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En unos pocos días la mayor parte del mundo levanta banderitas de Ucrania, maldice a los rusos, o aplaude a los médicos, se pone tapabocas o corre por vacunas, descalificando -como hacen los fanáticos religiosos-, a los que difieran con todo eso por equivocados, malos y peligrosos. 

Por Rafael Bayce

A.PRENSA E HIPERREALIDAD

Las opiniones públicas están siendo cada vez más manipuladas por lo que digan los medios de comunicación de masas y las redes sociales; aparecen de modo crecientemente instantáneo, irracional, emocional, desinformado o malinformado, fanático, cuasi-religioso, y lo peor, irreversible, blindado frente a cualquier alternativa o duda respecto a su acorazada posición tomada, o a cualquier información diferente o que mueva siquiera a pensar en lo ya decidido de una vez y para siempre, como un dogma religioso o una obsesión psicótica cualquiera. 

El resultado es la simplificación de los asuntos, la polarización de las opiniones a su respecto, la profundización de las ‘grietas’ y el crecimiento de las ‘trincheras’; todo conducente a una civilización y cultura paranoicas, hipocondríacas, agresivas, intolerantes, ignorantes, y con ubicuas y multiformes formas de Inquisición e Index profanos; y de construcción dramatúrgica y taumatúrgica de la realidad, melodramática narrada y discurseada, cada vez más ficcionalizada, más hiperreal su producto. 

Buena parte de la culpa de este proceso, y del estadio en que está, es de la prensa, cuya decadencia en su especificidad como tal es muy clara, como lo he mostrado en Extramuros, nos. 8, 16 y 23: la prensa ya ha dejado de ser una simple ‘mediación’ entre las audiencias receptoras desinformadas y los acontecimientos crecientemente ocurrentes, y de las nuevas verdades y opiniones con sus expectantes audiencias. Ya ‘establecen’, por sí mismas, desde su ignorancia pero desde su poder adquirido, lo que es ‘real’ y lo que es ‘verdadero o correcto’. Se decía, desde la década de los 80, que la prensa establecía la agenda (agenda setting) de los contenidos más probables de la interacción pública cotidiana, porque establece, de lo nuevo, qué es lo merecedor de atención y desde qué puntos de vista. 

Ahora, en el siglo XXI, ha avanzado aún más en su poder e influencia: no solo determina los contenidos más factibles de interacción simbólica sino también los significados y la moralidad de hechos, acciones y actores. Su papel de acercamiento a las realidades y verdades nuevas ha devenido creación de una hiper-realidad (Baudrillard, 1976) y una hiper-significación globales, globalizadas, construidas a través de y por la prensa, que sustituyen convenientemente (en lo comercial y en lo político-ideológico) a los contenidos, significaciones y valoraciones más colectivamente creados en el pasado. 

La ‘construcción social de la realidad’ (Berger y Luckman dixit) hasta el siglo XX se reduce casi a una ‘construcción mediática de la realidad’ en el siglo XXI, operada por los medios masivos globales de comunicación y las redes sociales, inyectada por ellos e introyectada por la gente. 

Así, en una operación taumatúrgica ejemplar, en un pase neo-mágico, a través de una prestidigitación virtual y digital en pantallas diversas, de ‘hechos’ que devienen ‘noticias’, se consuma lo que Baudrillard llamó, en su libro de 1995, ‘El crimen perfecto’ (1995): operación que mata lo real construido como aproximación normal humana a lo real, y lo sustituye por lo hiperreal construido, despreocupado ya por aproximarse a un grado 0 de la realidad (la filosóficamente clásica) o siquiera a una asintótica vecindad a ella. Los referentes de los conceptos clásicos de ‘realidad’ y ‘verdad’ han sido eliminados y sustituidos por hiper-referentes, simulacros de realidad, modelos de simulación, hiperrealidades que preceden epistémica y ontológicamente a las alicaídas realidades y verdades, exhaustas luego de sus continuas derrotas ante hiperrealidades y ‘posverdades’. 

Es una ‘dictablanda’, quizás mucho más efectiva en la imposición de sus narrativas, relatos, creencias, valores, que las ‘dictaduras’, más cruentas materialmente pero menos sólidas en el precipitado simbólico que dejan. La construcción político-mediática de la pandemia de 2020 ha sido, hasta ahora, el más perfecto ejemplo de sustitución de la realidad por la hiperrealidad, de dictaduras materiales por una dictablanda simbólica, del complejo ciencia interesada-políticos oportunistas-prensa, ya más poderoso e influyente civilizatoriamente que las dictaduras materiales. 

El actual conflicto en Ucrania promete batirle el récord de hiperrealidad y manipulación, que cada día es más ficcional en la medida que ya la gente creerá cualquier inverosimilitud con gran naturalidad, como un creyente recibe un nuevo milagro, ya preparado para ello en una progresión de la ficcionalidad aceptable como real.

Los precoces cálculos equivocados de Neil Ferguson y su Imperial College London (financiados por el invencible matrimonio Gates, claro, como toda mentira lucrativa caritativamente enmascarada), efectuados desde un modelo inadecuado y con datos precarios, son prontamente criticados, denunciados y recalculados en base a mejores modelos de simulación y con mejores datos para correrlos, más cercanos a la realidad y a la verdad sobre la pandemia. Pero ya es tarde para la realidad y la verdad; han sido supersónicamente sustituidas por la hiperrealidad y la posverdad, financiadas por Gates para que sus inversiones en vacunas y otros subproductos de las medidas sanitarias resulten lucrativos. La llegada de modelos y datos más reales y mejores que los usados para los triunfales aterrorizantes y equivocados diagnósticos no derriban, ni con mejores evidencias, a las creencias hiperreales y a las posverdades ya instaladas como cuasi-religiosas, y dando jugosos beneficios para el lobby impulsor.

Es la más aplastante derrota de la realidad y de la verdad que haya experimentado la humanidad hasta ahora, camino a ser emulada en su modus operandi de imposición dictatorial blando por el conflicto en Ucrania; es la mayor catástrofe global ocurrida en la historia, además de ser un ejemplo vivo del crimen perfecto anticipado por Baudrillard, que no vivió para verlo. Los mapas han sustituido a los territorios (Borges, Foucault, Baudrillard); ya no son más guías aproximativas a los territorios (por otra parte se vuelven cada vez más obsoletos y disfuncionales frente al cambio acelerado de los territorios; ni los GPS resisten esta aceleración); los sustituyen y hasta los conforman, en adelante los mapas serán modelos-planos de para los territorios, que deberán adaptarse a ellos. En el ápice de la ‘precesión de los simulacros’ (Baudrillard, 1978) los mapas han sustituido a los territorios en cuanto su hiper-realidad los lleva a sobre-determinar las realidades territoriales; los debates sobre mapas construidos llevarán a operaciones en los territorios supuestamente ‘reales’; se rendirán ejércitos por su inferioridad virtual y digitalmente mostrada; la guerra virtual-digital puede tanto provocar como disuadir guerras materialmente reales; pueden ser más importantes que las realidades clásicas, que la ya obsoleta relación mapa-territorio. Un hacker que retoque un mapa inutilizará cualquier incursión en lo real (de algún modo, vanguardísticamente, la Bula papal de Tordesillas alteró el mapa dicotómico luso-español y así modificó las pertenencias territoriales).

Por eso Baudrillard escribió en 1991, en Libération, la trilogía ‘La guerra del Golfo no tendrá lugar’ (enero), ‘¿Está teniendo lugar realmente la guerra del Golfo?’ (febrero), y ‘La guerra del Golfo no ha tenido lugar’(marzo), porque ese no-acontecimiento (sustituido por amenazas, disuasiones, falsos ejércitos y simulación computacional sobre mapas) es más grave, como acto criminal, que los crímenes reales que se hubieran cometido durante su materialización territorial, que lo que su ocurrencia o acontecimiento real hubiera significado: porque procesa el crimen perfecto de asesinato de la realidad y verdad clásicas. Pero la realidad, sacrificada en aras del lucro y la hiperrealidad político-ideológicamente manipulable, resucita al tercer día ante sus apóstoles desolados, que deciden renovar su militancia guiados ahora por su fantasmática e hiperreal presencia; la fallecida y torturada realidad ahora como renace como hiperrealidad guía. Como los creyentes que recrudecen en su creencia luego de que la profecía esperada falló, tal lo cuenta Festinger en su penetrante análisis de esa circunstancia; su hiperrealidad sustituye ahora con ventajas a la realmente fracasada profecía como anzuelo de esperanza (lo último que se pierde, dicen), como anhelado referente.

