PORTADA
Por Fernando Andacht
Desde el corazón pensante del mundo digital norteamericano, el expresidente Barack Obama habló de su preocupación por el actual estado de internet. Subió al estrado de la Stanford University el 21 de abril de 2022, y durante poco más de una hora expuso con vigor retórico los males tecnológicos que, advirtió, aquejarían la vida contemporánea. Considero su desempeño del principio al fin como la performance de un Garoto-Propaganda, ese nombre se usa en Brasil para describir las campañas publicitarias que consiguen que un actor o actriz quede indeleblemente identificado con una marca. Lo que paradójica e ideológicamente publicita con vigor Obama es imponer una restricción estatal de la libertad de expresión en las plataformas de internet como la necesaria y urgente vitamina para fortalecer la decaída democracia en su país.
Nace un Garoto-Propaganda o la seductora musicalización del ‘Yes We Can’


En Brasil, cuando la gente evoca la publicidad televisiva clásica, nunca falta la mención del “Garoto da Bombril”. Esa empresa de productos de limpieza para el hogar consiguió un record insólito en el cambiante y efímero mundo publicitario. Durante casi cuatro décadas – 1978-2016 – el actor Carlos Moreno apareció en todas las campañas de la marca Bombril. Así este célebre Garoto-Propaganda (de aquí en más G-P) logró conquistar un lugar privilegiado en el panteón de la cultura popular, como un personaje carismático e inolvidable lo cual, sin duda, contribuyó al posicionamiento de esa marca. De mi niñez, rescato al personaje de ‘Blanquita’ una actriz negra – Odilia Domínguez – que publicitaba el jabón Bão en la televisión uruguaya. En el presente, aturden la pantalla de ese medio varios conocidos presentadores de programas de entretenimiento en ese medio que aprovechan ese eufórico rol para alquilar sus sonrientes rostros a la publicidad de empresas financieras que ofrecen amargos préstamos.
Cabe preguntarse cuándo empezó la carrera del G-P norteamericano. Sin duda, el haber recibido en forma acelerada y anticipatoria el llamativo galardón del Premio Nobel por su desempeño futuro por la paz es un hito relevante. Pero ya antes hubo elementos que consolidaron la función publicitaria de Barack Hussein Obama (1961- ). No me refiero sólo a la campaña presidencial en internet que llevaron adelante los jóvenes voluntarios que lo apoyaron en 2008. Hubo un acontecimiento tan excepcional como la exitosa trayectoria del entonces joven político. En febrero de ese año, de modo independiente de la campaña electoral, el líder de la banda de hip hop Black Eyed Peas, will.i.am, creó un video musical exclusivamente en base al discurso más conocido del candidato presidencial, en el que usó el eslogan “Yes we can” (1). No sólo su imagen, sino que la filmación de varios momentos de aquella recordada alocución, son cantados o pronunciados textualmente por más de treinta celebridades, hombres y mujeres, músicos y actores en el video de will.i.am.



¿Qué nos dice este video viral que fue compartido más de 20 millones de veces? El político negro no habla simplemente; sus palabras son música para los oídos de estos jóvenes artistas y actores. Él encarna la renovación radical de un ámbito saturado de palabras vacías, de esos nada creíbles lugares comunes y huecos llamados promesas no cumplidas o incumplibles. En ese medio discursivo estéril y desgastado, irrumpe su prédica, y recibe el mayor elogio imaginable del arte: el candidato Obama produce signos líricos, cantables, sin que haya necesidad de modificar nada de lo dicho por él. Eso es lo que demuestra el montaje, que yuxtapone momentos de la filmación del discurso de Obama a la performance musical de hombres y mujeres, todos ellos consagrados Garotos-Propaganda. Sus conocidos rostros amplifican el carisma de este recién llegado al mundo de la publicidad política, y lo transforman en un G-P. A veces, ellos se anticipan a su voz, otras le hacen eco, pero cada instante de esta creación audiovisual voluntaria y viralizada posee un valor incalculable: es publicidad espontánea, no financiada por la campaña de Obama. Para reforzar el efecto o ilusión de autenticidad el video fue realizado en austero blanco y negro. Sin duda, considero que ese fue el lanzamiento de la hasta hoy muy exitosa carrera del duradero G-P Obama, líder entre líderes de la imagen pública persuasiva.
¡Sí podemos (venderte la censura como una vitamina de la democracia)!
