Cuando te despertás y comprobás que todo lo que te advirtieron y no quisiste escuchar, resulta que era cierto
PORTADA
Por Aldo Mazzucchelli
Desde que Elon Musk -se piense lo que se piense de él personalmente- compró Twitter a fines de octubre, un fenómeno sorprendente está ocurriendo. Pero la sorpresa aun más grande -o no- es que la prensa local -y la gran prensa global- están ocultando activamente ese fenómeno.
¿Cuál es ese fenómeno? Muy simple. Musk contrató a varios periodistas independientes como Matt Taibi, Bari Weiss, Michael Shellenberger, David Zweig o Lee Fang, y les abrió el acceso a toda la información pasada de la compañía: emails internos y con terceros, resoluciones, memos de discusiones internas, etc. La consigna era publicar todo lo que fuera de interés, mostrando las políticas de manejo de la información que había hecho la compañía hasta ese momento. El resultado es que, en un plazo de algunas semanas, cosas que se vienen denunciando en esta revista desde su número 1, y en otros medios, respecto de la ausencia de libertad de expresión en redes y los mecanismos que la causan, han quedado abundantemente confirmadas. Ahora vemos en detalle los mecanismos de la censura y el direccionamiento de la información, sólo que esos manejos han quedado a la luz al nivel más masivo.
Sí, las redes sociales censuran las opiniones que no coinciden con la nueva ortodoxia que domina el panorama de la comunicación desde 2016 por lo menos. ¿Cuál es esa ortodoxia? No es un plan sencillo, ni una guía simple, sino todo aquello que diversos agentes (que no son tantos) consideran que, de divulgarse, dañaría irremediablemente al sistema. Es decir, intentan seguir haciendo lo mismo que los medios sistémicos hicieron durante toda la historia. Solo que, durante toda la historia anterior, no había redes sociales y voces independientes con poder de llegada como para contradecirlos.
No son tantos, decíamos. Efectivamente, los que intervienen sobre los contenidos de twitter (“borrate tal cuenta”; “mirá lo que está diciendo esta cuenta”; “ojo con este usuario que es un antivacunas y tiene muchos seguidores”; etc.) son un puñado de políticos y agencias del Estado con mucho poder. Pero el truco es simple: el mismo tipo de control lo ejercen esos mismos agentes sobre toda la prensa mainstream y sobre las agencias que la mayoría de los medios usa (Reuters, AP, etc.). Y de ese modo -controlando la línea, lo que es aceptable y lo que no- en esos grandes medios tomados como referencia por medios menores, se obtiene que luego esos medios menores repitan.
Es así como obtenemos un fenómeno patéticamente divertido como el que se ve en el video inserto al final de este texto, como regalo de fin de año: decenas de periodistas de decenas de medios repitiendo exactamente el mismo concepto -y casi con las mismas palabras-: “Tome precauciones extra ahora cuando busque información médica en el twitterverso -porque twitter ya no aplica la política de desinformación sobre Covid“.
¿Qué es, entonces, lo que hemos visto confirmado?
Bueno, un puñado de cosas:
– sí, las redes sociales censuran, eliminan contenidos masivamente, a pedido de agentes políticos o estatales de gran poder
-sí, censuran además, a menudo, de modo velado, oculto, y el usuario es casi el único que ve sus propias publicaciones, si lo que dice no le gusta a la ideología en la que coinciden los progresistas estilo Foro Económico Mundial, y los conservadores o liberales que siguen viviendo en 1985, cuya alianza de facto es la que intenta controlar el discurso público en Occidente;
– sí, también hubo un esfuerzo para ocultar la información sobre el Covid19 que contradecía la línea oficial -independientemente de que viniera de científicos absolutamente respetables o periodistas o investigadores que se toman en serio su función- mientras que (correctamente) jamás se molestó siquiera a las bandadas de desinformados soberbios, y malintencionados belicosos, que llamaron a esos científicos de “negacionistas” y “antivacunas”. Y además, por supuesto, los censurados tenían razón en todo lo sustancial, y en casi todos los detalles.