B.PRENSA, HECHOS, NOTICIAS, OPINIONES, VERDADES, REALIDADES

Tenga cuidado con 2 conceptos que abarcan casi toda la falsedad y desinformación que usted absorbe diariamente a través de los medios de comunicación y de las redes sociales, macro-mentira abarcativa (en CNN lo dicen muy frecuentemente): NOSOTROS SOLO LE COMUNICAMOS LOS HECHOS, PARA QUE USTED SE FORME SU PROPIA OPINIÓN. 

Absolutamente falso: usted, ni recibe los ‘hechos’ tal como son u ocurren, ni se los comunican limpiamente para que usted se forme su ‘propia opinión’. 

Más bien todo lo contrario: 1) recibirá una simplificación parcial, interesada comercial y político-ideológicamente de los ‘hechos’, que son las ‘noticias’. Del hecho a la noticia hay un gran y creciente trecho, que recorre la construcción de la narrativa, del relato, que analizaremos más abajo. 2) La noticia le será comunicada del modo más atractivo para vender el espacio que usted lee, oye o ve; y de modo de asegurar que usted lo siga haciendo en el futuro. Y jamás de los jamases, nunca, dejarán que usted se forme su propia opinión sobre los supuestos hechos que son comunicados a través de las noticias, cuyo significado y valor legal-moral les será inyectado junto con la comunicación de la noticia. Es la construcción del discurso sobre la narrativa, que también veremos. 

Entonces, no hay pura comunicación de hechos, sino construcción de noticias; una construcción que maximice un compromiso, u óptimo, mix variable, entre el interés comercial a alimentar y el interés político-ideológico a nutrir con los contenidos elegidos (selección semántica), y mediante los modos de trasmitirlos (selecciones sintáctica y pragmática). Se construirá la ‘realidad’ supuestamente ocurrente (narrativa, relato, de realidad, ahora hiperrealidad) y también se construirán su sentido y su valor, los significados y el sentido legal y moral de los hechos-noticia (discurso, de verdad). 

El filme Wag the dog (1997, R. de Niro, D.Hoffman) muestra cómo se finge una guerra en un remoto lugar para desviar la atención pública sobre un escándalo presidencial reciente. Se montan las escenas, se difunden, y los funcionarios de seguridad apostados en el supuesto lugar del conflicto viajan a la metrópoli para avisar que nada de eso ocurría allí. De Niro los recibe, los oye, y con un gesto de memorable complejidad, pulsa el control remoto y les muestra; esa hiperralidad ha sustituido a la realidad de la que ellos vienen; no existe más; ha sido asesinada por la mediática y ficcionalmente construida hiperrealidad; los representantes de la vieja realidad, los funcionarios in situ, se vuelven ahora in-creíbles, y, de insistir, podrían ser declarados negacionistas, conspiracionistas y anti-guerra. 

Puede ver por usted mismo Fox News o BBC de un lado de las construcciones, y Russia Today o Sputnik del otro, para comprobar, ya de pique, que no hay ‘hechos’ sino diferentes ‘noticias’, atingentes a supuestos hechos-referentes, elegidos, narrados y calificados discursivamente de diversos modos. O puede ver un quisco de venta de prensa cualquiera para confirmarlo: ninguna publicación dice lo mismo; varía su espacio, la relevancia dada a la noticia, las palabras que la describen, los adjetivos con los que la califican, los adverbios que la dimensionan, las ilustraciones que la iconizan. 

Entonces, ¿cuáles son los ‘hechos’, la ‘realidad’?; ¿qué interpretación del sentido, evaluación de su moralidad, constituyen la ‘verdad’ a su respecto? Son variables, y usted es parte de esa audiencia básicamente pasiva, objeto de narrativas y discursos que lo asaltarán compitiendo por usted como audiencia, como rating, por un lado; y por su opinión, por otro, como potencial adherente político-ideológico, quizás votante. Veamos.

C.LA CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA DEL RELATO: DEL HECHO A LA NOTICIA HAY GRAN TRECHO. TAUMATURGIA: PRESTIDIGITACIÓN MÁGICA. DRAMATURGIA: MELODRAMA DRAMÁTICO.

La ‘noticia’ no es igual al ‘hecho’.

No existen los ‘hechos puros’, sin límites en su percepción ni adjudicación de significados y valores a cargo de ‘otros significantes’. Desde Aristóteles, y pasando paradigmáticamente por Kant, se sabe que el ‘hecho en sí’ no es probadamente perceptible ni se reduce a una percepción pura sin categorías que la elaboren cognitivamente. No se puede saber si reproduce el nóumeno. 

Aplicando eso a la prensa, está claro que pasan muchísimas cosas en diferentes lugares, tiempos y espacios; que no todas les llegan a los editores de las noticias; que inclusive ese subtotal no pueden darlo por límites de tiempo; deben elegir entre ellos; pero, ¿cuáles? Esa inevitable selección no es inocente, no se produce solo ni principalmente debido a la importancia teórica del tema, ni trasmitirá realmente su ‘realidad’, ni mucho menos sus significados y evaluación legal-moral, su ‘verdad’; hay solo una fingida univocidad que les ahorra trabajo de emisión y les facilita la recepción; la noticia fingirá realidad y verdad indiscutibles, no contingente y arbitrariamente construidos. Cuando un locutor anuncia “Así está el mundo, amigos”, no es estrictamente cierto. Ni le llega todo lo que ocurrió desde el informativo anterior, ni puede llegarle; y, si le llegase, no lo podría incluir en el tiempo que tiene para el informativo. Así que tampoco debería un televidente decirle a otro “Vení, mirá lo que pasó en Ucrania”, porque eso no es ‘lo que pasó’, ya que habrá recibido solo una selección pequeña de hechos, como los compactos de jugadas que pretenden resumir un partido deportivo, que se aceptan como ‘peor es nada’, o ‘porque me basta con eso’, pero no puedo decir que ese fue el partido. 

Aquí hay una diferencia central de éstas con otras noticias como la de Ucrania, o la pandemia: como no se conoce el total, ni se sabe ya que es solo un compacto, ese gato pasa por liebre casi insensible e impunemente como verdad, y su interpretación de significados y moralidad como verdad. No es lo que pasó, sino una selección que el editor hace de entre lo poquito que recibió de lo mucho que pasó. Lo que se presencia, oye o lee, no es ‘lo que pasó’ sino lo que se seleccionó de lo que se recibió, no el ‘hecho’ sino la ‘noticia’, un producto que usted recibe y que se le dice que es lo que ‘pasó’ aunque no lo sea; y no solo no es ‘lo que pasó’ sino que tampoco se da del mismo modo por los diversos emisores; lo que prueba que no son hechos puros (que son sus insumos y materias primas) sino ‘noticias’ confeccionadas a partir de lo que se seleccionó, de lo que llegó, de lo que ocurrió. 

La selección de los ‘hechos’, materia prima e insumo de las ‘noticias’.

O sea que es inevitable la selección en toda mediación periodística (en definitiva humana también). 

El problema es cómo y en base a qué criterios se hacen las selecciones y calificaciones de y entre ‘hechos’ que terminan en ‘noticias’. Porque saber eso nos indicará los ‘para qué’, los objetivos rectores de la selección de los ‘hechos’ y los modos de su conversión en ‘noticias’. Entonces, del lado de las audiencias receptoras de la noticia, existe la optimista pretensión, tan inverosímil como creída porque se quiere creer como real -para orientarse por algo- (wishful thinking), asume que el relato es lo suficientemente completo como para aspirar a ser: a. considerado por los receptores como ‘real’, como una fiel narración de los hechos por las noticias; b. que significa lo afirmado y que las opiniones a su respecto tienen valor moral de ‘verdad’. Pero, del lado de la sabida emisión construida de la noticia, se seleccionará de entre los hechos disponibles, aquéllos que se consideren más promisorios como para llegar a ser una noticia que sea prioritariamente consumida por los receptores, que sea comercialmente lucrativa; la mejor materia prima o insumo para llegar a ser ‘noticia’, como relato construido y galvanizado por una también mediática construcción semántico-normativa (moral-legal) de un discurso sobre el relato. 