Alguien con gran prestigio en la escena política mundial, Barack Obama (1961 – ), subió al estrado de Stanford University como invitado estelar del Centro de Política Cibernética (Cyber Policy Center), para hablar sobre algunos males acarreados por la tecnología y ofrecer una propuesta para remediarlos. Nadie parece más alejado del rol de Garoto-Propaganda, de hombre-publicidad de una marca que el expresidente norteamericano. Además de la reelección, del perfil intelectual, Obama cuenta entre sus méritos haber ganado de modo anticipatorio – y para muchos equivocado – nada menos que el Premio Nobel de la Paz. Él asumió la presidencia en enero de 2009, y apenas 9 meses más tarde recibió esa distinción. Sin embargo, eso es precisamente lo que intentaré demostrar en el texto que sigue.
No sólo él llegó a Silicon Valley para discurrir hábilmente sobre el malestar en la cultura digital ocasionado por el discurso beligerante que impera en las plataformas virtuales – Facebook, Twitter, Instagram, etc. – sino que propuso de modo persuasivo, tal como lo hace la publicidad, una idea completamente contradictoria, algo análogo al modo en que operan esos avisos que anuncian la pureza y la máxima frescura natural de alimentos obviamente industrializados. Para fortalecer la democracia que Obama lamenta repetidas veces estaría cada vez más debilitada por el exceso de libertad expresiva y tóxica de intervenciones extremistas de la gente en las redes, el estelar G-P norteamericano recomienda que los gobiernos del mundo se encarguen de regular esa expresión excesivamente libre. Ya no sería tan libre, pero sumado al actual monitoreo de las empresas, esa fórmula de control redoblado nos daría una democracia saludable, sin el flagelo de esas opiniones y ficciones que la gente confunde con hechos, Obama nos advierte una y otra vez, tal como lo hacen los personajes publicitarios.
¿Pero qué es exactamente lo que fue a publicitar el ilustre G-P de los EEUU desde el corazón del mundo digital? Lo paradójico de su mensaje publicitario es el abogar por una democracia más vigorosa mediante la restricción de su oxígeno histórico, a saber, la libertad de expresión. Por eso, es muy curioso que en un momento de su encendido discurso, Obama se declare “un casi absolutista” de la primera enmienda de la Constitución de su país, la que protege la libertad de expresión. Un medio de prensa como el New York Times, que no escatima elogios a este orador y político, se burla con sarcasmo de Elon Musk, a raíz de su decisión de comprar una popular red social. Y manifiesta una sospecha burlona con una frase casi idéntica a la que Obama utiliza para presentarse como un apasionado adalid de la libertad: “Muchos han especulado que el auto-descrito absolutista del discurso libre compró Twitter para que él pudiese estar libre de la crítica de esa plataforma” (Tait, 2022). En un ensayo reciente, Bayce (2022) describe con acierto y afilada ironía la paradójica meta que expuso el G-P norteamericano, en ese escenario académico: “Obama está re-medievalizando el mundo con la apariencia de modernizarlo y aggiornarlo; está instalando una neo-inquisición ‘por tu bien y el bien de todos’, como Torquemada en el siglo XVI.”
Son muchas las paradojas en el discurso que pronuncia Obama. Voy a señalar una de ellas que se vincula al funcionamiento de la comunicación mediática, un aspecto central de su exposición. En la década del 40 del siglo 20, uno de los fundadores del estudio de los medios masivos, Paul Lazarsfeld (1948), junto a su equipo hace una investigación sobre el impacto mediático a la hora de decidir a quien votar en una elección presidencial de EEUU. Contra la arraigada creencia de la época en el poder irrestricto de los medios en la población, el estudio encuentra que la información seria sobre la política le llegaba a la mayoría de las personas de modo indirecto, según un mecanismo de relevo que fue denominado “el flujo de dos pasos”. Este proceso consiste en que un grupo reducido de personas que tenían un genuino interés en recibir información política de la prensa y de la radio, luego comentaban a otros que no tenían ese interés, sobre lo que habían leído o escuchado en esos medios. Así nació el llamado “paradigma de efectos mediáticos limitados”, que desplazó la creencia en la influencia directa y homogénea de los medios en la sociedad.
En un momento inicial, Obama hace alusión a la época anterior a internet, cuando sólo había unas pocas cadenas televisivas que generaban la casi totalidad de la información que recibía la población. De ese modo, él parece aludir a la convicción generalizada que el estudio de Lazarsfeld y sus colegas desvirtuó. Pero el hecho fundamental es que con la llegada de internet, la comunicación mediática se volvió horizontal. Podemos describir su estado actual mediante el nombre de un personaje de James Joyce en Finnegan’s Wake: “Here Comes Everybody”, que significa literalmente, Aquí llega todo el mundo (2). En las redes sociales, es posible por primera vez en la historia escuchar la voz de la gente común, leer su visión del mundo sobre los más variados asuntos. Por eso, llama la atención que la voz de alguien muy poderoso en la escena política norteamericana, el G-P Obama, quiera advertirnos que este desembarco masivo de voces amplificadas y difundidas a través del dispositivo digital es algo no sólo negativo, sino muy dañino para la salud de la democracia.
