ENSAYO
La prensa, responsable de la magnificación y dramatización de las mayores noticias mentirosas junto a las redes sociales, ha consolidado un pánico mundial, pandemia de “acoso científico-mediático”, que: 1) describe un riesgo real pero mucho más débil que lo creído; 2) introyecta un miedo global de terror sanitario altamente funcional al control y manipulación política que, junto a la obsesión paranoica por la seguridad, son los más efectivos medios de fomentar la supresión de libertades, garantías, derechos y democracias en el mundo contemporáneo; 3) abona el terreno para lucros de las industrias químico-farmacéutica y petroquímica, incluida la infame fabricación de armas bioquímicas bélicas y terroristas.
Por Rafael Bayce
Marzo 16, 2020
Veamos algo de cada uno de estos suculentos temas. Nos basaremos en cifras internacionales del mejor nivel (OMS), y en opiniones de especialistas de formación, experiencia y bibliografía inmejorables (Pablo Goldschmidt y Francis Boyle). Todo fácilmente chequeable por quien lo desee en Internet.
CORONAVIRUS: RIESGO REAL PERO MUCHO MENOR QUE OTROS
Para que algo acapare por tantos días y globalmente las columnas de noticias, los paneles de debate y la conversación cotidiana, debería haber una justificación. Y la hay, pero no es la del tamaño del riesgo enfrentado con el nuevo virus, sino la de la utilidad político-ideológica del miedo construido, y la del negocio actual, pero más que nada futuro, que la terapia del virus, sus efectos y consecuencias, habilitará.
De modo general, lo que la gente es llevada a creer no refleja realidades sino, más que nada, terrores profundos aprovechados, e intereses comercial o político-ideológicos reproducibles masiva y mediáticamente. Un ejemplo: en los países desarrollados y estables la tasa de suicidios es 25 veces más alta que en los pobres e inestables; la velozmente desarrollada Corea del Sur tenía, en 1985, 9 suicidios cada 10 mil habitantes; hoy luce 30.
Hay una creencia generalizada en el aumento explosivo de la violencia en el mundo, aunque esté probado que lo verdadero es lo contrario. Por ejemplo, la violencia en las sociedades agrícolas anteriores al siglo 20 causaba el 15% de la mortalidad; en el siglo 20 desciende fuertemente a causar solo el 5%, y, en lo que va del siglo 21, produce solo el 1% de la mortalidad global. También es equivocada la creencia de cuál es el ranking de las causas de la mortalidad violenta en relación con otras macro-causas; por ejemplo, en 2012 hubo 56 millones de muertes: uno, lo que mata más gente son las consecuencias de la obesidad (3 millones, 5.6%,“McDonald’s mata más que el ébola o AlQaeda” al decir de Yuval Harari en su reciente best seller ‘Homo Deus’); dos, la diabetes: 1.5 millones, 2.8%; tres, hambre y desnutrición: 1 millón, 2%; cuatro, los suicidios: 800 mil, 1.4%; cinco, el crimen: 500 mil, 0.8%; seis, las guerras: 120 mil, 0.2%; el terrorismo solo mató 1.200, un 0.012%. No es lo que generalmente se cree, no?
Pues tampoco es así con el coronavirus ni con las epidemias ni pandemias en general. Pese a la aparición reciente de las armas bioquímicas de destrucción potencialmente masiva, nuestros riesgos actuales no se comparan con los antiguos, pese al miedo que nos producen. La peste negra, alrededor de 1330, mató entre 75 y 200 millones, la cuarta parte de Eurasia. En 1520, una flotilla española que esparcía la civilización con la cruz y la espada, pero más que nada la viruela, en 9 meses mató a 14 de los 22 millones de aztecas; 60 años después solo quedaban 2 de los 22. Cuando el célebre capitán Cook llegó a Hawaii, en 1778, los 500 mil locales fueron expuestos por primera vez a la gripe, la sífilis, la tuberculosis, el tifus y la viruela. Como secuela de ese desembarco de la civilización, la fe y el progreso, en 1853 solo sobrevivían 70 mil de los 500 mil hawaianos. Hoy ya no nos pueden pasar estas cosas. Cualquier amenaza epidémica o aun pandémica es frenada o eliminada en muy poco tiempo, como lo será, natural o artificialmente, el coronavirus.