Los textos de teoría de la comunicación contienen diversas listas de los criterios más comúnmente adoptados para seleccionar de entre lo recibido o accesible: los 10 criterios de selección temática de Franz Bockelman (1975) son un buen ejemplo: las noticias respecto de la ‘guerra-invasión’ en Ucrania satisface al menos 7 de esos consensuados criterios de selección de la materia prima de los hechos para la construcción mediática de las hiper-reales realidades de la narración y de las pos-verdaderas verdades del discurso sobre la narración de las noticias, supuestamente acerca de hechos. 

Además de esos criterios generales para la selección de las materias primas de las noticias, hay algunos otros criterios que sirven para entender por qué las narraciones y los discursos a su respecto son esos-y-no-otros. Los 2 principales objetivos de la noticia de prensa son, entonces: 1. Una selección de hechos y una narración temporalmente mantenibles que faciliten la publicidad comercial financiadora, y lucrativa; 2. Un discurso sobre la narración que se adecúe a las prioridades político-ideológicas de cada medio. 

De una mezcla variable de la persecución de los máximos comerciales y de los máximos político-ideológicos saldrá el óptimo, mix variable de los dos objetivos, que se encanará en la noticia editada y presenciable. Está claro para cualquiera que una pandemia viral o una guerra/invasión lo son. El problema, entonces, no es tanto el carácter de construida de la noticia, en verdad inevitable, sino que se crea en la equivalencia hecho=noticia en el relato, y que se ignoren el proceso de selección y los criterios que presiden la taumatúrgica transformación mágica, prestidigitada, de la realidad fáctica en la noticia emitida, que, como toda transformación taumatúrgica, produce ilusión; porque esa ilusión pueda ser creída como real si se ignora o se prefiere-necesita creer en esa ilusión como real. Así son las religiones humanas, como la cuasi-religión de la pandemia lo está mostrando. 

No solo se ignora la distancia entre hechos desconocidos y noticias aproximativas en general, sino que se ignora el proceso de construcción intencional, sesgado, tanto del relato que le da sentido a la secuencia y simultaneidad que vemos como contenido de la noticia, como también del discurso sobre la moralidad/legalidad del relato-narración. 

Veremos que una representación dramatúrgica de un melodrama de aventuras es la forma de relato elegida como más eficaz y eficiente para ese mix de fines (comercial y político-ideológico). 

C. 1. LA CONSTRUCCIÓN SEMÁNTICO-SINTÁCTICA DEL RELATO: UN MELODRAMA DE AVENTURAS, EL MODO HISTÓRICAMENTE PREFERIDO POR LAS MASAS

Luego de elegir los temas que serán materia prima factible de noticias vendedoras y formadoras, habrá que decidir cómo se da esa noticia que ya metabolizó los hechos con los jugos gástricos de su atractivo comercial y de su colorido político-ideológico. Comienza la construcción semántica, sintáctica y pragmática de la noticia, luego de su selección por factibilidad comercial. Entramos, desde la elección de las imágenes primarias (textos escritos, audios, videos) en la etapa de la construcción del significado de la noticia, ya elegidos los indicios de los hechos promisorios como noticias. Hay que darle sentido a la noticia, contar una historia abierta a futuro pero ignorando su pasado para prestidigitar su ilusión como verdadera, en qué orden ilativo narrarla (sintáctico) para constituir una historia que pueda ser seguida, y en capítulos, para mejor rating. Además de reafirmar constantemente la falsedad de que son hechos puros, y que todos o los más importantes de ellos son los que contienen las noticias. 

Esa construcción semántica de la noticia incluye: una narración o relato que vincule hechos y permita generar avidez por el futuro del asunto (sea por el final como por el desarrollo que lo conduce, sintáctica); y que le dé moralidad diversa a las distintas peripecias y personajes de la narrativa: es la construcción del discurso sobre la narrativa con el lenguaje icónico y textual creído como mejor para comunicar relato y discurso (pragmática).

Ambos, la narrativa de la noticia y el discurso sobre la narrativa, como vimos, se anclan en los fines comerciales y político-ideológicos de la emisión de la noticia elegida, y serán construidos de modo de satisfacer algún mix óptimo de esos objetivos. Un ejemplo: llamarle al melodrama construido ‘invasión’ o ‘guerra’ implicaba privilegiar lo comercial o lo político-ideológico; ‘guerra’ generaba mejor anzuelo comercial porque suponía más sangre, más equilibrio de fuerzas, más incertidumbre final, menos asimetría entre actores; ‘invasión’ facilitaba mejor la identificación de los roles de buenos, malos, terceros influyentes, y el llenado de los papeles secundarios fortalecedores del relato melodramático vertebral; en fin, el cumplimiento del objetivo político-ideológico del discurso sobre el relato, que se reproduciría ampliadamente con las novedades supervinientes. 

Como ustedes pueden ver en los titulares de los informativos sobre el tema, ‘invasión’ le ha ido ganando espacio a ‘guerra’ como nombre del relato central y vertebral; el objetivo político-ideológico se ha privilegiado, aunque sin sustituir totalmente a la ‘guerra’; probablemente porque el éxito comercial ya está garantizado como suficientemente lucrativo a partir de su bautismo como guerra; ahora, asegurado el lucro comercial, hay que asegurar el objetivo político-ideológico. En una invasión, buenos y malos, victimarios y víctimas, supermanes y fortalecedores secundarios del relato discursivo, son más fácilmente atribuidos y reconocibles por los periodistas y por los receptores a través de los reiterados y redundantes mensajes que se emitirán a través de los sucesivos capítulos del melodrama.

Un dilema nominativo semejante es muy común, pero, por ejemplo, podríamos recordar las dudas que había en los años 60 y 70. A los tupamaros se los podía mencionar como ‘locos’, como ‘delincuentes comunes’ o como ‘delincuentes políticos’. Como ‘locos’ se los descalificaba del modo más radical y se desprestigiaba su posible atractivo, pero se limitaban las posibilidades de castigarlos, porque los locos, en determinado grado, pueden ser eximidos de responsabilidad penal y se los podía castigar menos; como ‘delincuentes comunes’ se los podía castigar más por poder adjudicarles responsabilidad penal y civil, pero a la vez se les daba más seriedad a sus actos, ya no de meros locos; finalmente, como ‘delincuentes políticos’ se los podía castigar con figuras penales más duras pero se les daba una seriedad y atractivo ideológico y romántico que podía generar adeptos. 

Jesús Martín-Barbero ha concluido que los relatos más atractivos a la masa popular son los ‘melodramas’: así han sido los relatos orales y cantados, de aedas antiguos y juglares medievales, de tradición oral, el teatro de plaza pública, pasando por las novelas de aventuras y policiales escritas, los fascículos seriales del siglo XIX y luego las fotonovelas, las telenovelas, hasta todo el relato cotidiano actual, que usted verá por usted mismo cómo cumple con los requisitos semánticos y sintácticos (al menos) de un melodrama serial de aventuras.  Se necesita, pues, elegir hechos recibidos como tales, y transformarlos en noticias atractivas actuales y a futuro, capaces de instilar los significados y valores político-ideológicamente deseados. Se precisa comunicarlos de algún modo en su simultaneidad y su sucesión; invención de un relato que les dé sentido y atractivo actuales; y atractivo a futuro. Alguna forma de melodrama, en este caso una historia novelada en capítulos en que luchan actores buenos, que defienden el bien altruista, frente a actores malos egoístas, que quieren el mal, como actores principales; y salvadores, o redentores o jueces que median más o menos virtuosamente entre los feroces combatientes para castigar a los malos, fortalecer a los buenos, y decir que buscan un retorno a una paz virtuosa, actores secundarios. Son noticias en una secuencia y simultaneidad con la mayor eficiencia y eficacia posibles, comercialmente, sintáctica; y, como veremos también, por una retórica pragmática para el más eficaz contacto con las audiencias receptoras, retórica pragmática que debe que tener una buena dosis de oratoria y de dramaturgia, y de performance actoral creíble en frecuentes primeros planos. Pero antes, permítanme una anécdota ilustrativa.