Ahora que por fin existe un acceso no universal, pero ya no más vertical, en virtud de internet y de las redes sociales, el expresidente aboga por un monitoreo, un control gubernamental, o por qué no decirlo con todas las letras, una censura del discurso que fluye en las redes. Así explica esta extraña necesidad el G-P de la democracia hecha en EEUU: no solo de diversión e información viven las personas, sino que junto con este contenido lícito
“fluyen mentiras, teorías de la conspiración, ciencia falsa, tratamientos no científicos, supremacismo blanco, racismo, fatigantes discursos misóginos. Y a medida que pasa el tiempo, perdemos nuestra capacidad de distinguir entre hecho, opinión y completa ficción.”
Incluso él afirma que tal vez a la gente ya no le importe más hacer esa distinción fundamental sobre lo que es real y lo que no lo es. Aunque como modelo de negocios, admite Obama, es tremendamente exitoso, debemos tener en cuenta que ya no es sólo una ventana que da acceso al abigarrado universo de internet, sino que es el medio “que sirve como nuestra fuente primaria de noticias e información”. Pero, advierte el G-P, esa ventana “está empañada, sometida a distorsiones no percibidas y sutiles manipulaciones.” Y agrega que los niños hoy aprenden que “si queremos ser oídos por encima del barullo, promover la controversia, incluso el odio, a menudo te da una ventaja.”
¡Encuentre las diferencias! ¿Una tarea imposible para la gente común?


La campaña publicitaria que encarna el G-P Obama podría tener el eslogan “Encuentre las diferencias”, es decir, sepa distinguir entre verdad y falsedad, hecho y opinión Pero lo que viene a vendernos es que esa tarea es imposible para el pueblo. La mala nueva que él trae es que la inmensa mayoría de quienes intervienen a diario en las redes son por completo incapaces de encontrar esas diferencias fundamentales. Esa es la principal preocupación que expresa de diversas maneras este G-P del norte de América. ¡Qué terrible si la gente, el pueblo, Juan y María no pueden distinguir entre la información real y fidedigna que solo transmiten los medios grandes como el New York Times, o especializados y de lectura minoritaria, como la publicación científica del inefable zar de la pandemia Anthony Fauci que el G-P utiliza como el ejemplo de una verdad incuestionable. Reitera muchas veces que esa es la cuestión, diferenciar o no diferenciar. ¿Cómo consumir exclusivamente el banquete de noticias verdaderas y evitar el tóxico alimento chatarra producido para un mejor engaño de la humanidad.
La oposición clásica a la que recurre Obama es la que hay entre un hecho y una opinión. Eso nos induciría a creer que todo lo enunciado por él en ese podio académico debería ubicarse en la robusta y confiable región fáctica, y no en la endeble y dañina zona discursiva de lo meramente opinable. ¿Pero qué garantía tenemos de tal condición? El G-P cuenta con su aura presidencial, su elegancia, actitud cool, y la soltura carismática con la que descerraja su visión de la comunicación contemporánea como un agente tóxico capaz de debilitar o corromper la democracia. Fiel a su cometido publicitario, Obama hace lo que se conoce en marketing como la técnica del ‘product placement’, la inserción de productos en medio de una serie o de un film, para disimular su mensaje persuasivo, y simular que esas marcas visibles son parte natural del mundo ficcional. En su caso, se trata de insertar los siguientes productos en su oratoria:
– la pandemia mejor gestionada del mundo. Lo hace mediante el contraste entre “un artículo revisado por pares del Dr. Anthony Fauci y una cura milagrosa publicitada por un mercachifle”
– el cambio climático. ¿Acaso nos damos cuenta que “esa persona que escribe en el sótano de la casa de la madre en calzoncillos no parece ser una autoridad creíble sobre el cambio climático?“
– la guerra en Ucrania no podía faltar, claro. Condena con estas palabras al villano de los medios occidentales: “En Rusia, Putin ha convertido en un arma el etnonacionalismo mediante la desinformación, orquestando campañas de odio contra opositores doméstico, deslegitimando la democracia. Él ha incrementado esos esfuerzos como parte de su guerra en Ucrania.”