Finalmente están un poco más a la vista los entresijos del hecho de comunicación pública más relevante del siglo: lo que estamos leyendo en los “grandes medios” desde aproximadamente 2016 es una cantidad de basura, propaganda del sistema, o deep state, o blob, o como le quiera usted llamar.
Como en eXtramuros se ha analizado desde distintos ángulos, estamos presenciando un gigantesco esfuerzo del sistema y su aliado de siempre, la prensa tradicional, para seguir controlando las narrativas como casi siempre lo han hecho. Un intento de amordazar, limitar y pervertir la libertad y democratización que ofrecen las nuevas tecnologías de la información.
Por supuesto, este de los Twitter Files es solo un capítulo -aun en curso- de lo que será al fin una derrota. No podrán controlar la información libre, ni podrán evitar que cada uno de los minúsculos detalles de todas las verdades que han estado ocultando a fuerza de ideología, se sepan, se reconozcan, y se establezcan como lo que son: mentiras.
Mentira la ortodoxia Covid de cabo a rabo; mentira que no había tratamientos alternativos tempranos eficaces (los mismos creadores involuntarios o no del SARS CoV escribieron en su propia propuesta, allá por 2017 y 18, que la hidroxicloroquina era una cura segura y eficaz, pero los medios combatieron la idea); mentira la “eficacia & seguridad” de las “vacunas”, y mentira que las “vacunas” no matan a un porcentaje de quienes se inoculan; mentira la propaganda sobre “en Ucrania se defiende la democracia” & “Ucrania va ganando”; mentira las elecciones de 2020 en USA; mentira la pintura que dieron del 6 de enero 2021 en USA; mentira el cambio climático antropogénico; y mentira todo lo demás. La lista es larga, pero toda la recorrerá el tiempo.
¿Cómo sabemos que mienten y censuran, y cómo sabemos que es un esfuerzo deliberado por controlar la narrativa que se escapa, esfuerzo sobre el que se convenció a una generación entera de que era algo virtuoso hacerlo?
Porque están a la vista los emails en donde el gobierno norteamericano, o la “comunidad de inteligencia”, o el Comité del Partido Único Demócrata&Republicano, acuciaban a los empleados de Twitter a que cerrasen cuentas, baneasen opiniones, censurasen en la sombra, o -al contrario- blanqueasen y diesen autenticidad a cuentas basura dedicadas a sembrar las admirables ‘políticas’ del Pentágono sobre Yemen o sobre cualquier otra zona de la tierra.
Comprobado. Expuesto y demostrado con miles de emails, conversaciones, documentos de prueba.
Y es más: lo que ha hecho el gobierno norteamericano y sus agencias -y, si lo miramos más de cerca, los delegados censuradores locales que nos cierran a cada rato los posteos o publicidad de esta revista en Facebook o Youtube- es un delito. Según la Constitución americana o el orden constitucional uruguayo -en caso que alguna parte de ellos aun rija- la censura ejecutada por un gobierno puede ser, en algunos casos, tipificada como traición. Lo hizo el Estado norteamericano, y forzó a Twitter a cumplir, o sino… Esto es: si la democracia pretendiese ejercerse tal como está escrita, vivimos globalmente en una forma de dictadura encubierta. Lo que curiosamente parece aminorar el problema es que la democracia ya no se ejerce. Solo se habla de ella.
¿No es esta la noticia del año?
Aparentemente no. Los grandes medios o no dicen nada, o intentan balbucear algo como “ah, todo eso ya lo sabíamos, no es importante”. Como twiteó alguien, la razón es simplísima: “Los medios no pueden reportar sobre esto, porque entonces tendrían que reportar sobre ellos mismos como cómplices de la comunidad de inteligencia en la desinformación y la censura“.
Efectivamente, son cómplices, y ahora se sabe a ciencia cierta. El ocultamiento, cuando no es razonablemente total, no es nada. Y ahora no es nada, porque el buque de los grandes medios & redes sociales mintiendo y censurando 24/7 tiene un agujero por debajo de la línea de flotación de un tamaño muy apreciable.