Una vez, en un Congreso, Constanza Moreira llamaba la atención sobre la enorme distancia que había entre el trabajo parlamentario real y lo que los medios emitían como hecho por ellos; le dije que la selección temática y las modalidades sintácticas y pragmáticas de articulación y emisión de las noticias eran diferentes a la realidad vivida por los legisladores; que el relato periodístico tiene otros objetivos y que emite una hiperrealidad construida que difiere de la realidad políticamente ocurrente; pero que pasa por real y termina consagrándose como tal porque es lo único que la casi totalidad del público recibe sobre el tema; es lo único que ex-siste (que es fuera de sí, que es percibido por otro); es más vendible comercialmente e inocula mejor a los receptores con los significados y valores morales que interesan o convienen político-ideológicamente. Como dice Baudrillard, en el mundo reciente y actual, la hiperrealidad construida va sustituyendo paulatinamente a la realidad natural como fuente de realidad creíble; es más real que ella para la mayoría de los receptores. Ya se acostumbra a llamarle real a esa hiperrealidad construida, a creer más en ese nivel de realidad que en otros tradicionalmente más creídos como tales. Así, para constituir la pandemia, un diagnóstico pésimo y una proyección delirante del mismo, produjeron  las incumplibles e inverificables medidas sanitarias, y las inocuas y peligrosas vacunas que conforman la realidad de la pandemia, la mayor catástrofe de la historia humana; una hiperrealidad construida, indiferente a la realidad natural que conoció pero no respetó; porque eso le servía más a sus pocos benefactores que a todos sus daños colaterales, efectos secundarios, externalidades negligibles: nosotros, usted, casi toda la humanidad. Pero volvamos al hilo principal de nuestro texto.

C.2 LA CONSTRUCCIÓN MEDIÁTICA PRAGMÁTICA DEL DISCURSO LEGAL-MORAL SOBRE EL RELATO. EL MAL CONTRA EL BIEN, ACTORES PRINCIPALES, SECUNDARIOS, Y LA EXASPERACIÓN DE ESA LUCHA POR HECHOS Y ACTORES SUPERVINIENTES

C. 2 .1 La construcción del relato melodramático (Barbero), taumatúrgico, y su actuación dramatúrgica (Goffman)

El relato de la guerra-invasión como melodrama de aventuras en capítulos

Jesús Martín-Barbero (De los medios a las mediaciones, 1987) nos explicaba la construcción del relato como ‘melodrama serial de aventuras’ para su mejor comprensión, empatía y atracción magnética. 

El melodrama, como género relativamente específico y sobreviviente a futuro, se consolida a fines del siglo XVIII, como resultado de una compleja y doble evolución conjunta de: a. cierta síntesis de la lecto-escritura y el texto escrito, con la iconografía post-sacra, profana, plebeya; y b. la transformación del folklore popular variado en cultura de masas por la burguesía urbana creciente. Así aparece el ‘melodrama’, en nuestro caso el de ‘aventuras’. Ese relato, narración, se caracteriza en buena parte por una determinada presentación de una historia en capítulos, lo que acrecienta la incertidumbre por el final y la incorporación de personajes secundarios y de hechos supervinientes, bien como objetos de identificación (los personajes que encarnan el ‘Bien’, y la ‘Redención, Justicia o Triunfo), bien como objetos de proyección (los personajes que encarnan el ‘Mal’); el anonimato urbano y los frustrados deseos de distinción fuerzan las identificaciones y las proyecciones como únicos mecanismos masivos de superación del anonimato pasivo en cierta actividad vicaria. 

El formato narrativo en melodrama surgió de una mezcla de elementos originales del folklore popular, que, antes de su progresiva cooptación por la unificación cultural que los Estados-nación burgueses consolidaron, eran, bien alternativas naturales, bien parodias lúdicas de las representaciones de la alta cultura de la nobleza feudal y de la alta cultura que precedieron a las unificadoras nacionalizaciones de la burguesía. Pero el melodrama, desde el siglo XIX, ya bastante unificadas nacionalmente las culturas, y masificadas, se convierte en una modalidad masificadora cooptada por una tendencia hacia una cultura única a modelo de la alta anterior; y deja de ser, como lo fue hasta el siglo XVIII, una manifestación alternativa y natural de folclores populares fuertemente distinguibles entre sí y con las altas culturas cultas de nobles y aristócratas feudales. Si el melodrama nació como resistencia y resiliencia seria y cómica de la cultura popular, es crecientemente usada, ya modificada por la cultura masiva, cooptada, como operación de propaganda masiva. Se usa retóricamente como un modo adecuado para convencer a las masas, y, como ya se sabe desde Aristóteles hace 26 siglos, la enunciación y emisión retóricas deben adaptarse a las preferencias receptivas de las audiencias. La alta cultura, que abominaba de la cultura popular, y de los preludios del melodrama, lo utiliza ahora, pragmáticamente, como modo adecuado de comunicar mensajes masivos a las masas. El melodrama de Ucrania opera una cooptación retórica modificada de una manifestación cultural popular, ahora adaptada por la burguesía masificadora como publicidad político-ideológica.

El melodrama clásico se anclaba en 4 personajes-tipo, más tipificaciones que personajes complejos, hasta con ciertas huellas arquetípicas, que serán en parte simplemente actualizadas (i.e. la sucesión de los superhéroes de ficción, Jung, Eco) o en parte creadas desde circunstancias nuevas, como neo-mitos y neo-ritos (Dorfles): Uno, el Traidor (perseguidor/agresor), personificación del mal, del vicio y de la seducción, príncipe y serpiente. En nuestro caso, claramente Putin y su corte angélica de demonios secundarios. Dos, 2 personajes representarán el Bien: la Víctima (inocente, perseguida, seducida, engañada, atacada), en nuestro caso Ucrania y su gente, liderada por el inocente y virtuoso Zelensky; y el Justiciero Salvador: inicialmente, hasta que Ucrania sea arrasada, una mezcla de Zelensky/pueblo ucraniano castigado y ficcionalmente exitoso como resistente; arrasados Ucrania y Zelensky, los Justicieros podrán ser la Nato, Europa y los Estados Unidos, carácter que ya tenían embrionariamente desde el inicio, a través de la escalada de sanciones y de las acusaciones de crímenes de guerra y de sospecha de uso de armas bioquímicas. Una cuarta tipificación, arquetípica con cierta actualización neo-mítica y neo-ritual, es el ‘Bobo’, descanso cómico para la tensión trágica de la narrativa, personaje no tan protagonizado en nuestro melodrama focal; en nuestros días, y en episodios como la pandemia o Ucrania, el Bobo es encarnado por los disidentes, alternativos al relato y discursos principales, casi encarnaciones del mal, solo levemente distinguibles por su vicioso papel acusador del Bien y su inmoral defensa de ciertos elementos malignos; no están aún definidos como nuevos Bobos porque la urgencia demonizadora los mantiene aún más como personajes del Mal que como personajes funcionales a intervalos de descanso en medio de la intensidad dramática del melodrama. Pero sin duda están mucho más del lado del Mal que del Bien; y corren el riesgo de correr la suerte de los malos, más que de consolidar su papel meramente de descenso de la tensión dramática, como eran en el melodrama clásico.

La fácil asimilación del relato y de su inevitable planteo maniqueo, en términos polares, radicales, simplificados, imponen la caricaturización, tanto del relato, como de los personajes tipificados, a los efectos de la maximización de la intensidad del melodrama, y de la escatología o duelo paradigmático entre el Bien y el Mal que encarna el conflicto. Muchas civilizaciones celebran este duelo escatológico en rituales explícitos, por ejemplo el carnaval de Oruro. Se pensaba que este melodrama escatológico no era propio de comunidades más cultas y civilizadas; pero tenía razón Mircea Eliade en ‘Mitos, sueños y misterios’ cuando planteaba su supervivencia modificada; este melodrama lo muestra.