Un momento de humor negro en el film The Truman Show (1998, P. Weir) ocurre cuando el protagonista involuntario de un reality show que ha durado toda su vida sufre una crisis, cuando descubre gradualmente que él vive en un mundo de mentira donde nada es lo que parece. Cuando intenta hablarlo con quien hace el papel de su esposa – una actriz más del enorme reparto – ella se dedica a hacer una publicidad inserta en la trama narrativa de “la deliciosa cocoa que proviene de las colinas de Nicaragua”. Comparto la reacción de incredulidad del pobre Truman Burbank, que le grita exasperado – “¿Pero a quién le estás hablando?” – cuando el poderoso G-P lanza con indisimulado orgullo su propia publicidad inserta en su discurso:
“El hecho de que los científicos desarrollaron vacunas seguras, efectivas, en un tiempo record, es un increíble logro. Y a pesar del hecho de que sabemos ahora, que fueron efectivamente testeadas en billones de personas en todo el mundo. Sin embargo – llega la nota trágica, oscura, que le sirve al G-P para mostrar la infamia de las redes sociales – 1 de cada 5 norteamericanos desea ponerse a sí mismo en riesgo, y poner su familia en riesgo en lugar de ser vacunado”.
Tras ese rimbombante aviso encajado en medio de su alerta al mundo tecno-democrático en peligro, Obama hace una pausa para conseguir un mayor impacto retórico, mientras apunta con el dedo índice al público: “¡La gente está muriéndose por la desinformación!” No imagino un mejor ejemplo de la tarea de un G-P exitoso: de modo entusiasta él ha cubierto bajo un manto de silencio todo lo que se desconoce y teme de este tratamiento farmacéutico y pandémico, para venderlo a su público como si fuera una certeza absoluta. Al mismo tiempo, ese abordaje retórico convierte toda crítica u oposición en un caso de despreciable fake news.
Con respecto a otro de los productos que publicita con gran energía, la figura maléfica de Putin, alcanza con pensar en el contraste que hay entre dos documentales – además de toda la información ya publicada en eXtramuros sobre el conflicto ucraniano – que se ocupan de exhibir los antecedentes del enfrentamiento bélico actual. Si vemos el documental Winter on Fire: Ukraine’s fight for freedom (Evgeny Afineevsky, 2015), surge con fuerza una visión afín al discurso sobre ese país que nos presenta este poderoso G-P: Ucrania es representada como un país sano, un vigoroso y valiente defensor de la democracia, al punto de que el pueblo se auto convoca en la plaza Maidan de la capital, y manifesta su descontento, hasta que el pueblo consigue expulsar al presidente electo. Pero si asistimos al documental contemporáneo Ukraine on Fire (Oliver Stone, 2016), nuestra comprensión de ese momento político será completamente diferente. Al respecto, recomiendo la lectura del ensayo crítico sobre Winter on Fire, que se exhibe en la plataforma Netflix, publicado en la revista The Nation (Golinkin, 2016). De ese texto extraigo esta cita: “el documental nominado al Oscar, como gran parte de la cobertura occidental de Ucrania, ofrece a Occidente una versión mítica, encubierta de la ‘revolución’ de Maidan”. Elegir una u otra versión sobre la naturaleza real del conflicto ucraniano no es algo fácil ni automático, pero no sólo para el pueblo, sino para el mismísimo Obama, que demuestra una y otra vez en su discurso el género publicitario del mismo. Él ha tomado la palabra para vender una serie de productos informativos, más allá de su veracidad. Ni hecho, ni opinión, todo lo que enuncia en esa ocasión forma parte de una campaña publicitaria de alcance global.
En el discurso de un eficaz G-P, no hay lugar más que para una sola y soberana marca: si ya
hay un infalible Dr. A. Fauci, y contamos con una creación farmacológica tan admirable y casi milagroso como las vacunas para inmunizarnos de la Covid-19, ¿qué sentido tendría permitir voces que disientan con ese magnífico estado de cosas? Otro tanto podría decirse sobre las causas reales e indiscutibles del actual conflicto en Europa del Este. Permitir ese debate sólo produciría una nefasta cacofonía, y nadie quiere eso, cuando la meta es evangelizar sobre las virtudes de una única solución para todos los grandes problemas, sanitarios o de la Realpolitik. He aquí otro ejemplo de retórica encendida del G-P Obama, un trecho púrpura en su campaña publicitaria:
“Parte del contenido más chocante en internet se origina en medios tradicionales. Pero debido a la velocidad, las redes sociales han acelerado el declive de los diarios y de otros medios tradicionales. Pero todos sienten la presión por maximizar el interés para competir”.
