ENSAYO
Por Fernando Andacht
Imposible ignorar los signos que aturden el aire: el cierre ritual de un tiempo y el inicio de otro obligan a quien emprende la escritura a acompañar esa ceremonia con un texto que acompase este tiempo fuerte, marcado por lo memorable. Pero entonces cabe preguntarse, ¿qué habría de nuevo, de interesante o relevante en analizar una nueva embestida covidiana extraída de los medios macizos de incomunicación? Todo hace pensar que es más de lo mismo, que mi ensayo no estaría cumpliendo con el protocolo festivo del año en franca y veloz fuga, para nunca volver. Sin embargo, desde este espacio de diálogo con el lector eXtramurano, cabe recordar el viaje irreversible heracliteano: no es posible descender dos veces al mismo río. Ni se puede entrar en el mismo río dos veces, ni tampoco observar y reflexionar sobre el mismo embuste metódico y reiterado del terror pandémico dos veces. Ya cerca del tercer año de vivir en el marco pandémico protocolizado por terrorismo sanitario, es hora de decir que no, de mentalmente responder con vigor al relato engañoso versión fines de 2022 con un ¡NO-LES-CREO-NADA! rotundo. Con ese objetivo, me detuve en una reciente visita agorera a un estudio de televisión abierta para proclamar el eterno retorno del Sars-Cov-2, edición de lujo ómicron & cepas amigas. Aclaro que podría haber sido cualquiera de los medios disponibles, todos se han prestado con entusiasmo al culto de la fe covidiana. En este esperado regreso a la pantalla amiga, siempre tan acogedora de esa clase de necrofilia, el buitre visitante adopta el ropaje de un experto (virólogo) que incluso se permite exhibir sonrisas y una calma optimista, para dulcificar su tenebrosa advertencia y dura conminación: A vacunar, a vacunar que este cuerpo no es tuyo es de aquel, del Cuidadano, del Solidario y del Virus aquel.
Voy entonces al encuentro de los puntos altos de esa presencia macabra, que también funciona como evidencia reveladora del estado del periodismo actual: sus palabras, gestos, en fin, ese cuerpo que habla y asusta con candor y dulzura devela el carácter inocultable de los parodistas que lo acompañan. Sus seudopreguntas son el modelo a no seguir en ninguna escuela de periodismo imaginable. Su complacencia obscena con todo lo que vino a sembrar en el programa de desinformación el experto produce un rechazo en todo espectador que no sufra un trance pandémico. ¿Cómo se puede ser tan obsecuente sin tener el menor pudor? ¿Cómo evitan estos profesionales de la palabra y la imagen cordial televisada verse aunque sea un instante en un espejo mental, cuando cada intervención suya es tan solo un eco complaciente de las afirmaciones del buitre visitante? Si ellos lo hicieran, sentirían tanta repugnancia como la que experimenté durante la obligada visión pausada, morosa, para poder reproducir y analizar aquí los abusos contra la verdad y la realidad cometidos durante esos interminables 21 minutos de aire sofocante, confinante, en el programa Desayunos Informales (Teledoce, 8 am, Lunes a Viernes)
Una advertencia importante sobre el título elegido: me señalaron con justicia que podría haber una lectura errónea del término ‘cuidadano’. Por la costumbre y la existencia de la palabra ‘ciudadano’, es previsible un deslizamiento hacia esta última. De ocurrir ese equívoco, se desvanecería la carga satírica y hostil que interpreto en ese término, uno que ya utilicé en otro ensayo en esta revista, y que proviene de un agresivo representante del covidianismo radical. En mi intento de balance del año 2022, no pude resistir la tentación de recurrir una vez más a ese término grotesco, de humor involuntario que empleó originalmente un “negacionicida” académico.
Lo hago porque esa es precisamente la consigna implícita que trajo a un estudio de televisión un miembro destacado de la ciencia oficial, para iluminarnos – o ensombrecernos – sobre qué esperar en el tiempo venidero sobre la “marea” – su metáfora – de Covid-19 cosecha 2022-2023. Si se toman el trabajo – no menor en una época de ataque masivo a la atención – de leer o releer aquel ensayo de eXtramuros, publicado en agosto de 2021, verán que algunas de las afirmaciones del experto visitante de fines de 2022 son un eco casi perfecto de los testimonios más absurdos comentados en aquella ocasión. Las psicólogas consultadas entonces por el diario argentino Página 12 equiparaban el deseo de libertad “con la locura, con el individualismo, con la tendencia al aislamiento”. Ese es el mensaje moralizante que trae este virólogo de apariciones recurrentes en los medios masivos, en diciembre de 2022.