***
Es muy posible que muchos periodistas hayan sido cómplices por hábito y mala información. Es posible que las opciones sean estas: o los periodistas no reportan sobre los Twitter Files porque han estado reproduciendo información falsa, y odian que se note; o los periodistas no reportan sobre los Twitter Files porque lo que revelan no coincide con su ideología, y eso lo sienten como una amenaza mortal a su persona, y a la estabilidad de su mundo; o simplemente sabían todo, y se dedicaron a participar de una operación compleja para pintar las cosas como no son.
Alguna de estas opciones es la que han tomado muchos periodistas de alto perfil en el país, que ahora están ruidosamente callados respecto de toda la bulla que hicieron para empujar la ortodoxia Covid, que como era obvio no dio resultado sanitario, pero sí reinstaló el miedo en la gente, y las vacunas, que además de no dar resultado, están matando gente. ¿Tengo que nombrarlos? No vale la pena. Han pasado ya casi tres años llamando a todos los que no fuesen tan abismalmente sistémicos como ellos con una serie de calificativos que hicieron populares. Esos calificativos ahora irán adquiriendo más y más peso sobre sus carreras.
La desinformación pertinaz tiene sus consecuencias. Este es un resultado relevante para las mujeres y hombres de este país:

De acuerdo a los criterios de nuestra prensa local, que muera un 17% más de uruguayos con respecto al promedio anual no es noticia.
Mientras esto sigue ocurriendo hora tras hora, los periodistas locales y su gremio hacen un escándalo porque supuestamente El Observador no dejó que se publicase un chisme irrelevante acerca de Astesiano y la mujer del presidente. Ese chisme, parece, demuestra que el presidente es machista. Ese chisme, parece, demuestra que publicar en redes sociales algo que los medios grandes no te dejan publicar, te convierte en un héroe (nosotros lo hacemos todas las semanas y no se nos había ocurrido pensar así). De ese chisme, en fin, parece que pendía el futuro de la humanidad.
¿Exagero si observo que estuvieron dos años y medio viendo como twitter facebook y youtube nos censuraban a quienes insistíamos en publicar hechos relevantes y ciertos sobre la ortodoxia Covid, y sobre otros temas amañados por la propaganda occidental?
La debacle de la prensa modelo siglo XIX-XX es ahora total. En un tema de potencial relevancia como la guerra en Ucrania, El País, por ejemplo, sigue limitándose a reproducir la mentira glorificadora del asesino masivo Zelenski, “hombre del año” Time de esta época horrible, que le llega -directamente desde Washington- vía el Grupo de Diarios de América, faro de la democracia. En fin, la prensa “defensora de la democracia” miente, y selecciona cuidadosamente lo que dice y lo que oculta. Las redes sociales, forzadas a hacerlo por el sistema, impulsan hechos falsos y tapan hechos verdaderos, censuran, y hacen desaparecer la información que demostraría que quienes las manipulan a los más altos niveles son un grupo en retirada que ya está recurriendo a lo más grueso, porque está perdiendo su control discursivo, su ficción de realidad propia, y su capacidad de dominio sobre los demás. Cuando decimos que está forzada, decimos incluso que está intervenida directamente por el personal de más confianza del blob. Por ejemplo, decimos que James Andrew Baker, un ex funcionario del Departamento de Justicia estadounidense que fue consejero general de la Oficina Federal de Investigación (FBI), pasó más tarde a ser el Consejero General Adjunto de Twitter, Inc. En esa función se ocupó de dirigir desde adentro la línea de Twitter, y seguía haciéndolo en octubre y noviembre de este año, borrando información comprometedora mientras los periodistas independientes ya intentaban producir los Twitter Files.
Eso fue justo antes de ser descubierto y echado a patadas por Elon Musk, este mes de diciembre de 2022.

El blob está peleando con todo para no perder su poder de control de las narrativas públicas, decíamos. Pero lo van a perder igual. Musk podría ser uno de “ellos”, pero tuvo la inteligencia de entrar al ruedo de los medios gritando “voy a restablecer la libertad de expresión”, con lo cual quedó claro ahora, y quedó claro al nivel más masivo, cuál es el elefante en el cuarto de baño. Lo sintetizó el otro día en un twit:

[Esto último es el modo eufemístico en el que los grandes medios dicen: Twitter ya no censura la información científica independiente, real y de calidad sobre Covid 19]