Pero veamos, no ya la relatividad de las muertes epidémicas respecto de otras causales, sino la mortalidad relativa del coronavirus respecto de otras infecciones: el coronavirus es el 17º riesgo, menor que la fiebre amarilla, 4 veces menor que el sarampión, 6 menor que meningitis, cólera y tifus, 7 menor que la tos convulsa, 9 menor que el noravis (vómitos infantiles), 15 menor que la gripe estacional, 20-25 menor que rotavirus y shigielosis (diarreas infantiles), 30 menor que malaria, vih/sida y neumonía, 40 menor que hepatitis B, 50 menor que el sarampión. Es para poner el grito en el cielo por sobre todas estas infecciones, tanto más graves, importantes y actuales? Al menos, es torcer la mirada y el foco de la gente y de los gobiernos hacia lo menos importante, tanto más desatendido que este terror de moda.
Pero, por qué focalizar tanto al nuevo coronavirus recién detectado en público (porque existía desde 2012 en Arabia Saudita) frente a otros brotes y surtos simultáneos tan o más letales? Listemos. El 16/1/2020, ébola en el Congo; 23/1, lo mismo; 30/1, lo mismo pero parece que ya aburre o que ‘bue, esos negros, qué querés?’, porque ébola tiene una mortandad del 50%, no como el coronavirus, del 2%. 31/1, Mers en Emiratos. 6/2, otra ébola en Congo. 20/2. Fiebre lassa en Nigeria, mortalidad del 15%. 20/2, aburrido ébola en el insoluble Congo, ‘cosas de negros’. 21/2, fiebre amarilla en Uganda, mortalidad del 50%. 22/2, dengue en Chile. 4/3, paperas en Arabia Saudita. 5 y 12/3, ébola en Congo. 16/3, dengue en islas francesas caribeñas. Agreguemos en marzo Paperas en República Centroafricana, Mers en Qatar, Sarampión en República Centroafricana. ¿A alguien le importó? ¿Hubo alguna prensa global que focalizara surtos como ésos, tantas veces mucho más riesgosos y letales que el coronavirus de moda?
PABLO GOLDSCHMIDT: PÁNICO NO PROBADO, NEGOCIO SUCIO
Argentino, reside hace 40 años en Francia y recorre el mundo como voluntario de OMS. Autor (2019) de ‘La gente y los microbios. Seres invisibles con los que convivimos y nos enferman’. Diplomado en farmocinética, farmacología clínica, neuropsicofarmacología, farmacología de antimicrobianos, virología fundamental y biología molecular. Doctor en farmacología molecular.
Dice que es un pánico infundado, innecesario y contraproducente, cobardía de políticas públicas.
Dice que todos los años hay millones de infantes muertos por neumonía, y 50 mil adultos; pero que pueden haberse debido ya al nuevo coronavirus, porque todavía no se había testado esa posible causalidad; por ende, epidemiológicamente no se posee una línea de base contra la cual medir la evolución de la infección. Pero que hay un ‘acoso científico-mediático’, que produce miedo útil psicopolítico y abre campo para futuros lucros terápicos diversos.
Dice que el virus en cuanto tal es lo de menos; que lo que más pesa para las consecuencias en la trasmisión, morbilidad y mortalidad son: uno, las ‘cerraduras’ celulares donde se prende el virus, y los reactomas de defensa, ambos genéticos; dos, el estado sanitario de los posibles receptores del virus; tres, el equipamiento y la formación de las instituciones y personal de atención a los casos. Y que estos 3 factores deberían ser el centro y no protocolos cotidianos obsesivos y aterrorizantes que pueden poco.
Dice que la saliva es mucho más responsable de la trasmisión de meningitis y sarampión. Que el pánico se afirma porque los decisores políticos no quieren arriesgar la minimización de las medidas porque los pueden acusar de insensibles, inactivos y pasivos; “porque si usted no hace lo que supuestamente tiene que hacer, hace un disparate, que puede ser hasta delito, que le cuesta político-administrativamente; pero si abusa de las medidas no importa” (vide tolerancia cero al alcohol de conductores, liquidación de los traslados familiares, industriales, comerciales, laborales, de ocio para una hipotética rebaja de un indicador de morbilidad/mortalidad, fanatismo político-administrativo antisocial pseudo racional).