Así y para ello, los personajes son esculpidos a hachazos, tanto los principales como los secundarios y supervinientes, cosa de facilitar el más fluido desarrollo del melodrama y la más fácil adaptación de las nuevas situaciones y personajes a la narración comercial-ideológica, y al discurso legal-moral sobre ella. Luego de impuesta mediáticamente esa narración (sintáctico-pragmática), se reforzarán constantemente los significados y la interpretación legal-moral, el discurso sobre la narración, semántico. Ni la intensidad del relato y del discurso, ni la exasperación desmesurada de la adhesión emocional e irreflexiva serían posibles, ni con una narración ambigua, compleja, ni con personajes multívocos, complejos. Por eso son como los describimos, y se agudizarán.

La ocurrencia de nuevos hechos y de nuevos personajes será así fácilmente metabolizada por las audiencias, que encajarán hechos y personajes dentro de ese melodrama narrativo y discursivo, en una progresiva simplificación, polarización y ficcionalización de narrativa y discurso, que los reproduce, galvaniza y legitima. Uno de los principales trucos retóricos será la personalización progresiva del conflicto, que contribuye a su exasperación: ya no es Rusia, es Putin, chivo expiatorio más fácil. Se produce así una infantilización de la narrativa y discurso, destinada a movilizar emocionalmente (a seducir poéticamente) más que a convencer por persuasión. La infantilización de las audiencias que opera el lenguaje periodístico se basa, entonces, en la cooptación para fines de masificación, de lenguajes originalmente populares, antes no masivos y claramente diferenciados horizontal y verticalmente respecto de la alta cultura y su grave seriedad. Técnicamente, si hay algo de persuasión retórica racional será dominado por la seducción emocional, como la catarsis poética de Aristóteles, que, mediante identificaciones y proyecciones, usa el recurso emocional para introducir mejor la argumentación; la Retórica aristotélica llama de ‘discurso epidíctico’, a la ayuda emocional para la persuasión racional. Se hace claramente en nuestro melodrama y en todo melodrama que podamos presenciar en las pantallas, sea reconociendo su ficcionalidad (como en las telenovelas) o sin reconocerla (como en los melodramas históricos de aventuras, como Ucrania).

Así, del lado del Bien, supuestamente están quienes están por la Paz, la Ley Internacional, las Soberanías Nacionales, la Democracia, la Libertad; contra la inescrupulosidad bélica, la diseminación de destrucción, sufrimientos, dolor y muerte, la innecesariedad de la invasión, la injustificada e inmotivada guerra, la maldad pura revelada por los ataques a civiles, la irresponsabilidad de su proximidad bélica a centrales nucleares, la maldad suprema de las armas bioquímicas. Los personajes del Mal, Putin y sus demonios, serían quienes atentarían contra todo eso, a pesar de que esos valores han sido sistemáticamente violados desde el siglo XV en adelante precisamente por los países que acusan a Rusia/Putin de hacerlo ahora. Todo lo que Putin haga o diga será juzgado malo, vicioso y contagioso; Putin debería divertirse y hacer un ejercicio de estilo amenazando a fabricantes y comerciantes occidentales con revelar las marcas de consumo preferidas; podría recaudar mucho con los sobornos que recibiría para no mencionar sus marcas; los preferidos de Putin, sus likes, sus visitas, si mencionadas, acarrearían su quiebra inmediata y fulminante (hasta alfajores), como bajo un rayo de Zeus olímpico indignado. 

Sin embargo, nadie destruyó y amenazó tanto la Paz como Estados Unidos en los últimos 2 siglos; y la mayoría de sus aliados en los 5 siglos anteriores. Lo mismo con las transgresiones al Derecho Internacional, las Soberanías Nacionales invadidas y vulneradas, derribando democracias y soportando tiranías, coartando las libertades, dañando bélicamente, lucrando con la venta de armas contra la paz y con la reconstrucción de los daños post-bélicos. Y aunque lo cortés no quita lo valiente, la parte de razón que las encarnaciones del Bien actual puedan esgrimir no debe hacer pensar que siempre fueron el Bien, ni que los imputables como violadores del mal actual siempre lo han sido. Documentos recientes de lo que bien podría ser el principal think-tank geopolítico de Usa, la Rand Corporation, detalla claramente todas las operaciones alternativas en los límites de Eurasia, con cálculo de sus costos-beneficios, que Usa ha perpetrado y planeado para provocar intervenciones rusas, desgastarlos en diversos frentes y tentar a que muerda carnadas con anzuelo dentro. La invasión es cualquier cosa menos inmotivada e inexplicable, como dice la propaganda diaria en el melodrama. Es un conjunto promovido, financiado, tirando piedras pero escondiendo las manos, interviniendo permanentemente de modo indirecto, por interpósita persona, pero oculto a los ojos de la masa de Occidente. Veremos más cuando hablemos del corte narrativo en la historia como recurso de culpabilización e inocentación. 

Veamos algunos ítemes salientes de esa construcción pragmática de un discurso sobre la narrativa, pero que terminará, exasperándose, por someter la narración al discurso, y los hechos a la narración discurseada; asesinato progresivo de la realidad por su hiperrealidad sustituta, sustitución de catexis, paradojalmente a cargo de quienes se alimentan y anclan su necesidad en su remisión a la realidad.

Las reiteraciones. Puede llamar la atención la cantidad de repeticiones de escenas del primer día o de los primeros en días sucesivos; podría pensarse que es pereza y amarretismo de los productores, que no quieren gastar y trabajar con la gente ávida por novedades. En parte puede ser; pero creo que juegan un papel de mayor profundidad: repitiendo viejas imágenes, junto con algunas nuevas, mantienen la coherencia del relato y del discurso legal-moral sobre él; las viejas imágenes operan como mantras, como jaculatorias, riffs, oraciones o conjuros, confirmadores de lo mismo, con la seguridad de que las antiguas imágenes provocaron los efectos deseados, y que deben entonces ser explícitamente vinculadas a las nuevas; ambas se fortalecen mutuamente. Los hechos nuevos, a medida que avanzan la ficcionalización y la infantilización maniqueas, se vuelven menos maleables, manejables y encontrables para ayudar, para ilustrar relatos y discursos. Los hechos ya metabolizados y procesados antes eran más dóciles; volvamos a ellos, porque la continuación de la metamorfosis se hace más ardua y de incierto efecto. El mismo papel de reforzamiento y reiteración lo juega la repetición de las medidas sanitarias durante la pandemia; no se puede pensar en otro discurso o narración, y las soluciones solo pueden ser ésas, el universo sensorial y simbólico debe estar repleto solo con las narraciones y discursos emitidos. Recuerde que el apetito popular por el melodrama es, más que nada, por la representación de tipificaciones excitantes que narren emociones y encarnen moralidad; no necesariamente que contengan novedades fácticas en cada capítulo, aunque mejor que sí las hubiera, aunque no es condición sine qua non. En los melodramas enteramente ficcionales en su base fáctica, es más fácil adaptar las novedades; cuando la ´realidad’ no se puede domesticar tanto, se hacen más difíciles los juegos retórico y de seducción. 

