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En momentos en que escribo estas líneas, viene llegando a su fin el episodio del pedido de desafuero del Senador Guido Manini Ríos. Una mención al tema, antes de entrar en el fondo del asunto, se impone, ya que la trascendencia pública que ha tenido este asunto en las últimas semanas en Uruguay es llamativa y hace, justamente, a un análisis más profundo del fenómeno político de Cabildo Abierto y su líder.

Por Leonardo Martín

El “affaire” del desafuero se puede asimilar a una de esas telenovelas turcas que últimamente recalan en nuestras pantallas de televisión abierta. Una serie de vueltas de tuerca y enredos que parecen sacados de la imaginación del guionista más osado. Los diferentes sectores políticos del país en varias marchas y contramarchas han hecho de una decisión trascendente, pero simple, un vergonzoso concurso de oportunismos políticos que, si el desenlace es finalmente el que parece (el que Manini no perderá sus fueros parlamentarios), será ciertamente un golpe a la credibilidad del sistema político en su conjunto.

Empecemos por el propio Manini. Hace más de un año que viene diciendo a los cuatro vientos y a todo el que quiera escucharlo, que estaba dispuesto a someterse a la justicia y que no pretendía ampararse en los fueros parlamentarios para evitar tal comparecencia. Dicho una y otra vez en diferentes circunstancias (en campaña, en la transición, luego de asumir la banca, con la inminencia de la votación del desafuero, esta misma semana la empezamos escuchando las mismas afirmaciones), parecía una verdad inamovible. Por dos razones: la primera, por la reiteración real de la afirmación ante circunstancias que iban cambiando y a momentos e interlocutores diferentes y, segundo, por su condición de ex General y ex Comandante en Jefe del Ejército Nacional para quienes el honor y el cumplimiento de la palabra empeñada es una parte importante de su peripecia vital. No podían caber dudas. Sin embargo hace pocas horas, en un mensaje grabado (¿para no aceptar preguntas?), los ciudadanos y en particular sus votantes se enteraban que cambiaba de opinión, en base a dos o tres tecnicismos poco creíbles. 

Sigamos por el ex presidente José Mujica que, fiel a su estilo, sacó un as de la manga, acusando a su propia fuerza política de manera inconsulta y sorpresiva, de estar tramando una maniobra para no restituir, luego de suspendidos, los fueros del General. Mujica fue categóricamente desmentido por la bancada de senadores del FA quienes se comprometieron a votar la restitución de Manini. Pero ya fue tarde, el salvoconducto que inventó Mujica fue uno de los argumentos que hicieron cambiar de opinión a Manini. ¿Qué habrá pretendido Mujica con este nuevo dislate, habilitando, además, un enrevesado debate jurídico acerca de la pertinencia o no de la restitución? Aquí un comentario: es realmente muy poco creíble que el Frente Amplio haya manejado la posibilidad de no dar los votos para devolver los fueros a Manini, sería un suicidio político que, honestamente, no creo que ocurriera. La pregunta entonces es ¿Por qué Mujica manejó ese argumento? Dejo la suspicacia al lector.

Cabildo Abierto, el partido que lidera Manini, también desempeñó un raro papel en esta serie. Cuestionó a su líder y se paró firme para desautorizarlo en cuanto a habilitar la suspensión de los fueros. Esta rebeldía solo se manifestó ante la inminencia de la votación y se volvió aún más radical una vez que el Partido Nacional dijo que sí cumpliría los deseos del General. Sin embargo, en ningún momento de la campaña electoral se vio a esos dirigentes discrepar con su líder en este asunto. Un elemento que resulta, por lo menos, curioso.

También Ciudadanos, el sector político que lideraba Ernesto Talvi antes de su intempestiva renuncia, aportó su cuota de drama a la saga, desmarcando su posición de la del otro sector del partido, Batllistas, y sostenida particularmente por el Doctor Julio María Sanguinetti. Suena, por los argumentos esgrimidos, más bien una forma de perfilarse en la interna que un posicionamiento de fondo.

Por último, también la bancada de Senadores del Partido Nacional, en una situación por cierto muy incómoda, ya que estaba a punto de cargar con todo el costo político de la decisión, actuó de una manera que contribuyó con la desprolijidad general de la peripecia.  Es que luego de estudiar el pedido del fiscal, llegaron a la conclusión que no había mérito para votar el desafuero, pero ante la insistencia de Manini de quererlo así, estaban dispuestos a acompañarlo. O sea, no se hace lo que corresponde, sino lo que Manini quiere.

