POIESIS / 45
Por Ramón Paravís
Muchas veces los poetas jóvenes -dijo Alí Calderón en una entrevista que le hicieron cuando era un poeta joven todavía-, en un afán de experimentación, se desligan del conocimiento de la tradición literaria, y eso es muy peligroso: tendremos poemas que jueguen con el espacio a la Mallarmé sin saber qué cosa es un madrigal. El poeta tiene que ser consciente de su tradición y, a partir de su tradición, desbaratarla, destrozarla, escupirle o hacer lo que quiera, pero a partir del conocimiento de ella, no del desconocimiento que engendra ingenuidad. Postulaba entonces la necesidad de un rigor casi académico para conocer la tradición. Su poesía echa raíz en ese credo.
Gonzalo Pizarro (Trujillo, 1510), fornezino y porfiado, percaça lo que pudo ser y cogita en andando ónix con pórfido tras baratar Ya Gonzalo Jiménez de Quezada trebejos pan cazabe avanza hacia la jungla Tú estarás caminando por la sesenta y cinco envuelta por el aire frío que baja desde Monserrate Fuera todo cuestión de cetrería Será la noche la ciudad sus luces áurea intermitencia acaso si alguno desde la circunvalar te piensa entonces nada alumbra más que aquella música desorden tu cabello Troca el lapis supone el granadino en oro o el acero cotas mallas oscuros capacetes en láminas auríferas y brilla la panoplia el guardapapo brilla y el gorjal su destello al sol la gorjerina y lanzas ginetas y estradiotas esplenden fulgen tal lo tocado todo por la vista Azores vuelen sobre el páramo Tendrás la mente puesta en Medellín y leve tu vestido anunciará los vendavales: el escote en tu espalda formidable el deshielo las alas las sustancias volátiles En La Merced recordarás a Marco Aurelio En la carrera sexta dices: La razón que gobierna sabe cómo se encuentra qué hace y sobre qué materia Vas a apurar el gin y saldrás a fumar dirás que no estás triste Mientras tanto la luna El brillo de esa noche en Bogotá va a caer absoluto y total sobre tus hombros Arderá desde entonces tu nombre en el esmalte de mis dientes Tórnese en contra el viento cerradero y capuz oscuren la vista de las aves que se venzan las rejas de alcahaces desgárrense las luvas: Non puede ser que non se mueva campana que se tañe Un arte nuevo de derrotas Fue todo malos pasos y breñas imposibles el filo de las piedras el musgo las escarpas las hojas y el envés del encenillo turban el mínimo destello mal augurio longura de los ramos Primero remontar el río herbazales que tupen y devoran de verde brechas caminos no trazados por los mapas luego el oro el açumbre los arsénicos para arrancar los metales de las piedras mas sólo piedras piedras y urupanes los cipreses la yerba oscurecida Pierdan su presa halcones altaneros Bajo la sombra de la estatua de Bolívar entiendo que siempre todo está allá más allá por poner un ejemplo: tus pestañas que Tántalo que los joyeles del oro muisca más perfectos el áureo silencio de tus selfies y fotos de perfil yacen plomo en el fango las Guatavitas diarias imposibles Estarás despertando entre la bruma En El Dorado aguardo con la amargura del que vuelve a casa Esta espera de sangre y bilis y veneno se parece a la ausencia que suelo ser que fui si de pronto tus labios se aproximan de nuevo y me repiten: Todo no vale nada Si lo demás acaso vale menos

Alí Calderón (Ciudad de México, 1982) es poeta y crítico literario. Doctor en Letras Mexicanas por la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Fundó la revista Círculo de Poesía en 2008 y la editorial Círculo de Poesía Libros en 2014. Publicó en Visor el poemario Las correspondencias. Sus último libros de crítica es Piedras para una poesía trasatlántica (Buenos Aires Poetry, 2017). Compiló el volumen de ensayo Reinventar el lirismo. Problemas actuales sobre poética (Valparaíso Ediciones, España, 2014 y Valparaíso México, 2016). Dirigió con Mario Bojórquez el Festival Internacional de Poesía Ciudad de México (2014-2018). Actualmente es profesor del Doctorado en Literatura Hispanoamericana de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.