ENSAYO
Por Fernando De Lucca
La parte primera que lleva este título y que escribí para el numero anterior de la revista extramuros pretende revitalizar la idea de que el instinto y el mundo de los impulsos tiene un profundo significado para la salud y el buen camino que el ser humano necesita para reencontrarse con algo que no le interfiera con su natural alegría de vivir. Es importante o más bien fundamental saber cómo el ser humano fue creando la trampa en la cual cayó. La trampa de jerarquizar el intelecto por encima de todo. Patriarcado, erudición, pensamiento mágico, ideologías cristalizadas, discriminación de variadas formas e información descuidada en relación a la verdad son el absurdo de nuestro tiempo. Las adicciones de todo tipo, el absurdo deseo de tener poder económico sin límites y fácilmente y la depresión son algunos de los síntomas más visibles. Como si fuera poco, la virtualidad puesta en un pedestal es la demencia recubierta de necesidad.
El primer pensamiento que me llega es acerca de la naturaleza que nos rodea. Ese marco que nos da sustento en todos los sentidos que la vida nos muestra se transformó en una pertenencia. Es ahí que parece comenzar una transformación humana y social donde se privilegia la cosa sobre el ser. Al actuar sobre la naturaleza, manipulándola e interfiriendo en su natural desarrollo, estoy adueñándome de ella. Es un útil, no un objeto de contemplación como lo era hace 15 mil años. Ya en otros ensayos consideré este tema a la luz de la revolución agrícola inspirado en Yuval Noah Harari que la considera como “el mayor fraude de la historia”. Hace 12 mil años el homo sapiens comienza a ser sedentario y por lo tanto se establece definitivamente en espacios que se auto adjudica como propios. Pasa de ser cazador recolector a crear su propia fuente de alimentos que lo hace menos dependiente del medio. Comienza a querer predecir. Es así que a partir de su concepción autónoma se va alejando de lo impredecible de la naturaleza. Comienza a cultivar y a construir su guarida a través de su propio esfuerzo y creatividad en la elección de los espacios y los materiales. Desde esa nueva forma de vivir, entre 6 y 7 mil años después, nacen los primeros reinos y 2 mil después los primeros imperios.
Todo esto es conocido, aunque lo más importante es que no se puede ir para atrás en la historia. Sin embargo hay concepciones de la vida, tal como propone el antiguo chamanismo -que no tiene un claro origen en el tiempo- donde el ser humano que ha alcanzado el título de brujo posee cualidades que lo hacen vivir de manera totalmente impredecible en cuanto a su conducta y su cosmovisión. Por lo tanto no se puede volver atrás pero puede ser diferente el futuro si liberamos el instinto impredecible. ¿Está claro para el lector el cambio sustancial que esto tendría? ¿Está claro que ya el poder no lo tendría el que tiene sino el que “es”?
Siguiendo con este ensayo, lo que hoy más me importa es que en la medida en que la civilización avanza, estamos más lejos de nuestros primarios impulsos mientras se hacen cada vez más sofisticadas las formas de producir ideas para las mayorías. Las ideologías se han ido nutriendo del creciente aumento de la razón por sobre la observación y han servido a la conveniencia de algunos en desmedro de otros. Esta ha sido la tónica de la cultura humana en términos de arte, ciencia, religión, política y progreso hasta llegar a la casi absurda negación de la realidad en la cual el instinto, fuerza fantástica que está en el propio centro de la vida, se ha visto interferido. Es esto en lo cual me quiero detener. Voy a partir de que la realidad es lo más difícil de tener en cuenta y a su vez lo más trascendente para nuestra comprensión general. Obviamente cuando el homo sapiens se asienta para cultivar, tuvo necesariamente que tener en cuenta el clima, las estaciones, la observación de la naturaleza y así se fue haciendo conocedor de aspectos que hoy parecen fundamentales. El pensamiento mágico llevado al extremo por las ideas divinas de la época, fueron avanzando y se cometieron las más altas atrocidades en nombre de conveniencias justificadas por necesidades fundamentales como el hambre y el placer por ejemplo. Esa crueldad y barbarie parecen instintivas y claramente lo son, solo que es la activación de uno de los múltiples aspectos que el instinto tiene. Si a la razón le quito la ética, estoy creando un psicópata, si al instinto le quito los sentimientos y la inteligencia creo un monstruo más feroz aún. ¿Cómo estoy entonces hablando tanto de los impulsos instintivos humanos que nos acercan a los demás animales siendo estos tan peligrosos? Son peligrosos en la medida en que se pretenden guiarlos por el interés ilegítimo de ideas que tienen un fin que no es para el bien común. El bien común es el que hace que los seres humanos sean libres y responsables. La responsabilidad y la libertad considero que son fáciles de encontrar en los niños siempre que la educación no interfiera en ello. Si se le permite a cada uno expresar sus deseos instintivos, seguramente todo iría de buena forma siempre que seamos
como los niños, sin ideas del bien y del mal contenidas en la profunda discriminación ideológica que crea afiliados y enemigos de causas vanas y sombrías. Pero no hay posibilidad de negar que seamos seres dionisíacos en equilibrio con lo apolíneo. El placer y la pureza han de estar en armonía y a veces es tan difícil ver un ser que este en este balance que nos parece un raro ejemplo no aceptable dentro del género. El placer no quiere decir que no podamos aceptar el dolor así como la pureza y la belleza no van en contra de la oscuridad. Todas son partes de un todo mayor. El instinto es aquello que nos hace ver enteros en todo momento. Es el “resumen” de lo humano.
