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Por Ramón Paravís
1
Yo ya dije que no me voy a amparar en los fueros, dijo uno. Yo ya dije que no voto ese desafuero, dijo el otro. Y así uno y otro, y los dos; todos los demás, entre ellos. El tupamaro expresidente comprendió mejor que unos cuantos: la demonización tiene pliegues duales, tiene riesgos; el de enfrente creció con las piedras recibidas, se paró sobre ellas y le hizo perder las elecciones. El general comprendió mejor que casi todos: al enemigo se lo combate con más de su propio veneno; a populismo, populismo y medio.
“Gastamos muy poco tiempo, casi nada, en hablar con ese personaje que llevamos dentro”, dijo; citó enseguida a Machado, hizo suya la exhortación al autoconocimiento de la inscripción en Delfos y convocó a Cervantes para dar su idea de la edad dorada. “El tiempo pasa y debería pasar para todos”, dijo dos veces seguidas y poniendo cara de usted me entiende. “En toda lucha armada, desgraciadamente muere gente. Sí, es cierto”, dijo mirando el suelo, y “Lo importante de las armas no son son las armas, es los que están atrás, los que tienen la voluntad de empuñarlas y llevarlo adelante”. Dijo: “Yo creo que tiene que jugar al 5 de Oro. Tiene una suerte bárbara. Porque no se ha visto a nadie que lo echen del laburo y resulta que salga pa’ delante producido y aumentado.”, dijo.“Yo no le quiero dar ese cachón para que se tire al suelo y esté haciendo campaña de que lo persiguen y pa, pa, pa, pa, pa, pa, que es lo que quiere él”.
En casi todo coincidiría el general, o sonreiría, porque sabe que Mujica no estará en el senado, hace uso de licencia. Asentiría, a no dudarlo: a) todo lo que dice sin decir esa alusión reiterada al pasaje del tiempo y su importancia, hecha por el hombre que lleva un personaje dentro; b) la lógica de guerra que al enemigo y a él envuelve; c) es un hombre con suerte.
Una granada de fragmentación de cuatro segundos estalla, por eso se llama así, a los cuatro segundos, lo que tarda la mecha en llegar al explosivo de la espoleta. La primera explosión inicia la segunda, mayor, más asesina. Hay 40 soldados en este salón de clases, relativamente chico. Exhibe el percutor, explica, activa, habla cuatro segundos y la espoleta -por fortuna separada del cuerpo de la granada- explota. Apenas le costó la mano izquierda muy destrozada y destrozada la derecha y sin un dedo. Una puteada, una orden, una caminata de 200 metros. El asistente dental que lo recibe en la enfermería se desmaya apenas le ve las manos. Un enfermero lo venda y, ya en la ambulancia para ir al hospital, manda pasen primero por el salón de clases. (Todos sabemos que no van a aparecer. Dos o tres podrán aparecer, dijo). Del dedo que ordenó buscar -los 40 lo buscaron por un rato-, solamente encontraron la uña.
2.
Agigantado por la destitución, recibe ofertas políticas variopintas; tres partidos lo quieren en sus filas. Elige ser candidato a la presidencia por uno nuevo y conoce la hostilidad inmediata, integral y metódica del sistema político, con excepción del hoy presidente. La campaña electoral -tiempo de dobleces y reacomodos urgentes- mostró grados y maneras de esa hostilidad sostenida. Por un costado, la repulsión física que producía al canciller en pleno candidateo entonces, un tantín agrandado, ausente la educación que le asiste, y demasiado ocupado en seducir votantes izquierdosos con guarangadas como esa. O, más allá, la foto que no, que no, despeinado no, del ministro de trabajo que fue y vino como siempre y dijo además que no, que prefería no sacarse fotos con él. No faltaron, bastaba más, el tridente y los dos cuernos, sin olvidar la capa roja; los invocó la izquierda. Hubo de todo, menos respeto. Pero es un hombre afortunado. En el acto conjunto, el de los predios del Molino de Pérez (no había pasado tanto tiempo, pero sí el suficiente para saber que la convivencia era inevitable), el futuro canciller, que había subido antes que él al estrado, amenazó con saludarlo cuando él subió y así quedó, con medio saludo en el aire, porque el militar, sin mirarlo, siguió de largo. No como si el futuro canciller fuera un banquito; al banquito, no lo habría ignorado.
3.
Cuando se observan los desplazamientos en el tablero, da la impresión de que mueve primero él y, luego, los demás hacen movimientos forzados, tanto gobierno como oposición.
Cuando anunció su candidatura a la intendencia no fue porque pretendiera llevarla adelante, sino que buscaba impedir la candidatura de otros. Bloqueó así a más de uno. Era ese y no otro su objetivo, aunque no lo entendió el más tarde canciller, que respondió con una jugada espejo y desató redondas carcajadas. Igualmente, quedó en el terreno aclarado que el número tres de la colación tiene poder de veto.
Tuvo que aplaudirlo más de una vez el mujiquismo, acaso pensando que mejor aplaudirlo que quedarse vacío y sin discurso, es decir, porque no les dejó más remedio. Tiene que padecerlo un poco también el gobierno, porque pide y no lo hace en privado. Pide que no se suban las tarifas. Pide un esfuerzo de los sueldos más altos del estado. Pide más y más profundas medidas de asistencia. No pierde identidad, la reafirma. Pide que cese la persecución judicial de los hoy ancianos criminales de la dictadura; la llama venganza. Todo lo que dice genera polémica, y lo que no dice también la genera. Se ha instalado en el parlamento y tiene desde allí la visión panorámica que pudo haberle echado a perder un ministerio. Pide explicaciones su sector e interpelan a cuatro ministros de la colación que integra, para tratar uno de los secretos (UPM) mejor guardados del gobierno que se fue, rodeado de secretos; él lo permite. Con la coalición lo unen los compromisos asumidos y lo separa, eso sí, todo lo demás.