Aquella columna de Página 12 que consideré inverosímil por lo irracional de sus argumentos fue considerada una joya discursiva y aleccionadora para la era pandémica por quien se presentó en mi muro de Facebook como “un cuidadano”, de ese modo se autopercibió esta persona que, mediante esa curiosa y cacofónica designación se presentaba a si mismo como alguien para quien los cuidados del otro, de la comunidad eran lo prioritario en su vida. Y desde ese elevado lugar moral, el cuidadano procedió a atacar con ferocidad a quienes habíamos criticado el texto del diario argentino: “Muy buen artículo. Únicamente los lectores covidiotas e infectantes se escandalizan . Confunden libertad de expresión con libertad para contagiar”. Más de un año después, la furia vengadora de aquel iracundo cuidadano del otro lado del río encuentra una réplica atenuada pero no menos militante de la vacuna y de los protocolos covilleros en el visitante experto a un programa televisivo local. Reproduzco el ataque verbal que ese cuidadano dejó en mi muro, para que oficie de marco de referencia de la intervención amortiguada y televisada de diciembre de 2022: “Confundir restricciones sanitarias con restricción de la libertad es la estrategia de la ultraderecha covidiota infectante para contagiar y matar. Los covidiotas son asesinos en potencia porque militan la desinformación y el contagio.”

En síntesis, la justificación para detenerme en lo que parece no ser más que una reiteración tediosa del mismo cuento chino, es que la reflexión sirve para anticipar lo que produce y producirá la complicidad culpable de poder mediático, político y científico en nuestras vidas comunes y normales. Lo nuevo(a)normal no se retira tan fácilmente de la escena pública y global; como cualquier especie, sus signos alevosos luchan por mantenerse vivos, fuertes e influyentes. Observar los argumentos o la falta de ellos, sirve para entender cómo se suplanta la realidad por una letanía que reiterada sin pausa busca seguir causando temor y ceguera racional, el entumecimiento gradual de la razonabilidad del mundo de la vida. Por eso cabe atender este desvergonzado despliegue falaz, y prepararse para nuevos ataques contra la vida, que se están gestando de modo obsceno ante nuestros sentidos a cada instante. Lo hacen con el infaltable y entusiasta auspicio de la máquina de amplificar y difundir signos que es la comunicación mediática.
Efemérides eran las de antes: ¡Viva los 1000 días covilleros!
La excusa para traernos la palabra del virólogo Santiago Mirazo, el 13 de marzo de 2022, es una lamentable efeméride que Paula Scorza, una de las dos mujeres del panel anuncia con evidente satisfacción: “La semana pasada se cumplieron mil días de los primeros cuatro casos detectados en Uruguay, que hasta el momento dejó un saldo de casi un millón de contagios y más de 7.500 personas fallecidas por el virus.” Nada mejor que arrojar sobre la mesa de los tres entrevistadores – el tercero es Leonardo Haberkorn – cifras contundentes, para la nunca abandonada misión de infundir miedo difuso en la audiencia. Pero no sólo de fechas memorables vive esa profesión, debe también darnos la máxima actualidad y lo hace así:
“La situación venía estable hasta que la semana pasada se dio un aumento significativo en los contagios, y se habla de 2.645 casos registrados 5 fallecidos y aumentó la cantidad de personas en los CTI, para saber lo que está pasando, ya recibimos al virólogo Santiago Mirazo en nuestro estudio.”
