ENSAYO
Por Fernando De Lucca
En las entregas anteriores que he hecho acerca de este tema, pude percibir una posible forma de ver el mundo para un futuro cercano. Lo que justifica una tercera parte es el hecho de que han quedado cuatro aspectos del ser humano por profundizar: a saber, el tema de la conciencia, la responsabilidad, el vacío fértil y la suspensión momentánea del saber como forma de vivir.
Imaginemos una mañana soleada de primavera. Vamos caminando por la vereda mirando hacia el despejado cielo. Los árboles y plantas ornamentales están en flor y con hojas nuevas. En determinado momento vemos que un escarabajo está dado vuelta. Intenta incansablemente volver a caminar, pero como está caído sobre el pavimento, no lo logra. Seguimos observando y consideramos que tal vez gaste todas sus fuerzas en este esfuerzo y encuentre así su muerte prematura. En este momento deliberamos si hemos de actuar o no. Por lo tanto tenemos conciencia de la situación presente del escarabajo y de la posible situación futura en su corta vida –si la comparamos con la nuestra. Con toda la libertad que conocemos, decidimos darlo vuelta acompañando el hecho con un sentimiento de profunda satisfacción por haber optado por estar del lado de la preservación de la biósfera y del cuidado de toda manifestación de la naturaleza. Bueno, ¿nos hemos hecho responsables de nuestra acción? Aún no lo sabemos con certeza. Sin embargo desde el punto de vista del acto que acaba de ser consumado, hemos interferido en la vida del escarabajo y eso nos hace responsables. Antes de criticar duramente lo que vengo diciendo, paremos un segundo la lectura y reflexionemos de forma casi meditativa. ¿Quién me ha dado el “permiso” de hacer algo así? Los románticos me responderán en seguida que no podrían seguir viviendo sus vidas sin el remordimiento de haber tenido la oportunidad de interferir en la vida de este inocente insecto y no salvrlo de un destino tan cruel. Otros me darán un discurso –algo pesado y místico- acerca de la importancia de hacer y pensar en grandes y pequeñas acciones que todo ser humano que se precie de tal ha de realizar en pro de la vida por encima de todo. Tal vez un cierto grupo me mire como si yo estuviera hablando de una estupidez de tal tenor que intentarían cambiar de tema para hablar rápidamente de algo concreto como el futbol o la política. Pero algunos reflexionarían acerca del inseparable par que es la conciencia-responsabilidad en las acciones humanas y en la forma de pensar. El Buda considera que hay tres aspectos fundamentales en que se puede resumir la vida vivida con sabiduría: saber pensar, saber esperar y saber ayunar. Para un Buda, el increíblemente trascendente acontecimiento de encontrarse con un escarabajo que se ha dado vuelta implicaría detenerse a ver el acontecimiento sin realizar la más mínima acción que interfiera con aquello que está sucediendo. Esperaría que los hechos se sucedan en cada momento presente sin ansiedad por generar ninguna iniciativa y sin tener ninguna otra necesidad que la contemplación de lo que allí sucede. Toda interferencia lo haría responsable del escarabajo.
La conciencia de nuestra vida, es decir, de lo que pensamos, sentimos y hacemos, es del “tamaño” que vayamos conquistando en nuestra capacidad de auto conocernos. La conciencia se expande –aumenta- en la medida que así lo deseemos y eso si nos hace diferentes como seres humanos. Entonces les comento lo siguiente: pueden hacer lo que mejor les guste, pero lo único que tenemos que saber es que el ejercicio de nuestra libertad no es gratuito. Somos conscientes -plenamente o no- de nuestros actos y cada vez que actuamos, nos hacemos responsables de ellos nos guste o no. Está claro también que a menor conciencia menor responsabilidad. No tomen esto desde un punto de vista jurídico donde obviamente por ser parte de una sociedad humana los actos de cualquiera de sus integrantes es considerada de igual manera, y claramente no habría otra posibilidad a no ser que se le haga a cada persona un “análisis” de conciencia y de allí la afectación de sus actos.
Por lo tanto como las leyes humanas son de igual aplicación para todos -las conozcamos o no-, no habría ninguna diferencia entre individuos. Esto es claro, solo que no funciona así en lo psicológico-filosófico. Esto aún se complejiza más si consideramos que la conciencia, más allá de ser una cualidad humana intrínseca, cada ser la toma y la desarrolla según sus posibilidades.
Esto hace que haya una posibilidad evolutiva individual y deliberada en el ser humano casi ilimitada que claramente no la posee ningún otro organismo existente en este planeta. Como tampoco existe un ser que por poseer –o ser poseído por- esta conciencia sea responsable de sus actos y de la interferencia con todo aquello que existe a su alrededor, es decir su entorno.