Todo está ahí.
Vamos a una experiencia práctica. Cerremos los ojos e imaginemos que aún no somos. Ahora imaginemos que los principios energéticos materiales femenino y masculino se unen para formar de ambos una materia primaria que llamamos huevo y que anida en el útero de nuestra mamá. Rápidamente vamos creciendo y tomamos forma cada vez más parecida a la definitiva. Tenemos rudimentos de conciencia. No registramos necesidades pues estas no se manifiestan. Todo es un gran y fluido presente.
Es el paraíso.
El ambiente es de una estabilidad absoluta. La temperatura es invariablemente agradable, el espacio alrededor es muy grande. Respiramos y nos alimentamos a través de la sangre de nuestra mamá que fluye en nosotros junto a la de ella. No hay sonidos estridentes aunque veo variaciones muy leves de algo que viene de lejos. Si aceleramos este proceso que seguramente lo vivimos como eterno pues no hay una clara temporo-espacialidad vemos que se aproximan límites que nos hacen sentir algo que viene por primera vez de afuera. Ya soñamos y tenemos una conciencia muy amplia casi imperceptible. Vamos sintiendo momentos en que ese “lugar” se mueve y otros en los que está muy quieto. La luz y el sonido que conozco desde hace mucho son relativamente constantes pero, ya no tengo tanto lugar. Veo que los límites se acercan a “mi”. No estoy tan “cómodo”. Siento que me mueven más y siento que el lugar donde estoy tiene otros movimientos desconocidos hasta ahora. Me aprietan. Son cada vez más frecuentes. Como no tengo casi conciencia, casi no tengo percepción de mi ni de que soy un cuerpo. Lo de afuera me da a entender que hay límites. Cambio espontáneamente de posición hasta que por la falta de espacio me quedo finalmente en una. Entre el movimiento de translación de mi mamá y el del útero como aquello que me rodea, la falta de espacio y la fuerza de todo esto al unísono, voy saliendo por un canal que se va abriendo en mi pasaje o tal vez me sacan del lugar sin previo aviso.
Es la caída del paraíso.
Ahora respiro por primera vez. ¡Por primera vez! Ahora siento frío y calor por primera vez y esto me lleva a sentir mi cuerpo. Ahora siento algo que me produce incomodidad y aumenta mi débil conciencia. Me percibo como algo. Me agarran y me llevan a lugares que no conozco. Me alimenta un líquido que proviene de un lugar que tiene calor y me tocan. Tengo boca y tengo sensaciones de saciedad y de incomodidad. Siento mi abdomen y mis esfínteres; comodidad e incomodidad; sonidos estridentes y movimientos bruscos. Mi conciencia aumenta de a poco en relación a mis necesidades. Es allí donde me encuentro.
Me encuentro.
Me doy cuenta -muchos años después- que todo esto es el instinto. Nunca pensé, nunca me di cuenta que tenía sentimientos en relación a mis sensaciones.
La autorregulación organísmica que no es otra cosa que la fuerza de la vida, actúa guiándome hacia lo que se “debe” hacer. No delibero, sencillamente en ese tiempo todo se dio a partir de como la naturaleza y su maravillosa y asombrosa fuerza actuó en mí.
Me conservó y me relacionó con amor inconmensurable. El instinto me lleva al amor y al saber. Actué sin tener que buscar nada más que aquello que le hiciera bien a mi ser y a todos los seres. Pues lo que ha sido bueno para mí despierta en mí la comunidad con todo lo que está fuera de mí. Esa inteligencia natural y ese amor impetuoso junto a lo que es el fluir de la vida es lo que podemos aún conquistar.
Comprendemos lo que esto nos brinda. Comprendemos lo que es ser sin tener que ser de determinada manera.
¿Cómo miramos entonces con esta comprensión, las imposiciones y los deberes que vienen a quitarnos la vida que hay desde aquellos momentos primeros? La libertad del instinto en conjunto con la conciencia de pertenecer a una naturaleza que determina mi existencia, la inteligencia de ser humano y el amor de ser seres en comunidad es una posible realidad. Es una posible realización.