Cuando la presentadora anuncia que la cifra de contagios son los “registrados,” ella pone énfasis en esa palabra; deja entender así que puede haber muchos o muchísimos más casos sobre los que aún no sabemos, pero que podrían constituir el retorno invencible del Sars-Cov-2 a nuestro país. ¿Qué mejor prólogo para la entrada triunfal de esta ave agorera vestida de experto con apariencia (falsa) de modestia? Sus intervenciones cuentan con el inefable y risible apoyo incondicional de los tres parodistas presentes. Los llamo así por respeto a la noble profesión del periodismo: sus intervenciones son patéticas, porque en cada oportunidad, ellos se limitan a exaltar la palabra del visitante. Para ese fin, se abstienen de todo comentario que pudiera interpretarse como una crítica o una discusión de lo que el virólogo expone como verdades inamovibles, y ajenas a toda duda. Brilla por su ausencia durante toda la entrevista cualquier signo que pueda emplearse para confrontar los dichos del experto con genuinas interrogantes, críticas y mucho menos aún con el cuestionamiento de sus afirmaciones. Cada minuto de la performance de los tres panelistas televisuales es una parodia de lo que cualquier escuela de periodismo enseñaría como el legítimo uso de la pregunta que indaga, que quiere ir más allá de lo que el otro trae como verdad incuestionable. Su aporte paródico camuflado de seriedad profesional es un factor clave para que cada intervención del experto visitante levante vuelo y sea recibida como el sacro cáliz informativo por quienes sintonizan Desayunos Informales cada mañana, a las 8 am.

En el inicio fue la ola, hoy es la marea. Como la figura central de la Ciencia Oficial durante el período 2020-2021, R. Radi, este personaje menor nos trae su metáfora:
Ya sabíamos que el virus se iba a quedar, instalar en fase endémica en el país, luego de (tener) 300 casos semanales. Esa marea en un momento dado empieza a subir, pero hablamos de marea y no de ola, porque tenemos un nivel de agua basal, que sube cada tanto.

Y Mirazo pasa a discurrir sobre “sublinajes de ómicron (que) no son cepas nuevas” y sobre el “aumento de las interacciones – como el año pasado a esta altura – y la baja de los anticuerpos.” Lo que este experto describe como el otro factor que produjo “la marea” pandémica pone en un primer plano a su majestad la vacuna, porque Mirazo sostiene que “Lo que no se protege es la transmisión, bajan los anticuerpos y la transmisión aumenta.” Acto seguido él usa una curiosa expresión para describir el momento pandémico, cuando nos advierte que se debe enfocar la vacunación “en personas añosas y personas con comorbilidades, que son las que van a pagar el precio, de estos aumentos de casos. ¡Son ellos!” Además del énfasis para designar otra vez a la población de riesgo, destaco la frase que el virólogo escogió para describir el mayor peligro covidiano: “van a pagar el precio”. Si eso fuera verdad, hay alguien que estaría haciendo algo muy malo, cuya consecuencia la sufrirán seres inocentes, desvalidos.
Esa es la señal para que el parodista masculino del trío – Leonardo Haberkorn – lance su primer apoyo táctico, como si los cuatro que vemos hubieran ensayado esta presentación: “¿Son ellos los que tienen que tener cuidados especiales?” No se hace esperar el principal mensaje propagandístico que el virólogo trajo a ese escenario televisual:
“¡Sí! Con boosters, refuerzos de vacunación, cuidarse, pero [se toca el pecho con expresión grave] también nosotros cuidarnos, porque las cadenas de transmisión las generamos las personas más en movimiento, en movilidad, somos nosotros los que expandimos el virus. Una buena estrategia (para no expandir el virus) es darse la 3ª dosis, hoy tenemos una cobertura muy [énfasis] baja, 58% ¡De enero a diciembre aumentó un 8% la cobertura, lo cual es inaceptable!