Y Obama redondea su esfuerzo persuasivo, al decir que en esa competencia “entre la verdad y la falsedad, la cooperación y el conflicto” a causa del diseño de las plataformas de internet, el resultado siempre “parece inclinarse en la dirección equivocada”. Aunque reconoce que también cometen faltas éticas los medios tradicionales, su campaña está dirigida a persuadirnos sobre el efecto maléfico de las redes sociales, el tenebroso ámbito donde la gente común hace de las suyas, por su innata incapacidad para distinguir la contribución de un adalid de la pandemia como el Dr. Fauci, y lo que difunde cualquier charlatán, conspiranoico y negacionista que ose difundir un conocimiento alternativo. No hay lugar en el discurso del G-P para mencionar que eminencias epidemiológicas como Neil Ferguson, en Inglaterra, se equivocaron mucho al estimar el impacto que tendría la Covid-19. Ni tampoco menciona las voces ajenas al empuje global que la OMS le dio a la pandemia, como un respetado investigador de la mismísima Stanford University, desde la cual hace su apologia de la ciencia oficial. Hablo del especialista en meta-análisis John Ioannidis, cuya evaluación de los efectos del Sars-Cov-2 fue muy diferente de lo sostenido por la mayoría de científicos en la comunidad científica. En el discurso de un G-P, no hay lugar más que para una sola y soberana marca: si ya hay un Fauci y existe una maravilla como las vacunas, ¿para que traer más voces? Sería invitar el caos informativo, y nadie quiere eso, explica Obama, cuya meta es evangelizar sobre las virtudes de una única solución para todos los grandes problemas, sanitarios o planetarios.
Cómo conseguir la transparencia de internet mediante el aumento de su opacidad
Luego de más de dos años de recibir dosis masivas de miedo segregado por los medios tradicionales en todo el mundo, el ambiente está preparado para que se instale una visión apocalíptica como la que vino a publicitar este seductor G-P de EEUU. Dice que el método usado por las plataformas de internet nos vuelve indiferentes a los excesos discursivos, lo que redunda en la hostilidad hacia minorías étnicas o sexuales. Y así, él aumenta progresivamente la temperatura de los miedos, a medida que avanza en su discurso: el tecno-apocalipsis ya.
Confiesa que aún le molesta el no haber apreciado “qué susceptibles nos hemos vuelto a las mentiras y a las teorías conspirativas.” Y admite con amargura que el archivillano de su campaña publicitaria no es el principal o único responsable de todos los males presentes: “Putin no hizo eso, nosotros nos lo hicimos a nosotros mismos.” Tras esa declaración de desastre informativo, lo único que cabe, nos asegura es preguntarse “adónde vamos desde aquí”. Dice que todo va a empeorar por el uso de la inteligencia artificial, que permite la producción de “la tecnología de falsificación profunda”. Cuando es posible falsificar la imagen de personas a las que se les puede hacer decir algo que jamás dijeron, ese estado de cosas, concluye Obama, pone en peligro “nuestro orden social entero”. Y así llegamos al núcleo de la campaña publicitaria que llevó a este G-P hasta ese podio, su propuesta indecente.
Tras recorrer el trayecto seductor y publicitario de la mejor democracia del mundo, su estelar G-P se ocupa de explicitar el motivo que lo condujo hasta allí. Debe explicar por qué su adhesión apasionada por la libre expresión – “soy un casi absolutista de la Primera Enmienda” – debe dar un paso atrás. Sólo así, argumenta, será posible controlar un campo de actividad no regulado por esa norma de la Constitución norteamericana: ésta no se aplica a empresas privadas. Aunque sería imposible no hacerlo cuando se toma la palabra en la tierra donde se originó buena parte de la cultura de la cancelación (Mazzucchelli 2020), Obama admite que las redes sociales ya tienen normas sobre lo que permiten y lo que prohíben en sus plataformas. Pero, le preocupa algo central de su funcionamiento: “el problema es que desconocemos qué principios gobiernan esas decisiones.”
Con una habilidad retórica que envidiaría un sofista, el G-P concede que toda regulación proveniente del Estado estará basada en valores, y por eso, lo que hoy defendemos, quizás o seguramente mañana no lo consideraremos admisible. Y es entonces que él invoca un valor paradójico, tras haber reconocido la naturaleza axiológica y por ende arbitraria de cualquier norma impuesta por los gobiernos a las redes sociales:
“Eso no significa que algunas cosas no sean más verdaderas que otras, que no podamos demarcar la línea entre hechos, opiniones, errores honestos, engaños voluntarios. Hacemos esas distinciones todo el tiempo en nuestra vida cotidiana (…) Y podemos hacer lo mismo en lo que respecta al contenido de internet, siempre y cuando nos pongamos de acuerdo sobre un conjunto de principios, algunos valores nucleares para guiar nuestro trabajo.”