El doble rasero. Otro gato por liebre. Se supone que los rusos no sufren, que no tienen familias que lloran sus muertos, sufren sus heridos, que matan por matar, como ejecutores del mal absoluto y gratuito. Se supone que lo que hacen es por pura maldad, sin motivos, ni provocaciones anteriores, infantilidad e infantilización que sorprende que no se perciba. Y no es que no pueda haber errores y vicios de un lado, como en el otro. Es que la construcción de la narración-discurso imposibilita todo matiz que altere el maniqueísmo, la polaridad, la profundización, la simplificación, el cavado de grietas y trincheras; es una desinformación tan total y casi sin fisuras, que solo puede conducir a hiper-referentes, hiper-significados, hiper-realidad y pos-verdades. Y a infantilización, si no imbecilización pura y simple. Cuanto más va triunfando militarmente Putin, más se niega su aptitud bélica: se equivocaría en sus cálculos y se impondría solo por su brutalidad, mientras los que van perdiendo son resguardados por su heroísmo, aptitud bélica y razón. ¿Cómo saben cuáles eran los cálculos, el timing y recorrido espacial de la invasión y de la guerra en la mente de Putin? Porque es perfectamente posible dar cuenta de ambas sin los estúpidos calificativos que acompañan a la guerra y la invasión, o de sus cambios coyunturales. Me recuerda a las explicaciones de los infectólogos y virólogos, cuando intentaban explicar los vaivenes de la pandemia en función del grado de cumplimiento de las medidas sanitarias. Disparate lógico y epistémico típico de la macro-ignorancia de los médicos: ¿cómo sabían qué grado de cumplimiento habían tenido las medidas, que, además, tenían ya una probabilidad muy baja de poder cumplirse en la mayor parte de los hábitats humanos y con sus modus vivendi reales?; entonces, con bajo cumplimiento probable y casi nula información sobre el cumplimiento, solo por falaz uso de argumento de autoridad, le adjudican la causa de todo vaivén a lo que les convendría que fuera. Y, peor, cuando previeron desastres consecuentes a temibles violaciones de las medidas, nunca pasó nada; ni con 18 de julio peatonal, ni con el festejo de los estudiantes de medicina en el Parque Batlle, ni con la marcha de la diversidad, ni con las diversas instancias electorales, como jamás se cumplieron las formas de las curvas pronosticadas, menos que menos los aterrorizantes crecimientos exponenciales ¡qué cambalache! Ucrania, mediante esos elogios y ‘ayudas’, será erigido y alimentado en su carácter de cordero sacrificial para Occidente; el conflicto erosionará más a Putin, sí, probablemente, aunque esas armas de ayuda a Ucrania terminarán en manos rusas. Los ucranianos han sido instrumentos sacrificiales del Occidente hegemónico y dominante, pero habrán erosionado a Putin, gran objetivo de la geopolítica de Usa en Eurasia, como lo plantearon Kissinger y Brzezinski, y lo evalúa más recientemente el think-tank de la Rand Corporation. Un precio altísimo, que los ucranianos asumen como heroicos y grandes combatientes, altruistamente alcahueteados por el melodrama.

Simplificación, radicalización, ficcionalización, infantilización. Me sorprende la credulidad masiva en las imágenes y los relatos presentados por la prensa en el melodrama, cuando toda la gente sabe que la mentira, la falsedad y la hipocresía son muy comunes a nivel social global, y a nivel político y militar en particular. Lo que pasa es que, impuestas y afirmadas la narración básica y el discurso moral-legal, que esculpe personajes del modo visto, mediante la simplificación, radicalización, ficcionalización e infantilización de las narraciones y discursos, se rechaza toda realidad y verdad presentadas por el Mal, mientras se acepta toda realidad y verdad presentadas por el Bien; automáticamente, sin análisis posible, como dogmas; así como cifras, curvas, medidas sanitarias y vacunas son dogmáticamente creídas en la pandemia. La decadencia humana y su maleabilidad crecen exponencialmente. 

Así, relatores, actores secundarios y hechos supervinientes califican, refuerzan el relato y lo reproducen ampliadamente. Así funcionan las acusaciones de ilegalidad e inmoralidad. La exasperación-maniqueización y la ficcionalización del asunto; a medida que no se disuadió a Putin, que las sanciones no lo han disuadido, que las ayudas solicitadas no han llegado suficiente o exitosamente, que las novelas heroísmo vs abuso; resistencia exitosa vs ataque insuficiente; la extensión internacional de la invasión al área eurasiática; el riesgo nuclear del control de las centrales ucranianas; el fantasma de las armas bioquímicas; la carencia de detención de la mancha roja en el mapa ucraniano; la ‘pinza’ ineluctable sobre Kiev, llevan a que el foco tenga que desplazarse hacia la culpa indirecta de Putin por el sufrimiento de los emigrantes, la destrucción y el maligno e injustificable crimen de civiles, en parte forzada por el refugio de militares ucranianos en áreas civiles y el llamado de los civiles a armarse y dispararle a toda tropa rusa; creciente hiperrealidad, crecientemente ficcional, dramatúrgica, taumatúrgica.  

Definido el guión e impuesta la narración melodramática en capítulos, todo hecho y/u opinión superviniente tenderá a ser incluido y coloreado por ese melodrama comercialmente atractivo y político-ideológicamente formativo en capítulos. Las censuras, aparentando luchar contra fake news, tienden a impedir relatos y discursos alternativos que puedan llegar a dudar o cuestionar relatos y discursos dominantes, como en la pandemia; lo que creo verdadero ‘es’ lo verdadero; lo que otro crea, si es diferente, no es relato real ni discurso verdadero. Esa era la función de las Inquisiciones e Index religiosos, que se reiteran, cuasi-religiosamente, hoy, como se puede ver claramente con la pandemia y ahora con el conflicto ucraniano.

Una acción tan pobre bélicamente como el supuesto bombardeo al hospital de maternidad en Mariupol, y tan contraproducente para Putin ante la opinión pública mundial, jamás es sospechada como posiblemente fraguada, fotográficamente montada, editada, producto de contraespionaje; puede hacerse hoy desde cualquier celular por casi cualquiera, pero ni se piensa como posiblemente trucho. Y yo no afirmo su ‘truchez’; solo llamo la atención sobre la ausencia total de sospecha sobre algo tan posible y factible hoy, lo que es una interesante consecuencia del adoctrinamiento del discurso narrativo. Algunos operadores políticos occidentales se han arriesgado a sospechar que algún hecho o dicho “hubieran sido invenciones para reforzar la narrativa de Putin”; ¿y por casa cómo andamos? Eso solo puede decirse públicamente cuando la opinión masiva global está tan domesticada que a nadie se le va a ocurrir que lo que esa persona está diciendo pudiera ser también una operación de refuerzo de la narrativa propia; porque solo los malos pueden hacerlo; los buenos solo pueden detectarlo como maligno en otro pero jamás hacerlo ellos, porque son buenos. Bajá, Manolo. Ni se recuerda que un pájaro sucio fue en 1990 el emblema del desperdicio de petróleo por los rivales de Usa; y que era un pájaro que no existía siquiera en la zona del Golfo; así como la artillería iraquí era de utilería. Ya a fines de los 90 podía haber una película que trataba especialmente de eso, de la construcción ficcional de hiperrealidades geopolíticamente útiles, como vimos antes: Wag the tag. Personalmente, desde 1964 sé de eso; trabajaba, adolescente, en un periódico cuya carta de triunfo frente a la competencia era la posibilidad de publicar fotos en color; el problema diario era la ansiedad por recibir las fotos de los temas del día, con tiempo para procesarlas en color. Un día, las fotos de una inundación masivamente conocida y seguramente morbosamente apetecida, no llegaban; vino la orden del secretario de redacción: “Pongan cualquier foto de desastre, son casi todas iguales, nadie se va a dar cuenta que no es la de hoy”. Se hizo y nadie se dio cuenta, ni la competencia; ya hace casi 60 años, y aprendí mucho sobre el mundo, y que eso se hace todo el tiempo y es cada vez más fácil de hacer. 

¿Por qué, entonces, nadie desconfía de las imágenes que pasan de la guerra-invasión? Hay algunas que resulta difícil creer, dado su obsceno olor a truchas, como los bombardeos a los hospitales maternales ¿cómo sabe usted que los agresivos tanques invasores que le dicen que está viendo son de ataque ruso, de defensa ucraniano, o de otra guerra reciente cualquiera en otro lugar? Y la viveza criolla, ¿dónde quedó? O fue borrada por la narración-discurso hegemónica? 

En 2014 conferencié en Montevideo y Porto Alegre sobre una aterrorizante hecho ocurrido durante el partido de apertura del Mundial. Se cobró un penal a favor de Brasil que fue hipotetizado como un error arbitral intencional, producto de alguna conmixtión Brasil-Fifa; posteriores tomas de otras cámaras y el recuerdo de una instrucción de Fifa a los árbitros mostraron la inadecuación del error instantáneamente creído globalmente como verdad, que no era real; pero ese error tan precozmente conformado, contradicho por mejores hechos y dichos supervinientes, no cedió un ápice cuando se presentaron las evidencias de que no había sido una confabulación Brasil-Fifa y sí un fallo correcto; las emocionalmente constituidas explosiones globales están blindadas contra la verdad y la realidad clásicas. Yo temía que esas barbaridades insuficientemente fundadas y agresivamente creídas se produjeran a futuro en temas más importantes que respecto de un fallo en un partido no muy relevante. La manipulación instantánea, masiva e irreversible, blindada a la verdad y a la realidad supervinientes, era un aterrador panorama posible. La pandemia en 2020, y ahora el asunto Ucrania en 2022, confirman que la humanidad ya puede ser instantánea, global e irreversiblemente manipulada, y para siempre. Fin de juego.