Dos excepciones a este manejo cantinflesco que acabo de reseñar y que vale la pena destacar: la del presidente Lacalle Pou que, sin aspaviento, se manifestó en general en contra de la figura de los fueros, en consonancia con lo que ha sostenido desde hace tiempo y pidió, en lo posible, unidad de acción de la coalición que integra su gobierno; la del Doctor Sanguinetti, quien también sin estridencias, manifestó rotundamente su posición en contra del desafuero sin importar lo que quiera uno u otro involucrado.

Para complicar aún más una trama de por sí entreverada, se agregaron las actas del tribunal de honor a Gilberto Vázquez en 2006, la operación política y los reclamos de los familiares de desaparecidos en la dictadura, etc., pero entrar en eso sería darle el gusto a los guionistas y salir del análisis del fondo del tema.

En fin, como dije al principio, esta historia parece estar por terminar con un resultado incierto pero indudables costos políticos que pagarán todos los actores. 

En primer lugar, el propio Manini, que pagará un enorme costo por esta decisión y que veremos que repercusiones tiene en sus votantes y en el resto de los actores. 

En segundo lugar, el FA que tuvo que salir a desautorizar nada menos que a Mujica luego de su exabrupto. 

En tercer lugar, Ciudadanos que votaba el desafuero porque Manini lo quería y ahora no sabemos cómo explicará la que sea finalmente su decisión. 

Por último, el Partido Nacional y Batllistas, que compartirán el costo político por no habilitar el desafuero. Es cierto que lograron evitar soportar todo el costo sin que el involucrado lo sacara gratis, como pareció en algún momento, pero algún costo pagan. Claro, es en pos de un bien mayor que es la salud de la coalición con la cual ambos están más que comprometidos. 

Sin embargo, el fondo del asunto es el enigma que representa la figura de Manini Ríos en este sistema político que ahora integra, luego de su descollante actuación en su primera presentación en sociedad. 

En efecto, en las pasadas elecciones de octubre, Cabildo Abierto, el partido político con el cual Manini Ríos se presentó electoralmente luego de su tumultuosa salida de la comandancia del ejército, tuvo una sorpresiva gran votación que lo llevó a pisarle los talones a un renovado Partido Colorado que de la mano de Talvi quedó escorado al centro y perdió gran parte de su ala de centro – derecha, que desde principios del siglo XX supo representar su abuelo, Pedro Manini Ríos, pasando luego por diferentes fracciones que mantuvieron viva esa manifestación política.

Este éxito fue cimentado, entre otros factores además del ya mencionado, en el carisma del ex Comandante, en un discurso duro en contra de la inseguridad y en la crítica directa al sistema de justicia, principalmente en aquellos casos vinculados a sus viejos camaradas en épocas de la dictadura, así como en un discurso con rasgos de antipolítica que reivindicaba su vinculación ideológica y sentimental con los más débiles y con el interior profundo. 

Con un discurso nacionalista, conservador, reivindicando la figura de Artigas y cercano a la Iglesia, con una prédica a favor del orden y del castigo a la delincuencia y más en general a la irresponsabilidad en la convivencia ciudadana llamaba de manera permanente a “terminar el recreo”. Una frase muy efectista si tenemos en cuenta el estado de ánimo de la población en aquel proceso electoral.

El resultado fue la conformación de una poderosa bancada parlamentaria con 3 Senadores y 11 diputados que se convirtió en un actor central de la coalición de gobierno y que, con un elenco político acotado, de poca experiencia y con un muy débil sentido de pertenencia a la novel organización política, plantea interrogantes que vale la pena analizar de manera prospectiva.

Son muchos los lugares desde donde puede analizarse el futuro de Manini Ríos en el sistema político uruguayo en los próximos años. Elegiré mirarlo desde lo que para mí representan sus debilidades y, por lo tanto, sus mayores desafíos. Los resumo en los siguientes cuatro puntos.