Vale la pena recordar un texto clásico del fundador de la semiótica moderna, C. S. Peirce (1839-1914) sobre los varios modos o métodos mediante los cuales llegamos a tener cierta creencia. El más básico de ellos es el de la tenacidad: nos blinda contra toda duda, sin importar lo que ocurra en la realidad, al estilo del avestruz. El método de autoridad pone en manos de un poder terreno como el que ordenó construir las pirámides la capacidad de producir esa clase de creencia. El método a priori es el que nos hace elegir en qué creer de una manera, explica Peirce, que no es muy diferente de la preferencia que tenemos por un tipo de vino o por determinado partido político. Sólo el cuarto método merece el nombre de científico; lo es aquel “mediante el cual nuestras creencias pueden ser determinadas por algo no humano, sino por alguna permanencia externa – por algo sobre lo cual nuestro pensamiento no tiene ningún efecto” (CP 5.384, 1877). La propuesta que hace el G-P que fue presidente, guerrero a la vez que orgullos portador del mayor galardón de la paz mundial es una mezcla del método a priori y el de autoridad. Su discurso es creíble porque lo dice él – vemos en el registro de su conferencia que lo ovacionan de pie al llegar y al terminar. Se lo presenta en esa ocasión como la encarnación del buen poder en la Tierra. Y también es creíble, porque él se inclina a creer que algunas cosas – por ejemplo, los dictámenes del zar pandémico A. Fauci, las vacunas admiradas incondicionalmente y el temido cambio climático –serían dignas de confianza. En la vida cotidiana, no usamos con frecuencia o casi nunca el cuarto método, el científico, por el cual habilitamos al mundo a imprimir su realidad en los signos que utilizamos para conocerlo. Nada hay objetivo o verdadero en el camino que este nuevo Flautista de Hamelín nos invita a recorrer desde ese podio en la Stanford University, a fines de abril de 2022.
Como ya dije antes, durante esa hora y fracción, son numerosas las paradojas que formula pero no advierte, o tal vez no le interesa hacerlo, por ser un irresistible G-P del modo norteamericano de fortalecer la democracia desfalleciente. Luego de describir algo casi obvio sobre el cierre de los periódicos locales en EEUU, Obama continúa por un sendero que aparentemente no lo favorece:
“Parte de este proyecto (que él describe) requerirá que encontremos modos creativos de darle vigor al periodismo local (…) parte de la explicación de la razón de que han visto un aumento de la polarización es que todos los medios de comunicación se han vuelto nacionales y por ende más ideológicos.”
Si hay una enunciación indudablemente ideológica es la que contiene este y los demás enunciados del expresidente. De ese modo, él formula este híbrido lógico de algo que se tiende a creer porque proviene de un personaje poderoso, y también por ser algo en lo que se cree por pura costumbre y predilección habitual, sin tener en cuenta su valor de verdad. El criterio que él seguirá, nos explica Obama, para determinar la validez de todo lo que es difundido por las redes sociales es el siguiente:
“Si fortalece o debilita las oportunidades para una democracia inclusiva, saludable, si estimula el robusto debate y el respecto por nuestras diferencias, si fortifica la regla de la ley y de la autonomía, y si reconoce los derechos y libertades y la dignidad de todos nuestros ciudadanos. ¡Sean cuales sean los principios que contribuyan a esa visión, yo estoy a su favor!”
Imposible no preguntarse con alarma inclusive por qué el estado actual de la expresión de ideas en internet – si exceptuamos la modalidad de cancelación arbitraria y políticamente sesgada que ya impera hoy en las plataformas sociales – no sería nutritiva para el gobierno de la mayoría, que no persigue ni suprime la voz de la minoría – una posible caracterización de la democracia. Obama asegura creer en la buena fe de las empresas de internet cuando éstas dicen que “están tratando de limitar el contenido que se dedica al discurso de odio, estimula la violencia, o plantea una amenaza a la seguridad pública”. Si eso es cierto, ¿entonces a qué vino a Stanford este hombre en su rol de G-P? ¿No sería redundante o inútil regular lo ya regulado con celo, como pueden dar testimonio todos aquellos que durante los dos años de pandemia vieron sus posteos cancelados, sus videos ocultados, sus tuits prohibidos? ¿Qué más se puede controlar o vigilar en ese ámbito?
Por fin llega la propuesta indecente concreta que trajo este hombre-publicidad: Obama propone cambiar la ley 230 del código de EEUU, la que exime a los propietarios de las redes sociales más usadas del contenido que pueda aparecer en ellas. Según esta ley, según lo afirma el propio G-P, “la compañías tecnológicas en general no pueden ser responsabilizadas por la mayor parte del contenido que otras personas suben a sus plataformas”, y por eso concluye que “necesitamos hacer reformas a la sección 230”. El modo en que se implementaría esa regulación incluiría a las empresas, a expertos, y en un clímax de corrección política destinada a establecer la utopía o nueva Pax-Americana en las redes, agrega que también se consultaría “a las comunidades de color, y otras que a veces no están bien representadas aquí, en Silicon Valley, lo que permitirá a estas empresas operar efectivamente a la vez que reducen la difusión de contenido dañino.”
