POLÍTICA

Por Ramón Paravís

1.

En quince días, los frenteamplistas deciden si el presidente del PIT-CNT llega a la presidencia de la coalición como candidato único de consenso, o si Fernando Pereira  compite electoralmente por ese cargo y a quién o quiénes derrotará. En cualquiera de los dos escenarios el resultado es el mismo: el dirigente sindical cuenta con el apoyo del MPP y el PCU en simultáneo y eso lo vuelve invencible desde antes.

Pero además del modo en que habrá de tramitarse la designación del sucesor de Javier Miranda y una instancia de autocrítica que involucrará otros abordajes, sin habilitar nada contrito, los frenteamplistas dedicarán sus mejores esfuerzos a cuestiones de organización y estrategia para el referéndum, ocasión en la que esperan torpedear la LUC. Toda energía la apuntan hoy hacia allí y en la épica contra el transatlántico legal del gobierno (algo así como el peor de los mundos posibles en 135 artículos) y en la épica a su favor (acaso el mejor de ellos en 475) flamea la dialéctica de las dos veredas; imperio del maniqueísmo, un maniqueísmo orgulloso de sí. La 19.889 ya no es una ley; es una frontera moral. Lo fueron antes la de caducidad, la de empresas públicas.

2.

Más duradera, más resistente, más linda. Así queda una pieza al ser galvanizada. 

A esta disciplina, a ese proceso de tomar lo viejo y devolverlo nuevo, se  dedica  Fernando Pereira cuando tiene ratos libres, si los tiene. Católico que va seguido a misa y reza poco, compra medidas de whisky en la feria de Tristán Narvaja los domingos, las limpia luego y las restituye.

La presidencia del Frente Amplio requiere bastante más que galvanotecnia y un enemigo común.

Pereira está acostumbrado a un tipo de discusión y disputa, la sindical, basada en la común aceptación de una serie de premisas sustanciales sobre las cuales reposa todo lo demás, incluidas las diferencias que se tramitan en su seno y el modo en que se administra la puja de intereses y la eventual confrontación; un hacia adentro claro y un claro hacia afuera.

El conglomerado partidario que presidirá quiere expresar intereses más amplios y diversos. Pereira se ha mostrado muy molesto cuando se le cuestiona la veracidad de una serie de dogmas sobre los que reposa su propaganda o cuando se le impide el holgado despliegue del discurso que él tiene preparado de antemano, ya para expresar el punto, ya para eludirlo o disimularlo. Le pasó lo primero en Canal 12 y dijo que el periodista era parte de la “derecha patotera” (también está la “derecha educada”, Sanguinetti y sus libros) y amenazó con levantarse e irse. En programa nocturno del 10, cuando se le hizo notar que su respuesta no refería a la pregunta, amenazó con levantarse e irse. 

El PIT-CNT presidido por Pereira es una entidad opaca y llena de secretos, algo no pasible de cuestionamientos públicos, porque los intereses que representa son sagrados y solo pueden discutirse en el templo y con lenguaje de creyente.

El secretario general del PCU, Juan Castillo, dijo recientemente, y es casi cierto, que cualquier dirigente sindical a nivel nacional está capacitado para ejercer responsabilidades de otro tipo en las estructuras partidarias. Lo fundamenta en la capacidad de escuchar, proponer y negociar,  absorber y tramitar la diversidad de opiniones e intereses que suponen esos niveles de gestión. No

llega a ser cierto del todo porque los ámbitos suponen tratamientos muy distintos y hay que tenerlo claro, aspiraciones diferentes y un acompasarse a la idea de ampliar el universo de lo discutible, las formas y lenguajes de discusión, las maneras aceptables del combate. Ese tránsito no es tan sencillo y no se agota en los necesarios equilibrios hacia la interna doméstica. 

La emergencia exige partidos y dirigentes políticos capaces de conversar permanentemente y más allá de las conveniencias de un día, capaces de proyectar y de acordar, capaces de controlarse recíprocamente y sucederse sin trauma en el gobierno. Sin levantarse, sin irse, sin romper nada. La república no precisa más exaltación descontrolada.

3.

Encima de los hombros de otros. Así se percibió el doctor Javier Miranda al irse.

“Me voy de la presidencia del Frente Amplio en los hombros de la militancia”, le dijo por teléfono a un periodista, a fines julio. Consultado específicamente sobre el punto, dijo que no  tuvieron chance de hacer la autocrítica, que se comieron una pandemia en el medio, dijo, y “la autocrítica requiere reuniones presenciales”.

Es cierto que el sábado anterior, su correligionario, el diputado de la 711 Felipe Carballo, le gritó: “Sos un bandido Miranda, un bandido sos”; también es verdad que lo hizo por zoom. 

Promocionándose en televisión y después de su amague histriónico de irse, Pereira dijo: “La izquierda uruguaya es el faro de las izquierdas de América Latina”, “es la más sana, la más profunda, la más democrática”. 

Si el saliente se autofesteja con tanto brío y el sucesor propagandea un colectivo con todas esas virtudes juntas, qué espacio queda para una evaluación menos pomposa, no digamos ya cuestionadora. 

En su columna del 3 de setiembre en Montevideo Portal, el intendente de Salto, el frentista Andrés Lima, opinó que: “Ya no es necesario seguir profundizado en una autocrítica de la que todos hemos aprendido, sino que enfocarse en seguir construyendo participación y acumulación con las organizaciones sociales y en el territorio…”. Lima no quiere profundizar lo que Miranda nos dice que se dejó para más adelante; diríase que no quiere profundizar en lo que no ha ocurrido todavía. 

El borrador de trabajo para el congreso (Balance, evaluación, crítica, autocrítica y perspectivas) adelanta lo que seguramente concluirá el congreso: “Somos conscientes que el balance de lo realizado debe evitar tanto el ser autocomplaciente como autoflagelante, porque ninguno de esos extremos resulta útil para construir hacia el futuro. Pero hay que dejar en claro los aspectos centrales de la comparación con el punto de partida: quince años después, el Frente Amplio deja una sociedad que disfruta de un mejor nivel de vida, que goza de mayores derechos y que puede acudir a instituciones más abiertas, democráticas y plurales.”

A todos nos ha quedado perfectamente claro que si es de izquierda no es corrupto. Tienen razón porque son los más sanos, los más profundos, los más democráticos; son los más sanos, los más profundos y los más democráticos porque tienen razón. 

Miranda y Pereira son consecuencias.