Este buitre vestido de científico pandémico oficial cierra su alegato con un gesto de máxima incredulidad. Por eso introduje este ensayo con la evocación del episodio protagonizado por el rabioso cuidadano. El mismo funesto papel que tuvo que cumplir y sufrir injustamente Carmela en 2020 – el de chivo expiatorio universal construido en base a leyendas urbanas y complicidad del sanitarismo autoritario – ahora lo cumple el egoísta vacunal: ¿si ya se dio dos, por qué no se solidariza y sigue adelante con más dosis? El precio de su maldad lo pagarán, según advirtió el docto virólogo, los más débiles y expuestos al Covid-19. Este es el primer blanco del ataque desde el estado mayor covidiano; el segundo ocurre al final y postula como archivillano un actor geopolítico de enorme magnitud: China y su política de 0 Covid sería la otra amenaza, según Mirazo, para el éxito ininterrumpido de las políticas ejecutadas en Occidente. Aunque en un alarde de falsa modestia Mirazo responde al final de la entrevista que ahora están “mal preparados” para futuras pandemias, pero antes estaban “muy mal preparados”, nada de lo que afirma ante sus admirados interlocutores va en la dirección de una auto-crítica. Y él lanza una condena para los nuevos dudacionistas vacunales, temible némesis de todo buen cuidadano:
“Las personas con dos dosis están protegidas muy bien contra una enfermedad severa. Por eso, del punto de vista individual o egoísta, con 2 dosis puedo estar bien cubierto para la enfermedad grave. Pero es muy mala para evitar la transmisión del virus. En un contexto de circulación comunitaria viral, la 3ª dosis es clave, para restituir los niveles de anticuerpos, y evitar no del todo, pero en gran medida, la transmisión del virus. Ese es el mensaje, no pensar tanto en uno, sino cómo puedo hacer yo para cortar la cadena de transmisión y evitar que esos rebrotes sean lo más chicos posibles para que no llegue a las personas que pueden tener una enfermedad grave.”
Sin ahondar en una perspectiva psicoanalítica, no puedo dejar de mencionar el lapsus delator de esta ave de mal agüero vestida de virólogo televisivo: el que se siga vacunando, quien obediente sabrá cumplir con la política adictiva a la vacuna podría, según dictamina Mirazo, “evitar que esos rebrotes sean lo más chicos posibles.” El virólogo dijo lo opuesto de lo que quería decir, pero quizás ese instante fue cuando él estuvo lo
más cerca de la verdad. Lo que dijo literalmente es que el vacunarse indefinidamente, como te lo pide tu amigo el MSP, conseguiría que los rebrotes de Covid-19 sean lo más grandes posible, ya que darse el tercer refuerzo sirve para “evitar” la reducción de la transmisión. Propongo considerar toda la intervención del virólogo invitado como un auténtico ‘booster’ discursivo, un refuerzo ideológico que no sirve en verdad para evitar la propagación del virus, sino para señalar culpables, para agrandar la grieta pandémica sobre la que escribí hace tiempo, ese funesto foso que deja de un lado a los fieros cuidadanos, y del otro a los egoístas covidiotas infectantes y asesinos (¡y de extrema derecha para colmo de males!).
Una lección de anti-periodismo o ¡los parodistas al 4º poder!
“En la vida común, todas nuestras afirmaciones, es bien sabido, son, en lo principal, toscas aproximaciones a lo que procuramos transmitir. Un tono o un gesto es a menudo la parte más precisa de lo que es dicho.” (Peirce, CP 5.568, 1901)
Quizás acometido por la vergüenza de silenciar tanta información de calidad disponible, un parodista del panel le pregunta al virólogo sobre el exceso de mortalidad en 2022. Lo hace con un tono que delata el temor de haber manifestado un exceso de curiosidad y fatídicamente una distancia perceptible del dogma covillero al que todo el tiempo le rinden pleitesía:
“Hace poco trascendió la información sobre el número de muertos en el primer trimestre de este año, y daba un aumento del 40% Para algunos son los efectos de las vacunas… digamos. Ha circulado mucho en las redes de los antivacunas. como una prueba de que algo se hizo mal, ¿cuál es la explicación de ese aumento de mortalidad?”

El parodista L. Haberkorn hace su pregunta casi genuina con un tono incierto, como si él estuviera a punto de surcar aguas borrascosas, pero él la completa con una alusión que, seguramente, lo debe haber tranquilizado. Parece que aludiera a una secta satánica que deforma y malogra todo y que, por ende, no merece en absoluto confianza. Él habló de las redes sociales – un lugar vigilado, controlado y estigmatizado por los fact checkers – y para colmo de males éstas son frecuentadas por “los antivacunas”. El efecto discursivo buscado es como si Haberkorn ya hubiera cancelado por completo su tímida y débil conjetura, a saber, el aumento de mortalidad concebido como un posible efecto de la vacunación contra el Covid-19. La respuesta del experto aporta todo lo que se podría esperar de una interrogación que se puso a si misma en cuestión, y que ya descalificó una explicación de las dos posibles:
“¡Una de las características de estos datos que circulan es la falta de evidencia! No hay ninguna evidencia que soporte esas afirmaciones. Entonces es muy difícil ponerse a discutir sobre la base de hipótesis o ideas que yo pueda tener. Claramente, la hipótesis más razonable, más plausible, es que durante 2020 hubo un montón de enfermedades desatendidas de corte oncológico, de corte crónico, no transmisibles. Esa falta de atención tuvo un delay, los fallecidos se corrieron al 2021, y se corrieron al 2022.”