Ese es el cometido central del G-P más popular de EEUU – con la excepción de las celebridades musicales o audiovisuales de ese país. Este publicista no se privó de lanzar en su relato varias inserciones publicitarias sobre la mejor manejada pandemia del globo y el innegable cambio climático. Ambos relatos no pueden tolerar la tóxica injerencia de una voz crítica, ya que la misma solo podría consistir en una teoría conspirativa, en la ignorancia absoluta o en la intervención de un inescrupuloso mercachifle cuyo único interés sería lucrar con los temores de la gente. Recordemos además que, según el G-P esa gente es completamente incapaz de distinguir hecho de opinión, y ficción de realidad. Y por supuesto, también hizo un par de avisos sobre el hombre más malvado de la Tierra, quien desde Rusia llegó a extender sus tentáculos y afectar el funcionamiento electoral de la mejor aunque hoy algo debilitada democracia, recuerda con amargura Obama.
Entre líderes Obama y consumidores ignorantes
Tras enumerar los defectos de las empresas de internet que actualmente estarían lucrando con la beligerancia y la malevolencia reinantes en sus plataformas, lo cual afectaría la buena salud de la democracia, le toca el turno al consumidor insaciable. Se debe enseñar a padres e hijos cómo “separar la opinión del hecho”. Eso presupone que todo lo dicho hasta ahora, desde el inicio – salvo alguna broma propia del ritual conferencista – ha sido puramente factual, y por completo ajeno a la pura opinión. Como ya señalé antes, nada de lo dicho por este G-P hecho en EEUU es ajeno a los métodos de producir creencia que no son el científico. Sólo este último es indiferente a lo que cada uno piense u opine, porque es el resultado de algo no humano, a saber, la realidad cuando ésta es abordada mediante un método riguroso.
Destaca la conducta ejemplar de los “líderes Obama” en Europa – ya no menciona su fundación, como lo hizo al inicio, sino que ellos llevarían en su encomiable accionar su marca, a imagen y semejanza de la marca que él mismo está promocionando allí, en Stanford University. Con renovados bríos, ya cerca del final, Obama vuelve a la carga con el elemento más dudoso de su performance publicitaria, nos habla de la verdad:
“Esta es la oportunidad de todos de pelear por la verdad. No la verdad absoluta. (pausa) No una verdad fija, sino pelear por eso que en lo profundo de nosotros sabemos es más verdad, es correcto!”
Mientras dice esas palabras, él hace una pausa dramática, y gesticula con más vehemencia que en todo el discurso previo. El despliegue oratorio nos comunica que estamos en el clímax de su performance. Con su cuerpo, el G-P pone en escena la importancia del esfuerzo por lanzar esta guerra en pos de la verdad. Sin embargo, esa declaración bélica y epistémica es obviamente fallida, como lo prueba la censura constante y creciente en las redes sociales que operó durante toda la pandemia, y ahora la versión monológica de los medios masivos sobre lo que ocurre en la guerra en Ucrania. Tampoco parece haber espacio ni tiempo en los medios hegemónicos para un auténtico debate sobre el cambio climático; su única misión parece ser el amplificarlo, convertir este fenómeno planetario en un relato terrorífico que se suma con naturalidad fabricada a la narrativa covidiana y al relato bélico en Europa del Este.
Como un ser humano que volviera del valle de la muerte, el G-P llamado Obama nos cuenta que ya vimos lo que significa la imposibilidad de separar la verdad de la ficción – el par de términos opuestos que emplea además del contraste entre hecho y opinión. Lanza así la pieza publicitaria más poderosa de su campaña: es el fin del mundo cómo lo conocemos, la liquidación del orden de todo. Si los gobiernos no regulan internet, el caos absoluto sobrevendrá en poco tiempo más: “En los últimos meses hemos visto lo que ocurre cuando una sociedad pierde la capacidad de distinguir la verdad de la ficción.” Ese ominoso panorama que, anuncia Obama, incluiría asuntos pandémicos, el cambio climático y la información sobre la guerra en Ucrania, es lo que justifica la regulación adicional del gobierno de la ya muy vigilada zona de redes sociales.
El Garoto-Propaganda y su vibrante campaña en pos de una transparencia opaca
Como conclusión diría que este hombre-publicidad es una versión refinada del hombre- sándwich, ese que camina por la ciudad cargando un cartel a cuestas que ostenta un anuncio por atrás y otro por delante de su cuerpo. En el caso del G-P Obama, de un lado se proclama el amor absoluto por la libertad de expresión, y del otro la urgente necesidad de reprimir y censurar esa expresión en las redes sociales. Él llegó a ese prestigioso podio académico en Silicon Valle para exaltar el valor de la censura animado por la convicción de que Yes We Can, de que sí podemos convencerlos de cualquier cosa publicidad mediante. Por supuesto, ese ambicioso logro no se consigue sin la ayudita invalorable de los medios masivos amigos, junto con enormes dosis de miedo mundializado a pandemias, guerras, y al fin catastrófico del mundo a causa del cambio climático.