Hechos y dichos lacrimógenos sesgados y montados. Como refuerzo de la retórica, como seducción emocional, como recurso epidíctico auxiliar, la lacrimogenia de hechos y dichos ocupa destacado lugar en el melodrama.  Ya que no pueden esgrimirse más porfiados hechos de la realidad que aproximan la casi inevitable derrota y capitulación de Ucrania, y la casi segura toma de Kiev; apartemos entonces el foco de la guerra-invasión en cuanto realidad bélica, que no va bien, y volvámoslo hacia la emigración, tan lacrimógena y reforzadora de la narración-discurso deseados y ya sólidamente impuestos. Porque cualquier escena de emigración o de recepción de inmigrantes refuerza el relato melodramático de Mal vs. Bien; cada abandono de hogar y país, cada gesto de dolor y sufrimiento, incriminará indirectamente a Putin como responsable y culpable; y a emigrantes y receptores como inocentes y buenos, por oposición. Melodrama incrementado.

La ‘heroica’ resistencia ucraniana, alentada la suicida creencia en su viabilidad bélica por la continua inyección de armas occidentales que no serán suficientes y más probablemente terminarán en manos rusas, simplemente le suma un inverosímil suspenso bélico al suicidio ucraniano. Ese suspenso a futuro, esencial a la venta comercial de todo melodrama en capítulos, es constantemente asegurado por nuevos hechos presentes o futuros que generan expectativas deseables por la narración futura. El resultado de las sanciones, el planteo de Putin como criminal de guerra (pequeño gatito en comparación con los blasones occidentales en ese rubro desde el siglo XV), la saga de las armas bioquímicas, los supuestos riesgos de catástrofes nucleares por la ocupación por Putin de las ucranianas, las historias lacrimógenas de exitosas migraciones de ucranianos por el mundo.

La actuación dramática de la narración, discursiva

Todo melodrama, como forma narrativa elegida para la comunicación de una historia atractiva en capítulos, y con intencionalidad de formación moral y político-ideológica, descansa, por un lado, en la multiplicación a través del tiempo de peripecias atractivas, y, por otro, en la eficaz representación actoral de los personajes, sus papeles, roles y caracteres. Toda esa ficción debe simular realidad y verdad. Por tanto, el Bien, el Mal y la Justicia deben ser adecuadamente representadas, bien actuados, para que el relato y su moraleja fluyan sin afectar la atención preferencial que las audiencias le conceden al melodrama en el total de su cotidianidad.

En realidad, hay todo un sector de nuestra cotidianidad, en los más diversos planos, en que la actuación dramática de personajes, roles y papeles, más o menos furtivos o permanentes, construyen realidad y verdad de modo relevante. Eso es especialmente así cuando actúan actores profesionalmente formados para ello, para representar variados personajes y situaciones (por ejemplo el presidente ucraniano Zelensky, actor profesional, como Reagan y Schwarzenegger, oportunamente). En la actuación de un melodrama público masivo, por supuesto que los tipificados y caricturizables personajes del Bien, del Mal y de la Justicia deben actuarse de modo adecuado para hacer creíble una historia que es resultado de mucha tarea ficcional y de selección respecto de realidades dadas. En esa tarea, la actuación corre con la ventaja de que la gente se come la pastilla mucho mejor si es representada por periodistas que si lo es por políticos, de los que en principio desconfían y creen que simulan y disimulan casi inevitablemente. Los políticos deben, entonces, ser introducidos en el melodrama con cuidados especiales. Por ejemplo, es hasta gracioso el envío de ‘corresponsales’ in situ para supuestamente cubrir situaciones especialmente atractivas e interesantes masivamente. Es casi hilarante ver a la corresponsal de BBC en Kiev, con casco militar puesto, como si estuviera bajo tupida artillería rusa, comentar los hechos en Kharkiv, en Lviv o en Mariupol a partir de las imágenes recibidas, igual que nosotros en Montevideo y sin casco. Pero hay que tener alguien inútilmente in situ, porque si no la gente usará su control remoto y borrará al insensible que no los haya enviado; TN y Crónica, siempre tan atentos a la geopolítica, enviaron los suyos.

Erving Goffman estudió durante 15 años lo que él llama la organización de la experiencia a través de la presentación e interacción dramatúrgica de la vida cotidiana, desde ‘The presentation of self in everyday life (1959), hasta ‘Frame analysis’ (1974), el desarrollo más teórico de su abordaje central. Lo que importa mucho para entender la puesta en escena que ocurre durante el desarrollo del melodrama en capítulos. Por ejemplo, hablando de la presentación e interacción dramatúrgicas de la vida cotidiana afirma que todos intentamos interpretar nuestros personajes, yos, roles y papeles, comunicando como emisores, a través de gestos y palabras, algo con lo que queremos impresionar a la audiencia de los receptores como real, adecuado o verdadero. Durante nuestra performance expresiva, intencionalmente impresiva, la audiencia receptora, mientras la presencia, procura encontrar indicios de que esa performance pudiera no ser adecuada, verdadera o sobre realidades; no lo deja percibir, por el contrario, tal como un periodista que entrevista; pero está atento a los aspectos de la performance que pueden ser disruptivos de la impresión intentada; el emisor sabe que el receptor está intentando eso que disimula estar haciendo, y responde a su vez, con una performance más cuidadosa y que cuide de aspectos débiles de su actuación; y así sucesivamente, emisores y receptores interactúan simulando y disimulando, en un juego infinito; sus papeles pueden cambiar, y en cada cambio se tendrá la experiencia de haber participado desde otro lugar antes. Esa interacción dramatúrgica es reforzada, tanto del lado emisor como del receptor; por ejemplo, un discurso de un político o de un funcionario internacional en el marco del melodrama, estará precedido y sucedido por presentaciones de los locutores, que pretenderán darle más o menos valor de realidad y de verdad a dicho discurso; también habrá gente que, en el fondo, asentirá con la cabeza durante la alocución, o hasta aplaudirá o emitirá breves interjecciones de apoyo, como contestaciones profanas a un sermón o canto religioso en un templo. 

En nuestro melodrama de aventuras en capítulos, con narración y discurso ficcionalmente ideados, las performances dramatúrgicas de periodistas, políticos, especialistas, funcionarios internacionales, gente común, beneficiarios y perjudicados por el desarrollo en cada uno y todos los capítulos, serán pronunciadas según reglas de la oratoria, de la retórica persuasiva racional, de la seducción poética emocional (no necesariamente teóricas sino más bien de experiencia y oficio) y de la relación de las escenografías con las performances. Esta capacidad y habilidad dramatúrgicas son aún más necesarias si recordamos que la mayoría de las performances voluntarias se recogen en primeros planos, más escrutables que otras presentaciones, y más sometidas a la indagación ya mencionada; porque la gente común, que tiene dificultades para decodificar contenidos intelectuales en textos escritos u orales, decodifica más sutilmente las verdades, realidades y características de los mensajes emitidos de modo verbal-gestual presencial. La importancia de los estilos comunicacionales como aspecto de la pragmática de contacto es muy importante en la comunicación política, y es más responsable del voto que los planes de gobierno. Entonces, la performance de toda esa galería de personajes que encarna, de modos ligeramente diversos, el Bien, el Mal y la Justicia, es muy importante para construir la ‘realidad’ de la narración creíble por las audiencias, y la ‘verdad’ legal-moral de los discursos sobre esa narración. Préstele atención a ese show, entenderá mejor los resultados de los discursos y hasta se divertirá con los alcahuetes intentos de apoyo dramatúrgico de los periodistas.

La construcción legal-moral del discurso sobre el relato: corte histórico arbitrario y taumaturgia (génesis de ilusión). 