El tono empleado por el virólogo es terminante, exuda seguridad. Mirazo ha declarado írritos y nulos los datos del VAERS, y de las diversas fuentes confiables sobre los daños ocasionados por la vacuna de ARN mensajero, desde su implementación en el mundo. Y el invitado comete un segundo lapsus: es extraño, por no decir ilógico que afirme que él no discutirá “sobre la base de hipótesis o ideas que yo pueda tener”. Lo que era esperable que diga, lo más plausible en su rotunda afirmación era las hipótesis o ideas “que ellos puedan tener”. Debió haber aludido a los satánicos antivacunas, siempre activos desde sus infames tugurios virtuales, ya mencionados por el parodista Haberkorn, en su tímida anti-pregunta.
En un texto clásico de metodología, el fundador de la semiótica, C. S. Peirce, distingue el método científico de los otros tres que usamos en la vida cotidiana. El método de la tenacidad oculta o niega todo lo que pueda perturbar nuestra convicción: la realidad es lo que decimos que es; el de autoridad se basa en que para mi creencia apelo, por ejemplo, a la condición de reconocido experto de quien la enuncia. En este caso, alguien que desde su elevada posición académica niega toda hipótesis que no haya sido legitimada por el GACH o la UDELAR. El método a priori es el que me induce a creer en aquello en lo que ya estoy dispuesto a creer, como la preferencia por una moda (el ejemplo es de Peirce). Sólo cuando “nuestras creencias son determinadas por algo no humano” (CP 5.384), estamos ante el método de la ciencia. Los duros datos relevados por distintas agencias en el mundo sobre efectos dañinos causados por la vacunación contra el Covid-19 son ese elemento “no humano”, imposible de negar, más allá de que nos guste no lo que manifiestan.
Nunca considera el visitante del programa Desayunos Informales las otras hipótesis; él sólo elige las ideas que son “agradables para la razón” (CP 5.382), el procedimiento a priori. El supuesto atraso o postergación de muertes desde 2020 a 2022 – lo que Mirazo denomina el “delay” – funciona en su discurso como un oportuno talismán, casi una superstición que lo explicaría todo. No se entiende cómo puede afirmar con tal certeza que no existe evidencia alguna, sin citar antes la información disponible sobre efectos adversos de la vacunación pandémica, incluidos los mortales. Pero, dado el entorno adulador que lo rodea, él ni siquiera se demora en reflexionar sobre lo pésimo que fue protocolizar la vida, nuevoanormalizarla de ese modo, en la atención médica o en la educativa. Aunque concede sin extenderse al final que “Estamos pagando el costo de ese corte de la cadena asistencial y hoy se ve ese exceso de mortalidad”, no le tiembla el pulso ni la voz al declarar con severidad solemne que un fenómeno tan complejo como el que discute tiene una única y simple explicación. Su posición es lo opuesto al principio falibilista peirceano, porque Mirazo no deja ningún margen de duda para el posible e inevitable error humano que acompaña toda conclusión.