Antes de finalizar su exposición en Stanford, el G-P portador del Premio Nobel de la Paz elogia el capitalismo, y procura convencer a su audiencia de que se puede ser democrático, ser virtuoso sin dejar de hacer dinero:
“Es una oportunidad bienvenida para que los gobiernos encaren un importante gran problema, y prueben que la democracia y la innovación pueden coexistir. Es una oportunidad para que la empresas hagan lo que es correcto. Uds. igual harán dinero, pero se sentirán mejor.”
Como lo hace la mejor publicidad, se nos promete persuasivamente que el mundo ideal es factible: se puede tener la moral elevada sin que merme la ganancia del negocio. Ese es el modus operandi de una eficaz campaña: pone en escena la reconciliación de opuestos, una utopía al alcance de la mano o de la tarjeta de crédito. Pero en este caso, lo publicitado no es ni un bien ni un servicio, sino el proyecto de restringir de modo ideológico, político y arbitrario más de lo que ya está monitoreado y censurado de una invención que fue descrita como una ancha autopista para que circulen libremente los signos del colectivo humano Aquí Llegan Todos (Here Comes Everybody). Hablo de toda la gente que desea decir lo que piensa sobre la pandemia, Ucrania, el cambio climático o el asunto que sea, sin por ello sufrir la oclusión censora de un pensamiento que no es tolerado por ese Gran Regulador estatal, además del ya conocido Gran Guardián de lo Decible que opera en las redes. Imagino a un grupo de Líderes Obama dedicados a replicar las artes persuasivas de su admirado modelo-insignia, el G-P Barack Obama, en un futuro nada distante. El resultado de esta funesta intervención sólo puede ser un mundo sometido a un férreo control ideológico, que procura disfrazarse de la búsqueda de la verdad y nada más que la verdad. Estamos ante otra guerra, esta vez una que combatirá ferozmente la aspiración humana de expresarse con libertad, y sin el temor de quedar recluido en una vulnerable y atemorizada minoría por hacerlo. Ese natural deseo de la humanidad es, sin duda, la forma más adecuada de fortalecer la democracia.
El paroxismo de la performance de este agente publicitario ocurre cuando Obama exalta la transparencia de las redes y a la vez recomienda mejorarla mediante la estrategia de volverlas opacas, vigiladas y controladas, según criterios que poco o nada tienen que ver con la búsqueda de la verdad. Su campaña procura persuadirnos sobre las bondades de ser más y mejor tutelados por el Estado, a la hora de manifestar nuestras opiniones en las plataformas de internet. Como ocurre en tantos ejemplos de mensajes publicitarios paradójicos, no queda claro por qué el tener un monitoreo adicional de lo expresable en las redes sociales sería un eficaz antídoto contra el comportamiento debilitador de la democracia de los más débiles. El régimen discursivo de la publicidad no busca explicar, sino convencer, y esa fue la misión de este Garoto-Propaganda desde ese ilustre podio, el 22 de abril de 2022.
Notas
(1) Curiosamente el eslogan Yes We Can tiene un antecedente en español: “Sí, se puede” fue creado por Dolores Huerta en 1972, y lo usó el United Farm Workers of America, durante la huelga de hambre del líder sindical César Chavez en Arizona.
(2). Un libro de Clay Shirky (2008) alude en su título a la nueva condición de vida que surge con el uso del universo digital con esa frase joyceana: Heres Comes Everybody. The power of organizing without organizations.
Referencias
Bayce, R. (2022). Obama, Elon Musk, Zelensky, verdad y realidad. Caras y Caretas, 06.05. 2022
Golinkin, L. (2016). The Heartbreaking Irony of Winter on Fire. The Nation. 18.02.16 https://www.thenation.com/article/archive/the-heartbreaking-irony-of-winter-on-fire/
Lazarsfeld, P.; Berelson, B y Gaudet, H. (1948). The People’s Choice. New York: Columbia University Press.
Peirce, C. S. (1931-1958). The Collected Papers of C. S. Peirce. C. Hartshorne, P. Weiss, A. Burks (eds.). Cambridge, Mass.: Harvard University Press. (las citas se hacen del modo habitual: x.xxx remite al volumen y al párrafo citado)
Tait, A. (2022). Twitter, Your Bae Is Not OK. The New York Times, 30.04.2022