El asunto del desafuero sigue el mismo tránsito y es difícil concebir, fundadamente, un escenario en el que dicha posibilidad prospere.
Insiste él con lo el desafuero, pero pronto le recuerdan que el fuero no pertenece al legislador sino al parlamento. No es posible renunciar al privilegio, porque el privilegio del que se disfruta no es propio. Nada de novedoso puede verse en esto y , seguramente, sus asesores lo alertaron a su tiempo. Se cerraría de esta manera una serie de movimientos que comenzó el 30/09/2019, cuando divulgó un video en el que adelantaba que el 3 de octubre iría al juzgado a enfrentar la imputación fiscal: “Iremos contra la prepotencia, contra la manipulación de la justicia, contra el uso de los medios para cambiar el foco de la discusión política y de las necesidades reales de la gente, iremos en defensa de la libertad y la justicia. Iremos con la convicción de que nunca en toda nuestra vida nos hemos apartado ni un punto de lo que marcan los reglamentos, las leyes y la Constitución de la República.”, y solicitaba a sus militantes: “Les pido que no me acompañen físicamente en mi comparecencia a la justicia, no quiero que se vea ni siquiera la sombra de una presión indebida. No quiero que una vez más vuestra presencia sea usada para tergiversar el verdadero espíritu de Cabildo Abierto”. Llegado el jueves, sobre las 14.3o, se hizo presente en la sede judicial y presentó dos recursos de inconstitucionalidad. Compareció flanqueado por un ex-juez penal de dilatada trayectoria y un docente universitario de derecho constitucional (atacado por cuestiones relativas a su suspendida actividad notarial); éste. explicó luego su estrategia dilatoria. La SCJ se pronunció en dos semanas y enseguida recibió los aplausos del candidato progresista. Cuando el joven fiscal pudo materializar su muy anunciado pedido de formalización, a principios de noviembre, se topó con los fueros. Y vuelta a empezar.
Cuando se observan los desplazamientos en el tablero, da la impresión de que mueve primero él y, luego, los demás hacen movimientos forzados, tanto gobierno como oposición.
4.
En la improbable hipótesis del desafuero, ningún escenario es temible y es eso lo que Mujica teme. Una absolución supondría un capital político extraordinario y una condena no conllevaría, dado el contexto, más molestia que alejarse temporalmente del senado. Tiene más para ganar que para perder el general en esta instancia que viene, porque, además, nuevamente vuelve a ser su figura la que junta las aguas y el mapa político parlamentario, oficialista y opositor, se reordena en torno suyo.
A fines de abril pasado, algunos pesos pesados del senado, colorados y blancos, empezaron -ya- a manifestar como duda lo que dentro de poco, seguramente, usarán como argumento para fundamentar su voto en contra: la delicadeza del tema, la institucionalidad, los antecedentes históricos (Erro y Nin Novoa, muy principalmente). Es que a nadie escapa todo lo que hay en la acusación fiscal de político, todo lo que hubo de político en resguardar del reproche penal a otros altos, presidenciales funcionarios. A nadie le sirve, en puridad, el desafuero del general. No lo quieren unos para evitar que se victimice y que con ello crezca más todavía (sin importar el resultado de la peripecia judicial); no lo quieren otros porque su ausencia en el parlamento podría implicar menos control y disciplina de los novatos legisladores cabildantes; tampoco falta aquel que, temeroso de sus movimientos, prefiere custodiarlo en la cámara alta. Se requiere el voto de 21 senadores; la coalición solo tiene 17. Por lo que fuere, desafuero será difícil que haya, pero no podrá afirmarse que se amparó en sus fueros. No tendrá que desdecirse; conserva esos pruritos.
Otro razonamiento abona su permanencia en el parlamento: “A Manini lo votó un montón de gente y yo no puedo enmendarle la plana a esa gente”, dice Mujica, guiñando su ojo a un electorado al que conviene no agraviar, ya que, en parte, lo siente propio; perdido momentáneamente, pero propio. Antes había reconocido que fue un error, en la segunda vuelta, ir a patear el avispero en los feudos electorales de Cabildo Abierto en Rivera; una provocación que salió cara: “Y nos tropeó a los díscolos. Seguro”. Y nos dice: “Mirá, puede ser un problema si nosotros le facilitamos el camino. Eso va a depender del sistema político. Si el sistema político quiere complicarse la vida lo va a hacer. Manini lo que va a buscar es hacer una fuerza partidaria que tenga inserción social importante en los sectores más humildes de la sociedad”.
Surgió como respuesta a la era de gobiernos progresistas, con sus atropellos, su falta de elegancia. En la soberbia de sus ineptos y trepadores funcionarios hay que pensar, en sus mentiras repetidas hasta el insulto de la inteligencia cívica, en su superioridad moral incuestionable y cancelatoria de todos los debates, sus privilegiados empresarios, su nepotismo, sus intimidades con la corrupción, su servilismo ante los bancos, su manejo militante de los dineros públicos y de las relaciones internacionales, su desapego declarado del mandato constitucional. Guido Manini Ríos es uno de los jugadores más importantes del ludo político y marca, en buena medida, la agenda. Lo consiguió en tiempo récord. ¿Cómo ha sido esto posible? Abreva en viejos preceptos marciales y se alimenta del enemigo. El enemigo lo sabe.