Empiezo con una parábola, como en la Biblia, con un diálogo bastante frecuente y que usted debe haber vivido o presenciado. Madre: “Juancito, ¿por qué le pegaste a Paco?”. Juancito: “Porque él me sacó el celular”. Madre: “Paco, ¿vos le sacaste el celular a Juancito?”. Paco: “Porque me paso pidiéndoselo y nunca me lo quiere dar”. Madre: “¿no les dijo tu padre que tenían que turnarse?”. Juancito: “Papá siempre lo prefiere a él”. Paco: “Mamá, vos nunca hacés nada cuando se lo pido y no me lo da”. Todos se separan, molestos, y una tía que llega le pide a unas primas que presenciaron el diálogo que le cuenten quién tuvo la culpa del malestar doméstico aparente. Una dice que Juancito le pegó a Paco, otra que Paco no le quiere prestar el celular a Juancito, una tercera que la madre no lo reta a Juancito cuando no le presta el celular a Paco, una más chica dice que el padre lo prefiere a Paco. Desde el ángulo de la última acción visible, el culpable es Juancito porque le pegó a Paco; si narramos el conflicto en su explosión aparente, menos analítica, el agresor que desencadenó el malestar ha sido Juancito; un mejor estudioso del problema podrá diferir, y decir que el culpable es el provocador Paco, por no prestarle el celular que precisaba y le pidió. Otro podrá decir que es la madre, por no intervenir para defender la decisión del padre de que se turnaran el uso del celular. Hasta puede haber otro que diga que la decisión del padre es equivocada porque Paco lo necesita mucho más ya que tiene más tareas no presenciales que hacer. Como en todo melodrama de diverso calibre, si se quiere instituir un relato, alguien debe elegir cuál de esas narraciones describe mejor el conflicto y sus eventuales continuidades narrables. Y alguien también debe construir un discurso evaluando moralmente a los personajes de la narración. Pues bien, la prensa hace ambas cosas y, por tanto, establece la realidad y la verdad respecto del conflicto, que, generalmente, nadie cuestiona, porque no piensa que es discutible, ni tiene tiempo, formación o medios como para hacerlo; tampoco se cuestiona el discurso moral sobre los personajes y la narración. Ambos, narración y discurso, se consolidarán con la continuación del conflicto, porque los personajes del relato ya habrán sido impuestos, y su evaluación moral en el melodrama también. La prensa construye la realidad y la verdad de las ocurrencias desde un esquema melodramático de desarrollo de la acción. La narración a ser elegida resultará de las alternativas accesibles y aceptables por cada medio de prensa (filtrados ideológicamente, en principio), y de la virtualidad de esa narración, en nuestro caso melodrama en capítulos dramatúrgicamente actuado, para vender hoy y mañana, y para servir de ocasión para la encenación de una lucha del Bien con el Mal, con cierto Justicieros intervinientes; de cierto discurso moral-legal que discurre sobre la narración y su desarrollo superviniente.

En esta operación de establecimiento de una narración-discurso central y vertebral, cuando los hechos focalizables y elegibles para la narración noticiera tienen complejidad en su desarrollo temporal, la narrativa-discurso puede, gruesamente, elegirse de entre varios puntos de mira: a. Foco 1 en la explosión espectacular que justifica con seguridad la elaboración de una noticia con forma narrativa de melodrama dramatúrgico extendido. Normalmente se elige por economía de producción periodística y por preferencia en la identificación del Mal con el agresor espectacular; b. Foco 2 en la secuencia de la provocación anterior y la explosión. Es una selección más analítica, menos cargada a culpar al agresor en la narrativa y a calificarlo como Mal en el discurso, más equilibrada y compleja para la narrativa y su evaluación moral; c. Foco 3 en los orígenes de la compleja y larga cadena de causas entrelazadas y sucesivas, de provocaciones y sobre-reacciones múltiples que van explicando todas las explosiones anteriores y esta última. La primera narrativa es la más fácil de cubrir y de evaluar melodramáticamente; y es la que normalmente se elige, para mal de la gente; y lo peor, se elige cuando se quiere culpar de Mal al explosivo agresor e ignorar, no solo las provocaciones del último agredido, sino toda la complejidad difícilmente abarcable de la historia profunda del conflicto. 

Un ejemplo paradigmático de estrategia a., de foco 1 en el agresor e ignorancia del provocador, es casi toda la historia del conflicto Israel-Palestina; la infinidad de provocaciones nada espectaculares (las hay también espectaculares pero menos) de Israel en el área árabe y palestina es seguida por sobre-reacciones de los provocados; éstas son más espectaculares que las provocaciones y concitan la atención comercial de la prensa, aunque también hay un sesgo pro-israelí en la prensa occidental, hasta por su financiamiento. El foco en el agresor que sobre-reacciona, y no en el provocador, convierte al victimario provocador en una víctima agredida ante los ojos de la audiencia que presencia la narración-discurso e ignora las provocaciones, que no se le brindan; y legitima la nueva victimación del agresor, ahora como sobre-sobre-reacción a la víctima devenida victimario, a cargo del victimario original provocador. Todos los poderosos, para poder imponer su poder sin pegarle primero a los menos poderosos, que los pintaría como abusadores, los provocan poco espectacularmente para que los menos sobre-reaccionen, puedan ser focalizados como agresores y victimarios, y se olviden así las provocaciones del victimario anterior, que quedaron ocultas por la menor atractividad de su cobertura periodística; la sobre-respuesta del provocador ahora agredido también es cubierta periodísticamente como la agresión del provocado, victimario, con el matiz de que el victimario agredido, también victimario provocador no narrado, ahora parece mera víctima del victimario que fue víctima del provocador; y no ya poderoso abusador, como resultaría si agrediera sin la excusa de haber sido agredido. Es uno de los pases mágicos, de las prestidigitaciones que suceden en estas narraciones-discurso, y que, como toda la magia y prestidigitación, produce ilusión, aunque con apariencia de realidad, que se puede terminar imponiendo como realidad, como hiperrealidad, a falta de conocimiento de los trucos taumatúrgicos empleados, o a falta de conocimiento de que se está ante actos taumatúrgicos, que hay que tomar con pinzas y evitar que nos impongan su ilusión como realidad. Según la narración-discurso hegemónica, Putin y Rusia invaden Ucrania sin motivo ni razón, porque sí, porque son malos y los malos son ontológicamente malos y se aprovechan de los pacíficos y pasivos buenos, pese a que hay una historia compartida de 8 siglos de vaivenes bélicos entre ambos; se pinta la zona como un Nirvana vulnerado por la agresión rusa, ignorando por ejemplo los 8 años de hostigamiento bélico de Ucrania, su ejército y paramilitares neo-nazis, a las regiones pro-rusas del Este ucraniano (sin olvidar por ello Chechenia, Georgia y Crimea). La invasión-guerra sucede desde la nada, exnihilo, ilusión creída por como real por asistentes a una sesión de pases de magia y prestidigitadores que no sabe donde está.

Nuestro melodrama narración-discurso podría abarcarse dentro de una narrativa que recorriera la complejísima trama histórica de al menos 8 siglos de coexistencia y convivencia pacífico-bélica Rusia-Ucrania (foco 3, descartado por complejo, comercialmente poco atractivo y difícil de convertir en un melodrama de Bien, Mal y Justicieros). Un segundo foco 2, sería enfocar una secuencia de agresiones, o de provocación-agresión, que no permita una narrativa simplista ni un discurso maniqueo. Es poco atractivo, da trabajo y no permite un melodrama dramatúrgico y taumatúrgico, infantil como el foco 1, que focaliza la agresión a-histórica, mágica, exnihilo, taumatúrgica, convertible en una narración-discurso melodramática polar, con Bien, Mal y Justicieros fáciles que faciliten la atención prolongada de adictos a los teleteatros, los teleteatros, los radioteatros y las novelas rosa y de aventuras.  El mensaje que lleva a salir con toda ignorancia, pero ignorándola, a agitar banderitas ucranianas sin poder defender tal frivolidad con ningún argumento que no sea el mero relato-discurso inicial del melodrama.  El pánico pandémico y la histeria ucraniana hacen realidad los temores que manifesté en 2014 con motivo de la estúpida reacción, a prueba de datos y de inteligencia, que ocurrió luego de una supuesta falla arbitral que no lo era, pero que quedó como tal desde el Mundial de fútbol de 2014. Y ya seguiremos con otras derivaciones del conflicto; pero ya es probablemente demasiado por ésta.