye de eso como de la peste, y la gente siempre tiene razón. Incluso cuando es “la runfla”, como dice con exceso de soberbia ante el Otro político un sandinita; o, como decía mejor Herrera, es la “chandra gubernativa”, esa doncella experiente en todas las variantes de la orgía. 

Hemos pensado. En el camino nos cargamos la escritura. En el camino nos cargamos las discusiones de ideas. En el camino nos cargamos la posibilidad de un mundo real mejor, criticable para hacer otro. Lo que hemos obtenido es una “izquierda” (que no es la de Sandino, que resiste heroicamente y casi solo a aplicar el “no” como mecanismo masturbatorio) que se ha convertido en el más extraordinario y eficaz garante del capitalismo, ahora si en serio, más destructivo e igualador para abajo que el mundo haya conocido. No. No todo es capitalismo, ni todo en el capitalismo es malo. 

Porque si todo en el capitalismo fuese malo, deberíamos concluir que todo el mundo, el 99% del mundo, o algo similar, es idiota. Y eso es, exactamente lo que concluye, siempre, el idiota que, a fin de no entender porque entender lo socava y lo disuelve, se atrinchera en el dogma y soluciona todos sus problemas mentales (y ninguno de los materiales) con el recurso al “capitalismo”. El capitalismo se dio cuenta. Financia el juego. Le da más dinero a quienes se dedican a “destruirlo” por la via de legitimar su realidad con cada una de las críticas perfectas que, en nombre de ninguna realidad positiva, le encajan. 

Y después de todo esto, nuestros progresistas de aquí se llegan a ofender y a malquistar con la sociedad porque “la izquierda” ha sido el régimen que más agudamente ha comparecido a la instalación del capitalismo neoliberal en Uruguay. Pero ¿cómo podría haber sido distinto? Eso no es casualidad: es la consecuencia estrictamente necesaria de un tipo de mentalidad que ha eliminado de su manual la dialéctica, para pasar a ejercer de negativo profesional. El casillero de la propuesta se lo deja a los menos lúcidos, a los “progresistas”. Y ellos lo ocupan. ¿Y con qué nos han venido? Manojos, carretillas de leyes, iniciativas, proyectos de ley, todos aprobados a yeso, y que consagraron de otras tantas maneras el negociado lamentable en que han convertido la defensa de los derechos. Defiende este negociado a quienes se aseguran así que circule el capital -precisamente- en eventos indescriptiblemente austeros en materia de ideas: congresos, encuentros, talleres, jornadas solidarias, cursos y cursículos, en todos los cuales aprenderemos lo que ya sabíamos, y nos confirmaremos en que somos la avanzada del pensar antisistémico, cuando en realidad somos el sistema caminando y alimentándose a sí mismo a partir de la desaparición del pensamiento real (que es una alternancia de polos) y la consagración del reinado del capital, ahora sí en serio: yo planifico, hago, y cobro. Conquisto mentes y almas, convenzo y digo cómo las cosas son. Y mi otro, se mueve como hamster ideológico en las rutinas de la negatividad, proclamando de nuevo de modos cada vez más refinados lo que nunca va a ser nada más que la impotencia de un no sin asidero en nada, porque es un no que no entiende, y se niega a entender, cómo es nuevo lo que es.

Es posible que la escritura haya desaparecido. Es posible que la estén reemplazando; para la política, los memes; para la metafísica, la tecnología. Si esto es así, la responsabilidad habrá que ponerla toda a los pies de esa izquierda que dejó de comprometerse con lo que es, para comprometerse con su ombligo, tan sesentayocho, tan capitalista tácita, y tan de salón. Los nuevos monjes se han quedado, como los viejos, sin dios.