Pero falta aún llegar al momento más bajo, el que podría utilizarse en algún manual futuro sobre cómo no hacer periodismo, ni en televisión, ni en radio ni en ningún medio de comunicación. De nuevo, el parodista Haberkorn le tiende otra pregunta fácil, ya respondida, para que el entrevistado pueda lucirse nuevamente, armado de su reluciente competencia: “¿Estamos pagando el costo de ese encierro que tuvimos?” Vale la pena destacar que el parodista usa la imagen que empleó al inicio de la entrevista el propio Mirazo – el precio a pagar por culpa de los egoístas miserables anti-3ª-vacuna. Por supuesto, el ave agorera vestida de humilde civil aprovecha ese facilismo para asestarle un nuevo golpe a la infame secta anti-ciencia, esa que combate la impoluta fortaleza donde él habita: “Esa es la hipótesis más plausible cuando se está buscando esos datos. Cosa que las otras no hacen.” Los incorregibles antivacunas serían enemigos de la curiosidad, y por eso nunca podrían llegar a siquiera vislumbrar la luminosa verdad, que Mirazo tiene la suerte de contemplar de modo rutinario. El virólogo redondea su intervención con una mención de la necesidad de vacunar a niños y adolescentes, pues se habla de “niños pandemials en todo el mundo sumado también a que el Covid tuvo un efecto negativo en la respuesta inmune, se vuelven susceptibles a otros virus. Hoy EEUU tiene tasa de influenza que nunca vio en su historia. ¡La respuesta a ese daño que genera el Covid asociado al long Covid!” Él mezcla así el impacto psicosocial – los problemas de la generación de niños que sufrió el aislamiento pandémico – con el efecto biológico/sanitario del virus.

Ese momento fue el prólogo de lo que fue el punto más deprimente de la performance estos tres parodistas, en su danza sumisa y obsecuente en torno al gran ave agorera que los visitó para graznar su saber invencible, a prueba de toda duda. No bien el virólogo terminó de derramar su saber sobre los efectos negativos en la población infantil mundial, la parodista Analía Matyszczyk, quien se había mantenido callada hasta entonces, se lanza al ruedo con inusitada audacia y completa desorientación. Ella debe haber sentido que era su momento para brillar en esta bandada de bufones disfrazados de concienzudos buscadores de la información. ¿Y qué mejor manera de hacerlo en modalidad parodista que preguntar exactamente lo mismo que el visitante acababa de responder ampliamente? De ese modo fue que procedió la tercera integrante del panel de parodistas de Desayunos Informales:
“Pero bueno, también el sistema inmunológico de esos niños tuvo una alteración en el normal desarrollo, porque estuvieron aislados.”

Algo digno de mención es el magnánimo gesto de benevolencia con que el visitante virólogo le devuelve ese pequeño pero sentido homenaje a la parodista Analía M.: “¡Exacto!” exclama Mirazo, y así la habilita a que ella aporte otra redundancia a su insólita y no necesaria intervención: “¡No se expusieron tanto!” Desde su elevada altura de experto constantemente adulado, él procede a simular que esta plebeya periférica acaba de decir algo válido, digno de encomio, cuando es imposible no percibir que todo lo que ella dijo fue un eco perfecto de lo que él mismo recién había dicho. Envalentonada, ella cierra su redundante y del todo inútil planteo con una anti-reflexión final, un broche de oro para tanta banalidad desinformativa: “¡No permitieron que se volvieran tan fuertes, como en una vida sin Covid lo hubieran hecho!”
Debería considerar también la hipótesis de que esta integrante del panel estaba totalmente distraída, que estaba en otra, flotando lejos de esa tediosa mesa, que ella simple y humanamente se distrajo, no escuchó nada, o no todo lo que dijo el invitado, y al salir de ese estupor de ausencia, lanzó al ruedo lo que le pareció un muy oportuno aporte. La otra hipótesis es menos positiva para esa parodista: ella no quiso quedarse atrás en nivel de obsecuencia, y decidió jugarse a la modalidad eco perfecto: dijo de nuevo con aire de ocurrencia original exactamente lo que el entrevistado acababa de pronunciar. Tiene asegurada así la benevolencia de aquel, y un cierto efecto – para el espectador distraído – de que ella estaba preparada, que es una interlocutora válida. Y sin duda, para el poder triple político-científico-mediático vigente esa parodista lo es; ella está preparada para auspiciar con alma y vida el protocolo anti-debate y anti-crítica del sanitarismo compulsivo y descerebrado que rige en todo el territorio desde marzo de 2020.