Podemos apreciar la creación y la destrucción humana vista como fuerzas: Eros y Tánatos o representados por antiquísimas deidades del hinduismo en la trilogía de Brahma como dios de la creación, Visnú como dios preservador y Shiva, dios de la destrucción. Para acceder a esta manera de ver el mundo humano la razón y las emociones parecen ser algo escasas. Por lo tanto habremos de encontrar un espacio en nuestro “interior” que solo podría ser alcanzado por la meditación. En occidente la práctica meditativa es escasa y vista como algo interesante aunque alejado, ajeno. Darse cuenta de la naturaleza de nuestra mente consciente es una búsqueda rara entre raros y no hablo de nada elitista sino de una especie de pereza que tenemos para ver dentro de nosotros. Una voz dice dentro de nosotros: ¡con todo lo que tengo que hacer voy a andar dedicando tiempo a no hacer nada! ¡Como representantes de nuestra sociedad occidental hasta podríamos ver la meditación como una oportunidad para hacer mentalmente nuestra agenda mensual mientras nos quedamos quietos! No hay forma de dedicar tiempo a conocernos si estamos llenos de necesidades, excedidos en obligaciones y escasos en derechos. Por este motivo no es fácil acceder a un “vacío fértil”. ¿Y para qué es tan importante esto? Pues lo es para tener noticias de que poseemos consciencia que genera responsabilidad en nuestros actos. Es tanto lo que nos dedicamos a prever el futuro o a vivir en el pasado que nunca nos sentimos lo suficientemente vivos y con energía para visitar nuestro presente. Entonces así podrán ver la importancia de saber que conciencia, responsabilidad y vacío interno y creativo a partir de una “especie de silencio interior” no son realmente búsquedas colectivas. ¿Cómo sustituimos nuestra falta de auto conocimiento? Con ideas acerca de todo. Ideas que sustituyen y llenan todo espacio que pudiera dedicarse a la búsqueda de aspectos de posibles verdades de forma personal. Lo que hacemos es pretender ver lo interno y externo a través de paradigmas oficiales o verdades socialmente aceptadas por la cultura vigente. La educación y la información van por este camino. Bueno, voy dejando por acá este ensayo con el deseo de que podamos reflexionar con calma juntos. Me quedo conforme de haber presentado estos conceptos y les dejo un cuento que probablemente conozcan.
Hace muchos años, un rico comerciante de oriente pretendía llegar a la iluminación. En la mitad de su vida sentía que había perdido el camino y la oportunidad de ser feliz. Se sentía hueco. Busco a diferentes personas que lo asesoraran y le comentaron que había un ser muy sabio en el pueblo vecino que podría ayudarlo a encontrarse consigo mismo. Allí fue con sus mulas llenas de alimentos y vestimenta para el viaje. Finalmente se encuentra con esta persona luego de preguntar incansablemente por su paradero. Éste le da una serie de conocimientos que suponía le iban a servir mucho. Pasa un tiempo recibiendo enseñanzas y se da cuenta que no había avanzado nada. Sigue buscando y le van indicando chamanes y gurúes de todos los conocimientos existentes acerca de lo humano y lo trascendental. Pasa así muchos años buscando y nada. Ya su fortuna había desaparecido y aún estaba sin sentir alegría. Desesperanzado, se sienta en el costado de un camino y por allí pasa un caminante que le pregunta si estaba perdido. Le responde que sí, que estaba perdido en el camino y aún más en su vida. Agrega que buscaba incansablemente un guía para alcanzar su iluminación y que realmente se había esforzado en encontrarlo desde hacía años. Estaba cansado porque habiendo obtenido muchos conocimientos que ni siquiera había imaginado, aún no había alcanzado su “satori”. El caminante le dice que en las montañas lejanas había un ser que vivía muy sencillamente pero era según las tradiciones un ser de luz. Se despiden y el buscador se dirige como última esperanza y con lo que le quedaba de fuerzas a ese lugar. Pregunta y pregunta y finalmente llega, luego de un peligroso camino por las montañas, a la puerta de su choza. Toca la puerta y esta se abre dejando ver un hombre anciano que lo invita a entrar. El buscador cansado y hambriento pero por sobre todo ansioso por ver si esta vez lograba su propia luz, le hace una pregunta tras otra. El anciano le pide que se calme, lo hace sentarse a su lado y quedarse inmóvil por un tiempo. A las horas empieza a preparar lo que parecía ser la ceremonia del té; un ritual muy sereno donde los dos toman te sin hablar. Hace un despliegue de bellísimos manteles y tazas de estilo. Calienta el agua y coloca el té dentro de una vasija delicadamente decorada. Sirve su taza primero y le sirve al buscador que estaba algo más sereno. Ve que el anciano derramaba té en la taza que tenía entre sus manos. Le dice que pare y éste con mucha calma le dice que al igual que su taza, su interior estaba repleto de ideas acerca de todo. Solamente vaciándose podría ver su luz. Así lo hizo y por primera vez se sintió feliz.