Primero. La confiabilidad. Un actor político puede tener muchos defectos, puede tener giros en el discurso, puede decir una cosa hoy y otra más adelante según cambien algunas circunstancias políticas, todo esto con mayor o menor éxito o mayores o menores costos políticos. Pero siempre debe ser confiable. Confiable en varios niveles: con sus votantes, con el sistema, con sus colegas, con sus cuadros políticos, en particular, en la coyuntura actual, con sus socios en el gobierno. No es este del desafuero, el primer problema que provoca en la coalición. Estuvo lo del pedido de renuncia del Fiscal de Corte, la actitud de desmarcarse por la prensa de varias iniciativas de la LUC y veremos ahora como encara el tratamiento del presupuesto. Lo mismo con sus votantes. Parte de su discurso, como ya mencioné, tuvo que ver con la seguridad, con la protección de los más débiles en áreas como vivienda y salud, etc. Sin embargo en este año desde que resultó electo sus principales apariciones públicas han sido vinculadas al excluyente tema de las críticas a la justicia y sus diferentes operadores, desde jueces hasta fiscales. Eso es sostenible un tiempo, pero la confianza ciudadana se desvanece cuando el discurso se vuelve una cáscara vacía. 

Deberá Manini, por tanto, encontrar una línea de acción que le permita mantener su visibilidad siendo confiable para el resto de los actores de un sistema político que es exigente con estos temas y que él aspira a integrar de cara al futuro.

Segundo. La organización política. Creo que podemos coincidir con los lectores si decimos que hoy Cabildo Abierto es Manini y poco más. No hay una organización partidaria sólida, no hay cuadros técnicos, no hay orgánica, no hay interlocutores secundarios. En fin, no hay una identidad de Cabildo Abierto más allá de su liderazgo personal. Si además de eso, las personas que recluta para ocupar diferentes posiciones de responsabilidad política son en su mayoría un bochorno que lejos de aceptar, Manini combate señalando persecuciones políticas y operaciones de prensa por doquier, tendrá un problema serio para convertir a su partido en algo más que en un movimiento alrededor de su persona.

Otro elemento en este sentido es la dificultad que tuvo Cabildo Abierto para tener una presentación de acuerdo a las expectativas generadas en octubre, en las elecciones departamentales del próximo 27 de setiembre. Ha sido escasa la capacidad de negociación, así como la de impulsar candidatos potentes en los diferentes departamentos, lo que seguramente lo pondrá como un actor de reparto en esta instancia. La capacidad de un partido de generar una estructura nacional sólida que genere raíces en los diferentes pagos de la República no es tarea fácil. Solo pensemos que el Frente Amplio logró esto luego del ascenso de Mujica, lo que no es poco decir, si tenemos en cuenta la magnitud de la fuerza política y del personaje en cuestión.

Además, tengo serias dudas que sea capaz de mantener alineados a todos sus legisladores a lo largo del período. En este corto tiempo, la bancada se ha demostrado demasiado diversa, poco experiente, sin unicidad de criterio y con procedencias políticas muy distintas. Todo eso puede lograrse, claro, pero no es fácil y Manini tendrá allí un difícil escollo.

Tercero. Hoy, la coalición, ¿y mañana?… Como ya mencioné Manini es una pieza clave en la coalición de gobierno. Pero es evidente que en algún momento deberá desmarcarse de la misma para poder aspirar a consolidar su organización partidaria y convertirse en una opción política válida. Este es quizá el mayor desafío de Cabildo Abierto en el futuro cercano. ¿Qué lugar ocupará fuera de la coalición? ¿Cuál será su línea de discurso? ¿Cómo se convertirá en alternativa para suceder al Partido Nacional? Para esto tiene que generar novedad y credibilidad. 

La novedad ya la utilizó en octubre pasado, difícilmente pueda repetir la receta. La credibilidad quedó duramente debilitada luego del manejo del desafuero en donde quedó preso de una jugada demasiado ambiciosa. Vaya dilema.

Cuarto. Ser la excepción y no la regla. En los 190 años de trayectoria institucional de nuestro país solo el Frente Amplio ha logrado quebrar el bipartidismo de los Partidos Tradicionales para, incluso, ser un partido tradicional más. La regla general del sistema político uruguayo es que los movimientos políticos con las características de Cabildo Abierto no logran consolidarse en nuestro país y, aún agonizando por momentos, las viejas estructuras partidarias son las que terminan teniendo el protagonismo. Así que lograr este desafío requerirá de, además de un enorme esfuerzo, una sagacidad y una visión estratégica que Manini tendrá que poner encima de la mesa en el porvenir.

No obstante, vale decir también que estamos frente a un tiempo nuevo, un sistema político en transformación, un Frente Amplio muy debilitado y un Partido Colorado nuevamente en el CTI. Esto sumado a la presencia testimonial del Partido Independiente y del Partido de la Gente dan un marco de oportunidad que bien puede ser aprovechado por Manini y sus cabildantes.

Sin embargo tiendo a creer que es un camino largo y con poco espacio para la innovación. Pero el tiempo dirá.