Adelantemos, antes de pasar al subyugante británico Francis Boyle, que las únicas cosas que justifican en parte el pánico social, la monotematicidad mediática y los ceños fruncidos políticos son: uno, la alta tasa de contagio posible; dos, la trasmisión por portadores asintomáticos; tres, la novedad del virus, que reina ante la inexistencia de vacunas (aquí una de las madres del borrego) y de protocolos de atención probados; cuatro, la inexistencia de anticuerpos naturales para un virus de origen animal, aunque sintéticamente ‘tocado’ para volverse arma bioquímica, que, robada o escapada, que constituye todas las últimas pandemias, según nuestro próximo especialista transgresor, el Dr. Francis Boyle.
FRANCIS BOYLE: PANDEMIAS VIRALES, ARMAS QUÍMICAS FUGADAS O TESTADAS
Doctor en Ciencia Política por Harvard, y en Derecho Internacional en Chicago y Harvard, publicó en 2019 ‘Biological Warfare and Terrorism’ y había escrito un best seller en 2009, ´The Great Bird Flu Hoax’, en el cual relata cómo George Bush Jr alertó sobre que la gripe aviar tendría entre 200 mil y 2 millones de víctimas en los US. Finalmente no hubo ni una sola, pero se compraron 20 millones de Tamiflu, medicamento fabricado por un laboratorio del cual era parte su Secretario de Estado Donald Rumsfeld. Altruistas servidores públicos, pobrecitos.
Pues bien, Boyle presidió en 1972 la Comisión de Armas Biológicas de los US, con especial énfasis en la inclusión de armas bioquímicas sintéticas o modificadoras mejor trasmisibles o más letales que los originales orgánicos de base. Redactó en 1989 la Ley Antiterrorista de Armas Biológicas. Pues bien, opina que todos los surtos (ébola, sars, anthrax y también el coronavirus) son producto de fugas o robos de los laboratorios de máxima seguridad donde se fabrican, modificando virus animales, armas bioquímicas bélicas o terroristas, según su uso por quién. Concretamente en cuanto al coronavirus, dice que fue descubierto en Arabia Saudita, exportado por consejo americano al laboratorio canadiense de armas bioquímicas de Winnipeg, Canadá, desde donde investigadores chinos lo habrían llevado al principal laboratorio chino bioquímico, el de Wuhan (¿les suena?, allí también se instala la conectividad 5G); ahí apareció el coronavirus públicamente reconocido, que investigadores indios, junto a Boyle, describen como cepas sintéticamente alteradas del virus animal, pero mezclado con VIH y mejorado en su trasmisibilidad aérea y su supervivencia en superficies (para matarte mejor).
Entonces, lo del título: uno, riesgo cierto, pero débil y mucho menor que tantos otros presentes en el mundo, con pánico injustificado, salvo por las 4 cosas listadas más arriba; dos, parte del control sociopolítico comandado por la psicosis de inseguridad y la sanitaria: el miedo aísla, reduce solidaridad, clama por supermanes autoritarios y por legislaciones y ejecuciones marciales; tres, gran negocio de especialistas, políticos y quizás periodistas que juegan el papel de Bush con la gripe aviar. A prevenir, pero sin pánico, que la probabilidad de tener síntomas superiores a los de gripes comunes es bajísima, la de precisar atención menor aún, y la mortalidad, del 2% promedial para gente con predisposición genética (cerraduras, reactomas), con debilidades orgánicas fuertes coyuntural o estructuralmente, o que haya sido mal atendida por déficits de equipamiento o formación del personal. Nada de pánicos, a no tragarse la pastilla, a usar la viveza criolla para no comerse todas las pastillas que la prensa nos ofrece para su lucro, a informarse más allá de lo que nos meten, que se puede, como ven. El riesgo es real pero débil, y el pánico facilita controles antidemocráticos y negociados con su bolsillo. Ojo.