Signos eXtramuranos para mantener abierto el sendero de la búsqueda
Me temo que más de un lector estará masticando la frase “gastar pólvora en chimangos”: por qué invertir energía, tiempo del escritor y luego del lector en constatar algo ya constatado, a saber, el triste estado de los antes buscadores de información devenidos hoy siervos dóciles y complacientes de la Ortodoxia Covid, que ya va camino a festejar su tercer aniversario. La pregunta que importa es para qué: en las postrimerías de 2022 somos testigos de que estos tres antagonistas del periodismo siguen cumpliendo al pie de la letra su papel amplificador, duplicador de la voz de la Ciencia Oficial, de la Política Sanitaria y por supuesto de celebración cotidiana de su morada electrónica, el medio masivo desde donde nos instruyen.
Hay en todas sus intervenciones una tesitura propia de una mente dormida, lánguida, cuando ellos al unísono describen de modo átono y nada colérico ni frustrado las medidas pandémicas tomadas, como si se hubiera tratado de un inevitable huracán estacional, en el Caribe. Gracias al triste y paródico desempeño de estos personajes de un canal abierto de televisión, que llega cada mañana, cinco días por semana, y dura cuatro horas, podemos apreciar en toda su siniestra contundencia la alambrada electrificada que limita como implacable cancerbero lo decible y lo pensable desde un medio de comunicación poderoso. Leonardo Haberkorn, Paula Scorza y Analía Matyszczyk son del todo intercambiables con cualquier otro parodista de cualquier otro medio uruguayo, en la actualidad.
A pesar suyo, los tres son emblemáticos representantes del feliz auto-amordazamiento de todo el cuerpo informativo central, el que posee el mayor poder de llegada al público. El dato más melancólico, quizás, es que ellos animan la llamada “primera mañana” de ese extenso programa. La suya es la parte más seria, dedicada a informar sobre política, salud, etc. Nada de la inquietante y letal iatrogenia de las vacunas, de las pésimas medidas arbitrarias se asoma jamás a lo conversado durante un tiempo que es muy extenso según los parámetros de la televisión comercial. Todo es reivindicado con alegría: tapabocas, vacunas, refuerzos, la existencia de villanos antiguos – los maléficos anti-vacunas – y nuevos – el egoísta doble-vacunado que se empecina en no volverse un cuidadano, y darse la 3ª dosis, y la China, por sus equivocadas políticas sanitarias. Sólo faltó que gritaran los cuatro integrantes de ese sesudo panel al despedirse: ¡Viva la Grieta Pandémica! Hubiera sido un digno final, porque al menos hubieran develado su inamovible lealtad al covidianismo, su implacable condena de los covidiotas infectantes, en fin, toda la oscura ideología que flota encima de esa aparente moderación conformista y alegre, con que se saluda la entrada de la nueva marea de Covid-19, edición 2023.
Me despido de los lectores, y del año 2022 sin euforia pero sin pesimismo, con el ánimo firme de seguir observando y traduciendo en escritos de destino incierto aquello que permanece exiliado de la discusión pública oficial. Aunque está destinado a ocupar la periferia de la información, el ya voluminoso cuerpo de signos de vida que reúne cada número de eXtramuros tiene el poder necesario para interpelar la realidad. Importa el elegir no ser el triste eco de las voces poderosas que reclaman para sí, y para siempre, desde la tenacidad, la autoridad o el a priori, una verdad siempre fugitiva y frágil, que está abierta a “una comunidad sin límites definidos y capaz de un aumento definido de conocimiento” (Peirce, CP 5.311, 1868). Retomo en el final de mi texto la máxima que, según Peirce, debería formar parte de todo ámbito que se dedique a la interminable búsqueda de la verdad, que es la cara inteligible de lo real: “No bloquear el sendero de la investigación”, porque esa es “la primera regla de la razón” (CP 1.135, 1905).
Referencias
Peirce, C. S. (1931-1958). The Collected Papers of C. S. Peirce. Vol. VII-VIII. C. Hartshorne, P. Weiss & A. Burks (eds.). Cambridge, Mass.: Harvard University Press. La obra de Peirce es citada del modo convencional: x.xxx corresponde al Volumen.Párrafo en esta edición.
Material audiovisual analizado:
Desayunos Informales (Teledoce, 13/12/2022) Disponible en: https://www.teledoce.com/programas/desayunos-informales/primera-manana/aumento-de-casos-de-covid-19-en-el-pais-son-brotes-esperables-aseguro-santiago-mirazo/